Si frente a los herejes formales, es decir, aquellos conscientes y obstinados, son útiles la polémica, la parresía y la severidad, frente a los herejes materiales, que no se dan cuenta de estar en el error, sino que buscan la verdad, se necesita dulzura, mansedumbre, paciencia y misericordia.
La fenomenología de la herejía
----------En la historia de la Iglesia, el problema de la herejía surge sólo reciendo cuando la Iglesia está constituida, no en la fase de fundación o de formación, que corresponde a la actividad terrena de nuestro Señor Jesucristo. Y esto es lógico, porque la herejía es la oposición al símbolo de la fe ya completado y constituído canónicamente, y establecido bajo la supervisión del Magisterio de la Iglesia.
----------En el Nuevo Testamento, la cuestión de la herejía es tratada en las Cartas Católicas y en los Hechos de los Apóstoles, cuando la Iglesia ya estaba bien establecida y su cuerpo doctrinal bien constituido. Es recién entonces cuando los Apóstoles se preocupan no sólo de refutar el error, sino también de castigar debidamente a los herejes. Así se explica que Jesús, tanto en su predicación, como en su enseñanza y en sus discusiones, o en sus exhortaciones y polémicas, o bien en sus llamamientos, reclamos, reproches, condenas, amenazas o invectivas no hace nunca cuestión o problema de "herejía", sino de verdad o mentira, de sinceridad o hipocresía, de escuchar o no escuchar la Palabra, de creer o no creer, de fidelidad o infidelidad, de obediencia o desobediencia a los mandamientos, de seguirLo o de rechazarLo.
----------El reproche que Jesús más bien hace en campo doctrinal contra sus adversarios es el de no creer a Moisés y a los profetas (Mt 23,29.34) o de creer a falsos profetas (Mt 7,15; Lc 6,26), de descuidar el mandato de la misericordia (Mt 9,13), de haber desobedecido a Moisés (Jn 5,45; 7,19), de sustituir por una "tradición de hombres" a la Tradición mosaica (Mc 7,8).
----------Jesús acusa a sus adversarios que rechazan su enseñanza, de dejarse engañar por el demonio: "¿Por qué vosotros no comprendéis mi lenguaje? Es porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros tenéis por padre al demonio y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Desde el comienzo él fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla conforme a lo que es, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,43-44). El hereje yace "en tinieblas y en sombra de muerte" (Sal 88,6). Es un "ciego, guía de ciegos" (Mt 15,14). Cree que puede ver, pero en cambio está ciego. Sabe que lo es, pero le gusta "avanzar en las tinieblas" (Sal 82,5). Odia la luz y propaga las tinieblas. Muestra como verdadero lo falso y como falso lo verdadero. Es un mentiroso, un impostor, un falsario, un soberbio, un rebelde, un desobediente. Está inspirado y engañado por el demonio y es un instrumento suyo. La herejía es una "doctrina diabólica" (1 Tim 4,1). Ella, en efecto, se puede considerar como una triste herencia o una nefasta secuela del diabólico engaño al que fue sometida toda la humanidad a causa del pecado de nuestros progenitores.
----------La soberbia herética es lo que los griegos llaman hybris, un "ir más allá", la "transgresión" (trans-gradior), acto que se asemeja al trascender (transscando); pero este ir más allá no para oponerse a lo que está más allá (Dios), sino para alcanzarlo. Es el "trascende et teipsum", del cual habla san Agustín. Esto no es soberbia, sino humildad, porque aquí la voluntad sube porque es sumisa, "exaltavit humiles" (Lc 1,52), mientras que en la soberbia sube porque es rebelde. En el primer caso está sometida a quien está por encima de ella, en el segundo quiere estar a la par de aquel que está por encima de ella: "eritis sicut dei" (Gén 3,5).
----------El hereje quiere dar la apariencia de un reformador; pero, en cambio, es un destructor. Se hace pasar por custodio de la tradición, pero para detener el progreso en la verdad. Exalta el valor de la historia, pero para negar la verdad inmutable. Enfatiza la dignidad humana o la gracia divina, pero para terminar en el panteísmo. Se hace la voz del Eterno para disolver el tiempo en el Absoluto. "Veneno de áspid hay bajo de sus labios" (Sal 144,4). El hereje más hábil y peligroso es capaz de engañar incluso a los sabios. "Sus palabras son más fluidas que el aceite, pero son espadas desenvainadas" (Sal 55,22).
----------El hereje, que es un sofista y no tiene confianza en la razón, no es objetivo y sereno en su hablar, no induce a razonar o a reflexionar, no estimula la capacidad crítica, no hace uso de argumentos razonables o persuasivos, o al menos probables, ni cita hechos o testimonios ciertos y comprobados, sino que hace leva sobre las pasiones, sobre las emociones y sobre los estados de ánimo: la indignación, la irritación, la rabia, la envidia, el desánimo, el miedo, el deseo de venganza, la impaciencia, la desconfianza, la rebelión, la sensualidad, el recurso a la mentira, al engaño, al insulto, a la difamación, a la denigración, a la calumnia.
----------Para atraer discípulos, y pavonearse de su falso saber, para poder aparecer persuasivo y honesto o incluso defensor de la verdad y maestro de santidad, sin descubrirse, para poder seducir, engañar y hacer caer al prójimo, y engatusar a los desprevenidos, da muestra de honestidad de costumbres, hace alarde de ciencia, usa el arte de argumentos estudiadamente sofísticos y un lenguaje agradable, pero turbio, equívoco, ambiguo, insinuante, doble, serpentino, pero sobre todo esquivo al "sí" y al "no".
----------El hereje, que conoce bien el valor de la humildad, es muy hábil en el fingirse humilde, completamente sumiso y "encadenado" a la "Palabra de Dios", "pobre pecador", como rencontramos fácilmente en Martín Lutero (se trata de expresiones suyas todas esas), acusando a los católicos y al Papa de presunción, de prepotencia, de "pelagianismo", de ser "rebeldes a Cristo", y de "jactarse ante Dios de sus propias obras y de sus propios méritos", en lugar de "confiar en la misericordia de Dios". Excepto entonces para rebelarse, como lo hizo el propio Lutero, contra las reglas de su Orden y contra la autoridad del Papa.
----------El hereje formal evidentemente no puede tener el alma en paz. "No hay paz para los malvados" (Is 48,22). "No hay paz para los impíos" (Is 57,21). La soberbia, causa principal de la herejía, no puede dar la paz, porque la paz depende del arraigo del espíritu en la verdad, que colma la deseos de la voluntad, mientras que la voluntad del soberbio, retorcida sobre sí misma y apoyando sobre la mentira y por lo tanto sobre un fundamento falso, no puede dejar de sentir desagrado, incomodidad y tormento.
----------El hereje, por lo demás, está bajo el influjo del demonio, una influencia que él mismo acepta y quiere. El demonio, como dice Jesús, se vuelve para él como un padre, un maestro, un inspirador, un guía. ¿Por qué y para qué se produce esta sumisión al demonio? ¿Bajo cuáles condiciones? ¿Cuál es el factor determinante? El factor decisivo es ciertamente la soberbia, la cual atrae la venida de Satanás.
----------El soberbio, en efecto, se encuentra espontáneamente en consonancia con Satanás por el hecho de que Satanás ha hecho que los progenitores cayeran en la soberbia. Por lo tanto, la tendencia a la soberbia es la marca que Satanás ha dejado en el corazón humano. El soberbio siente una especial inclinación a realizar obras del demonio, se siente en una especial afinidad con él. El remedio a la soberbia es la humildad, por la cual el intelecto se somete dócilmente, obedece y se ajusta a la verdad: adaequatio intellectus et rei. "Sometemos toda inteligencia humana para que obedezca a Cristo" (2 Cor 10,5).
----------El hereje, por lo tanto, no escucha las exhortaciones y los reclamos que se le hacen, ni toma en cuenta las pruebas y demostraciones con las que se le imputa estar en el error, ni toma en cuenta los castigos inminentes, sino que de hecho puede reforzarse en su obstinación y reaccionar con rencor contra quien le advierte, alegando falsos pretextos y haciendo contra él falsas acusaciones. Sabe, en el fondo, que está en el error, y por eso se aferra furiosamente a su idea, que retiene no porque, en cuanto verdad, le dé apoyo, sino porque la idea le agrada, por lo cual ignora, desprecia o ataca a quien lo contradice, a quien lo avergüenza o, como suele decirse, a quien lo pone con la espalda contra la pared.
----------No teniendo argumentos con los cuales defenderse, mientras la acusación que le viene hecha le quema, el hereje reacciona entonces con el odio, la calumnia, la difamación y la violencia y, si se trata de un Superior, con medios represivos, incluso desleales o ilegales, abusando de su autoridad. El Superior hereje es siempre un déspota, que gobierna no con sabiduría, sino con terror. Y, parafraseando una expresión del papa Benedicto XVI, podemos decir que el hereje es el "dictador del relativismo".
----------El hereje formal no está en buena fe: aun mostrándole el error, no quiere reconocer que está en el error, porque no quiere la verdad, sino que permanece apegado a su propia idea; él "cierra los ojos para no ver" (Mt 13,15); y de hecho se irrita contra quien le muestra la verdad y lo refuta. El creyente fiel lo pone frente a sus responsabilidades con argumentos irrefutables, que le cierran la boca (Tit 1,11). Pero el hereje formal no tiene argumentos para justificarse. Él, entonces, si no responde con insultos, calla. Pero también calla por desprecio hacia el adversario. Aún así, no se debe perder nunca la confianza en sus buenos recursos y la esperanza en su conversión y arrepentimiento, bajo el influjo de la gracia.
----------La gran desgracia, por tanto, la gran prueba para la fe de los súbditos, es cuando un superior es hereje, por ejemplo, cuando se trata de un modernista. Hasta hace pocos años, los pastores modernistas mantenían para sí mismos su herejía bien escondida, y se limitaban a dejar coexistir herejes y católicos, sin corregir ni castigar a los herejes y sin premiar ni elogiar a los católicos, sino tolerándolos con una cierta conmiseración. Ahora que, en cambio, han aumentado su poder en altos puestos eclesiásticos, ciertos pastores modernistas o rahnerianos tienen el intolerable y escandaloso descaro de humillar, marginar, befar, calumniar, perseguir, hacer callar y castigar incluso a ilustres teólogos, tal vez tomistas, los cuales se atreven a oponerse, incluso con rigor crítico e indiscutibles argumentos, con corrección y respeto, en nombre de la fe, aunque fuera aquella expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica o en el Magisterio del Concilio Vaticano II.
----------Hoy nos encontramos ante el absurdo de conocidos y estimados fieles perseguidos por sus superiores modernistas, los cuales luego se indignan por las persecuciones infligidas a los cristianos en Siria o en Irán y no se dan cuenta o no quieren darse cuenta de ser ellos mismos los perseguidores de sus súbditos (laicos o clérigos). Que un cristiano sea perseguido por un régimen islámico o comunista, se lo puede entender; pero lo que aparece trágico e inconcebible, es que un pobre cristiano tenga que padecer o sufrir escándalo en la fe precisamente de quien debería ser su padre y maestro, si bien es cierto que esto corresponde a lo que el mismo Cristo ha predicho: "El padre entregará a su hijo para que sea condenado a muerte" (Mt 10,21).
Métodos para vencer la herejía
----------Obviamente, vale siempre la exhortación del apóstol san Pablo a su discípulo Timoteo: "proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas" (2 Tm 4,2-4). "El que sirve al Señor no debe tomar parte en querellas. Por el contrario, tienen que ser amable con todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas. Debe reprender con dulzura a los adversarios, teniendo en cuenta que Dios puede concederles la conversión y llevarlos al conocimiento de la verdad, haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad" (2 Tm 2,24-26).
----------La refutación (elenco, Hch 4,2; 18,28; Tit 1,9) del hereje cae en la categoría más amplia del diálogo (dialogos, Hch 17,17; 20,7), de la conversación, del coloquio, que son actos de la comunicación interhumana o social mediante el lenguaje verbal. El diálogo puede ser un simple intercambio o encuentro de ideas o de opiniones o de experiencias o un acto de conocimiento recíproco. Pero también puede ser una confrontación de ideas, en la cual no hay una simple comunicación recíproca de verdades o de noticias, sino que surge entre los dos dialogantes una cierta tensión entre dos tesis opuestas y el uno intenta convencer al otro o el uno resiste al otro o pone objeciones o esgrime contra-argumentos, al menos por un cierto tiempo, a fin de que eventualmente uno de los dos dialogantes prevalece sobre el otro, o bien llega el momento en que cesa la confrontación y cada uno de los dos continúa permaneciendo en su idea.
----------San Pablo, en sus Cartas pastorales, nos muestra cómo en estos diálogos o confrontaciones o contrastes de ideas, se pueden correr riesgos de faltar contra la justicia y la caridad, en detrimento de la verdad. En particular, Pablo distingue un modo justo, manso, pacífico, humilde y caritativo de discutir, disputar o polemizar, de un modo erróneo, violento, iracundo y arrogante.
----------En el primer caso, el debate o la disputa o la discusión o la controversia o la diatriba pueden ser actos acalorados y apasionados, pero la razón permanece lúcida y domina a la pasión, aun cuando la discusión puede ser acalorada y a veces dramática (pensemos en la discusión de Jesús con sus adversarios en Jn 8,31-59: ciertamente debe haber sido altamente dramática); en el segundo caso, en cambio, la pasión prevalece, la razón se ofusca, los dialogantes se mueven a ira y se puede pasar a los insultos y a las injurias. En el primer caso tenemos el razonamiento, la demostración (epìdeixis, Hch 18,28; proaitia, Rom 3,9), la persuasión (pèithein, Hch 19,8) o la refutación (èlencos). En el segundo caso, por el contrario, tenemos la contienda (orghè, 1 Tm 2,8) y el litigio (mache, 2 Tm 2,24; 1 Tm 3,3.16).
----------Está claro que el método de la refutación de la herejía solo puede ser el primero. El demonio, como dice nuestro Señor Jesucristo, es mentiroso y homicida. El espíritu satánico afecta a las dos principales potencias del hombre: el intelecto, con la mentira y por tanto con la herejía; la voluntad, con el odio y la crueldad. El remedio fundamental, por lo tanto, a tales males, es la fe y la caridad.
----------El hereje está cegado por el orgullo y por el odio. No se debe desesperar por hacerlo razonar y por domarlo. Él conserva la capacidad de razonar y de amar, aunque mantenga cerrados los ojos a la luz, los oídos a las palabras de la verdad y el corazón a las invitaciones a la penitencia, a la reconciliación y al amor. Sin embargo, el amante de la verdad debe hacer suyas las palabras de san Pablo: "No, las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas. Por eso destruimos los sofismas y toda clase de altanería que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometemos toda inteligencia humana para que obedezca a Cristo" (2 Cor 10,4-5).
----------Ahora bien, para poder liberar al hereje del lazo de Satanás, es necesario que el hereje mismo sea consciente de la trampa en la cual ha caído, y es necesario que quiera salir de ella. Pero si el hereje, por su orgullo obstinado, tiene un "corazón endurecido", expresión usadísima en la Sagrada Escritura, de él se puede decir: "El pecado habla al impío en el fondo de su corazón; para él no hay temor de Dios, porque se mira con tan buenos ojos que no puede descubrir ni aborrecer su culpa. Las palabras de su boca son maldad y traición; dejó de ser sensato y de practicar el bien" (Sal 36,2-4).
----------En el pasado, como es bien sabido, el problema de la sociedad cristiana, cuando aparecían los herejes, era el de cómo liberarse de ellos; y sabemos cuáles eran los medios para hacerlo. Pero con la aparición de un gran Santo, como Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden de los Frailes Predicadores, surge en el alma cristiana el proyecto profundamente evangélico de ocuparse de los pecadores más peligrosos, los herejes, para convertirlos. Sin embargo, como se sabe, en los siglos siguientes, hasta finales del siglo XVIII en la Iglesia, será practicada la pena de muerte para los herejes. Sin embargo, debemos observar que en las intenciones de santo Domingo de Guzmán existía sin duda la voluntad de encontrar una nueva forma de caridad, de justicia y de misericordia hacia los herejes, en la medida de lo posible, con la ayuda de Dios, de modo de poder cambiar la voluntad del hereje, de la perversión a la bondad, de la desobediencia a la obediencia, del pecado al arrepentimiento, del odio al amor, de la soberbia a la humildad, de la esclavitud a Satanás a la sumisión al Espíritu Santo, del tormento a la paz.
----------Un problema especial planteado por la herejía es cómo explicar la pertinacia de los herejes y la frecuente persistencia de las herejías en la sucesión de las generaciones. Pensemos, por ejemplo en la persistencia de las herejías del luteranismo durante siglos, o en la actual pervivencia por décadas de las herejías modernistas y pasadistas, el rahnerismo, el lefebvrismo, etc. Es fácil explicar la conservación de ciertas verdades, pues se trata de verdades siempre en beneficio de la humanidad, por ejemplo en el campo de los descubrimientos científicos o de la medicina o de las tecnologías alimenticias, en el sucederse de las generaciones.
----------Más difícil es comprender por qué motivo un error, que al fin de cuentas es un mal, un accidente del espíritu, y una enfermedad que debería curarse, pueda transmitirse incluso a lo largo de siglos y siglos. ¿Por qué al hereje le resulta tan difícil arrepentirse, si es que alguna vez se arrepiente? ¿Por qué no retorna al recto camino como el hijo pródigo del Evangelio? ¿Por qué es tan difícil, cuando se llega a lograrlo, hacer entender al hereje que se equivoca? De ahí la interpretación relativista del surgir de las herejías, para la cual el hereje no es aquel que se desvía de la verdad, sino que simplemente toma un camino diferente al que se estaba en uso hasta entonces. La herejía se conserva porque satisface los aspectos menos nobles de nuestra naturaleza, hacia los cuales, a causa del pecado original, tenemos una cierta inclinación.
----------La herejía puede presentarse con la apariencia de ser una fe más pura, como gran apertura al diálogo, como "libertad de conciencia", como respeto al "diferente", como descubrimiento de la divina misericordia, como vida cristiana más seria, rigurosa o más libre, como proyecto reformador, como redescubrimiento del verdadero Evangelio, como nueva visión genial del universo, como mística para nuestros tiempos, como idea teológica o moral moderna o avanzada, como medicina para los males de la Iglesia, como profecía escatológica. Pero, en realidad, la herejía, privada de los atavíos que la recubren, resulta ser nada más que esa "puerta ancha" (Mt 7,13), por la cual es más fácil pasar, pero que conduce a la perdición; una puerta muy diferente a la estrecha, que es la que se abre a la verdad y que conduce a la vida eterna.
----------Es fácil condescender a la dulce herejía, en lugar de aferrarse a la verdad, que a menudo parece oscura, ardua y difícil. Pero por otra parte, no hay salvación sino en la verdad. Esto es necesario decírselo al hereje. Es necesario recordarle cuánto ha manchado él su dignidad de hijo de Dios, mostrándole desde qué altura ha caído, a qué Amigo ha traicionado, en qué confusión se encuentra él ahora, qué vanos son los halagos del mundo, qué tesoro ha cambiado por un plato de lentejas. Es necesario devolverle al hereje las energías perdidas debido a una larga desnutrición. Es necesario someterlo a una cura o tratamiento reconstituyente. Es necesario devolverle fuerza, ya que él, yaciendo por largo tiempo en su pecado, ha perdido el gusto por las empresas difíciles y la fuerza para responder a la llamada de Cristo y de la Iglesia.
----------Si se prevé que el hereje no comprenderá lo que se le quisiera decir o que incluso reaccionará hostilmente, conviene callar, según la orden del Señor: "no deis las cosas santas a los perros" (Mt 7,6). Pero si tal reacción ocurre más allá de sus previsiones, se debe aceptar la persecución, incluso hasta el martirio.
----------Uno podría objetar: pero Cristo sabía que si hubiera dicho ciertas cosas, Lo habrían llevado a la cruz. ¿No podía entonces haber guardado silencio? Ciertamente, Cristo, con el poder del Espíritu Santo, habría podido convertir a sus adversarios. Pero Él ha venido precisamente para cargar sobre sí los sufrimientos de los perseguidos a causa de la justicia, a fin de darles una función redentora.
----------Una herejía paradigmática que hoy más que nunca se debe enfrentar y resolver con los métodos adecuados es la herejía luterana. Este problema se ha prolongado desde la época del mismo Martín Lutero. El surgir del luteranismo ha sido una especie de incendio, que en breve tiempo ha invadido vastas regiones de la Europa central y septentrional. Lutero, al inicio, ha planteado algunas instancias o demandas reformadoras que no estaban equivocadas. Pero bien pronto se vio que él quería cambiar la esencia de la Iglesia, dejando en pie algunos de sus valores constitutivos (el dogma trinitario, la obra redentora de Cristo, el puesto de Cristo como cabeza de la Iglesia, la fe, la gracia, la Sagrada Escritura), pero al mismo tiempo destruyendo otros valores, con el pretexto de una "reforma", que en realidad de verdad era una deformación.
----------Desde los mismos inicios del movimiento herético luterano el problema, para Roma, fue el de qué hacer con este movimiento, dado que se reveló inmediatamente, por una parte, arrogante y agresivo, y por la otra, seductor y persuasivo, movido no por el amor sino por el odio a Roma. ¿Cómo tratar con gente así? Los errores eran evidentes. Pero, ¿cómo persuadir a los traidores, a los falsos hermanos, a la gente cegada por el odio y por la presunción? Tanto más que ellos comenzaron a organizarse, con la pretensión de ser la verdadera Iglesia, a finde destruir la falsa, es decir, la Iglesia de Roma.
----------Muchos fueron los predicadores y teólogos, sobre todo dominicos, que refutaron los errores de Lutero. Algunos de sus seguidores se arrepintieron, pero el movimiento luterano se mantuvo intratable. El mismo incremento de su éxito y de su fuerza lo persuadió de que tenía razón. Y a decir verdad, incluso más tarde, algunos Santos lograron reconducir a Roma a muchos protestantes, como por ejemplo san Pedro Canisio, en el siglo XVI san Francisco de Sales o el beato Marcos de Aviano en el siglo XVII. Pero ya las comunidades protestantes se habían de tal modo consolidado, también gracias a la introducción del derecho a la libertad religiosa en el siglo XVII, que Roma comenzó a no esperar ya una conversión colectiva, mientras que se han verificado siempre conversiones individuales.
----------Si frente a los herejes formales, es decir, aquellos conscientes y obstinados, son útiles la polémica, la parresía y la severidad, frente a los herejes materiales, que no se dan cuenta de estar en el error, sino que buscan la verdad, se necesita dulzura, mansedumbre, paciencia y misericordia. Aquí existe, como gran ejemplo, san Francisco de Sales, quien, con su proverbial dulzura, logró traer de regreso a Roma a muchísimos herejes en buena fe. Él solía decir: "se atraen más moscas con una cucharadita de miel, que con un barril de vinagre". El hereje material se distingue del formal por el hecho de que, cuando hacemos una observación al primero, nos escucha y nos agradece; mientras que si la hacemos al segundo, se irrita y se ofende.
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