En cualquier sistema teológico, el todo resulta de la cohesión consecuencial de las partes conectadas entre sí: si se socava el fundamento, todo lo demás se derrumba. Todo comienza del conocimiento. Si el conocimiento es sano, todo lo demás se mantiene; de lo contrario todo se derrumba. Ahora bien, el cardenal Walter Kasper se ha deleitado repetidamente en llamar "gnósticos" a los demás teólogos que no siguen la línea de su gnoseología teológica. ¿Pero en qué consiste la gnoseología teológica de Walter Kasper?
Una falsa gnoseología teológica causa un falso ecumenismo
----------Nuestro modo de concebir el actuar moral y nuestra propia conducta moral dependen de nuestra concepción de la realidad y de cómo concebimos el conocimiento de la realidad, es decir, depende de nuestra gnoseología. Esto vale para todos y, por lo tanto, vale también para el famoso teólogo Walter Kasper [n.1933]. Y en este ensayo veremos cómo funciona en él esta relación.
----------El cardenal Walter Kasper (obispo emérito de Rottenburg-Stuttgart, y presidente emérito del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos), durante varias décadas, en calidad de guía de las actividades ecuménicas de la Iglesia, ha desarrollado un modo de hacer ecumenismo, que no lleva a los hermanos separados a la plena comunión con la Iglesia, sino que por el contrario los deja en sus errores y en su condición de separatividad, como si esta condición no fuera un defecto a reparar, sino simplemente el signo de un modo de ser cristiano diferente del católico e igualmente legítimo, incluso complementario.
----------Pero así ha sucedido y sucede que no sólo los protestantes no se convierten al catolicismo, sino que muchos católicos, atraídos por los errores de Lutero, y visto que ya no son corregidos como en otros tiempos, y que parece haber cesado la obra de los católicos de convertir a los protestantes, se hacen la idea de que la Iglesia haya corregido su juicio sobre Lutero, y haya descubierto que tenía razón él, o que al menos su modo de concebir el cristianismo puede ser objeto de opción facultativa también para los católicos. Así, estos católicos se sienten autorizados a elegir al menos algunas de las posiciones de Lutero, en la convicción de poder continuar llamándose católicos, incluso quizás piensan poder ser considerados "progresistas" y "avanzados". Pero la insidia más sutil es el hecho de que ciertos errores de Lutero vienen presentados como verdades católicas, por lo cual muchos católicos ignaros e ingenuos caen en la trampa. Y beben el veneno sin darse cuenta. Uno de los más hábiles operadores de esta colosal estafa ha sido Karl Rahner [1904-1984].
----------Llegados a este punto, es necesario encontrar una via de salida a esta situación, porque la fe católica se está debilitando, desvaneciendo, mientras que la influencia de Lutero va en aumento. Por lo tanto, es necesario que el Sumo Pontífice detenga esta interpretación modernista del ecumenismo y promueva la implementación del auténtico ecumenismo, tal como resulta de la verdadera enseñanza del Concilio.
La relación entre metafísica y doctrina de la Iglesia
----------En la teología de Walter Kasper, como en cualquier sistema teológico, el todo resulta de la cohesión consecuencial de las partes conectadas entre sí: si se socava el fundamento, todo lo demás se derrumba, como la estatua de la visión de Daniel (Dn 2,21-31). Todo comienza del conocimiento. Si el conocimiento es sano, todo lo demás se mantiene; de lo contrario todo se derrumba.
----------Dediquemos entonces este ensayo a su gnoseología, sin dejar de hacer ver la verdad de este asunto. Digamos entonces que es falso decir que "la Iglesia no sostiene una determinada metafísica" (W.Kasper, Lo Absoluto en la historia. Filosofía y Teología de la Historia en el pensamiento del último Schelling, ediciones Sal Terrae, Maliaño 2017, p.492), ya que, por el contrario, recomienda desde hace siglos la metafísica de santo Tomás de Aquino [1225-1274]. Pero lo hace en base a la convicción de que la metafísica es una ciencia cierta, perenne, incontrovertible, objetiva y universal, saber fundamental, fruto inmarcesible de la razón humana como tal, apta para todos los hombres y para todas las culturas, en todo tiempo y lugar.
----------La Iglesia cree no en una determinada metafísica, sino en la metafísica como tal, así como no promueve la razón de Tizio o de Cayo, sino la razón humana como tal, de cualquier persona humana, en todo tiempo y en todo lugar. Por eso, en sus instituciones educativas, culturales y académicas, la Iglesia promueve la metafísica en su perfección epistemológica y en su progreso, queriendo que la metafísica esté exenta de errores y defectos, en la libertad de la discusión, de la investigación y de la enseñanza.
----------La Iglesia sabe bien que existen diferentes formas, sistemas u horizontes de pensamiento metafísico, algunos válidos, que ella admite en sus escuelas, sobre todo el sistema de santo Tomás, pero luego también el de, por ejemplo, san Agustín o el de san Anselmo o el de san Buenaventura, o el de Alejandro de Hales o el del beato Duns Scoto o el de Francisco Suárez; mientras que otros, en cambio, son peligrosos, y la Iglesia los mira con reserva o sospecha, como el de Escoto Eriugena o el de Guillermo de Ockham o el de Nicolás de Cusa o el de Marsilio Ficino, o el de Campanella o el de Descartes o el de Leibniz o el de Wolff o el del beato Antonio Rosmini, aunque venera la santidad de este último. Otros sistemas la Iglesia ciertamente los rechaza sin más, aunque en su magnanimidad exhorta a los teólogos a recuperar en ellos cuanto pueda existir de válido. Son las doctrinas que se encuentran en contraste con el realismo de la sana razón, y que por lo tanto contrastan con la fe, como por ejemplo las ideas de Giordano Bruno o de Spinoza o de Kant o de Fichte, o de Schelling o de Hegel o de Gentile o de Heidegger o de Severino o de Rahner.
----------Por cuanto respecta a los herejes, la Iglesia, desde el momento en el cual condena sus errores, pide a los teólogos evidenciar en ellos cuanto ha quedado del común patrimonio de fe, en la esperanza de que los herejes se corrijan y quieran reunirse con la Iglesia. Con todos los hombres, creyentes y no creyentes, la Iglesia dialoga sobre la base de la razón natural, a fin de introducirlos, si es posible, al misterio de Cristo. Sin embargo, no existen diversas o diferentes metafísicas, así como existen diversas o diferentes opiniones. En efecto, lo repetimos, la metafísica es una ciencia y no una opinión, así como, por ejemplo, no son opiniones la geometría, la física, la botánica, la geografía o la anatomía.
La Iglesia recomienda el uso de la metafísica de santo Tomás de Aquino
----------La Iglesia, por tanto, entre las diversas metafísicas producidas en el pasado, tras la aparición de la sistematización teológica de Tomás de Aquino en el siglo XIII, ha elegido y ha preferido ciertamente una determinada metafísica, precisamente la de santo Tomás, pero no como si hubiera elegido una opinión entre otras doctrinas cuestionables o caducas. Esto, naturalmente, no quiere decir que la metafísica de Tomás esté libre de defectos o que no pueda ser perfeccionada, o que no pueda surgir una mejor en el futuro.
----------Al respecto, los rahnerianos tienen la obstinada convicción de que Rahner ahora haya suplantado a santo Tomás o que Rahner sea el santo Tomás de nuestro tiempo; pero tal convicción, con el debido respeto a los rahnerianos, obviamente se basa en una mala comprensión de las verdades fundamentales de la razón y de la fe. Esta preferencia de la Iglesia por el Aquinate está motivada por el modo excelente con el cual santo Tomás sabe motivar la armonía entre razón y fe (véase la gran encíclica de San Juan Pablo II Fides et Ratio de 1998), en orden a la elaboración de una apologética, de una teología racional y de una ética natural, así como a la interpretación de la Escritura y a la formulación y explicación del dogma.
----------Antes de la aparición de santo Tomás de Aquino, la Iglesia ciertamente cuidó que la Sagrada Escritura fuera comentada e interpretada utilizando sanos conceptos racionales y filosóficos, mientras que los dogmas que habían sido definidos previamente, como por ejemplo los dogmas cristológicos, se habían formulado con la utilización de categorías metafísicas, debidamente adaptadas, derivadas de la filosofía griega, como ya por otra parte lo habían hecho los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia y san Agustín de Hipona [354-430], sirviéndose de la filosofía platónica para la elaboración de su teología.
----------Pero con anterioridad a santo Tomás de Aquino no había surgido todavía ningún teólogo que hubiera sido capaz de organizar con tanta sabiduría todo el conjunto del saber teológico en un único sistema racional. Esta necesidad comenzó a hacerse sentir sólo a partir del siglo XIII. Esto lo explica muy bien Etienne Gilson en El espíritu de la filosofía medioeval (ediciones Rialp, Madrid, 2009).
----------En efecto, fue recién en el siglo XIII que por fin se llegó a comprender que las enseñanzas bíblicas y los dogmas que la Iglesia había extraído de ellas, aunque se encontraban dispersos en documentos que se habían sucedido a lo largo de los siglos y aunque muchos de estos documentos tenían por objeto la narración de hechos que reflejaban la acción divina en la historia (por ejemplo, el pasaje de la Antigua Alianza a la Nueva Alianza, la Encarnación y la Redención, la fundación y el desarrollo de la Iglesia), sin embargo, contenían también verdades especulativas, racionalmente conectables entre sí; verdades universales, inmutables y eternas, racionales y reveladas, "cielo y tierra pasarán; pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35), verdades que se refieren sobre todo a Dios, quien en su purísima espiritualidad, inmutabilidad y eternidad, está en Sí mismo más allá del espacio y del tiempo, trasciende la historia y el devenir del mundo, aunque, con la Encarnación del Hijo de Dios, Dios haya unido a Sí en Cristo una individual humanidad en la unidad de una sola Persona divina, y por consecuencia, por medio de este hombre Jesús, haya unido a Sí, "sin confusión" y "sin mutación", como se deduce del dogma cristológico de Calcedonia, cada hombre, la historia, el tiempo y el mundo.
----------Por eso, el Concilio Vaticano II ha podido decir que "con la Encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre" (constitución Gaudium et Spes, n.22), no ciertamente en el sentido rahneriano de que todos los hombres están en gracia, sino en cuanto nuestro Señor Jesucristo ofrece a todos la posibilidad de unirse a Él y así salvarse, como bien sabemos por las enseñanzas evangélicas y dogmáticas concernientes a las condiciones para alcanzar la salvación. Es lo que dice Cristo: "Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12,32). Pero no todos se dejan atraer.
----------La Iglesia tiene gran cuidado de no imponer a todo el pueblo de Dios, como si fuera su doctrina oficial, ninguna teoría, idea u opión cambiante, contingente o limitada al campo de la particularidad o de la opinabilidad, se trate de una tendencia política, de una corriente cultural o artística o de culto o devociones o espiritualidades o modo de vivir la fe y la conducta moral. Sino que ella deja en esto a todos plena libertad de elección. La Iglesia, en cambio, en base a la autoridad que le ha sido conferida por Cristo, impone absolutamente a todos los creyentes, bajo pena de condenación eterna, sólo aquello que, por mandato de Cristo, es universalmente necesario y obligatorio para la salvación de todos. Pero nadie le impide a la Iglesia proponer también doctrinas humanas bien fundadas y universalmente válidas, conectadas con las verdades de fe, a fin de facilitar su aprendizaje (catequesis) o para introducir a ellas (apologética) o para sacar de ellas conclusiones o para favorecer el desarrollo dogmático (teología especulativa o moral) o para permitir buenos comentarios a la Escritura (exégesis bíblica) o para favorecer la piedad y la santidad (teología espiritual).
----------En nombre de esta facultad y competencia suya, que es también su deber, la Iglesia recomienda sobre todo a los pastores y a los teólogos a santo Tomás de Aquino, no obviamente porque su doctrina sea necesaria para la salvación, sino por la validez, la utilidad y la universalidad de su pensamiento en orden a las finalidades antes mencionadas. Por eso, de la doctrina del Aquinate, Pío XI ha dicho que la Iglesia la ha hecho suya, edixit esse suam. Y Tomás ha sido llamado por la Iglesia Doctor communis Ecclesiae.
La analogía del ente según Kasper
----------Kasper piensa que se puede establecer una conexión entre analogía, dialéctica y pensamiento histórico. La idea no es del todo mala; pero lamentablemente el resultado, como lo veremos, es decepcionante. Dice Kasper: "La estructura del 'en-por encima de' es caracterizante tanto para la analogía, como para la dialéctica, como para el pensamiento histórico. Si ahora ponemos en comparación dialéctica y analogía, esto no significa que la analogia entis sea la 'forma del pensamiento católico' [aquí Kasper polemiza con Erich Przywara]. No puede y no podrá darse 'la forma de pensamiento católico' por la razón de que la Iglesia no ha sostenido una determinada metafísica. La Iglesia debe dar testimonio del Evangelio y ciertamente cumple esta tarea usando el lenguaje humano. Para tal fin tiene necesidad, pues, de la filosofía como reflexión crítico-metodológica y como interpretación de la experiencia humana del ser. Tal pensamiento es todavía profundamente histórico" (Lo Absoluto en la historia..., obra citada, p.492).
----------Debemos hacer aquí una primera observación: es cierto que la analogía une y conecta el ente inmanente, mundano, con el ente trascendente, divino. Pero la relación inmanencia-trascendencia es bien distinta en el caso de la dialéctica y de la historia. La dialéctica, en efecto, no conoce una trascendencia, porque permanece en el plano de la univocidad y se limita a la oposición entre el ser y el no-ser, entre la afirmación y la negación. La dialéctica permanece en el plano mundano y de las opiniones. Para ascender a Dios, al intelecto no le sirven conceptos opuestos entre sí, además de todo limitados al ámbito de las apariencias, como los dialécticos, tanto porque Dios, aunque trascendente, no se opone al mundo, no es enemigo del mundo, sino, por el contrario, está en armonía con el mundo, está en comunión con el mundo, habiéndolo creado Él; como porque, para explicar las certezas mundanas, tenemos necesidad de un fundamento primero y certísimo y no oscilante como el dialéctico. Si el fundamento vacila, ¿qué pasará con el resto?
----------Por lo tanto, para elevarse desde el mundo a Dios, es necesario un concepto que, aunque aplicándose al mundo, tenga la doble cualidad de estar, por una parte, en continuidad con la noción de Dios y por lo tanto predicable también de Dios; pero por otra parte, es necesario que la noción o el nivel que tal concepto alcanza no sea demasiado bajo y no se quede en el nivel del ser mundano, a fin de poder expresar la trascendencia o la superioridad de Dios respecto al mundo. De lo contrario, en lugar de llegar a Dios, solo tendríamos un ídolo o un dios pagano. Por lo demás, es necesaria una noción suficientemente universal, que sea aplicable a todas las cosas, porque Dios debe explicar la existencia de todo el mundo.
----------Por tanto, hay que utilizar el concepto más vasto y más universal que poseemos. Pero esta noción también debe ser suficientemente elevada, porque no sólo debe explicar la existencia de las cosas materiales, sino también el mundo del espíritu. Es necesario, pues, que esa noción abstraiga, trascendiéndolas, de las cosas materiales y por tanto también del espacio, del tiempo, del devenir y de la historia, para poder considerar el espíritu, que es inmaterial y que, pudiendo obrar en la historia, sin embargo toca realidades y valores supra-históricos, inmutables e incorruptibles. El simple pensamiento histórico no es suficiente para obtener un concepto de Dios. En efecto, aunque Dios indudablemente haya creado la historia y la gobierne, y aunque Se haya encarnado en Jesucristo, y haya vivido entre nosotros, permanece siempre en Sí mismo inmutable y por encima de la historia, y la naturaleza humana histórica de Cristo es distinta de la naturaleza divina.
----------Además, la mencionada operación abstractiva, como demuestra el cardenal Tomás de Vío Cayetano [1469-1534], conlleva tres grados de superación de la materia: físico, matemático y metafísico (esto lo explica bien Maritain, en Sept leçons sur l’Etre et les premiers principes de la raison spéculative, Téqui, Paris 1934, pp.88-96). Al término de tal operación, estamos en posesión de la noción que está dotada de todos los requisitos anteriores: la noción analógica, metafísica y trascendental del ente como ente (ens ut ens) y sus propiedades trascendentales (unum, verum, bonum , pulchrum, res, aliquid). El pensamiento de Cayetano es importante para mostrar cómo procede el intelecto en el alcanzar el saber metafísico. Se trata de una elevación del intelecto, por la cual el intelecto, formando el concepto metafísico del ente, es capaz de construir la teología especulativa, concibiendo a Dios como Primer y Supremo Ente. Por eso se ha hecho famosa la exhortación de Cayetano: "Disce elevare ingenium, aliumque rerum ordinem ingredi".
----------Como es bien sabido, el cardenal Cayetano recibió el encargo del papa León X de intimar a Lutero a retractarse de sus herejías. Lamentablemente la misión fracasó porque Lutero habría querido defenderse, pero al doctísimo y piadoso Cardenal dominico, obediente al Papa, no le fue permitido discutir con Lutero. En este punto, Lutero se negó a corregirse y permaneció apegado a sus ideas, como lo haría más tarde por el resto de su vida. Quién sabe, en cambio, qué hubiera pasado si los dos hubieran podido dialogar; quién sabe si a Cayetano no le hubiera sido posible, con su excepcional capacidad de persuasión, abrir un atisbo en la conciencia de Lutero acerca de la importancia de la metafísica para interpretar la Palabra de Dios. Sobre este tema es interesante el estudio en profundidad del historiador dominicano Charles Morerod [n.1961], hoy obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, Cajetan et Luther en 1518, Fribourg en Suisse 1994.
----------Pero volvamos a la antes mencionada noción de Cayetano, que está dotada de todos los requisitos anteriores: la noción analógica, metafísica y trascendental del ente como ente (ens ut ens) y sus propiedades trascendentales (unum, verum, bonum , pulchrum, res, aliquid). Esta es la mejor noción para distinguir a Dios del mundo y, al mismo tiempo, para pasar del mundo a Dios y de Dios al mundo. Y cabe señalar que aquí el movimiento intelectual nada tiene nada que ver con la "oscilación" de la cual habla Kasper, porque aquí no se trata de oscilar entre el sí y el no, sino de pasar de un sí inferior a otro sí supremo. Negando la posibilidad de la utilización de un único concepto analógico del ente para conectar a Dios y al mundo, a Dios y la historia, Kasper demuestra malinterpretar o no haber comprendido qué es la analogia entis, porque, ciertamente, mientras el ente real es múltiple, el concepto analógico del ente o es uno o no es nada, aunque también él sea internamente diversificado, precisamente para reflejar la realidad múltiple del ente. Esta falta de percepción de la unidad del ente trascendental explica algunos errores de Kasper, que pasamos a ver.
Los errores de Kasper acerca de la analogía del ente
----------El concepto analógico del ente o es uno o es nada, vale decir, no puede ser en sí mismo dividido o múltiple, aunque tenga múltiples significados, porque debe cubrir toda la amplitud y la extensión del ser y fuera del ser no hay más que nada. Este fue ya el error de Enrique de Gante [1217-1293], quien pensaba que existieran dos nociones analógicas del ente semejantes entre sí, una para Dios y otra para el mundo.
----------1) Primer error de Kasper: el rechazo de la teología sistemática. Kasper tiene presente los sistemas racionalistas e inmanentistas idealistas y hace bien en rechazarlos. Pero Kasper se equivoca al rechazar el sistema como tal, que es en cambio una necesidad imprescindible de la razón y de la ciencia. Sapientis est ordinare, como dice santo Tomás. Y la teología es una ciencia y una sabiduría. Y como tal, la teología no es una simple convergencia, un encontrarse y discutir entre teólogos; no es un simple intercambio de opiniones; no es una simple investigación personal o común. Sin duda éstas son cosas buenas. Pero la teología, en cuanto servicio al Magisterio de la Iglesia y a las almas e introducción a la recepción del mismo Magisterio, debe tener una forma escolástica, metódica, educativa y formativa, sobre todo en orden a la formación del clero. Se trata de transmitir a los discípulos nociones ya adquiridas, ciertas y definitivas, útiles para el ministerio y para la vida de piedad, fundadas en el dogma, en la Escritura y en la Tradición.
----------El problema para la edificación de una teología sistemática es en qué principio fundarse o de dónde partir. El error de los idealistas no ha sido el de querer construir un sistema unitario, deductivo y universal. El error ha sido el de fundarse sobre el cogito cartesiano, en lugar de sobre el ente. Y la teología sistemática se funda precisamente en Dios como Ens primum et summum, como Ipsum Esse per se subsistens.
----------Así podemos darnos cuenta que se explica la siguiente sorprendente declaración de Kasper: "La teología debe permanecer anclada en la locura de la predicación, abierta y no cerrada al diálogo, que aquí deviene referido a la apertura y a la temporalidad de nuestra situación escatológica, y vuelve imposible un amplio sistema teológico" (Lo Absoluto en la historia..., obra citada, p.504).
----------Este enfoque occamista conlleva lamentables consecuencias en la teología dogmática, a la que se la priva de sus fuentes, que son precisamente las enseñanzas de la Iglesia, de la Escritura y de la Tradición. Dice Kasper: "No existe un índice oficial de los dogmas de la Iglesia [...] Por lo tanto, la pregunta que a veces viene planteada ingenuamente, acerca de cuántos dogmas propiamente existen, no puede ser en absoluto respondida" (Dogma y Palabra de Dios, editorial Razón y Fe, Bilbao 1968, p.48).
----------Respondo diciendo que no es en absoluto una ingenuidad preguntarnos cuántos y cuáles son los dogmas y no es en absoluto imposible, sino que es de vital interés para la salvación, responder con certeza a tal pregunta, así como es del todo legítimo preguntarse cuáles y cuántos son los órganos vitales del cuerpo humano. Y a tal pregunta responde la Iglesia misma en sus documentos oficiales, sobre todo en las enseñanzas de los Papas y de los Concilios. Para ello, sin embargo, es necesario ante todo poseer un concepto correcto de dogma (Denz. 1507, 3020, 3074, 3540; Catecismo de la Iglesia Católica, n.88-90), conforme a la doctrina católica, distinguiéndolo de los grados superiores e inferiores del dato revelado. El grado supremo son las mismas explícitas enseñanzas del Señor contenidas en la Escritura y en la Tradición, que son las fuentes mismas de la Revelación, y son por lo tanto los fundamentos de los dogmas (Concilio Vaticano II, constitución dogmática Dei Verbum, cc.II y III), que en cambio son interpretaciones infalibles de la Palabra de Dios, propuestas por la Iglesia. Los dogmas son los artículos de fe. Ellos son resumidos en el Símbolo de la Fe. Su número y cualidades están contenidos en el Catecismo y son ilustrados por la teología dogmática.
----------2) Segundo error de Kasper: siempre en la misma línea de la gnoseología occamista, que fue propia también de Lutero, Kasper no alcanza a superar y a unificar la estructura múltiple del pensamiento, lo cual es señal, también ésta, de que no ha comprendido la analogía del ente, porque precisamente la noción del ente es la más universal y la que, como hemos visto, permite al intelecto unir a Dios y al mundo. Se explican así la mentalidad dialéctica y el historicismo de Kasper. En efecto, tanto la dialéctica como el pensar histórico, por su misma esencia, tienen como fundamento una dualidad conceptual: la dialéctica hace la confrontación entre el sí y el no; el desarrollo histórico implica la dualidad acto-potencia.
----------3) Tercer error de Kasper: la asunción de la dialéctica hegeliana conlleva dos consecuencias nefastas, ya presentes en ella, a saber, por una parte, una deletérea oposición entre lo verdadero y lo verdadero y, por otra, la hipócrita síntesis ("oscilación") entre lo verdadero y lo falso. Las consecuencias en teología son gravísimas, incluso blasfemas: por una parte, la hostilidad entre Dios y el hombre, careciendo de una noción de ente que vincule a Uno con el otro; por la otra, una horrenda alianza entre Cristo y Beliar, lo que explica por qué Cristo, cuando recomienda no oscilar entre el sí y el no, hace presente que "el resto viene del maligno" (Mt 5,37). Este "resto" es la adición de un tercer término, la "síntesis" hegeliana del sí y del no.
----------Cabe señalar que la oscilación antes mencionada nada tiene que ver con la oscilación propia del estado de duda, en el cual el pensamiento se mueve incomodado entre el sí y el no sin saberse decidir, porque no tiene razones ni para el uno ni para el otro. Pero el deseo del sujeto es el de encontrar la verdad y el detenerse en ella, no importa si es en el sí o en el no. En cambio, la oscilación del hipócrita es estudiada y deliberada, con el preciso propósito de engañar y de aparentar o hacer aparecer lo que no es. El lenguaje del hipócrita no ofrece una posibilidad de elección entre sí y no, sino que pretende afirmar y negar simultáneamente. El hipócrita se considera dispensado del deber de observar el principio de no-contradicción.
----------La oscilación de la cual habla Kasper conlleva, por consiguiente, una transgresión del principio de no-contradicción, ya presente en la astuta dialéctica hegeliana, maestra de duplicidad, y para nada exigida por la honesta y leal dialéctica aristotélico-tomista (de la cual habla Maritain en las ya citadas Sept leçons sur l’Etre..., pp.45-50), cual implica no una combinación, sino una simple comparación entre la afirmación y la negación, a fin de aclarar, si es posible, qué elección hacer, en esto semejante a la duda, con la diferencia de que aquí el pensamiento se mueve continuamente entre los dos polos, mientras que en la dialéctica el pensamiento se detiene débilmente y provisoriamente en uno de los dos.
----------Ahora bien, hay que saber que la idea, defendida por Kasper, con el pretexto del "misterio", de que Dios esté por encima e independiente del principio de no-contradicción, ha tenido sus primeras escaramuzas en el siglo XIII con la teoría de la "doble verdad", para la cual lo que es verdadero en filosofía puede ser falso en teología y viceversa. Guillermo de Ockham [1285-1347], por su parte, admite que Dios, de potentia absoluta, no hace nada contradictorio, pero esto lo puede hacer en la creación, es decir, de potentia ordinata, por lo cual, si Él quisiera, el adulterio podría ser al mismo tiempo lícito e ilícito.
----------Pero quien cree que la contradicción se puede resolver en Dios, siempre con el pretexto de la mística, es el cardenal Nicolás de Cusa [1401-1464], con su famosa coincidentia oppositorum. Observamos que si en Dios el sí y el no no coinciden, entonces quiere decir que ya no es válido el mandato de Cristo de mantenerlos separados y de no unirlos, lo que obviamente es blasfemo.
----------Lutero y Hegel parten de aquí y lamentablemente Kasper los sigue cuando hace suya la dialéctica hegeliana. De tal modo Dios entra en contradicción con Sí mismo y se verifican las absurdidades que hemos visto acerca de la teoría kasperiana de los atributos divinos. Las consecuencias morales de esta "teología mística" se pueden imaginar y están hoy ante nuestros ojos. Las veremos al término de este ensayo.
----------En su ya indicada línea de pensamiento, Kasper afirma: "El cristianismo, por su universalidad, no puede vincularse a una determinada filosofía, sino al contrario, romperá y pondrá en crisis toda categoría filosófica. Precisamente la teología bíblica, como observa Fuhrmans, ha puesto en luz con razón que el pensamiento cristiano es pensamiento histórico-dinámico" (El Absoluto en la historia..., op.cit. p.61).
----------Respondo a ello recordando que el cristianismo es una vida sobrenatural, que nace de una verdad divina revelada por nuestro Señor Jesucristo a la razón humana, la cual viene cultivada, educada, purificada y elevada por la filosofía. Ciertamente, la verdad cristiana no es deducida de la verdad de razón, ni ésta puede tener la pretensión de fundarla o demostrarla. Sin embargo, el ejercicio de la razón, mejor si ese ejercicio es educado por la filosofía, es condición indispensable para el conocimiento y la profundización de la verdad cristiana, la cual se suma a las verdades ya conocidas por la razón, y por tanto para la existencia misma del cristianismo, el cual ha sido fundado por Cristo para el bien del hombre, animal racional.
----------Por lo tanto, en realidad, el cristianismo, aunque por su esencia trasciende toda filosofía y no sea el parto de ninguna filosofía ni de ninguna mente humana, está sin embargo sustancialmente vinculado no a una determinada filosofía, sino a la filosofía, en orden a su existencia misma o por lo menos a su melius esse. Y lo mínimo que se puede decir es que el cristianismo está vinculado al uso de la recta razón, como condición de posibilidad del mismo cristianismo, porque el cristianismo es realización del hombre en cuanto ser racional. Por otra parte, en esta óptica, nada impide a la Iglesia el elegir, entre las diversas filosofías, la que mayormente favorece el acceso de la razón a la fe. Por eso la Iglesia, como he dicho más arriba, recomienda en modo especial la filosofía de santo Tomás de Aquino.
----------El pensamiento cristiano no puede ser en absoluto reducido a un "pensamiento histórico-dinámico", sino que es también un pensamiento especulativo-sistemático, necesario para la formulación de los dogmas y para las ciencias teológicas. Este exclusivismo de Kasper depende del hecho de que el suyo no es un simple y honesto pensar histórico, sino que es un pensamiento historicista, negador de la inmutabilidad de la verdad, según el módulo modernista, ya en su momento condenado por el papa san Pío X.
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