jueves, 5 de mayo de 2022

¿De qué surge la guerra? (2/2)

¿Es Cristo quien vence al mundo o el mundo destruirá al cristianismo? ¿Es el teísmo o el ateísmo lo que asegura la paz? ¿Puede Dios vencer las fuerzas del mal o debe adaptarse a convivir con ellas? ¿Pueden los oprimidos liberarse de sus opresores o es ley de la vida que los fuertes dominen sobre los débiles? ¿Puede el hombre vencer por si solo a sus enemigos o se requiere la ayuda divina? ¿Pueden existir fuerzas armadas cristianas?

La guerra es la derivación final de caracter físico de un precedente proceso psicológico colectivo
   
----------La guerra como conflicto armado es el acto final y culminante, externo y material, que implica la supresión física del adversario, de un precedente proceso psicológico voluntario, imbuido de incontrolada pasionalidad, proceso que comienza en lo íntimo del hombre, en su mente, en sus juicios, en sus razonamientos, en su relación con la realidad, con Dios, consigo mismo, con sus pasiones y con los otros.
----------El belicoso, en vez de vigilar por la rectitud de sus pensamientos con objetividad, limpidez y honestidad, en vez de estar siempre a la escucha de su conciencia y de la voz de Dios en ella, en vez de consentir a la buena inclinación a la benevolencia, a la confianza, a la comunión, a la comunicación, a la humildad, a la escucha de los demás, a la justicia y a la misericordia, al espíritu de acogida, de suportación o tolerancia, de paz y de conciliación, se deja seducir, engañar y arrastrar por sus malas inclinaciones, por las sugestiones de los malvados y del demonio, de la soberbia, del egoísmo, del orgullo, de la duplicidad, de la prepotencia, de la presunción, de la envidia, de la agresividad, de la impulsividad, de la ira.
----------Favorecen este desorden y esta indisciplina interior la entrega a los placeres terrenos, en particular la lujuria, la gula, el apego a las riquezas y a las comodidades. Esta atmósfera de pasionalidad y de emotividad desmedida obnubila la mirada de la mente, embota la agudeza de la inteligencia y la capacidad crítica, vuelve al corazón endurecido, sobre todo en las cosas morales, espirituales y religiosas, por lo cual nace la acedia, que es el disgusto o la insensibilidad o la incuria o descuido o apatía por las cosas del espíritu.
----------El intelecto se fatiga por mirar hacia las cosas del cielo, termina por sentir desgana en hacer tal esfuerzo, y así se concentra en las cosas de la tierra. Los placeres sensibles no son ya expresión de los espirituales, sino al contrario, los deleites del espíritu son sofocados o debilitados por la atracción exagerada de los placeres sensibles. Todo esto obstaculiza la objetividad del juicio y crea diversas formas de subjetivismo y relativismo, ampliamente justificadas por falsas filosofías y falsas teologías.
----------Por consiguiente, la acción externa y física del homicidio bélico está así preparada por una primera fase interna, mental y pasional, originada por el hecho de que el belicoso se encuentra con un individuo que, de modo diferente a él, es amante de la verdad y de la justicia, el cual se opone a sus ideas erróneas y a sus prácticas viciosas, y eventualmente llega a criticarlo y a regañarlo.
----------La reacción del belicoso está bien representada por la de Caín. La Biblia dice brevemente que, al ver que a Dios le gustaban los sacrificios de Abel y no los suyos, "Caín se mostró muy resentido y agachó la cabeza" (Gén 4,5). ¿Pero, no se ha preguntado Caín por qué Dios prefería los sacrificios de su hermano? Evidentemente no los prefería por un capricho ni por acepción de persona, sino por un preciso motivo: simplemente porque los sacrificios del hermano eran sinceros, mientras que los suyos no lo eran.
----------Pero Caín estaba fijo en su hipocresía, por lo cual, en lugar de regocijarse por el éxito de Abel, comienza a envidiarlo y a odiarlo, porque evidentemente su modo de sacrificar le sonaba como un reproche. Así, en lugar de imitarle -lo que ciertamente habría atraído hacia él la benevolencia divina-, Caín no intenta renunciar a su narcisismo, por lo cual la presencia de Abel le resulta odiosa y todo acaba como sabemos.
----------Por tanto, constatamos aquí cómo la primera guerra, la primera agresión, el primer homicidio del belicoso, tiene lugar en su mente, en su juzgar como odioso al adversario, en el juzgarlo como un obstáculo para la afirmación de sí. El belicoso comienza por borrar de su mente, por asesinar mentalmente el recuerdo del enemigo, o bien recuerda con rencor los agravios recibidos negándose a perdonar. El belicoso interrumpe el diálogo y la comunicación, apaga la confianza y la confidencia, no responde si el enemigo lo interpela y le pide explicaciones de su comportamiento hostil o de sus maltratos.
----------Consciente de estar del lado equivocado, pero careciendo de la honestidad para reconocerlo, el belicoso no da explicaciones de su conducta, o bien lo que hace es desatarse en insultos, calumnias, injurias, falsas acusaciones, difamaciones, maledicencias, injustos reproches. El belicoso busca poner también a otros en contra de su enemigo, fingiéndose inocente y mintiendo sobre él para ponerlo en mala posición. Cesa el amor, y toman el control el odio y el desprecio. Muchos se detienen aquí.
----------Pero entonces ocurre que puede producirse la segunda fase, la conclusiva, de este maldito proceso que conduce al homicidio en el plano interpersonal y a la guerra en el plano social y colectivo. ¿Qué es lo que sucede? Que surge en el ánimo del odiador el deseo de satisfacer el odio al máximo, vale decir, surge el deseo de cancelar al odiado no solo en el pensamiento y en el recuerdo, sino también físicamente en la existencia. Y es así que llega al homicidio, que se llama asesinato, si se trata de suprimir a otra persona; se trata de guerra, si se trata de asesinar en el ejército enemigo o de tomar prisioneros del ejército enemigo, una tal cantidad de soldados, que obligue al enemigo a rendirse y a declararse vencido.
----------Si, por una parte, en el caso del asesinato el asesino está embargado por intereses personales abominables, por otra parte, en el caso de la guerra entendida como crimen de una entera colectividad, se coagula en torno a alguna idea o interés común evidentemente pecaminoso. Sucede así que ciertas guerras pueden estar inspiradas por doctrinas filosóficas o religiosas.
   
Como la guerra es causada por la mala voluntad,
el fin de la guerra, es decir, la paz, depende de la buena voluntad
   
----------Hemos visto, por lo tanto, que la raíz primera de las guerras, en última instancia, está dada por el hecho de que en una sociedad viene a menos la unión de las mentes y de los corazones en Dios. Para que los hombres podamos convivir en acuerdo, es necesario estar unidos en las ideas y en la voluntad, en la aceptación de la misma verdad, en la prosecución del mismo fin de justicia y de santidad.
----------Pero esto está dado por la común búsqueda de Dios y la obediencia a Dios. Más en su fondo, en su raíz, esto está dado por el compartir el mismo concepto de Dios. Por eso no puede existir paz entre el teísta, el ateo, el nihilista, el panteísta, el agnóstico, el idólatra y el politeísta. No puede haber paz entre quien busca a Dios y quien está apegado a sí mismo. No puede existir paz entre quien alza la mirada al cielo y quien está apegado a los bienes de la tierra. No puede existir paz entre quien sirve al prójimo y quien se sirve a sí mismo. No puede haber paz entre el altruista y el egoísta, entre quien impone sus popias ideas y quien sabe escuchar al otro. No puede haber paz entre quien quiere sobresalir y quien quiere servir, entre quien busca el éxito y quien busca la verdad, entre quien busca los placeres de la carne y quien busca los placeres del espíritu, entre quien se concentra en este mundo y quien piensa en la vida futura.
----------Por eso, nadie puede sustraerse al combate. Se trata sólo de saber quién tiene razón y es el más fuerte, y ponerse de su parte. ¿Es suficiente estar del lado del más fuerte o es necesario que el más fuerte tenga razón? Ahora bien, Cristo es el que tiene razón, es el Logos y a la vez es el más fuerte. Por lo tanto, conviene combatir a sus órdenes y con su fuerza. ¿Pero combatir cómo? ¿Con cuáles armas? Con las armas de la verdad y de la caridad. Con las armas de Cristo crucificado y resucitado. Es necesario tener presente que su reino no es de este mundo, sino que es el futuro reino de los cielos, que se conquista venciéndonos a nosotros mismos, es decir, venciendo la concupiscencia, y con la victoria sobre el pecado, sobre el mundo y sobre Satanás.
----------¿Es Cristo quien vence al mundo o el mundo destruirá al cristianismo? ¿Es el teísmo o el ateísmo lo que asegura la paz? ¿Puede Dios vencer las fuerzas del mal o debe adaptarse a convivir con ellas? ¿Pueden los oprimidos liberarse de sus opresores o es ley de la vida que los fuertes dominen sobre los débiles? ¿Puede el hombre vencer por si solo a sus enemigos o se requiere la ayuda divina? ¿Pueden existir fuerzas armadas cristianas? Han existido, ¿pero con cuáles resultados?
----------Pensemos en Lepanto. Sí, ha sido un éxito. ¿Pero, acaso ha resuelto el problema de las relaciones con el Islam? Ha sido necesario el Concilio Vaticano II para iniciar un diálogo con el Islam, un diálogo que ha puesto fin a guerras sanguinarias desde hace siglos entre cristianos y musulmanes. Pensemos en las Cruzadas. Sí, han servido para liberar el Santo Sepulcro y para constituir un reino cristiano en Palestina. Y, sin embargo, pensemos en la Cruzada de 1204, que produjo una masacre de los ortodoxos en Tierra Santa.
----------Recordemos que después de la fractura de la Europa occidental católica con la pseudo-reforma luterana, también hemos sido testigos de guerras entre cristianos: basta con que pensemos por ejemplo en los terribles y escandalosos acontecimientos del siglo XVI, como el choque entre la flota española del católico Felipe II con la anglicana flota inglesa; o que pensemos en la masacre de los hugonotes en Francia o en la tragedia de María Estuardo en Inglaterra o en la querra de los treinta años del siglo XVII.
----------La Europa cristiana ha quedado dolorosa y escandalosamente dividida. Claro que ha sido providencial el advenimiento del ecumenismo con el Concilio Vaticano II; pero la obra del ecumenismo deseado por el Concilio lamentablemente ha sido hasta ahora mal interpretada o mal conducida, porque no ha obtenido, en su mayor parte, el efecto que se pretendía, de acercar a los hermanos separados a Roma y en cambio, desgraciadamente, a causa de la influencia modernista, muchos católicos han quedado católicos tan solo de nombre, pero de hecho se han convertido en semi-protestantes.
   
Una palabra sobre el pacifismo
   
----------Se define al pacifismo como aquella doctrina que cree posible la promoción de la paz sólo por medios pacíficos. Esta doctrina es juzgada por algunos como doctrina evangélica, pero en realidad, al margen de las clarísimas enseñanzas del Antiguo Testamento y del Apocalipsis, Jesús mismo lo niega indirectamente en su conversación con Pilatos, donde dice más bien que su reino no prevee el uso de las armas, pero lo prevén en cambio los reinos de este mundo (Jn 18,36; cf también Lc 24,31).
----------Ahora bien, Jesús resucitado dice a los apóstoles que todo poder le ha sido dado en el cielo y en la tierra (Mt 28,18). Y por lo tanto, si Cristo gobierna también en esta tierra, a despecho del poder de Satanás, esto significa que en esas palabras Jesús quiere decir que también un Estado con sus fuerzas militares es su representante y recibe de Él la autoridad, como en efecto en la citada circunstancia. Jesús le dice a Pilato. Los reinos de este mundo están ordenados al reino de Dios, porque a Cristo ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Por tanto, el combatir con las armas por la justicia en este mundo no contrasta sino que favorece el combate espiritual por la conquista del reino de los cielos.
----------Nuestro Señor Jesucristo por ahora no reina plenamente en este mundo, donde todavía actúa el príncipe de este mundo. Sin embargo, las luchas armadas por la justicia y por la libertad, con la ayuda de Dios, contribuyen a derrocar al Tirano de este mundo, es decir, a Satanás, y a preparar la batalla escatológica final de Cristo contra las potencias del mal y a instaurar plenamente el reino de los cielos, que comienza ya desde ahora con el progreso de la Iglesia en su peregrinar hacia la Jerusalén celestial.
----------Por lo tanto, esta forma de pacifismo cobarde no es el que podríamos llamar pacifismo evangélico, el cual no excluye el uso moderado de la coerción, de la fuerza y ​​de las armas, sino que es una forma de pacifismo indio, no en vano este pacifismo hace referencia a la enseñanza de Gandhi, que subyace precisamente en la visión del brahmanismo de la paz y de la guerra como una eterna alternancia de vida y de muerte, representada por la eterna alternancia de Shiva, la diosa de la destrucción, y Vishnu, el dios de la conservación, para los cuales sufrimiento y felicidad están indisolublemente y eternamente entrelazados, en modo tal que el respeto de la vida se conjuga con la aceptación de la muerte, ligada a la corporeidad.
----------La cadena de la vida-muerte solo es superada en el cese del shamshara, la reencarnación al vertice del proceso de purificación del yoga. Por el contrario, en el cristianismo la corporeidad no está necesariamente ligada al sufrimiento, ni la promoción de la vida excluye aquella defensa de la vida que consiste en quitarle la vida al viviente que procura la muerte, en este caso específico el principio de legítima defensa. En cambio, en el hinduismo está prevista, sí, la bienaventuranza del alma después de la muerte, pero no la felicidad eterna del cuerpo, que para el hinduismo está esencialmente ligado al sufrimiento.
----------En consecuencia, en el hinduismo pacifista, la reacción al sufrimiento, visto como ineluctable, es escasa. De aquí el rechazo del uso de la fuerza contra un enemigo que inflige el sufrimiento. El rechazo a hacer sufrir es cosa buena, pero está siempre ligado a la convicción de la ineluctabilidad o inevitabilidad del sufrimiento. Para el cristiano, en cambio, el hacer sufrir al enemigo es lícito, porque él merece esta medida por haber cometido el pecado de haber agredido -se supone- al inocente. Por lo demás, para el cristiano también el enemigo, si se arrepiente de su pecado, puede ser liberado del sufrimiento.
----------Ya para ir concluyendo, agreguemos que en el así llamado método de la no-violencia, que suele verse conectado con el pacifismo, renunciar a la violencia, no pagar el mal con el mal, en realidad no quiere decir necesariamente renunciar al uso de la fuerza o de la coerción, por lo tanto al uso de las armas, si existe una razón válida y si hay esperanza de victoria. Vencer o detener al injusto agresor no es pecado sino que es una obra buena. En cambio, renunciar a la lucha, cuando tendríamos posibilidad de vencer, no rebelarse contra el mal, resignarse a la propia esclavitud, es caer en compromiso con el pecado, es transigir con el pecado. Es pesimismo, derrotismo y fatalismo. En la visión india, el mal es invencible. Lamentablemente, el resultado de esta actitud pacifista es la cobardía, la inerte pasividad, y la connivencia con el mal.
----------Por lo tanto, la legítima acción militar no es un devolver el mal con el mal, sino que es un vencer el mal con el bien. Porque es bueno suprimir lo que se opone al bien. Por otra parte, cuando el enemigo es demasiado fuerte, la mansedumbre, la paciencia y la resistencia pasiva, la apelación a la consciencia del agresor, el ofrecimiento del propio sufrimiento, el sacrificio, son métodos que son conformes al Evangelio, y que obran por la paz. Y este es, ciertamente, un punto de contacto con el gandhismo. Pero el cristianismo añade ese amor al enemigo, que ve también en el enemigo al hermano y que nos hace decir también a nosotros como Cristo sobre la cruz: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.