miércoles, 11 de mayo de 2022

Los tres principios fundamentales del gnosticismo

El gnosticismo (base gnoseológica del modernismo) malinterpreta la doctrina paulina del hombre espiritual; malinterpreta también la distinción entre natural y sobrenatural, y malinterpreta la doctrina de los grados del saber. Lo explicamos exponiendo los tres principios fundamentales del gnosticismo.

Los gnósticos profanan la anagogía cristiana
   
----------Los gnósticos instrumentalizan a su favor la doctrina enseñada por san Pablo acerca del hombre espiritual, según la cual el hombre espiritual lo juzga todo y a todos mientras que no es juzgado por nadie. Los gnósticos se consideran una clase restringida y privilegiada de sujetos superinteligentes, que ven y experimentan el Absoluto, habiendo obtenido del Absoluto la misión de mostrar al hombre común, al panadero, al quiosquero, al carnicero o al verdulero, que ellos, por si no lo saben, son el Absoluto.
----------En efecto, el gnóstico explica: tú crees ver y conocer cosas fuera de ti, no hechas por ti, sino creadas por Dios. Pues bien, en realidad las cosas no son así: eres tú mismo quien pone el ser de esas cosas pensándolas y en cuanto que las piensas, así como pones el ser de tu mismo yo, mientras lo piensas. Tú mismo eres Dios que creas esas cosas, que no son otras que tus pensamientos. En efecto, sin darte cuenta, tú pones el ser de esas cosas, que por tanto no están fuera de ti, sino en tu pensamiento, porque ellas son pensadas por ti.
----------Y si estas afirmaciones parecen absurdas a quienes las escuchan, el gnóstico se apresura a demostrar que es absurdo el realismo, porque, según el gnóstico, el realista pone las cosas a un tiempo fuera y dentro del pensamiento. Sería simple responder que el realista pone la cosa en su pensamiento en cuanto pensada, pero la deja fuera en cuanto ser. Pero lamentablemente el idealista no comprende o no quiere comprender esta simple constatación a causa de la confusión que hace del pensamiento con el ser.
----------Los gnósticos malinterpretan también la distinción entre natural y sobrenatural. Así como para ellos Dios es el vértice y el horizonte último de la autotrascendencia humana, no admiten una verdadera trascendencia y gratuidad de lo sobrenatural, sino que, como en Rahner, identifican lo sobrenatural con lo trascendental.
----------El gnosticismo malinterpreta la doctrina de los grados del saber. El gnosticismo no se basa sobre la noción de conocimiento humano para exponer los grados de este conocimiento, sino que parte de una noción del saber o del pensar sin precisar la diferencia entre el nivel humano del conocimiento y el nivel divino del conocimiento, como si se tratara de un único sujeto pensante, que por sí mismo se eleva desde lo humano a lo divino, por lo cual entre los dos niveles no hay una interrupción, ni un corte, ni un salto, sino que lo uno se eleva a lo otro, superándose y deviniendo lo otro, sin solución de continuidad, sin interrupción, como si se tratara de un único sujeto, que al fin de cuentas resulta ser Dios, porque lo humano parece ser sólo un pasaje, un momento provisorio, transitorio, ilusorio y simplemente introductorio al nivel divino. En suma, la relación hombre-Dios viene concebida no como la relación entre dos personas, sino como el desarrollo de un sujeto que de menor deviene adulto, de imperfecto, perfecto, de potencial, actual, de aparente, real.
----------Los Padres de la Iglesia parangonaban el pasaje del Antiguo al Nuevo Testamento con el pasaje de la figura a la realidad. Los gnósticos asumen esta comparación para expresar el pasaje del pensar ordinario, del sentido común a la ciencia o a la gnosis. Hegel habla sintéticamente del pasaje de la Vorstellung, es decir, de la representación imaginativa al denken, o sea, al pensamiento.
----------El ideal moral del gnóstico no es el santo, sino el genio, vale decir, el ideal es no tener a nadie por encima de sí mismo, ni siquiera a Dios; es más, como dice Barzaghi, estar "más allá de Dios". Todo debe ser ordenado y sujeto a su yo, mientras que él no está sujeto a nadie.
   
Los tres principios fundamentales del gnosticismo
   
----------I. El Brahman es el Absoluto, el Ser (sat) subsistente, uno, infinito, eterno, inmutable, incomprensible e inefable, correspondiente al einai de Parménides y al ipsum Esse de santo Tomás. El Atman es la mediación finito-infinita realidad-apariencia entre el Brahman y el jivan.
----------El Atman, que podemos traducir como "alma", es el Brahman concretizado y limitado en el individuo empírico, el jivan. El jivan es la multiplicidad de las almas, que son múltiples no porque sean muchas sustancias, sino porque son diferentes apariciones empíricas del único Atman, eterna aparición del Brahman.
----------El Brahman es la autoconciencia absoluta del jivan mediado por el Atman. El Brahman por su esencia se desdobla en el infinito y en el finito, en la realidad y en la apariencia (maya). Salido de sí como Atman y autolimitado en el jivan, Brahman vuelve a sí como Atman en el jivan purificado por el yoga, de modo que el jivan, hecho conciente de su esencia divina y en la contemplación gnóstica de sí, puede decir: "Yo soy Eso".
----------II. El principio de la univocidad del ser de Parménides: "la misma cosa es el pensar y el ser"; "el ser es; el no ser no es". El ser es un solo autoconsciente que se piensa a sí mismo. Esta es la primera formulación del gnosticismo occidental, que partiendo de Descartes, llegará al idealismo hegeliano, para el cual el pensar es identificado con el ser; y al panteísmo, que no distingue el pensar humano del pensar divino.
----------III. El principio de autoconciencia de Descartes: "cogito, ergo sum". Descartes pone el principio del filosofar, el punto de partida del filosofar y la certeza-base de partida no en la certeza y en el conocimiento de las cosas sensibles externas, de las cuales pasar luego a la certeza de la autoconciencia y de la existencia de Dios, sino en la certeza de pensar, que implica certeza del propio ser, que contendría la certeza de la idea de Dios, la cual a su vez garantizaría la posibilidad del conocimiento cierto de las cosas.
----------Por lo tanto el yo cartesiano no es el yo propio de René o mi yo de Filemón, porque no es alcanzado por medio de la autoconciencia sensible, sino que es captado por un puro acto del pensamiento reflexivo o bien de conciencia espiritual o intelectual. Por lo tanto, es un yo puro libre de referencias sensibles. Sin embargo, es mi yo. ¿Pero, qué quiere decir "yo puro"? No quiere decir este o aquel yo, sino Yo en el sentido absoluto, aquello que el idealismo alemán llamará "Yo trascendental".
----------Este Yo dice de sí: "Yo soy". Pero estamos de nuevo. ¿Ese "soy", es mi ser de René o de Filemón? Inmediatamente, no, pero mediatamente sí. En efecto, ya que es dato de conciencia de un puro Yo, será un puro ser. Sin embargo, soy siempre yo, René o Filemón, quien dice "yo soy".
----------Por eso, si bien no me refiero directamente a mi ser empírico, se trata sin embargo siempre de mi ser, el cual, purificado entonces de su ser sensible, se convierte sic et simpliciter en el ser, el ipsum esse. Por tanto, el cogito cartesiano permite en definitiva y en último análisis a cualquier individuo humano el atribuirse a sí mismo ese "nombre" divino "Yo Soy" que Dios se asigna a Sí mismo (Ex 3,14). Por consiguiente, también el cartesiano puede decirse a sí mismo aquello que dice el yoga: "tú eres eso".
----------Pareciera que, de este modo, nos encontramos ante la ya conocida superioridad de la certeza intelectual frente a la opinabilidad del sentir, y es este aparente espiritualismo el que siempre ha atraído y seducido a los amantes incautos y pretenciosos del espíritu.
----------Recordemos sintéticamente los famosísimos pasajes cartesianos que conducen a la igualmente famosísima conclusión. "A causa del hábito que tenía en creerlo, creí percibir muy claramente... que había cosas fuera de mí, de las que procedían estas ideas, y a las que eran del todo semejantes. Y en esto era en lo que me equivocaba precisamente" (Meditaciones metafísicas, Editorial Panamericana, Buenos Aires, 1994, p.95). "El principal error y el más común que se puede encontrar, consiste en juzgar las ideas que existen en mí iguales o parecidas a las cosas que existen fuera de mí" (Ibid. p.97).
----------"Supongo, por tanto, que todo lo que veo es falso... Pero hay un no sé quién engañador sumamente poderoso, sumamente listo, que me hace errar siempre a propósito. Sin duda alguna, pues, existo yo también, si me engaña a mí; y por más que me engañe, no podrá nunca conseguir que yo no exista mientras yo siga pensando que soy algo. De modo que… se ha de concluir que siempre que digo 'Yo soy, yo existo' o lo concibo en mi mente, necesariamente ha de ser verdad" (Ibid., pp.80-81).
----------Y en su otro famoso libro, dice Descartes: "Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación" (Discurso del método, Editorial Austral-Espasa Calpe, Madrid 201, págs. 59-60). "Resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrando en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: 'yo pienso, luego soy', era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando" (Ibid. pp.59-63).
----------El error de Descartes fue el de poner en duda el principio de la filosofía ya existente, fundada sobre la aceptación de la verdad de las cosas externas, del cuerpo propio y de las otras personas, para buscar una filosofía mejor fundada, que en verdad no existe, con el resultado de fundar una falsa filosofía, que no es otra que el gnosticismo, es decir, la absolutización del yo pensante como objeto de la ciencia absoluta.
----------No hay ninguna dificultad en reconocer que tiene razón Descartes acerca de que si dudo, pienso, y si pienso, existo. Esto ya lo habían entendido bien Aristóteles, san Agustín y santo Tomás de Aquino. Pero lo que es ilegítimo en esta duda es el dudar de la veracidad de los sentidos, cuando es precisamente partiendo de la experiencia sensible del propio cuerpo que uno se da cuenta de pensar y de existir. Es cierto que cada tanto los sentidos nos engañan. ¿Pero cómo nos damos cuenta de ello? Nos damos cuenta precisamente apoyándonos sobre los mismos sentidos. La hipótesis del genio maligno es una tontería. Asimismo, todas las demás dudas cartesianas son artificiosas e inconsistentes. Dudar de la existencia de la verdad es autocontradictorio, porque se supone que quien duda considera estar en la verdad, refutándose así a sí mismo.
----------Por lo demás, Descartes olvida que para poder pensar, es necesario existir. Por consiguiente, el primer objeto del pensar no es el pensar sino el existir. Para poder pensar el pensamiento o para poder pensar lo pensado, es necesario haber ya conocido y pensado ese ente real externo, que ha sido objeto del pensamiento y que ahora es pensamiento pensado. En definitiva y al fin de cuentas, antes de poder pensar lo pensado por el hombre, es necesario pensar en el hombre, de lo contrario, el pensar está vacío.
----------Además, es el pensamiento divino el que pone el ser ideándolo. Mientras que el pensamiento humano lo que hace es descubrir el ser ya existente y presupuesto al pensamiento.
----------Además, el dudar de la veracidad de los sentidos, bloquea el camino de la razón hacia el descubrimiento de la existencia de Dios, creador de las cosas y de los cuerpos percibidos por los sentidos.
----------De hecho, nosotros pensamos ante todo en las cosas y luego pensamos en las ideas de las cosas. Las ideas nos sirven para alcanzar las cosas. Descartes no se ha preguntado por qué y cómo poseemos las ideas. Si lo hubiera hecho, habría entendido que las poseemos porque nos damos cuenta de conocer las cosas, como decía Aristóteles: "no es la piedra lo que está en el alma, sino la imagen de la piedra". Y por tanto la doctrina de las ideas ha sido elaborada por Platón y perfeccionada por Aristóteles precisamente para explicar cómo es posible conocer la verdad de las cosas materiales y espirituales, hasta llegar a Dios.
----------El problema del conocimiento no se plantea preguntándose por qué tenemos las ideas y cuál es el valor de las ideas; no se trata de partir de la conciencia de tener las ideas y de preguntarse si ellas reflejan o no una realidad externa más allá de ellas, porque de esta manera nunca sabremos y nunca llegaremos a esa realidad externa y terminaremos por negar su existencia (de la cosa en sí); sino que se trata de tomar conciencia de que conocemos las cosas, que las tenemos en mente y de preguntarnos cómo esto sea posible: en este punto nos damos cuenta de que las conocemos por medio de las ideas y que las vemos en sus ideas.
----------Por otra parte, el hecho de ignorar la dimensión empírica del propio yo, termina por transformar al yo en yo absoluto, por lo cual el yo se diviniza a sí mismo. Además, este yo absoluto viene a poner el propio ser como ser absoluto, sustituyéndose al ser divino. La idea de Dios no es en absoluto innata sino que se formula después de haber demostrado su existencia a partir de las cosas y aplicando el principio de causalidad.
----------Descartes quisiera constituir como punto de partida y base de certeza de la filosofía no la experiencia de las cosas externas, de las otras personas y del propio cuerpo, sino la consciencia de existir basada sobre la conciencia de pensar. Descartes no tiene en cuenta el hecho de que la certeza del propio pensar y del propio ser no es un punto de partida, sino un punto de llegada del precedente conocimiento del mundo externo y del propio cuerpo. Es cierto que la certeza intelectual es más fuerte que la sensible. Pero si antes no hubiéramos hecho esta, aquella no sería posible. No se parte de la autoconciencia para llegar a conocer las cosas, sino que se parte de las cosas para llegar a la autoconciencia.
----------En efecto, estamos aquí ante un engaño y una nefasta ilusión: la certeza intelectual cartesiana está obtenida a expensas de la negación de la certeza sensible, cuando en cambio, en el proceso del humano conocer, que parte del sentido, no se puede alcanzar ninguna certeza intelectual y, por lo tanto, ninguna autoconciencia, excepto sobre la base de la certeza sensible.
----------Cornelio Fabro tiene toda la razón cuando observa que el cogito no es un intelligo, sino un volo. No: es así, sino: quiero que así sea. Es decir, el principio del filosofar cartesiano no es el intelecto necesario u obligado a adherirse o a obedecer a la cosa, a lo real, al ente, al obiectum, y por tanto, en última instancia, a Dios creador del ente, sino que es el efecto de un acto arbitrario del querer, es una pura elección: tomo por principio mi yo porque así me agrada, así lo quiero. No me interesa el ser, sino mi ser. O bien, para mí el ser coincide con mi ser. Pero entonces, ¿el yo es el ser? ¿Es Dios?
----------Y hay que añadir, como la experiencia demuestra, y surge de la misma lógica interna del cartesianismo, que cuando se ofende la sensibilidad en nombre de un espiritualismo pedante, presuntuoso e inhumano, la sensibilidad se venga y reclama sus derechos a tal punto como para parecer espiritualidad, lo que en última instancia tiene su verdadero origen en los movimientos de la carne. Sabemos algo de esto por el psicoanálisis freudiano y nos explicamos por qué los materialistas franceses del siglo XVIII se referían a Descartes.

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