jueves, 3 de abril de 2025

La cuestión del Infierno: ¿acaso todos se salvan?

La salvación podemos y debemos esperarla para nosotros mismos, se entiende a condición de que de ello tengamos fundada razón con el ejercicio cotidiano de las virtudes cristianas. No podemos garantizarla para los otros: cada uno tiene su responsabilidad y Dios deja libre a cada uno. Nuestro querer, nuestra voluntad, está en cambio en nuestras manos: por lo cual de nosotros mismos podemos responder y en tal sentido podemos y debemos esperar por nuestra salvación. Ciertamente debo obrar para la salvación de los demás y mi misma salvación está ligada a este obrar, pero no puedo constreñir a nadie a ir al paraíso del cielo, y tampoco Dios lo hace. [En la imagen: fragmento de "Judas", óleo sobre lienzo, obra de Edward Okun, pintado en 1901, conservado y expuesto en el Museo Nacional de Varsovia, Polonia].

¿Todos se salvan?
   
----------Estos días he recordado haber leído un amplio y docto artículo del cardenal Giacomo Biffi, y lo he encontrado. Se trata de un artículo aparecido en "L'Osservatore Romano" del 6 de septiembre de 2009 (pp. 4-5) con el título "No estaremos como anchoas en un barril", dedicado a cuestiones de escatología. Allí el Cardenal (fallecido hace diez años), retomando la doctrina católica tradicional, rechaza la teoría hoy difundida según la cual todos se salvan. Biffi expresa, en efecto, que "afirmar que el infierno esté completamente vacío es aserción infundada, incauta y superficial". Por lo menos, dice el Cardenal, es de fe que allí se encuentran los demonios.
----------Por consiguiente, el considerar -precisa el Cardenal- con argumentos "a priori" que en el infierno no hay nadie, conduciría incluso fuera de la recta fe católica. En efecto, dice quien fuera arzobispo de Bolonia: "si los argumentos a priori probaran, entonces probarían no sólo la no existencia [de condenados], sino también la imposibilidad. Lo que sería incompatible con la doctrina revelada".
----------Volveremos sobre este argumento más adelante, considerando las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia. Aunque, lo reconozco junto al Cardenal Biffi, no exista un dogma definido que enseñe la existencia de los condenados, de hecho el Pueblo de Dios, junto con sus pastores y sus santos, siempre ha creído en esta verdad basándose sobre todo en las palabras del Señor en el Evangelio y sobre una creencia común también en otras religiones. Pienso que precisamente esta firme tradición sea el motivo por el cual el Magisterio no ha considerado dogmatizar en este campo, dado que la convicción era clara para todos.
----------Por eso la teología desde hace siglos, en referencia a este tema, ha elaborado algunas distinciones concernientes a la voluntad divina y a la gracia, para recordar la doctrina acerca de la voluntad divina salvífica universal con la aparentemente contraria doctrina de que no todos se salvan.
----------Para resolver esta aporía, santo Tomás de Aquino ha planteado en Dios una distinción entre una "voluntad antecedente", que es aquella por la cual Dios quiere la primera cosa, y una "voluntad consecuente", con la cual quiere la segunda. En efecto, es evidente que quien se salva, se salva por efecto de la voluntad divina, incluso si esto no excluye ni conlleva la voluntad del salvado, el cual así merece el premio en el paraíso del cielo. A la inversa, Dios no quiere en absoluto la condenación de nadie, por lo cual quien se condena, se condena sólo por culpa suya, por tanto desobedeciendo la voluntad divina "antecedente". A la inversa, la voluntad "consecuente" no puede ser frustrada, y en tal sentido la Biblia dice que nadie puede oponerse a lo que Dios quiere, verdad expresada por estas eficaces palabras: "el que abre y nadie puede cerrar" (Ap 3,7).
----------Dios salva mediante la gracia. Para explicar entonces por qué algunos son vivificados y movidos por la gracia mientras que otros la pierden o la rechazan, los teólogos han distinguido una gracia "suficiente" para la salvación, la cual sin embargo puede ser frustrada por el pecado; y una gracia "eficaz", que es aquella que efectivamente salva a los predestinados o elegidos. Esta gracia mueve infaliblemente la voluntad humana a corresponderle, por lo cual el sujeto llega a la salvación.
----------Al respecto, un tratamiento teológico muy profundo de esta relación entre gracia "suficiente" y gracia "eficaz", el cual es un tema muy desarrollado especialmente por la teología dominicana de los últimos siglos, se encuentra en la tesis de doctorado del teólogo dominico Siervo de Dios padre Tomas Tyn, bajo el título: La acción divina y la libertad humana en el proceso de la justificación según la doctrina de santo Tomás de Aquino. La confrontación entre la acción divina y los actos del libre albedrío en la justificación, de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino (Angelicum). Extracto, Roma 1979.
----------La incredulidad y la oposición, que hoy en diversos ambientes se puede notar hacia las palabras de nuestro Señor Jesucristo sobre el infierno, impulsa tan lejos como para sostener lo exactamente opuesto de cuanto Él nos dice, vale decir, se quisiera sostener que todos se salvan. Me pregunto entonces: si ser cristianos quiere decir creer en lo que Cristo nos dice, ¿pueden entonces aquellos llamarse cristianos? Y no nos vengan a decir que aquí se trata de "interpretar": pues las palabras del Señor, debidamente elegidas entre otras expresiones similares sobre el mismo tema, son absolutamente claras.
----------Es evidente el efecto de-responsabilizante que produce la convicción que todos se salvan, puesto que, en semejante hipótesis, puedo hacer todo aquello que me viene a la cabeza, puedo dar libre curso a mis pasiones pecadoras, a tal punto que son siempre perdonadas y en cualquier caso me espera el paraíso del cielo. Esperar que todos se salvan parece grandeza de ánimo; pero en realidad es contrario a las obligaciones impuestas por la divina revelación y por tanto refleja una actitud a ella rebelde.
----------El caso es que parece hoy haber desaparecido el temor a no salvarse y, por lo tanto, de terminar yendo al infierno, temor que también encontramos entre los santos, aunque luego en ellos prevalece la confianza en la misericordia divina. El hecho es que está difundida la certeza de salvarse como si fuera una verdad de fe. Pero en el Credo no está contenida la proposición: "Filemón de la Trinidad se salvará". Sólo que un problema hoy extendido es reducir las verdades de fe a las pequeñas dimensiones de nuestro mísero yo, en lugar de ser nosotros los que nos esforcemos por elevarnos hacia ellas.
----------Se ha olvidado el dicho bíblico Timor Domini initium sapientiae. Se teme a los hombres, pero no a Dios: se consideran el parecer, el aparentar, la fama, el consenso, el éxito, los honores y las riquezas en bienes materiales, como razones de vida. Se busca, diría el Señor, la gloria que viene de los hombres y no la que viene de Dios. Y esto lamentablemente también entre pastores y teólogos.
----------A quienes están apegados a este mundo no les basta la buena conciencia de haber actuado bien delante de Dios; se pretende obtener también absolutamente los reconocimientos humanos o las reivindicaciones de las propias verdades o presuntos derechos, pues de otra manera no se está en paz. Cuesta demasiado seguir a Jesús, injustamente tratado por los hombres por amor del Padre. Pocos aceptan sufrir para respetar las leyes del Señor y su palabra de verdad, transmitida por el Magisterio de la Iglesia, el cual en cambio viene eludido o incluso contestado, tal vez por quien debería defenderlo.
----------Ciertamente el temor de perderse y terminar eternamente en el infierno no debe ser el motivo principal de nuestro actuar bien -aquí vale el dicho joanneo "el amor ahuyenta el temor"-; pero tal temor, bien interpretado, o sea basado implícitamente en el amor, es también siempre útil para evitar el pecado y para ser estimulados al bien considerando nuestro sano interés.
----------Ciertamente debemos esperar salvarnos, pero no con demasiada seguridad, como advertía el Catecismo de san Pío X, el cual ponía entre los más grandes pecados la "presunción de salvarse sin mérito". Salvo que hoy pocos, por no decir poquísimos, aceptan todavía la doctrina católica del mérito.
----------Podemos y debemos, en cambio, esperar para nosotros mismos, se entiende a condición de que de ello tengamos fundada razón con el ejercicio cotidiano de las virtudes cristianas. Sin embargo, no podemos garantizar la salvación para los otros, pues cada uno tiene su responsabilidad y Dios deja libre a cada uno. Nuestro querer, nuestra voluntad, está en cambio en nuestras manos: por lo cual de nosotros mismos podemos responder y en tal sentido podemos y debemos esperar por nuestra salvación. Ciertamente debo obrar para la salvación de los demás y mi misma salvación está ligada a este obrar, pero no puedo constreñir a nadie a ir al paraíso del cielo, y tampoco Dios lo hace. Esta es la recta doctrina católica.
----------Con esto no se niega en absoluto que todas las declaraciones de Jesús -y son muchas- sobre el infierno deban ser consideradas con atención y prudencia una por una, porque efectivamente, como veremos, no todas son la simple previsión de un hecho que sucederá, sino que hay algunas que son discursos en condicional (si A, entonces B), mientras que otras son simples advertencias o amenazas, escuchando a las cuales es dada al pecador, con el arrepentimiento, la posibilidad de evitar el infierno. Está claro que estas últimas dos clases de declaraciones afirman simplemente la posibilidad y no la existencia efectiva de los condenados.
   
¿Y Judas?
   
----------La única persona humana que Jesús, por cuanto parece, nos dice haber sido condenada, es Judas, aún cuando éste no es explícitamente nombrado. Pero, considerando la conducta del traidor y ateniéndonos a otras expresiones usadas por Jesús a su respecto, no se ve a quien, hablando del "hijo de la perdición", Jesús debería referirse sino a él. Para todas las otras personas no sabemos nada con certeza, aunque para algunos, extraordinariamente malvados, se puedan hacer hipótesis más o menos probables.
----------Nuestro Señor Jesucristo alude -así parece- a Judas, precisamente cuando en el desarrollo de la última Cena, señala a uno de los Doce: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo", y agrega: "El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!" (Mc 14,20-21).
----------Jesús, por otra parte, al término de su oración sacerdotal al Padre en Jn 17, varias veces habla de "aquellos que el Padre me ha dado", es decir, habla evidentemente de los salvados, dejando entender que existen también aquellos que el Padre no le ha dado -ese "mundo por el cual no rezo" dice el Señor (cf. Jn 17,9)-: evidentemente no es que Cristo no haya muerto por todos; pero -repito una vez más- no todos acogen por su culpa la fuerza salvífica de la cruz. Aquellos que en cambio el Padre "da" al Hijo son aquellos que tradicionalmente, tomando inspiración de un término paulino (Rm 8,29-30; Ef 1,5.11), son llamados "predestinados" o llamados de otro modo "elegidos". Veremos mejor más adelante la importancia de este tema, pero por el momento prosigamos con nuestra meditación relativa a Judas.
----------Refiriéndose a aquellos que el Padre le ha dado, Jesús agrega y precisa: "no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura" (Jn 17,12). Tanto en el pasaje de Marcos como en el de Juan es difícil pensar que Jesús no se refiera a Judas, aunque para algunos Jesús podría en general referirse a todos aquellos que lo traicionan. Por lo demás, hay quien piensa que es posible que Judas se haya arrepentido a último momento.
----------De todos modos, aún cuando la Iglesia no se ha pronunciado sobre este punto, es indudablemente tradicional en el Pueblo de Dios referir estos pasajes a Judas. Pensemos, por ejemplo, la referencia presente en la Divina Comedia. En este punto, sin embargo, podemos preguntarnos el por qué de estas terribles palabras del Señor, para qué y con qué fin las haya pronunciado, qué cosa puede interesarnos saber que Judas se haya condenado, si ha sido verdaderamente condenado; qué sentido tenga, en el plan de la salvación, el hecho de que Jesús nos revele (así parece) que Judas se haya condenado.
----------Podemos considerar esta declaración del Salvador como una divina confirmación del hecho de que en el infierno verdaderamente existe alguien. Vale decir, se trata de una divina advertencia para que nosotros nos abstengamos de hacer lo que ha hecho Judas. Es un signo de la divina justicia. Nos ayuda a distinguirla de la misericordia: si Judas se hubiera arrepentido, Dios lo habría perdonado.
----------Ahora bien, la terrible y dramática historia de lo sucedido con el Judas Iscariote debe inspirar sobre todo a aquellos que son llamados por Cristo a "seguirlo más de cerca" (es la expresión usada por el Concilio Vaticano II para definir la esencia de la vocación religiosa), o que han recibido de Él más dones, a preguntarse si a veces no traicionan también ellos "la sangre inocente". Pensemos por ejemplo en el fenómeno de las deserciones de la vida sacerdotal y religiosa: ¿no tomamos acaso este fenómeno demasiado a la ligera, como si fuera una expresión de libertad? Y esta nuestra actitud irresponsable ¿no va acaso a la par del hecho que no reflexionamos nunca seriamente sobre la historia de Judas?
----------Pienso que el suicidio de Judas, después de un esbozo de arrepentimiento cuando va a devolver el dinero, muestra que aquel movimiento inicial de arrepentimiento que prometía bien, ha sido luego sofocado y frustrado por una sobrevenida irracional desesperación respecto de la divina misericordia, vale decir, por el desconocimiento de este atributo divino que entre todos muestra del mejor modo la bondad y el poder de Dios. ¿Qué concepto de Dios se había hecho Judas? De un Dios cruel e implacable, ciertamente inspirado por el demonio. ¿Y por qué Judas no ha expulsado a este demonio que lo había engañado? Nadie, como nos enseñan los Santos, es engañado por el demonio, si no lo quiere.

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