Hay un sentido correcto de hablar de "Misa ecuménica", y hay un sentido incorrecto. Hay una interpretación correcta para entender la presencia de Cristo en la Eucaristía, y es la que nos propone el dogma de la transubstanciación. Pero existen también incorrectas interpretaciones, heréticas, de la presencia de Cristo en la Eucaristía, que lamentablemente hoy también se han difundido en el seno de la Iglesia.
----------Desde que publiqué mi artículo titulado El papa Francisco, Andrea Grillo, y la transubstanciación, un par de lectores han hecho saber que quedaron insatisfechos por mis referencias al profesor Andrea Grillo respecto a la Eucaristía y al dogma de la transubstanciación; insatisfechos no porque ellos objeten lo que he afirmado, sino porque desean que les ofrezca una mayor profundización del tema. Por consiguiente, explicaré algo más mis conceptos, y lo haré en tres notas consecutivas, presentando un contexto más amplio, como es el de la llamada "Misa ecuménica", y ampliando mi exposición sobre los actuales errores acerca de la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Santísima Eucaristía, refiriéndome no sólo a lo que afirma Andrea Grillo, sino también a las tesis del padre Manuel Belli y a las del padre Timothy Radcliffe.
Qué se quiere decir cuando se habla de "Misa ecuménica"
----------La así llamada Misa ecuménica, de la que venimos oyendo hablar desde hace algún tiempo, es una expresión poco o nada clara, porque no queda siempre claro si nos estamos refiriendo a una Misa compatible con la obra del ecumenismo o si se trata más bien de un rito facilón y despreocupado, sincretista, confusionario y equívoco, y, por ello mismo, un rito inválido, ilícito e impío, que con el pretexto del ecumenismo, auspicia en realidad una concelebración híbrida entre católicos y luteranos.
----------La cuestión es sumamente delicada, porque la celebración eucarística representa y realiza el vértice o cumbre de la comunión eclesial, es la "fons et culmen totius vitae christianae", para expresarnos con el Concilio Vaticano II. Y para ello es necesario que los celebrantes, los concelebrantes y los fieles que participan, estén en plena comunión con la Iglesia, aceptando integralmente la doctrina y la disciplina moral y jurídica de la Iglesia católica, cosa que muchos hermanos cristianos no-católicos, en particular los luteranos, a los cuales me refiero especialmente en este artículo, todavía están lejos de aceptar.
----------En efecto, el Concilio Vaticano II, al reformar el rito de la Santa Misa, le dió a la celebración de la Misa un sesgo ecuménico, naturalmente sin suprimir el esencial aspecto sacrificial. Por lo tanto, la Misa novus ordo presenta ciertos aspectos (ausentes en la vetus ordo) que subrayan y retoman los aspectos propios de la Cena del Señor de Martín Lutero [1483-1546], como el aspecto convivencial. Así, hoy se habla corrientemente del "banquete eucarístico" o de la "sinaxis eucarística", como memorial de la Última Cena.
----------De todos modos, el entender la Misa ecuménica en el primero de los sentidos antes mencionado (o sea en cuanto se trata de una Misa compatible con el ecumenismo), es algo del todo legítimo y puede expresar bien precisamente aquello que el Concilio Vaticano II ha pretendido hacer con la reforma litúrgica: acercar lo más posible el nuevo rito a cuanto de válido hay en la Cena del Señor luterana.
----------En efecto, el Concilio ha querido una Misa más compatible con la obra ecuménica: al reformar el rito de la Misa, le da al rito un sesgo ecuménico, sin suprimir, naturalmente, el aspecto sacrificial. Pero el Concilio no podía conceder más que esto a los luteranos, sin traicionar el significado esencial de la Santa Misa. Ahora toca a los luteranos acercarse a la Misa católica, asumiendo aquellos elementos queridos por Cristo, que Lutero en su tiempo abandonó, creyendo reformar, cuando en realidad sólo ha deformado.
----------La segunda concepción de la Misa ecuménica, en cambio, es la auspiciada por los modernistas filo-luteranos, como por ejemplo Andrea Grillo, el cual en años recientes, negando que la transubstanciación sea un dogma (cosa del todo falsa, como resulta claramente de la definición del Concilio de Trento contra Lutero: Denz.1642, enseñanza reafirmada por la encíclica Mysterium Fidei del papa san Paulo VI, de 1965, nn.24-25 y por el Catecismo de la Iglesia Católica, n.1376), sostiene que la interpretación católica y la luterana son dos diferentes interpretaciones posibles y legítimas de la Eucaristía, pero ninguna de las dos puede pretender ser la única verdadera condenando a la otra. Es el método clásico de los modernistas, mezcla de oportunismo y de duplicidad, que, en nombre del pluralismo o de la actualización o aggiornamento, como dicen, en referencia a un determinado pasaje o sentencia de la Escritura, reúne la interpretación católica junto a otra herética, pero dando preferencia a esta, mientras que la otra es denominada "superada".
El Comunicado conjunto católico-luterano del año 2017
----------Este importantísimo tema surge del Comunicado conjunto de la Federación Luterana Mundial y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos como conclusión del año de la Conmemoración común de la Reforma, del 31 de octubre de 2017. En el comunicado, viene veladamente formulada la esperanza de que católicos y luteranos puedan celebrar juntos la Eucaristía, superando las divisiones actualmente existentes. En tal texto se dice: "Con una mirada puesta en el futuro, nos comprometemos a proseguir nuestro camino común, guiados por el Espíritu de Dios, hacia la creciente unidad querida por nuestro Señor Jesucristo. Con la ayuda de Dios y en un espíritu de oración, nos proponemos discernir nuestra interpretación de Iglesia, Eucaristía y Ministerio, esforzándonos por alcanzar un consenso sustancial a fin de superar las diferencias que aún son fuente de división entre nosotros".
----------Ahora bien, la crucial pregunta es: ¿cómo hacer para "superar las diferencias que aún son fuente de división"? Y la respuesta la encontramos en el decreto conciliar Unitatis redintegratio, que lo dice claramente: es necesario que nosotros, católicos, bajo la guía del Romano Pontífice, padre común de los cristianos, con la asistencia del Espíritu Santo, ayudemos a los hermanos luteranos a que puedan eliminar los "impedimentos" y "carencias", que constituyen todavía un obstáculo para la plena comunión con la Iglesia Católica, a fin de que "estén plenamente incorporados" en ella (Unitatis redintegratio n.3).
----------En cuanto al mencionado programa de "discernir nuestra interpretación de Iglesia, Eucaristía y Ministerio, esforzándonos por alcanzar un consenso sustancial", en ello se tocan tres puntos de la máxima importancia, que atañen al fin último del ecumenismo, como resulta del decreto Unitatis redintegratio: que la Iglesia, en su premura materna, por medio de sus ministros, llamando a todos a someterse al suave yugo de Cristo, pueda obtener, con una paciente, incansable y sabia obra educativa, estimulante y correctiva, asistida por el Espíritu Santo y guiada por el Papa, que llama a todos a la plenitud de la vida cristiana, que aquellos hermanos que aún no están en plena comunión con él o se hayan alejado, alcancen o retornen a la plenitud de la comunión, en la común y fraterna celebración de la Eucaristía, liberándose gradualmente de todos los obstáculos e impedimentos que se interpongan a la consecución de la noble meta.
----------Por lo tanto, es tarea ecuménica que la Iglesia logre saberse presentar a los luteranos con un rostro atrayente, para que ellos se sientan animados a entrar en la Iglesia en esa plena comunión de la que aún ellos carecen, porque la Iglesia realiza mejor que ellos esos ideales evangélicos, que ellos también persiguen, y la Iglesia es libre de esas dificultades de las cuales ellos están afligidos. Si nosotros los católicos nos mostramos cediendo a sus defectos y casi admirándolos, los luteranos se sentirán los campeones del cristianismo, pensarán estar del lado de la razón, y se abstendrán de acercarse a Roma.
----------Indudablemente Lutero mantenía en su tiempo el concepto de Iglesia, aunque a ese término (Kirche) prefiere el de "comunidad" (Gemeinschaft). En los inicios, él, cuando todavía era católico, no pretendía en absoluto romper con la Iglesia, sino reformarla; y algunas de sus ideas eran también buenas. Fue en el momento de la ruptura con el Romano Pontífice, cabeza de la Iglesia, que Lutero cayó en una idea errónea de Iglesia, creyendo reformarla, por lo cual siempre pensó haber redescubierto la verdadera esencia de la Iglesia, deformada, a su decir, por el papado, mientras que el verdadero de-formador era él.
----------Sin embargo, debe reconocerse que Lutero conservó algunos elementos genuinos de la Iglesia. En tal sentido, la Iglesia era para él la comunidad de los bautizados, en la cual se predica el Evangelio y se administran los sacramentos; la Iglesia es el pueblo de Dios guiado por Cristo y por el Espíritu Santo. Todo ello es correcto y compartible. Sin embargo, los ministros luteranos no son sacerdotes, sino solamente pastores, destinados al culto y a la guía de la comunidad, y teólogos-exegetas, maestros de Sagrada Escritura.
----------No existe en el luteranismo ninguna sucesión apostólica y ninguna jerarquía eclesiástica, por lo tanto, el luteranismo existe sin papado. La cuestión a afrontar, entonces, como menciona el Comunicado, es la de la esencia del ministerio, que involucra el concepto de Iglesia, porque la diferencia esencial entre el concepto católico de Iglesia y el luterano, es precisamente el hecho de que en la eclesiología luterana falta el ministerio sacerdotal, sustituido por un oficio meramente funcional de enseñante, de encargado o presidente de asamblea, sin carácter sobrenatural; pero esta es una laguna gravísima, porque falta el concepto de sacramento, falta el magisterio y falta el gobierno universal de la Iglesia, es decir, el papado.
----------El erróneo concepto luterano de sacramento, que rechaza su naturaleza de canal de la gracia (la doctrina del ex opere operato), sino que lo ve sólo como signo sensible de la gracia presente, lleva consigo la defectuosidad y la miseria, por no decir la sordidez del culto y la ausencia de la santificación y del progreso espiritual. La ausencia del magisterio lleva consigo la incertidumbre y el relativismo doctrinales, el desorden ético y doctrinal, así como la falta de la apologética y del impulso misionero. La falta del papado, principio de moderación, unidad, concordia y pluralidad y verdadero desarrollo eclesial, produce un sistemática conflictualidad intra-eclesial, la violencia de las polémicas, los contrapuestos extremismos, la manía por el cambio y la intolerancia por la tradición, el multiplicarse de las sectas y la dependencia del poder político.
----------Pero el contraste más profundo entre la eclesiología católica y la eclesiología luterana (si es que puede en realidad existir verdadera "teología" en una comunidad cismática, como enseñaba mons. Antonio Livi) tiene su origen primero precisamente en el contraste sobre el concepto de la Eucaristía, y por consiguiente en la negación luterana del misterio de la transubstanciación. A causa de esta negación, la Comunidad luterana se reduce a ser nada más que una simple sociedad de discípulos de Cristo. En cambio, la verdadera Iglesia es comunión sobrenatural de personas, que recibe su origen, su cumbre, su fundamento y su razón de ser de la comunión eucarística y de la celebración eucarística. En tal sentido la Iglesia es el Cuerpo místico de Cristo. Significativo es el hecho de que en Lutero esté totalmente ausente la eclesiología del Cuerpo místico.
La Misa católica y la Cena luterana
----------Para nosotros, los católicos, la Santa Misa no es solo un memorial, sino también un sacrificio. Este aspecto brilla por su ausencia en la Cena luterana, porque Lutero se negó a vincular la Cena con el Sacrificio de la Cruz, en cuanto que pensaba que el Sacrificio de la Cruz era suficiente para la remisión de los pecados, sin necesidad de agregar obras humanas, como consideraba que fuera la Misa.
----------Al respecto de esta cuestión, los católicos siempre hemos respondido a los luteranos que la Misa que Cristo mismo nos ha mandado celebrar ("haced esto en memoria mía"), no pretende en absoluto añadir nada al valor infinito y más que suficiente del Sacrificio del Señor en la Cruz, porque sería verdaderamente, como cree Lutero, absurdo e impiedad, sino que es sólo una participación sacramental, querida por Cristo mismo, en su único divino Sacrificio, que prolonga y aplica su fuerza y su eficacia en el espacio y en el tiempo, hasta el fin de los siglos. Pero desafortunadamente "por esa oreja" los luteranos no nos escuchan.
----------En cualquier caso, es de todos modos consoladora la fe común de los católicos con los luteranos que en este memorial de la Cena del Señor se verifica, de modo místico, pero realmente, la presencia operante y consoladora de Cristo crucificado y resucitado y de su Espíritu en la comunidad constituida por el pueblo sacerdotal, en la cual el ministro que preside la celebración, después de la lectura y el comentario de la Palabra, que confirma las promesas divinas y alimenta la esperanza, repitiendo las palabras del Señor, reconoce junto con la comunidad y en la comunidad la presencia operante del Espíritu, de la gracia, del perdón y de la misericordia de Dios sobre su pueblo en oración y en camino hacia la resurrección.
----------Sin embargo, la obstinada negación luterana de que el memorial de la Cena sea también sacrificio sacerdotal, reactualizando en modo incruento el Sacrificio de la Cruz para la remisión de los pecados y la conquista de la vida eterna, es una muy grave desobediencia y negación de la voluntad de Cristo, porque precisamente en la Cena Cristo ha instituido el sacerdocio, y lo ha hecho efectivamente como potestad de decir Misa, es decir, de transubstanciar el pan en cuerpo y el vino en sangre, para ofrecerlos precisamente en sacrificio al Padre, a fin de compensar por la ofensa del pecado y obtener misericordia.
----------Está claro entonces que los tres elementos mencionados, sacerdocio, transubstanciación y Misa como sacrificio expiatorio y de reconciliación, constituyen un plexo de valores inescindibles y lógicamente coligados, por lo cual el rechazo o al menos la insuficiente fidelidad que Lutero ha opuesto a ellos, han hecho que sobre estos puntos importantísimos él no haya reformado nada, sino de-formado, destruido.
La interpretación de las palabras del Señor
----------En efecto, en cuanto a la presencia real, es cierto que Lutero la admite, incluso con fuerza en contra del simbolismo de Ulrico Zuinglio [1484-1531] y Juan Calvino [1509-1564], pero no la comprende plenamente en el sentido que Cristo ha querido. De hecho, tal presencia no es sólo espiritual, sino también sustancial y material, porque un cuerpo humano está compuesto de materia. Ahora bien, en la Eucaristía está el verdadero cuerpo del Señor, a modo de sustancia. Y la sustancia corpórea es material, aunque ciertamente no es la misma idéntica materia del cuerpo de Jesús en el cielo, pero se trata de un ser a modo de materia.
----------Esta presencia entre nosotros, misteriosa pero real, de la materia del cuerpo de Cristo eucarístico, es salvada en el dogma de la transubstanciación, porque, con las palabras de la consagración, la sustancia del pan se convierte en la sustancia del cuerpo del Señor. Por lo cual, cuando hacemos la Comunión, nosotros verdaderamente "comemos su carne", materia de su verdadero cuerpo, unida a la divinidad del Señor. Aquí es precisamente el caso de hablar, como decía Pierre Teilhard de Chardin [1881-1955], de la "santa materia", materia salvífica, escatológica e inmortal, cual será aquella de nuestro cuerpo resucitado. He aquí, entonces, el dicho de san Agustín de Hipona [354-430]: "Caro te obcaecaverat? Caro te sanat". Y santa Catalina de Siena [1347-1380]: "Mis labios están rojos con la misma sangre de Cristo".
----------En cambio, en la "empanación" luterana, o sea, "Cristo en el pan", o como también se le suele llama, "consustanciación", o sea la sustancia del pan junto con la sustancia del cuerpo de Cristo, no se ve cómo pueda salvarse el sentido del término neutro "esto" (hoc, tutò) en la expresión "esto es mi cuerpo", que evidentemente indica una sola sustancia, o bien la transubstanciación in fieri, el momento en el cual ella se está produciendo, o sea el pasaje de la sustancia del pan a la sustancia del cuerpo. Al término del proceso transustanciatorio, sobre el altar ya no está el pan, sino que está sólo el cuerpo de Jesús. Si en cambio fuera verdadera la tesis de Lutero, Jesús debería haber dicho: "Yo estoy viniendo en este pan".
----------Decir que Nuestro Señor Jesucristo está en el pan, aunque con su gracia en la comunidad celebrante, como dicen los luteranos, no dice todavía nada especial, sino que simplemente enuncia el principio de la teología natural, en la metafísica, de que Dios está en todas las cosas y en todas las almas en gracia, incluso si no participan en la Cena o en la Misa. Decir que se trata de una presencia especial en el pan y en el vino todavía no es suficiente, como hemos visto, para explicar las palabras del Señor.
----------Ciertamente en la Santa Misa, después de la consagración nosotros continuamos viendo o sintiendo físicamente los aspectos sensibles del pan y del vino, vale decir, aquellos que en filosofía se llaman accidentes y en liturgia se llaman especies. Pero sabemos por fe en las palabras de Cristo que, después de la consagración, lo que parece pan, no es pan. Sin embargo, no es que, propiamente hablando, los sentidos sean engañados: los sentidos ven objetivamente los verdaderos accidentes.
----------Es nuestra razón, la cual, habituada como está a saber que bajo los accidentes del pan existe el pan, por sí sola, si no estuviera informada por la fe, no imaginaría jamás que pudiera suceder que los accidentes subsistan sin su sustancia, aunque metafísicamente ello no sea imposible, porque entre ellos existe una distinción real y por lo tanto una separabilidad, por lo cual en tal caso, de por sí, incluso si accidentes y sustancia componen una sola cosa, los unos pueden existir sin la otra, aunque sin embargo ellos tienen necesidad de un soporte ontológico, que sustituya su sustancia natural, y en el caso de la Eucaristía, es Dios mismo Quien sostiene milagrosamente en el ser las especies eucarísticas, hasta su corrupción, cuando la presencia de Cristo desaparece y retorna la sustancia, pero esta vez corrompida, del pan.
----------Otra interpretación de las palabras de Cristo, a la cual tal vez podría ser reconducida la interpretación luterana, pero esta vez en interpretación absurda, es la siguiente: "Yo soy este pan". En realidad, no se puede predicar una sustancia de otra sustancia. Yo no puedo decir: "Pablo es Pedro", no. Pablo es Pablo y Pedro es Pedro. La sustancia o la persona no puede ser predicado, sino que es sólo sujeto.
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