lunes, 21 de marzo de 2022

El papa Francisco, Andrea Grillo, y la transubstanciación

En ambientes católicos infectados de pasadismo, sobre todo en aquellos más dolidos por la individuación que del cisma pasadista y sus enseñanzas heréticas ha hecho el Santo Padre con el motu proprio Traditionis custodes, es hoy habitual hablar de "poco interés" o incluso de "desprecio" del Papa hacia la liturgia, y que sus ideas sobre la Misa habrían sido "tomadas de concepciones heréticas como las ideas modernistas de Andrea Grillo". Estas afirmaciones, además de blasfemas, olvidan las repetidas ocasiones en que el Romano Pontífice ha confirmado la tradición acerca del lugar de la liturgia en la Iglesia y en especial, acerca de los dogmas inherentes a la Santa Misa, en ocasiones precisamente contra las ideas del propio Grillo.

Pareciera que en el ámbito del hiperliturgismo pasadista todo fuera válido
   
----------En aquellos cuyo pensamiento gira en torno a una ideología, da la impresión que todos los medios fueran lícitos para sostener la propia ideología y para nutrirla continuamente, incluso con mentiras fácticas. Es lamentable constatar que para quienes están infectados de ideología modernista o de ideología pasadista, el conocimiento se origina no en lo real externo, sino en la propia consciencia (para el modernista, un subjetivo e inmediato contacto con la Escritura; para el pasadista, un subjetivo e inmediato contacto con la Tradición); vale decir, para el ideologizado, el saber no parte de una realidad externa, objetiva y perdurablemente verdadera  (en nuestro caso, el Magisterio de la Iglesia) con independencia de lo que uno subjetivamente piense. De este modo, ya no es válido el principio de no-contradicción, y se puede negar tranquilamente lo real.
----------En relación al tema al que me refiero en este artículo, en los ambientes pasadistas suele hablarse del supuesto "desinterés" del papa Francisco sobre las cuestiones litúrgicas, e incluso se habla del "desprecio" que el Santo Padre sentiría por la liturgia de la Santa Misa. El solo hecho de que yo esté repitiendo semejantes irrespetuosidades hacia el Vicario de Cristo (por no decir blasfemias, cual son en realidad) ponen de manifiesto la ceguera de ciertos representantes del pasadismo pseudo-tradicionalista. Y soy benévolo al decir "ceguera", al suponer falta de conciencia en estos católicos descaminados, aunque en los casos que suelen verse, de obstinados y pertinaces ataques al Romano Pontífice, bien se puede hablar de una específica acción demoníaca que se vale de instrumentos que difícilmente pueden considerarse inconscientes de lo que hacen. 
----------Como no podía ser de otro modo, dado que se trata del Vicario de Cristo, el papa Francisco ha enseñado repetidamente el preciso concepto de la liturgia de la Iglesia, y no han sido escasas las oportunidades en que ha cumplido cabalmente su oficio de Maestro de la Fe también respecto a la doctrina de los Sacramentos que se viven precisamente en la Liturgia. Me estoy refiriendo al ámbito en que se juega la fe de la Iglesia, ámbito en el que el Romano Pontífice no puede sino cumplir de modo indefectible la misión que le ha encomendado Nuestro Señor Jesucristo a Pedro y sus sucesores: "confirma fratres tuos". Esto no quita que, también en el ámbito de la liturgia, el Papa pueda equivocarse, pero sus eventuales errores no lo serán en el ámbito de la enseñanza de la fe, sino en el ámbito de sus decisiones disciplinarias y pastorales, por ejemplo en el de la reforma o la disciplina litúrgica. En este ámbito pastoral y de gobierno (en concreto, en el ámbito de la disciplina litúrgica), el Romano Pontífice puede eventualmente cometer imprudencias o faltas de justicia. 
----------Pero no en el ámbito de la enseñanza de la fe, oficio en el que lo asiste el indefectible carisma magisterial con el que lo socorre el Espíritu Santo. Por ejemplo, es bien recordado el modo como el papa Francisco, en una audiencia general de algunos años atrás, confirmó claramente la tradición dogmática acerca del misterio de la transubstanciación. En la audiencia del 7 de marzo de 2018 el Santo Padre trató de la Plegaria Eucarística de la Santa Misa y, refiriéndose a la fórmula de la consagración eucarística pronunciada por el celebrante, tuvo las siguientes palabras: "invocamos al Espíritu para que venga, y en el pan y el vino esté Jesús. La acción del Espíritu Santo y la eficacia de las mismas palabras de Cristo pronunciadas por el sacerdote, hacen realmente presente, bajo las especies del pan y del vino, su Cuerpo y su Sangre".
----------Esas palabras del Papa, en un principio, podrían dar la impresión de tener un sentido luterano, es decir, que la presencia real del cuerpo de Cristo en la Eucaristía debiera entenderse, tal como enseñaba Lutero, como presencia de Jesús en el pan. En tal caso, según Lutero, con la consagración el pan no es cambiado, es decir, no es transubstanciado en el cuerpo de Cristo, sino que el pan sigue siendo pan y sólo está la presencia de Cristo en el pan, aun cuando sea después de haber invocado el descenso del Espíritu Santo.
   
El misterio de la transubstanciación en el dogma, la teología y la filosofía
   
----------Es necesario que aquí abramos un pequeño inciso para aclarar que en teología dogmática (y específicamente en teología dogmática sacramental), con el término transubstanciación (del latín, trans-substantiatio), se indica la conversión de la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, de la sustancia del vino, en la sustancia de la Sangre de Cristo. Este término, transubstanciación, indica el pasaje de una sustancia en otra. Por consiguiente, durante la celebración del Sacrificio Eucarístico, si bien las especies del pan y del vino permanecen invariadas en su color y sabor (color y sabor que son indicados en lenguaje filosófico y teológico como los así llamados "accidentes externos"), la sustancia, vale decir el elemento sustancial, no obstante permaneciendo las apariencias "accidentales" del pan y del vino, se transforma en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, realmente presente, vivo y verdadero, en cuerpo, alma y divinidad.
----------El papa Francisco, en la citada ocasión, con las palabras "para que en el pan y el vino esté Jesús" ha querido decir que Nuestro Señor Jesucristo viene en el pan y en el vino no para estar a su lado o entrar dentro de ellos, como el azúcar en el café, como creía Lutero, sino para transubstanciarlos, es decir, para cambiarlos en su cuerpo y en su sangre, de modo que hacer la Comunión no quiere decir comer el pan y beber el vino, aunque sea en la presencia de Cristo, sino comer el cuerpo de Cristo y beber la Sangre de Cristo.
----------En efecto, el Concilio de Trento ha explicado que la verdad de la presencia real eucarística supone que, después de las palabras de la Plegaria Eucarística que contiene la llamada fórmula consacratoria, el pan ya no es pan, sino cuerpo de Cristo, como precisa inmediatamente después el Papa. Esto quiere decir que la explicación católica y la luterana de la presencia real no son, como cree Andrea Grillo, dos posibles explicaciones entrambas legítimas, del hecho -que es al mismo tiempo un dogma de fe- de la presencia real, porque se excluyen entre sí según el principio de no-contradicción, según el cual, si es verdadera la una, no puede ser verdadera la otra, en suma: no pueden ser verdaderas entrambas simultáneamente.
----------En efecto, aquí no se trata de opiniones subjetivas o de hipótesis teológicas opinables o de apariencias o de diferencias de puntos de vista, como sostiene Andrea Grillo. No. Aquí está en juego la verdad objetiva, que debe valer para todos los fieles y tiene derecho al consenso de todos los católicos y que refleja la realidad en sí tal como es; es por lo tanto verdad universal, una para todos y válida para todos.
----------De hecho, Lutero enseñaba que el pan sigue siendo pan. La Iglesia, en cambio, dice: el pan ya no es pan. Lutero enseñaba que Cristo está en el pan. La Iglesia, en cambio, como enseña el papa Francisco, dice que el pan ya no es pan, sino cuerpo de Cristo. Ahora bien, si es verdadera una proposición, la otra proposición necesariamente es falsa. A menos que no distingamos ya el sí del no. Pero el Concilio de Trento nos ha dicho cuál es la proposición verdadera. Por tanto, la luterana es falsa.
----------Lutero, al explicar las palabras de Cristo en la Última Cena, "esto es mi cuerpo", las interpreta como si Cristo dijera una cosa diferente de aquello que efectivamente dijo. Veamos entonces de justificar el asunto. Es conocida la teoría de Lutero de la empanación o consustanciación, según la cual, Cristo no está bajo las especies del pan transubstanciado en el cuerpo de Cristo, sino que Cristo está en el pan y junto con el pan. Por lo tanto, sobre la mesa no está sólo el cuerpo de Cristo, sino que están el pan y el cuerpo de Cristo. No una sustancia, el cuerpo de Cristo, sino dos: el pan y el cuerpo.
----------Lutero cambia las palabras de Cristo. En lugar de "esto es mi cuerpo", le hace decir: "Yo estoy en este pan". Se ve claramente que Lutero lamentablemente rechaza la distinción entre sustancia y accidentes, que sirve tan útilmente para aceptar el dogma católico de la transubstanciación y por tanto para interpretar rectamente las palabras del Señor, en particular el "esto" (en griego τοῦτο, en latín hoc).
----------La tesis luterana de Cristo en el pan, vacía de su significado propio y original el misterio eucarístico. Esa tesis de Lutero no dice nada que no corresponda a aquello que es la presencia general de Cristo en todas las cosas. Según Lutero, en la Última Cena Jesús no habría dicho nada de especial o de nuevo respecto a lo que los Apóstoles ya sabían de antemano. Al comer el pan consagrado por Cristo, los Apóstoles no comían el cuerpo de Cristo, sino, según Lutero, comían simplemente un pan en el cual Cristo estaba presente, así como Él está presente en el corazón de los hombres justos y en todas las criaturas del universo.
----------Por lo tanto, ese hoc no es ya pan, pero no es todavía el cuerpo hasta que Nuestro Señor Jesucristo no terminó de pronunciar aquellas palabras de la consagración en la Última Cena. Precisamente en el momento en que pronunció ese hoc, estaba sucediendo la transubstanciación. La transubstanciación sucedió en el curso del hablar de Nuestro Señor y a causa de sus palabras. Lo mismo sucede en el curso del pronunciar las palabras de la consagración por parte del sacerdote mientras las pronuncia.
----------El Santo Padre recuerda luego justamente y oportunamente que el cuerpo del Señor está escondido bajo las "especies" del pan. ¿Qué quiere decir "especies"? No debemos pensar en las "especies" en el sentido biológico o lógico. La palabra, que deriva del latín species, en este caso significa "aspecto", "semblanza". Una cosa puede tener el aspecto o la apariencia de otra, por lo cual esta esconde su esencia o su sustancia bajo ese aspecto. Por ejemplo, en Pentecostés el Espíritu Santo apareció bajo el aspecto de lenguas de fuego (Hch 2,4-11), y en el bautismo de Cristo bajo el aspecto de una paloma (Mt 3,13-17).
----------En este punto, sin embargo, es necesario tener cuidado y prestar atención a lo que la Iglesia quiere decir con la palabra especie. El Magisterio de la Iglesia no pretende referirse a una apariencia o semejanza engañosa, puramente subjetiva, como podría ser un sueño, una alucinación o una ilusión óptica. No es que la hostia consagrada parezca blanca, redonda y pequeña, porque ella lo es realmente. Lo es verdaderamente, ciertamente y objetivamente. Los sentidos mantienen su veracidad, no se trata de vanas apariencias; permanece la verdad sensible. La hostia es verdaderamente blanca, redonda y pequeña. Este es el sentido de la frase de los Padres: la hostia parece pan, pero no es pan: es el cuerpo del Señor. Y al decir "parece" -como la Iglesia explicará subsecuentemente- los Padres quieren decir: captar realmente la especie, aunque la sustancia del Cuerpo de Cristo permanezca oculta y es vista sólo con los ojos de la fe.
----------Queriendo usar (claro que con prudente reserva) el concepto kantiano de fenómeno, podríamos decir que el creyente ve en la hostia consagrada el fenómeno del pan, pero no ve la cosa en sí, es decir, no ve el pan. Sin embargo, el creyente sabe que la cosa en sí (para decirlo al modo de Kant), o sea la sustancia del pan (para decirlo al modo de Aristóteles), no está allí, sino que en su lugar está el cuerpo de Cristo. Ciertamente no será Kant, simple filósofo, quien le dé al creyente esta certeza, sino que obviamente es la fe. Sin embargo Kant, con el concepto de la cosa en sí, como Aristóteles con el concepto de la sustancia, puede ayudarnos a distinguir lo que en la hostia captan los sentidos de lo que entiende el intelecto.
----------La desventaja de la terminología de Kant respecto a la terminología de Aristóteles es que mientras para Aristóteles la sustancia (en griego οὐσία, ousia) es inteligible y conceptualizable, es decir, se puede conocer y expresar la esencia, para Kant, en cambio, la cosa en sí existe, es pensada (del griego νοούμενον), pero no es conocida; por lo tanto no puede ser conceptualizada, porque para Kant el concepto especulativo capta solamente el fenómeno, por lo cual la sustancia, para Kant, no puede ser un dato ontológico, sino que es sólo un dato empírico o a lo sumo es una exigencia lógica de la predicación. Es evidente entonces que, con tal concepto de sustancia, en Kant no se puede hablar de transustanciación.
----------Es necesario decir, entonces, que la dualidad kantiana fenómeno-cosa en sí por un lado ayuda a comprender el efecto de la transubstanciación, pero por otro lado es engañosa. Ayuda, en cuanto tal dualidad dice aparición al sentido (el fenómeno) de cualidades sensibles que suponen una cosa en sí inaccesible por el sentido, sino sólo por el intelecto (νοούμενον). El fenómeno, por lo tanto, no es pura apariencia (Schein), sino manifestación (Erscheinung) sensible, objetiva, cierta y veraz de lo real.
----------Pero esta dualidad, por otro lado, no ayuda, porque ella implica una cosa en sí, que es ciertamente real (res = Ding an sich) e independiente del sujeto, pero incognoscible en sí misma, de la cual es fenómeno; pero el fenómeno ofrece al intelecto un objeto propio, que no es la cosa en sí.
----------Ahora bien, las especies eucarísticas refieren, en efecto, a una cosa en sí, que sin embargo para el creyente católico no es en absoluto incognoscible o imprecisable, porque es realmente el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Si queremos o preferimos, podríamos nosotros decir que es incognoscible para la pura razón, pero no incognoscible para la fe. Una simple razón como la del no-creyente, estaría convencido que detrás de las apariencias del pan no hay nada más que pan. Por lo demás, es normal para la razón conocer la sustancia invisible e impalpable mediante los accidentes externos visibles y palpables.
----------Es sólo la fe la que nos dice que detrás de los accidentes del pan no está el pan sino el Cuerpo de Cristo. Sostener, por lo tanto, que después de la consagración el pan siga siendo pan, por mucho que ese pan sea valorizado por la presencia de Cristo, quiere decir en último análisis no creer en las palabras del Señor. Lo que quiere decir que la fe se salva sólo admitiendo la transubstanciación.
----------Sin embargo, permaneciendo todavía en el marco kantiano, sabemos ciertamente que debajo del fenómeno está la cosa en sí, lo que podría hacer pensar en la sustancia. Pero, como hemos dicho, sin embargo, para Kant la cosa en sí es ciertamente realidad subsistente, de hecho certísima y absoluta, distinta e independiente del intelecto; pero, como es sabido, es incognoscible e indeterminable (existe la "cosa", no las cosas) mientras que para él la sustancia, multiplicable y determinable, es sólo categoría a priori del intelecto, que vale sólo para clasificar los fenómenos y para la cual el intelecto tiene necesidad de un sujeto absoluto y fijo subyacente al devenir. Por lo demás, aquello que la Iglesia en el caso de la Eucaristía llama especie, corresponde a lo que en metafísica y también en el lenguaje común se llama accidente, propiedad ontológica agregada a la esencia de las cosas, necesaria o contingente, inamisible o caduca, corruptora o perfectiva, presente infaltablemente en todas las realidades materiales y espirituales creadas.
----------El accidente puede caer tanto bajo el sentido como bajo el intelecto. Concierne a aquello que de la cosa o de una realidad se nos aparece inmediatamente, por así decirlo en la superficie, y que emana de lo íntimo o de lo profundo, o del "corazón" de la cosa, llamada "sustancia", que es aquello por lo cual un ente finito subsiste por sí y en sí, lo que en lógica es el sujeto predicante, que habla y del cual se habla y al cual se atribuye el predicado, que puede ser o bien sustancial o bien accidental. Pero del accidente no se predica sino substanciándolo. Se le llama precisamente "sujeto", mediante el uso del término griego ὑποκείμενον (ypokèimenon), del cual hace uso Aristóteles y que literalmente significa "estar abajo"; término luego transpuesto al latín (sub-iectum) para significar que ella subyace o hace de soporte a los accidentes.
   
Sustancia y accidentes
   
----------Repasemos algunas nociones metafísicas básicas. La sustancia es el ente completo en cuanto subsistente y agente según su esencia o naturaleza específica (sustancia segunda) o individual (sustancia primera). La sustancia puede ser natural o artificial, el artefacto, obra de la técnica o del arte. La substancia natural es creada por Dios y está formada por una única forma sustancial, por ejemplo la forma de la sustancia química y el alma de los vivientes. La artificial es producto del hombre y es un conjunto o compuesto ordenado de partes de diferentes sustancias. La hostia es una sustancia artificial.
----------Exigencia profunda y esencial del intelecto es conocer la sustancia de las cosas, más allá de los accidentes eventualmente caducos y efímeros, que son objeto de nuestros sentidos. La sustancia es lo que en el ente y en lo real hay de más consistente, de más importante, de más interesante para el intelecto, el cual es el único que sabe captar la sustancia (la cual no capta el sentido). Ciertamente, para un conocimiento preciso y sobre todo histórico y concreto, es necesario conocer también los accidentes, sobre todo aquellos esenciales e inamisibles. En cambio, en el saber científico, donde interesa conocer lo universal, conocer lo esencial y lo fundamental, el conocimiento de lo accidental es de escaso interés. Conocemos la sustancia por el trámite de los accidentes, porque la sustancia se aprehende en sus accidentes.
----------La sustancia del pan es el pan. Pero es claro que cuando se dice el "pan", se entiende el pan con sus accidentes. Sin embargo, la sustancia del pan es realmente distinta de los accidentes del pan (los accidentes de esa sustancia), aunque normalmente la sustancia está con sus accidentes y éstos son inherentes a su sustancia. La sustancia no puede permanecer, por norma, sin sus accidentes.
----------En la transubstanciación, por lo tanto, la sustancia del pan no queda sola, no es anulada, como en efecto enseña el dogma tridentino (Denz.1642) "se convierte totalmente en la sustancia del cuerpo de Cristo". Sólo que esta sustancia del cuerpo de Cristo no tiene sus accidentes, porque debe entenderse no en el sentido de la sustancia del cuerpo de Cristo resucitado y ascendido al cielo, donde sólo tiene sus accidentes (es decir, su cuerpo glorioso que lleva siempre impresos sobre sí los signos de la pasión), sino que es, por el poder divino, pura sustancia exenta de los accidentes (per modum substantiae).
----------Por eso, el cuerpo de Cristo presente a modo de sustancia en el Santísimo Sacramento del Altar es independiente del lugar, del espacio y del tiempo, y por tanto puede estar presente en todos los tabernáculos de la tierra hasta el fin del mundo. De hecho, lugar, tiempo y espacio son accidentes de la sustancia. En cuanto a los accidentes eucarísticos del pan y del vino, conviene recordar que Dios omnipotente, creador tanto de la sustancia como de los accidentes, hace en efecto que los accidentes existan sin su sustancia, sostenidos en el ser por Él. Y esto es precisamente cuanto sucede en la Santísima Eucaristía.
----------Así como en el Santísimo Sacramento permanecen los accidentes eucarísticos, y estos accidentes al breve tiempo o por diversos motivos se corrompen, en el acto de la corrupción, cesa la presencia real, porque cesan los accidentes del pan y del vino, bajo los cuales no existe la presencia real.
----------En el momento de la consagración eucarística en la Santa Misa, por lo tanto, se producen tres milagros, que sólo los ojos de la fe pueden ver: primero, la transubstanciación; segundo, Dios sostiene los accidentes eucarísticos privados de su sustancia; tercero, Dios dispensa de la posesión de sus propios accidentes a la sustancia del cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado bajo las especies eucarísticas.
----------He aquí por qué sobre el Cuerpo y la Sangre de Cristo, realmente presente después de la Plegaria Eucarística en alma, cuerpo y divinidad, el Pueblo de Dios aclama: ¡Misterio de Fe! Al anunciar la muerte de Cristo y proclamar su resurrección, en la espera de su venida.

8 comentarios:

  1. Sustancia, accidentes, sustancia segunda, sustancia primera, transubstanciación, etc. ¿Jesús se expresaba así?
    ¿Pero, entonces, ya no es correcto retornar al Evangelio, a todas esas palabras que Jesús ha pronunciado, sin limitarnos solamente a la frase "esto es mi cuerpo"; por ejemplo: "Yo soy el pan de vida", "el pan que ha descendido del cielo", "el pan es mi carne para la vida del mundo"?
    Y entonces, ¿qué tiene que ver con esto la ciencia del hombre moderno y la química?...
    Está escrito: Si tuvieras fe como un grano de arena, sabrías que Dios puede dar a luz a los hijos de Abraham de las piedras.
    El Papa es un hombre de fe y hace bien en no dar relieve ni protagonismo a palabras que Jesús nunca dijo ni hubiera soñado pronunciar a sus discípulos.
    Dios no necesita de la Teología.

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    1. Estimado Rubén,
      comprendo su perplejidad delante de términos y conceptos que no se encuentran en el lenguaje de Jesús. Sin embargo, Él ha dicho a los apóstoles: "Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha". Jesús se refería al magisterio de la Iglesia, bajo la dirección del Papa.
      Entonces, ¿qué cosa ha sucedido a lo largo de los siglos? Pues bien, que los sucesores de los apóstoles, para cumplir este mandato de Cristo, se han servido de los teólogos para explicar las palabras del Señor.
      Esas palabras que usted cita han sido propuestas efectivamente por filósofos y por teólogos, pero la Iglesia en los Concilios y en el Magisterio pontificio, infaliblemente asistida por el Espíritu Santo, ha sentido que debía servirse de esas palabras para interpretar las enseñanzas de Cristo.
      Por tanto, precisamente para comprender el mensaje del Evangelio, nosotros, como católicos, hijos fieles de la Iglesia, guiada por el Papa, estamos obligados a acoger con confianza aquellos dogmas y aquellas doctrinas que encontramos en el Símbolo de la fe y en el Catecismo de la Iglesia Católica, acogiendo los cuales estamos seguros de comprender la doctrina de Cristo, aunque Él no se haya expresado con esas palabras.
      También hay que añadir que, como enseña la Iglesia, para comprender las verdades de la fe es necesario hacer uso de la razón, y mejor aún si la razón se educa en la filosofía, sobre todo tomista. De este modo los conceptos racionales nos preparan para acoger y comprender las palabras de Cristo.

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    2. Rubén Caldero:
      Gracias, padre, por su explicación.
      Mi ignorancia de la filosofía y de la teología han sido evidentes en mi comentario anterior.
      De ciencia, en cambio, estoy un poco más informado. Y al respecto quisiera agregar algún otro comentario.
      En beneficio del hombre moderno, que sabe un poco más de ciencia y menos de metafísica que los antiguos, considero útil decir explícitamente que las especies accidentales del pan y del vino no son solamente su aspecto exterior inmediatamente perceptible, sino también su estructura molecular y atómica observables con los instrumentos científicos como el microscopio, los reactivos, etc. En definitiva, el milagro eucarístico (impropiamente milagro, porque el milagro es tal en cuanto visible) no tiene nada que ver con una mutación alquímica de la estructura molecular de la materia, bajo el microscopio electrónico la hostia consagrada no revela nada diferente.

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    3. Estimado Rubén,
      en la transubstanciación tiene lugar efectivamente un milagro, en cuanto que la omnipotencia divina hace que los accidentes eucarísticos ya no subsistan en su sujeto natural, sino que estén sostenidos por la omnipotencia divina.
      Ahora bien, para que haya un milagro no es necesario que el milagro sea verificable empíricamente, sino que es suficiente que se dé esta intervención de la omnipotencia divina, la cual opera por encima de las capacidades de la naturaleza. Y con el hecho de que los accidentes subsistan sin su substancia natural es un hecho que sobrepasa las fuerzas de la naturaleza.
      El uso del microscopio o de otras aparatologías, con el propósito de evidenciar las estructuras moleculares de la hostia consagrada, pone en luz evidentemente todavía las especies accidentales, por lo cual efectivamente no permiten verificar la existencia del milagro.
      En cambio, lo que nosotros sabemos de la existencia del milagro, nos lo dice solamente la fe, que consiste en el creer aquello que ha dicho Jesús en el momento de la consagración: "Esto es mi cuerpo, esto es mi sangre". Por tanto, no se trata de un milagro experimental, sino que es objeto solamente de la fe. Por eso es importante la explicación racional y filosófica.
      Diverso es el caso de los milagros eucarísticos, como por ejemplo el de Bolsena o el de Siena. Aquí tenemos efectivamente un milagro experimentable, en cuanto que existe la presencia de sangre, presencia evidentemente milagrosa, o bien que haya hostias consagradas que no se corrompan.

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  2. Filemón: A Grillo solamente lo menciona un par de veces, pero no dice casi nada acerca de la postura de Grillo sobre la transubstanciación. Quizás podría usted explicarnos un poco más.

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    1. Estimado anónimo,
      tiene usted toda la razón: sobre Grillo me he quedado tan sólo en aprontes.
      De modo que tomo nota de mi compromiso de tratar del tema en alguna próxima nota. Prometido.

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  3. ¿Me puede alguien decir qué se quiere decir aquí con "pasadismo" y "pasadistas"?

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    1. Estimado anónimo,
      con los términos "pasadismo" y "pasadistas", se indica la corriente de pensamiento o ideología (pasadismo) o los sostenedores de esa ideología (pasadistas), que rechazan las doctrinas nuevas (en el sentido de nuevas explicitaciones o mejor conocimiento del inmutable depósito de la fe), que han tenido lugar con el Concilio Vaticano II [1962-1965] y que tienen lugar con el Magisterio de los Papas del postconcilio hasta la actualidad.
      En su substancia, el pasadismo es un apego enfermizo al pasado y un rechazo en bloque de la modernidad (sin distinguir entre los errores y los valores de la modernidad; vale decir, confundiendo modernidad con modernismo).
      En la medida que el pasadismo rechaza algunas doctrinas de fe, se trata de corrientes heréticas, cuyos sostenedores pueden encontrarse también en estado de cisma en la Iglesia, ya sea virtual o bien formal, en cuanto separados de la plena comunión con el Romano Pontífice.
      Entre las actuales corrientes pasadistas podemos mencionar el lefebvrismo (en sus diversas vertientes y grupos), el filo-lefebvrismo o extremo tradicionalismo, el viganismo, el minutellismo, el sedevacantismo, etc.
      En cierto modo, el pasadismo corre en línea opuesta al modernismo, aunque esto no es del todo exacto, porque en muchos aspectos tanto el pasadismo como el modernismo tienen aspectos en común, como es su teoría de conocimiento de fondo, que implica el subjetivismo, basado en un deformado concepto de Escritura tomado de los luteranos (en el caso del modernismo) o un deformado concepto de Tradición tomado de los lefebvrianos (en el caso del pasadismo).

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