miércoles, 9 de marzo de 2022

Pequeño Newman de bolsillo para modernistas en buena fe

Algunos que se llaman a sí mismos "tradicionalistas" y que suelen citar a mansalva textos de san John Henry Newman, instrumentalizándolos sin pudor a fin de sostener sus bizarras teorías eclesiológicas, no se dan cuenta que incluso en su evidente pasadismo, se encuentran viciados por el más absoluto modernismo de fondo.

Un puñado de nociones iniciales para comprender el sensus fidelium
   
----------Tras escribir mi artículo diario para este blog, buen descanso e inocente diversión para este "fraile cibernético" (como me llaman algunos en el foro) es navegar por la red y dar con improvisadas proclamas de "defensa de la verdadera fe católica" y bizarras teorías teológicas que son bastante extrañas. Tiendo a dejarlas correr, aunque a veces me detengo en ellas, porque debo reconocer que suelen ser muy divertidas, al tratarse casi siempre de elucubraciones de diletantes en las que frecuentemente se junta todo, y las leo para reírme un poco, después de un día que, a mis años, nunca deja de ser agotador.
----------No son pocas las ocasiones en que me encuentro en la red con las estrambólicas teorías de esos grupos de fieles que se sienten católicos incomprendidos y los únicos portadores de "la verdadera fe católica, apostólica y romana", los cuales (y esto no es para reír sino más bien para lamentar), han llegado a suscitar dudas de fe incluso en aquellos fieles laicos más devotos, auténticos y equilibrados. Por eso, aprovecho hoy una vez más la ocasión para agradecer a esos cruzados o abanderados o alabarderos de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre, y la Misa de siempre", "únicos defensores de la fe católica", porque me ayudan a hacer un breve repaso de eclesiología y a aportar ahora algunas reflexiones sobre un tema que acaso se nos ha ido un poco bastante de las manos; y que por eso mismo, precisamente, se puede proponer a quienes quieran profundizar en él (¿acaso por primera vez en sus vidas?): se trata del sensus fidelium.
----------Con esta expresión latina, sensus fidelium, o sentido de los fieles, se entiende el sentir o acto de fe de todos los fieles, es decir, su reacción personal y de conjunto acerca de las verdades de fe propuestas por la enseñanza del Papa o de cada Obispo o de un Concilio, enseñanzas que constituyen lo que llamamos Magisterio de la Iglesia. En principio nos basta esta definición general de sensus fidelium, aunque, para ser más precisos, podríamos distinguirlo en teología del sensus fidei y del consensus fidelium.
----------Habiendo dicho que el sensus fidelium es el acto de fe de los fieles, conviene entonces recordar la distinción entre fe subjetiva o fides qua, y fe objetiva o fides quae, términos técnicos de origen patrístico y medieval con el que suelen designarse los elementos del acto de fe. La fides qua indica el acto mismo con que el creyente, bajo la acción de la gracia, confía en Dios que se revela y asume el contenido de la revelación como verdadero. La fides quae indica el contenido de la  fe que es aceptado por el creyente, las diversas verdades de fe que son acogidas o creídas como una sola cosa, en un solo acto.
----------Naturalmente, en el católico auténtico no existe separación, ni división, ni mucho menos contradicción, entre fides qua y fides quae; pues los dos términos quieren especificar los diversos momentos de un acto único. Al creer, el fiel católico acepta un contenido que le compromete; por tanto, la fides qua no abstrae de la fides quae, sino que está determinada por ella. La fides quae o fe objetiva, a su vez, remite a la fides qua o fe subjetiva, como al acto fundamental mediante el cual el creyente, en su libertad, acepta fiarse plenamente de la Revelación de Dios tal cual es enseñada por el Magisterio de la Iglesia.
----------No es mi intención hacer aquí demasiadas distinciones filosóficas, que podrían confundir al lector, y mucho menos quisiera discutir mera terminología, discusión que no tiene utilidad ni sentido, pues basta con lo que dije para entender el tema a tratar. Sin embargo, para dar al menos alguna noticia, menciono que en teología suelen distinguirse tres hechos de fe: 1) sensus fidei o sentido de la fe, y que se refiere a un sentido o instinto sobrenatural de la verdad en materias de fe; y que correspondería a la fides qua o fe subjetiva antes mencionada; 2) sensus fidelium o sentido de los fieles, que sería la creencia de la fe, y que correspondería a la fides quae, a lo que se cree, o fe objetiva; y finalmente: 3) consensus fidelium o consenso de los fieles, que se refiere a la fe de la Iglesia en cuanto compartida por todos los fieles.
   
El sensus fidelium y los "cruzados de la Fe de siempre"
   
----------Ahora bien, según los mencionados abanderados de "la fe auténtica", yo sería un ignorante o un farsante, propalando nada más que errores o mentiras. Pero la cosa se pone peor, pues según ellos yo mentiría sin saber que miento. Por lo que ha sido necesario que estos sumos maestros portadores del sensus fidelium, un buen día, han tenido que arremangarse, sentarse frente al teclado de sus laptops, decidirse a trabajar en sus blogs personales, tomar su tiza virtual y escribir en la pizarra cibernética para explicarme que su sensus fidelium conlleva un rol insustituible en la constitución e interpretación del Magisterio de la Iglesia.
----------Dicho de otro modo: estos abanderados de "la verdadera Iglesia" afirman que su sensus fidelium, en toda su genuinidad y autenticidad, desempeña un papel casi decisivo y fundamental también en la valoración, por ejemplo, de los actos del Magisterio ordinario del papa Francisco, de tal modo que rechazar por completo y en conjunto todas sus enseñanzas sería (¡oigámoslo bien!) un acto prudencial, porque todos los que obedecen al Papa actual no harían más que alinearse en posiciones anti-católicas.
----------Estas frases, tal como las he escrito, pueden significar todo y lo contrario de todo. Porque el caso es que en estos abanderados de "la verdadera fe" o de "la fe de siempre", tanto en sus blogs como en los emails que de ellos recibo, incluso la referencia al Magisterio de a Iglesia y, sobre todo, al magisterio del Concilio Vaticano II, citado frecuentemente por ellos, es algo tan lábil que llega a parecer al fin de cuentas inexistente. En definitiva, la ambigüedad básica de estos improvisados teólogos cibernéticos abanderados de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre y la Misa de siempre", consiste precisamente en evitar definir con precisión en qué consiste el sensus fidelium. Después, este no-concepto (este concepto sin definir) se llena de interpretaciones subjetivas y, al menos por lo que leo en la red, se carga de un sentimiento de desafío y de desconfianza hacia el Papa o los Obispos precisamente cuando ejercen su magisterio auténtico u ordinario.
----------Todo nos hace suponer que la idea que tienen del sensus fidelium estos abanderados de la "verdadera Fe de siempre", les hace pensar que ellos están perfecta y legítimamente habilitados a aventurarse en sus propias interpretaciones teológicas, sobre todo eclesiológicas y litúrgicas, subjetivas, viciadas de falacias, prejuicios de fondo y sofismas, vale decir, viciadas de verdaderos y propios anti-dogmas.
----------La teoría de base de este modernismo pasadista en buena fe (o de ignorancia invencible) parece ser, en definitiva, aquella teoría según la cual bastaría un grupo de fieles, aunque sea pequeño, que haciendo valer, o estando "empoderados" (como suele decirse hoy) de su ser a pleno título verdaderos fieles de la Iglesia y estar ejerciendo un correcto sensus fidelium, por eso mismo y solo por eso, son capaces de ofrecer correctamente el auténtico análisis de los documentos del Magisterio (no importa si para aprobarlos o para rechazarlos), incluso para establecer en forma definitiva y ya no discutible, cuando los Papas se han mantenido fieles a la "tradición" y cuando no. Precisamente, la idea de tradición que estos abanderados de "la Fe de siempre" manejan, es tan lábil, flexible, e indefinida, como su concepto de sensus fidelium.
----------Vale aclarar que los más doctos y serios teólogos, avalados por toda una vida de fidelidad al Magisterio de la Iglesia, todavía hoy debaten sobre el modo de comprender el valor de determinado documento pontificio o conciliar, pero difícilmente tendrían la arrogancia de proclamar sus opiniones como absolutamente verdaderas, y a partir de ellas proclamarse los "verdaderos católicos, apostólicos, romanos" respecto a sus adversarios, los cuales serían incompetentes o estafadores o herejes, que no entienden nada.
----------En definitiva, y sin que tales abanderados de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre, y la Misa de siempre" se den cuenta, estamos en un cabal caso de modernismo como decía san Pío X, o de secularismo como decía san Paulo VI, o de subjetivismo como decía san Juan Pablo II, o de relativismo como decía Benedicto XVI, o de gnosticismo como dice el papa Francisco. En otros términos, estamos en el sistema liberal democrático de la república parlamentaria en el propio seno de la Iglesia, sistema de múltiples elecciones libradas a las mayorías de las masas y a los referéndums propositivos y derogatorios. Sólo falta explicitar la fórmula solemne: "en la Iglesia, la soberanía pertenece al Pueblo que la concede en delegación al Papa y a los obispos". Como he dicho líneas arriba, estos pasadistas son modernistas (al menos en su gnoseología de fondo), aunque debemos suponer que lo son en buena fe, o que están en "ignorancia invencible" como se solía decir (aunque cueste mucho afirmarlo hoy, dadas las actuales posibilidades de información).
----------Como es evidente, no importa que tales abanderados de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre, y la Misa de siempre" se proclamen a sí mismos tradicionalistas o defensores de la Tradición contra el modernismo; en realidad, son, al menos en el manejo que hacen de su idea de sensus fidelium, unos completos modernistas, secularistas, subjetivistas, relativistas, portadores del más sofisticado y sutil gnosticismo.
----------Conviene agregar también que en la actualidad, cuando el derecho a la omnímoda libertad se antepone a cualquier otro derecho, indudablemente cada uno piensa y dice lo que quiere, incluyendo tonterías y falsedades, en ámbitos, como el filosófico o el teológico, en el que frecuentemente no se tiene ni la más mínima formación inicial, y muchos menos títulos que acrediten competencia doctoral. El derecho a decir y pensar estupideces en materia de fe católica es uno de esos derechos inalienables aprobados y hasta fomentados por la cultura laicista y atea, que se ha difundido tanto entre modernistas como entre pasadistas.
   
San John Henry Newman y el sensus fidelium
   
----------Dejando ya de lado la larga introducción anterior, en la que no veo por qué razón debía ser disimulada cierta ironía, a título de positivo y caritativo acicate para pasadistas viciados de modernismo, ironía que en última instancia he recabado de la lectura del espléndido Adversus Haereses de san Ireneo de Lyon [130-202], Doctor Unitatis, pasemos ahora a aclarar qué debe ser entendido por ese sensus fidelium que todos los devotos fieles católicos también tienen, y que deben ellos ofrecer a la Iglesia como servicio y camino en la verdad. Para esta tarea nos dejaremos ayudar por san John Henry Newman [1801-1890].
----------Newman ya había dedicado un ensayo teológico a este tema, y decidió titularlo: "Sobre la consulta de los fieles en materia de doctrina". El santo teólogo inglés, atento estudioso de los Padres y de la historia de la Iglesia antigua, enumera y describe algunos ejemplos heroicos de grupos de fieles católicos que, en su sentido de la fe (sensus fidei-sensus fidelium), lograron transmitir y predicar la recta fe; y ello especialmente en aquellos primeros siglos, cuando estos auténticos fieles católicos, resistiendo en concreto al arrianismo, incluso hasta el martirio, se rebelaron contra obispos y sacerdotes opuestos a la doctrina nicena.
----------Supongo que, tras leer lo anterior, los actuales abanderados de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre y la Misa de siempre" (no importa aquí si modernistas o pasadistas) estarán en su poltrona frotándose las manos, y riéndose frente a la pantalla de sus laptops, y diciéndome con inocultable satisfacción: "¡Ah! ¿Ves que yo tenía razón?". Sin embargo, evitemos conclusiones apresuradas. "¡Más despacio cerebrito!".
----------El sentido del mencionado estudio de Newman (quien se convirtió al catolicismo en 1843) era sin duda el de un teólogo católico que quería dotar de dignidad a la conciencia y a la profesión coherente de fe de todo el cuerpo de los fieles, y por lo tanto también de los laicos. ¿Por qué, de hecho, necesitaría Newman escribir un ensayo de polémica hacia la Iglesia Romana, si él durante dieciseis años había sido un atento apologista y estudioso de las fuentes de la fe, en un ambiente anglicano siempre dispuesto a criticarlo y esperando verlo retornar al anglicanismo, para probar de tal modo la absurdidad del catolicismo romano? Y este es el momento en que añado, a modo de nota en voz baja, pues ahora francamente me surge la duda: los pretorianos de "la verdadera fe" que suelen citar a Newman a mansalva ¿conocen realmente la figura y el contexto histórico en el cual vivió el cardenal Newman? Francamente, no puedo menos que albergar serias dudas.
----------Y sobre todo, ¿por qué diablos debería ponerse Newman a ofrecer argumentos contrarios a la autoridad pastoral, sacerdotal y magisterial de la Sede Apostólica, si incluso él mismo, después de su conversión, había sido consagrado válidamente sacerdote católico doce años antes de escribir el ensayo al que ahora me estoy refiriendo? La respuesta evidentemente hay que buscarla en las palabras del propio Newman, cuando afirma: "No cabe duda que en este caso a los fieles no se les pedían consejos, opiniones y juicios, sino que sólo se quería conocer una situación de hecho, vale decir, se recurría a sus creencias como testimonio de aquella tradición apostólica sobre la cual únicamente puede fundarse cualquier definición doctrinal".
----------Por eso Newman enseguida subraya que: "al decir esto, por lo tanto, indudablemente no estoy negando que la mayor parte de los obispos fueran ortodoxos en su credo interno; ni que hubiera un cierto número de clérigos que estaban junto a los laicos y actuaban como sus centros y guías; ni que los laicos recibieran efectivamente su fe, en primera instancia, de los obispos y del clero; ni que algunos sectores del laicado fueran ignorantes y otros sectores finalmente corrompidos por los maestros arrianos, quienes se apoderaron de las sedes y ordenaron un clero herético; sino que quiero entonces decir que en aquel tiempo de inmensa confusión el dogma divino de la divinidad de Nuestro Señor fue proclamado, aplicado, mantenido y (humanamente hablando) conservado, mucho más por la Ecclesia docta que por la Ecclesia docens; que el cuerpo del episcopado fue infiel a su oficio, mientras que el cuerpo de los laicos fue fiel a su bautismo; que el Papa, a veces, el patriarca, el metropolitano y otras grandes sedes, a veces los concilios generales, dijeron lo que no deberían haber dicho, o hicieron lo que oscureció y comprometió la verdad revelada; mientras que, por otra parte, fue el pueblo cristiano el que, bajo la Providencia, fue la fuerza eclesiástica de Atanasio, Hilario, Eusebio de Vercelli y otros grandes confesores solitarios, que sin ellos habrían fallado".
   
La necesidad de distinguir entre oficio magisterial y oficio pastoral
   
----------Todavía me sigo imaginando a los "cruzados de la verdadera Fe, la verdadera Iglesia y la verdader Misa" frotándose las manos de nuevo, sonriendo aún más fuerte que antes, y diciendo: "¡Ah! ¡Sigo teniendo razón yo, por lo cual prometo llenar las redes sociales y todos mis discursos de improperios y respuestas groseras contra esos pretextos del post-concilio que no tienen nada que ver con la verdadera Fe, la verdadera Iglesia y la verdadera Misa!". Como para decir que, cualquiera suficientemente familiarizado con la historia de la Iglesia, sabe muy bien que ha habido también papas, cardenales y obispos que no siempre se han comportado de modo honesto y que, de hecho, no pocos han tenido una conducta moral reprobable. A veces incluso a nivel de ejercer su rol de pastores no han sido perfectos, o para ser honestamente francos: eran verdaderos y propios desastres en cuanto a tomar decisiones pastorales concretas y, en algunos casos, también en las formas pastorales que usaban para comunicar ciertos importantes dogmas de nuestra fe.
----------Sin embargo, todos los ejemplos que pudieran mencionarse al respecto (ya sea el caso del papa Honorio o la cuestión monotelita del 634 o cualquier de los ejemplos clásicos que suelen darse) de ningún modo pueden ser aducidos como prueba de una cierta superioridad del sensus fidelium respecto del Magisterio ordinario. En efecto, lo que Newman menciona se trata de opciones pastorales y conductas de vida, a veces incluso absolutamente deplorables; pero, en la disputa dogmática de aquellos primeros siglos, Newman reconoce que, más allá de estas acciones reprobables, los fieles estaban formados en la fe de la abrumadora mayoría de Papas, Obispos y sacerdotes que eran totalmente ortodoxos respecto a la recta doctrina de la doble naturaleza del Hijo encarnado. Y lo eran precisamente porque en su consagración los obispos reciben el carácter de la plenitud del sacerdocio apostólico, por tanto la gracia de estado que les permite expresarse, bajo determinadas condiciones, como auténticos, ciertos, e indefectibles, maestros de la fe.
----------Como bien se sabe, la imposición de manos que confiere el sacramento del Orden, no confiere un aura de santidad y de preservación de eventuales gravísimos pecados, ni siquiera si fuera una especie de escudo espacial sacramental que bloqueara cualquier tipo de imperfección moral y espiritual.
----------Por lo tanto, lo que Newman indudablemente quiere decir en los textos que estamos refiriendo, es que estos maestros de la fe que son el Romano Pontífice, los Concilios y los Obispos, tienen al mismo tiempo necesidad de consultar a los fieles (¿hablaríamos hoy de sinodalidad?), para que clero y fieles concurran juntos al desarrollo y al conocimiento del dogma y de la doctrina católica. El mismo Newman (a pesar de la instrumentalización que todavía pueden hacer de Newman los indomables y obstinados alabarderos) escribe explícitamente: "Ciertamente pienso que la Ecclesia docens es más feliz cuando tiene en su entorno partidarios tan entusiastas como aquellos aquí representados, que cuando sustrae a los fieles del estudio de sus divinas doctrinas y de la simpatía de sus divinas contemplaciones, y exige una fides implicita en su palabra, que en las clases cultas acabará en la indiferencia, y en las más pobres en la superstición".
----------He aquí entonces, que la cooperación y colaboración (sinodalidad) en la consulta a los fieles es el punto focal de todo el ensayo de Newman. No existe una Ecclesia docens sin una Ecclesia docta: el desarrollo de la recta fe tradicional, por lo tanto, se realiza siempre como un camino sinodal, como un camino de unidad eclesial, sin crear cismas, falsos dilemas, consagraciones episcopales sin mandato pero "no cismáticas", excepcionales recursos a la "salus animarum", y quién sabe qué otras diabluras y pretextos, para balbucear estupideces sobre el primado del sentido común contra el magisterio "hereticoide" o "cripto-herético", como algunos dicen, del papa Francisco, de quien incluso algunos sujetos, de hecho cerebralmente desconectados y desequilibrados, llegan a sostener que su elección al solio pontificio ha sido inválida.
----------Efecticamente es así, porque es un hecho que está a la vista de todos que estos alabarderos escriben continuamente contra el Magisterio, estableciendo con argumentos fácticos y concretos que el sensus fidelium es superior incluso a las aclaraciones y precisiones ofrecidas por el propio Magisterio. Es decir, de su bizarra y estrambólica teoría de la Iglesia parece derivarse claramente que el sensus fidelium según ellos es una suerte de fuerza gnoseológica y epistemológica que, ligada a la gracia bautismal, puede a ellos permitirles afirmar, de modo auténtico, indiscutible e infalible, cuál documento puede llamarse auténtico magisterio y por eso debe ser obedecido y, al mismo tiempo, cuál documento es, en cambio, la mera opinión del Papa o de los obispos y que puede ser ignorado, si no incluso hasta atacado en las redes sociales.
----------Por consiguiente, es indudable que, con los mismos criterios de fondo con los que Lutero expurgaba de la Sagrada Escritura los textos que según su subjetiva sola fides no le convenían a su "reforma", estos pasadistas viciados de modernismo expurgan del Magisterio los documentos que su sola fe ligada a su subjetiva sola traditio no les conviene, aún cuando se tratara de un entero Concilio Ecuménico o de sesenta años de contínuo y progresivo desarrollo de la Tradición a través del Magisterio de la Iglesia.
----------De tal modo, quizás sin darse cuenta (quisiéramos poder decir: de buena fe, o por ignorancia invencible, aunque es difícil decirlo), caen en el error protestante del libre examen: sólo que mientras los protestantes aplican esta teoría a la Escritura, estos libres defensores del catolicismo y de la única fe a golpes de alabardas y espadas medievales, la aplican a la Tradición y a los textos del Magisterio.
   
El modo de comprender rectamente el sensus fidelium
   
----------Si lo que dicen sobre el sensus fidelium aquellos alabarderos son patrañas (no importa que las mismas tonterías las digan al unísono tanto modernistas como pasadistas, ambos bandos siempre hoy de acuerdo en oponerse al Magisterio) entonces, ¿de qué manera la Ecclesia docta (o sea, los fieles) camina junto a la Ecclesia docens (la única que enseña las verdades de la fe) sin caer en los extremismos que hemos descripto hasta aquí? Veamos precisamente de qué modo el Concilio Vaticano II define el sensus fidelium, el sentido de los fieles. En particular se habla de ello en la constitución dogmática Lumen Gentium:
----------"El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nombre (Hb 13.15). La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo (1 Jn 2,20 y 27), no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando 'desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos' presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres. Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente 'a la fe confiada de una vez para siempre a los santos' (Jud 3), penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en todo por el sagrado Magisterio, sometiéndose al cual no acepta ya una palabra de hombres, sino la verdadera palabra de Dios (1 Ts 2,13)" (constitución dogmática Lumen Gentium n.12). A partir de este texto, procuremos esclarecer los groseros errores que hemos mencionado anteriormente.
----------El primer error cometido en la bizarra teoría eclesiológica de los pasadistas viciados de modernismo, es el de distinguir (en el modo que no es el correcto) al Papa, a los Cardenales, a los Obispos, en fin, a todo el clero, de los simples fieles laicos. Se trata de un error que no ha sido cometido ni siquiera por Newman, como hemos visto líneas arriba. Naturalmente, no estoy diciento aquí que no se distinga el clero del laicado, la Ecclesia docens de la Ecclesia docta, la Jerarquía de los fieles. Lo que estoy diciendo es que los pasadistas viciados de modernismo los distinguen del modo incorrecto en la estructura de la Iglesia. En definitiva, debemos decir que los fieles laicos no tienen un sensus fidelium diferente respecto al del clero, que sería más genuino o más verdadero, aun cuando el clero, en su totalidad, realizara continuamente acciones contrarias a la moral católica. Y he aquí, por lo tanto, que encontramos la belleza de la doctrina católica que en cuanto a la recepción de la Verdad del Espíritu Santo pone en el mismo nivel al entero cuerpo eclesial.
----------El segundo error de los mencionados pasadistas viciados de modernismo, consiste en poner en contraste el Magisterio y el sensus fidelium, lo cual está fuera no sólo de la lógica, sino también de la teología y del dogma, que precisamente enseñan que tanto el Magisterio como el sensus fidelium se refieren a un dato revelado que tiene un único origen: el Dios Trinitario en sus misiones ad extra. Dios no ofrece la verdad a pedazos, demontándola, desarmándola y dividiéndola según las personas, según los tiempos y según las necesidades, de lo que se seguiría que Dios ofrece, al papa Francisco, toda la verdad católica acerca de la dualidad de naturalezas de Cristo, mientras que a don Pepe, el sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de la Carrodilla, en Mendoza, le enseña que Jesús es solo Dios o que Jesús es solo hombre, por lo cual don Pepe puede oponer su sentido personal de la fe contra el Magisterio del Papa.
----------El Concilio Vaticano II nos enseña precisamente que el sensus fidelium viene de la escucha del sagrado Magisterio de la Iglesia, que es la única guía auténtica para interpretar la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. Lo contrario sería afirmar que el fiel católico tiene un sensus fidelium que lo pone en directo contacto con la Escritura (como creía Lutero y creen los luteranos) o con la Tradición (como creía Lefebvre y creen los pasadistas). Por lo tanto, la doctrina católica en cuanto a la enseñanza auténtica de la fe y a la interpretación de los textos bíblicos, precisamente para la tarea encomendada por el mismo Nuestro Señor Jesucristo a los Apóstoles y para el poder de las llaves ofrecido a Pedro y a sus sucesores, sitúa a los Obispos como primeros maestros de la fe, y no al mismo nivel que los fieles laicos. Los cuales obviamente podrán formarse rectamente, estudiar libros de exégesis y de teología, pero nunca podrán asumirse como intérpretes definitivos y auténticos de estos textos: esta no es la tarea que les ha sido asignada por Dios.
----------De aquí, finalmente, surge una consideración práctica, de aplicación cotidiana, que es útil aquí recordar y proponer. La penetración de toda la Iglesia en los divinos misterios, como escribe el Concilio Vaticano II, clero y fieles laicos que son guiados por el Magisterio, no tiene ningún valor militar ni meramente organizativo: en efecto, obedecer y aceptar el Magisterio es lo que sirve para transformar la Palabra de Dios en palabra vivida; para pasar de la fe profesada a la fe vivida y por tanto a la Caridad operante.
----------Por lo tanto, seguir al Magisterio de la Iglesia no consiste en el acto de reproducir o repetir o fotocopiar las palabras de otros, al modo de títeres o de marionetas, sino que consiste en escuchar con devota reverencia y espíritu crítico filial la palabra de Jesús que se encarna hoy para dar el rostro de Cristo a los que sufren y a los que están lejos. Por eso que entonces, una vez más, un sensus fidelium que se alzara como definitivo intérprete de todo, crearía una parcelación y una fragmentación de los mismos datos de la fe, generando una igual confusión y visión caótica de la caridad. De hecho, nuevamente, el sacristán don Pepe podría creer que dado que Jesús tiene solo naturaleza divina y no ha resucitado realmente porque Dios no puede morir, entonces haría bien en actuar en consecuencia y luego dejara de creer en la resurrección de los cuerpos; y, en consecuencia, hasta podría dejar de cuidar de su cuerpo y hacerse mal, hacerse daño a sí mismo, porque si cree que el cuerpo no resucita, entonces don Pepe también podría mutilarse.
----------Esta visión caótica de la Iglesia, esta bizarra teoría eclesiológica, que luego tiene como consecuencia estrambólicas teorías morales, pastorales y litúrgicas (hoy a la vista de todos), al mismo tiempo no ayudarían a actualizar y a concretar ni siquiera las obras de misericordia espirituales, incluida la de aconsejar a los que dudan. En efecto, si el Magisterio ya no es una fuente autorizada de la Verdad, el sacristán don Pepe en su personal sensus fidelium podría también considerar un deber invitar a su mejor amigo a implementar un cisma y un distanciamiento de la Iglesia y distanciarse de Jesús, frente a una duda, por ejemplo, sobre la naturaleza trinitaria o incluso sobre una individual y cotidiana acción moral.
----------Las bizarras teorías de los alabarderos pasadistas viciados de modernismo (por los cuales rezo diariamente para que se conviertan y pronto retornen a la plena conformidad personal con la doctrina de fe) llegan a conclusiones prácticas y pastorales terribles, pero sobre todo acaban siendo, en hechos concretos y en su enfoque de la fe, unos perfectos luteranos, sin darse cuenta de serlo, inconscientes de que muchas de sus razones críticas son las mismas que las que llevaron a Martín Lutero a la herejía y al cisma.
----------Por eso he querido dedicarles este artículo lleno de caritativa ironía, para tratar de evitar una de las formas hoy más extendidas de "dictadura del relativismo" disfrazada de supuesta "expresión genuina de la fe católica", ya sea que esté disfrazada de "progresismo", o ya sea que esté disfrazada de "tradicionalismo", o travestida de "la Fe de siempre, la Iglesia de siempre, y la Misa de siempre", para evitar que ciertos sujetos caigan en el luteranismo por un lado, o en el modernismo por el otro, a menos que se sientan y se crean los únicos y auténticos custodios de la verdadera fe y de la auténtica tradición católica.

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