miércoles, 2 de marzo de 2022

Entre la gracia y el mérito (2)

En esta segunda parte de nuestra reflexión sobre la relación entre la gracia de Dios y los méritos del hombre, comenzaremos examinando la crítica de Marx al cristianismo, el cual según él no ha mantenido sus promesas de justicia social y de liberación del hombre, porque existen todavía en la actualidad, tras dieciocho siglos de cristianismo, los oprimidos y los opresores. Pasaremos luego a considerar la malicia del ateísmo, para iniciar luego nuestra reflexión sobre la verdadera misericordia y justicia divinas.

La solución de Karl Marx
   
----------Karl Marx [1818-1883] parte de la filosofía hegeliana, según la cual Dios no es trascendente al hombre, sino que es el vértice último y absoluto de la autotrascendencia humana, la cual procede según un movimiento dialéctico de afirmación-negación, por el cual lo negativo, que para Georg Hegel [1770-1831] es el hombre, en cuanto ser finito, "real sólo en su conexión con otro", negándose a sí mismo, "gana una propia existencia determinada y su libertad distinta", independiente y absoluta.
----------Ahora bien, "todo ello es el inmenso poder de lo negativo", porque "el espíritu es esa fuerza que sabe mirar de frente a lo negativo y quedarse firme junto a él. Esta afirmarse es la mágica fuerza que convierte lo negativo en el ser", es decir, convierte al hombre en Dios. Por consiguiente, el materialismo marxista es, ciertamente, un materialismo que ve el espíritu como superestructura de la materia, pero tan sólo porque la materia es un movimiento dialéctico, o sea movimiento racional-espiritual.
----------Y por eso el materialismo marxista no es un materialismo mecanicista o sensista como el de Paul Henri D'Holbach [1723-1789], Claude Adrien Helvétius [1715-1771] y Julien Offray La Mettrie [1709-1751], sino que es un materialismo por el cual la materia deviene espíritu y el espíritu deviene materia. El evolucionismo del padre Pierre Teilhard de Chardin [1881-1955] es lo mismo, excepto por la ausencia del mecanismo dialéctico; por eso Teilhard les gusta a los marxistas. Si Hegel dice que la realidad es espíritu, Marx dice que la realidad es materia. Pero vienen a decir lo mismo, porque Hegel reduce la materia a espíritu, mientras que Marx reduce el espíritu a materia. Entrambos confunden la una con el otro.
----------Lo que viene a significar que el hombre deviene Dios o es Dios. Lo que significa que no se trata de un ateísmo empirista o fisicista como el de los antes mencionados materialistas franceses, sino de un ateísmo teológico, por paradójica que pueda sonar la expresión. En sustancia, Marx evita el término "Dios", pero no renuncia al concepto de Dios, sólo que define al hombre concibiéndolo como Dios. Y por eso también dice con lenguaje hegeliano, que "el hombre es Dios para el hombre".
----------Marx parte precisamente desde estas ideas hegelianas, para construir su humanismo, en cuanto ha entendido que Hegel, aunque todavía habla de "Dios", sin embargo no es el Dios cristiano, no es el Dios creador del hombre, sino que Dios es el término final y el fundamento del proceso dialéctico de la contradicción, proceso por el cual lo finito deviene infinito y lo infinito deviene finito.
----------De esta manera, Marx sostiene por consiguiente, que el cristianismo en dieciocho siglos no ha mantenido sus promesas de justicia social y de liberación del hombre, porque existen todavía hoy los oprimidos y los opresores. ¿Y por qué existen oprimidos y opresores? Porque, según Marx, el remedio propuesto por el cristianismo es ilusorio e ineficaz. La religión les conviene a los ricos para oprimir a los pobres con falsas promesas de una compensación por sus sufrimientos en un más allá que no existe.
----------Además, los ricos dan a beber a los oprimidos la creencia en la existencia de un fantástico Ser absoluto, trascendente, bueno, misericordioso, justo y omnipotente, al que llaman "Dios", el cual concede la gracia de soportar los males presentes, y recomienda hacerse de méritos soportando las injusticias padecidas en vista de alcanzar una eterna felicidad celestial después de la muerte, un más allá que no existe.
----------Según Marx, la religión ha despojado al hombre de sus capacidades positivas y las ha transferido a este fantástico Ente supremo, mientras concibe al hombre como mísero e impotente pecador, necesitado de la gracia de Dios y de hacerse mérito ante Él para salvarse y poder así llegar al paraíso del cielo.
----------Marx cree que el cristianismo enseña (aunque en realidad ese cristianismo del que habla Marx se trata del calvinismo) que las desigualdades sociales son imposibles de eliminar, por lo cual los oprimidos deben tener paciencia, aprovechar el sufrimiento para hacer penitencia por sus pecados, no deben rebelarse contra los ricos, los cuales son favorecidos por Dios, y deben esperar su felicidad del cielo.
----------Al contrario de todo esas ideas cristianas (que son en realidad ideas calvinistas), según Marx el hombr tiene las fuerzas suficientes para liberarse y realizar la justicia social. El hombre debe hacer suyas aquellas cualidades que la religión atribuye a Dios: poder, sabiduría, solicitud, providencia, misericordia, justicia, solidaridad. Por eso, para Marx, el verdadero amor por los pobres está fundado en el ateísmo.
----------Bruni, en su artículo del Avvenire al que aquí nos referimos, en lugar de hablar desconsiderada y temerariamente en tono elogioso de un "ateísmo honesto", verdadera y propia contradictio in terminis, además de ser un grave insulto a Dios, aprobando, parece, el gesto de quien prefiere "matar a Dios para salvar los pobres", hubiera hecho mejor, como buen católico focolarino y colaborador de la Santa Sede, en responder adecuadamente a quien se pregunta "cómo justificar a Dios ante los que no tienen esos bienes" y "si asocio la gracia de Dios con mis dones, como hago para salvarlo de las desgracias de los otros".
----------Y la respuesta viene del marco teológico que he venido exponiendo en este artículo. Pero también hay que decir que esas preguntas están mal impostadas, mal planteadas. Digamos entonces, en primer lugar, para entrar en tema, que cuando nos planteamos una pregunta sobre Dios, nunca se trata de "justificarlo", como si hubiera cometido una travesura y nosotros tuviéramos que corregirlo y justificarlo. Se trata, en cambio, de suponer en todo caso, a priori, que Dios es justo y ha obrado con justicia. De lo contrario, ¿qué Dios es? Es necesario entonces aclarar cómo Él es justo y no acusarlo de entrada de ser injusto, de lo contrario partimos con el pie equivocado y nuestra carrera intelectual viene anulada.
----------Por consiguiente, no es nuestra tarea justificar a Dios, el cual es suma Justicia y modelo de toda justicia, sino que más bien es Él quien nos justifica. Dicho esto, no niego que haya situaciones en las cuales parece que Dios se comporte injustamente con nosotros. Y una de estas situaciones es ciertamente aquella a la que hacen referencia las preguntas planteadas por Luigino Bruni.
----------En efecto, el ateísmo nace del hecho de que uno dice: no quiero un Dios así y no lo acepto. Si Dios es esto, pues bien, entonces soy ateo. Respondemos por tanto diciendo que si otros son menos favorecidos que yo, si han recibido una sola moneda como yo, a pesar de haber trabajado toda la jornada, mientras yo soy el trabajador de la última hora, Dios, como el patrón de la parábola evangélica, no está obligado a justificarse, porque la moneda igual para todos no tiene nada que ver con la compensación de un particular trabajo cumplido por éste o por aquél, sino que la moneda es el premio debido al justo como tala cualquier justo, ya sea que trabaje mucho o que trabaje poco, es decir, es Dios mismo, el mismísimo para todos, que se da a todos, es el bien común de todos, el premio de todos, la beatitud de todos.
----------La escala de los méritos es en cambio evidentísima en las parábolas complementarias a esta de la única moneda, que muestra que Dios quiere dar gracia a todos, mientras que aquellas de los talentos son las parábolas que muestran la parte de la actividad humana, o sea el hecho de que uno tiene tanto más derecho a ganar cuanto más trabaja, análogamente a cuento sucede o debe suceder en la actividad humana terrena. Y es claro que cada uno puede desarrollar una mayor cantidad de trabajo en dependencia de sus dotes naturales, de los títulos conseguidos y de su buena voluntad, así como de las gracias recibidas. Por eso en el Paraíso del Cielo todos gozan de Dios, pero gozan más los que han trabajado más aquí abajo.
   
El ateísmo es el pecado más grave que se pueda cometer contra Dios
   
----------De las consideraciones hechas en el punto anterior se sigue, a mi entender, que debemos ser más severos con los ateos. Es cierto que el Concilio Vaticano II ha dedicado con toda razón mucho espacio al problema del ateísmo. Sin embargo, de hecho, me parece que a veces ha dado pie a que los ateos se escuden demasiado en su libertad de pensamiento, asumiendo a la vez tonos arrogantes, haciendo de esta manera su daño y perturbando el normal debate cultural y la práctica de las buenas costumbres.
----------Es cierto que el Concilio ha hecho surgir un organismo de la Santa Sede dedicado precisamente al diálogo con los no-creyentes. El tema de la existencia y de los atributos de Dios sigue siendo siempre de primera importancia y nunca como hoy ha sido revelado en su complejidad debido a la multiplicidad y variedad de las ideas y de las concepciones que hoy se plantean y se enfrentan entre sí.
----------Sin embargo, debe recordarse que, como se desprende claramente de la Escritura, nadie ignora a Dios en buena fe, sino que todos debemos rendir cuentas ante Él, lo que quiere decir que todos saben, implícita o explícitamente, que Dios existe y mientras que existen razones para afirmar a Dios, no hay razones para negarlo. El ateísmo, dice la Escritura, es necedad. Ser ateo no es una opinión como cualquier otra, como lo puede ser el ser de derecha o de izquierda, siempre que se respete la Constitución republicana.
----------En efecto, vale recordar que nuestra Constitución argentina admite el derecho de los ciudadanos a la libertad religiosa, pero no admite un derecho al ateísmo, aunque de hecho un principio de tolerancia sugiere una cierta comprensión. Pero el hecho es que subsiste, respecto al ateísmo en toda persona respetuosa de la dignidad humana y del bien común, el deber de una continua vigilancia, porque, como sabemos por los ejemplos que nos ha dejado la historia, el ateísmo revolucionario siempre puede estallar con las consecuencias sociales y morales más devastadoras o acabar en feroces dictaduras.
----------Los ateos honestos, si son verdaderos ateos (y no pseudoateos o ateos aparentes), no existen, no en el sentido de que algunos de ellos no puedan ser personalmente honestos, pero si lo son, lo son no gracias sino a pesar de su ateísmo. Sin embargo, como dice el Vaticano II, puede existir un conocimiento implícito (constitución dogmática Lumen gentium n.16) de la existencia de Dios, que puede parecer ateísmo.
----------Por tanto, es necesario hacer comprender a los ateos que si el derecho civil hoy ya no afecta ni castiga como en el pasado al ateísmo, justa y correctamente considerado lesivo para el bien común y para la autoridad del Estado, la libertad religiosa no se puede extender hasta el punto de incluir una libertad de ateísmo, que aparece como negación de la libertad religiosa. En efecto, no es éste el sentido del derecho a la libertad religiosa enseñado por el Concilio Vaticano II. Una cosa es la libertad de elegir según conciencia una determinada religión, y otra cosa es ofender o vilipendiar la religión como tal.
----------Por lo tanto, y para poner un ejemplo conocido, el lema insertado en el dólar estadounidense es correcto: "in God we trust", pues el confiar en Dios, que es principio basilar de la religión natural, principio compartido por la masonería, y principio que ha permanecido común a católicos y protestantes estadounidenses, los cuales juntos han fundado la Federación de los Estados Unidos de América.
----------Y nada nos impide suponer que la actual prosperidad de la sociedad estadounidense sea en parte debida a la protección divina de la cual disfrutan los estadounidenses por esta fe religiosa común expresada en ese símbolo que es a decir verdad el más material que existe del intercambio humano, a saber, el dinero, signo y medio normal del intercambio y del tráfico de los bienes económicos, medio normal para la realización de la justicia económica, que es la unidad de medida con la cual Dios mide el amor a Él mismo, como aparece evidente en la parábola de Mt 25 sobre el juicio universal.
----------Por tanto, debemos decir que el ateísmo, conjuntamente con el panteísmo idealista que lo prepara, es una invención diabólica que nace de una deformación del dogma cristiano de la Encarnación, donde se prospecta el concepto de un hombre-Dios. De aquí en efecto ya Eutiques en el siglo III toma ocasión para sostener que en la Encarnación ocurre un cambio de la naturaleza divina en la humana.
   
Cómo funciona la verdadera bondad
   
----------La sensación de que somos maltratados por Dios o que Dios nos haya excluido o apartado respecto a otros que son por Él favorecidos, puede surgir de un concepto pueril y egocéntrico de la bondad divina. Quisiéramos un Dios que nos contentara siempre y en todo modo. Ahora bien, debemos recordar que la verdadera bondad, tanto la humana como la divina, no conlleva un contentar al prójimo siempre y en todo caso o impedirle siempre y en cualquier caso que sufra, sino que a veces requiere que lo descontentemos por su propio bien. De lo contrario, se confundiría la misericordia con el favorecimiento. En cambio, la primera es quitar la miseria al miserable; la segunda es favorecer al delincuente.
----------Así, si el juez no infligiese al infractor la justa pena, lo contentaría, pero lo haría en detrimento del bien común. Si el maestro no bochara al alumno no preparado, lo contentaría, pero lo haría en detrimento de su cultura. Si el policía de tránsito no multara al conductor por exceso de velocidad, lo contentaría, pero favorecería el desorden del tránsito. Si un médico no hiciera sufrir al enfermo, lo contentaría, pero en realidad no lo curaría. Si la mamá satisficiera a Pablito, de cinco años, que quiere jugar con el arma cargada de papá, lo haría llorar, pero ciertamente la mamá lo haría por el bien de Pablito.
----------Si el árbitro no expulsara del campo de juego a un jugador violento, le complacería, pero la regla del juego sería violada. Si la guardia costera no devolviera a un inmigrante clandestino o ilegal, le complacería, pero entonces el territorio sería invadido por delincuentes. Si un confesor no negara la absolución a un penitente no arrepentido, este en ese momento se sentiría mal, pero sería para él una advertencia para confesarse bien. Si un teólogo señala una herejía en otro teólogo o en un predicador, éstos ciertamente se irritarían, pero mientras tanto las almas estarían protegidas del error. Si la Congregación para la Doctrina de la Fe no condenara una herejía, ciertamente complacería al autor, pero la Iglesia no estaría protegida del contagio.
----------Si Dios nos quitara el sufrimiento cada vez que estamos afligidos, si Dios castigara a todos los malhechores, si Dios impidiera que los opresores oprimieran a los débiles, si hiciera que no muriésemos de hambre, o si impidiera que se extendieran las epidemias, si hiciera que la justicia humana funcione siempre, nos parece que esto sería lo ideal y la demostración de la existencia, de la omnipotencia, de la sabiduría, de la bondad, de la justicia y de la misericordia de Dios. Sin embargo, debemos razonar de modo diferente y aceptar con confianza el plan divino de la salvación, que prevé la cruz.
----------Por otra parte, la tentación es la de concentrarnos exclusivamente en esos hechos dolorosos, olvidando todas las infinitas veces que Dios nos hace sentir su bondad, su providencia, su ayuda, su presencia, su omnipotencia, curándonos, castigándonos, consolándonos, dándonos su gracias, concediéndonos sus favores, liberándonos del sufrimiento, de los peligros, de las tentaciones, del pecado y de los enemigos, confortándonos, haciéndonos justicia y misericordia.
   
La conjunción de la voluntad humana en el mérito con la voluntad divina que da la gracia
   
----------Tengo la impresión de que en esta difícil cuestión de la relación de la gracia con el mérito, Bruni en su artículo, si bien ofreciéndonos excelentes puntos de reflexión y terminando dándonos un fuerte impulso para poner nuestros dones al servicio del prójimo, no ha llegado a elevarse a la comprensión del aspecto sobrenatural de la cuestión. En todos los ejemplos que da, el de su amigo Giovanni, el de la economía de la prosperidad, el de las bendiciones divinas, el de su nieta Antonietta y el de la pobre brasileña, Bruni parece confundir al hombre agraciado con el hombre afortunado, el mérito ante Dios con el mérito social, los dones de Dios con los dones de la naturaleza, las bendiciones divinas con el éxito económico.
----------De ahí su constatación, como hombre de buen corazón y amante de la justicia, de la existencia de espantosas desigualdades sociales, de enormes diferencias en la condición de partida de cada uno de nosotros y también en el destino reservado a cada uno de nosotros: porque existe aquel a quien las cosas le van siempre bien, y existe aquel a quien en cambio le suceden de todos los colores.
----------De ahí la impresión que nos sugiere Bruni, de un Dios que no ama a todos y no beneficia a todos del mismo modo, no trata a todos con el mismo amor, sino que prefiere injustamente los unos a los otros, hace acepción de personas, favorece a unos y descarta a otros, que bendice a los ricos y maldice y culpabiliza a los pobres, que predestina a unos al paraíso del cielo y a otros al infierno, sin tener en cuenta sus respectivos méritos, más aún, un Dios que no tiene en cuenta en absoluto los méritos de cada uno, sino que hace todo a su capricho como le gusta y place, no se comprende con qué criterio, como un empleador del más burdo capitalismo. Pero este no es el Dios de la Biblia. Este es el Dios de Juan Calvino [1509-1564].
----------Bruni parece olvidar que toda forma de injusticia humana y de desigualdad social no provienen de una injusticia divina en la distribución de sus dones y de sus gracias, sino que más bien son castigos divinos y son consecuencias del pecado original y de los pecados de los hombres individuales. Dios castiga las injusticias y quiere que sean castigadas. Él permite que cada uno merezca el Paraíso del Cielo gracias a los méritos de su Hijo, paga según los méritos de cada uno y da además gracias y favores que superan los méritos. Este es el verdadero Dios, que Bruni debería habría debido destacar.
----------Merecer ante Dios es diferente del merecer ante los hombres. Es necesario también hacer con honestidad, pero lo más importante para el cristiano es hacerse grato, digno y meritorio ante Dios. Querer merecer ante los hombres puede ser vanidad. Merecer ante Dios siempre da paz, salvación y alegría siempre, aun cuando los hombres no se den cuenta o no reconozcan nuestros méritos. Los hombres pueden ser ingratos, pero Dios no olvida y es fiel en el recompensar, en el momento oportuno.
----------Asimismo, la gracia no debe confundirse con las dotes naturalmente recibidas, el ambiente favorable, la buena educación recibida, una base económica, las circunstancias favorables, las personas buenas que nos han amado primero, los favores del destino, lo que nos ha preparado el terreno. Ciertamente, todo esto también viene en última instancia de Dios, pero no constituye la esencia y peculiaridad propia de la gracia divina. La gracia es un don espiritual y divino no para hacer fortuna en esta tierra, sino para permitirnos ganar el Reino de los Cielos. Y, por correspondencia, los méritos que la gracia nos hace adquirir, no son en vista de un éxito terreno, sino para el ingreso en el Reino de los Cielos.
----------En la última parte (a publicar mañana, Dios mediante) nos concentraremos en la relación entre mérito y gracia y en el modo como funciona la gracia...

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