martes, 15 de marzo de 2022

La Compañía de Jesús y la traición al carisma ignaciano (1/2)

Este sábado 12 de marzo, en Roma, el Santo Padre celebró, junto al Prepósito General de la Compañía de Jesús y muchos destacados jesuitas, el cuarto centenario de la canonización de san Ignacio de Loyola, y este hecho es lo que nos mueve a una reflexión más general. Es cierto que hay jesuitas y jesuitas, pero también es cierto que la Compañía tiene una historia que ha conocido épocas de auge y de caída, y también algo que es grave: traición al carisma ignaciano. ¿En qué consiste hoy el "problema jesuita"?

----------Al final de su homilía durante la Misa del IV centenario de la canonización de san Ignacio de Loyola, el pasado sábado 12 de marzo en la Iglesia del Gesù, el papa Francisco expresó un deseo: "que el santo padre Ignacio nos ayude a custodiar el discernimiento, nuestra preciosa herencia, tesoro siempre válido para difundir en la Iglesia y en el mundo, que nos permite 'ver nuevas todas las cosas en Cristo'. Es esencial, para nosotros y para la Iglesia, para que, como escribió Pedro Fabro, 'todo el bien que se pueda practicar, pensar u organizar, se haga mediante el espíritu bueno, y no mediante el malo'. Que así sea".
----------La concelebración de la Santa Misa fue presidida por el Prepósito General de la Orden, padre Arturo Sosa Abascal [n.1948] y causó cierta sorpresa ver al Romano Pontífice concelebrar como un Jesuita más entre todos los co-hermanos Jesuitas allí presentes. Acaso esa fue la intención del papa Francisco, tan inclinado a hablar con gestos más que con palabras: mostrar una señal que indicara que en esa ocasión él quería ser visto como un Jesuita más entre Jesuitas, un signo para indicarles a todos los presentes que estaban allí para celebrar la obra de Dios en san Ignacio de Loyola y en la Compañía y, sobre todo, un acicate para mover a todos los Jesuitas presentes a recordarse a sí mismos, todos, el carisma inicial de su vocación característica, como hijos de san Ignacio. De hecho es lo que sugieren también sutilmente algunos pasajes de la homilía del Papa, centrada en el relato del Evangelio de la Transfiguración del Señor. 
----------De hecho, el que los actuales hijos de san Ignacio reflexionen sobre su fidelidad a su propio carisma es un hecho destacado. En efecto, uno de los aspectos más importantes de la situación actual de la Iglesia está dado, indudablemente, por las actuales condiciones de la Compañía de Jesús. Su historia en estos casi sesenta años de postconcilio es emblemática y nos estimula a una reflexión, que nos puede ayudar sobre todo a comprender mejor aquello que ha sido el significado pastoral y doctrinal del Concilio Vaticano II, y que ha llevado a los Padres conciliares a realizar sus reformas y a profundizar en sus aportes doctrinales.
----------Se sabe bien de qué modo y en qué medida los hijos de san Ignacio de Loyola [1491-1556] no han estado exentos de esa incomprensión o errónea interpretación del significado y de los fines del Concilio Vaticano II, que en estos últimos decenios ha provocado, en lugar del progreso moral, espiritual y doctrinal que se esperaba, un retroceso y una decadencia de la fe y de la vida católica, una negligencia pastoral, una auto-demolición, un extravío, una disolución y una desorientación doctrinales, una profanidad litúrgica, un desorden jurídico y una indisciplina educativa, una corrupción moral, una anarquía en el interior de la Iglesia, bajo los pretextos más engañosos, que nunca antes se habían verificado en toda la historia de la Iglesia.
----------Naturalmente, hay que decir que el Concilio, siendo objetivos como debemos ser, ha dado sus frutos y continúa dándolos, se van disipando los equívocos sobre su interpretación, el Espíritu Santo continúa suscitando nuevas consoladoras iniciativas, y para hacer avanzar a la Iglesia en la verdad y en la santidad, tenemos un Papa que desde hace nueve años se ha lanzado a la nueva evangelización, reaparecen buenos teólogos, vuelven a hacerse sentir obispos conscientes de su responsabilidad, de muchas partes se están recuperando los valores abandonados, no faltan signos de verdadera reforma, de reparación de los daños hechos en las últimas décadas, se advierten los frutos de arrepentimiento, de corrección, de conversión y de esperanza, favorecidos y animados por tantas buenas iniciativas pontificias, episcopales, sacerdotales y laicales.
   
Un par de buenos libros que nos ayudan a comprender lo sucedido
   
----------Por supuesto, aún resta mucho por hacer. Sin embargo, en el ámbito de estos hechos, signos y fermentos de verdadera renovación y de presencia operante del Espíritu Santo, fijemos por un momento nuestra atención en los Jesuitas. Al respecto, quisiera recomendar la lectura de dos libros de años recientes, importantes y esclarecedores sobre la historia y la marcha de la Compañía de Jesús en las últimas décadas (aunque lamentablemente esas dos obras no han sido vertidas al español, al menos que yo sepa).
----------En el primer libro, la italiana dra. Maria Rosaria Rondinella, de Nápoles, experta conocedora de temas de religión y de Iglesia, ha llevado a cabo, bajo el título "Sant’Ignazio licenziato" (Guida Editori, Napoli, 2015), la publicación de muchos escritos del docto y distinguido padre jesuita Antonio Caruso [1919-2010], ex funcionario de la Secretaría de Estado desde el pontificado de san Paulo VI hasta Benedicto XVI, fecundo publicista, experto en ciencias sociales y teología, fallecido a los 90 años hace ya una década.
----------El padre Caruso fue un gran enamorado de su gloriosa Orden, a la cual ha dado prestigio con su vasta doctrina, su copiosa producción literaria, su dilatada experiencia de vida y su íntegra conducta.
----------En 2008, el padre Caruso había publicado otro libro similar, "Tra grandezze e squallori" (para Edizioni Vivereln, de Monopoli, BA), en el que narraba, como en la obra antes citada, hechos recientes importantes de la Compañía de Jesús, con particular referencia a la obra por él cumplida en sostenimiento de la doctrina social de la Iglesia y más ampliamente por el bien de la Compañía y de la Iglesia, y contra una cierta línea filomarxista, masónica y modernista que se infiltraba en la Compañía en los años del post-concilio.
   
La crisis de la Compañía de Jesús durante el post-concilio
   
----------Para formular en una sola frase lo que ha sucedido en la Compañía de Jesús en las últimas décadas: se ha tratado de un modo falso de interpretar e implementar el progreso moral y doctrinal propuesto por el Concilio Vaticano II. Si bien el Concilio ha exhortado a asumir la modernidad, lo ha hecho con riguroso escrutinio crítico, distinguiendo lo bueno de lo malo, el trigo de la paja a la luz del Evangelio. Lamentablemente, en cambio, la Compañía, junto con una gran parte de la Iglesia, se ha dejado engañar por una interpretación modernista de la renovación conciliar, con todos los peligros y desastres que se derivan del modernismo.
----------Conocemos bien el derrumbe vertical que han tenido institutos, movimientos, asociaciones e instituciones. El padre Caruso refiere que los Jesuitas, que en 1964, a la muerte del Prepósito Janssens, eran 36.000, en 2010, a la muerte del padre Arrupe eran 18.000, y en 2015 cayeron por debajo de los 17.000.
----------En la Compañía de Jesús se alzaron dos lúcidas voces de grandes teólogos jesuitas para denunciar la desviación no sólo de los Jesuitas, sino en general en la Iglesia: el cardenal Henri de Lubac [1896-1991] y el cardenal Jean Daniélou [1905-1974]. El primero, ya en 1969, en una conferencia tenida en una universidad americana (encuentro citado el hecho en el libro del cardenal Pietro Parente, La crisi della verità e il Concilio Vaticano II, Istituto Padano di Arti Grafiche, Rovigo 1983, pp.76-80), tuvo palabras que, aunque haya transcurrido mucho tiempo, siguen siendo de candente actualidad. Son las siguientes:
----------"El último Concilio ha esbozado un programa de renovación. Todos se refieren a él, pero de hecho es poco conocido, poco seguido [...] Desde un principio había comenzado a generalizarse una interpretación deformadora. Se está desarrollando un biblicismo radical, que desprecia toda tradición y que se autodestruye [...] Partiendo de tal biblicismo se elabora la noción de una 'fe en el porvenir', en la cual no se ve lo que aún se conserve del Evangelio de Jesucristo". El Concilio es una apertura hacia el mundo de hoy, pero "¿acaso no sucede que una tal apertura deviene un olvido de la salvación, un alejamiento del Evangelio, una carrera hacia el secularismo, un enfriamiento de la fe y de las costumbres, en suma, una disolución en el mundo, una abdicación, una pérdida de identidad o bien una traición a nuestro deber para con el mundo?".
----------Y luego: "Ahora bien, todo el mundo sabe lo que ha sucedido después del Concilio: las viejas semillas de disolución ganan en virulencia; una cierta agitación preconciliar se impone a la opinión pública como única interpretación auténtica del espíritu del Concilio; un resentimiento contra abusos de ayer, que hace cerrar los ojos a los beneficios recibidos de la Iglesia; la apertura al mundo para evangelizar se reduce a veces a una mediocre y escandalosa modernización; numerosos sacerdotes y religiosos pierden la conciencia de su identidad, pierden también la de su misión; la confianza otorgada por el Concilio a todos los fieles, apelando a su iniciativa, traicionada por obra de grupos influyentes, el desprecio por la Tradición, que el Concilio había exaltado, la arrogancia de los teólogos al querer imponer a la Iglesia su propio pensamiento aún más tiránicamente, cuanto más precipitado y arbitrario es; pequeños grupos de presión echan mano de los medios de comunicación para intimidar a los Obispos; una campaña insidiosa contra el Papado, bajo la máscara de una lucha contra el dogmatismo; un rechazo de la dogmática, es decir, de la fe cristiana".
----------Y el cardenal Daniélou, en una conferencia en Estrasburgo en 1971, expresaba de modo similar: "...los intelectuales nos reunimos aquí para pensar y hablar sobre el sentimiento de inquietud del pueblo cristiano, el cual se siente hoy amenazado en los fundamentos de su fe y de su vida religiosa. Una grave crisis está en marcha y sería hipocresía minimizarla. El pueblo se pregunta si debe seguir creyendo en los dogmas del Credo de la Iglesia, que algunos teólogos impugnan y ponen en discusión".
----------Los dos citados libros del padre Caruso hablan de las fuertes preocupaciones, que estas tendencias desviadas habían suscitado tanto en san Paulo VI como en san Juan Pablo II, hasta el punto de hacer dudar a este último de si no era el caso de disolver la Compañía. La noticia es reportada por el docto teólogo americano ex-jesuita padre Malachi Brendan Martin [1921-1999], en su libro "Los Jesuitas".
----------El padre Martin narra que en la primavera de 1981 el papa san Juan Pablo II, cansado de esta situación exasperante e irresoluble, que se arrastraba desde el final del Concilio, convocó en el Vaticano a un pequeño grupo de Cardenales, entre ellos el Secretario de Estado Agostino Casaroli [1914-1998], para discutir acerca de la oportunidad de disolver la Compañía de Jesús. Mitad de los Cardenales y el mismo Papa estaban a favor; pero el cardenal Casaroli convenció al Papa y al grupo a renunciar a su postura.
   
La Compañía de Jesús y el problema del ateísmo
   
----------El padre Caruso cuenta que el papa san Paulo VI encomendó a la Compañía la tarea de refutar el ateísmo, según las indicaciones del Concilio (Gaudium et spes, nn.19-21). Al respecto, en la XXXI Congregación de la Orden, celebrada en 1965, se le respondió al Papa de esta manera: "Nosotros resolvemos el problema del ateísmo, que nos ha sido confiado por el Papa, al resolver el problema de la justicia". Una respuesta que es una burla a la inteligencia del Santo Padre: como si fuera suficiente, para refutar el ateísmo, el resolver los problemas de la justicia. De hecho, la XXXII Congregación, de 1974, vino luego a confirmar lo que ya había propuesto la XXXI Congregación, de 1965. Por cierto, no es hoy un dato menor que entre los 237 jesuitas delegados de noventa provincias de cinco continentes convocados a Roma para participar en 1974 de la XXXII Congregación General de la Compañía, se encontraba presente el padre Jorge Mario Bergoglio.
----------Yo puedo muy bien indicar a un ateo víctima de alguna injusticia el camino para reivindicar sus derechos y obtener justicia o la reparación de los daños recibidos, puedo indicarle como hacer huelga a sus patrones, puedo librarlo de las manos de un opresor; pero todo esto de por sí no refuta en absoluto su ateísmo, no sirve para persuadirlo de su error y del deber de abandonar su impiedad, no abre en absoluto a ese pobre hombre el camino de la fe. Para rebatir al ateo, es necesario convencerlo con buenos argumentos, como, por ejemplo, los sugeridos por el Concilio, mostrándole que el ateísmo es "una perniciosa doctrina que contrasta con la razón y con la experiencia común de los hombres" (Gaudium et spes, n.21). Viene muy al caso citar al respecto las útiles noticias y sabias consideraciones sugeridas por el libro del gran teólogo jesuita, cardenal Henri de Lubac, El drama del humanismo ateo, publicado en 1944, al final de la segunda guerra mundial.
----------Sumada a aquellas ridículas y ofensivas decisiones de los Jesuitas en las Congregaciones XXXI y XXXII de la Compañía, hay que calificar de verdadera befa a la mencionada exhortación de san Paulo VI, la teoría elaborada por el teólogo jesuita Karl Rahner [1904-1984], según la cual, dado que todos los hombres están en gracia y están "trascendentalmente" orientados a Dios, la convicción de ser ateo no crea ningún problema de conciencia. Rahner pretende derivar esta distorsionada teoría de una falsa interpretación de lo que dice Lumen Gentium n.16, donde el Concilio habla de la posibilidad de salvación incluso para aquellos que, "sin culpa de su parte, aún no han llegado a un conocimiento explícito de Dios". Rahner califica como "ateísmo" este implícito conocimiento de Dios, cambiando las cartas sobre la mesa, por el hecho de que un conocimiento implícito de Dios es siempre conocimiento de Dios y no es ateísmo.
----------Tras lo sucedido en la XXXI Congregación de 1965, surgió en América Latina la teología de la liberación, cuyo exponente jesuita más famoso ha sido el padre Fernando Cardenal [1934-2016]. La teología de la liberación plantea la lucha por la liberación de los oprimidos a partir de algunos temas de Marx, como el primado de lo social sobre lo espiritual, la primacía de la política sobre la moral, el origen de la verdad desde la praxis, sin por ello aceptar el ateísmo y el materialismo. Sin embargo, como hará notar el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre este tema de 1984, si se mantiene la visión cristiana, ella viene a cerrarse en una perspectiva terrenal, mientras Cristo aparece sólo como liberador y no como redentor, y la Iglesia no como apostólica, sino como simple emanación del pueblo de Dios ("Iglesia popular").
----------Cabe señalar, sin embargo, que el padre Caruso, al señalar las mencionadas infiltraciones, se da cuenta del influjo luterano y de la tendencia modernista, pero no advierte la influencia rahneriana, más peligrosa, porque está bien disfrazada, como un cáncer oculto, cuyo diagnóstico no es fácil. El padre Caruso se concentra sobre todo en las desviaciones filo-marxistas, donde aparece su mayor experiencia, a propósito de las cuales menciona los nombres del padre Jean-Yves Calvez [1927-2010] y del padre Bartolomeo Sorge [1929-2020], mientras que, por cuanto respecta a la masonería, recuerda al padre Giovanni Caprile [1917-1993].
----------Hay que decir al respecto que, si bien no se necesita mucha memoria histórica para recordar las herejías de Lutero condenadas por el Concilio de Trento y la condena del modernismo por obra de san Pío X, quien lo calificó como la "suma de todas las herejías", y no se necesita una excepcional perspicacia intelectual para notar la incompatibilidad entre el cristianismo por una parte y, por la otra, el ateísmo materialista e historicista marxista, así como el rechazo masónico de lo sobrenatural, de la gracia, de la revelación divina, de la Iglesia y de la fe en Cristo Hijo de Dios, es necesaria sin embargo una especial advertencia crítica, fundada en sólidos criterios de juicio, y perspicacia interpretativa, en plena comunión con el Magisterio de la Iglesia, para tomar conciencia de la trampa rahneriana que, para no despertar sospechas, esconde un gnosticismo panteísta de fondo bajo la más tradicional terminología cristiana de la "fe", de la "caridad", de la "gracia", del "pecado", de lo "sobrenatural", de la "Iglesia", de la "mística”, de los "sacramentos" y así sucesivamente.
----------Así ha sucedido que mientras, en definitiva, la Compañía en su conjunto, después del infelíz gobierno del padre Pedro Arrupe [1907-1991], ha alcanzado a frenar o está frenando la tentación marxista, masónica, luterana y modernista, el rahnerismo, lamentablemente, la ha invadido, por lo que actualmente el rahnerismo se presenta como el mayor factor de desorden y de indisciplina dentro de la Compañía, de traición al carisma ignaciano, de desobediencia a la Iglesia, de falso progreso y de grave daño para las almas.
   
Rahner y la masonería
   
----------Sin embargo, cabe señalar que el rahnerismo no está exento de vínculos con la masonería, como resulta de actuales estudios del padre Paolo Siano. Por su parte, los libros del padre Caruso nos advierten de los vínculos con Rahner, pero Caruso, con gran franqueza, sobre todo en el segundo libro, denuncia repetidamente las infiltraciones masónicas en la Compañía y la connivencia con ella en altos niveles de la Jerarquía, como el cardenal Carlo Maria Martini [1927-2012] y el cardenal Achille Silvestrini [1923-2019].
----------También se han conocido en la década de los años 1980s (y doy pleno crédito a mis fuentes personales) vínculos similares en el cardenal Ugo Poletti [1914-1997], quien fuera por entonces Vicario General de Su Santidad para la Diócesis de Roma y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Vale tener presente que tanto Martini como Poletti eran admiradores de Rahner.
----------Como es bien sabido, la concepción filosófica general más difundida de la masonería, rechaza el ateísmo y reconoce la existencia de Dios. Pero se trata del deísmo del Iluminismo, es decir, del Dios kantiano, como supremo ideal regulador de la razón diríamos, por tanto no deducido de las cosas y creador del mundo, sino puesto a priori por la razón, ese Dios-Idea de la razón, que nace con Descartes y culmina en Hegel. Pero veremos cómo, a su vez, el Dios de Hegel contiene en sí un ateísmo implícito.
   
Rahner y el marxismo
   
----------En cuanto a los vínculos de Rahner con el marxismo, esas conexiones están mejor escondidas, pero es interesante y útil sacarlas a la luz. Esos vínculos están mediados por la teología de Pierre Teilhard de Chardin [1881-1955], cuyo Dios no es puro Espíritu, que trasciende la materia y la crea de la nada, sino un Dios que está en el vértice de la evolución ascendente de la materia existente y subsistente por sí. En sustancia, Teilhard traslada la aseidad de Dios a la materia, encontrándose así perfectamente con el marxismo. Al final, no es la materia la que depende de Dios, sino que es Dios el que depende de la materia. Un "Dios" así va muy bien también para Marx. En cuanto a la relación de Rahner con Teilhard de Chardin, ella aparece en la defensa que hace Rahner del evolucionismo materialista en su libro El problema de la hominización.
----------También por cuanto se refiere a la relación de Rahner con Marx, en un primer momento, en mirada superficial, nos encontramos ante dos visiones radicalmente opuestas: por una parte, el piadoso y místico Rahner, cantor de lo sobrenatural y de la gracia, hombre de plegaria y del Espíritu, heraldo de la "auto-trascendencia" de la persona, el nuevo santo Tomás, luz de la Iglesia, maestro de libertad, audaz y profundo investigador de las más novedosas cuestiones morales y teológicas, consejero de obispos, "icono del Concilio Vaticano II", como me escribió un día un ilustre sacerdote jesuita; por otra parte, el blasfemo ateo Karl Marx, que somete el espíritu a la materia, fautor del totalitarismo de Estado, reduce al individuo a engranaje de la máquina social, predicador de la violencia y de una falsa liberación de los pobres y de los oprimidos.
----------¿Qué tipo de relación se podría encontrar entre Rahner y Marx, que aparentemente son tan opuestos? Sin embargo, el vínculo está ahí; es preciso verlo. El secreto para encontrarlo es la filosofía de Hegel, de la cual entrambos parten, aunque de modo diferente. En particular, lo que hay que tener presente, es la concepción del hombre en relación a Dios. Es necesario recordar, entre otras cosas, que el ateísmo marxiano no es ese materialismo grosero, como fue precisamente el de los materialistas franceses del siglo XVIII, sino que deriva del panteísmo hegeliano, como muy bien lo ha expresado el dominico Georges Marie Martin Cottier [1922-2016], más tarde cardenal Teólogo de la Casa Pontificia, en un libro suyo publicado en 1959 (L’athéisme du jeune Marx et ses origines hégéliennes, Vrin, Paris 1959).
----------Hay que tener presente que la teología hegeliana es ya un ateísmo implícito, de modo que Marx, con su ateísmo, no ha hecho más que explicitar lo que ya está contenido implícitamente en Hegel. De hecho, en Hegel el hombre es la conciencia humana de Dios, de modo que esta conciencia se eleva o trasciende de sí misma a la Esencia divina. "La Esencia infinita se realiza en la existencia finita y la existencia finita se eleva a la Esencialidad" (citado por Jacques Maritain en su libro La filosofía moral).
----------Pero muy bien nos podemos preguntar si para Hegel ese Dios que es el vértice o cúspide del hombre sigue siendo todavía Dios o no es más bien el hombre que se diviniza a sí mismo y se sustituye Dios. En efecto, el ateísmo marxista no es propiamente el hombre sin Dios, o sea el finito que niega e ignora la existencia del infinito, vive en lo finito y se contenta con lo finito. De ninguna manera.
----------De hecho, Marx no ignora en absoluto el concepto de Dios en cuanto existente incausado, absolutamente libre, necesario e independiente; sólo que asigna al hombre estos mismos atributos divinos. Marx ciertamente concibe al hombre como ente natural, sujeto material y sensible, pero al mismo tiempo entiende al espíritu humano como dotado de los antes mencionados atributos divinos. Ciertamente, Marx no admite una sustancia puramente espiritual, independiente de la materia. En tal sentido él niega a Dios.
----------Para Marx sólo existe, autosubsistente, la realidad material, sin necesidad de admitir un Dios que creara la realidad material. La realidad material existe por sí, independiente de la conciencia y que la conciencia debe reflejar. En tal sentido Marx es realista. Sin embargo, para Marx la conciencia no depende de lo real sólo en el conocer, sino también en su propio ser espiritual, de modo que para Marx el espíritu no es más que una manifestación superior de la materia y deriva de la materia, que es eterna e increada.
----------Sigue presente el hecho de que para Marx "el hombre es Dios para el hombre" y "la conciencia humana es la divinidad suprema". La materia, por lo tanto, parece ser una divinidad inferior, aunque sea el fundamento de la conciencia. Quizás se podría decir que para Marx el hombre es Dios como materia y espíritu. Por lo demás, esto ya está sugerido por la concepción hegeliana de Dios, el cual es conjuntamente Dios y mundo, Dios y hombre, según la famosa frase de Hegel: "Dios no es Dios sin el mundo".

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