jueves, 3 de marzo de 2022

Entre la gracia y el mérito (3)

El dominico Domingo Báñez, en ocasión de la famosa disputa teológica De Auxiliis de finales del siglo XVI con los seguidores del jesuita Luis de Molina, explicita el pensamiento de santo Tomás de Aquino acerca de la acción causal de Dios sobre el acto más noble de la entera creación: el acto del libre albedrío humano, que es fuente del mérito. Nuestros actos por lo tanto son nuestros y tenemos el mérito, pero al mismo tiempo son actos movidos por Dios, por lo cual son al mismo tiempo su gracia.

Qué es el mérito y qué es la gracia
   
----------Recordemos qué es el mérito en general, prescindiendo de la distinción entre mérito natural y mérito sobrenatural. El mérito es un estado de la voluntad humana consecuente a un acto bueno o malo, por el cual, en referencia a un pacto precedente estipulado con una persona habilitada para juzgarnos, ésta, por un principio de justicia, nos confiere respectivamente un premio o nos inflige un castigo. El mérito se extingue cuando el sujeto es premiado o castigado. El pacto al cual hace referencia el mérito sobrenatural es el pacto bíblico de la Alianza entre el hombre y Dios. Mérito natural es cuando merecemos ante una autoridad humana. Mérito sobrenatural es cuando merecemos por gracia en Cristo con el Padre celestial.
----------El mérito sobrenatural no requiere el uso de excelsos dones naturales, no requiere ser favorecidos por la suerte; de hecho Dios, como deberíamos saber bien, vuelve merecedores del Paraíso del Cielo, como el pobre Lázaro, precisamente a los pobres, a los marginados, a las víctimas de la injusticia, a los desgraciados, a los despreciados, a los rechazados, a aquellos que a los ojos del mundo son los fracasados, siempre que se abran a la gracia, reconozcan los talentos recibidos, hagan penitencia por sus pecados, estén unidos a Dios, vean en cada acontecimiento la presencia de Dios, soporten con paciencia las pruebas, acepten las humillaciones, amen a los enemigos, pidan la ayuda de la gracia, esperen salvarse y se dediquen a las buenas obras. También para la joven brasileña citada por Bruni, con estas condiciones, hay lugar en el reino de los cielos. No hay nadie que sea tan desgraciado como para no haber recibido de Dios especiales dones de naturaleza y de gracia así como la capacidad de merecer el Paraíso del Cielo.
----------Según la Revelación cristiana, el hombre llega a la salvación, por lo tanto, uniendo su propia voluntad a la divina Voluntad. La iniciativa de esta relación parte de Dios, que da la gracia de la justificación. La acción de la gracia mueve la voluntad del pecador del estado de pecado al estado de gracia. La voluntad de mala se vuelve buena. El hombre que comienza a merecer en el estado de gracia, se procura méritos sobrenaturales que le ganan el cielo. El libre albedrío en la vida presente, después del pecado original, está debilitado y está inclinado a pecar y permanece tal, no obstante la curación que le viene de la gracia. Y, sin embargo, es indispensable que seamos salvos. No debemos ser pesos muertos arrastrados por la gracia.
----------Recordemos, entonces, qué es la gracia. Ella, según la Revelación cristiana, es una participación de la naturaleza divina (theias koinonòi fyseos, 2 Pe 1,4), que el Padre celestial, en conformidad con Cristo, en el Espíritu Santo, ofrece a todos los hombres por su salvación para la remisión de los pecados (gracia sanante) y la santificación como hijos de Dios (gracia elevante).
   
De qué modo actúa la gracia
   
----------La gracia dirige al hombre hacia la posesión de Dios como supremo y absoluto fin último sobrenatural, es decir, como fin conocido en la fe, esperado en la esperanza y amado en la caridad, para contemplar cara a cara en el Paraíso del Cielo. La gracia pone en marcha el proceso de la justificación del pecador (gracia preveniente y operante), cambiando su voluntad de mala a buena, para que su voluntad, movida por la gracia (gracia actual), comience a amar eficazmente a Dios y al prójimo en la caridad (gracia consecuente y cooperante), de modo tal que la posesión de la gracia deviene un hábito permanente (gracia habitual), que sin embargo puede ser perdida a causa del pecado mortal, aunque puede inmediatamente recuperarse con el arrepentimiento (reviviscencia de los méritos), que Dios inspira en el pecador.
----------Dios obra frente al hombre en dos niveles: da la gracia y retribuye los méritos. Al retribuir los méritos hace referencia a cómo el hombre se ha comportado. Al dar la gracia hace referencia a su sola generosidad. En el primer ámbito, según la medida que es requerida por el mérito: en paridad de condiciones, da la misma retribución. En cambio, en el ámbito de las gracias, da a uno más y a otro menos.
----------Dios crea tanto a los grandes como a los pequeños, da a estos 10 talentos y a aquellos 100, sin tener que rendir cuentas ante nadie. Pero una vez hecho esto, se empeña a dar a cada uno lo suyo, según sus necesidades, sus derechos, sus méritos. Además, añade a los méritos otros dones de gracia, a quien más y a quien menos, sin tener que rendir cuentas a nadie. Debemos agradecer a Dios tanto cuando nos da de acuerdo a nuestros méritos como cuando nos gratifica más allá de los méritos. En el primer caso hacemos la experiencia de su justicia; en el segundo, tenemos experiencia de su generosidad y de su misericordia.
----------Dios es, por lo tanto, libre de preferir uno a otro como quiera. Quien tiene de menos no puede lamentarse, porque en todo caso recibe la gracia suficiente para la salvación, y quien tiene de más no puede jactarse, porque sus méritos son efecto de la gracia eficaz. Quien está de pie y tiene méritos debe estar atento de no caer, y quien está en tierra, sin méritos, debe confiar en la ayuda de la gracia.
----------Digna de ser señalada es la gracia de la predestinación a la salvación, que causa la salvación de aquellos que se salvan. Con la predestinación (Rom 8,29) Dios da a todos la gracia suficiente para ser salvos, pero sólo a algunos les da la gracia eficaz por la cual efectivamente son salvados. Aquellos que no se salvan son los que, con el rechazo culpable de la gracia, impiden a la gracia suficiente devenir eficaz.
----------Queriendo referirnos ahora a la famosa disputa teológica De auxiliis entre Dominicos y Jesuitas, podemos observar que según el jesuita Luis de Molina [1535-1600], Dios da la gracia eficaz si ve que el hombre cumple un acto meritorio para la salvación. En cambio, según el dominico Domingo Báñez [1528-1604], Dios da la gracia eficaz por propia iniciativa, antes de que el hombre cumpla el acto meritorio, por lo cual el hombre merece porque es movido por la gracia, lo cual es una postura teológica que corresponde exactamente a cuanto dice el Concilio de Trento (Denz. 1582), como veremos más adelante.
----------El dominico Siervo de Dios padre Tomas Tyn [1950-1990] comenta la postura del padre Báñez de este modo: "La gracia eficaz no tiene en sí algo humano, sino divino, antecedente al consentimiento humano, que la distingue de la gracia solamente suficiente". Luego Tyn hace hablar al padre Molina en defensa del mérito y de la libertad del acto humano: "¿Cómo salvan ustedes los Dominicos en este punto el libre albedrío? Si la libertad humana no puede disentir bajo el influjo de la gracia eficaz -la gracia eficaz es precisamente tal que el hombre de hecho no disentirá-, entonces, si el libre albedrío no puede disentir bajo el influjo de la gracia eficaz, quiere decir que el libre albedrío es aniquilado, cuando entra a jugar la eficacia de la gracia".
----------La preocupación de Molina de que si la moción de la gracia obtiene infaliblemente el consentimiento del libre arbitrio, de modo que, no pudiendo el libre albedrío disentir, el consentimiento ya no sería libre, no tiene fundamento razonable, porque es precisamente propio de la causalidad divina causar infaliblemente sus efectos, por más libres o más deterministas que sean el acto del hombre como el acto del animal o el acto de la planta o el del sol. Si el hombre disiente es sólo porque no ha recibido la gracia eficaz y se opone a la gracia suficiente. Pero no es digno de la causalidad divina que el efecto pueda disentir.
----------Por otra parte, no se ve por que motivo el acto libre de una criatura debería perder su naturaleza propia de acto libre en el momento en el cual es movida por su divino Motor. Dios, moviendo a la criatura, actúa y potencia a la criatura conforme a su naturaleza, no la degrada. Si el acto es libre, Dios funda y mueve el acto libre. ¿O acaso queremos sustraer la libertad humana a la causalidad divina y convertirla en independiente de su Creador? ¿Queremos transformar la libertad humana en una libertad divina?
----------Aquellos que se salvan se salvan porque son elegidos de Dios. Son los elegidos (de los cuales hablan textos como los de Mt 22,14; 24,22; Rm 8,33; 2 Tm 2,10; Ap 17,14). Dios ofrece a todos la salvación, todos pueden salvarse, pero de hecho, como se deriva claramente de la Sagrada Escritura, no todos aceptan la oferta, por lo cual Dios elige solo a algunos por Él predestinados.
   
Una línea que une a Molina con Lutero y Rahner
   
----------En la interpretación del padre Luis de Molina, la elección humana del libre albedrío da la impresión de revestir más importancia que la elección divina; la libertad humana parece encontrarse delante de una tratativa o negociación entre un comprador y un vendedor: este último ofrece sus bienes o mercancías, el comprador valora la oferta y acepta la propuesta del oferente comprando los bienes.
----------Lo que Molina parece pasar por alto es la absoluta trascendencia de la causalidad divina en la relación de Dios con el hombre. En efecto, es necesario decir que, a diferencia de un comerciante humano, que puede tan solamente persuadir y tomar nota de la elección del comprador, Dios, por el contrario, mueve eficazmente e infaliblemente la voluntad del hombre a aceptar el ofrecimiento de la gracia.
----------Esta postura de Molina está vigente, siendo en cierto modo aún hoy actual en la importancia exagerada que algunos dan al momento de la libertad en el proceso de la salvación. El propio Martín Lutero [1483-1546], que incluso negaba el libre albedrío, sostenía luego que, de hecho, el cristiano goza de una libertad espiritual irresistible, que lo guía infaliblemente bajo el impulso del Espíritu hacia la salvación.
----------Tenemos así una tendencia actualmente muy difundida en la Iglesia a exaltar esta libertad irracional, impulsiva, irresistiblemente persuasiva, negando paradojalmente y al mismo tiempo el mérito y el libre albedrío a la manera de Lutero, para resolver todo el acto humano en un efecto de la sola gracia, pero, faltando el factor racional del libre albedrío, la moción de la gracia tiene toda la apariencia de un espontaneísmo emotivo-fideísta, que tiene muy poco que ver con la verdadera libertad. Encontramos, por consiguiente, una semejanza con Molina, que sustrae la libertad humana a la causalidad divina acercándose peligrosamente a Pelagio [360-420], cuya condena ha sido recientemente renovada por el papa Francisco.
----------Astuta es la solución de Karl Rahner [1904-1984], quien encuentra la manera de poner a Pelagio de acuerdo con Lutero, ideando su famosa "opción fundamental atemática" (recuérdese lo enseñado al respecto por san Juan Pablo II en la enciclica Veritatis splendor n.65), que cumple un acto de "autotrascendencia" humana, que tiene como "horizonte" la gracia, mientras que al mismo tiempo Rahner encuentra el modo de complacer a Lutero excluyendo los actos del libre albedrío de la opción fundamental, que corresponde a la libertad gnóstica y absoluta de la ética hegeliana (al respecto, puede muy bien consultarse lo escrito por Joseph Ratzinger, en Les principes de la théologie catholique, Téqui, Paris 1982, p.188).
   
La premoción "física" u ontológica
   
----------En el estado de gracia el hombre, con las buenas obras, puede y debe aumentar sus méritos, reforzándose en las virtudes y mortificando los vicios. Dios no aumenta la gracia teniendo en cuenta los méritos, sino que aumenta los méritos porque aumenta la gracia, es decir, el merecer es distinto de la gracia, porque es acto humano, mientras que la gracia es energía divina; pero el poder merecer sobrenaturalmente, o sea en gracia, y el mismo hacerse de méritos, es causado por la gracia y don de la gracia.
----------Dios, por lo tanto, por su propia iniciativa, con la fuerza de la gracia, mueve la voluntad humana en gracia a moverse a sí misma hacia Dios. Tenemos, pues, un mover para moverse, una doble moción. Es la unión sinérgica de la voluntad humana con la voluntad divina. La voluntad divina mueve la voluntad humana. Este es el motivo por el cual el teólogo dominico español Domingo Báñez, a finales de siglo XVI, acuñó el término "premoción", al cual añadió el adjetivo "física", es decir ontológica, un mover que se refiere al ser del acto del libre albedrío para distinguirlo de la premoción moral, para significar que esta moción pone en juego la causalidad motriz divina. El acto del libre albedrío, con el mérito consiguiente, es pues un efecto ontológico (Báñez dice "físico" para subrayar el realismo de este acto, obviamente en sí espiritual).
----------En este sentido san Pablo habla de "aquellos que son movidos (agontai) por el Espíritu Santo" (Rm 8,14). La Biblia del padre Armando Levoratti traduce "todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios", lo cual es bastante mejor que aquellas Biblias que traduce con la palabra "guiados", pues este término sabe más a dirección o estímulo o persuasión moral, que puede ser ejercida por un simple hombre.
----------En cambio aquí, como demostró el padre Domingo Báñez, en ocasión de la famosa disputa teológica De Auxiliis de finales del siglo XVI con los seguidores de Luis de Molina, que líneas arriba hemos recordado, explicitando el pensamiento de santo Tomás de Aquino, se trata de la acción causal de Dios, el cual, si es causa universal de todos los actos de las criaturas, con mayor razón deberá ser considerado causa motriz del acto más noble que existe en todo lo creado, que es el acto libre del espíritu, en este caso específico el acto del libre albedrío fuente del mérito. Nuestros actos por lo tanto son nuestros y tenemos el mérito, pero al mismo tiempo son movidos por Dios, por lo cual son al mismo tiempo sus dones, como dice precisamente el Concilio de Trento retomando una afirmación de san Agustín:
----------"Las buenas obras del hombre justificado de tal manera son dones de Dios, que son también buenos méritos del mismo hombre justificado, o el mismo justificado, por medio de sus buenas obras que él hace por la gracia de Dios y por el mérito de Jesucristo (de quien es miembro vivo), merece verdaderamente un aumento de la gracia, la vida eterna y la misma consecución de la vida eterna (a condición, sin embargo, de que muriere en gracia), y también un aumento de la gloria" (Denz. 1582, n.32).
----------Pero es necesario recordar con el Concilio de Trento (Denz. 1541) que la perseverancia final no puede ser merecida, sino que debe ser insistentemente pedida en la plegaria, por ejemplo con el Ave María, con plena confianza de obtenerla, si cada día cumplimos nuestro deber. Pero precisamente ahora, en cuanto ahora mismo, no sabemos si haremos esto todos los días hasta el final, porque siempre podemos caer.
----------Aquello que, ciertamente, podemos y debemos hacer es pedirle constantemente a Dios que Él nos ponga en el número de los elegidos, y debemos obrar todos los días para dar razón a esta esperanza y dar fundamento a este deseo. De cualquier modo, sigue siendo cierto que el último acto de nuestro libre albedrío puede y debe ser meritorio del Paraíso del Cielo, si, como esperamos, estaremos en estado de gracia. Por ese motivo, el Concilio de Trento condena la vana esperanza luterana de salvación, fundada meramente en una supuesta revelación y promesa divina de que seremos salvos (Denz. 1533-1534).
----------Nuestro Señor Jesucristo nos promete salvarnos no en modo incondicionado, sino si hemos sido obedientes a sus mandamientos, es decir, si nos hemos merecido el premio. Ciertamente Él da de modo incondicionado a todos la gracia preveniente de la justificación, pero no aquella gracia que se sigue a nuestros méritos, que es aquella gracia que nos obtiene la salvación final.
----------Por consiguiente, para ser precisos, es necesario observar a Luigino Bruni (cuyo artículo en el Avvenire nos ha servido de inspiración para esta serie de notas) que no es que nosotros "llamamos" méritos a los que son dones. No. Nosotros llamamos méritos a los que son verdaderamente méritos. No se trata de una palabra para decir "dones". Méritos y dones son dos cosas diferentes: los méritos son efectos del querer humano en la gracia; los dones son efectos de la voluntad o gracia divina. El discurso del Concilio de Trento de que los méritos son dones quiere decir que los méritos nos son dados por la gracia, en orden a la salvación, tanto que la gracia por sí sola no basta, como creía Lutero, y son necesarios también los méritos, así como la voluntad divina de salvar no salva efectivamente, si la voluntad humana no le corresponde con el acto del libre albedrío.

2 comentarios:

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    1. Estimado Aurelio,
      le sugiero que cuando quiera difundir textos como el que ha enviado, me los mande por correo electrónico, con citación de fuente y autor. Gracias.

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