domingo, 20 de marzo de 2022

Modernismo y pasadismo comparten su gnoseología de fondo

La carta encíclica Pascendi de 1907, del papa san Pío X, si bien condenando con aguda precisión y sutil profundidad los errores del modernismo, lamentablemente no alcanzó a responder a las válidas instancias propuestas por los modernistas, a las que ha respondido el Concilio Vaticano II, el cual, condenando también los errores modernistas, rescata los aspectos válidos de la modernidad. Sigamos analizando la encíclica Pascendi en su núclero central: la gnoseología del modernismo (que el pasadismo comparte).

----------En un breve artículo reciente, que titulé La encíclica Pascendi: su horizonte, sus riquezas, sus carencias, dedicado a presentar a grandes rasgos la famosa carta encíclica de 1907 del papa san Pío X, procuré demostrar la tesis de que el Concilio Vaticano II ha respondido a esas instancias a las cuales lamentablemente no respondió la encíclica Pascendi, sin por ello negar la condena de los errores modernistas.
----------Continuando con la exposición del modernismo que inicié en ese artículo, ahora comenzaremos a desarrollar lo que constituye el núcleo central de la Pascendi, vale decir, la gnoseología del modernismo, que el texto pontificio expone con aguda precisión y profundidad.
----------Antes de iniciar la exposición, adelanto que sufrimos una pequeña pero molesta dificultad didáctica al tratar de comentar la encíclica Pascendi Dominici Gregis, porque lamentablemente los textos brindados en varios idiomas en el website oficial de la Santa Sede tienen una presentación algo caótica. La versión en español (que es a la que he enlazado) tiene una enumeración de párrafos demasiado extensos, lo cual dificulta la identificación de los pasajes o citas; mientras que la versión en italiano, al igual que la versión oficial en latín, no cuentan en absoluto con ninguna enumeración y, por ende, no sirven para fines didácticos.
----------La mejor versión didáctica que he encontrado para exponer y comentar detalladamente la encíclica Pascendi, es la edición del texto italiano publicado por las Ediciones Paulinas, de 1959, perteneciente a la colección "Il Pastore che ci guida", cuaderno n. 53, que divide el texto en 110 números, lo cual facilita mucho las cosas a la hora de citar pasajes. Pero es obvio que no puedo citar aquí esos números, pues difícilmente los lectores de este blog cuenten con ese cuaderno. De modo que no tenemos más remedio que citar la versión en español del website de la Santa Sede, que cuenta con 56 extensos números.
   
Los principios modernistas
   
1. La gnoseología modernista
   
----------Convicción común a todos los modernistas es que el conocimiento humano no consiste esencialmente en el uso del intelecto, que concibe una esencia universal inmutable abstraída del dato empírico concreto material, para pasar luego, a través del razonamiento, al descubrimiento por analogía de la realidad espiritual, es decir, la autoconciencia, los valores morales y religiosos y la existencia de Dios.
----------Por el contrario, la teoría del conocimiento o gnoseología del modernismo, considera que el conocimiento conceptual o "categorial" o "temático", limitado al simple ámbito de los fenómenos físicos (n.4), es nada más que la derivación y degradación de una originaria conciencia o experiencia de la realidad global, deviniente, presente en la autoconsciencia, y decidida por la misma autoconsciencia, en cuanto la verdad del conocer no sería garantizada por el simple uso del intelecto, sino que el intelecto tendría necesidad de ser determinado por esa originaria autoconciencia, llamada "subconsciente" (n.5) o bien "preconsciente" atemático, autoconsciencia determinada conjuntamente por un factor dinámico, la voluntad o la emoción, la voluntad inconsciente de Schopenhauer, o bien, como dice Blondel, la "voluntad volitiva" o, para usar la expresión de Bergson, el "impulso vital". Mientras que para Nietzsche se trata de la "voluntad de poder".
----------Según la arrogante gnoseología de los modernistas, el hombre común y simple, el hombre de la calle como se dice, habituado a la conceptualización, no tiene consciencia del subconsciente, pero puede tomar conciencia de él precisamente en la escuela de los modernistas.
----------Para los modernistas, el desarrollo tanto del saber humano como de fe no provendría de un contacto con la realidad externa, sino de la explicitación conceptual de esta autoconsciencia originaria; emergería de la oscuridad de este inconsciente abisal inefable, atemático y a priori.
----------El conocer, por consiguiente, no consistiría en el aprender progresivamente, mediante el trámite de los sentidos, la esencia de un real externo precedentemente ignorado, sino en la progresiva toma de consciencia, determinada por la voluntad, y expresada en los conceptos empíricos, de una originaria global experiencia o intuición o sentimiento del absoluto, que en sí es conceptualmente incognoscible.
----------En la gnoseología modernista el concepto no es una representación mental fiel de la esencia de lo real, sino que aún cuando es una noción universal, necesaria e inmutable, como en la visión kantiana, no es más que un contenido mental subjetivo, que deja ignorada la esencia de la cosa en sí.
----------Pero el modernismo se lanza más allá del subjetivismo kantiano y llega a negar la universalidad y la inmutabilidad del concepto. Kant mantiene la función de la razón, pero el modernista la sustituye por la imaginación y por el sentimiento. Siguiendo la gnoseología historicista de Wilhelm Dilthey o de von Harnack o la empirista y evolutiva de Spencer, James y Stuart Mill, de origen occamista, el modernismo llega a interpretar el concepto como una simple imagen simbólica o convencional de la realidad o un contingente modelo interpretativo de la experiencia atemática del Misterio, una especie de señal o cartel indicador o incluso un simple término lingüístico. Esta concepción está hoy renacida en la gnoseología de Edward Schillebeeckx.
----------Una cosa que se nota claramente en la filosofía modernista del conocimiento, junto al desprecio por el valor cognoscitivo del concepto, es la desconfianza en el uso de la lógica y en el poder que la razón tiene de ofrecer en el campo filosófico demostraciones convincentes e indiscutibles. El modernismo no cree en el valor probatorio de la inducción y de la deducción en campo filosófico y metafísico. No se llega a aplicar el principio de identidad, causalidad y de finalidad en campo metafísico y teológico.
----------Si los modernistas razonan, son sofistas que, si no eres atento y siempre vigilante, te llevan por las narices a aceptar tesis, que saben "demostrarte", no ya con rigor de lógica apoyándose en principios racionales y métodos legítimos de la razón, sino en teorías o fantasías chispeantes, pero lógicamente infundadas, que sin embargo estimulan el vicio o la pasión o la soberbia o la vanidad mundana. Prestemos atención a un hecho que formularé con más detalle algo más adelante: cuanto acabo de decir, se puede aplicar a discursos incluso de quienes a nivel de superficie asumen posturas de apariencia tradicional o conservadora, pero que, en su gnoseología de fondo, tienen este mismo perfil o estructura modernista.
----------El modernismo surge de una conjunción del sensismo y del voluntarismo nominalista de Ockham con el idealismo cartesiano, y el que hace de mediador de esta conjunción es Lutero con su teología inmanentista. Por lo demás, la primera certeza cartesiana "yo soy", no es efecto de una adecuación del intelecto a lo real externo experimentado y conceptualizado, sino que es fruto de una mera decisión de la voluntad, porque si Descartes hubiera querido verdaderamente adecuarse a lo real, habría reconocido, como reconocía el realismo, que la verdad y la certeza de nuestro conocer parten y se fundan sobre la verdad sensible, por la cual sólo podemos llegar por causalidad, por abstracción y por analogía a la certeza de nuestro pensar y de nuestro ser, y desde aquí luego elevarnos a Dios. Pero para Descartes la verdad no se funda en la necesidad lógica de la razón, sino en la voluntad, en el libre querer que se quiere a sí mismo.
----------La tendencia a constituir la voluntad como factor formal determinante y originario del saber, como si el intelecto no fuera suficiente para captar por sí lo verdadero, se nota también en el intento que hizo el padre Joseph Maréchal en la década de 1920, de interpretar la gnoseología tomista a la luz de la gnoseología kantiana bajo el signo de la razón práctica, para la cual el intelecto es entendido sobre el modelo del querer como tensión dinámica al fin, con la consecuencia de que lo verdadero ya no es visto a la luz del ser, sino del bien (véase su libro: Le point de départ de la métaphysique, Louvain-Paris 1926). No es lo real lo que empuja al intelecto a conocer, sino que es el intelecto sediento de lo real, que lo alcanza movido por la voluntad. Algo similar había intentado Pierre Rousselot, en su libro L'intellectualisme de Saint Thomas (París, 1908).
   
2. El origen cartesiano de la gnoseología modernista

----------Ese es el modo como, en suma, Descartes ha trastocado todo el orden y la estructura del conocer: ha puesto el conocimiento reflejo antes del conocimiento directo, ha hecho depender la verdad no del intelecto sino de la voluntad, el inconsciente sensible del consciente racional, el consciente temático del inconsciente atemático, reduciendo el intelecto a la imaginación y la voluntad a la pasión.
----------Descartes ha hecho preceder el conocimiento de Dios al conocimiento de las cosas, induciendo de este modo a la confusión entre el saber humano y la ciencia divina, y conduciendo en definitiva al gnosticismo y al panteísmo (n.40). Descartes ha querido demostrar lo evidente (lo sensible) y dar por descontado lo que tiene necesidad de ser demostrado (la autoconciencia).
----------En las consecuencias del cogito cartesiano, el ser real se identifica con el ser ideal, el ser con el ser pensado, el ser con el aparecer, con el devenir y con el querer, el quod est coincide con el quod videtur, lo objetivo es sustituido por lo subjetivo, lo temático por lo atemático, el ser ya no es externo al pensamiento, sino inmanente al pensamiento, y por tanto el ser no trasciende al pensamiento, sino que el pensamiento es intrascendible, no la conciencia ordenada al ser, sino el ser para la conciencia, no ya Dios en sí, sino Dios para-mí. De ahora en adelante es permitido servir a dos señores: al yo y a Dios.
----------Gracias a Descartes, la contradicción sustituye a la no-contradicción. No ya el aut-aut, sino sólo el et-et. No solo sí, sino el sí y el no. No ya la causa que causa el efecto, sino la causa que se causa a sí misma. No ya el actuar por un fin, sino el actuar como fin en sí mismo.
----------La característica de la mentalidad y de los intereses del modernismo a nivel práctico es evidentemente consecuencia de su gnoseología irracionalista, evolucionista, soñadora, pragmática y concretista. Aparece con el modernismo un interés acentuado por lo efímero, por el instante que pasa, por lo fluente, por lo que es ahora y ya no será más. Expresa bien este sentimiento nuestro ya bien conocido Luigino Bruni (al que tantas veces hemos comentado en este blog) en un artículo aparecido en el diario Avvenire de hace algún tiempo, cuando él muestra admiración por la vida efímera de la mariposa, "que dura un día".
----------Pues bien, el modernista acusa al pensamiento abstracto y metafísico de estar fuera de la realidad. Pero el hecho es que si existe una mente que está verdaderamente fuera de la realidad, es precisamente la mente del modernista, quien, absorto en las cosas terrenas, ignora las celestiales, absorto en su yo, ignora a los otros que no le sirven, inmerso en la placeres de la carne, desprecia los superiores goces del espíritu, fascinado por el presente corruptible, desprecia la incorruptibilidad de la futura vida eterna.
----------Ciertamente es sorprendente este estado de ánimo en autores que se dicen católicos, cuando es notoria desde siempre la importancia que el catolicismo auténtico da a los valores que son ciertos, estables, universales e inmutables, a la vida eterna, al primado del cielo sobre la tierra, a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, que no pasan. Sin embargo, también ha sucedido esto: una terrible traición a la fe con el pretexto de exaltar la "vida" y el aspecto fáctico, histórico, narrativo y concreto del cristianismo.
   
3. El eternismo severiniano como respuesta al panteísmo historicista
   
----------Con lo que llevamos dicho, debe estar ya claro que el modernista prefiere construir sobre la arena antes que sobre la roca; gusta de ser un junco batido por el viento y no aspira a ser el roble que resiste todas las tormentas. Le interesa el hoy, el aquí y el ahora. El mañana lo reduce al hoy. El pasado lo instrumentaliza en el presente. ¿Pero por qué? Simplemente porque no cree en la existencia de la roca, del roble y del mañana. Dios, para él, sólo está aquí y ahora. El resto no le interesa. No existe.
----------Ahora bien, para procurar combatir el relativismo, subjetivismo, historicismo, concretismo y evolucionismo modernista, ha ocurrido que algunos cristianos han sido tentados por una filosofía contemporánea que parece dar primacía a lo Eterno y a lo Necesario. Se trata de la filosofía del italiano Emanuele Severino [1929-2020], un pensador no tan conocido en nuestras latitudes, en las que la corriente modernista, rahneriana o liberacionista, ha hecho estragos, pero con perfiles distintos, en general de vago buenismo neo-marcionita.
----------Aparentemente, la referencia a lo Eterno y a lo Necesario, hecha por Severino en el clima del actual extendido modernismo, parecería un remedio que viene a combatir lo efímero y lo fatuo del modernismo. Pero en realidad no es así. A la tesis severiniana de que el devenir no existe no le cree nadie, y Severino el primero. Es solo una boutade para atraer la atención de los aspirantes a genios.
----------El modo como Severino resuelve en definitiva el devenir, considerado como el aparecer y el desaparecer de lo Eterno y de lo Necesario, así como lo resuelve en la "sucesión cíclica de los eternos", es sólo un mísero expediente, cuyo resultado final no es otro que la consideración del "esto aquí" como aparición del Ser, ejemplificado en su frase célebre "esta lámpara es el Ser en esta lámpara".
----------Pero entonces, si así fueran las cosas, ¿adónde va a terminar su oposición al efimerismo modernista, si no hay diferencia entre lo efímero y el Ser? En efecto, el aparecer no es otra cosa que lo que aparece, pero es el manifestarse de lo aparente a aquel al cual se le aparece lo aparente. Al menos, a diferencia de Severino, los modernistas tienen el pudor de no mencionar el Ser.
----------Por el momento pongo punto y aparte. Pero pronto seguiremos con el análisis de la Pascendi.

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