sábado, 12 de marzo de 2022

La fraternidad, ancla de salvación para la humanidad (1/3)

En días como los que vivimos, son más que nunca actuales las insistentes enseñanzas del papa Francisco acerca de la fraternidad, ofrecidas durante todo su pontificado. Sin embargo, no faltan quienes, engañados por "el padre de la mentira", todavía no logran entenderlas como corresponde. 

En el corazón del cristianismo
   
----------El papa Francisco, en su reciente videomensaje para el II Día Internacional de la Fraternidad Humana, del pasado 24 de febrero, concluyó diciendo: "El camino de la fraternidad es largo, difícil, pero es ancla de salvación para la humanidad. A las muchas señales de amenaza, a los tiempos oscuros, a la lógica del conflicto opongamos el signo de la fraternidad que, acogiendo al otro y respetando su identidad, lo impulsa a recorrer un camino común. No iguales, no; hermanos, pero cada uno con la propia personalidad, con la propia singularidad. Gracias a todos los que trabajan con la convicción de que se puede vivir en paz y armonía, conscientes de la necesidad de un mundo más fraterno porque todos somos criaturas de Dios, hermanos y hermanas. Gracias a los que se unirán a nuestro camino de fraternidad. Animo a todos a comprometerse con la causa de la paz y responder a los problemas y a las necesidades concretas de los últimos, de los pobres, de los indefensos. La propuesta es la de caminar el uno al lado del otro, “hermanos todos”, para ser concretamente constructores de paz y de justicia, en la armonía de las diferencias y en el respeto de la identidad de cada uno. Hermanas y hermanos, vayamos adelante juntos por este camino de la fraternidad".
----------He ido comentando en este mi blog, y en repetidas ocasiones, el tema de la fraternidad y las diversas iniciativas pastorales que ha tomado el Santo Padre para hacer comprender en sus viajes apostólicos y en sus numerosos encuentros con líderes nacionales e internacionales, la necesidad de que recuperemos en nuestro tiempo un firme sentido de la fraternidad como valor humano no negociable. La encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social, del 3 de octubre de 2020, es un jalón destacado en estas enseñanzas pontificias, y he procurado ya comentarla en detalle, indicando tanto sus grandes valores y riquezas dogmáticas, como los que a mi parecer son los puntos que necesitarían un mayor esclarecimiento.
----------El mencionado videomensaje para el II Día Internacional de la Fraternidad Humana, es nueva ocasión que se nos brinda para profundizar en el tema, y lo haré mediante un puñado de notas elaboradas también a partir de uno de los artículos del italiano Luigino Bruni publicados en el diario Avvenire
----------Los lectores que me han seguido en meses recientes, recordarán mis comentarios sobre los artículos de Bruni. En ellos, hasta sus publicaciones de agosto del 2020, pudimos constatar, con profundo pesar y casi con incredulidad, un trabajo por etapas que Bruni ha llevado a cabo para demoler uno por uno los valores del cristianismo, hasta el punto de llegar a negar incluso la existencia de la eterna futura bienaventuranza celestial enseñada por la fe cristiana, para cubrirse de las vestes de la mariposa (según sus propias palabras), "que vive por un día" o para cerrarse en el horizonte terreno del trabajo cotidiano.
----------Pero luego hemos comprobado cómo, imprevistamente, fue apareciendo (en los últimos tres o cuatro artículos que de Bruni hemos comentado) lo que podemos calificar como una vigorosa remontada espiritual, que ofrece mucho consuelo acerca tanto del poder del libre albedrió humano para comprender errores y corregirse de ellos, como de la fuerza de la gracia divina que sale en ayuda de quienes buscan sinceramente la verdad. Y complace ver cómo Bruni ya dejaba de hacer el papel de la efímera mariposa de un día de corta mirada, sino que se convertía paulatinamente en un águila robusta de mirada aguda y alto vuelo.
----------En el artículo que al que hoy nos referiremos, publicado en Avvenire el 26 de septiembre de 2020, Bruni nos habla del bellísimo valor de la fraternidad, tanto humana como cristiana, en un pequeño y jugoso ensayo, que hubiéramos deseado más extenso, pero sabemos bien cuáles son las inexorables exigencias de espacio de los periódicos. El título es Como perfume y rocío: se trata de un comentario al hermosísimo Salmo 133, que suscita también en mí un eco de infinita e inexpresable dulzura, de recuerdos, afectos, deseos, emoción, sinceridad, confianza, comunión, ternura, nostalgia, melancolías, y esperanzas. Un eco del paraíso. Ese Salmo describe cómo seremos cuando estemos en el Paraíso del Cielo.
----------Ante todo hay que destacar que Bruni distingue bien tres conceptos: fraternidad de sangre, fraternidad humana universal y fraternidad cristiana. La primera forma de fraternidad es la de los hermanos que "cuando crecen dejan la casa común y se van a su nuevo hogar". "Y sin embargo, no obstante toda esta belleza, la Biblia nos presenta la fraternidad natural como algo ambivalente y en general problemático". Y da el ejemplo de Caín que asesina a Abel. "Jacob y Esaú pelean, combaten y se separan", etc.
----------Bruni comienza su artículo, como es su costumbre, comentando un Salmo: "Podemos muy bien imaginar que el bellísimo Salmo 133 haya sido compuesto o al menos cantado, por una madre. En un día de fiesta, tal vez en la noche de Pésaj, una mujer miró a sus hijos sentados en torno a la mesa, y en lo íntimo de su corazón le ha nacido esta plegaria, una de las más bellas: '¡Mirad cuán bueno y cuán dulce es que los hermanos vivan juntos!'... Quizá para decirnos que cuando los hermanos y las hermanas 'se sientan juntos' la familia vuelve a pasear por el jardín del Edén, retorna a la primitiva inocencia y a la pureza, la muerte es vencida, comemos del fruto del árbol de la vida y vivimos en una eterna juventud".
----------Es verdaderamente hermoso el elogio que Bruni hace de la fraternidad (la fraternidad de sangre) tal como es enseñada por la Sagrada Escritura: "A los profetas y a los hermanos, a las hermanas, no se les da lo superfluo, sino que se les da lo necesario. A ellos no se les priva del último pan: el pan cotidiano es don del Padre, pero casi siempre nos llega a través de la mano de un hermano, de una hermana. Cuando de grandes dejamos la casa común y un hermano llega a nuestra nueva casa a visitarnos, debe ser honrado como la Biblia honra al huésped. Y aunque venga a visitarnos a menudo, el día de la visita del hermano es el día del mantel más bello, de una flor nueva. El tiempo se detiene y se toca la eternidad. Las horas pasadas con los hermanos son más largas, la fraternidad nos alarga la vida. Cada huesped trae una bendición, pero la bendición que trae el hermano y la hermana, honrados como ángeles, traen una bendición infinita".
----------La Biblia, observa Bruni, apunta a una fraternidad superior a la de la sangre, a una fraternidad humana universal y más aún a la fraternidad cristiana en el Espíritu Santo: "quizás para decirnos que la fraternidad de la sangre, por grande y a menudo maravillosa que sea, no es suficiente para comprender el humanismo bíblico, el nuevo pueblo, la alianza, la nueva y diferente fraternidad universal bíblica y luego cristiana. Y así, para indicarnos su nueva fraternidad desligada de la sangre, la Biblia no se contenta con elogiar la fraternidad natural y destaca su insuficiencia. También nosotros sabemos que la primera fraternidad natural no es pleno humanismo si no florece en una segunda fraternidad. No se sigue siendo hermanos y hermanas para toda la vida, si en cierto punto ese lazo de sangre, ya grande y bello, no se vuelve grandísimo y bellísimo floreciendo en agape... La fraternidad es aurora, es rocío; pero ese sol no conserva toda la luz del alba al mediodía si la sangre no deviene espíritu y si no renacemos en este espíritu. Pero la Biblia también nos ha querido regalar el Salmo 133 con sus espléndidas palabras, porque a la vez que nos recuerda que la fraternidad se cumple muriendo en la carne y resucitando en el espíritu, aquellos hermanos y hermanas que se sientan juntos están entre las cosas más bellas bajo el sol: 'Allí el Señor da la bendición y la vida para siempre' (Sal 133,3)".
----------Bruni pasa luego a comentar la doble metáfora a la que el Salmista recurre para resaltar la belleza de la vida fraterna: el óleo perfumado que cae sobre la barba de Aarón y el rocío que desciende sobre los montes de Sion: "El óleo era signo de la consagración del sacerdote (Aarón), pero también del rey, del profeta, y es el gesto que da la bienvenida al huésped, al que se le honra ungiendo con aceite perfumado su cuerpo cansado por el viaje. Un aceite que sobreabunda, que corre desde la cabeza hasta cubrir el rostro, la barba, y luego desciende por la túnica". Es la primera metáfora, bien explicada por Bruni.
----------"La segunda imagen es la del rocío, palabra muy querida por la Biblia. El rocío del monte más alto, que mitiga las largas sequías. Es siempre sorprendente encontrar al despertar, en nuestros tórridos veranos, la hierba mojada por el rocío, don de un frescor diferente cuando no hay agua. El rocío es una gran imagen de gratuidad, de un don que está ahí para nosotros, para todos. Como el rocío, la fraternidad, para iluminar el campo de nuestra vida, tiene necesidad de una noche serena y sin viento. Como el rocío, la fraternidad es esa frescura regalada que acompaña la aridez de la vida, que llega sin mirar nuestras virtudes y nuestros méritos".
----------En las citas a latere no ya para visionarios, cabalistas o herejes luteranos, esta vez Bruni nos ofrece una sabrosa cita de san Agustín, que merece ser reportada en su totalidad: "El máximo refrigerio y alivio me venía de las comodidades de los amigos… Las charlas, las risas en compañía, el intercambio de afectuosas cortesías, los disensos ocasionales, sin rencor, como de cada hombre consigo mismo, y los más frecuentes consensos, sazonados por los mismos rarísimos disensos; el ser cada uno del otro a veces maestro a veces discípulo, la nostalgia impaciente de quien está lejos, la acogida festiva para quien retorna".
   
Relación entre fraternidad y amistad
   
----------Con la cita recién indicada, Bruni insinúa oportuna y apropiadamente la relación en el cristianismo entre fraternidad y amistad. Se trata de dos valores naturales, exaltados y cultivados también por los filósofos paganos, pero que en el cristianismo asumen un valor altísimo, porque, puestos esos valores naturales en relación con el amor de Dios, se presentan no ya sólo como efecto de la voluntad humana, sino también y sobre todo como dones salvíficos de Dios. Ser amigos y hermanos los unos de los otros no es sólo meritorio, sino también y sobre todo don gratuito de la gracia divina.
----------La amistad es un afecto recíproco, que está por encima del afecto natural que se debe a cada uno de nuestros semejantes, varones y mujeres, en tanto partícipes como nosotros de la misma especie humana. La amistad supone además una afinidad recíproca y una comunidad de intereses superiores a aquellas que nacen o se fundan sobre el simple hecho del común ser hombres. Pues bien, la amistad implica el deber entre los amigos, de cultivar su amistad y de respetar sus específicos deberes.
----------Una forma de amistad particularmente íntima, alta perfección de la persona, generadora de la vida humana, es la amistad conyugal entre hombre y mujer, que en el plan divino originario, expresa un amor tan íntimo y perfecto, que los dos, uniéndose, "no son ya dos, sino una sola carne" (Gén 2,24). Y esta unión conyugal está destinada a florecer, más allá de toda imaginación, en la resurrección futura, en la cual permanecerá el amor conyugal, pero habrá cesado la función procreadora del matrimonio.
----------Habiendo dicho eso, por consiguiente, es fácil deducir que existen deberes de amistad, precisamente fundados sobre ella, deberes que no existen hacia aquellos con los cuales no estamos ligados por esta relación de amistad. Por eso no podemos ser amigos de aquellos con los cuales no tenemos esa afinidad natural, don de Dios, de la cual llegamos al conocimiento contactando a ciertas personas, en las cuales Dios precisamente ha puesto esa especial afinidad que está en la base de la amistad.
----------El verdadero amigo, por consiguiente, no es tanto objeto de una elección personal que hacemos libremente cada uno de nosotros, sino que es ante todo un don de Dios, es una "sorpresa de Dios", diría el papa Francisco, lo cual no excluye en absoluto mi elección de ser el amigo de alguien; pero a fin de que esta elección sea sabia y fructífera, es necesario que yo acepte voluntariamente el don que Dios me ofrece. Se trata, para usar palabras de Bruni en otros artículos, de aceptar un don recibido sin mérito.
----------La amistad, por consiguiente, es un valor que nos introduce a una mutua comprensión, a un tipo de amor, a una comunión, a un vínculo, a una concordia, a una colaboración y a un afecto recíproco, más estrechos, más intensos y más íntimos, que aquellos que son posibles con aquellas personas con las cuales Dios no ha puesto la antes mencionada afinidad recíproca. Por eso, traicionar una amistad es pecado más grave que romper un vínculo de común u ordinaria convivencia humana. Y en este punto es necesario recordar que el vínculo de la amistad, cuando es auténtico, está fundado en una vocación divina.
----------En tal sentido, es indudable que la amistad es un amor de predilección. Desde este punto de vista, así como los hermanos carnales tienen el deber de amarse entre sí más de lo que aman a los extraños a la familia, así los fieles cristianos tienen el deber de amar a los hermanos en la fe más que a los miembros de otras religiones, o que a los no creyentes, o a los cismáticos o a los herejes (Gál 6,10).
----------Jesús mismo en el colegio de los apóstoles prefirió a Juan, a quien el Evangelio llama repetidamente "el discípulo a quien Jesús amaba" (Jn 13,23s; 19,26; 21,7.20). Y en efecto el Evangelio de Juan muestra que entre todos los evangelistas Juan es el que más ha penetrado en el Misterio de Cristo, tanto que los orientales lo llaman Juan "el Teólogo". Su elevada mirada está simbolizada por la mirada del águila.
----------Esto, indudablemente, no impidió que Jesús encomendara a Pedro la tarea de confirmar a sus hermanos en la fe, de usar las llaves del reino de los cielos y de apacentar su rebaño, después de haber verificado que Pedro lo amaba más que a los demás apóstoles. Pero sigue siendo verdad que mientras Pedro ha sido el que ha amado más al Señor, Juan ha sido aquel al que Cristo ha amado más.
----------Y naturalmente vale más el amor que Dios tiene hacia nosotros que el amor que nosotros tenemos por Él. Sin embargo, aunque Juan haya sido objeto de este amor de predilección, aún así fue ejemplar en la sumisión a Pedro precisamente como Vicario de Cristo y Cabeza del colegio apostólico. La relación de Juan con Pedro es paradigmática para hacernos comprender cuál debe ser el criterio para discernir y practicar el verdadero amor místico. Esos supuestos místicos y carismáticos, que tanto en siglos pasados como en la actualidad alardean de modo soberbio y pedante de un contacto directo e individual con la Escritura y con la Tradición sin la mediación del Magisterio de Pedro, y que pretenden desafiar a Pedro en nombre de una jactanciosa inspiración del Espíritu Santo, no están en absoluto inspirados por el Espíritu Santo, sino por el demonio.

2 comentarios:

  1. Filemón:
    No veo la utilidad de que usted se esfuerce por sacar agua de la piedra de los artículos de ese tal Luigino Bruni. ¿Qué utilidad le encuentra?
    ¿No sería mejor hablar de otras cosas, o bien referirse a otros? ¿Por qué motivo hablar una y otra vez sobre los artículos de Bruni?

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    1. Estimado Carlos,
      el ver la utilidad o no de referirse a tal o cual publicista en nuestros días es cosa del todo opinable. Lo que puede ser visto como útil por unos, puede no ser visto útil por otros.
      Sin embargo, no faltan criterios para discernir lo bueno y lo malo de los actuales publicistas católicos, subrayar sus verdades y corregir sus errores. En mi caso, suelo utilizar varios criterios. Le menciono dos de ellos:
      1) En nuestros días, a la hora de señalar verdades y errores de publicistas católicos, hay que dedicarse más a los modernistas que a los pasadistas, porque los errores de los primeros están más extendidos en el pueblo católico, y son más difíciles de identificar y refutar. Los errores de los pasadistas están menos extendidos, son más burdos, y de mucho más fácil refutación.
      Notará usted que en mi blog trato los errores modernistas en mucho mayor proporción que los pasadistas.
      2) Hay que elegir a los publicistas que mayor masa de seguidores tienen, pues el bien o el mal que hacen se extiende más que en otros casos de publicistas menores o simples blogueros. No es lo mismo individuar los errores de un Cardenal en la Iglesia que los errores de un Obispo de una pequeña diócesis en sudamérica, por ejemplo. No es lo mismo denunciar un error en la enseñanza de un catedrático en la Gregoriana que un simple profesor del seminario de Mendoza.
      En el caso de particular de Luigino Bruni, es un muy conocido economista que ha incursionado en el ámbito teológico, sirviéndose de su fama como economista católico. Es colaborador en el Vaticano, y también es conocido asesor económico en varios países, incluído Argentina.

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