jueves, 31 de marzo de 2022

Los "vaticanistas" y sus "profundizaciones"

El actual periodismo católico sufre a veces lo que Leonardo Castellani llamaba "pecados de morbo periodístico". Hoy trataré de explicar uno de ellos, no fácilmente advertible. Tiene que ver con un término que se escucha repetir en nuestros días, particularmente en los llamados "vaticanistas", inefables especímenes...

----------El padre Leonardo Castellani [1899-1981] era un tipo raro, y entre otros aspectos, psicológicamente raro: en muchos de sus escritos es difícil entender su propósito, su razonable intención, y esto ocurre sobre todo en sus artículos periodísticos. Supo señalar con agudeza los usuales pecados del periodista, pero no vaciló en reconocer esos pecados en sus propios escritos, sin negarse, a pesar de ello, a que se los vuelvan a publicar, como cuando decidió dar a luz la colección Decíamos ayer, advirtiendo que: "pecan algunos de estos artículos de morbo periodístico: de 'efemeridad', como llaman en latín al periodismo: alabanzas demasiadas a los amigos, ataques vehementes a los enemigos; o dígase mejor, a los adversarios ideológicos verdaderos o reputados...". En mi opinión, los artículos del ex jesuita argentino manifiestan con frecuencia diversas clases de "pecados": la ambigüedad confusionaria, la provocación difícil de justificar, la individuación condenatoria de particulares, la retórica épica carente de grises y matices, podrían ser algunos de ellos.
----------El actual periodismo católico tiene frecuentemente esos y otros pecados. Quisiera hoy tratar de explicar uno de ellos, no fácilmente advertible. Tiene que ver con un término que se escucha repetir en nuestros días, particularmente en los llamados "vaticanistas", esos inefables especímenes que trabajan como corresponsales de La Nación o de Clarín en el Vaticano, siguiendo el devenir de los sucesos en la Santa Sede, o que hallamos en los abundantes portales y blogs de internet que se dedican a seguir cual si fueran comadres de barrio en la verdulería o en la carnicería lo que sucede tras los visillos de los cristales vaticanos.
----------El caso es que los "vaticanistas" de hoy, quizás como velada confesión del morbo de su profesión, reconocimiento de la vulgaridad en la que suelen caer en su oficio, y subconsciente aspiración de hacer algo más útil y valioso que sus chismorreos, parecen manifestar un secreto deseo: el de una necesaria y adecuada "profundización" de la doctrina. Parecen querer explicarlo todo con "profundizaciones".
----------Me explico con un ejemplo, tomado de artículos escritos hace unos seis o siete años atrás por Gianni Gennari [n.1940], en Corriere della Sera, a propósito de lo que se esperaba fuera la "marcha atrás" (en palabras de Gennari) del Magisterio de la Iglesia sobre los métodos naturales: grandes cambios, pero que serían sólo "profundizaciones" de la doctrina de la Humanae vitae. Por analogía, este esquema interpretativo viene aplicado a la cuestión "sinodal" que se ventilaba por aquellos mismos años, la de la comunión para los divorciados que se han casado civilmente. Y agrego otro ejemplo: la misma tesis de Gennari fue defendida también por Andrea Tornielli [n.1964] desde las páginas de La Stampa, quien desde hacía mucho tiempo ya venía hablando de "profundizaciones" en referencia a la nueva doctrina conciliar sobre la libertad religiosa. Todo ello, por supuesto, antes de convertirse Tornielli en 2018 en director editorial del Dicasterio de la Comunicación.
----------Viendo el recurso que hacen de esta etiqueta los "vaticanistas" y los medios de comunicación en general, aplicando el término "profundización" por ejemplo en estos últimos años a los proyectos de reforma de la doctrina sobre los sacramentos (el Matrimonio, la Penitencia y la Eucaristía), me he dado cuenta una vez más de lo deseable que sería que los periodistas se limitaran a informar sobre la actualidad de los acontecimientos eclesiales sin seguir confundiendo las ideas de los católicos con sus interpretaciones sociopolíticas.
----------Cualquier etiqueta que se le ponga a los hechos de la Iglesia, aunque parezca periodísticamente eficaz, no ayuda en absoluto para entender de qué se trata. La etiqueta es una pretensión de interpretación fácil y rápida, "prêt-à-porter", pero el efecto sobre la opinión pública es negativo, no sólo por la inevitable superficialidad de este tipo de interpretación sino también y sobre todo por el mensaje que indirectamente vehiculiza. La "profundización", etiqueta de la cual he partido, no es una excepción a la regla: el mensaje que con ella viene vehiculizado es que la Iglesia Católica, bajo el pontificado del papa Francisco, procede rápidamente hacia un cambio sustancial de su doctrina moral, y en consecuencia procede ineludiblemente hacia un cambio radical en su praxis pastoral, con el aplauso de todos, creyentes y no-creyentes.
----------Aquellas que son etiquetadas hoy por algunos vaticanistas como profundizaciones son, por tanto, en las intenciones de quienes las patrocinan y motorizan, cambios sustanciales de la doctrina enseñada hasta ahora por el Magisterio de la Iglesia, y por tanto deberían ser etiquetadas más bien como ruptura con el Magisterio, el cual, como bien sabemos, es para el católico el único mediador gnoseológico posible para acceder a la divina Revelación en sus dos sagradas fuentes, Escritura y Tradición.
----------En efecto, en los proyectos de los cuales son portavoces estos periodistas, se trata de "pequeños pasos" (como suelen decir) en la dirección de una normativa que llevaría a revolucionar la estructura misma de la disciplina eclesiástica, a tal punto que -si efectivamente fueran adoptadas por la autoridad eclesiástica- comportarían una reforma radical de la doctrina: pero no en el sentido indicado por Benedicto XVI ("reforma en la continuidad del mismo sujeto Iglesia") sino en el sentido que el papa Ratzinger consideraba inaceptable, es decir, una verdadera y propia "ruptura" con la Tradición viva, es decir, con la doctrina del Magisterio, desde el Concilio de Trento al Concilio Vaticano II, o, para hacer referencia en concreto a la doctrina sobre el matrimonio y la familia, desde la encíclica Casti connubii de Pío XI a la exhortación apostólica Familiaris consortio del papa san Juan Pablo II y la exhortación apostólica Amoris laetitia del actual Romano Pontífice.
----------Ciertamente, antes de la publicación de la exhortación Amoris laetitia (para mantenernos en el mismo tema) se escucharon en su momento, con ocasión de la primera fase del Sínodo de los Obispos sobre la familia, no pocos teólogos y altos prelados auspiciar la superación (es decir, la abolición) de las enseñanzas del papa san Paulo VI (Humanae vitae) y del papa san Juan Pablo II (Familaris consortio), y luego fueron escuchados, en la misma ocasión, a otros teólogos y otros prelados que hicieron notar oportunamente que estos cambios están en contradicción, no con meros detalles sin importancia, sino con el significado esencial, profundo, del mensaje transmitido por el Magisterio de la Iglesia en los mencionados documentos pontificios.
----------Quien indaga en profundidad, con la razón teológica, para descubrir ese mensaje en su esencia de verdad revelada, se da cuenta de que una propuesta que resulta en neta contradicción con ese mensaje no es más que su negación, y de ninguna manera su profundización. En suma, una revolución, una ruptura, no ciertamente uno de los tantos modos con los cuales puede progresar y de hecho progresa la Iglesia en la comprensión de la verdad revelada, según la fórmula, teológicamente perfecta de una "evolución homogénea del dogma". "Homogénea" es esa evolución que lleva a una doctrina que entra en el mismo "género", es decir, no propone una doctrina de otro género, sino la misma doctrina enriquecida con modificaciones accidentales, con aplicaciones pastorales. En suma, una ruptura no puede ser llamada "profundización".
----------Ahora bien, el término "profundización" es usado por los "vaticanistas", en su proverbial sometimiento psicológico al lenguaje que, en cada época, de tiempo en tiempo, es el que impera en la cultura de masas, porque es el término que se usa para los comentarios y los debates al margen de una noticia. Si se separan los hechos de las opiniones, las opiniones son la "profundización". La cual se llama así porque promete profundizar el significado de una situación de actualidad o de un hecho del que se da la noticia o la crónica, sin que por ello se tenga la intención de anular el hecho. Ninguna "profundización" respecto a la "mafia política" que ha conducido a la muerte de un importante fiscal de la nación, termina por negar la investigación por parte del poder judicial y, en consecuencia, que se haya producido un hecho escandaloso y de graves repercusiones políticas. El hecho sigue estando allí, se haya o no "profundizado" acerca de él.
----------Por consiguiente, profundizar quiere decir ir en profundidad, y al ir en profundidad se encuentra el "núcleo alético" de un acontecimiento o de una teoría, que es aquello que, en el curso del análisis, queda tal y cual es en realidad. Y explico lo de "nucleo alético", que es una expresión que era muy grata a monseñor Antonio Livi [1938-2020], gran teólogo romano: núcleo de verdad, pues "alético", del griego ἀλήθεια, alétheia, se aplica a los enunciados de la lógica considerados como funciones de verdad.
----------Si, por el contrario, ese "nucleo alético" cambia, ya no podemos hablar de "profundización": se debe hablar de "revolución científica", como solía decir Thomas Kuhn [1922-1996]. Aplicando este criterio epistémico a las discusiones que actualmente tienen lugar en el ámbito eclesial, no se puede etiquetar como "profundización" la propuesta de una reforma sustancial, que complace a quienes patrocinan el advenimiento de la llamada nueva "Iglesia universal" de carácter falsamente "ecuménico" y falsamente "humanista" donde, por ejemplo, se reconocen como verdaderas las instancias del cisma de Oriente y de la reforma luterana. Algo de esto parece estar sucediendo actualmente con el denominado "camino sinodal" alemán.
----------Las distinciones que acabo de hacer, pueden parecer tal vez a algunos, cavilaciones, sutilezas, o bizantinismos abstractos, frente a cuestiones tan vitales y envolventes como por ejemplo son el acceso de los católicos divorciados a la Sagrada Comunión o el uso de anticonceptivos en el matrimonio entre fieles. Pero, en mi opinión, si a un periodista o a un lector de periódicos no le gusta adentrarse en esta problemática teológica, entonces se ocupa de otra cosa sin más ni más: nada ni nadie le pide tener una opinión personal acerca de las polémicas de escuela entre teólogos o acerca de los nombramientos y las destituciones de altos eclesiásticos en la Curia Romana. Si se trata de un no-creyente, fácilmente se desinteresa de estos problemas internos de la Iglesia. Si, por el contrario, es creyente, entonces conviene que se interese únicamente por lo que la Iglesia enseña en estas y en otras materias, sin preocuparse por interpretar las intenciones secretas del Papa o por juzgar si en un Sínodo de Obispos tienen razón los conservadores o los renovadores.
----------Es probable que nadie querrá seguir el consejo que acabo de dar sin que nadie me lo pida; pero esto no quita que sea verdad lo siguiente: si uno pretende entrar en el fondo de estos problemas, el único criterio serio de evaluación es el criterio teológico, no ciertamente el socio-político, que sólo sirve para la crónica de otro género: o sea, el de las noticias financieras, o parlamentarias, o judiciales. Y el criterio de evaluación debe ser aportado por personas competentes, cuyas consideraciones deben ser analizadas con paciencia y con la intención de comprender nociones complejas, ligadas a premisas teóricas no inmediatamente intuibles y a una enorme masa de datos históricos. Si el fiel católico logra hacer este esfuerzo, entonces lo primero que logrará comprender es que toda verdadera profundización de la doctrina revelada es una mejor comprensión de su trascendencia metafísica y sobrenatural respecto de las vicisitudes histórico-culturales. Ni la psicología, ni la sociología, ni la historia, ni la ciencia política, por útiles y necesarias disciplinas que sean, lograrán llegar al "núcleo alético" de la doctrina divinamente revelada.
----------Dicho esto, me atrevería a agregar lo siguiente: la intención implícita de aquellos periodistas que, siempre muy sueltos de cuerpo y con pose doctoral, hablan de "profundizaciones", es la de hacer llegar o transmitir a la opinión pública católica el mensaje de una nueva pastoral que debería prescindir del dogma: no sólo ignorando al dogma en los hechos, sino también proclamando indirectamente su inutilidad o, peor aún, la función negativa del dogma, de "freno" a las novedades que estarían sugeridas por el Espíritu Santo.
----------Y aquí aprovecho la ocasión para repetir una vez más que este anti-dogmatismo no es, en sus fuentes de origen, sólo una actitud irracional, superficial e incoherente: es mucho peor, es algo extremadamente pernicioso para la vida de fe de la comunidad cristiana, porque ha nacido de un proyecto teóricamente bien estructurado, organizado y financiado, que apunta decididamente a implementar en la Iglesia aquellas reformas que Hans Küng [1928-2021] y sus discípulos (Enzo Bianchi) han teorizado durante años como necesarias para el "camino" de la Iglesia en la historia y han profetizado como de inminente realización.
----------Estas supuestas reformas (que en realidad son de-formas, deformaciones), que son algo muy distinto y mucho más que una mera "profundización", terminarían por desvirtuar y desnaturalizar a la Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, haciéndola renegar de esa conciencia de sí como "sacramento universal de salvación" como la define el Concilio Vaticano II, y no tanto por las adaptaciones de su acción pastoral a las necesidades contingentes (adaptaciones que, por lo demás, son necesarias, tanto que siempre han estado ahí inevitables) como por el carisma de la infalibilidad (que le permite custodiar e interpretar según la "mente del Cristo mismo" la verdad revelada) y por la promesa de indefectibilidad (gracias a la cual siempre ella ha sido y será siempre santa, católica y apostólica, capaz de administrar los sacramentos de la gracia).
----------En definitiva, y para ir concluyendo, me parece bastante hipócrita el uso descriteriado de la etiqueta de la profundización para propagar una reforma (de-forma) de la Iglesia que acaba por abolir los fundamentos dogmáticos de su fe y de su disciplina. Porque -como he explicado en varias ocasiones- no existe una praxis que no se refiera, al menos implícitamente, a una teoría, es decir, a los principios reguladores de la acción, a las metas a alcanzar en cuanto consideradas en sí positivas, aportadoras de progreso.
----------El antidogmatismo, al fin de cuentas, no es otra cosa que la retórica hipócrita de quienes, mientras niegan al dogma su función de orientación de la conciencia religiosa, terminan de hecho obrando en vista de determinados cambios en la Iglesia que ellos consideran necesarios para la realización de su utopía político-religiosa. El dogma católico, que es la verdad revelada por Dios en Nuestro Señor Jesucristo, viene dejado de lado no porque se lo considere una teoría abstracta de la cual no se pueda derivar una praxis "actualizada" o "aggiornada", sino porque se ha elegido una teoría diferente, incluso opuesta, en base a la cual se quiere favorecer una praxis reformadora o revolucionaria. En suma, ellos se declaran enemigos del dogma como tal, pero en realidad son sostenedores fanáticos de un dogma diferente.
----------Si uno escucha tantas voces de signo supuestamente "progresista" y "reformador", se notará que algunos, los teólogos más escuchados, tienen el coraje de hablar claramente de estos principios dogmáticos, reconducibles al historicismo, el cual es declinado en clave dialéctica según el esquema hegeliano de "superación mediante a negación" (Aufhebung) de la cual ya he hablado en varias ocasiones (véase lo que he escrito sobre Hans Kung y su eclesiología). Pero muchos discípulos mediocres y tímidos acólitos de estos opinion makers eclesiales no tienen el coraje y la capacidad intelectual para declarar en cuál sistema ideológico y en cuáles principios dogmáticos se inspiran al proponer ciertos cambios en la praxis pastoral como necesarios para el progreso de la Iglesia en el tiempo que estamos viviendo. He aquí que entonces viene fuera el insulso y disparatado discurso de la pastoral que, respetando en las palabras la doctrina, la contradice en los hechos. Y esta contradicción es presentada hipócritamente como "profundización".

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