martes, 29 de marzo de 2022

Sobre la cuestión de la llamada Misa ecuménica y recientes errores acerca de la presencia real de Cristo en la Eucaristía (2/3)

Una simple consideración, que está al alcance del entendimiento del fiel común, sin mayor cultura teológica ni presupuestos filosóficos, debe guiar nuestras reflexiones teológicas acerca de la Eucaristía: es cierto que la Santa Misa no es en primer lugar un banquete, sino un sacrificio religioso y cultual; pero esto no quiere decir que la Misa sea solamente sacrificio, sino que, por supuesto, también es banquete.

Las tesis del padre Manuel Belli
   
----------Hablemos ahora de una interpretación de la Eucaristía propuesta en años recientes por el padre Manuel Belli [n.1980], filósofo, teólogo y publicista; profesor de teología sacramental en el seminario de la diócesis de Bérgamo, en Italia, quien sintetiza sus consideraciones sobre la Santa Misa en tres temas: la conexión de la Eucaristía con la corporeidad, con la comida y con la sexualidad (en este último caso siguiendo las tesis del padre Timothy Radcliffe, de quien hablaremos en el siguiente apartado).
----------En la primera consideración, es decir, la relación de la Eucaristía con la corporeidad, el padre Belli sostiene que el considerar que después de la consagración el pan no es ya pan sino cuerpo del Señor, sería un pensamiento "semi-mágico". En cambio, según Belli, de modo similar a como enseñaba Calvino, el pan sigue siendo pan, y deviene sólo un "símbolo" del cuerpo del Señor. Desde el punto de vista católico, sin embargo, y para ser fieles al Magisterio de la Iglesia, es necesario afirmar con firmeza que para el creyente el considerar que después de la consagración el pan no es ya pan, sino Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, no es "pensamiento mágico", sino que es la sustancia o esencia de la fe eucarística.
----------Las consideraciones semi-mágicas serían supuestas por lo que Belli hace decir al creyente. Afirma Belli: "La tradición católica usa la noción de 'transubstanciación' para expresar que ese pan y ese vino no son ya tales, sino que se han convertido en el cuerpo y la sangre del Señor. Sin embargo, quisiéramos atenernos a un nivel de constatación: no es difícil naufragar en consideraciones semi-mágicas: 'El sacerdote dice esto es mi cuerpo; yo no veo y no toco ningún cuerpo sino sólo el del pan y el del vino; ¡démoslo por bueno!'..."
----------Primera observación: aquí Belli confunde ante todo al creyente con el no-creyente. Aquí es probable que Belli considere que está expresando la consideración del creyente. En realidad se trata de lo que ve el no-creyente. En efecto, el creyente dice: yo veo los accidentes del pan y del vino, pero no veo la sustancia, porque sé que debajo de esos accidentes está la sustancia del cuerpo y de la sangre del Señor.
----------Segunda observación: Belli, además de negar el misterio de la transubstanciación, confunde impía y sacrílegamente la operación milagrosa producida por las palabras de la consagración con una acción mágica, demostrando una horrible confusión entre la acción divina de la transubstanciación y la operación mágica, que es un prodigio (esta acción mágica) que se realiza en cambio con el concurso del Demonio.
----------En efecto, ¿en qué consiste el milagro de la transubstanciación? En el hecho de que Dios, a fin de nutrir a las almas con el alimento de la gracia, hace subsistir los accidentes del pan y del vino sin su sustancia, algo que es completamente superior a la ley natural, pues la ley natural quiere que los accidentes estén siempre sujetados a (o sostenidos por) su sustancia. Por el contrario, la operación mágica, que de por sí es moralmente hablando pecado mortal de superstición, consiste en el hecho de que el mago, mediante un pacto implícito o explícito con el Demonio, obra efectos prodigiosos, pero al fin de cuentas siempre naturales, utilizando leyes secretas de la naturaleza, a fin de dañar al prójimo. Por lo tanto, si fuera verdad para la consagración eucarística lo que dice Belli, la Misa no sería verdadera Misa, sino rito satánico.
----------Tercera observación: no es cierto lo que dice Belli, o sea, que antes o después de la consagración, "los sentidos ven sólo pan y vino". No es así. Los sentidos no ven la substancia. No es el sentido, sino el intelecto el que ve y concibe la sustancia de las cosas; los sentidos sienten sólo los accidentes del pan y del vino. Es verdad que si los sentidos me advierten de los accidentes de pan y vino, usualmente espero que mi intelecto capte la sustancia de pan y vino. Sin embargo, en el caso de la Eucaristía, yo, creyente, sé por fe que esos accidentes no esconden su natural sustancia, sino la sustancia del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
----------Muy diferentes, en cambio, son las cosas para el caso del no-creyente, quien dispone solamente del poder natural del conocimiento (vale decir, sentidos e intelecto), pero le falta la luz de la fe. Por eso, el no-creyente, mirando la hostia consagrada, no es capaz de saber ver solamente los accidentes del pan, sino que cree ver también la sustancia del pan, es decir, el pan mismo, porque le falta el conocimiento que da la fe, que le haría saber que, en cambio, debajo de esos accidentes está el Cuerpo del Señor.
----------Por consiguiente, el creer que después de la consagración el pan siga siendo pan, denota una sustancial falta de fe en la Eucaristía. Para el padre Belli, en cambio, el pan consagrado no es más que pan, aunque Belli pueda decir que es recuerdo, huella, reliquia y símbolo del cuerpo del Señor. Según él, el secreto de la Eucaristía no está en el creer que bajo las especies del pan está el cuerpo del Señor, pensamiento, éste, que sería magia, sino en el ver en ese pan que sigue siendo pan, el símbolo del cuerpo del Señor.
----------De hecho, el padre Belli dice: "En esta perspectiva, la celebración de la Misa no es sólo una especie de inexplicable magia, en la cual se vuelve presente el cuerpo de la divinidad. Sino que todo depende de cómo se mire ese pan. Es todo lo que tenemos del cuerpo de Jesús, y no es poco. Sólo un vacío intelectualismo podría pensar que un símbolo es solamente una realidad de segunda categoría. Nosotros vivimos de símbolos. Y el cuerpo de Jesús no es otro con respecto a un buen pan partido".
----------En su segunda consideración, Belli propone la Eucaristía como "comida". Desgraciadamente, Belli parte aquí nuevamente con el pie equivocado, es decir, con una definición falsa o al menos insuficiente de la Misa: "La Misa es una comida ritualizada. En la Misa ante todo se come". Para nada. Absolutamente no. En la Misa, ante todo, el celebrante, en unión con el pueblo, ofrece a Dios Padre, en el Espíritu Santo, el divino sacrificio del cuerpo y de la sangre del Señor para la remisión de los pecados.
----------Por supuesto que la Misa se concluye, si somos dignos de ella y si estamos dispuestos, con la Santa Comunión eucarística con Cristo y con la Iglesia, que nos es concedida gracias al sacrificio redentor de Cristo, reactualizado por el celebrante en el altar. La Misa no es, por tanto, sólo "comer", sino que es ante todo ofrecer, escuchar, impetrar, suplicar, pedir y dar perdón, alabar, glorificar, adorar, contemplar, callar, agradecer. Dejemos el comer y el barullo para las tabernas o para esas Misas para Niños que parece que se celebran en la diócesis de Río Cuarto, o para el padre Hermes Ronchi [n.1947], a quien los lectores recordarán, porque dirigió aquellos infelices ejercicios de Cuaresma a la Curia Romana en 2016.
----------La Santa Misa, aunque pueda compararse a un banquete, por la simple razón de que es ciertamente memoria ritual de la Última Cena, no debe ser en absoluto homologada en todo y por todos sus aspectos, sic et simpliciter, a esta Memoria. Precisamente esta es la herejía de Lutero, interpretación que, recordemos, no es una "preciosa diversidad", como hemos oído definirla repetidamente en tiempos recientes, sino que es precisamente una grave herejía. Por eso, es del todo incongruente, por más que sea seductor, el discurso hecho por liturgistas deshonestos, los cuales observan que no tendría sentido sentarse a un banquete sin comer, como para insinuar que no tendría sentido ir a Misa sin hacer la Comunión.
----------Al respecto de esta última cuestión, la obsesiva insistencia con la cual algunos pretenden a toda costa que la Santa Comunión sea concedida a los divorciados que se han vuelto a casar civilmente, depende de este concepto fetichista de la Comunión. Pero el punto es precisamente este: que la Misa no es en primer lugar un banquete, sino un sacrificio religioso y cultual. Lo esencial de la Misa está claramente indicado por las siguientes recomendaciones de san Pedro en su Primera Carta. Dirigiéndose a los fieles, dice en efecto: "Al acercaros a 'El, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también vosotros, a manera de piedras vivas, sois edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo" (1 Pe 2,4-5).
----------Sin embargo, habiendo subrayado los errores de Belli, hay que reconocer con franqueza que lo que Belli agrega es cierto: "Cuando tomamos alimento o cuando no lo tomamos, de un modo o de otro estamos diciendo de nosotros mismos, de nuestra vida, del significado que entrevemos en ella o de lo que en ella nos cuesta ver. No se come mucho en misa, pero lo que se come debería tener un poder nutriente. ¿A qué le damos el poder para saciar nuestra existencia? Sentarnos a la mesa de la eucaristía nos exige responder con honestidad a la pregunta acerca de qué es lo que de veras estamos buscando en nuestro existir".
----------Pero no se extreme esto a niveles fanáticos pasadistas. Es cierto que la Santa Misa no es en primer lugar un banquete, sino un sacrificio religioso y cultual; pero esto no quiere decir que la Misa sea solamente sacrificio, sino que, por supuesto, también es banquete. El aspecto sacrificial de la Misa había sido subrayado en el anterior rito de la Misa, el vetus ordo, surgido del Concilio de Trento, en el contexto de la lucha contra las herejías luteranas. Providencialmente, tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se ha logrado un enfoque litúrgico teológicamente más preciso. Por eso la ubicación, forma y disposición del altar de la Misa novus ordo responde a un sabio criterio bíblico, para el cual la referencia al sacrificio se sintetiza felizmente con la imagen del banquete. No es ya sólo el altar solamente altar del vetus ordo, pero no es tampoco la mesa de taberna de ciertos liturgistas desestructurados (ya sea que acaso celebren en parroquias argentinas o que prediquen a la Curia Romana), deseosos de ser admitidos en la famosa Cena Luterana.
----------Habiendo resaltado el acierto del padre Belli, haciendo justicia a los aspectos positivos de su discurso, sin embargo, es lamentable que Belli vuelva a perder altura con los siguientes engaños dialécticos: "En la Edad Media han sido codificados los preceptos fundamentales de la Iglesia, entre los cuales el ir a misa al menos los domingos. El riesgo es que en la historia se hayan convertido en 'lo que hay que hacer' para decir que se tiene fe, incluso algo que ofrecer a Dios. Se habría consumado así la inversión: de la invitación a sentarse a la mesa donde Dios se ofrece, la eucaristía se convertiría en lo que le debemos a Dios".
----------En primer lugar, es falso que la Santa Misa festiva del domingo, precisamente el día en que se hace memoria del día de la Resurrección del Señor, haya sido instituida recién a partir del Medioevo, puesto que se tiene noticia de ella ya desde el libro los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,42; 20,79, y también por las Epístolas de Bernabé y de san Ignacio de Antioquía del siglo II. En segundo lugar, la Santa Misa es exactamente, con todo respeto a Lutero, "algo que ofrecer a Dios", y se ofrece nada menos que Cristo mismo al Padre, inmolado en la Cruz por las manos del sacerdote, mientras Pablo invita a los fieles a unirse al ofrecimiento del sacerdote: "hermanos, yo os exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse vosotros mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que debéis ofrecer" (Rom 12,1).
----------Es necesario que procuremos conservar siempre una mirada complexiva e integral del misterio de la Santa Misa, a la vez sacrificio y banquete. Por lo tanto, además de lo expresado en el párrafo anterior, el culto divino debe ser, por supuesto que sí, voluntario y en lo posible atrayente, placentero y gozoso; en esto la belleza de la liturgia y el arte sacro desarrollan una función instrumental importante; pero debemos recordar que (y siempre estamos en el mismo punto) no se trata tanto de participar en una buena comida entre amigos, sino ante todo de cumplir un severo deber de justicia (que ha costado la sangre de Cristo) hacia el Padre, para reparar nuestras culpas y para compensarLo en Cristo por la ofensa del pecado, para pagar por nuestros pecados y, por lo tanto, para unirnos, a tal fin, al sacrificio expiatorio de la cruz.
----------La Misa actual, además, ha podido resaltar por fin un aspecto mantenido más bien en la sombra antes: por la gracia la escatología ya se ha iniciado en este mundo, y ya desde ahora nos vamos transformando en el hombre nuevo a imagen de Cristo, que se revelará pleno en el banquete del cielo. Por eso la alegría ciertamente armoniza y conviene perfectamente a la celebración eucarística. Dios no quiere fieles taciturnos o enojados, sino que aprecia a los que dan con alegría (2 Cor 9,7). Sin embargo, recordemos que si la Santa Misa es memoria de la Resurrección de Cristo y prenda de la nuestra, más en su raíz y fundamentalmente es memoria y participación de esa Cruz, que conduce a la Resurrección. Per crucem ad lucem.
----------Tras haber señalado sobre todo los errores en las tesis del padre Manuel Belli, quisiera por último citar un pensamiento suyo útil e interesante, en el siguiente pasaje: "¿Qué tiene que ver el cuerpo de Cristo con mi desear? ¿Qué quiero que suceda cuando me siento a la mesa de la Eucaristía? Si deseamos un encuentro con Dios, entonces esta mesa tendrá un poder saciante. Si deseamos menos de él, y nos conformamos con una buena prédica divertida, o ante todo con un canto emotivamente atrapante o con un gesto particularmente extravagante, tarde o temprano participaremos en la Eucaristía hambrientos, y será una práctica que no nos dirá mucho. Es necesario ser un poco místicos para vivir en plenitud la Eucaristía".
   
Las tesis del padre Timothy Radcliffe
   
----------Finalmente llegamos a la tercera consideración del padre Belli, en la que cita al dominico padre Timothy Radcliffe [n.1945], maestro de la Orden de Predicadores entre los años 1992 a 2001. Se trata de la eucaristía como "eros", y aquí surgen ulteriores perplejidades.
----------El término eros para designar la mística eucarística es del todo infeliz, engañoso e inadecuado, porque corresponde a un concepto pagano del amor entendido como deseo sexual desenfrenado. Se trata de un término que ni siquiera existe en la Sagrada Escritura, lo cual indica hasta qué punto repugnaba el eros al Autor sagrado, pero al cual término eros corresponde en el Antiguo Testamento el término yadád, hafesh, y en el Nuevo Testamento "concupiscencia" (epithymìa: Sgo 1,14; 2 Pe 1,4; 1 Jn 2,16; Rom 7,7). El concepto del amor sano, en cambio, de benevolencia, es expresado en el Antiguo Testamento con ahàb, ahabàh, raham y en el Nuevo Testamento con el término ágape o filìa. Naturalmente, la Biblia no tiene nada en contra del amor sexual en sí mismo, porque ciertamente es bendecido en el matrimonio. Sin embargo, la Biblia es realistamente consciente del hecho de que en la naturaleza caída el instinto sexual estimula al pecado.
----------El amor sexual, en el libro del Cantar de los Cantares, se eleva a varios significados místicos: como la unión de Israel con su Dios, o como la unión de la Iglesia o de la virgen o del alma con Cristo. Belli, en cambio, citando las palabras del padre Timothy Radcliffe, quisiera encontrar en la unión sexual una función simbólica también para significar el valor místico de la Sagrada Eucaristía.
----------Belli introduce la cita de Radcliffe con las palabras de la consagración: "Tomad, esto es mi cuerpo", y comenta: "es una frase, que sin ninguna dificultad podría ser contextualizada en lo que un hombre le dice a su mujer o viceversa. Escribe T. Radcliffe: 'Quisiera hablar de la última cena y de la sexualidad. Puede parecer un poco extraño, pero pensémoslo un momento. Las palabras centrales de la Última Cena fueron: 'Esto es mi cuerpo, ofrecido por vosotros'. La eucaristía, como el sexo, está centrada en el don del cuerpo. ¿Alguna vez habéis notado que la primera carta de San Pablo a los Corintios se mueve entre dos temas, la sexualidad y la eucaristía? Y es así porque Pablo sabe que tenemos necesidad de entender la una a la luz de la otra. Comprendemos la eucaristía a la luz de la sexualidad y la sexualidad a la luz de la eucaristía'...".
----------Continúa Belli comentando a Radcliffe: "Hay, por consiguiente, un componente erótico de la eucaristía que no debe ser descuidado. Entre dos amantes hay un código del cuerpo que excede el orden de las palabras. Dar el cuerpo significa confiar en la otra persona que podrá contar con una fidelidad que no siempre las palabras son capaces de expresar. Hay momentos y momentos donde incluso las palabras podrían ser fuente de malentendidos: el recíproco don del cuerpo expresa que el otro está para mí más allá de la comprensión que ahora yo podría tener desde el punto de vista verbal o intelectual".
----------Al respecto, es necesario señalar con toda claridad algunas cosas. En primer lugar: no es en absoluto cierto, como quisiera hacernos creer Radcliffe, que san Pablo en la Primera Carta a los Corintios vincule la Eucaristía con el amor sexual. En esta Carta el Apóstol habla más bien del matrimonio (Rom c.7) y de la Eucaristía (Rom 11,23-29), pero separadamente y junto con muchos otros temas, como por ejemplo la sabiduría cristiana (cc.1-2); la función del predicador (cc.3-4); un caso de incesto (c.5); la apelación a los tribunales paganos (c.6); la virginidad (c.7), el problema de las idolatrías (cc.8-9); las enseñanzas de la historia de Israel (c.10); la vestimenta de las mujeres (c.11); los dones del Espíritu (cc.12-14); la resurrección (c.15).
----------Por lo tanto, el padre Radcliffe construye su mística de la Eucaristía sobre un fundamento falso. En segundo lugar, hay que decir que la yuxtaposición que hace entre Eucaristía y unión sexual es totalmente ajena a la Escritura y al Magisterio de la Iglesia. En tercer lugar, es una yuxtaposición forzada, inconveniente y sacrílega, porque el don que Cristo hace de su cuerpo en la Misa no tiene absolutamente nada que ver con el don de sí recíproco que se da en la unión conyugal -como en cambio quisiera sostener Radcliffe-, porque Cristo en la Eucaristía no se da de este modo, sino sólo como alimento.
   
Los aberrantes discursos del profesor Andrea Grillo
   
----------Sobre la delicadísima cuestión que estamos examinando en esta serie de notas, el profesor Andrea Grillo [n.1961] ha intervenido varias veces en el curso de estos últimos años, en sus artículos, con discursos engañosos, que ocultan el intento de relativizar el dogma de la presencia real de Cristo en el altar, tras la consagración del pan y del vino. Esta operación desleal y solapada deja transparentar claramente el impío proyecto, llevado adelante por algunos infaustos sostenedores de la llamada Misa ecuménica, de crear un pasticho sacrílego de catolicismo y luteranismo, que Roma no aceptará jamás.
----------En efecto, el profesor Andrea Grillo quisiera darnos a beber que lo que sucede en el altar después de la consagración del pan y del vino, sería simplemente una indeterminada o nunca por él mejor definida presencia real, sin ulteriores precisaciones o aclaraciones. De modo que no llegamos en ningún caso a saber en qué consista esta presencia real y de quién o de qué ella sea presencia real. Y Grillo se mantiene en el ámbito de lo vago a propósito (miserable expediente), porque sabe muy bien que, si él lo aclarara, descubriría sus cartas y aparecería a plena luz la trampa en la cual él quisiera hacernos caer.
----------Expliquemos, por lo tanto, su procedimiento. En primer lugar, Gillo, con increíble atrevimiento, contra la enseñanza explícita del Concilio de Trento (Denz.1642), niega que la doctrina de la transubstanciación sea un dogma. Lo afirma en su artículo Presencia real y transubstanciación: conjeturas y aclaraciones, publicado en 2017 en su blog de Munera. De hecho, dice: "Transubstantiatio no es un dogma y como explicación tiene sus límites. Por ejemplo, contradice la metafísica. Esta afirmación mía, en su brevedad, no pretende en modo alguno negar que la eucaristía realice la presencia del Señor en su Iglesia, sino que sólo quiere distinguir el dogma fidei -es decir, la afirmación de la presencia real- de su explicación en términos de transubstantiatio".
----------"A esta distinción conduce un largo debate que, sobre todo en la teología alemana -en particular en J. Auer- ha permitido distinguir con precisión entre 'objeto de la fe' y 'justificación teórica de tal objeto'. A esta misma conclusión llegaba, entre otros, Giuseppe Colombo (Teologia sacramentaria, Milano, Glossa, 1997), cuando afirmaba que la transubstanciación 'es considerada… no una verdad distinta de la presencia real, en el sentido de proponerse como objeto propio y en sí mismo para la fe católica; sino más simplemente como una explicación posible, pero en todo caso no necesaria, de la presencia real'..."
----------Ahora bien, precisemos las cosas: el error de Grillo en toda esta argumentación sofística radica en considerar el dogma de la transubstanciación como si fuera una simple, relativa, posible y no obligatoria "explicación de la presencia real" sin precisar de qué es presencia real, mientras que en cambio, en realidad, según el dogma del Concilio de Trento, la transubstanciación es un hecho milagroso, en virtud del cual se produce la presencia real, que no es una vaga y no mejor precisada "presencia real", como si fuera un absoluto cerrado en sí mismo, y ni siquiera es la presencia de Cristo como tal, sino que es presencia real y sustancial de su cuerpo y de su sangre bajo las especies del pan y del vino, aunque indudablemente, por concomitancia, también tenemos la presencia de su alma y de su divinidad.
----------Para obtener una cierta presencia de Cristo entre nosotros, no hay necesidad de la Santa Misa, basta invocar su nombre. Pero no es todavía su presencia real, propia de la Santa Misa, por la cual Cristo no está simplemente presente con su gracia, en modo espiritual e invisible, sino que está realmente aquí y ahora sobre el altar bajo las especies visibles del pan y del vino, aunque su cuerpo glorioso trascienda el espacio y el tiempo y nosotros veamos al Señor no con los ojos del cuerpo, sino con los de la fe.
----------La presencia real, por tanto, es ciertamente objeto de la fe. Pero no es primariamente ni exclusivamente el contenido del dogma a creer, como si la transubstanciación quedara fuera de él, casi facultativa y relativa explicación o interpretación teológica de la presencia real, como si se pudiera elegir también otra (lo cual es evidente referencia a la "empanación" de Lutero), mientras que la presencia real sería la única cosa objeto del dogma. Para nada, en absoluto. El dogma a creer, en cambio, es que en el momento de la consagración sucede la transubstanciación, que es la causa divina de la presencia real y no en absoluto una simple y relativa, humana o metafísica explicación de la presencia real.
----------Se debe, pues, hacer a Grillo otra observación gravísima: negar, como hace él, que el dogma de la transubstanciación ponga en juego la metafísica, es simplemente insensato y denota en Grillo (que además es persona de indudable cultura e inteligencia), una espantosa ignorancia de la metafísica (¡pobre cultura actual!), ya que es sabido desde la época de Aristóteles que los conceptos analógicos de sustancia y accidente son precisamente nociones fundamentales de la metafísica, conocidas por lo demás por la simple razón natural, sobre las cuales la Iglesia se apoya para la definición del dogma de la transubstanciación.
----------Además, son desafinadísimas y del todo inconsistentes, las palabras con las cuales Grillo, en otro de sus artículos, con el pretexto de "ampliar" el significado de la transubstanciación a sus efectos y a su contexto ritual, orante, litúrgico y eclesial, termina en cambio por sostener que para valorizar aquellos aspectos, es necesario dejar de lado la consideración de la transustanciación, demasiado "intelectualista", cuando en cambio es todo lo opuesto, siendo esa devota y afectuosa consideración precisamente la fuente intelectual y existencial inagotable de fe de la comunión personal y eclesial con Cristo, pan de vida eterna y prenda de la vida futura.
----------De hecho, Grillo formula las siguientes tesis, una más obscena que la otra:
----------1. La concentración sobre la "presencia sustancial bajo las especies" ha distraído profundamente de las otras formas de presencia del Señor, en la Palabra, en la oración, en la asamblea (cf. SC 7).
----------2. La "presencia sustancial bajo las especies" ha reducido el peso de la "presencia eclesial" del cuerpo de Cristo, que sigue siendo siempre el efecto primario de la celebración eucarística.
----------3. La atención a la "sustancia" ha conducido a una práctica de los accidentes que oscila entre indiferencia y ritualismo, con el riesgo de perder la lógica simbólica de las secuencias rituales.
----------(En la última nota de mañana me extenderé sobre los errores en las tesis de Grillo).

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