sábado, 5 de marzo de 2022

Comprendamos qué significa el derecho a la libertad religiosa (1/2)

Cuando Nuestro Señor Jesucristo dijo: "conoceréis la verdad y la verdad os hará libres", formuló el principio que está en la base del derecho a conocer la verdad y del derecho a la libertad. De hecho funda el derecho a la libertad religiosa, explicitado por el Concilio Vaticano II, en clara continuidad con las precedentes condenas al indiferentismo y liberalismo religiosos. Ofrecemos aquí una breve guía para comprenderlo.

En el corazón del cristianismo
   
----------"Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,32) son palabras bien conocidas de Nuestro Señor Jesucristo. Estas palabras, además de ser objeto de la fe cristiana, constituyen también un profundo principio filosófico de significación perenne, indudable y universal, que se encuentra en la base de toda la ética natural y de los derechos humanos: el derecho al conocimiento de la verdad y el derecho a la libertad.
----------En efecto, este principio da sólido fundamento a la actividad de las dos facultades humanas esenciales y principales: el intelecto, que tiene por objeto la verdad; y la voluntad, que aspira a la libertad de consecución del bien. La libertad, precisamente, surge de la libre puesta en práctica y del perseguimiento de ese verdadero bien, según conciencia, que es percibido y apreciado por el intelecto.
----------De manera particular y sublime, ese principio da fundamento al derecho a la libertad religiosa, enseñado por la declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II acerca de la libertad religiosa. No han faltado en el curso de estas últimas décadas quienes han creido ver en este documento una contradicción con la condena del indiferentismo y del liberalismo religiosos hechas por Gregorio XVI [1831-1846], por el beato Pío IX [1846-1878] y por León XIII [1878-1903]. Veamos en las siguientes notas estas enseñanzas, para mostrar luego cómo ellas concuerdan con la doctrina del Concilio Vaticano II.
----------El inidiferentismo y el liberalismo religiosos son dos errores que parecen estar estrechamente asociados el uno al otro. El indiferentismo religioso juzga irrelevante o carente de interés o inútil el preguntarse o el preocuparse por saber cuál, entre las diversas religiones, es la verdadera. Considera que no existe un criterio cierto y universal para hacer este discernimiento, que pueda ser aceptable para todos.
----------De aquí surge el liberalismo religioso, que consiste en una idea de la libertad según la cual el sujeto es indiferente a la verdad, por lo cual la libertad no se funda sobre la verdad, sino sobre sí misma. La verdad ya no es un dato objetivo y universal, sino que es lo que cada uno decide ser la verdad y lo que a cada uno le parece ser la verdad. En otras palabras, el liberal considera su propia conciencia no regulada por una verdad externa o trascendente, sino como origen y principio absoluto de la verdad.
----------De ahí viene que la conciencia del liberal se vuelva indiferente a la cuestión del bien o del mal, o por lo menos del bien y del mal objetivamente y universalmente fundados, sino que para el liberal el bien y el mal devienen lo que el sujeto individual decide en cada momento de la vida, de situación en situación, de circunstancia a circunstancia, sin obligaciones absolutas y permanentes, en las diversas circunstancias y situaciones (la llamada ética de la situación), sobre la base de su propia voluntad.
----------La voluntad, en la perspectiva liberal, ya no es una voluntad libre del mal, una voluntad que quiere exclusivamente y absolutamente el verdadero bien, sino que sólo lo quiere si le conviene. Se trata de una libertad maquiavélica. Si le conviene, hace el bien; pero si le conviene, hace también el mal.
----------Es la libertad en cuanto fin de sí misma, independiente y suelta, desprendida de cualquier referencia obligatoria objetivamente buena; es una libertad absoluta, que sólo puede ser la libertad divina. En el liberalismo, lo absoluto no es el bien por hacer, sino la libertad, regla para sí misma.
----------Para el liberal, que es consciente de poseer una voluntad libre, pero no quiere someterse a ninguna ley que no sea una ley que él se dé a sí mismo y, como decía Jean Jacques Rousseau [1712-1778], "sólo quiere obedecerse a sí mismo", lo que cuenta es actuar libremente; es ejercer su libertad. El problema moral para el liberal está todo aquí. Lo importante es ser libre. La libertad, para el liberal, no es el efecto de una obediencia a un bien objetivo, sino que nace y acaba consigo misma.
----------Para el liberal, los contenidos no interesan; sino que lo importante, lo esencial y lo suficiente, es que a cada uno le sea dado poder elegir libremente todo aquello que quiera. Por eso decía Georg W.F. Hegel [1770-1831]: "la voluntad se quiere a sí misma": este es precisamente el principio del liberalismo. La voluntad, por el hecho de poder elegir entre el bien y el mal, no está sometida y regulada por la persecución del bien y por la huida del mal, sino que es dueña del bien y del mal, y está por encima del bien y del mal; está, como decía Friedrich Nietzsche [1844-1900], "más allá del bien y del mal".
----------Por eso, en el liberalismo, la libertad no está vinculada al verdadero bien; por lo cual también es legítima la libertad de quien elige el mal, mal que no es malo en sí mismo, sino que parece malo sólo al que no piensa como él. En el liberalismo, que deriva del individualismo occamista, que se contrapone al sentido social propio del cristianismo, no existen valores comunes que respetar, sino solo intereses privados.
----------Por lo tanto, según la concepción del liberalismo, el individuo debe ser dejado completamente libre para hacer lo que él quiere, a menos que perjudique los intereses privados de otros. Con este principio, el liberal cree estar promoviendo el pluralismo y las propias decisiones de cada uno, sin darse cuenta, dada la existencia del egoísmo humano, de que en cambio está promoviendo el principio del homo homini lupus, el hombre lobo del hombre, cínicamente afirmado en el siglo XVII por el inglés Thomas Hobbes [1588-1679] en su famoso tratado De cive. Está claro que estas ideas y estos principios, generadores de una falsa libertad, no escapan a la advertencia de Cristo: "quien comete el pecado, es esclavo del pecado" (Jn 3,34).
   
El indiferentismo religioso
   
----------Pasemos al indiferentismo. En la encíclica Mirari vos de 1832, el papa Gregorio XVI condena el error del "indiferentismo" en materia religiosa con las siguientes palabras: "Ahora perseguimos una fecundísima causa de los males, por los cuales deploramos que la Iglesia se vea afligida en el presente, o sea el indiferentismo, o esa malvada opinión, para la cual es posible procurar la eterna salvación del alma, si se exigen las costumbres conforme a la norma del recto y del honesto. Y de esta misma fuente putridísima del indiferentismo fluye esa sentencia absurda y errónea, o más bien delirio, según lo cual debería reivindicarse para todos la libertad de conciencia". Más adelante explicaremos el significado de esta expresión.
----------Con esto, el papa Gregorio XVI, pasa al error del liberalismo, del cual volveremos a hablar. Por "indiferentismo" el Papa se refiere a una "ilimitada (inmoderada) libertad de opinión". Ya tenemos aquí contacto inmediato con el concepto de liberalismo. El concepto de indiferentismo será luego retomado y explicado por el beato Pío IX en la encíclica Qui pluribus de 1846, en la cual se describe el indiferentismo como "sistema horrendo y máximamente contrario (repugnans) a la luz natural de la razón, respecto de la indiferencia (indifferentia) de cualquier religión, sistema por el cual esta gente astuta (veteratores), quitada la diferencia (discrimen) entre toda virtud y vicio, verdad y error, honestidad y bajeza, se imaginan (comminiscuntur) que los hombres puedan alcanzar la salvación eterna en el culto de cualquier religión" (Denz. 2785).
----------¿Por qué tanta severidad? Porque el indiferentismo supone que el oscilar, ese escepticismo, ese dudar irrazonable y pretextuoso, esa falsa neutralidad, que es deshonestidad y duplicidad, ese "decir al mismo tiempo (como nos recuerda san Pablo) sí y no" (2 Cor 2,17), para estar de propósito y maliciosamente entre el "sí" y el "no", como si lo uno fuera equivalente a lo otro y fuera indiferente estar por lo uno o estar por lo otro, mientras que en Cristo "ha habido sólo el sí" (2 Cor 2,19), y Él nos ha ordenado que nuestro lenguaje fuera "sí, sí, no, no" (Mt 5,37) y nos ha advertido que el que no está con Él está contra Él (Mt 12,30).
----------Ante Nuestro Señor Jesucristo es necesario para todos nosotros tomar clara y definida posición, como quien elige entre el bien y el mal: o a favor o en contra de Cristo, aut-aut. Ciertamente, en las cosas humanas el bien está siempre mezclado con el mal, y el mal supone el bien: pero es necesario para nosotros separarlos y llamar bien al bien y mal al mal. No se puede permanecer neutrales o indiferentes. No se puede ser "ni frío ni caliente", de lo contrario "seremos vomitados de su boca" (Ap 3,15).
----------Es cierto que el bien se puede agregar al bien y el mal se puede agregar al mal o mediar entre ellos (et, et). Pero entre bien y mal es necesario elegir (aut-aut) de qué lado estar. No hay vías intermedias, no hay pactos, acuerdos o mediaciones, no hay tonos o zonas grises como entre el color blanco y el color negro. Quienquiera mantener los pies en los dos lados, y hacer un doble juego, se encontrará en el lado malo, porque ya querer hacernos los astutos y navegar entre el bien y el mal, está mal.
----------Sin embargo, debemos saber que es posible estar con Nuestro Señor Jesucristo por el simple hecho de no estar contra Él, aunque no se lo conozca: "El que no está contra nosotros, está por nosotros" (Mc 9,40). Es esa buena fe, que supone una comunión inconsciente e implícita con Cristo y que es el fundamento del derecho a la libertad religiosa, de la cual, como veremos, habla el Concilio Vaticano II.
----------En la encíclica de 1863 Quanto conficiamur moerore, el papa Pío IX volvía a condenar el indiferentismo religioso definiéndolo con las palabras: "error gravísimo, en el cual han caído miserablemente algunos católicos, los cuales piensan que los hombres que viven en el error y ajenos a la verdadera fe y a la unidad católica puedan llegar a la vida eterna" (Denz. 2865). Nuevamente en el Syllabus de 1864 el Papa condenaba el indiferentismo al negar que "el protestantismo no es más que una forma diferente de la misma verdadera religión cristiana, en la cual es posible agradar a Dios del mismo modo que en la Iglesia católica".
----------Sin embargo, el mismo beato papa Pío IX precisaba, en la ya mencionada encíclica de 1863, que "aquellos que padecen una invencible ignorancia acerca de nuestra santísima religión y que observan diligentemente la ley natural y sus preceptos grabados por Dios en el corazón de todos, están dispuestos a obedecer a Dios, y llevando una vida honesta y recta, pueden, obrando la virtud de la luz y de la gracia, alcanzar la vida eterna, dado que Dios, que ve, escudriña y conoce claramente las mentes, las almas, los pensamientos y los hábitos de todos, por su suma bondad y clemencia , no puede admitir que ningún ser humano sea castigado con los tormentos eternos, si no es reo de una culpa voluntaria" (Denz. 2866).
   
El liberalismo religioso
   
----------En cuanto al liberalismo, podemos citar las palabras de Gregorio XVI, que seguían a cuanto el Papa había dicho sobre el indiferentismo: "A este pestilentísimo error abre ciertamente el camino aquella plena e inmoderada libertad de opinión, la cual se extiende ampliamente a ruina de la sociedad sagrada y civil, insistiendo algunos en el decir, con suprema desfachatez, que de ello saldría algún provecho para la religión. Pero '¿qué peor muerte que la libertad para el error?', decía San Agustín" (Denz. 2730).
----------El liberalismo fue condenado por el beato papa Pío IX en el Syllabus n.80 (Denz. 2980). En la encíclica Immortale Dei, León XIII explicaba el sentido en cual la Iglesia condena el liberalismo: "La Iglesia no puede aprobar esa libertad, que genera fastidio a las santísimas leyes divinas y niega obediencia a la legítima autoridad. Es en efecto una licencia, más que una libertad, acertadísimamente llamada por san Agustín 'libertad de perdición' y por san Pedro Apóstol 'velo para cubrir la malicia' (1 Pe 2,16); de hecho, siendo irrazonable, es una verdadera esclavitud: 'Quien comete el pecado es esclavo del pecado' (Jn 8,34)" (Denz. 3178).
----------Sin embargo, el sujeto humano no puede obedecer yendo contra su propia conciencia, si su conciencia está en buena fe, porque, como enseña santo Tomás de Aquino [1225-1274], la conciencia, aún cuando involuntariamente es errónea, es una conciencia que vincula a la persona, y la voluntad resultante es buena (Summa Theologiae, II-II, q.19, a.5), al menos ante Dios, aunque ante los hombres comete exteriormente un delito. Por ello, el papa León XIII precisaba que "la Iglesia suele evitar con el máximo cuidado que nadie sea obligado a abrazar la fe contra su voluntad" (Denz. 3177).
----------Por todo lo que hasta aquí llevamos dicho, el poder civil y el poder eclesiástico no pueden obligar ni coaccionar bajo amenaza de sanción, vale decir mandar (aunque fuera revelación divina) o prohibir (aunque estuviera prohibido por Dios) a alguien a pensar o a hacer coercitivamente algo contra la verdad o contra la ley sobre todo en el orden moral y religioso (aquí radica un grave defecto en el ordenamiento jurídico islámico), que toca al sagrario de la conciencia, donde el hombre debe responder, en su más íntimo, directamente a Dios y no a los hombres. La autoridad sólo puede coartar moderadamente la libertad del infractor, cuando su acción pueda constituir o bien daño o bien un peligro para la comunidad.
----------Consciente de cuánto se preocupa el hombre moderno por el valor de la libertad (Gaudium et Spes n.17) y de la conciencia (Gaudium et Spes n.16), la Iglesia, hoy como nunca antes, subraya la vital importancia y la verdadera concepción de estos valores de la conciencia y de la libertad, desgraciadamente muchas veces incomprendidos. La Iglesia es la suprema maestra y guardiana de la libertad humana. El cristiano está llamado a la libertad (Gal 5,13), la "gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8,21). Como el mismo Hegel reconoció, el cristianismo es la religión del Espíritu y, como dice san Pablo, "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Cor 3,17), la ética cristiana es la "ley de la libertad" (Sgo 1,25).
----------(Concluiremos en la nota siguiente).

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