viernes, 18 de marzo de 2022

Reflexión cuaresmal: la dignidad del pecador (2/3)

¿Es el castigo una consecuencia inevitable del pecado? ¿No es Dios cruel al castigar al pecador? ¿En qué sentido el pecado queda cancelado por el perdón divino? ¿Queda también cancelada, con el divino perdón, la concupiscencia o tendencia a pecar? ¿De qué manera influyen la malicia y la debilidad en el acto de pecar? ¿Cuál es, en definitiva, la raíz del pecado? ¿Y cual es, entonces, la dignidad del pecador?

El castigo del pecado
   
----------El pecado, mal de culpa, provoca el mal de pena. El mal de pena es el sufrimiento, que es el castigo del pecado, y que puede ser consecuencia necesaria o punición merecida. El arrepentimiento del pecado cometido, inducido por la gracia, atrae la misericordia divina, la cual une la pena del arrepentido al sufrimiento redentor de Cristo, transformando la pena en causa de salvación y de remisión del pecado.
----------El pecado priva al hombre de la gracia divina y acentúa en el pecador su aversión a Dios y al prójimo, aumentando su soberbia, reforzando la tendencia viciosa correspondiente a la especie de pecado cometido, y haciendo que la voluntad se vuelva propensa a repetir el mismo pecado.
----------La conciencia del hombre que ha pecado atormenta con el remordimiento y reprocha amenazadoramente al pecador por el pecado cometido; le muestra un Dios enojado que le prospecta la eterna condenación. Este tormento de la conciencia del pecador es el primer castigo consecuente al pecado. Sin embargo, la voz de Dios se hace oír también para llamar al pecador a la penitencia y a la conversión.
----------Junto a la voz severa de Dios, es necesario sentir también la llamada paterna de Dios. Lutero se equivocó al sentir a Dios sólo como amenazante castigador, y no sentir también al Padre, dispuesto a perdonar. En efecto, está en poder del pecador escuchar esa voz paterna, arrepentirse y retomar el correcto camino. Es cierto que Dios en el momento hace descender sobre él el castigo. Esto se debe a que Dios odia el pecado. Pero así como ama al pecador, le promete el perdón y le asegura suspender el castigo si se arrepiente. O bien le propone la asunción del castigo en vista de la expiación o de la remisión de la culpa.
----------Siendo así las cosas, es claro que aquellos que por una parte dicen que Dios es misericordioso y por la otra que Dios no castiga, no saben lo que dicen o proponen un concepto de misericordia que se anula a sí mismo, porque la misericordia tiene, entre sus funciones esenciales, la de quitar el castigo. Por lo cual si el castigo no estuviera presupuesto, tampoco quedaría la misericordia.
----------Por lo demás, es falso lo que sostienen algunos, de que si Dios castigara, sería un Dios cruel. Para nada, en absoluto. Castigar es signo de bondad y de justicia, porque el castigador demuestra su bondad al hacer comprender al pecador, por medio del castigo, que ha pecado, de modo similar a como el dolor físico en el cuerpo nos hace comprender que tenemos alguna enfermedad o algún trauma. Por eso el castigo por el pecado es una advertencia, que nos da una forma de enmendarnos.
----------El castigo, por otro lado, demuestra la justicia divina y el odio de Dios por el pecado al dar curso a las lógicas consecuencias penales del pecado, porque, si el castigo no fuera consecuencia del pecado, el mal se confundiría con el bien, porque es el bien y no el mal lo que no merece ser castigado.
----------Dios sería injusto y cruel si castigara al justo y al inocente. Es cierto que el castigar implica un hacer sufrir, y es cierto que Dios hace sufrir también a los justos y a los inocentes. Pero, aparte del hecho de que todos de algún modo, justos e injustos, sufrimos por las consecuencias del pecado original, Dios hace sufrir a los justos evidentemente no para castigarlos (cosa que sería horrible injusticia si se diera por parte de Dios), sino para asimilarlos al sufrimiento redentor de su divino Hijo, Jesucristo.
----------Al respecto, aquellas quejas de Job hacia Dios, por el hecho de que Job considera que está sufriendo siendo inocente, no son aceptadas por Dios, quien lo acusa de querer juzgar su obra de manera presuntuosa. Entonces Job se arrepiente, cierra la boca, y acepta la conducta divina, aunque sin entenderla, pero con la absoluta confianza de que Dios sabe lo que hace. Está en esta actitud sobreentendida la justicia divina que hace sufrir incluso a los inocentes, en cuanto a que también ellos están heridos por el pecado original. Job se considera inocente, pero parece ignorar las consecuencias del pecado original.
   
La cancelación del pecado
   
----------Con el pecado, el hombre cae en un estado de miseria, del cual no puede salir por sí solo, porque le faltan las fuerzas, debilitadas precisamente a causa del pecado. Por otra parte, ha perdido el estado de gracia, que es lo único que le permitiría tener la fuerza para resurgir y para liberarse del pecado.
----------Por lo demás, al mal producido por el pecado sólo Dios lo puede remediar. He aquí por qué la Sagrada Escritura nos enseña que sólo Dios puede perdonar el pecado. Nosotros ciertamente debemos perdonar a quien nos ofende, pero nuestro perdonar no tiene nada que ver con el perdonar divino.
----------Nuestro perdonar a un prójimo, solamente significa que le concedemos nuestra benevolencia, pero nada más que eso. El perdonar divino, en cambio, significa una verdadera y propia revivificación del alma del pecador y liberarlo de las merecidas penas del infierno. El perdón divino significa devolver al alma del pecador una vida, la sobrenatural de la gracia, que por su esencia le viene de Dios y no puede dársela por sí.
----------Sin embargo, es necesario tener presente, contra Lutero, que la gracia cancela el pecado, y no lo cubre, como enseñaba el "reformador" alemán. La gracia no es, por tanto, la legalización o la legitimación de una situación moral que sigue siendo tan defectuosa como antes, sino que produce gradualmente una mejora en la salud espiritual del pecador, que se manifiesta subsecuentemente también en lo externo en sus buenas obras. Sin embargo, es cierto, como sabía Lutero, que permanece en la naturaleza caída la tendencia a pecar, la cual tarde o temprano impulsa a un nuevo pecado, por lo menos venial.
----------El hombre, en efecto, aunque  está afectado por las consecuencias del pecado original cometido por nuestros primeros progenitores, no es esclavo de la culpa, a tal punto de tener bloqueado el libre albedrío, como creía Lutero, malinterpretando a san Pablo (Rm 7,14-21), sino que el hombre, aunque disponiendo de libertad debilitada, es capaz de convertir la propia voluntad de buena en mala, y viceversa.
----------Ciertamente es Dios, mediante la infusión de su gracia, quien convierte la voluntad humana de mala en buena, pero el hombre es causa segunda e inmediata de este movimiento de conversión, que es la justificación, mientras que ciertamente el acto del pecar depende sólo de él, y Dios no tiene nada que ver con el acto del pecar. Sin embargo, es necesario no confundir la malicia con la debilidad.
----------En efecto, debemos recordar que el pecado depende de la malicia y, sin embargo, el hombre a menudo peca por debilidad o por ignorancia, porque está dominado por las tendencias viciosas. En este caso, entonces Dios es comprensivo, mientras que Dios es severo cuando hay plena advertencia y deliberado consenso, es decir, plena y responsable malicia. Dios es, por tanto, severo con los malvados, compasivo con los débiles, remunerador con los justos, magnánimo con los arrepentidos. Da la gracia a los humildes, abate a los soberbios, como cantó la Virgen, Nuestra Señora, en el Magnificat.
----------Una voluntad fuerte puede resistir a la tentación. Y si cede a ella, entonces la culpa, si se trata de materia grave, es ciertamente grave, porque no tiene excusa, habiendo estado en grado de vencer la tentación. En cambio, la voluntad débil en un sujeto con tendencias fuertemente viciosas, no logra vencer la fuerza de la tentación y, aunque conscientemente, accede al estímulo vicioso y peca.
----------Es cierto que peca culpablemente, porque se supone que la conciencia haya advertido que la voluntad pecaba. El sujeto ha querido hacer el mal sabiendo que era mal. Y, sin embargo, si hubiera sido completamente libre y no impulsado por la pasión, el pecado no habría sido cometido. Debido a esto, al actuar el sujeto con menor libertad, la culpa disminuye, por lo cual aquella que podría haber sido una culpa mortal se rebaja al nivel de culpa venial, aunque la materia siga siendo la misma también si la culpa es grave.
   
La dinámica de la soberbia
   
----------Debemos observar por otra parte que la raíz o resorte fundamental del pecado, no es la avaricia, no es la lujuria, no es la ira. No son las pasiones del apetito sensitivo, sino que es la soberbia, generadora de los vicios espirituales: el egoísmo, el egocentrismo, la auto-divinización, la ceguera y la sordera espiritual, la mentira, la duplicidad, la impiedad, la presunción, la hipocresía, la herejía, el orgullo, la injusticia, la prepotencia, la dureza de corazón, la envidia, los celos, el odio, la crueldad, la discordia, la acedia.
----------Lo que impulsa sobre todo a pecar no es la tentación de la carne o el empuje de las pasiones, no es un estímulo que provenga del cuerpo, de los bienes materiales o del sexo, sino que es un estímulo que proviene de lo íntimo mismo de la voluntad, del "corazón", como dice Cristo. No es que la materia sea tan mala como para inducir a hacer el mal, sino que la causa primera del mal y del pecado está en la mala voluntad de la persona en su desobediencia a la voluntad de Dios, sea ella persona humana o angélica.
----------Y ello es así porque con la soberbia el hombre ha traspasado el límite impuesto por la ley, y porque este acto de arrogancia o de protervia hace que el límite por compensación se le vuelva en contra al pecador, de modo que lo que él quería negar le es a su vez negado, y dado que el hombre ha ido más allá de lo lícito en el vivir, ha pretendido una vida superior que no es en realidad la suya, la vida se le ha vuelto en contra, causándole la muerte. Por eso Cristo dice que Satanás es mentiroso porque ha engañado al hombre y es homicida, porque al ilusionarlo de poder gozar de una libertad infinita, le ha causado la muerte.
----------El soberbio pretende cancelar la cesura o eliminar el corte que existe entre el espíritu finito y el Espíritu infinito; pretende atravesar por sí mismo la distancia infinita que existe entre lo finito y lo infinito, cree que lo infinito sea un vértice supremo, una sumidad que él puede alcanzar reforzando y potenciando su espíritu indefinidamente, cree poder ir más allá del límite, más allá de lo finito, poder trans-gredir (trans-gredere, caminar más allá) y trans-cogitare, es decir la desmesura del orgullo y la arrogancia (hybris), lo que en verdad es absurdo, porque en realidad lo menos no puede causar lo más y mucho menos lo finito puede causar lo infinito o convertirse en infinito, si no sólo en la imaginación aritmética.
----------La distinción que existe entre lo finito-humano y lo infinito-divino, por otra parte, no impide en absoluto que ellos puedan unirse, pero no pueden combinarse entre sí, no pueden confundirse o cambiar el uno en el otro. Pueden separarse, cuando el hombre peca: el hombre se separa de Dios. Pero de hecho la perfecta unión de las dos naturalezas sucede en la única persona divina del Verbo encarnado, en la cual lo finito, es decir, la naturaleza humana, se distingue sin confundirse del infinito, es decir, la naturaleza divina.
----------Sin embargo, la ceguera del soberbio es tan grande, que se convence a sí mismo de que puede tener éxito en esta loca empresa de auto-divinización, y entonces emprende la empresa ignorando toda ley moral y toda regla del pensar, derrochando y esparciendo indefinidamente el pensar y el querer en todas direcciones. ¿Pero, entonces, qué le sucede? Que queda "desnudo" como dice la Escritura (Gén 3,6).
----------En este punto, se verifican aquellos sabios proverbios populares que dicen, por ejemplo, "el que mucho abarca poco aprieta", o como dicen en Italia: "chi non si accontenta dell’onesto, perde il manico con tutto il cesto". Vale decir que el sujeto al final de la empresa no se encuentra en absoluto enriquecido al infinito como él creía, sino que se empobrece al máximo, como ni siquiera sospechaba.
----------¿Y por qué ocurre así? La cosa es bastante lógica. Dios, el Infinito absoluto, es el Ser absoluto. Mientras que nosotros, los hombres, aunque ciertamente somos algo, y tenemos una dignidad, sin embargo somos finitos, y causados, ​​y provenimos de la nada. Si nosotros, en vez de abrirnos a Dios, de buscar a Dios, de obedecer a Dios, nos replegamos en cambio sobre nosotros mismos y creemos así alcanzar la felicidad y la grandeza por nosotros solos, sin recurrir a Dios, sin nutrirnos de la vida de gracia que Él nos ofrece, por fuerza en un cierto punto nos encontramos con nuestra nada o, como se suele decir, "en calzoncillos".
----------A la inversa, nosotros podremos ser grandes y nos habremos procurado nuestros auténticos intereses y beneficios solo con la condición, como nos enseña Cristo, de que no busquemos nuestra alma ante todo, sino que estemos dispuestos a perderla por Él y por el prójimo. Solo así la volveremos a encontrar y mil veces mejor que como era al principio. "Quien se enaltece, será humillado; quien se humilla, será enaltecido". De modo que: no nos exaltemos por cuenta nuestra, sino dejémoslo hacer a Dios, que lo entiende.
----------Por consiguiente y en definitiva, no existe ninguna comunicación ni continuidad entre lo infinito divino y lo finito creatural, como si fueran vasos comunicantes. No hay ninguna transición gradual y sin solución de continuidad de lo finito a lo infinito, semejante al desarrollo de lo pequeño a lo grande de una misma sustancia, no existen fases intermedias como hoy entre el día y la noche, sino un corte infinito e infranqueable si no es por Dios con su gracia. Sin embargo, Dios, al darnos la gracia, nos hace partícipes de su naturaleza. ¿Cómo es esto posible? Porque la gracia es al mismo tiempo don creado y corruptible por su modo de existir accidental en nosotros, pero es en su esencia de la misma esencia divina.
----------La soberbia puede asemejarse al progreso espiritual, al ingenio de la audacia, a la elevación espiritual, al trascender la finitud para alcanzar lo trascendente. Puede asemejarse al famoso transcende teipsum del que solía hablar san Agustín de Hipona. Pero en realidad hay una diferencia abisal.
----------La elevación propia del espíritu a las cosas del cielo y a Dios, es acto nobilísimo y salvífico, que supone la neta distinción ontológica entre el yo y Dios y es consecuente a la humildad de reconocerse criaturas y de tener necesidad de Dios como propio sumo bien. La soberbia, en cambio, como hemos visto, es el considerarse ser por sí mismo capaz de adquirir un ser infinito, absoluto y trascendente.
   
Con el pecado el hombre no pierde su dignidad humana
   
----------Llegados a este punto de nuestra reflexión, hay que decir que san Pablo, para expresar las desastrosas consecuencias del pecado original, utiliza tonos enfáticos, que deben ser bien entendidos y no ser tomados literalmente, como hizo Lutero, porque llevarían a absurdos. San Pablo presenta al hombre como si estuviera convertido en bestia ("carnal"), sin espíritu, ciego, esclavo, muerto, totalmente corrupto.
----------Pero si las cosas fueran verdaderamente así, tal como literalmente suenan, entonces el hombre no sería recuperable ni salvable. Para salvar o sanar a una persona es necesario que ella conserve las fuerzas sanas, sobre las cuales hacer palanca para lograr que la naturaleza recupere sus fuerzas. Ningún médico se ocupa de cadáveres o de hacer que una bestia se convierta en hombre (los que hoy son conocidos como patólogos forenses, que se ocupan de cadáveres, en realidad son mal llamados "médicos").
----------La resurrección del pecado, de la cual habla san Pablo, no significa que Dios devuelva la existencia a una voluntad que ya no existía, sino que, suponiendo en el pecador la existencia de una voluntad debilitada, de un libre albedrío debilitado, le devuelve mediante la gracia sus fuerzas naturales, para que así sea capaz de hacer siempre el bien y evitar el pecado. Esta es la justificación del pecador.
----------Por consiguiente, también el peor de todos los pecadores conserva sus lados buenos y sus recursos positivos, sobre los cuales puede basarse él mismo para corregirse y convertirse, ayudado de la gracia, y sobre los cuales también puede hacer leva quien lo quiera ayudar a liberarse del pecado.
----------Por lo demás, el pecador, bajo ciertas condiciones y circunstancias, puede ser excusado, por lo cual es necesario prestar mucha atención y tener sumo cuidado de no culparlo de modo indiscriminado, ya que esto podría descorazonarlo e inducirlo a pecar más. De hecho, es posible cometer lo que objetivamente es pecado sin saber que es pecado y de hecho creyendo que sea bueno. La violencia de la mala pasión disminuye la culpa, porque disminuye el voluntario y la culpa está ligada al voluntario.
----------El pecado cometido bajo impulso de la concupiscencia, lo es por una voluntad más desbordante pero menos libre. Y así como la voluntad está caracterizada por su libertad más que por su fuerza, y por tanto la responsabilidad depende de la deliberación, aun cuando la voluntad haya sido reforzada por la concupiscencia, el acto ha sido menos voluntario que el realizado sin ella y por eso es menos culpable.
----------Ciertamente la voluntad no puede ser violentada, porque ella por su naturaleza no puede ser constreñida; o actúa y entonces es libre, o bien no actúa y en su lugar actúa el instinto o la demencia. Si ella, seducida o asustada por la tentación, cede porque no puede resistir, es excusada porque no lo hace libremente.
----------Puede estar obligada por el deber; pero este vínculo con el deber no suprime su libertad, sino que por el contrario la exalta, porque la voluntad es supremamente libre cuando obedece a la ley. In lege libertas, como decían los antiguos Romanos. La ley no esclaviza, sino que libera la voluntad.
----------Si yo juzgo necesario hacer una determinada cosa para mi propio bien, el acto resultante no es necesario o necesitado como el de un perro o el de una tormenta, sino que es un acto libre y aquello necesario en nombre del cual he actuado, era un fin, sí, necesario para mi salvación, pero libremente elegido. Esta es la verdad que lamentablemente Rahner no comprende, creyendo que la persona, para ser libre, debe ser ley para sí misma y por tanto no sentirse obligada por una ley moral objetiva creada por Dios.
----------Por otra parte se debe observar que son vencidos por la concupiscencia aquellos sujetos que tienen una voluntad buena pero débil o la tienen ya inclinada al pecado a causa del vicio contraído. Ciertamente, el pecado cometido en estas condiciones, excepto en los casos en los cuales el querer sea totalmente bloqueado, sigue siendo un acto voluntario y, por tanto, libre, porque la voluntad o es libre o no es voluntad, excepto que se trate de su inclinación natural al bien. Pero aquí no se trata de esto, sino más bien de la elección de un bien particular y aquí el querer, si es verdadero querer y no es instinto, es siempre libre.

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