domingo, 27 de marzo de 2022

El sentido cristiano de la vida presente (2/2)

En la vida presente estamos, sí, desterrados en un valle de lágrimas, pero esas lágrimas son ya secadas por la gracia. Vivimos en el exilio, sí, pero ahora esta tierra es nuestra casa. Por lo tanto, para comprender plenamente el significado de la vida presente no basta la metáfora del exilio, y nos es necesaria también la imagen de la peregrinación hacia Jerusalén. Lo cual nos advierte que no existe ninguna Roma eterna.

Desterrados, sí, pero ahora esta tierra es nuestra casa
   
----------El hecho de que ahora nos encontremos en exilio en esta tierra no quita en absoluto que ella siga siendo nuestra casa, que, en sus variadísimas bellezas y recursos, maternalmente nos nutre y nos sostiene, como dice espléndidamente san Francisco de Asís en su Cántico de las criaturas, "con frutos, flores y hierba". Pero a la vez, la naturaleza, ofendida por el pecado original, es instrumento de los divinos castigos y en tal sentido vale la expresión antitética, pero también ella verdadera, de "valle de lágrimas".
----------El hecho de que esta tierra no sea nuestra patria definitiva, sino un lugar transitorio de paso, no quita nuestro deber de custodiarla, cuidarla y gobernarla sabiamente, sobre todo tratándola de modo de no dañarla ni arruinarla, sino de utilizarla con moderación y laboriosidad, en beneficio de todos y estimulando un continuo progreso humano en el conocimiento y en el dominio de la naturaleza. La disciplina moral que regula en este campo nuestro actuar es precisamente la ecología.
----------Discurso similar vale para el mundo, creado por Dios, pero actualmente bajo el dominio de Satanás, en punición del pecado original. Es necesario decir, por otra parte, que el mundo es distinto de la naturaleza. Por mundo se entiende la humanidad sobre la tierra; mientras que por naturaleza se entiende el conjunto de las criaturas humanas e infrahumanas, incluido el cosmos sideral.
----------En la vida presente el mundo, como ocurre con la naturaleza, presenta aspectos opuestos: por un lado el mundo está abierto a Dios y es salvable, mientras que por el otro está cerrado a la salvación y es condenable. Su duración temporal es limitada: un día, no sabemos cuándo, el mundo se acabará. Sabemos por divina Revelación que, con el Retorno de Cristo, el Juicio Final y la resurrección de los muertos se tendrán "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales tendrá estable morada la justicia" (1 Pe 3,13).
----------Hay también otra diferencia entre la imagen del exilio babilónico y el exilio del cristiano en este mundo, y es que los judíos aspiraban a retornar al lugar de donde habían partido, es decir a Jerusalén, mientras que la perspectiva del cristiano no es la de retornar al Edén, sino, como Abraham, la de llegar a una patria mejor y desconocida, prometida por Dios. La Palestina es sólo una prefiguración de la patria celestial, de la casa del Padre, donde Jesús va a preparar un lugar para sus discípulos (Jn 14,2).
----------El dato muy importante a tener en cuenta es que para el cristiano la vida presente en cierto aspecto es mejor que la vida edénica por el hecho de que ahora nosotros, gracias al don de la filiación divina, fruto de la obra de Cristo, podemos gozar de una vida divina (la vida de la gracia cristiana) como participación en el Misterio Trinitario, desconocido para el mismo Adán en el paraíso terrenal, donde vivía, sí, en cierta amistad con Dios, sin embargo, sin conocerlo todavía como Dios trinitario.
----------Por el contrario, para la humanidad pecadora, castigada y miserable en esta tierra a causa del pecado original, Dios Padre ha concebido un plan de salvación en su Hijo y en el Espíritu Santo, para lo cual ha querido enviar a esta tierra desdichada y dominada por Satanás, su Verbo encarnado, el cual, gracias a su cruz y resurrección, no sólo nos ha liberado del pecado, de la muerte y del sufrimiento, sino que nos ha dado el estado de hijos de Dios, a imagen del Hijo, movidos por el Espíritu Santo.
----------Por lo tanto, Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado el don de una nueva, más alta, más íntima y más feliz hermandad como hijos del Padre, objeto, esta hermandad, no de simple constatación de hecho, como la natural hermandad y filiación natural biológica, sino objeto de libre elección a la luz de la fe y bajo la moción del Espíritu Santo, unidos por ese sobrenatural vínculo de amor que es la caridad, la cual no es el simple vínculo moral con el cual nos sentimos obligados a amar al prójimo como a nosotros mismos, sino a amarlo por amor del Dios Trinitario, a amarlo como Cristo lo ama, es decir, dando como Cristo nuestra vida por él, a amarlo viendo en el prójimo, sobre todo en el pobre y en el que sufre, la presencia de Cristo, recordando que Cristo considera como que ha sido hecho a Él ese bien que uno hace sinceramente y desinteresadamente al prójimo, aunque se lo haga sin saber explícitamente que en realidad se está sirviendo a Cristo.
----------La muerte, por lo tanto, para el cristiano, es un dejar este mundo para ir, no para "volver" (como se expresan mal algunos) a la casa del Padre, dado que en la casa del Padre nosotros nunca hemos estado. Es sólo el divino Hijo quien proviene del Padre, viene al mundo y vuelve al Padre (Jn 16,28). Nosotros provenimos de la nada, en cuanto hemos sido creados por Dios de la nada, y sólo convirtiéndonos en hijos de Dios, tenemos la posibilidad, en Cristo, de ir a habitar junto al Padre.
   
Para comprender plenamente el significado de la vida presente no basta la metáfora del exilio
   
----------La vida presente, por otra parte, añade a la metáfora del exilio otros elementos importantes. Uno de ellos es el pasaje de las tinieblas a la luz (Mt 4,16), según las indicaciones del apóstol san Pablo: "La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. Por el contrario, revestíos del Señor Jesucristo, y no os preocupéis por satisfacer los deseos de la carne" (Rom 13,12-14).
----------Para san Pablo, la vida presente, es pasaje de la muerte del pecado a la vida de gracia mediante el bautismo (Rom 6,4). Es gradual mortificación del hombre viejo y desarrollo del hombre nuevo (Rom 6,6). Es pasaje del hombre carnal al hombre espiritual (1 Cor 2,14). Es progresivo pasaje del hombre terreno al hombre celestial (1 Cor 15,49). Más precisamente, san Pablo se expresa de este modo:
----------"Si existe un cuerpo animal (psychikòn), existe también un cuerpo espiritual, ya que esto es lo que dice la Escritura: El primer Adán, fue creado como alma viviente (psychèn zosan), pero el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la vida (pneuma zoopoiùn). Sin embargo, no existió primero el cuerpo espiritual, sino el cuerpo animal; lo espiritual viene después. El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial. De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial" (1 Cor 15,44-49).
----------Prestemos atención para poder comprender bien lo que dice san Pablo. En efecto, podría correrse el riesgo de que alguno llegara a interpretar este pasar de la animalidad a la espiritualidad, que caracteriza entonces la vida presente del cristiano, como si en el cielo debiera venir a menos o desaparecer la definición del hombre como animal racional, para convertirse en puro espíritu o "razón pura" de Kant o el "yo puro" de Fichte o la "pura conciencia" de Husserl. ¡No podría haber peor equívoco! ¿Dónde terminaría, en efecto, la resurrección de la carne, de la cual san Pablo es clarísimo y firmísimo anunciador?
----------Y también es necesario interpretar correctamente en qué consista es este pasaje de lo terrenal a lo celestial: "El primer hombre tomado de la tierra es de la tierra, el segundo hombre proviene del cielo". San Pablo se refiere al pasaje de la condición de Adán en el paraíso terrenal a la condición del cristiano, hijo de Dios, movido por el Espíritu Santo (Rom 8,14). Este es el "hombre que viene del cielo", el "cuerpo espiritual", que Pablo llama "espíritu dador de vida". Es el "hombre espiritual" del cual habla en 1 Cor 2,15.
----------Aquí san Pablo distingue tierra y cielo, así como distingue corporeidad-animalidad y espíritu. Pablo no niega que el cuerpo del hombre resucitado sea terreno-animal, porque de lo contrario negaría lo animal racional como esencia del hombre, sino que intenta decir que está animado por el Espíritu Santo en cuanto hijo de Dios, así como debería quedar claro que Pablo, al decir que Adán, "tomado de la tierra, es de tierra", no intenta negar que también Adán estuviera animado por un alma espiritual. ¡Lo único que nos faltaría! Sino que sólo pretende referirse al hecho de que mientras la pareja genesíaca debía reproducir la especie humana, la pareja de la resurrección expresa sólo el amor recíproco en la gracia del Espíritu Santo.
----------En cuanto a Nuestro Señor Jesucristo, Él, al hablar a sus apóstoles y discípulos del pasaje de la vida presente a la vida futura, no utiliza estos conceptos y estas metáforas, no se detiene, como san Pablo, en hablar del cambio o pasaje del estado edénico al estado actual y al de la resurrección. Probablemente Pablo recaba estos conceptos del platonismo, aunque Jesús también utiliza la metáfora de la "tierra" y del "cielo" para indicar la diferencia entre las cosas materiales y las cosas espirituales y divinas.
----------En cambio, Nuestro Señor prefiere retomar el lenguaje del Antiguo Testamento, hablando del ingreso en el reino de los cielos y de cómo entrar en él, magnificando la belleza del reino de Dios, como una nueva tierra prometida, advirtiendo también acerca del futuro juicio de Dios, hablando de la necesidad de la penitencia, de la exigencia de las buenas obras y de la conversión, exhortándonos a confiar en la misericordia del Padre, amonestándonos a no abandonarnos a las tentaciones y a las ilusiones de la vida presente, pero recomendándonos nuestro deber de reunir méritos para el cielo, comerciando con los talentos recibidos, conservándonos dispuestos para la llegada del "esposo" o vigilando porque el ladrón puede llegar imprevístamente en la noche, en el recuerdo de la precariedad de esta vida, de la polilla que se abre paso y del ladrón que roba, exhortándonos a hacernos de un "tesoro" en los cielos (Lc 12,33).
----------Con respecto a la vida presente, Nuestro Señor Jesucristo declara de manera rotunda: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos; bienaventurados los que lloran, porque serán consolados; bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque encontrarán misericordia. Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios. Bienaventurados los obradores de paz, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados vosotros, cuando os insulten, os persigan, y mintiendo, digan toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque grande es vuestra recompensa en los cielos. Así persiguieron a los profetas antes de vosotros" (Mt 5,3-12).
----------Cabe señalar que, en ese sermón de las bienaventuranzas, Jesús habla de personas que son bienaventuradas ya desde ahora. ¡Figurémonos entonces cuánta será su bienaventuranza en el cielo! Aquí vemos cómo la imagen del exilio, sin perder su valor, debe ser acompañada de estas palabras de Cristo y sólo entonces tendremos una idea precisa y evangélica de cuál sea el significado y el valor de la vida presente. La vida presente sigue siendo siempre un valle de lágrimas, las cuales sin embargo son secadas por Dios en virtud de nuestra conciencia y de nuestra voluntad de unir nuestro sufrimiento al de Cristo, en virtud de la conciencia de padecer a causa de Cristo y por Cristo, y de la voluntad de llorar por nuestros pecados.
----------De tal modo, la vida de aquí abajo se convierte ya desde ahora en el anticipo o pregustación de las "primicias del Espíritu" (Rom 8,23). Pero nuestra vida presente se convierte también por el hecho de que, gracias al ejercicio de la caridad y de todas las virtudes, nosotros comenzamos ya desde ahora mismo, aunque siempre en las condiciones de la naturaleza caída, a experimentar los frutos de la gracia, las semillas de la gloria futura y los albores de la resurrección, que será plena en el cielo.
----------Mientras que para san Pablo la vida presente debe ser un pasaje del infantilismo a la madurez del juicio (1 Cor 4,20), Jesús en cierto modo invierte aquel que posteriormente será el discurso de Pablo, pues Nuestro Señor presenta en cambio el camino de la vida presente como pasaje desde el adulto malicioso, que es doble y soberbio, al niño inocente, sencillo y humilde (Mt 18,3).
   
Es necesaria también la imagen de la peregrinación a Jerusalén
   
----------Debemos tener presente otra imagen del camino de la vida presente hacia la patria celestial, y ella es la metáfora de la peregrinación hacia Jerusalén. La Biblia nos presenta la vida presente también como una peregrinación (Heb 11,13; 1 Pe 2,11). Ahora bien, en la Sagrada Escritura, Jerusalén es la capital del reino de Israel, sede del rey David y de su descendencia hasta Jesucristo, hijo de David. Pero nosotros, los cristianos, como veremos en breve en el Apocalipsis, debemos unirnos a nuestros hermanos judíos en la peregrinación hacia la Jerusalén celestial. Cristo, en efecto, que no ha sido rey de la Jerusalén terrena, reina sin embargo en la Jerusalén celestial, la "nueva Jerusalén", que san Juan en el Apocalipsis, ve "descender del cielo y venir de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo" (Ap 21,2).
----------Prosigue Juan en el Apocalipsis: "Entonces oí una voz potente que decía desde el trono [del Padre y del Hijo]: 'Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será Dios-con-ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó'. Y entonces, el que estaba sentado en el trono dijo: 'Yo hago nuevas todas las cosas'. Y agregó: 'Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo'" (Ap 21,3-7).
----------Continúa Juan: "No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. Y la Ciudad no necesita luz del sol ni de luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la noche en ella. Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones. Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que haya practicado la abominación y el engaño. Sólo podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero" (Ap 21,22-27).
----------Y luego: "el Angel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero, en medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había arboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos. Ya no habrá allí ninguna maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la Ciudad, y sus servidores lo adorarán, contemplarán su rostro y llevarán su Nombre en la frente. Tampoco existirá la noche, ni les hará falta luz de lámparas ni luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22,1-5).
----------La glorificación celestial de Jerusalén es evidentemente la glorificación escatológica de Israel, pueblo elegido, del cual la ciudad de Jerusalén es la capital. Pero es evidente que al mismo tiempo la Jerusalén celestial es también la Iglesia triunfante del paraíso bajo el reinado del Padre y del Hijo, por tanto la Jerusalén celestial es la ciudad de los bienaventurados, tanto judíos como no judíos.
   
No existe ninguna Roma eterna
   
----------Finalmente, es necesario señalar también que Jerusalén es la única ciudad expresamente nombrada por la Sagrada Escritura como ciudad mesiánica y escatológica, símbolo de la bienaventuranza celestial, la "casa del Padre", destinada por lo tanto a perdurar hasta el fin del mundo. Mientras que la impía y pagana Babilonia ha desaparecido y no quedan de ella más que unas pocas ruinas. En ese momento, el exilio ha cesado y ahora asoma la patria. Ni siquiera la Roma papal ha recibido de la Biblia el honor que ha tenido la ciudad de Jerusalén. Y ello es bien justo y con toda la razón, porque Pedro ha ido en misión a Roma y, terminada en el fin del mundo su misión, retornará a Jerusalén transfigurada por la gloria.
----------En base a cuanto he dicho, se comprende bien que la presencia en este mundo de Jerusalén, la Ciudad Santa, Ciudad de la Paz destinada por la misma Palabra de Dios a una gloria eterna en la tierra de los resucitados, es para los creyentes y para todos los hombres de buena voluntad motivo de gran consuelo y de esperanza. El exilio terrenal es suavizado con la presencia entre nosotros de Jerusalén.

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