Creo que está claro el objetivo de estas "reflexiones pandémicas" que vengo haciendo de tanto en tanto: al ver en los medios argentinos y extranjeros artículos y expresiones de variado tipo, pero siempre referidas a temas fundamentales de la fe católica, y en tiempos tan desafiantes como la actual pandemia del Covid-19, los errores que en tales medios se difunden necesitan ser llevados a la luz, poniendo blanco sobre negro, sacando todas sus lógicas consecuencias, que no siempre se ponen de manifiesto en la predicación buenista de nuestros días, actuada por predicadores y confesores que desde hace décadas vienen generando masas enteras de fieles católicos buenistas que creen poder ser salvados sin mérito.
La humildad no debe ser excusa para no darse a las buenas obras
----------Lutero estaba muy preocupado por la actitud de algunos presuntuosos que reclamaban ante Dios sus propios méritos y casi exigían el premio celestial como compensación por sus buenas obras, como lo haría un operario con el patrón que le ha contratado para el trabajo. Es claro que esta era una actitud de pelagiano. Pero el caso es que Lutero no se daba cuenta de que tambien es presunción, por no decir descaro y arrogancia, pretender ser objeto de la gracia divina sin cuidarse de adquirir méritos ante Dios.
----------Nadie, dice justamente la Escritura, deberá presentarse ante mí con las manos vacías. Al contrario, debemos entregar a Dios el fruto de nuestro trabajo, como siervos fieles que han hecho valer los talentos recibidos. El siervo que no ha hecho fructificar el talento recibido, es justamente castigado.
----------Sorprende el hecho de que santa Teresita del Niño Jesús [1873-1897], ignorando, por cuanto parece, el precepto de la Escritura, afirme tranquilamente que ella se presentará a Dios con las manos vacías y en verdad lo dice con alegría y casi con orgullo. ¿Qué cosa quiere decir? Ella quiere subrayar la parte que Dios ha tenido en su vida, recordar los dones extraordinarios recibidos, reconocer su nada y sus miserias ante Dios y la inmensidad de su misericordia. Quiere ser una profesión de humildad, aquella humildad que nos lleva a decir con la Escritura: "no a nosotros, Señor, da la gloria, sino a tu santo nombre" (Sal 115,1). Es un modo enfático de expresar todo esto. Pero no es recomendable, porque es contrario al lenguaje bíblico.
----------La humildad, a decir verdad, es reconocer que hemos sido sacados por Dios de la nada, pero no afirmar que somos nada y que nuestras obras son nada. Esto es ingratitud hacia Dios nuestro Creador. Denigrar el efecto, quiere decir indudablemente denigrar la causa. Reconocer la dignidad y la grandeza del efecto, quiere decir reconocer la superior dignidad y grandeza de su causa divina.
----------Humildad es ciertamente reconocimiento de los propios límites, de las propias debilidades y de los propios pecados, y es también experimentar vergüenza y dolor. Pero la humildad no puede llegar, como hizo Lutero, a considerar pecado toda acción del hombre, incluso la acción en gracia. Humildad no es, por lo tanto, como hacía Lutero, desconfianza total de las propias obras en vista de la salvación. A Dios podemos y debemos dar algo de nosotros, es más, debemos dar todo de nosotros mismos.
----------Después de cometido el pecado original, todavía quedan algunas fuerzas, aunque debilitadas e ineficaces para salvarnos. Pues bien, Dios nos pide que le dediquemos a Él esas fuerzas. Aquello que falta lo añade Él. Sería de desvengonzados hipócritas ser llevados como pesos muertos o como viajeros cómodos por Dios con la excusa de que Él tiene piedad de nosotros pecadores, desobedeciéndole arrogantemente en la cara y pensando así aprovecharnos de su bondad. Si creemos que sea este el modo para obtener su misericordia, estaríamos muy equivocados. Por el contrario, ese sería el modo para aumentar su ira, como es justo y haríamos también nosotros con alguien que nos tratara de esta manera. Nuestro Señor Jesucristo inocente ha dado toda su sangre para liberarnos del pecado y descontar en nuestro lugar la pena que nos corresponde a nosotros, y nosotros, culpables y deudores insolventes, ¿pensaremos en salirnos con la nuestra apelando al hecho de que Dios quiere salvar a todos y que la gracia es gratuita?
----------Desgraciadamente Lutero concibió la humildad de la forma equivocada antes mencionada, al exagerar falsamente la miseria consecuente al pecado original y la debilidad y fragilidad del pecador, pero esto fue solo un pretexto para sustraerse al deber de utilizar las fuerzas sanas remanentes después del pecado para contribuir a la propia redención y colaborar con la obra de la gracia.
La salvación está condicionada por las buenas obras
----------Bruni, en el artículo que consideramos, comete un gravísimo error y cae víctima de una terrible ilusión al afirmar que la salvación está asegurada y es incondicional, hagamos lo que hagamos: no es verdad en absoluto, como dice y repite clarísimamente Cristo, ella está condicionada por la observancia de los mandamientos, si bien es cierto que para poderlos observar dignamente es necesario estar en gracia.
----------Aquellos que creen exaltar a Dios degradando o despreciando el normal obrar humano de la razón y del libre albedrío, cometen un gravísimo pecado de ingratitud a Dios, que ha dotado al hombre de razón y de libre albedrío, a fin de que colabore con la gracia en la obra de su salvación.
----------Estos tales no se dan cuenta de que Dios es el creador, la causa y el motor de la libertad humana, que Él crea y causa los mismos actos sobrenaturales del libre albedrío, por los cuales el hombre, obedeciendo a Dios bajo el impulso de la gracia, obra el bien y acumula méritos para el paraíso del cielo.
----------Rebajar la dignidad humana exagerando sus defectos o considerar vanos sus esfuerzos dirigidos a hacer el bien, aun en la condición de naturaleza caída, quiere decir ofender al Creador. Por el contrario, la verdadera humildad, como reconocía la misma santa Teresita de Jesús, es la verdad, y la verdad dice que es altísima la dignidad de la persona humana y de las obras que ella, al menos en principio, produce o es capaz de cumplir, incluso si está herida por el pecado. Y después de todo, ¿Santa Teresita acaso no ha dado prueba de haber hecho fructificar sus talentos haciéndose santa? Por eso ella no se presentó ante Dios "con las manos vacías", sino llenas y riquísimas en méritos, frutos de la misericordia divina.
Debemos estar agradecidos a Dios que nos vuelve capaces de merecer el paraíso del cielo
----------La gratitud a Dios debe ser, ciertamente, ante todo gratitud por las gracias recibidas, por lo que Él nos ha dado sin ningún mérito de nuestra parte, por el amor preveniente que ha tenido por nosotros cuando aún éramos pecadores y rebeldes, por la fuerza del amor con la cual ha convertido nuestros corazones.
----------Pero también debemos estar agradecidos a Dios por habernos creado a su imagen, por habernos dotado de una inteligencia y de una voluntad con las cuales podemos conocer la verdad y obrar el bien, escuchar y poner en práctica su Palabra, adquirir las virtudes y obrar para alcanzarlo a Él, nuestro fin último y sumo bien, para corresponder con gratitud y celo a su amor por nosotros, para hacer fructificar los talentos recibidos, para convertirnos de nuestros pecados, para corregirnos de nuestros vicios, para buscarlo a Él con todas nuestras fuerzas, para dedicarnos a Él completamente, para colaborar en la obra de la gracia en la observancia de sus mandamientos, darle prueba de nuestro amor por Él, entregándole todo de nosotros mismos hasta el don supremo de la vida y finalmente agradeciéndole la posibilidad misma que nos ha dado para hacernos en Nuestro Señor Jesucristo merecedores ante Él.
----------Ciertamente, no debemos presumir de nuestros méritos, como si vinieran exclusivamente de nosotros. El orgullo del cristiano, nos dice san Pablo, es la cruz de Cristo. Ciertamente, es padecer con Cristo, pero también es actuar con Cristo, poder ejercitar las buenas obras y sobre todo la caridad.
----------Hoy en el clima de buenismo, de misericordismo y de perdonismo, con el cual se ha llegado a negar alegremente hasta la existencia misma del pecado, parecería que somos las antípodas de un Lutero que proclama angustiado que toda acción del justo es pecado. Y sin embargo, si prestamos atención, veremos que tanto Lutero como los buenistas de nuestra época tienen la misma concepción de Dios, que es también la de Luigino Bruni. Un Dios que solo está para mirar lo que hacemos y basta, como en los pueblos del campo, en la plaza del pueblo, los ancianos sentados en el café miran a los niños jugar.
----------El Dios de Bruni, en efecto, como hemos visto en los artículos anteriores que hemos comentado, no es el verdadero Dios de la razón y de la fe, sino una fantasiosa construcción suya mental, un Dios con el cual se pone "en reciprocidad", a la par de él de un modo tal que como Bruni acepta su divinidad, sin embargo Dios también debe aceptar dejarse "convertir" o "corregir", un Dios que no pide "sacrificios", no pide "perfección", alaba la "sed", acepta la "infidelidad" de un Bruni perdido, desorientado y marchito, que siente el remordimiento por la traición de su "primer pacto" de la infancia, como él dice.
¿Pero, en suma, qué es la salvación?
----------En este artículo del Avvenire, sin embargo, Bruni se siente salvado y quiere agradecer a Dios. Salvado pero sin méritos. No convence. Se dice dispuesto a amar a quien no lo merece, porque según él Dios lo hace así. ¿Pero entonces, existe el mérito? Aquí, evidentemente, no se trata de alguien privado de mérito, sino de alguien que demerita, es decir, que merece un castigo. ¿Entonces, se puede merecer un castigo? ¿Acaso Bruni ama a los malvados? ¿Y cómo? No lo dice. Trataré de decirlo yo.
----------En verdad, decir que Dios ama a quien no lo merece no quiere decir, como cree Bruni, que Dios acaricia a quien le escupe en la cara. Esta no es la bondad verdadera. Quien toca los cables de alto voltaje queda fulminado, electrocutado, aún cuando reconozcamos que el alto voltaje procura muchos beneficios a la vida cotidiana. Así Dios, al castigar al malvado, no deja de querer el bien para él. ¿Pero, cuál es este bien querido por Dios para el malvado? Precisamente el castigo, porque es bueno que el malvado sea castigado: le hace bien, porque le empuja a ser bueno. Tenemos el ejemplo del hijo pródigo.
----------Que Dios ama también a los ingratos quiere decir, por lo tanto, que ama también a los condenados del infierno, aunque ciertamente su bien ya no podrá ser un llamado a la conversión, sino que ha sido el satisfacerlos en lo que han querido: su propia voluntad en lugar de la voluntad de Dios.
----------Dios, por lo tanto, ciertamente ama también a los ingratos, pero los ama castigándolos. El premio, en cambio, lo concede solo a los agradecidos. Y haciéndolo así es justo. Por consiguiente, no es cierto, como dice Bruni, que "Dios nos salvaría aún si fuéramos ingratos". El ingrato es por definición el que no es salvado sino que es castigado por su ingratitud. El creer que el ingrato sea salvado es la típica contradicción luterana del simul iustus et peccator, culpable e inocente al mismo tiempo.
----------Aquello que más bien Dios puede y quiere hacer es transformar al ingrato en agradecido. Entonces sí que el hombre se salva. Pero el hecho es que no todos aceptan ser transformados de este modo. Por lo tanto, si queremos dar un sentido aceptable a las palabras de Bruni, debemos decir esto: Dios está dispuesto a salvarnos si nosotros estamos dispuestos a abandonar nuestra ingratitud y dejarnos convertir en agradecidos por la obra de su gracia. Si, en cambio, rechazamos esta propuesta y resistimos a la gracia, no somos salvados en absoluto, sino que vamos al infierno. Bruni en cambio se siente en cualquier caso salvado incondicionadamente. Pretende demasiado. Pero entonces, ¿qué entiende Bruni por salvación?
----------Como todos los buenistas de nuestros días, Bruni tiene siempre en sus labios la palabra "salvación", pero, como hemos visto antes en su artículo Como una mariposa efímera, en Avvenire del 8 de agosto de 2020, que ya he comentado, la salvación para Bruni no tiene nada de celestial y de trascendente, sino que no es otra cosa que el banal y pagano instalarse en el mundo sin esperanza en el más allá, es el mundo del "trabajo", el mundo efímero del "un día" (la mariposa) donde no existe mérito sobrenatural, que haga ganar el paraíso del cielo, sino sólo el mérito en el más prosaico salario de fin de mes.
----------Y así llegamos a la conclusión repentina e inesperada del artículo del Avvenire: la imagen de la cigüeña, que según el cuento de cuando yo era niño era el gracioso y noble pájaro blanco que traía nuevos hermanitos a la familia, colgados en una bolsa sostenida por un largo pico.
----------El tema de la cigüeña da título al artículo, pero no es para nada desarrollado en su transcurso. Retorna el tema de la infancia. Es evocado el deber de la gratitud hacia los ancianos. ¿Acaso está todavía aquí en Bruni la nostalgia de la inocencia? ¿Del "primer pacto"? Es posible. Pero el cuadro que Bruni ha delineado en los artículos anteriores es ahora sombrío y descorazonador. Es un "desierto". Bruni está "polvoriento" por su largo deambular. Mientras tanto, sin embargo, recordemos lo que es la salvación en el sentido cristiano.
----------La salvación cristiana es la liberación, por obra de Nuestro Señor Jesucristo, de la esclavitud del pecado y del castigo eterno, que tal esclavitud trae consigo. Esta liberación permite al hombre recuperar gradualmente, hasta llegar a la plenitud definitiva y final, el ejercicio del libre albedrío, debilitado, limitado y frenado por las consecuencias del pecado original y de los pecados personales individuales.
----------Esta liberación será plena sólo en el paraíso del cielo y en la resurrección de la carne. Pero inicia ya aquí abajo con el ejercicio metódico y ascético, sostenido por la gracia, de las fuerzas del libre albedrío que todavía quedan, aunque debilitadas, después del desastre del pecado. Con este ejercicio sostenido por la gracia, el hombre, dedicándose a las buenas obras, con camino penitencial, creciendo en virtudes humanas y teologales, bajo el impulso del Espíritu Santo, adquiere contínuos méritos, que hacen aumentar día a día el tesoro inmarcesible, que se va acumulando en el cielo, donde el ladrón no se mete, ni la polilla consume (Mt 6,19).
Perorata final
----------Estimados lectores, creo que a estas alturas ya se habrán enterado de que los comentarios que de tanto en tanto hago a los artículos de Luigino Bruni publicados en el diario italiano Avvenire tienen un objetivo muy claro: al ser artículos que se refieren a temas fundamentales de la fe católica, y en tiempos tan desafiantes como la actual pandemia, los errores de Bruni necesitan ser llevados a la luz, poniendo blanco sobre negro, sacando todas sus lógicas consecuencias, que no siempre se ponen de manifiesto en la predicación buenista de nuestros días, actuada por predicadores y confesores que desde hace décadas vienen generando masas enteras de fieles católicos buenistas que creen poder ser salvados sin mérito.
----------Me llama la atención y me interesa mucho la perseverancia meticulosa con la cual Bruni, desde los inicios de la pandemia del Covid-19 a principios del 2020, cada vez con mayor insistencia, con excepcional creatividad teológica y con ricas y sugestivas imágenes poéticas, extraídas del mundo animal, en el cual evidentemente se encuentra a gusto, sin dar ningún signo en absoluto de sentirse afectado por las críticas que le vienen haciendo otras plumas más competentes que yo, demuele uno a uno todos los valores del cristianismo bajo falsos pretextos cristianos, sin que ninguno de los casi trescientos Obispos italianos, que yo sepa, parpadee un ojo o se haga oír de algún modo frente a sus tonterías (por usar un eufemismo).
----------Entonces, habría que sugerirle al director del Avvenire, que como reconocimiento de esta extraordinaria empresa de éxito, que pasará a la historia como Summa popular del modernismo buenista actual, cuando Bruni haya terminado este fatigoso esfuerzo y creativo trabajo de demolición sistemática, recopile en un volumen todas estas interesantísimas meditaciones con el título Cómo demoler el cristianismo desde dentro sin perturbar a los obispos. Y en pequeño, abajo: "a cargo del diario de inspiración católica Avvenire".
----------Mientras tanto, si Dios me sigue dando fuerzas, seguiré acompañando a Luigino Bruni en esta su extraordinaria empresa teológico-creativa de demolición del cristianismo, como lo haría con un perrito que saco a pasear por mi barrio en la ciudad Mendoza. De vez en cuando mi perrito hace su cacatina. Yo entonces me agacho y limpio el suelo con papel higiénico. Aquí, sin embargo, hay una diferencia, que en el caso del perrito es el suelo el que se ensucia. Pero en el caso de Bruni, como en el caso de tantos buenistas, misericordistas y perdonistas de la actualidad, son la Iglesia y las almas las que quedan contaminadas, si acaso todavía se cree en la inmortalidad del alma y por lo tanto en la salvación eterna de las almas.
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