La infalibilidad del Obispo de Roma es el vértice directivo y la expresión culminante de la infalibilidad de la misma diócesis de Roma. Es esta infalibilidad doctrinal la que es la base y el presupuesto teórico del ejercicio del gobierno pontificio y por lo tanto de la misma Iglesia de Roma sobre toda la Iglesia y sobre todas las Iglesias locales o diócesis del mundo. La consecuencia de ello es que la Iglesia Romana, gracias a su indefectibilidad, es la única diócesis del mundo que goza con absoluta certeza de la promesa de Cristo hecha a Pedro de que las fuerzas del infierno no podrán prevalecer sobre la comunidad cristiana que el Obispo de Roma guía.
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
lunes, 31 de enero de 2022
Francisco, el Obispo de Roma (2/3)
El Papa enseña infaliblemente que el Romano Pontífice es infalible en el magisterio doctrinal
----------Este subtítulo quizás le suene extraño al lector. Parece un círculo vicioso, pero en realidad no lo es. Parece, en efecto, que se diga: debemos aceptar por fe que el Papa es infalible sobre la base de la fe en su infalibilidad. Es verdad que nosotros los católicos creemos que el Papa es infalible porque lo enseña el Papa, de quien sabemos que es infalible. Pero es necesario prestar atención a que, para aceptar el dogma de la infalibilidad pontificia, debemos ya saber por fe que el Papa es infalible. De tal manera se disuelve el aparente círculo vicioso y aparece la corrección del procedimiento lógico.
----------¿Y cómo hemos llegado a esta fe? Evidentemente por otro camino, a saber, el que nos proporciona la apologética, esa parte (filosófica e histórica) inicial de la teología, que nos da los motivos históricos y racionales para llegar a la fe, de modo que, suponiendo que Dios ya nos haya iluminado con la luz de la fe, nosotros aceptamos por la fe aquello que el Papa nos enseña sobre los misterios de la fe en nombre de la fe. Sería como decir que una vez que el pájaro ha despegado el vuelo y está en el aire, sabe atrapar al mosquito que vuela por los aires, cosa que no podría hacer desde la tierra. Mediante la fe, la razón se eleva a las cosas celestiales y en tal modo comprende aquello que no podría ver desde la tierra.
----------El dogma de la infalibilidad pontificia, por tanto, no nos enseña una verdad de fe que antes no conocíamos, sino que nos confirma en una fe que ya como católicos poseíamos. ¿Por qué entonces Pío IX ha querido proclamarlo? Para dar coraje y mayor certeza a los católicos perturbados y desconcertados a causa de los ataques contra el Papado por parte de los no-católicos y de los no-creyentes.
----------Es imposible demostrar con ejemplos históricos que un Papa se haya equivocado, ya sea al definir una verdad de fe o incluso en el magisterio ordinario de Sumo Pontífice y Maestro de la fe. Esos poquísimos casos que suelen ser citados, son en realidad pronunciamientos de tipo pastoral o casos en los cuales el Papa expresa una opinión personal o una opinión corriente o habla como doctor privado o no se ha expresado bien o ha sucumbido momentáneamente a alguna amenaza o ha sido negligente o imprudente al hablar.
----------Me parece oportuno a título de documentación, citar parte del texto introductorio a la definición dogmática y de todo el texto de la propia definición dogmática, de la infalibilidad papal, aunque sean bien conocidos, tomados de la Constitución dogmática Pastor aeternus de 1870. La expresión decisiva es Romanus Pontifex, que hace claramente entender que el Sumo Pontífice es el Obispo de Roma:
----------"Por tanto, apoyados en los claros testimonios de las Sagradas Letras y siguiendo los decretos elocuentes y evidentes, ora de nuestros predecesores los Romanos Pontífices, ora de los Concilios universales, renovamos la definición del Concilio Ecuménico de Florencia (Denz.1307), por la que todos los fieles de Cristo deben creer que 'la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice poseen el primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y verdadero vicario de Jesucristo y cabeza de toda la Iglesia, y padre y maestro de todos los cristianos; y que a él le fué entregada por nuestro Señor Jesucristo, en la persona del bienaventurado Pedro, plena potestad de apacentar, regir y gobernar a la Iglesia universal, tal como aun en las actas de los Concilios Ecuménicos y en los sagrados Cánones se contiene' " (Constitución dogmática Pastor aeternus, Denz.3059).
----------"La Santa Iglesia Romana posee el sumo y pleno primado y principado sobre toda la Iglesia Católica que ella veraz y humildemente reconoce haber recibido con la plenitud de la potestad de parte del Señor mismo en la persona del bienaventurado Pedro, príncipe o cabeza de los Apóstoles, de quien el Romano Pontífice es sucesor; y como está obligada más que las demás a defender la verdad de la fe, así las cuestiones que acerca de la fe surgieren, deben ser definidas por su juicio" (cita del Concilio de Lyon II de 1274, Denz.861, hecha por la Constitución dogmática Pastor aeternus del Concilio Vaticano I de 1870, Denz.3067).
----------"Enseñamos y definimos que es dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla desde la cátedra de Pedro, esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal, por la asistencia divina que le fué prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas (ex sese), no por el consentimiento de la Iglesia" (Denz.3074).
----------Corresponde indudablemente aquí añadir la enseñanza doctrinal del Concilio Vaticano II: "El Colegio o Cuerpo de los Obispos, por su parte, no tiene autoridad, a no ser que se considere en comunión con el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, como cabeza del mismo, quedando totalmente a salvo el poder primacial de éste sobre todos, tanto pastores como fieles. Porque el Romano Pontífice tiene sobre la Iglesia, en virtud de su cargo, es decir, como Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, plena, suprema y universal potestad, que puede siempre ejercer libremente. En cambio, el Cuerpo episcopal, que sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral, más aún, en el que perdura continuamente el Cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal, si bien no puede ejercer dicha potestad sin el consentimiento del Romano Pontífice" (Constitución dogmática Lumen gentium, n.22).
----------Cabe señalar que la infalibilidad del Obispo de Roma es el vértice directivo y la expresión culminante de la infalibilidad de la misma Iglesia o diócesis de Roma. Como dice el Concilio Vaticano II, el pueblo de Dios, bajo la guía del Papa, es infalible en el creer. En este sentido Lutero tenía razón cuando hablaba de la infalibilidad del cristiano como tal. Su error era el de negar la infalibilidad de su pastor, el Papa.
----------Si Dios hubiera querido, habría efectivamente podido iluminar infaliblemente y directamente a todos los hombres en la verdad salvífica. Pero este no es el plan efectivo e histórico de la salvación, que prevé en cambio la mediación docente de los apóstoles con Pedro como cabeza.
----------Es esta infalibilidad doctrinal la que es la base y el presupuesto teorético del ejercicio del gobierno pontificio y por lo tanto de la misma Iglesia de Roma sobre toda la Iglesia y sobre todas las Iglesias locales o las diócesis del mundo. En tal sentido, san Ireneo de Lyon [140-202] dice que la Iglesia Romana es aquella que preside sobre las demás en la caridad. Es la fautora de la unidad en la variedad y en la caridad.
----------Pero a este respecto es necesario señalar una importante consecuencia que caracteriza la naturaleza de la Iglesia: que la Iglesia Romana, gracias a su indefectibilidad es la única diócesis del mundo que goza con absoluta certeza de la promesa de Cristo hecha a Pedro de que las fuerzas del infierno no podrán prevalecer sobre la comunidad cristiana que él guía. Ciertamente, Cristo se refiere a la Iglesia universal en su conjunto y no a la sola diócesis de Roma. De cualquier modo, el hecho es, y la historia lo demuestra, que cualquier diócesis puede ser destruida y desaparecer de la historia, pero no la diócesis de Roma. Ciertamente podemos agregar el Patriarcado de Jerusalén, que incluso es citado por la Sagrada Escritura.
Lutero no niega que el Papa sea el Obispo de Roma, sino que niega su infalibilidad
----------Como sabemos, Lutero, todavía celoso y observante monje agustino, había sido en 1510 encargado por sus superiores para ser el portador al Papa de una delicada instancia de reforma de la Orden perturbada por fenómenos de decadencia. En esta ocasión Lutero da prueba de su devoción por la Sede de Pedro y por la Ciudad eterna visitando las iglesias y los monumentos de los mártires, celebrando devotamente muchas Misas, adquiriendo muchas indulgencias y acercándose con fervor al sacramento de la penitencia.
----------Estaba Lutero entonces muy lejos de aquella rebelión impía contra el Papa de unos pocos años más tarde, que le habría de llevar a lanzar a sus seguidores el famoso grito de guerra: "¡Los von Rom!": "¡Fuera de Roma!". Y sin embargo, incluso después de caer en la herejía, Lutero hubo de decir que no habría tenido dificultad en volver a someterse al Papa, si el Papa hubiera aceptado sus doctrinas, que en cambio el Papa consideraba heréticas. Por lo tanto, no tenía dificultad en reconocer al Papa como de facto Obispo de Roma, sucesor de san Pedro y pastor de la Iglesia visible y católica.
----------Lutero, naturalmente, conocía muy bien el hecho histórico de la sucesión apostólica de los Papas. Lo que Lutero les negaba a los Papas era el derecho y el hecho de haber conservado intacto en su Magisterio el mensaje evangélico en su significado auténtico y originario. Consideraba, por ejemplo, que el papa León X [1513-1521] se equivocaba al interpretar la doctrina paulina de la justificación. Y afirmaba esto en base a su interpretación de la doctrina de san Pablo, que consideraba que era la correcta.
----------Es conveniente notar que, con esa postura, Lutero tenía una actitud similar a aquella con la cual los lefebvrianos acusan hoy al papa Francisco de modernismo, en base a su interpretación de la Tradición. La única diferencia está en el hecho de que mientras los seguidores de Marcel Lefebvre [1905-1991] pretenden hoy corregir al Papa a la luz de la Tradición, Lutero hacía lo mismo a la luz de la Escritura.
La sucesión apostólica
----------Como sabemos, la sucesión apostólica es ese sucederse de un Papa a otro, ese pasarse las consignas, por el cual el Papa precedente transmite al Papa siguiente el mensaje evangélico en su integralidad y en su verdadero significado, de tal modo que el Papa siguiente lo recibe, lo entiende y lo conserva en el mismo sentido entendido por el Papa precedente y lo transmite a su vez al siguiente.
----------Cada Romano Pontífice le dice a su sucesor aquello que dice san Pablo a sus discípulos: "he recibido del Señor lo que a mi vez os he transmitido" (1 Cor 11,23). Este transmitir, este tradere fielmente sin alteraciones ni cambio de sentido al sucesor aquello que el Papa reinante ha recibido de su predecesor, no es otra cosa que el ejercicio de la tradición o viviente Magisterio pontificio, fundado sobre la Sagrada Tradición de los apóstoles, testimonio de la divina Revelación, junto con la Sagrada Escritura, tradición que es, por tanto, acto propio ante todo y por encima de todos de los Romanos Pontífices u Obispos de Roma.
----------La tradición apostólica y la tradición eclesiástica o magisterio pontificio, por lo tanto, antes que ser un cuerpo de textos escritos, es acto vivo del transmitirse oral el uno al otro las enseñanzas orales del Señor: es tradición viva, en esencial progreso. La tradición, antes de ser escrita, es primeramente predicación. Cabe señalar que el mismo Lutero daba más importancia a la predicación de la Palabra que a la Palabra Escrita: "non de Evangelio scripto, sed de vocali loquor". Así, el famoso "sola Scriptura" supone la polémica contra la Tradición católica, pero no contra el primado de la predicación fiel al Evangelio, actuada de generación en generación con la asistencia del Espíritu Santo. Esta es la tradición luterana.
----------Sin embargo, es necesario tener presente que es típico del luterano el tratar a Lutero con la misma independencia con la cual Lutero trataba la doctrina de la Iglesia, por lo cual en la edad moderna hemos tenido luteranos como Leibnitz, que ha rehabilitado la apologética (su " teodicea"), como Wolff, que ha rehabilitado la metafísica, Kant y Hegel, que han sostenido el valor absoluto de la razón y de la libertad y un concepto idealista de Dios, Fichte y Schelling, que cayeron en el panteísmo del "Yo absoluto", Kierkegaard y Pannenberg, que han sido admiradores de santo Tomás de Aquino, Schleiermacher, que ha confundido la fe con el sentimiento, Dilthey, que ha negado la inmutabilidad del dogma, Bultmann, que ha negado el sacrificio de Cristo, ha considerado el dogma trinitario como infectado por el dualismo griego, y ha negado la historicidad de los Evangelios, la existencia del infierno y del diablo, Bonhöffer, que ha negado las intervenciones de Dios en la historia, Cullmann, que ha reconocido que Cristo elige a Pedro como cabeza de la comunidad y no como elegido por la comunidad, Harvey Cox, quien reduce el cristianismo a la secularidad.
----------De aquí podemos llegar a ver cuán insensata es la acusación hecha por los lefebvrianos a los Papas del postconcilio de no ser fieles a la Tradición. Ellos, los lefebvrianos, que se proclaman contrarios a Lutero, sin embargo no se dan cuenta de repetir en esto el mismo error luterano. Por lo tanto, conviene señalar que con el hecho sobrenatural de la sucesión apostólica se realiza la afirmación segura del Señor de que todo Papa entiende exactamente su Palabra y la transmite intacta y en su verdadero sentido de generación en generación hasta el fin del mundo. Si esto no debiera suceder, sería necesario decir que las palabras del Señor: "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo" son falsas.
----------Ahora bien, está fuera de duda que, dada la fragilidad de la condición humana, a menudo sucede que un discurso reportado o transmitido de boca en boca viene a ser mal entendido o mal interpretado o alterado, generando equívocos. Si esto sucede en la transmisión de un individuo a otro, figurémonos lo que no puede suceder en el espacio de dos mil años de vida de la Iglesia.
----------Por lo tanto, si la previsión de Cristo se cumple (como efectivamente se cumple) en los sucesores de Pedro, como se puede constatar desde un examen objetivo de la historia del Magisterio pontificio, quiere decir que los Papas se transmiten infaliblemente el uno al otro el Evangelio, cosa de la cual ellos humanamente no serían capaces, considerando también la sobrenaturalidad de los contenidos, si no gozaran de una especial asistencia del Espíritu Santo, un carisma magisterial de infalibilidad, que es precisamente lo que Nuestro Señor Jesucristo promete y garantiza a los apóstoles y a sus sucesores.
----------Al fin de cuentas, debe recordarse que los mismos textos del Nuevo Testamento no son más que una tradición oral puesta por escrito, no son más que el testimonio más antiguo de la sucesión apostólica. ¿Creemos acaso que las Cartas de Pablo no hayan sido aprobadas por san Pedro? Aparte del insignificante incidente de Antioquía, conectado con un problema puramente pastoral-disciplinario, es notoria y ejemplar la sujeción de san Pablo a la autoridad doctrinal de san Pedro (Gál 1,18-2,2).
----------A Lutero se le pasó por alto este hecho de la sucesión o tradición apostólica, que resulta de la misma doctrina neotestamentaria, por lo cual vanamente él apela al Evangelio para negar la indefectibilidad de la tradición apostólica claramente conectada con la infalibilidad del Magisterio de los Papas.
----------Por eso, para Lutero el simple hecho histórico de la sucesión apostólica no debía ser considerado como garantía divina de una infalibilidad del Papa para ser intérprete del Evangelio y maestro de la fe para toda la Iglesia. Aún con todo esto, hay que reconocer que Lutero, aun como hereje, mantuvo siempre la fe en los dogmas fundamentales del cristianismo, como los dogmas cristológicos y trinitarios de los primeros Concilios, que al fin de cuentas habían sido sancionados por los Papas.
----------Negada la infalibilidad pontificia, entonces la sucesión apostólica le aparecía a Lutero nada más que como un dato histórico, desprovisto de interés a los fines de conocer la verdad salvífica que provenía únicamente de la Escritura y a la cual cualquier bautizado podía acceder, sin necesidad de mediaciones papales, siendo ya el fiel bautizado mismo infaliblemente iluminado por el Espíritu Santo.
----------Y así como para Lutero perdía interés la precedente historia del Magisterio pontificio, así también parecía superfluo el interés por los lugares sagrados del catolicismo, en particular la Roma cristiana, pero entonces así también perdían interés todos los lugares sagrados, como por ejemplo los santuarios marianos, que hasta ese momento habían sido meta de peregrinaciones y objeto de especial devoción.
----------Pero es interesante notar cómo esta desaparición del interés del cristiano luterano por la espacio-temporalidad, que cobijaba sensiblemente a la Iglesia católica, con la nueva Iglesia de Lutero, que evidentemente no podía ser simplemente una Iglesia "invisible", comenzó a nacer en los seguidores de Lutero, un enorme, agudísimo y puntillosísimo interés, a menudo pedante, arrogante y excesivamente erudito, por las ciencias históricas, bíblicas, arqueológicas, filológicas, numismáticas, geográficas, naturales, del arte, de la técnica, de las religiones, de la filosofía, de las costumbres, de las sociedades y de las literaturas: vale decir, vana sustitución de las ciencias y de la historia eclesiásticas, aun cuando preciosas en sí mismas.
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Estimado padre,
ResponderEliminarLeyendo este artículo, me han llamado la atención dos pasajes en los que usted dice:
"Lutero tenía una actitud similar a aquella con la cual los lefebvrianos acusan hoy al papa Francisco de modernismo, en base a su interpretación de la Tradición. La única diferencia está en el hecho de que mientras los seguidores de Marcel Lefebvre [1905-1991] pretenden hoy corregir al Papa a la luz de la Tradición, Lutero hacía lo mismo a la luz de la Escritura".
"De aquí podemos llegar a ver cuán insensata es la acusación hecha por los lefebvrianos a los Papas del postconcilio de no ser fieles a la Tradición. Ellos, los lefebvrianos, que se proclaman contrarios a Lutero, sin embargo no se dan cuenta de repetir en esto el mismo error luterano".
Pues bien, me gustaría conocer su opinión acerca de algunas relaciones que hago de estos pasajes con otras consideraciones hechas por usted en otros artículos.
Usted alguna vez dijo que los lefebvrianos son cartesianos en el fondo, en el sentido de que en todos sus razonamientos aspiran a contar cartesianamente con "ideas claras y distintas". Pero, me pregunto, ¿y si el cartesianismo lefebvriano fuera más profundo que eso?
Creo que usted estará de acuerdo en que los intelectuales luteranos alemanes se dieron cuenta de cómo y cuánto podían utilizar a su favor el cogito cartesiano desde su primera aparición, a pesar de que había sido inventado por un católico, pues, de hecho, el yo cartesiano armoniza muy bien con el yo luterano. Basta poner como objeto interior inmediato de la autoconciencia cartesiana la Palabra de Dios, como hizo Lutero, en lugar de la idea innata cartesiana, y todo el juego está hecho y funciona perfectamente.
Me pregunto, entonces, ¿los lefebvrianos no hacen el mismo juego? ¿No ponen ellos como objeto interior inmediato de la autoconciencia cartesiana la Tradición, como hizo Lutero con la Palabra de Dios, en lugar de la idea innata cartesiana?
Gracias, desde ya, por su consideración en atender a estas ideas.
Estimado Ross,
Eliminaren primer lugar, yo le haría una propuesta de tipo terminológico, si le parece bien. Porque acabo de notar que yo he usado en este artículo el calificativo de "lefebvrianos", cuando ahora reconozco que hubiera sido más útil, conveniente y preciso hablar de "pasadistas" que es un término que no hace mucho he introducido en mis artículos, y que me parece más adecuado.
Creo que se debe usar el término "pasadistas" para indicar no sólo a los lefebvrianos, sino en general a aquellas tendencias eclesiales que, en nombre de un falso concepto de la Tradición, se han quedado estancadas en un pasado ya terminado, negándose a aceptar el Magisterio de la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II. Este es el elemento que los une a todos, incluso a los no-lefebvrianos.
Dicho esto, reitero mi convicción de que tanto los pasadistas como los luteranos están afectados por un cierto cartesianismo de fondo, en cuanto que, como usted justamente ha observado, Descartes introduce en la historia de la filosofía un concepto del conocer, que no tiene como referencia la realidad externa, sino la propia autoconciencia absolutizada, el famoso cogito.
Aquellos que aceptan este modo de ver el conocimiento caen, quizás sin darse cuenta, en una especie de soberbia, por la cual, si son católicos, se rebelan contra la autoridad del Papa en nombre de un pretendido contacto directo o con la Escritura, y aquí tenemos a los modernistas, o con la Tradición, y aquí tenemos a los pasadistas. Así sucede que los unos y los otros pretenden juzgar al Magisterio pontificio a la luz o de las Escrituras, y aquí se asemejan a los luteranos, o de la Tradición, y aquí tenemos a los pasadistas, mientras que el buen católico debe aceptar tanto la Escritura como la Tradición en la interpretación que viene del Papa.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarme han sorprendido sus palabras acerca de que: "es necesario señalar una importante consecuencia que caracteriza la naturaleza de la Iglesia: que la Iglesia Romana, gracias a su indefectibilidad es la única diócesis del mundo que goza con absoluta certeza de la promesa de Cristo hecha a Pedro de que las fuerzas del infierno no podrán prevalecer sobre la comunidad cristiana que él guía".
¿Por qué habla sólo de la indefectibilidad de la Iglesia diocesana de Roma? ¿Por qué solo ella es la que detenta la certeza de la promesa del Señor? ¿Acaso en las palabras de Cristo no se sobreentiende su referencia a la Iglesia universal?
No soy capaz de contradecir sus afirmaciones, porque su competencia teológica no es por cierto la mía, que no tengo en absoluto, siendo un simple laico no titulado en teología.
¿Sería mucho pedirle explicar un poco más el sentido de sus afirmaciones? Gracias.
Estimado Mauro,
Eliminarestá claro que Jesús, confiando a Pedro el gobierno de la diócesis de Roma, al mismo tiempo prometió a Pedro la indefectibilidad de la Iglesia universal, como se desprende de las palabras del Señor, cuando dijo a Pedro: "Sobre esta roca yo fundaré mi Iglesia".
Lo que yo he querido decir en el artículo, y lo revalido, es que cualquier Iglesia local puede defeccionar de varios modos, ya sea con el cisma o con la herejía o con la apostasía, o bien puede ser destruida y desaparecer: pensemos por ejemplo en las Iglesias del África, destruidas en los siglos VII-VIII con la llegada del Islam; pensemos en las diócesis alemanas, pasadas al protestantismo luego de Lutero; pensemos en las Iglesias que han pasado a la Ortodoxia oriental.
Además, debe tenerse en cuenta que cualquier diócesis tiene la garantía de poder perseverar en la fe católica sólo a condición de estar unida a la diócesis de Roma, mientras que, por el contrario, la Iglesia Romana, en la conservación de la fe, no es en absoluto dependiente de ninguna otra diócesis del mundo, sino que depende directamente de Jesucristo a través de Su Vicario en la tierra.
Se trata de un hombre de un solo principio: obedecer al Papa diga lo que diga. Una actitud compartida por muchos —Opus Dei incluido—, y que tiene más de secta y de acomodo que de católico.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarel principio de "obedecer al Papa diga lo que diga" es, efectivamente, "una actitud compartida" por algunos católicos, a los que podemos llamar "papólatras", fanatizados u obsecuentes.
No creo que sea una actitud compartida por "muchos", y por cierto no compartida unánimemente en el Opus Dei, a cuyo superior general le sería incluso fácticamente imposible imponer semejante desequilibrado principio a todos sus miembros.
Tal absurdo principio no puede ser regla para un auténtico católico.
En este blog, y personalmente a través de mi larga vida de sacerdote, creo haber dado claro testimonio de que ese no es el principio que vivo y enseño respecto a la actitud que tenemos que tener hacia el Vicario de Cristo. El Papa es el Maestro de la Fe y el Pastor universal de la Iglesia. Su docencia es indefectible cuando se trata de enseñar la Fe, como lo ha prometido Nuestro Señor; pero sus decisiones pastorales o de gobierno de la Iglesia NO gozan de esa misma indefectibilidad.
Mis frecuentes críticas al Romano Pontífice, muchas veces duras, aunque siempre regladas por la mencionada distinción entre doctrina de fe y pastoral, dan claro testimonio de que en mi caso la papolatría está ausente de mi vida cristiana y de este blog.
Efectivamente, ya conocía su propuesta del término "pasadistas", y me parece muy útil, como contraposición a "modernistas", e inclusiva de lefebvrianos, filo-lefebvrianos, tradicionalistas extremos, etc. Incluso me parece mejor "pasadistas" que "filo-lefebvrianos", que supone que el "modelo" de conservadurismo sean sólo los lefebvrianos.
ResponderEliminarGracias por tener en cuenta la relación entre los pasadistas y el modo cartesiano del conocer. En tal sentido, ironías aparte, creo que al hablar de cartesianismo de fondo en los pasadistas, podríamos también hablar, paradojalmente, de "el modernismo de los pasadistas".
¿Acaso no sería un buen título para un buen artículo del padre Filemón?
Estimado Ross,
Eliminarme ha gustado mucho su propuesta de escribir un artículo "El modernismo de los pasadistas".
Esto, en efecto, nos dice cuánto somos influenciados por las consecuencias del cartesianismo, tanto que los mismos tradicionalistas no se dan cuenta de cuanto en realidad no se adhieren a la auténtica tradición filosófica cristiana, que se deriva de Aristoteles y de santo Tomás de Aquino, sino que quedan engañados por una falsa tradición, que viene precisamente de Descartes.
En esa influencia de las consecuencias del cartesianismo, que los mismos tradicionalistas aceptan sin darse cuenta, en realidad, de que no se adhieren a la auténtica tradición filosófica cristiana, que se remonta a Aristóteles y Santo Tomás, sino que son engañados por una falsa tradición, que procede precisamente de Descartes, quizás habría que indagar la influencia de la baja escolástica, y del tomismo decadente, del cual intenta liberarnos el Concilio Vaticano II con su llamado a un tomismo renovador.
EliminarGracias, padre.
Estimado Ross:
Eliminarel Concilio ha propuesto un tomismo podríamos decir de tipo progresista, en el sentido de proponer a santo Tomás de Aquino como criterio de evaluación del pensamiento moderno, para asumir los valores de la modernidad y para rechazar los errores de la modernidad.
Este tipo de tomismo ya había sido iniciado por algunos grandes maestros anteriores al Concilio, como por ejemplo Maritain, Fabro, Congar y Gilson.
Por cuanto respecta siempre al tomismo, mi impresión es que, aunque sea en una modalidad preconciliar, está mucho más presente entre los pasadistas que entre los modernistas, en cuanto que los primeros tienen, al fin y al cabo, el sentido de los valores perennes, mientras que los segundos son evolucionistas, que niegan la inmutabilidad de la verdad, niegan los dogmas.
El defecto de los primeros es el de detenerse en Pío XII, sin comprender el valor del progreso teológico, incluso tomista, que desde entonces ha sido logrado. Por cuanto respecta a los modernistas, hay que reconocer que ellos tienen una notable sensibilidad por la modernidad, y esto es un valor, que debe ser purificado.
Pío XII fue más progresista que lo que muchos que enarbolan su bandera creen. Reformó la semana santa, eliminando ritos venerables y antiquísimos e introdujo la versión del salterio de los jesuitas dejando de la do la vulgata.
ResponderEliminarAdhirió abiertamente a la democracia, claudicando las banderas legitimistas, aunque apoyó los regímenes católicos como el de Salazar o Franco.
Tenía estilo, es cierto y conocimiento teológico clásico.
Estimado desconocido,
Eliminar¿podría aclararme a qué responde su comentario sobre Pío XII? ¿A qué aspecto de mi artículo se refiere su comentario?
Seguramente usted, como buen católico, sabe que en la Iglesia, así como es necesario conservar las verdades inmutables, también es necesario progresar en el conocimiento y en el vivir tales verdades reveladas en Jesucristo. La Iglesia, a través de su Magisterio infalible, tanto extraordinario como ordinario, hace progresar la tradición, permitiéndonos un mejor conocimiento del depósito de la fe, y haciendo posible que lo vivamos mejor.
En tal sentido, todos los Papas, incluyendo al venerable Pío XII, por usted citado, también procuran, si no ponen obstáculos, un mayor progreso en el sentido explicado.
Repito, entonces: ¿podría aclararme a qué responde su comentario sobre Pío XII? ¿Podría explicarme sus referencias a la liturgia o a la política?
Estimado padre, se lo aclaro. Mi comentario sobre Pío XII responde al primer renglón de su último comentario: El defecto de los primeros es el de detenerse en Pío XII.
ResponderEliminarEstimado desconocido,
Eliminarsi no lo comprendí mal (y en tal sentido, veo que usted es poco generoso en sus expresiones, y por lo tanto tiende a ser ambiguo) entiendo entonces que usted está de acuerdo con mi apreciación: 'El defecto de los pasadistas es el de detenerse en Pío XII, sin comprender el valor del progreso teológico, incluso tomista, que desde entonces ha sido logrado. Por cuanto respecta a los modernistas, hay que reconocer que ellos tienen una notable sensibilidad por la modernidad, y esto es un valor, que debe ser purificado'.
Efectivamente, pensar que Pío XII no haya buscado el progreso en la continuidad de la Tradición, es una falsa imagen que los pasadistas tienen del papa Pacelli.
En efecto, hay dos sectores hoy en pugna en los extremos, en el seno de la Iglesia, mientras la enorme mayoría de fieles sólo asiste, en su mayor parte me parece que ignorando lo que sucede entre los partidos minoritarios.
Hemos tenido en el papa Francisco a alguien que ha procurado hacer mucho de bueno entre los que están fuera de la Iglesia, llamándolos a recuperar valores básicos del hombre, como el de la vida y la fraternidad, en un mundo "que se ha vuelto loco" (como dijo un líder pasadista hace poco, y en eso estoy de acuerdo con él).
Sin embargo, el Papa ha hecho poco y nada por solucionar el conflicto interno a la Iglesia, que aqueja a los mencionados sectores minoritarios en pugna. La principal tarea del Papa (y la nuestra en la medida de lo posible a cada uno) es contribuir a que ambos partidos dialoguen, reconozcan los valores del otro, y reconozcan los propios errores: la virtud de los pasadistas es el respeto por el dogma y su inmutabilidad, su defecto: el malentender el dogma como algo fijado en el pasado, desconociendo el progreso en el conocimiento de la inmutable verdad. La virtud de los modernistas es su sensibilidad por la modernidad, su defecto es asumir la modernidad como un todo, sin discriminar entre sus valores y sus defectos, al punto de que llegan a relativizar el dogma, y convertir en dogma a la misma modernidad como un todo.