Dice el Salmista: "No te quedes callado, Dios mio" (Sal 28,1), "¡despierta, Señor! ¿Por qué duermes?" (Sal 44,24). ¿Qué pensar de la tempestad? ¿Qué pensar que tenga que ver Dios en la tempestad? ¿Qué pensar de la Iglesia y de nosotros en medio de la tempestad?
----------Si bien el sufrimiento les llega a todos, tanto como prueba o como castigo divinos, consecuencia del pecado original y de nuestros pecados personales, el modo como nos llega siempre es variado, según sean quienes los individuos y tales las naciones. Cada pueblo tiene su sufrimiento (divino) con específico valor agregado (humano), y podría decirse que uno de los IVA del sufrimiento argentino son los gobiernos argentinos (el de ahora parece estar jugando a las escondidas cuando la pandemia ha explotado otra vez tras el descontrol de las fiestas de fin de año). En Italia, y en particular para los católicos, el sufrimiento pandémico ha tenido y sigue teniendo un impuesto agregado por la propia Conferencia Episcopal Italiana: el diario Avvenire, que desde el inicio de la pandemia parece querer una y otra vez hechar gasolina al fuego, sin hacer prácticamente nada por aclarar el sentido del dolor y el modo de asumirlo como católicos.
----------De esa tragedia de los católicos italianos hemos sido liberados los católicos argentinos por la Providencia, pues la Conferencia Episcopal Argentina no posee hoy un periódico en el que los católicos argentinos pudieran abrevar la guía rectora de nuestros Pastores y de la intelectualidad católica vernácula. No me atrevo a imaginar que hubiera sido de nosotros si todavía existiera el diario El Pueblo (el cual cumplió su función y tuvo sus buenos méritos) y no hubiera pasado a manos privadas en 1953, y cerrado en 1960 por decisión de monseñor Antonio José Plaza [1909-1987], por entonces responsable de su edición. ¡No me quiero imaginar quienes serían hoy, por ejemplo, los Luigino Bruni o los Francesco Cosentino que tendríamos que sufrir los católicos de estos lares como exponentes de la cultura católica en la página tres de El Pueblo!
El milagro de un Dios impotente
----------Si bien recientemente, en un artículo de anteayer en este blog, he demostrado la absurdidad de la tesis de Francesco Cosentino (publicada en el diario Avvenire, de Italia, hace dos años, al inicio de la actual pandemia) de un Dios débil y sufriente, desventurado como nosotros, que no hace milagros y no responde a nuestras demandas, sino que se limita a estar al lado de una humanidad postrada por una suerte adversa, hoy debo volver a mencionar a Cosentino, quien poco después de aquel artículo, redactó otro muy conmovido (aunque esta vez no en el Avvenire, sino en Settimana News), comentando aquella recordada plegaria del Papa hecha en la plaza de San Pedro frente al Crucifijo milagroso de la iglesia romana de San Marcello al Corso, en el contexto de la cual plegaria el Santo Padre comentó la oración en base al episodio evangélico de la tempestad calmada (Mt 5,23-27), ¡que viene a ser calmada precisamente por un evidente milagro! Cosentino encabezó su artículo con el título: La barca en la tempestad, entre Ratzinger y Bergoglio.
----------Cuál sea la coherencia lógica de ese segundo discurso de Cosentino es imposible decirlo, porque la coherencia está totalmente ausente, ya que, como es sabido y como he demostrado en mi precedente artículo de hace dos días, los milagros se explican en razón de la omnipotencia divina, por lo cual es absurdo, así como impío, creer que un Dios privado de omnipotencia pueda obrar milagros.
----------Por una parte, en efecto, Cosentino presenta, así lo dice expresamente, un "Dios débil y derrotado, que no interviene desde lo alto ni desde fuera, sino que nos salva hundiéndonos en nuestro dolor y compartiéndolo con nosotros", pero por otra parte refiere con exactitud el milagro realizado por Jesús. Nos preguntamos: ¿cómo hace un Dios débil y derrotado, que "no interviene desde lo alto", para salvarnos "hundiéndose en nuestro dolor y compartiéndolo con nosotros"? ¿Qué hace? ¿Interviene desde abajo?
----------El discurso de Cosentino tendría sentido si se refiriera a los sufrimientos de Cristo hombre. Todo cristiano, en efecto, sabe por el Catecismo que los sufrimientos de Cristo nos salvan porque son asumidos por el Hijo de Dios para expiar nuestros pecados y dar satisfacción al Padre por las ofensas que le infligimos, gracias a la potencia salvífica del Hijo, por lo cual los sufrimientos se transforman de castigo del pecado en instrumentos de salvación. Pero, lamentablemente, de las palabras de Cosentino nada de esto sale.
----------Luego Cosentino cita una Meditación sobre la Semana Santa que Joseph Ratzinger (junto con Karl Rahner) publicó en 1967 y refiere las palabras de Ratzinger: "Dios está dormido mientras sus cosas están a punto de hundirse. ¿No es esta la experiencia de nuestra vida?". Me parece que una pregunta de tal género, apreciada por Cosentino, con todos mis respetos hacia ese Ratzinger quien por entonces era simple joven teólogo, no esté inspirada por una plena sabiduría, sino que refleja una cierta presunción. ¿Estamos seguros de que Dios puede dormir? ¿O acaso más bien está obrando de un modo para nosotros difícilmente comprensible? ¿Cómo dice Jesús? "Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo" (Jn 5,17).
----------Vale decir, Dios obra también cuando parece no obrar, cuando parece no intervenir, cuando parece no escuchar, no ayudar, no tener fuerza. Si sabemos ponernos en escucha en lo íntimo de la conciencia, iluminados por la Palabra de la Sagrada Escritura, nos damos cuenta de su obrar. ¿Y qué hace con su silencio? Nos exhorta a la confianza, a la espera, a la penitencia, a la paciencia, a la esperanza.
----------Por el contrario, la idea de un Dios sordo, mudo, inactivo, dormido o impotente es una idea burda, rústica, por no decir blasfema, del todo contraria a una sana teología y a la misma fe. Debería estar claro también que el sueño de Nuestro Señor Jesucristo en la barca no es el sueño de Dios, sueño que en Dios no tiene sentido, así como es absurda la idea de un Dios (a la Cosentino) débil, impotente o sufriente.
----------Si Dios no interviene para ayudarnos, para aliviarnos en la desventura o para quitar nuestro sufrimiento o incluso para impedir que muramos, Aquel que es omnipotencia, misericordia y bondad infinita, debe tener seguramente un motivo sabio que se nos escapa, como muy bien lo entendió el justo Job. Así que aceptemos con confianza lo que Dios está haciendo. Algún día lo entenderemos. No debemos juzgar el comportamiento de Dios como si Él no hiciera su deber y como si tuviéramos el derecho de reclamarLe su deber o como si supiéramos mejor que Él lo que Él debería hacer. Y si no nos concediera lo pedido, ¿qué hacemos? ¿Nos enojamos con él? ¿Lo regañamos? ¿Nos volvemos a otros dioses? ¿A Pachamama?
No nos corresponde a nosotros decir a Dios lo que debe hacer
----------Prosigue el joven Joseph Ratzinger, citado con beneplácito por Cosentino, en aquella su meditación de 1967: "Y sin embargo, oh Señor, no podemos evitar sacudirte, Dios, que estás en silencio y duermes, y gritarte: despierta, ¿no ves que nos hundimos? Levántate, no hagas durar para siempre las tinieblas del Sábado Santo, deja caer un rayo de Pascua también sobre nuestros días".
----------Permítame el lector un paréntesis relativo a estas palabras de aquel joven Ratzinger de 1967, y ese inquirir suyo; "¿no ves que nos hundimos?". Los alemanes, sobre todo los filósofos y los teólogos alemanes, en lugar de preguntarse angustiados cómo Dios haya podido permitir y no haya intervenido para detener la masacre nazi de los judíos, y en lugar de hacernos la novela con la teoría absurda del Dios "débil", harían bien en hacer un profundo examen de conciencia para preguntarse por qué hayan podido producir un monstruo como el nazismo y sobre todo cuáles han sido sus primeras raíces ideológicas. En cuanto al pueblo judío, por su parte, y me refiero solo a los piadosos judíos, ya han hecho una lectura de fe de lo sucedido, refiriéndose a Is 53-54, donde son profetizados los dolores del Mesías. A este respecto, la designación auténticamente hebreo-bíblica, por lo tanto, de la masacre, no es esa vulgar, aunque más conocida, de shoah, que significa banalmente "destrucción", sino que es aquella litúrgico-cultual de "holocausto" (olah).
----------Cierro el paréntesis, y vuelvo al tema. Con todo el respeto de aquel joven teólogo Joseph Ratzinger de 1967, estoy convencido que no nos corresponde a nosotros "sacudir" a Dios, como decía el joven teólogo alemán, sino a Dios sacudirnos de nuestro letargo, de nuestro sueño, de nuestra apatía, de nuestra sordera, de nuestra pereza, de nuestra dureza de corazón, de nuestra miopía mental. Si Dios no nos escucha o nos deja en el sufrimiento, no debemos asumir un tono contrariado, fastidiado, imperativo o casi de reproche, como si estuviéramos autorizados a reclamarle que vuelva a su deber, como si estuviéramos instando al cantinero que tarda en traernos la cerveza. Dios sabe mucho mejor que nosotros cuál es su deber, por lo cual debemos tener confianza en cualquier cosa que haga o permita, incluso si no lo entendemos o nos disgusta, es para nuestro bien o para corregirnos o para probarnos o para mejorarnos.
----------Aunque estemos seguros de que aquello que pedimos es nuestro bien, como estaban seguros los discípulos de la barca, debemos pedir siempre con humildad, dispuestos a aceptar lo que Él quiera, aunque lo que Él quiera no coincida con nuestras peticiones, porque Dios está habituado a negarnos cuánto nos hace mal y a concedernos más de cuanto le pedimos. La pretensión de "sacudir" a Dios para que nos complazca representa una fea expresión, una desagradable falta de respeto, y una peligrosa tendencia a la magia, por la cual el mago estimula o aguijonea a la deidad como lo haría un rudo pastor de manada con su caballo.
----------Pero, como bien sabemos, la magia es una grave corrupción de la religión, por la cual, dado que el mago rechaza aceptar con confianza la voluntad divina, cree tener el poder de obligar a Dios a hacer lo que quiere. Pero podemos estar seguros de que en estos casos no se trata de Dios, sino del demonio.
----------Naturalmente, se puede insistir en el pedir a Dios con humildad lo que creemos que es bueno para nosotros o lo que es bueno para los demás. Pero si no se trata de bienes, de los cuales tengamos certeza de que son necesarios para nuestra salvación, entonces no debemos pedir en modo absoluto o incondicionado, sino que debemos pedir bajo condición, es decir, pedir siempre que lo que pidamos sea voluntad de Dios. Porque, en efecto, está claro que puede ser que en este caso Dios juzgue bien no complacernos.
----------La intervención de los discípulos en el relato evangélico de la tempestad calmada, según el Evangelio de Marcos (4,39), implica una demanda que sabe a reproche a Jesús, como que a Él no le importara del peligro para la vida de los discípulos: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". En los otros dos Sinópticos, en cambio, encontramos dos entonaciones distintas. Mateo expresa una simple invocación: "¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!" (8,25), mientras que Lucas expresa la simple información, aunque, como podemos imaginar, alarmada: "¡Maestro, Maestro, nos hundimos!" (8,24). Es posible que se trate de todas intervenciones que realmente sucedieron, dado que había más personas.
¿Por qué Jesús dormía?
----------La intervención de los discípulos, sobre la cual quisiera detenerme, es la que narra san Marcos. Esta intervención parece estar dictada no tanto por el razonamiento, sino más bien por el pánico. En efecto, ¿podían acaso imaginar razonablemente los discípulos que estando ellos con Jesús en la barca, se habrían hundido? ¿O tal vez temían que se habrían hundido lo mismo? Esto no es pensable.
----------Pero, por otra parte, ¿podían imaginar ellos que Jesús habría de hacer un milagro? Resulta difícil saberlo con certeza. En todo caso, el sueño tranquilo de Jesús, tal vez porque estaba cansado de trabajos anteriores, en un momento tan dramático, habría debido ser para los discípulos un motivo suficiente al menos para hacerles estar tranquilos de que, en cualquier caso, Jesús habría provisto lo necesario para ellos.
----------El mero hecho de que lo despierten, considerado en sí mismo, deja suponer que ellos esperaban u oscuramente intuían que Jesús habría de hacer algo. El hecho es, sin embargo, que Jesús inmediatamente les reprocha por su miedo y por su poca fe. Probablemente Nuestro Señor se esperaba que ellos lo habrían dejado dormir con la confianza de que Él habría de resolver cualquier situación.
----------Puede ser que Jesús se esperara que los discípulos aguardaran a que Él mismo tomara la iniciativa, confiando en su sabiduría y poder. Del reproche de Jesús se comprende que ellos habrían debido tener más fe. La tenían, de lo contrario no le habrían pedido ayuda. Pero no lo suficiente, porque habrían debido fiarse de él y dejar a él la iniciativa. Jesús pasa por alto la indiscreción de la intervención de sus discípulos y realiza el milagro, para que los discípulos reflexionaran sobre su identidad. Y de hecho lo hacen.
----------Maravilla que Jesús durmiera en una situación tan dramática. Es posible, como he dicho, que estuviera cansado. O bien quiere ponerlos a prueba (con todo mi respeto hacia el padre Leonardo Castellani, que opina lo contrario). En cualquier caso, no tiene sentido suponer un sueño de Jesús como Dios por los motivos que he mencionado anteriormente y es evidente que era el sueño normal de un hombre. Aquí Jesús muestra un rasgo exquisito de humanidad terrena. El hecho hace comprender que Jesús, a diferencia de la gran preocupación de los discípulos, no estuviera en absoluto aterrorizado por cuanto estaba sucediendo. Jesús da prueba de un excepcional (de hecho un asombroso) autocontrol.
"Convertíos al Señor y Él se convertirá a vosotros" (Tb 13,6)
----------No es difícil parangonar este episodio de la tempestad calmada a la situación actual de la Iglesia, golpeada por las oleadas de sus enemigos y por los poderes mundanos y diabólicos. El sueño de Jesús podría representar la dificultad del Papa para dominar la situación. Pero, queriendo encontrar comparaciones bíblicas más adecuadas, creo que es necesario buscarlas o bien allí donde se habla de enemigos internos, por ejemplo, la imagen de la vid: "¿Por qué has derribado sus cercos para que puedan saquearla todos los que pasan? Los jabalíes del bosque la devastan y se la comen los animales del campo" (Sal 80,13-14).
----------O bien, allí donde las palabras de Nuestro Señor Jesucristo sobre el pastor mercenario resuenan también de gran actualidad: "El asalariado, que no es pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. Y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas" (Jn 10,12-13). Lamentablemente, algunos pastores ni siquiera ven venir al lobo, sino que lo confunden con un cordero. Así que no huyen en absoluto, sino que permanecen en su puesto como si nada pasara y le dan al lobo campo libre y ni siquiera se dan cuenta de la matanza de las ovejas, sino que a ellos les parece todo normal. Un famoso Cardenal dijo hace algunos años: "¡Jamás a la Iglesia le ha ido tan bien como hoy!".
----------También es de gran actualidad el bien conocido lamento del profeta Ezequiel por la mala conducta de los pastores que existían en su tiempo. Es oportuno recordar aquellas lamentaciones: "Ustedes se alimentan con la leche, se visten con la lana, sacrifican a las ovejas más gordas, y no apacientan el rebaño. No han fortalecido a la oveja débil, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, ni han buscado a la que estaba perdida. Al contrario, las han dominado con rigor y crueldad. Ellas se han dispersado por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las bestias salvajes. Mis ovejas se han dispersado, y andan errantes por todas las montañas y por todas las colinas elevadas. ¡Mis ovejas están dispersas por toda la tierra, y nadie se ocupa de ellas ni trata de buscarlas!" (34,3-6).
----------Naturalmente, en Ezequiel, las imágenes materiales son símbolos y figuras de vicios espirituales en los pastores y de malestares espirituales en el rebaño. Los pastores se preocupan por obtener ventajas y el respeto del mundo, pero no se preocupan por alimentar al rebaño con la sana doctrina guiándolo hacia el reino de Dios. No se preocupan por eliminar el alimento envenenado en circulación, es decir, las herejías. No les preocupa corregir a las personas corruptas o escandalosas sancionándolas con medidas severas. No tienen misericordia de los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte. No se preocupan por llevar al redil a los hermanos separados. No se preocupan por reconocer y ni siquiera saben reconocer a las fieras salvajes bajo la vestimenta de oveja, engañados ellos mismos por su astucia y por su hipocresía.
----------Por consiguiente, esta pandemia es sin duda una severa advertencia de Nuestro Señor a hacer limpieza en la Iglesia. Es desde hace cincuenta años que se viene hablando de reformas de la Iglesia. Hemos tenido un Concilio reformador, y no hay sector, ambiente, institución, organismo o movimiento en el interior de la Iglesia que no se haya sentido empeñado en la reforma promovida por el Concilio. Los propios tradicionalistas, en el fondo, quieren una reforma, en el sentido de un retorno a la tradición (aunque la malinterpreten).
----------Sin embargo, en estos cincuenta años raramente se han realizado verdaderas reformas. El Concilio Vaticano II ha sido a menudo mal entendido e instrumentalizado por falsos reformadores, que se hacen pasar por progresistas, pero que en realidad se inspiran más en Lutero y en el modernismo, que en la verdadera tradición reformadora católica, obrada por los Santos. Desde hace cincuenta años, muchos buenos teólogos y profetas han estado exhortando a los pastores a una verdadera y auténtica realización del Concilio, sin dejarse engañar por los modernistas. Hoy, además de aquellos teólogos y profetas, a los Pastores les habla providencialmente también la pandemia. Veamos si ahora escuchan la voz severa de Dios mismo.
----------Sin embargo, me pregunto con aprensión cuántos personajes como Francesco Cosentino sabrán escuchar y contribuir a la verdadera reforma de la Iglesia, deseada por el Concilio Vaticano II, y hasta qué punto el propio Cosentino, no obstante su cultura teológica, que sin duda la tiene, se da cuenta del daño que está haciendo, tal vez gracias al dejar pasar y dejar hacer de algún Obispo complaciente, creyendo quizás que es un "progresista", actualizado, aggiornado, acerca de la más moderna exégesis bíblica.
----------Y con Cosentino, lamentablemente, hay muchos otros personajes de este tipo circulando. Ellos deberían comprender el mensaje que Dios nos está dando con esta pandemia. Si no nos decidimos a trabajar seriamente por la verdadera reforma, Dios lo pensará de esta manera terrible, con la que nos dice: "Allanad los caminos torcidos para vuestro pasos, para que el rengo no caiga, sino que se cure" (Heb 12,13).
Gracias, padre Filemón, por la posibilidad que nos ofrece de analizar con espíritu crítico lecturas que, de lo contrario, pasarían por explicaciones alternativas y correctas; pero que no lo son.
ResponderEliminarQuerida Herminia,
Eliminarnuestro "espíritu crítico", en cuanto católicos, para interpretar toda lectura católica lo derivamos siempre del magisterio de la Iglesia, que nos ayuda a comprender la divina Revelación (Escritura y Tradición).
Gracias por tu consenso.