viernes, 21 de enero de 2022

1962-2022: 60 años sin paz entre modernistas y pasadistas (1/3)

El 11 de octubre de 1962 se inauguraba en la Basílica de San Pedro, en Roma, el XXI Concilio Ecuménico de la Iglesia, el Concilio Vaticano II. Desde entonces, la guerra iniciada entre dos facciones extremistas, con tendencias tanto cismáticas como heréticas, la de los modernistas y la de los pasadistas, no ha dado tregua, mientras la inmensa mayoría de simples católicos normales asiste a esta lucha, víctima también de los daños causados por la confrontación, sin que los Romanos Pontífices puedan hallar aún el camino de la paz.

Surgió la guerra donde se esperaba la conciliación
   
----------El Concilio Vaticano II [1962-1965] se propuso, entre sus finalidades, el hacer acercar y encontrar a los alejados, reconciliar a los divididos, reunificar a los separados, aplacar los contrastes, pacificar los conflictos, resaltar lo que une, salvar lo salvable, evitar el juicio farisaico y sin apelación, promover la unión, la paz y la concordia entre todos los hombres de buena voluntad, el amor al enemigo, la conciencia de que los hombres pueden arrepentirse, que la fragilidad prevalece sobre la malicia, que no se debe apagar la mecha humeante ni romper la caña quebrada, que es necesario ir despacio en el condenar, dominar la ira, no castigar sin grave razón; enseñar el valor de la mansedumbre, de la misericordia, de la paciencia, de la comprensión, del atenuante, de la indulgencia, de la tolerancia y del perdón, sin oportunismos, relativismos o duplicidad y sin por ello ceder al mal ni descender a pactos con el pecado.
----------Pero, paradójicamente, ya desde las primeras labores de la magna asamblea de Padres conciliares, surgieron dos corrientes, dos facciones minoritarias hostigando a la inmensa mayoría de Obispos que permanecía neutral, dos partidos en fuerte contraste entre sí: por un lado, aquellos que venían a ser llamados "progresistas", y por otro lado aquellos que comenzaron a ser denominados "tradicionalistas" o "conservadores" (denominaciones no del todo expresivas de la realidad de las cosas). El Concilio, que había sido convocado para la promoción de la paz, vio entonces nacer en cambio la guerra en su propio seno.
----------La cosa desagradable que comenzó a verificarse fue el surgimiento de una incompresión recíproca entre los dos partidos, que todavía no se ha subsanado hasta el día de hoy, sino que permanece, por lo que se mantiene siempre la necesidad para los buenos católicos de ayudar a estos dos partidos a dialogar entre sí y a comprenderse mutuamente, para así lograr aquella integración recíproca para la cual, considerando los dones divinos recibidos, tendrían natural inclinación y disposición.
----------¿Cuál fue entonces exactamente la manzana de la discordia entre los dos partidos? Se la capta inmediatamente si tenemos en cuenta otra de las finalidades del Concilio: la de modernizar la vida cristiana, asumir los valores de la modernidad, hacer avanzar la doctrina católica sirviéndose precisamente de estos valores, adoptar un lenguaje o un modo de expresar los valores de la fe, tal como para hacer más comprensibles estos valores a los hombres de nuestro tiempo adoptando, en la medida de lo posible, su propio lenguaje, y por lo tanto abandonando expresiones, prácticas, leyes, ideas, usos, costumbres y hábitos, aunque fueran de larga data, pero envejecidos o vueltos inservibles u obsoletos o revelados como inútiles, superados o incluso dañosos respecto a las exigencias, a las necesidades, a las perspectivas y a los progresos de nuestro tiempo. Por un lado, necesitábamos continuidad donde estaba en juego la eterna verdad y, por otro lado, necesitábamos ruptura donde nos dábamos cuenta de que estábamos equivocados.
----------El cardenal Ratzinger, refiriéndose a la atmósfera de las labores conciliares, en las cuales él había tomado parte como perito, narra que en ciertos momentos dramáticos una ola de relativismo parecía apoderarse de la asamblea conciliar, por lo cual parecía que todo tenía que ser puesto en discusión.
----------Ciertamente hay un dejo de exageración en esas palabras del ilustre y gran teólogo, pero, dichas por él, que por ese entonces aun pertenecía al ala más bien progresista, ciertamente suscitan mucha impresión, si se piensa que se trata de una asamblea selecta de pastores de la Iglesia provenientes de todas las partes del mundo. Después, naturalmente, llegaba a aparecer la certeza de la verdad gracias a la asistencia indefectible del Espíritu Santo a la asamblea conciliar. Pero lo cierto es que hubo momentos de gran tensión.
----------Lo que sorprende es cómo haya podido darse esta incertidumbre en los Padres conciliares acerca de la distinción entre lo que en la Iglesia se debe conservar y lo que se debe abandonar, entre lo que puede y debe cambiar y lo que no puede de ningún modo cambiar, entre lo que pasa y lo que no pasa, entre lo que es de fe y lo que es simple teología, entre lo que es de derecho divino y lo que es de derecho eclesial.
----------Para decirlo en pocas palabras, entonces, se trataba de decidir qué cosa conservar y qué cosa abandonar del actual conjunto de valores; qué cosa mantener y qué cosa cambiar; qué cosa asumir de lo moderno y qué cosa rechazar. Pero sorprende que debieran surgir discusiones y disensos sobre materias de fondo bien establecidas y tradicionales, entre Obispos que debieran ser maestros en la fe y en la prudencia pastoral. Se tiene la impresión de un episcopado impreparado, aunque ciertamente existía el lado válido de la situación, a saber, la posibilidad de hablar con plena libertad, para que pudiera emerger la voluntad y la verdad del Espíritu Santo, cosa que efectivamente sucedió, como en todos los Concilios.
   
Las dos alineaciones dispuestas para la batalla
   
----------Se comenzó a llamar "progresistas" a aquellos Padres que más impulsaban por el cambio, por abolir las costumbres precedentes, por introducir nuevas iniciativas pastorales, por reformar instituciones, por abrir nuevas perspectivas, por recabar nuevas deducciones de los principios precedentes, por obtener una Iglesia más acorde al paso de los tiempos, más cercana a los hombres de hoy, más santa, más capaz de evangelizar, más dispuesta a corregir sus propios defectos, más abierta a los valores del mundo contemporáneo o, como se decía, a los "signos de los tiempos". El riesgo de estos así llamados progresistas era el de dejarse contaminar por el historicismo, por el evolucionismo, por el situacionismo y por el relativismo modernistas.
----------Por cuanto respecta a aquellos que fueron llamados "tradicionalistas" y "conservadores", hago ante todo presente, una vez más, que en lugar de estos términos prefiero el de "pasadistas". ¿Por qué prefiero el calificativo de "pasadistas"? Porque están apegados a un pasado que ya está terminado, les gustaría resucitar o reasumir un pasado que ya está finiquitado. También podría aplicarse bien el término de "atrasados" o "retrógrados", para referirse a quienes se quedan atrás, a quienes no avanzan o incluso retroceden.
----------Está claro que nuestras raíces están en el pasado. Está claro que la historia es maestra de vida. ¿De qué sirve la memoria si no es para recordar el mensaje que nos viene del pasado, el ejemplo de nuestros antepasados, la educación recibida de nuestros seres queridos que ya no están, los grandes acontecimientos de la historia? Hay un pasado que sigue todavía vivo, hay un pasado que hacer revivir, pero también hay un pasado que se ha terminado y que es inútil o dañino querer mantener. Hay un pasado para olvidar y cancelar. Aquí se distingue el pasadismo de un sano conservar y de un sano tradicionalismo.
----------Naturalmente, de ninguna manera se trata de rechazar lo que todavía es válido o siempre lo será. No se trata en absoluto de cambiar lo que no debe o no puede cambiar. Es claro que el dato de la Tradición debe ser conservado, es claro que es necesario custodiar y conservar con la máxima diligencia el depósito de la fe y de las divinas instituciones. En todo caso, será necesario entenderlos en el sentido correcto.
----------Pero debe tenerse presente que hay tradición y tradición. Una cosa es la sagrada Tradición como fuente de la Revelación junto con la sagrada Escritura, entrambas para nosotros mediadas por el Magisterio de la Iglesia, que es el intérprete por mandato de Cristo; y otra cosa son las tradiciones eclesiales, de por sí abrogables, no importa que tengan 1000 o 2000 años. Que en 2000 años nunca haya sido posible para una mujer distribuir la Comunión en la Misa, no quiere decir que la cosa no se pueda hacer. Que en 2000 años nunca haya habido un Papa emérito, no quiere decir que la cosa no pueda suceder.
----------En cambio, la sagrada Tradición, como una de las fuentes de la divina Revelación, debe ser absolutamente conservada, debe ser conocida y aplicada cada vez mejor y este es el factor de progreso en la Iglesia. En efecto, el progreso es válido si se apoya en la Tradición y parte de la Tradición. Desde lo cual podemos entender cómo Tradición y progreso, muy lejos de excluirse, se implican entre sí.
----------Ahora bien, el defecto del partido pasadista es, en cambio, el hecho de haberse mantenido apegado a un pasado eclesial y doctrinal que ya está superado o a comportamientos o a usos y costumbres que hoy reconocemos como erróneos. El pasadismo no alcanza a comprender cómo las innovaciones conciliares no rompen en absoluto con la sagrada Tradición, sino que la confirman.
----------El evidente y escandaloso defecto de los pasadistas es el de poner la Tradición contra el Papa, cuando el Papa es, por voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, precisamente el intérprete y el custodio  de la Tradición. Es erróneo creer que un Papa pueda ir contra la Tradición, porque ella, a la par de la Escritura, es fuente de Revelación y un Papa no puede ir contra la Palabra de Dios.
----------También hay quien habla de "derecha" para conservadores y de "izquierda" para progresistas, pero estas calificaciones, además de estar ligadas a la política, tratándose aquí de corrientes eclesiales, son también inadecuadas e insuficientes para expresar toda la riqueza programática de los dos partidos, ya que mientras la izquierda política indica sólo una orientación filo-marxista, el así llamado "progresismo", que sería mejor llamar "modernismo", incluye también la tendencia idealista-panteísta filo-luterana de los rahnerianos.
----------Hablar de "izquierda" para designar un movimiento eclesial es reductivo y lo mismo dígase de una "derecha", que no carece por ejemplo de acentos tomistas, aunque tomismo de enfoque preconciliar, mientras que en cualquier caso el tomismo no tiene nada que ver con ninguna ideología de derecha.
----------Existe, por otra parte, un progresismo enteramente ortodoxo, que se diferencia del modernismo, aunque ambos se fijan el objetivo de valorizar la modernidad. Este progresismo refleja plenamente y exactamente el progresismo conciliar, a diferencia del progresismo modernista de un Hans Küng, de un Karl Rahner o de un Edward Schillebeeckx o de los teólogos de la liberación o de la Escuela de Bolonia.
----------Pero mientras el progresismo ortodoxo (pensemos por ejemplo en los maritainianos o en los discípulos de Congar) sabe mirar críticamente la modernidad, asumiendo sólo aquello que es compatible con la doctrina católica, el modernismo hace un ídolo de la modernidad, asumiendo acríticamente y servilmente todo, a costa de rechazar aquello que en el catolicismo es incompatible con la modernidad.
----------Y existe un progresismo que apunta siempre a lo mejor, a los progresos de la ciencia, de la técnica, de la virtud y de la santidad, un progresismo que busca en el pasado y en el presente los gérmenes y las esperanzas del futuro, que comprende y hace propias las tendencias sanas de su propio tiempo, que conoce la escatología y quiere realizar de ella un inicio ya desde aquí abajo. Pero también existe un falso progresismo, que mejor sería llamar modernismo, el cual es intolerante con la repetición de lo mismo, aunque se trate de valores vitales del saber o de la moral, que tiene la manía y el ansia de la originalidad y de la extrañeza, que pone en duda los valores inalterables de la sagrada Tradición, que quiere suprimir valores del pasado todavía válidos hoy, que se siente en el deber de refundar ab imis el conocimiento humano.
----------La corriente modernista (herética y virtualmente cismática) es aquella largamente prevalente tanto numéricamente como por influjo social respecto a la corriente de los pasadistas, porque los modernistas han penetrado en las estructuras de poder eclesial y civil, por lo cual a menudo son modernistas aquellos mismos que deberían intervenir para corregir o castigar y obviamente no lo hacen.
----------Como todas las enfermedades físicas y espirituales, el modernismo tiene diversos grados de gravedad. Las formas ligeras o leves son las más difundidas. Como señalaba san Pío X, el modernismo grave destruye todas las convicciones de carácter dogmático y provoca en el espíritu un estado de irresponsable y arrogante embotamiento, subjetivismo y relativismo doctrinales y morales, no desprovisto de la hipocresía y de la presunción de quien se cree en la vanguardia de la Iglesia. Muchos son engañados por el modernismo en buena fe, sobre todo seducidos por el mal ejemplo de los pastores y de los teólogos a la moda.
----------Vale hacer notar que el modernismo de nuestro tiempo está a menudo limitado a la negación de solo unas pocas verdades de fe, aunque verdades fundamentales. Por ejemplo, herejías muy extendidas hoy en día son la negación del pecado original, del sacrificio de Cristo y de la Misa, de la inmortalidad del alma, del mérito de las buenas obras, del infierno y de la universalidad de la ley moral.
----------El modernismo afecta tanto a los teólogos como a los obispos: los teólogos que propagan libremente sus errores sin que los obispos intervengan, y los obispos que no hacen abierta profesión del modernismo, pero el hecho de no intervenir muestra cuanto menos que minimizan o excusan el fenómeno.

6 comentarios:

  1. Querido padre Filemón,
    Ud. dice: "Por cuanto respecta a aquellos que fueron llamados "tradicionalistas" y "conservadores", hago ante todo presente, una vez más, que en lugar de estos términos prefiero el de "pasadistas"..."

    Estoy perfectamente de acuerdo con usted, en decidirnos a usar de una vez por todas el término "pasadistas" para referirnos a aquellos que en la Iglesia católica permanecen aprisionados en el pasado.
    ¡Por favor, dejémonos de llamarlos "tradicionalistas"!
    De modo similar a aquellos que han usurpado el nombre de "progresistas".
    Así como es ofensivo para los simples católicos que los modernistas se llamen a sí mismos "progresistas", del mismo modo es ofensivo para los verdaderos católicos que los pasadistas, los lefebvrianos, los filo-lefebvrianos, y todos los que viven en la burbuja del pasado, se definan como "tradicionalistas". ¡Es un insulto a la Tradición! Más o menos similar sería el caso de que los luteranos quisieran definirse como la verdadera religión "bíblica"!

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    1. Querido Ernesto,
      estoy totalmente de acuerdo.
      Te felicito por estas precisiones terminológicas, que nos dan claridad y nos orientan en el hacer las distinciones necesarias entre los diferentes movimientos eclesiales.
      Esta claridad terminológica, a su vez, nos ayuda a resaltar defectos y méritos de las dos alineaciones, modernistas y pasadistas, en la esperanza de que nuestro fervoroso y paciente empeño, con la ayuda de Dios, pueda tener éxito en el acercar a los dos partidos, a fin de que pueda realizarse una recíproca comprensión y se logre la paz y la concordia en la Iglesia, que todos hemos venido deseando desde hace sesenta años.
      Así podremos ser de ayuda al Papa, el Padre común, a quien corresponde supremamente la tarea de promover la armonía entre hermanos, de resolver los conflictos y de hacer que todos, si es posible, se adhieran a la única fe en la unión de la caridad.

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  2. Sergio Villaflores22 de enero de 2022, 6:50

    Estimado padre Filemón,
    estoy de acuerdo (¿cómo podría no estarlo?) cuando usted dice: "Hay un pasado que sigue todavía vivo, hay un pasado que hacer revivir, pero también hay un pasado que se ha terminado y que es inútil o dañino querer mantener. Hay un pasado para olvidar y cancelar. Aquí se distingue el pasadismo de un sano conservar y de un sano tradicionalismo".
    Sin embargo, me parece que deberíamos dejar de usar expresiones como "sano tradicionalismo" o "sano progresismo". Comprendo perfettamente el significado que usted quiere dar a estas denominaciones, pero creo que su esfuerzo es inútil, porque durante décadas, tanto el tradicionalismo como el progresismo, han ido a la deriva hacia posiciones extremistas, frecuentemente heréticas y cismáticas.
    Frecuentemente se dice que "todos los ismos son malos". Quizás ésta no sea una regla exhaustiva, pero creo que en este caso ella se aplica. Lo que es sano en la Iglesia es la inclinación o sensibilidad a la tarea del progreso y de la renovación; pero el progresISMO es malo. Lo que es sano en la Iglesia es la inclinación o sensibilidad a la tarea de la conservación, pero lo que es malo es el conservadurISMO. Sin mencionar que en la Iglesia es saludable ser tradicional (¿cómo podría un católico no ser "tradicional"?), pero lo que es malo es el tradicionalISMO.
    No quisiera caer en burdas y mediocres discusiones de palabras, pero pienso que este uso, o el esclarecimiento de estos términos, sería útil para evitar discusiones superfluas.
    Gracias.

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    1. Estimado Sergio,
      he propuesto el término "pasadista", pero está claro que no lo convierto en un absoluto. Basta con que nos sirva para que nos entendamos unos a otros. Como sabemos, las palabras son ad libitum.
      El sentido que usted le da a tradicionalismo y progresismo, lo encuentro bastante aceptable. En este caso me parece que "ismo" designa la deformación del valor correspondiente, en el sentido de que tradicionalismo puede significar un malentendido sentido de la tradición, y progresismo puede significar la manía del renovar.
      Sin embargo, insisto en el considerar que de por sí tradicionalismo y progresismo son términos inocentes. Sin embargo, estoy de acuerdo con usted cuando señala que muchas veces se ha hecho referencia a un modo falso de respetar la tradición y a un falso progreso.
      En cuanto a la expresión "católico tradicional", quisiera decir que me parece un pleonasmo, porque, como decía san Pío X, es esencial al ser católico el respeto a la tradición. Por otra parte, la expresión "católico tradicional" me parece que puede ser usada por los pasadistas, para cerrar el sentido del catolicismo en la categoría de la tradición, mientras que sabemos que el católico ama también el progreso.
      Por cuanto respecta a la cuestión de la conservación, la cual en sí misma es un gran valor, no cabe duda que el término conservadurismo tiene un significado negativo, que se refiere a conservar lo que no se debe conservar.
      Por cuanto respecta al término conservador, se le suele dar un significado negativo. En mi opinión, dada la importancia del conservar en la fe católica, quizás sería mejor darle un sentido positivo.

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  3. Sergio Villaflores22 de enero de 2022, 17:43

    Gracias, padre Filemón, por sus precisas aclaraciones, las que en general comparto, sin ningún problema, con más razón al tratarse sólo de cuestiones terminológicas.
    Sin ánimo de discutir, sino simplemente para aclarar los conceptos que usted maneja, quiero referirme a su frase: "Por otra parte, la expresión "católico tradicional" me parece que puede ser usada por los pasadistas, para cerrar el sentido del catolicismo en la categoría de la tradición, mientras que sabemos que el católico ama también el progreso".
    Entiendo que allí usted está usando la palabra "tradición" en el deformado sentido fijista pasadista (lefebvriano o filo-lefebvriano). Porque creo que usted indudablemente sabe mejor que yo que el recto sentido de tradición, es el de tradición viva, que progresa en su esclarecimiento (hacia la prenitud de la Verdad). De modo que me parece que no debería decirse que "el católico ama la tradición y TAMBIEN el progreso", porque está claro que la verdadera tradición IMPLICA el progreso.
    Gracias.

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    1. Estimado Sergio,
      le confieso que la expresión "católico tradicional" me produce cierto desagrado o incomodidad, precisamente porque el verdadero católico es un amante de la Sagrada Tradición. Por otra parte, estoy de acuerdo con usted en que el verdadero amor por la Tradición implica el amor por el progreso, "progreso en la continuidad" según la feliz expresión del papa Benedicto XVI.
      Por otra parte, la expresión "católico tradicional" hace pensar en la existencia de católicos no tradicionales. Católicos de este tipo indudablemente no pueden ser buenos católicos y me hacen pensar en los modernistas.
      Pero yo me pregunto: el uso de esta expresión, en una situación como la de hoy, donde frecuentemente se hace de la tradición un ídolo, en lugar de conectarla con la Escritura, por debajo de la viva Palabra de Cristo, y como fuente de la Revelación, junto a la Escritura, interpretadas entrambas por el Magisterio, ¿puede ser realmente útil el uso de esta expresión, o, en cambio, puede ser instrumentalizada por los pasadistas?

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