"El tiempo de nuestra vida es una sombra fugaz y nuestro fin no puede ser retrasado: una vez puesto el sello, nadie vuelve sobre sus pasos. Vengan, entonces, y disfrutemos de los bienes presentes, gocemos de las criaturas con el ardor de la juventud" (Sab 2,5-6).
----------Un lector me ha escrito intrigado por mi insistencia en comentar los artículos de Lugino Bruni en el Avvenire, comenzando por los de hace año y medio más o menos, hasta los más actuales. La razón es muy simple: las creaciones del economista italiano con veleidades de teólogo son un modelo de lo que está en la raíz de la predicación buenista, misericordista y perdonista de muchos pastores durante la presente pandemia. En el artículo de Bruni que hoy examinaremos, comprobaremos cómo este atormentado cristiano italiano ya no espera nada para el más allá, ninguna eterna beatitud, sino que le basta la vida presente.
Cuando las cartas se terminan mostrando sobre la mesa
----------Esta es ya mi novena nota siguiendo en el diario "católico" Avvenire la trayectoria de Luigino Bruni, en sus artículos pseudo-teológicos, en los cuales él, tratando interesantes temas espirituales inspirados en los Salmos bíblicos, nos revela cada vez con mayor claridad, aunque siempre de manera velada, su pasado, ya sea mirado con pesar, ya sea juzgado equivocadamente: una oscilación de juicio que él parece presentar como una experiencia común del pasado de todos, pero que en realidad, no pudiendo pretender tal universalidad, es evidentemente el retrato de su caso personal, que oculta bajo esta falsa generalidad.
----------También esta vez aparecen oscuras alusiones a su pasado. Comentando el Salmo 90, le aparece "la evidencia de un gran derroche, cuando nos envuelve la fuerte y verdadera impresión de que hemos invertido nuestra vida en lugares equivocados y llega la certeza de que el tiempo de la vida ha pasado volando y nuestra vida ha permanecido atado a la hoguera". Bruni se descubre a sí mismo como Sísifo en su desesperada e inútil fatiga: "en el mismo ejercicio de empujar la misma roca hacia la misma montaña". Pero esto le sienta perfectamente: "cuando ese héroe trágico que somos finalmente toma conciencia de su propio destino, agradece a su piedra porque comprende que fue esa piedra la que lo empujó a la cima cada mañana".
----------Sin embargo, a Bruni le agrada Sísifo; parece que con él se encuentra a sí mismo. Aquí encontramos la misma complacencia morbosa y frustrante con la cual Bruni en artículos anteriores ha hecho la alabanza de la imperfección, de la sed y de la utopía. Es el elogio del fracaso, porque él mismo ha fracasado, pero como no quiere reconocerlo sintiéndose en culpa, he aquí que está regocijándose en lo efímero, desairando la eternidad divina y hundiéndose en el trabajo como quien bebe para olvidar. ¡Magro consuelo!
----------Bruni quisiera presentarse como maestro de espiritualidad, pero al mirar bien lo que dice, se ve que es un creyente en crisis de fe y la importancia de los temas que trata (la relación con Dios, el castigo divino, la oración, la conversión, el sacrificio, la perfección, la sed de Dios, el sentido de la vida, de la utopía, la profecía, la sabiduría, la culpa, la fraternidad) hacen pensar acaso, como dije en mi último artículo sobre él, en un sacerdote infiel a su ministerio, el cual, habiendo perdido el gusto por las cosas del cielo y la esperanza del paraíso, trata de encontrar satisfacción, como diría Jean Paul Sartre [1905-1980], en las nourritures terrestres, "como una efímera mariposa", según lo que recita el título mismo del último artículo de Luigino del 9 de agosto de 2020. "Somos mariposa efímera, nacimos para volar un solo día". ¡Pobres de nosotros!
----------Pero Bruni piensa que él es feliz, porque se siente una sola cosa con el universo: "El mar y nosotros tenemos un sentido, y es el mismo sentido". Esto sería "una experiencia de lo absoluto". La embriaguez del "vuelo loco de la mariposa es la misma embriaguez del universo".
----------Vuelve la visión de Dios que ya hemos visto: un Dios en reciprocidad con el hombre: "Nuestro tiempo es un momento, pero tiene la misma cualidad que el tiempo de Dios. Porque el absoluto ha entrado en nuestro tiempo". Dios no es eterno, sino que es temporal, del mismo modo como Bruni es temporal.
----------Pero he aquí que en cambio, dirigiéndose por un momento a Dios, Bruni llega a decirle: "Tú eres desde siempre y para siempre, nosotros centinelas de un único turno de vigilia, profetas para una sola noche (Isaías 21). Y allí, en ese solo breve momento, verdaderamente nos encontramos con Dios, verdaderamente nos tocamos. Tú nos hieres, nosotros te herimos, hasta clavarte en una cruz".
----------Como comprobamos, siempre la misma reciprocidad entre Dios y el hombre: Dios nos hiere y nosotros herimos a Dios. Ciertamente viene a la mente la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Pero aquí no funciona la communicatio idiomatum. Sabemos cómo Bruni concibe a Dios: Él influye sobre nosotros y nosotros influimos sobre Él. Nosotros nos convertimos en lo absoluto y Él deviene lo efímero.
----------Esta vez Bruni comenta el Salmo 90, que, como es su costumbre, distorsiona a su gusto y placer: "El Salmo 90 recuerda que se puede vencer la fugacidad de la existencia sintonizando nuestro corazón con el del universo". "Y cuando logramos sintonizar nuestro corazón con el del universo, sentimos el mismo latido, descubrimos que los dos pulsan al unísono… La oración, quizás, es solo eso".
----------En este Salmo, sin embargo, se habla de la precariedad de nuestra vida y de las desgracias que nos suceden por el ímpetu de la ira divina, pero no hay ninguna invitación a "sintonizar nuestro corazón con el del universo", sugerencia de sabor panteísta, absolutamente extraño a la Escritura.
----------La plegaria en el sentido bíblico no tiene nada que ver con oscuras prácticas mágico-alquímicas de fusión de nuestro yo con el absoluto cósmico, fantasías que recuerdan a las de Giordano Bruno [1548-1600], sino que (y Bruni debería saberlo bien) es una humilde y confiada elevación de nuestra alma al trono del Altísimo y al Dios eterno, por intercesión de Nuestro Señor Jesucristo, para pedirle perdón por nuestros pecados, en el reconocimiento de la fragilidad y precariedad de nuestra existencia a causa del pecado original y de nuestros pecados, así como de los castigos merecidos, y para implorar la gracia de la salvación, en el ardiente deseo y en la esperanza de ver un día su rostro para siempre en el paraíso del cielo en la asamblea de los bienaventurados. Esta, como saben todos los cristianos, es la verdadera oración bíblica y no el embrollo y la mescolanza panteísta-nihilista que nos quiere vender Bruni.
Bruni nota la precariedad de la vida presente, pero en ella se encuentra muy bien,
incluso porque según él no hay otra vida después de esta
----------Bruni, entonces, se detiene para subrayar la fugacidad y la precariedad de la vida presente, pero sin ninguna perspectiva de una futura vida eterna en la resurrección y en la visión de Dios, en las cuales él ya no cree. Al contrario, Bruni se atreve a afirmar, con audacia impía, para justificar su indolencia y la pérdida de la fe, que en el Antiguo Testamento no hay ninguna conciencia de la supervivencia del alma después de la muerte, que no existe ninguna perspectiva, expectativa o esperanza de una resurrección o eterna beatitud en la visión del rostro de Dios y que la "sabiduría del corazón" consistiría en el profundizar los placeres de la vida terrena, porque después de esta vida ya no hay nada.
----------Bruni no se da cuenta en absoluto del hecho de que este deseo de eternidad y de inmortalidad junto a Dios, con Dios y gracias a Dios, constituye el alma y el significado profundo de toda la Sagrada Escritura y su excelencia entre todos los demás documentos religiosos de la humanidad, y constituye, por lo tanto, el nexo esencial que liga los dos Testamentos entre sí y pone al segundo en continuidad con el primero, llevando las aspiraciones mesiánicas veterotestamentarias a un cumplimiento supremo e inesperado.
----------Son prácticamente infinitos los textos del Antiguo Testamento que, en los modos más variados, implícita o explícitamente, directa o indirectamente, dan testimonio del tema de la vida eterna. Ver en el Antiguo Testamento sólo una colección de burdos proverbios populares de astuta sabiduría terrena, teñidos de sutil materialismo, en las huellas de las máximas de Confucio [551-479 a.C], o del utilitarismo de John Stuart Mill [1806-1873] o de Arthur Bertrand Russell [1872-1970], sin aspiraciones a una vida inmortal después de la muerte, es una total incomprensión del significado del Autor, del origen y del propósito de la Biblia, es una abominable falsedad, es un gravísimo insulto y una intolerable calumnia contra la Escritura, cofre sagrado de la Palabra de Dios, así como un insulto y ofensa gravísimos a nuestros hermanos mayores los Judíos, celosos custodios del Antiguo Testamento, que constituye la base del diálogo judeo-cristiano, tan querido para la Iglesia de hoy. Bruni, por lo tanto, combina el desprecio por la Biblia con el desprecio por los Judíos.
----------La Sagrada Escritura nace enteramente del alma sedienta de Dios. Está toda llena del deseo de ver finalmente a Dios, está toda inspirada por Dios para este fin. Quien no comprenda esto, no comprende el impulso primordial que ha producido la Sagrada Escritura y el factor coagulante que genera su unidad y su coherencia, más allá de sus diferentes géneros literarios, más allá de la multiplicidad y de la variedad de sus libros, y de los contenidos y fines particulares de cada uno de ellos.
----------La Sagrada Escritura, ya desde el Antiguo Testamento, tiene claro el primado de Dios sobre el mundo, del espíritu sobre la materia, del alma sobre el cuerpo. El hombre es creado a imagen del Dios inmortal. Los ángeles son seres celestiales e inmortales. Los justos esperan la inmortalidad (Pr 11,4; Sb 3,4). La sabiduría conduce a la inmortalidad (Sb 6,18; 8,13.17; 15,3). Dios promete dar su Espíritu (Ez 36,27; 39,29; Is 32,15). Dios da su Espíritu a los profetas. El hombre bíblico cree en la resurrección después de la muerte (2 Mac 7,23; Ez 37,5.10.14). Los justos después de la muerte se reúnen con sus padres y van al seno de Abraham. Los malvados caen al infierno. Job sin embargo espera ver a Dios después de la muerte. Moisés le pide a Dios que le muestre su rostro. Los hechiceros evocan a los muertos.
----------Jerusalén tiene un futuro inmortal y celestial. Sobre el Mesías reposará el Espíritu de Dios y su reino será eterno. El pueblo de Israel es pueblo mesiánico. Isaías predice que en la era mesiánica la humanidad será inmortal y feliz. En el Día del Señor tendrá lugar el Juicio universal. Dios promete a Abraham una descendencia como la arena del mar: evidentemente una clara referencia a una descendencia inmortal. El profeta Natán prevé para David un reino eterno. Salomón obtiene la sabiduría como don de Dios. El existencialista Qoelet, pieza fuerte de los materialistas amargados y juerguistas, concluye diciendo que con la muerte el espíritu "vuelve a Dios que lo ha dado" (Qo 12,7). De mil modos los Salmos expresan el deseo de Dios. ¿Realmente hace falta precisamente un Luigino Bruni para nublar el significado y hacerles decir a la Biblia lo contrario de lo que quiere decir? Para Bruni la cierva tiene sed, pero está contenta con su sed.
El pecado de la envidia por Dios
----------Por otra parte, Bruni sugiere cultivar hacia Dios un vicio feísimo y sumamente impío: la envidia. Según él en los Salmos "la alabanza se entrelaza con la tristeza, el reconocimiento por estar vivos y ser amados se emparenta con la envidia por Dios y por su eterna aurora. No entendemos mucha oración sin tomar en serio también el sufrimiento que surge de la envidia de Dios. Este típico y paradójico sufrimiento del hombre religioso, en los salmos es aún más tremendo porque en ese humanismo la muerte no es continuación diferente del mismo vuelo bajo el ala de Dios, sino que es ocaso sin nuevo amanecer -'¿hacéis acaso maravillas con los muertos? ¿O las sombras se levantan para alabarte?' (Sal 88,11)".
----------De manera que, una vez más, Luigino Bruni se atreve a falsificar la esencia de la plegaria bíblica llegando a confundirla impíamente y descaradamente con el vicio de la envidia, uno de los siete famosísimos pecados capitales. La oración no tiene nada que ver con la envidia, sino que es exactamente lo contrario de ella y su antídoto, y además Bruni llega al colmo de la impiedad al suponer y proponernos actuar como un maestro espiritual, incluso enseñándonos una "envidia por Dios", a la que Bruni quisiera hacer pasar nada menos que por el sentimiento del "hombre religioso", queriendo darnos a entender, como si fuéramos necios, que esa sería la enseñanza de los Salmos. Hace falta mucha fantasía, y a Bruni no le falta, para montar una estafa de este género, construida sobre muchos engaños, uno peor que otro.
----------Las palabras del Salmo: "¿haces acaso maravillas por los muertos? ¿O las sombras se levantan para alabarte?" no significan en absoluto, como se imagina Bruni, que la vida del hombre sea "un vuelo bajo el ala de Dios", de modo que suponga un "atardecer sin nuevo amanecer", cosa que negaría la permanencia del alma humana después de la muerte y la resurrección del cuerpo, sino que quieren dar a entender que el Dios de la vida no está presente donde están la muerte o los fantasmas, precisamente porque Él no tiene nada que ver con la muerte o los espectros, sino que es el Dios que hace vivir y da la vida eterna. Por lo tanto, Bruni quiere decir exactamente lo contrario de lo que quiere decir el Salmo. Bruni puede sostener su teoría pagana de la vida solo haciendo decir a la Sagrada Biblia aquello que ella no quiere decir.
----------Ahora bien, aclarado este punto, pasemos entonces a aclarar qué es la envidia en su oposición radical a la plegaria, plegaria de la cual ya he hablado anteriormente. Y luego veremos el agravante de culpa, que asume la envidia, precisamente cuando el objeto de la envidia es Dios. Pues bien, la envidia es el desagrado por el bien de otros, bien que nosotros no poseemos, pero que no podemos obtener por nosotros mismos. Podríamos pedir tal bien a su poseedor, quien podría decidir compartirlo con nosotros; pero el orgullo, que generalmente se acompaña a la envidia, nos impide pedir. El envidioso quisiera para sí el bien poseído por otros y le desagrada que sea poseído por otros. La envidia suele generar odio en el envidioso hacia aquel a quien envidia, también porque el valor de la persona a quien envidia puede hacerle sombra.
----------El pecado de envidia hacia Dios depende del hecho de que el hombre, al descubrirse débil, frágil, contingente y efímero ante un Dios eterno e inmortal; encontrándose el hombre infiel y traidor ante un Dios leal y fiel; descubriéndose el hombre en culpa ante un Dios santo; descubriéndose hombre sufriente frente a un Dios en eterna beatitud, no se acepta en su límite creatural y no le viene a la mente, a causa de su orgullo, pedir ayuda o perdón a Dios, sino que quisiera ser como Dios. Es el pecado de Satanás.
----------No acepta depender totalmente de Dios, sino que quisiera serle su igual. Entonces cree poder cambiar a Dios para que sea como él lo quiere. Ya hemos visto esta actitud arrogante de Bruni en uno de sus artículos anteriores. Bruni, así como no tiene la intención de dejar de pecar, al mismo tiempo quiere un Dios benévolo, toma las desventuras que le suceden (la pandemia, por caso) no como llamadas al arrepentimiento y a la conversión, sino sólo como golpes del destino o disfunciones de la naturaleza y está convencido de que Dios no lo castiga. Y al mismo tiempo está convencido de que Dios finge no ver y lo deja hacer.
Bruni ya no mira al primer pacto, sino que se ha acomodado en el mundo
----------Como hemos visto en los artículos precedentes, a Bruni le vienen remordimientos por haber traicionado y abandonado lo que él llama el "primer pacto", su propio compromiso, su vocación. En un primer momento había tenido la idea de que tal vez no, tal vez él siempre ha sido el mismo. Luego, mirando con nostalgia y pesar su inocencia de niño, le había venido la idea de volver a ser niño. De retornar a ese "primer pacto", del cual había hablado en el artículo precedente, esa infancia inocente, de la cual en otro artículo anterior había tenido vana nostalgia, después de haberse "recubierto de polvo" en el laborioso camino.
----------Pero luego, en artículos posteriores, hemos visto como Bruni ha abandonado el proyecto de volver a niño y al primer pacto y ha comenzado a buscar justificaciones y pretextos, para poderse adaptar y acomodar en esta mísera y fugaz vida terrenal, en el "vuelo de la mariposa", sin más perspectivas de eternidad, sino inmerso en el trabajo cotidiano, pensando en encontrar aquí la paz, porque ha perdido la esperanza de poder volver a ser como era antes. Pero sobre todo ha perdido la fe en la existencia de una felicidad eterna después de la muerte. ¿Dónde lo ha descubierto? Según él, en la Biblia. Según Bruni es la Biblia la que le ha enseñado que el paraíso del cielo no existe. Leamos estas alucinantes palabras:
----------"Hace falta mucha fantasía teológica para encontrar en el Salterio, en Qoelet o en Job, anticipaciones de la resurrección cristiana de los muertos. El gran don del Antiguo Testamento reside en esta ausencia radical de consuelo, que, no situando el paraíso del cielo más allá de la muerte, nos invita a encontrarlo aquí abajo, donde realmente existe. Si este es nuestro único vuelo bajo el sol, si no tenemos una segunda posibilidad, entonces nuestra historia es tan breve como seria e importante. Ante la experiencia de la vanitas de la vida, la Biblia sabe que una desilusión verdadera es preferible a una falsa ilusión, que la desesperación puede ser una buena vía de acceso a la existencia, ciertamente mejor que los consuelos inventados".
----------Ya hemos visto más arriba la falsedad de la tesis de Bruni, según la cual en el Antiguo Testamento no habría perspectivas de una vida eterna después de la muerte y de una resurrección final de los muertos. Para Bruni, el gran don del Antiguo Testamento no está en la perspectiva del paraíso del cielo después de la muerte, sino en la perspectiva de disfrutar la vida aquí abajo. El paraíso del cielo no está más allá de la muerte, sino que está aquí en esta tierra. Si en esta vida somos infelices, no hay una segunda posibilidad en el cielo. O somos felices aquí o nunca lo seremos, porque después de la muerte no hay nada.
----------Disfrutemos de la vida mientras tengamos tiempo, porque después seremos polvo para siempre. Esta vida mortal es muy seria e importante, porque es la única que tenemos, dice Bruni. No hay otra después de la muerte. Creerlo es una invención y una ilusión, no de la Biblia, sino de los sacerdotes. La Biblia es materialista y nos enseña a disfrutar la vida presente. No San Agustín o Santo Tomás, sino Karl Marx [1818-1883], Sigmund Freud [1856-1939] y Friedrich Nietzsche [1844-1900] son los verdaderos intérpretes de la Biblia.
----------Bruni quisiera dar una cobertura de credibilidad a su materialismo haciéndose pasar por un censor del "hombre rico" de Lc 12,19, que se dice a sí mismo: "Alma mía, muchos bienes tienes a tu disposición para muchos años; descansa, come, bebe y entrégate a la alegría". Y no se da cuenta o quisiera darnos a entender, como aparece claramente de todo el contexto de su artículo, que él es precisamente ese pobre iluso. El rico egoísta y materialista sabe muy bien, como lo sabe Bruni, que no es "invencible e inmortal", pero, del mismo modo que Bruni, no le importa: a él le basta y le interesa disfrutar materialmente en esta vida, ahora mismo, al máximo y el mayor tiempo posible por todos los medios lícitos e ilícitos, porque luego, cuando llegue la muerte, todo habrá terminado, ya no habrá nada.
----------Debe saberse que los sujetos que se creen inmortales e invencibles por cuenta propia y no gracias a Dios no son necesariamente individuos ávidos de bienes terrenos, como si fueran animales, al contrario son sujetos que perciben muy bien y aprecian la primacía del espíritu sobre la materia, pueden ser austerísimos ascetas al estilo de la cultura india, o bien modestos docentes universitarios, o incluso sobrios teólogos rahnerianos. El hecho es que se creen inmortales e invencibles porque creen que su efímero yo empírico no es más que el aparecer caduco al mundo de su yo profundo, que es Dios mismo.
----------Ahora bien, esto ni siquiera se le pasa por la cabeza a Bruni, porque, si él tiene un mérito en teología, que ya le he reconocido en un artículo precedente, es precisamente el de reconocer la alteridad de Dios respecto de su yo, como dicta la sana razón y es confirmado por la Sagrada Escritura.
----------Lo malo es que Bruni luego entiende la personalidad divina en las huellas de un dios pagano, por lo cual su relación con Dios, como hemos visto ad abundantiam en los artículos precedentes y también en este, es similar a la relación que el pagano tiene con su dios: no lo trata con sumisión a él, sino para doblegar la voluntad del dios con halagos astutos (las artes mágicas) para hacer su voluntad.
----------La larga tratativa que Abraham tiene con Dios para salvar a Sodoma y Gomorra (Gén 18,16-33) podría tener la apariencia de reflejar el método mercantilista que expone y nos vende Bruni, pero en realidad este episodio debe ser interpretado para hacernos entender que Abraham tenía un profundo conocimiento de la misericordia divina, aunque más tarde, como sabemos por el resto de la historia, Sodoma y Gomorra fueron ciudades de todos modos castigadas por su obstinada rebelión.
Bruni hace decir a la Biblia lo contrario de lo que ella quiere enseñar
----------¿Se podría imaginar mayor desvergüenza y descaro que estos? Hasta ahora, los negadores del paraíso del cielo siempre se contaban entre los paganos, entre los ateos, entre los libertinos, entre los epicúreos, entre los incrédulos y entre los blasfemos, siempre en controversia con la Biblia. ¡En cambio, Luigino Bruni nos asegura que la Biblia está de acuerdo precisamente con todos ellos!
----------Bruni, por otra parte, interpreta la plegaria del Salmista a Dios que nos conceda poder "contar nuestros días" (cf. Sal 90,12), no en el sentido saludable de recordarnos la precariedad y finitud de la vida presente para no apegarnos a esta vida con días contados como si fuera algo absoluto, y para recordarnos que sólo Dios es nuestro sumo bien; sino precisamente en el sentido de reducir todo nuestro destino hecho para el Eterno en el angosto espacio de esos pocos días de la vida presente, como si en estos días debiéramos encontrar quién sabe qué maravillas ("efímeras, brevísimas, estupendas").
----------La vida presente ya no se presenta a Bruni como una pregustación o anticipo de la eterna beatitud de la Iglesia celestial y de la plenitud del reino de Dios en la compañía de los santos y de los ángeles. No. De ningún modo. Después de esta vida terrena, llena de fatigas, vanidades y sufrimientos, le espera la nada. Él retoma una canción sudanesa de Denka: "El hombre nace y muere y ya nunca regresa".
----------En un clima de mitificación del trabajo cotidiano con sabor marxista, Bruni termina de comentar el Salmo 90 atribuido a Moisés: "mientras Moisés terminaba su obra, sintió tristeza por la vanidad que habría consumado también esta obra suya" (la construcción del Arca de la Alianza, Ex 35) "y experimentó la tristeza típica de quien se encuentra frente a lo efímero de la vida. Y allí nació una nueva oración: 'Da sustancia a esta obra, que ella también no pase como el viento: sálvala, aunque no pueda salvarme a mí'. De ahí, de ese SOS, de ese pedido de auxilio, para proteger esa obra del mar de la nada, ese poeta de lo efímero llegó al Absoluto y le pidió que aprendiera a contar sus días. Y mientras hacía esa oración descubrió que ya contaba bien un día, aquel en el cual estaba terminando su trabajo. Trabajamos, mañana tras mañana, hacemos nuestra obra y terminamos nuestro trabajo. Efímero, brevísimo y estupendo".
----------En realidad, este Salmo no habla en absoluto de un Dios que no quiere salvar a Moisés. ¡Figurémonos! (esto se lo ha inventado Bruni para el propósito de su tesis), sino que dice así: "Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos" (Sal 90,16-17).
----------Por consiguiente, aquí, en este Salmo, no hay para nada una concentración idolátrica sobre la obra de las propias manos como si fueran algo absoluto, sino el voto expresado a Dios de que Él quiera manifestar su obra y su bondad fortaleciendo la obra del hombre, la cual por tanto no puede atraer hacia sí todo el interés del hombre, como lo haría un ídolo, sino que tiene el propósito de manifestar el poder de Dios, quien se revela en las obras del hombre, para que el hombre, en gratitud a Dios que le ha permitido producirlas, rinda culto y gloria a Dios su sumo bien, bienaventuranza y fin último de su vida.
----------Con estas últimas delirantes declaraciones, Bruni ha descubierto sus cartas. Ha tocado el fondo. Ahora parece que él ha completado la sistemática obra de demolición de los valores cristianos que venía llevando a cabo en Avvenire durante meses. Cada vez derrumbaba un valor. El último valor a abatir, sostén y fin de todos los demás, era el paraíso, la vida eterna, la visión beatífica. Eliminado eso, ya no queda nada.
----------Estamos a oscuras y en la total desesperación por disfrutar del efímero trabajo cotidiano, no se sabe por qué y no se sabe para qué. Esperamos solo que sea bien pagado. Es esa obra de "autodemolición de la Iglesia" por parte de ella misma, de la cual habló san Paulo VI en 1975. Así como Moisés ha terminado la obra, así Bruni ha terminado su obra, con la diferencia de que Moisés ha construido el Arca, mientras que Bruni la ha destruido. En los próximos episodios debería describir la belleza del mundo sin Cristo, sin Dios, la belleza del momento fugaz que nunca regresa. A menos que quisiera volver subir la pendiente.
----------La pregunta es: ¿podrá Bruni resurgir alguna vez de todo este fango en el que voluntariamente se ha sumergido hasta el cuello? ¿Será capaz alguna vez de recuperarse de esta abyección en la que se ha dejado encerrar y en la que le gustaría encerrar también a los lectores de Avvenire y a todos los que se hacen propagadores de sus ideas, incluso en Argentina? ¿Entre los casi trescientos obispos de la Conferencia Episcopal Italiana, pastores en algún sentido responsables también del Avvenire y de los que se autotitulan "diarios católicos", no hay ninguno que se interese por esta alma en peligro, la de Bruni? ¿Cuántas otras almas arrastrará a su vórtice con sus tonterías? ¿Y qué de los Obispos de la Conferencia Episcopal Argentina, que señalan a Luigino Bruni en su AICA, como si fuera el profeta de estos tiempos?
----------La sensación que tengo es que Luigino Bruni se revuelca en este fango y acaso se siente bien, al menos por ahora, por todo lo que en su contexto lo contiene. Sin embargo, no dudo que él, pese a todo, sienta también el llamado de su conciencia. El primer pacto y su vocación no puede haberlos olvidado. Sabe que los ha traicionado. Él mismo nos lo ha dicho. Entonces, Bruni, coraje, mírate. Retorna al Señor.
Enésima perorata final
----------Y en cuanto a los responsables del Avvenire, ¿dónde han acabado? ¿Quién les ha obligado a cavar precisamente bajo sus pies? ¿Cómo es que han llegado a este punto, a esta debacle? ¿Qué les ha sucedido? ¿Quién les ha arrastrado a este fango? ¿Acaso les pagan? ¿Y qué esperan lograr? ¿Qué están obteniendo en el presente? ¿Dónde ha ido a parar la fe que antes poseían? ¿Todavía siguen creyendo en el paraíso del cielo? ¿Por qué siguen usando el título de diario "católico" cuando Avvenire ya no lo es?
----------Pero no pienso solo en el Avvenire, sino que pienso también en los Obispos y sacerdotes argentinos, pienso en ellos como un católico que se vuelve a los católicos, un hermano de fe a hermanos de fe, aunque tengo la impresión de hablar a sordos, ya sea porque no escuchan, o porque no quieren escuchar. El Señor les está hablando con esta pandemia, pero parece que ustedes no escuchan. ¿Debería Dios levantar la voz? Pero si luego tampoco escuchan aunque oigan claramente, ¿qué será de ustedes?
----------En efecto, veo que todavía no han entendido el mensaje espiritual de la pandemia como llamada a la penitencia y a la conversión. Sin embargo, bastaría leer la Escritura sin anteojeras buenistas para comprender eso. Tengo la impresión de que en el mundo la lección divina de la pandemia no ha servido para nada y que los pecados estén en aumento y no en disminución. ¿Dónde están los reconocimientos de las culpas? ¿Dónde están los arrepentimientos? ¿Dónde están las conversiones? ¿Quién reconoce haberse equivocado? ¿Quién reconoce haber pecado? ¿Quién hace penitencia? ¿Quién es el que retorna a Dios?
----------Y sin embargo, desde hace años, en mis publicaciones, vengo explicando el significado cristiano del sufrimiento a la luz de la Sagrada Escritura, de la doctrina de la Iglesia y de los Santos. Me he atrevido a hablar de los castigos divinos, no haciendo más que exponer el Catecismo. Las ocasiones para hablar de ello pueden ser diversas: un terremoto, una guerra, una crisis financiera internacional, una pandemia como la actual. Hoy, naturalmente, la ocasión es la prolongada pandemia, pero las ocasiones son múltiples: y encuentro las mismas resistencias, los mismos malentendidos, los mismos errores, aunque nadie se atreve a atacarme y objetarme sobre este tema, y, de hecho, me he encontrado con muchos consensos.
----------Pero las posturas buenistas de Obispos y sacerdotes continúan siendo muy fuertes y difundidas y, sin embargo, no me doy por vencido, porque, como dice san Pablo, "sé en quien he creído" (2 Tim 1,12). Sé que tengo de mi parte toda la Tradición, toda la Escritura, todo el Magisterio de la Iglesia, todas las enseñanzas de los Santos. Quien está en mi contra se apoya en sofismas, equívocos y prejuicios, cuando no se trata de oposiciones formales al buen sentido común y a la Palabra de Dios.
----------Por eso quisiera recordarles, queridos padres Obispos, queridos hermanos sacerdotes, que, para resolver el problema del sufrimiento, es necesario, como hace Job, reconducirlo a Dios, aunque esto pueda parecer repugnante al principio. Pero no existe otro camino. De lo contrario, cualquiera que sea la otra causa que asignemos al sufrimiento, ya sea la maldad humana, ya sea la naturaleza, ya sea el destino o ya sea el demonio, nos vemos constreñidos a reconducirlo a un principio ajeno y extraño a Dios e independiente de Dios, principio sobre el cual Dios entonces no tendría ningún control. ¡Ridículo!
----------Deberían darse cuenta, queridos Obispos y sacerdotes, de que al hacerlo así, están descendiendo por una pendiente muy peligrosa, al término de la cual está el maniqueísmo, es decir, la admisión de un anti-Dios, al que Dios no puede bloquear ni vencer, ni someter ni utilizar, sino que él escapa y actúa como su eterno antagonista, un anti-Dios que actúa siempre en concomitancia con el Dios bueno, pero por cuenta propia y contra él, sin que el Dios bueno pueda hacer nada al respecto, como ciertos pastores o superiores, que elogian a los santos, pero luego dejan hacer a los malvados.
----------Por tanto, esta concepción del Dios buenista, misericordista y perdonista, que no castiga, es falsa ya en el plano de la religión natural. Es la concepción que tenía Marción del Dios del Nuevo Testamento, ya condenada como herética por la Iglesia desde el siglo III. Con mayor razón lo es desde el punto de vista de la Escritura y de la fe. Un Dios que tiene junto a sí un anti-dios y actúa en connivencia con él, un Dios que no castiga, sino que está solo para mirar y tolera todo y sonríe tanto al santo como al asesino, un Dios que no interviene para liberar al oprimido por el opresor, porque también éste se salva, un Dios de tal género no es un Dios omnipotente, que sabe hacer justicia, sino un Dios que no le importa un carajo, no es el Dios misericordioso, como quisieran hacernos creer ustedes, los buenistas, sino que es una cosa abominable. En la práctica no es Dios. Un Dios así es un monstruo. Quien crea en tal Dios es sustancialmente un ateo.
¿Cómo es que Bruni y nuestros Pastores se han reducido a este estado?
----------No sería ajeno a pensar que Bruni (si es que no actúa con astucia) haya abandonado su vocación y la fe porque ha sido engañado y escandalizado por superiores buenistas, los cuales, proponiéndole hipócritamente el ejemplo de la mansedumbre de Cristo sufriente, no le han hecho justicia por un serio agravio sufrido de parte de algún poderoso en la Iglesia, a quien no convenía tocar.
----------Otra hipótesis, tal vez más probable, que me inclinaría a hacer para explicar la situación actual de Bruni, es que él haya permitido que prevaleciera en él el apego a su yo, mundanizando su concepto de Dios. En otras palabras, la carne, diría el apóstol san Pablo, ha prevalecido sobre el espíritu.
----------Bruni aún conserva la conciencia de que Dios es fiel, mientras que él ha sido infiel; sabe bien que la vida presente es efímera y fugaz, mientras que Él es eterno; que él es pecador mientras Dios es inocente. Pero al mismo tiempo, dejando prevalecer en él la imaginación sobre el intelecto, y la soberbia sobre la humildad, se ha dejado llevar por la envidia por Dios, y ya no ha aceptado que Dios fuera la regla y el modelo de su vida, sino que ha comenzado a engrandecer el propio yo y a envilecer su concepto de Dios, hasta el punto de impostar su relación con Dios no sobre el plano de la dependencia, sino de la reciprocidad, diciéndole audaz y arrogantemente: yo dependo de ti, pero tú también dependes de mí.
----------Así Bruni ha creido poder corregir a Dios, un dios inventado por Martín Lutero [1483-1546], por su excesiva severidad y así liberarse por la tormentosa conciencia de sus culpas. Le ha dicho: "estoy hecho así y debes aceptarme como soy. Sé cómo debo ser y no te corresponde a ti dictarme la ley". Es el yo de la modernidad nacido de René Descartes [1596-1650]. Es el yo de la magia cabalística y de las religiones primitivas. También a la Pachamama es posible hablarle de este modo.
----------Pero entonces, ¿qué es lo que ha sucedido? Con el último artículo que hemos examinado, Bruni ha dado un ulterior paso adelante y le dice a Dios: "La vida eterna, oh Dios, no está hecha para mí, de hecho no me interesa. Guárdatela para ti. Estoy cansado del Dios de la metafísica, prefiero un Dios hecho 'con mis manos y mis pies'...", como ha dicho la otra vez. Para mí -dice Bruni a Dios- basta con sumergirme en el flujo vital del universo, sentir que "mi corazón late al unísono con él", dedicarme a mi trabajo cotidiano, tener los lectores del Avvenire, y disfrutar de la vida presente, porque ya no creo -si es que alguna vez he creído- en la inmortalidad del alma y en la resurrección, cosas abstractas e inverificables. Después de esta vida concreta y jugosa, todo ha terminado para mí. Soy la mariposa del vuelo de un día.
----------Sin embargo, ante este espectáculo deprimente, debo decir que no me parece que Bruni esté del todo excusado, cuando con razonamientos retorcidos y pseudo-exégesis bíblica trata de encubrir su traición y de hacerlo pasar por un estado feliz. Lo vergonzoso, permítaseme decirlo con toda franqueza a los Obispos y sacerdotes que hoy no están lejos de estas mismas posturas de Bruni, aunque son más hipócritas al no sacar con claridad todas las consecuencias, como hace Bruni, es que ustedes, en lugar de reclamar a Bruni como hago yo, por caridad cristiana, lo aprovechan vaya a saber por qué inconfesables motivos.
----------Pero no deben prestarse a este juego tan poco honroso, y les sugiero en cambio comenzar a predicar de manera fiel a la doctrina de la Iglesia, o a publicar en AICA o donde sea, lo que realmente necesita el pueblo fiel, desorientado como está hoy por los lobos vestidos con pieles de oveja. Que de una vez por todas expresen ustedes, como Pastores fieles el Evangelio, cómo afrontar como creyentes el drama de la presente pandemia y el gravísimo problema del sufrimiento a la luz de Nuestro Señor Jesucristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios sin debido respeto hacia la Iglesia y las personas, serán eliminados. Se admiten hasta 200 comentarios por artículo.