martes, 4 de enero de 2022

La pandemia y el milagro. ¿Esperarlo? ¿Pedirlo?

Las crónicas oficiales vaticanas narran que en la fría madrugada del pasado 8 de diciembre, el papa Francisco, ante la estatua de la Virgen María, en el centro de Roma, pidió el milagro de la curación para los numerosos enfermos en la actual pandemia. Pero en realidad, ¿podemos pedir el milagro?

----------Como todos los 8 de diciembre, desde hace nueve años, desde que es Romano Pontífice, también esta vez, hace un mes, el papa Francisco no faltó a la cita. Mientras la ciudad de Roma todavía dormía, con una temperatura de 4°C y el cielo todavía teñido de un azul brumoso, a las 6:15 el Santo Padre, nada más bajar del coche, se dirigió hacia la estatua de la Virgen María, para rendirle homenaje en el día de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción. Se detuvo unos instantes en oración, de pie y solo, con las manos unidas, para pedir a la Virgen María el "milagro", dicen las crónicas.
----------En el contexto de toda Italia azotada por nuevos picos de contagio en la actual pandemia del Covid, el Papa pidió a la Virgen "el milagro de la curación para los numerosos enfermos; la curación para los pueblos que sufren tan duramente las guerras y la crisis climática; y la conversión, para que derrita el corazón de piedra de quienes construyen muros para alejar de sí mismos el dolor de los demás", informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Después, se dirigió a rezar en la Basílica de Santa María la Mayor.
----------El papa Francisco suele hablar con frecuencia del milagro, y repetidamente nos exhorta a pedirlo. Por ejemplo, en el Angelus del pasado 24 de octubre, refiriéndose al milagro de Jesús que devuelve la vista al mendigo ciego Bartimeo (Mc 10,46-52), dijo: "Dios escucha siempre el grito del pobre, y no se molesta en absoluto por la voz de Bartimeo, es más, constata que está llena de fe, una fe que no teme en insistir, en llamar al corazón de Dios, a pesar de las incomprensiones y las reprimendas. Y aquí se encuentra la raíz del milagro. De hecho, Jesús le dice: 'Tu fe te ha salvado'... Muchos de nosotros, cuando rezamos, no creemos que el Señor pueda hacer el milagro... Pidamos todo a Aquel que puede darnos todo...".
   
¿Podemos pedir el milagro? ¿O se trata de una oración a un Dios que no responde?
   
----------El subtítulo que he escrito, viene a cuento porque hace casi dos años atrás, lo recuerdo bien, cuando iniciaban los duros azotes de la pandemia del Covid en Italia y en el mundo, en el diario Avvenire, en su edición del martes 31 de marzo de 2020, encontrábamos un artículo del teólogo de la Universidad Gregoriana Francesco Cosentino titulado El virus, el dolor y el silencio de Dios. Cuando la oración se convierte en un "grito". Como enseguida advertirán los lectores, aquella publicación en el diario propiedad de la Conferencia Episcopal Italiana parece no tener nada que ver con la fe auténticamente católica que ha movido todos los 8 de diciembre al papa Francisco, en la Solemnidad de la Inmaculada, a pedir milagros.
----------En dicho artículo, Cosentino rechaza la idea de pedirle a Dios que haga cesar la pandemia de un modo milagroso. De hecho, al inicio dice que "la oración concebida en el dolor no deja de ser escuchada". Pero luego, en la continuación de su escrito, donde esperaríamos que dijera en qué sentido nuestra oración no pasa desapercibida, dice cosas que nos hacen entender todo lo contrario. Veamos.
----------Cosentino, en efecto, explica que la oración, "mientras expresa el grito de nuestro miedo, antes que nada nos purifica de la imagen de un Dios que responde a nuestro llamado, que evita las lágrimas, que interviene desde arriba para resolver nuestros problemas. Así que salimos de la interpretación supersticiosa y mágica de la religión y aprendemos, como dijo el teólogo alemán Metz, que Dios no es el obstáculo para nuestras decepciones, sino la razón de nuestra esperanza".
----------La oración, para Cosentino, por lo tanto parece ser un grito inarticulado, ahogado en la garganta, atemático, privado de contenidos conceptuales y de peticiones precisas, expresión de una indescriptible y oscura angustia, ante un Dios oscuro, impotente e ininteligible, que calla, no responde, no interviene, no ilumina, no consuela, no nos ayuda, no hace milagros, sino que está inmerso en nuestra propia oscuridad, sufre en la oscuridad con nosotros y como nosotros.
----------Según Cosentino, retomando a Johan Metz [1928-2019], el concebir a Dios como un hacedor de milagros, respondería a una "interpretación supersticiosa y mágica de la religión". Pero aquí podemos ver un gravísimo equívoco, un signo de abismal ceguera metafísica, que confunde la actividad creativa divina con la magia, el fundamento de la omnipotencia y de la providencia divinas, que a su vez explican el poder típicamente divino de los milagros. Sorprende que estas cosas se escriban en un Diario "católico", y que es propiedad nada menos que de la Conferencia Episcopal Italiana, pero las sorpresas no acaban aquí. 
----------La magia no tiene nada que ver con la potencia creativa divina, que es el origen del milagro. La idea del mago, que, con su varita mágica, saca a la mariposa de la nada, es una imagen de cuentos de hadas para niños, indigna de la seriedad intelectual que se requiere de un teólogo de la Gregoriana. La magia no es más que un grave pecado de superstición y de sujeción al demonio, por el cual el mago, considerándose en posesión de un poder divino o sobrehumano, cree que puede obligar con su arte mágico, a la divinidad a hacer lo que él quiera. Al respecto, para saber qué es realmente la magia, solo basta con leer las obras de Giordano Bruno [1548-1600], expresamente escritas por él para enseñar las artes mágicas.
----------Pero entonces, ¿quién es Dios para Cosentino? Para él, en su visión de origen protestante, o más bien hegeliana, Dios no trasciende al hombre, sino que es igual al hombre: es un simple compañero de viaje del hombre, inmerso en la historia como él, que le permite hacer todo aquello que él quiere y está implicado en sus propios eventos históricos bellos y feos, sin poder hacer nada para cambiar las cosas.
----------Está claro, entonces, que en esta visión el milagro no tiene ningún sentido o es una fábula para niños. En esta visión protestante, entonces, Dios se reduce a ser, como el Dios-Idea de Kant, una simple proyección ideal o un notario de las iniciativas buenas y malas del hombre. Estamos, así, a un paso del ateísmo.
   
¿Qué es el milagro?
   
----------Detengámonos ahora para considerar qué es el milagro. Digamos inmediatamente que negar que Dios pueda o quiera hacer milagros y afirmar que es puerilidad supersticiosa pedirLe milagros, equivale a negar la existencia de Dios y, por lo tanto, la utilidad de la oración.
----------De hecho, el milagro pone en acción cuatro atributos divinos: la sabiduría, el poder, la providencia y la misericordia. Negar estos cuatro atributos divinos esenciales, equivale a negar a Dios. Lo que queda es el Dios de Hegel, un sombrío fantasma que ha salido de una mente cruel, un Dios, esclavo del mal. Por cierto, Maritain ha analizado muy bien a este monstruoso Dios, que aprueba tanto el bien como el mal, en su libro La filosofía moral. Exámen histórico y crítico de los grandes sistemas (1960), un Dios que asiste, sin molestar a la acción malvada de los hombres, con el pretexto de dejarlos libres. No solo no tapa los agujeros, sino que tampoco tapa los inmensos desgarros que produce la malicia humana. Y si no ha intervenido materialmente en Auschwitz, ¿quién nos dice que intervenga para purificar las conciencias?
----------Ahora bien, debe decirse que el milagro es una operación exclusivamente propia de Dios, porque presupone el poder crear algo de la nada, prerrogativa de la sola omnipotencia divina. De hecho, el milagro es un hecho sensible que no puede ser explicado más que con esta omnipotencia creadora.
----------De hecho, los milagros comportan un suministro adicional de materia, extraida por Dios de la nada. Pueden ser de dos géneros: o constructivos o liberadores. En el primer caso, el milagro agrega al hombre una fuerza física superior a sus fuerzas naturales: por ejemplo, caminar sobre el agua. En el segundo caso, agrega al hombre una fuerza superior a la humana, liberando al hombre de un mal, al que él, con su sola fuerza, no puede remediar: por ejemplo, un ciego que recupera la vista sin ayudas técnicas. Por ejemplo, una pandemia.
   
¿Qué debemos esperar? 
   
----------Ahora vengamos al tema de la esperanza. ¿Es Dios la razón de nuestra esperanza? Sin embargo, de un Dios como el de Cosentino, ¿qué podemos esperar? Cosentino no lo dice en su artículo. Más adelante, cuando habla de la esencia de la esperanza, en lugar de responder a la pregunta, que sigue sin respuesta, pasa a hablar de la fe, reduciéndola por consiguiente a la confianza, como lo hacía Lutero. De hecho, no habla del contenido de la esperanza, sino que simplemente habla de la "forma de la esperanza", que sin embargo no puede ser, no debe ser según Cosentino, la esperanza en una intervención milagrosa.
----------Recordemos que para Lutero, de hecho, la fe sustituye a la esperanza. Lutero, gracias a la sola fides y a la sola gratia, se siente salvado ya a partir de ahora: al fin de cuentas ¿qué debería esperar ya Lutero, si Cristo le ha confiadamente prometido salvarlo, haga lo que haga?
----------Por otra parte, este "esperar sin contenido" de Cosentino me hace recordar una anécdota personal, una charla de hace ya muchos años con un amigo, también apasionado por la filosofía, quien me dijo que estaba haciendo un estudio sobre la famosa "teología de la esperanza" del luterano Jürgen Moltmann [n.1926]. Le pregunté: pero ¿qué espera Moltmann? Y mi amigo me dijo: ¡espera!
----------De hecho, eso no se diferencia de lo que dice Cosentino: "la forma de esta esperanza no debe tener nada que ver con la ingenuidad de una religiosidad pueril, con la actitud milagrosística de aquellos que, atrapados por el esfuerzo de soportar el impacto del dolor, se aferran a los eventos extraordinarios o incluso con el sentimiento de la fuga para evitar afrontar el amargo duelo con el mal".
----------Y se entiende perfectamente que Cosentino no especifique lo que debemos esperar. De hecho, el objeto de la esperanza es precisamente la intervención sobrenatural de la gracia de Dios, y de su omnipotente misericordia, que hace milagros. Pero si no creemos en los milagros, ¿qué esperamos? ¿que mañana pueda salir el sol? Entonces, si Cosentino fuera lógicamente coherente con sus premisas sobre la conducta de Dios hacia nosotros, tendría que decir: realmente yo no espero nada.
   
Cosentino confunde la religión con la idolatría 
   
----------¿Y entonces sería una religiosidad "pueril" la de pedir el milagro, para recibir fuerza en la debilidad y no huir ante un amargo enfrentamiento con el mal? ¿Cómo se va a decir una tontería de tal género? ¡Y en Diario "católico"! ¿Por qué esta religiosidad debería ser una religiosidad pueril? ¿Se ha olvidado Cosentino que Nuestro Señor Jesucristo alaba repetidamente la fe de quienes piden el milagro?
----------¿Cuál sería entonces, para Cosentino, la religiosidad madura o la oración bien hecha? ¿Sería acaso el grito de angustia en la oscuridad, del que ha hablado antes? Sin embargo, en su artículo, en lugar de responder a ello, pasa a hablar de la esperanza, casi para identificar la religión, la oración y la esperanza. Él dice: "La esperanza cristiana, en cambio, reside en el saber y sentirse acompañado, desde adentro del dolor, por un Dios humano y compasivo, que se hace próximo a nuestras heridas, y no deja que nuestro pie vacile". ¿Pero, de qué sirve un Dios compasivo, si después ni siquiera puede sacarnos de allí?
----------Ridícula y blasfema concepción de la religión es, en cambio, la de Cosentino, quien concibe a Dios como una imagen colgada en la pared, como la fotografía del sonriente abuelo difunto, que sólo está allí, fijo e inmóvil, sin poder hacer nada para resolver los problemas de la casa. O como la gigantesca imagen de Cristo en el teatro de Castellucci. Un Dios de tal género es completamente asimilable a los dioses de los paganos, contra los cuales polemizan duramente los profetas, como por ejemplo el libro de la Sabiduría (15,15), que dice con robusto lenguaje antropomórfico: "no tienen el uso de los ojos para ver, ni narices para respirar aire, ni oídos para oír, ni dedos de las manos para palpar" (15,15). Y por lo tanto, la religión de Cosentino debe ser superstición e idolatría. ¿Cómo puede un dios hecho por el hombre salvar al hombre?
----------De hecho, en la visión de Cosentino, quien la toma de Metz, Dios carece del atributo de Padre providente, para reducirse a un espectador impotente e indiferente de los acontecimientos humanos abandonados a sí mismos, con la excusa de la autonomía del hombre. De ahí el burlón epíteto de "tapa-agujeros", reservado al Dios bíblico, tan claramente activo y útil en la historia humana. ¡Hermosa gratitud la de Cosentino! 
   
Un Dios para tenerle piedad 
   
----------Me pregunto: un Dios que sufre lo mismo que sufrimos nosotros, ¿qué fuerza o firmeza puede dar a nuestros pies y a nuestros pasos? ¿Cómo puede tener piedad un Dios que pide piedad? De acuerdo, comparte con nosotros el mal, y entonces, "mal compartido, consuelo...". ¿Pero acaso el Dios en el que creemos los cristianos está todo allí? ¿A dónde ha ido a parar su omnipotencia y su providencia? ¿Cómo puede salvarnos un Dios así? Si Dios es un mendigo o un desafortunado como nosotros, ¿de dónde nos viene la salvación? Entonces también podríamos arreglárnoslas por nosotros mismos.
----------Ahora bien, es necesario decir que es el sufrimiento de Cristo hombre que nos salva. Hablar del "sufrimiento de Dios", como hace Cosentino (o Bruno Forte) no tiene sentido. Es el sufrimiento humano de Cristo lo que nos salva porque Jesús se ha ofrecido como víctima de expiación por nuestros pecados al Padre, el Cual, habiendo recibido satisfacción en nuestro lugar del sacrificio del Hijo por la ofensa que nosotros Le hemos infligido por el pecado, en Cristo y por Cristo nos concede su perdón y, de hecho, la vida eterna, siempre que nos unamos a los sufrimientos del Redentor. Es esta participación en la Pasión de Cristo la que debemos pedir en la oración, ante todo y sobre todo al tener que vivir la presente prolongada pandemia.
----------Cosentino luego, en su artículo del Avvenire, recuerda la oración de Cristo en Getsemaní. Y observa: "Es en esa noche que nosotros podemos ver a Dios precisamente cuando pensábamos que lo habíamos perdido, entrando en la noche. Jesús nos revela quién es Dios: no uno que hace teorías sobre el dolor o establece las culpas, sino el Dios que entra en la noche, la sufre contigo, acompaña tu miedo, se deja tocar y lastimar. Y se deja clavar en la Cruz para que esa noche se abra a la luz de una nueva vida".
----------¿Pero, qué hay de malo en investigar y teorizar sobre el problema del dolor y esperar en ello una respuesta de la divina Revelación? Sobre este tema se han fatigado durante miles de años las mentes más elevadas de la humanidad, y han dado la mejor prueba de sí mismas; en torno a este tema tremendo y fascinante nacieron las grandes religiones, incluido el cristianismo mismo.
----------¿Y Cosentino se desentiende de este problema así, en dos palabras? Me pregunto por lo tanto de dónde sacó Cosentino su idea del Dios de Jesucristo. Por otra parte, según Cosentino, el Dios de Jesucristo "no establece las culpas". Entonces, ¿quién hace este delicado trabajo? ¿Cosentino?
   
Dios saca bien del mal, porque es omnipotente, pero en sí mismo del mal no surge el bien
   
----------Por otra parte, otra observación que debe hacerse al artículo del Avvenire, es que si Cristo es un pobre hombre como nosotros, un Dios sufriente y frustrado, ¿cómo pudo venir de aquella noche una "nueva vida"? ¿Es como la paloma que sale del sombrero del prestidigitador? ¿O se trata del "mágico poder de lo negativo" del que habla Hegel? ¿O es el efecto de un sueño de Cosentino en una mala noche?
----------Cosentino luego trata de explicar su pensamiento, citando las palabras de Dietrich Bonhöffer [1906-1945]: "comprended que la hora de la tempestad y del naufragio es la hora de la inaudita proximidad de Dios, no de su lejanía. Donde todas las demás certezas se rompen y colapsan y todos los accesorios que respaldan nuestra existencia se arruinan uno tras otro, allí es donde debemos tener que aprender a renunciar, precisamente allí se realiza esta proximidad de Dios, porque Dios está a punto de intervenir, quiere ser para nosotros sostén y certeza para nosotros. ... Esto quiere mostrarnos: cuando tú sueltas todo, cuando pierdes y abandonas toda tu seguridad, entonces eres libre para Dios y totalmente seguro en él".
----------Sin embargo: ¿cómo sería Dios sostén y certeza para nosotros? ¿Destruyendo todas las certezas que teníamos antes de recibir el Evangelio? ¡Pero hay que recordar que incluso las certezas racionales, aunque no reveladas, provienen de Dios creador de la razón humana! ¡Por consiguiente, entonces no es Dios, sino que es un huracán que lanza nuestra casa a los aires y lo perdemos todo! ¡Otra que sostén y certeza!
----------Por otra parte, debe observarse que dejar todo no debe querer decir, como parece insinuar Bonhöffer, destruirlo todo, para sustituirlo con Dios, sino que debe querer decir ordenarlo todo a Dios, renunciar a todo lo que crea un obstáculo para nuestra unión con Él, para luego volver a encontrarlo centuplicado.
----------Dios no sustituye al hombre, sino que lo salva y lo enriquece con su gracia. La renuncia no es en modo alguno el "colapso de las certezas". Por el contrario, la renuncia por Dios se funda sobre las certezas de la razón y de la fe. Quien abandona deliberadamente toda seguridad, de hecho no es libre para la unión con Dios, sino que es un tonto temerario, que camina en la oscuridad y no sabe a dónde va. Si el "naufragio" corresponde a la "inaudita proximidad de Dios", me pregunto en qué consiste la lejanía de Dios. No podemos pretender que Dios nos ayude haciendo naufragar la nave. No podemos saltar al mar y luego exigir que Dios nos socorra.
----------Por consiguiente, la vida cristiana no se construye sobre los escombros del hombre, sino utilizando los recursos humanos de la razón y de la voluntad que han permanecido sanas, después de la ruina del pecado original. Es desarrollando lo humano que se encuentra a Dios, porque Él es el creador y salvador del hombre. La fe no sustituye la razón, sino que la purifica y la eleva a un conocimiento sobrenatural. La gracia no sustituye la naturaleza, sino que la perfecciona al hacerla hija de Dios. 
   
El Dios de Cosentino no es el Dios cristiano, sino el Dios de Hegel
   
----------Preguntémonos ahora cuál es el Dios de Cosentino, uno de los "columnistas estrella" del Avvenire. No es el Dios cristiano, sino el Dios de Hegel. De hecho, es cierto que Cosentino dice que de la noche de Getsemaní surge la luz. Pero Cosentino no menciona en absoluto el hecho de que Getsemaní nos procura luz no por una forma de oposición dialéctica de la luz a las tinieblas, o porque la luz surge necesariamente de las tinieblas, como sucede en Hegel, sino gracias al voluntario sacrificio de Cristo, quien se inmoló sobre la cruz por la remisión de los pecados, es decir, por la extinción de las tinieblas. Cristo, que era la Luz, ha podido con el poder de su luz divina asumir en su carne las tinieblas del sufrimiento humano, efecto del pecado, extinguir ls tinieblas del pecado y transfigurar en luz las tinieblas del sufrimiento.
----------No es tan cierto eso de que la noche produzca luz necesariamente en todos. Existen algunos, a quienes les complacen las tinieblas y en las tinieblas quieren quedarse. De por sí, la noche produce la noche, el sufrimiento produce sufrimiento. Si la noche se vuelve luz, esto no sucede por una fuerza que sea intrínseca a la noche misma, como creía Hegel, sino por un libre consentimiento de quién está en la noche. Si el sufrimiento produce el gozo, no es porque la fuerza para producir gozo sea intrínseca al dolor y al sufrimiento, sino porque el sufriente sabe sufrir con Nuestro Señor Jesucristo. Estos pasajes del sufrimiento al gozo no tienen lugar a través de la oposición dialéctica, sino a través de la fuerza libre de la luz y de la alegría.
----------Fuera de metáfora: si el sufrimiento nos libera del pecado y del dolor, esto no sucede, como creía Hegel, por el "mágico poder de lo negativo", sino porque un Dios que no puede sufrir, con el poder de su divinidad, por amor nuestro ha podido rescatarnos de las tinieblas, de la muerte y del pecado y darnos la misma posibilidad de que merezcamos, uniéndonos a su Pasión, la luz, la vida y la alegría.
----------Por lo tanto, la oración cristiana no es ningún grito angustiado en la noche a un Dios que sufre, calla y no responde, sino que la plegaria cristiana es esa confiada petición nuestra a Dios Padre en Cristo por el poder del Espíritu Santo, en la certeza de ser escuchados.
----------Por lo tanto, no está prohibido en absoluto, sino más bien es recomendable pedirle a Dios, tal vez por intercesión de Nuestra Señora, el milagro o al menos la gracia del cese de la pandemia, como tantas veces ya ha pedido el papa Francisco y nos ha dado ejemplo de ello. Ya otras veces en la historia, como es sabido, Dios ha escuchado las súplicas, como sucedió por ejemplo en la peste de Roma en 1522 por gracia del Crucifijo, delante del cual rezó el Santo Padre en 2020, el inicio de esta cruel pandemia, no ciertamente para favorecer la fe ingenua y supersticiosa, de la cual habla Cosentino con desproposito en su artículo.
----------Ciertamente Dios tiene sus planes, que a veces pueden no coincidir con nuestros deseos, pero, como Job, sabemos por fe que, en cualquier caso, son planes sapientísimos y salvíficos. Pensemos por ejemplo en los millones de muertos que hiciera la así llamada gripe "española" en 1918. ¿Quizás porque no se ha invocado a Dios? En cualquier caso, si Dios no concede la gracia material, siempre concede la gracia espiritual de la paciencia, así como la serenidad y la fuerza para vivir fructuosamente el momento de la Cruz para la remisión de nuestros pecados y para la salvación del mundo.
----------Hay quienes hoy dudan de que el papa Francisco no esté confirmando nuestra fe de católicos. El simple hecho de dudar de que el Romano Pontífice, el Vicario de Cristo, el Sucesor de Pedro, pueda no cumplir su misión de confirmar al rebaño de Cristo en la fe, es en sí mismo ponerse ya en el camino de la herejía, es estar ya en la herejía. ¡No nos dejes caer, Señor, en semejantes tentaciones!
----------De modo que, hace casi un mes, en aquella fría madrugada romana del 8 de diciembre de 2020, Pedro no habrá confirmado, por cierto, la "fe" del articulista del Avvenire, pero sí la fe del rebaño de Cristo.

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