Una de las importantes claves para que la paz pueda llegar entre las facciones modernista y pasadista en la Iglesia es la actitud que los fieles deben tener frente al Concilio Vaticano II. Por eso no basta que el Romano Pontífice recuerde el deber de todos de aceptar el Concilio y que quien no lo acepta no puede estar en comunión con la Iglesia, sino que debe ser una aceptación sincera, no una fingida; el Concilio debe aceptarse como es en sí mismo, sin distorsionar su significado. Lo cual quiere decir que en primer lugar la corrección es responsabilidad de los modernistas: corregidos ellos, los pasadistas no tendran excusa para su corrección.
Concilio Vaticano II: ¿sólo pastoral o también dogmático?
----------Otro motivo para el contraste entre modernistas y pasadistas que todavía hoy está muy vivo, es si el Concilio ha sido puramente pastoral o ha tenido también un sesgo doctrinal. Sobre este punto, san Juan XXIII en el discurso de apertura del Concilio se limitó a señalar como propósito del Concilio no el de condenar errores o el de hacer aportes doctrinales, sino el de encontrar el modo y los medios para convertir el perenne depósito de la fe católica más accesible, atractivo y comprensible a los hombres de hoy, utilizando un lenguaje y modos expresivos adecuados, para así animarlos mejor a abrazar el Evangelio.
----------San Juan XXIII dijo (a decir verdad, bastante ingenuamente) que los errores modernos eran tan evidentes y habían provocado desastres tan terribles, que ya no había necesidad de condenarlos nuevamente. Pero no se daba cuenta de que en realidad el fuego estaba ardiendo sin llama y que los modernistas desde la época de san Pío X nunca habían renunciado por completo a sus armas, actuando en la clandestinidad. Solo estaban esperando el momento favorable para vengarse de la condena inmediatamente.
----------Así fue que en los años 45-50 del siglo pasado volvieron a levantar cabeza, por lo cual Pío XII, en la encíclica Humani generis de 1950, se vio obligado a denunciar un cierto resurgimiento de ellos. Pero también puede ser que el papa Juan esperara recuperarlos reconociendo sus lados buenos, el buen papa Juan, pero quizás demasiado bueno. De hecho -y esto es señalado por pocos- las enseñanzas del Vaticano II se pueden considerar, contrariamente a la lectura que hacen los pasadistas, una respuesta a las instancias del modernismo al presentar el modelo de la actitud que es necesario asumir frente a la modernidad.
----------Esto quiere decir que la instancia modernista de una modernización de la doctrina, de la praxis y de la pastoral católicas, la instancia modernista en sí misma, no era en absoluto equivocada. Lo equivocado fue el modo de responder a la modernidad, al abandonar a Santo Tomás de Aquino, para juzgar el pensamiento moderno en base a sus propios errores. ¿Qué cosa podría salir si no del error?
----------¿Cómo es posible particularizar lo que es universal, como hacen los modernistas? ¿Cómo es posible subjetivizar lo que es objetivo? ¿Cómo es posible poner el sentimiento en el lugar del concepto? ¿Como es posible poner el preconsciente en el lugar de la conciencia? ¿Poner la conciencia en lugar de la verdad? ¿La experiencia en lugar de la fe? ¿Cómo es posible convertir en mutable lo que es inmutable? ¿Cómo es posible transformar lo eterno en el tiempo? ¿Cómo es posible relativizar lo que es absoluto?
----------Es cierto que el papa san Pío X, siguiendo el acostumbrado método de hacer una lista o elenco de errores y herejías, se limitó a condenar los errores modernistas sin reconocer los aspectos válidos, o sea, sin reconocer la validez de la instancia avanzada por el modernismo. Por lo tanto, permanecía una discusión en suspenso o pendiente de los modernistas frente al Papado. San Juan XXIII se hizo cargo de saldar esa deuda, con todos los riesgos que ello podía conllevar. De hecho, los modernistas se aprovecharon de ello. Pero no fue culpa del Santo Pontífice, quizás demasiado bueno. La culpa es toda de ellos.
----------Por otra parte, conviene recordar que durante las labores del Concilio Vaticano II, como es bien sabido, el papa san Paulo VI, sucesor del papa Juan, quiso enriquecer las enseñanzas pastorales del Concilio con una orientación doctrinal, sin embargo sin obligar a los Padres conciliares a definir nuevos dogmas. Lo que no excluye que algún día estos aportes doctrinales puedan ser erigidos en dogmas. El Santo Pontífice Montini, eminente por su sabiduría teológica, quiso que el Concilio fuera no sólo maestro de pastoral, sino también maestro de doctrina, como por lo demás siempre ha sido en la historia de los Concilios.
----------Y fue así como nacieron los temas dogmáticos del Concilio Vaticano II: sobre la naturaleza de la Revelación y de la Liturgia, sobre la antropología, la ética de la persona y de la conciencia, sobre la ética familiar y social de la Iglesia, sobre la libertad religiosa, sobre la diálogo ecuménico, sobre la pluralidad de las religiones, sobre la naturaleza de la Iglesia, sobre la escatología, sobre la mariología, etc.
----------Pero también sobre este punto surgieron discrepancias entre los modernistas y los pasadistas. Los primeros, que reducían toda la teología a la pastoral, se esforzaban hipócritamente de tranquilizar a los pasadistas, alarmados por las novedades doctrinales, asegurando que se trataba sólo de pastoral, es decir, de presentar el Evangelio al mundo de hoy de una manera más adecuada. Los pasadistas, por otra parte, no renunciaban a la equivocada y enfermiza convicción que se habían hecho a sí mismos, de que habían sido engañados por el propio Concilio, es decir, que el Concilio, aunque proclamado como "pastoral", en realidad estaba pasando sigilosamente errores modernistas con el pretexto de la pastoral.
----------Por otra parte, también los pasadistas, no carentes de hipocresía, se permitieron rechazar las nuevas doctrinas del Concilio tomando como pretexto el hecho de que no hay nuevas definiciones dogmáticas y olvidando que las doctrinas de los Concilios de la Iglesia son siempre infalibles, aún cuando no definan nuevos dogmas, cosa que desde siempre se ha sabido, pero que fue esclarecida perfectamente hace un par de décadas, con la Carta Apostólica Ad Tuendam Fidem, del pasa san Juan Pablo II.
----------Pero los astutos modernistas estaban perfectamente conscientes de los nuevos contenidos doctrinales, también porque (hay que reconocerlo) supieron hacer una contribución válida a los textos finales del Concilio. Sólo que ellos, en su deslealtad, después del Concilio, deformaron tal contribución en sentido modernista al presentarla a los fieles como interpretación de las doctrinas conciliares.
----------Por otra parte los modernistas, precisamente porque conocían la aportación doctrinal del Concilio, al año siguiente de la clausura del Concilio, en 1966, salieron a la luz con el famoso Catecismo Holandés, inspirado en Edward Schillebeeckx e incluso aprobado por la Conferencia episcopal holandesa. San Paulo VI, como se sabe, hizo aportar muchas correcciones a ese Catecismo; pero ya la marea modernista estaba en movimiento y hasta ahora nadie, ni siquiera los Papas, han logrado detenerla, de hecho, se ha ido reforzando.
----------Jacques Maritain, ya en 1966, con su famoso libro Le paysan de la Garonne, se percató del peligro modernista y lo señaló claramente. Cornelio Fabro en 1974 nos advertía del peligro del rahnerismo. Pero, ¿quién escuchó a estos profetas? Su voz se vio abrumada por el canto de las sirenas modernistas y el estruendo del '68. En 1976 se publicó otra obra fraudulenta, siempre con el pretexto de la interpretación del Concilio: el Curso fundamental sobre la fe de Karl Rahner. Este es el "catecismo alemán".
----------Los Padres del Concilio Vaticano II, que tanto habían querido la "pastoral", carecieron sin embargo de esa sagacidad y previsión pastoral que supo tener en modo excelente el considerado "doctrinal" y "escolástico" Concilio de Trento, que ordenó la inmediata publicación del famosísimo Catecismo Tridentino "ad parochos", que ha servido durante siglos para exponer claramente la doctrina católica contra los errores protestantes. Todavía el Catecismo de San Pío X contenía la lista de errores protestantes, mientras que hoy en día muchos ya no saben cuáles son y se los confunde con la doctrina católica.
----------Pero esto ciertamente no fue culpa de la pastoral del Concilio Vaticano II, sino que fue el efecto del colosal fraude realizado por los modernistas, que hicieron pasar sus errores por doctrina del Concilio. Desafortunadamente, el papa san Paulo VI, aunque Santo Pontífice, no supo tener ese prudente oportunismo de poner en forma catequética el verdadero mensaje del Vaticano II y se dejó anticipar por los modernistas holandeses, que tuvieron un éxito extraordinario con su Catecismo. Parecía que Holanda había sustituido a Roma. Los modernistas holandeses sostenedores de la pastoralidad à gogo, han sido precisamente los que mejor han entendido la importancia de la propaganda ideológica.
----------Fue necesario que llegara un san Juan Pablo II para que Roma publicara en 1992 el Catecismo de la Iglesia Católica, ciertamente una obra maestra doctrinal. ¿Pero por qué Roma no se despertó antes? ¿Ella, que tiene tanto que enseñarnos de su propia historia? Se dice que Roma ha cerrado el establo cuando ya los bueyes habían escapado. De hecho, lo que todavía hoy tiene difusión entre los católicos no es el Catecismo de la Iglesia Católica, sino el Catecismo holandés y el Curso fundamental sobre la fe de Rahner.
La tarea que tenemos por delante y que debe esperanzarnos
----------Todos los católicos tenemos por tanto ante nosotros una grandiosa y urgente tarea de pacificación y reconciliación intraeclesial, en la cual, repito, todos estamos comprometidos y cada uno debe hacer su parte, pero el Sumo Pontífice tiene una responsabilidad de primer plano como Padre común de todos los católicos, moderador y juez supremo de la organización eclesial, pacificador de los contrastes entre las opuestas facciones, garante y custodio de la unidad eclesial en la pluralidad de las opciones y de los carismas, promotor de la concordia fraterna, animador de la recíproca caridad. Invocamos para el éxito de este plan, ciertamente bendecido y querido por Dios, la intercesión de María Madre de la Iglesia y Reina de la paz.
----------Por mi parte, sin dejar de reconocer mi falibilidad y limitaciones, aunque confiando en mi experiencia teológica y pastoral, a fin de ayudar al Papa en esta difícil tarea, quisiera aquí dejar constancia de las siguientes propuestas, que considero merecerían ser consideradas:
----------1. Al tratar esta grave cuestión del contraste entre modernistas y pasadistas, el Papa parece no cumplir plenamente su tarea de padre y juez de todos nosotros. En efecto, parece demasiado indulgente hacia los modernistas y demasiado severo hacia los pasadistas. A fin de que un juez pueda ganarse la confianza y el respeto de ambas partes, es necesario que se muestre super partes, imparcial y equidistante, de lo contrario sucede que la parte favorecida, creyéndose en el buen derecho, persiste en su mal, mientras que la parte desfavorecida, considerándose maltratada, se niega a someterse al juicio del juez.
----------2. Es necesario que el Papa, en cuanto mediador de paz, para obtener la conciliación y la concordia de las dos partes adversarias, resalte las cualidades tanto de una parte como de la otra, mostrándoles cómo pueden ser combinadas juntas y unirse armónicamente. En este caso específico, el Papa debe mostrar cómo la tarea de conservación se conjuga con la del progreso y cómo el conservar debe ir unido al renovar.
----------3. Respecto a la actitud que todos los fieles deben tener frente al Concilio Vaticano II, no basta que el Romano Pontífice recuerde el deber de todos de aceptar los documentos finales del Concilio y que quien no los acepta no puede estar en comunión con la Iglesia, sino que el Papa debe distinguir una aceptación sincera de una fingida, cual es la de los modernistas, los cuales no aceptan el Concilio como es en sí mismo, sino en su interpretación, que distorsiona su significado para conformarlo a sus errores.
----------4. El Papa no puede menos que reprochar a los pasadistas el malinterpretar el Concilio cuando ellos quieren encontrar en él huellas de modernismo, y debe hacerles notar a los pasadistas que el Concilio, lejos de ceder al modernismo, es el remedio a los errores modernos, y propone una sana modernidad, que resulta de la asunción crítica de los valores del pensamiento moderno y el rechazo de sus errores.
----------5. El Papa, retomando una enseñanza de Benedicto XVI, debería distinguir en las enseñanzas del Concilio la parte doctrinal de la parte pastoral, advirtiendo que mientras la parte doctrinal debe ser aceptada por aquellos que quieren estar en comunión con la Iglesia, la parte pastoral puede ser discutida.
----------6. No tema el Papa usar el término "modernismo", aunque sea usado por los pasadistas, porque ellos no lo usan en el sentido correcto, cuando acusan de modernismo al Concilio o al Papa.
----------El término "modernismo" puede ser retomado por el Papa a partir del uso que san Pío X hizo de él, aunque el modernismo de hoy es bien diferente al de los tiempos de san Pío X. Pero su esencia es la misma: es la idolatría de la modernidad, es decir, el hecho no de juzgar la modernidad a la luz del Evangelio, sino de juzgar el Evangelio a la luz de la modernidad. En el primer caso se descartan aquellos errores modernos que son incompatibles con el Evangelio; en el segundo caso se descartan aquellas verdades evangélicas que son incompatibles con los errores modernos. En resumen, el modernismo es un falso modo de aggiornar, de actualizar, de reformar, de hacer avanzar, renovar, modernizar la vida cristiana.
----------El Papa debe entender que quien habla de "modernismo" no es necesariamente un pasadista: es necesario ver en qué sentido se lo toma, considerando la distinción que he hecho más arriba. Es precisamente lo que el papa Francisco entiende por gnosticismo y pelagianismo, sin duda en el significado de modernismo. El Papa haría bien en usar el término arrebatándolo de las manos de los pasadistas, porque pertenece por derecho al lenguaje de la Iglesia y no a ellos. En tal modo, este término designaría bien al partido que he llamado con este nombre, aunque comprensiblemente sus adherentes rechacen el apelativo y se comprende por qué. En efecto es un término negativo, mientras ellos se consideran los puntos avanzados de la Iglesia.
Estimado padre Filemón:
ResponderEliminarLe agradezco este artículo. Personalmente me ha hecho mucho bien, como ayuda para considerar la actual situación eclesial de un modo más objetivo, por encima de las facciones y partidos, modernistas y pasadistas.
Permítame, sin embargo, ofrecerle mi opinión acerca de las sugerencias que Usted hace al Santo Padre. En general creo que todas sus propuestas presuponen el diálogo, entre las partes involucradas, modernistas y pasadistas, y ambos partidos en diálogo con las autoridades de la Jerarquía, con Roma, y con cada Obispo, en su respectiva diócesis.
Sin embargo, noto una particular dificultad para que esta tarea sea llevada a cabo con los pasadistas.
En el caso de los modernistas, y me refiero a los teólogos, creo que el diálogo debe ubicarse a nivel teológico, y en este caso es posible, entre profesionales de la teología, dialogar y ponerse de acuerdo acerca de las condiciones en que debe desarrollarse la teología verdaderamente católica. Lo que quiero decir es que, si existe buena voluntad por parte del teólogo modernista, es posible de su parte el encuentro con la Verdad propuesta por el Magisterio de la Iglesia. Pues estamos hablando de teología, de pensamiento racional, especulativo, sobre las verdades de fe, en base a una sana filosofía.
¿Pero, me pregunto, eso mismo acaso puede ser llevado a cabo con los pasadistas filolefebvrianos? No lo veo posible, precisamente porque no los veo ubicarse a nivel teológico, a nivel de reflexión especulativa, a nivel metafísico, presupuesto en la teología. ¿Cómo pensar que es así si no siquiera demuestran el sentido común de distinguir la substancia y los accidentes en la Santa Misa?, por ejemplo, que es una de las manzanas de la discordia.
Me da la impresión que la obstinación pasadista confina mucho más con la necedad, con las tonterías, con la falta de mínimo buen sentido común.
¿Nota usted lo mismo?
¿Qué me dice de su experiencia de diálogo con modernistas, por un lado, y con pasadistas, por otro?
Gracias.
Amigo Ross,
Eliminaren la sustancia concuerdo con sus consideraciones. Pero ante todo debemos distinguir en cada uno de los dos partidos, el grupo de los teólogos del de los simples fieles.
Por cuanto respecta a los pasadistas, ellos en realidad no son muchos, pero tienen teólogos bastante preparados y también de perfil tomista, solo que se trata de un tomismo preconciliar, repititivo, cuando en cambio el Concilio propone un progreso del pensamiento tomista.
Por cuanto respecta a los fieles pasadistas que son partidarios del Vetus Ordo, hay muchos fieles que tienen una formación católica tradicional de modesto nivel cultural. Desafortunadamente, se ve que ellos no logran distinguir en la Misa el elemento sustancial o esencial, del revestimiento accidental de tipo ritual o ceremonial.
Por cuanto respecta a los adjetivos, que usted usa, para calificar a los pasadistas, me parecen un poco exagerados. Y si miramos al partido modernista encontramos allí también necedad, herejía e indisciplina.
Considerando las dos tendencias desde el punto de vista doctrinal, en su conjunto los pasadistas son más ortodoxos que los modernistas, pues mientras los pasadistas aceptan toda la doctrina desde san Pedro hasta Pío XII, y consideran como modernista el magisterio desde san Juan XXIII hasta el actual Pontífice, los modernistas por su parte, relativizan todos los dogmas.
Por cuanto respecta al diálogo, ¿qué se puede hacer? En primer lugar, debemos trabajar todos en el propio ambiente y según las fuerzas de cada uno. Pero, como he dicho, es claro que la responsabilidad suprema, en esta delicada tarea de hacer encontrar a las partes, recae en el Sumo Pontífice, quien precisamente ha recibido de Cristo el carisma de la unidad y de la fraternidad universal.
En mi opinión, el Papa debería organizar encuentros al alto nivel entre los representantes de los dos partidos. Me atrevo a tomar como ejemplo las negociaciones organizadas por el gobierno civil en ocasión de los conflictos laborales, cuando se organizan encuentros entre sindicatos y empresarios, naturalmente, mutatis mutandis.
Gracias, padre.
ResponderEliminarCreo que más allá de las distinciones y de los adjetivos, puedo suponer que ese "substancial acuerdo" suyo conmigo está en estar de acuerdo en que, suponiendo la buena voluntad del interlocutor, es más fácil dialogar con alguien infectado de modernismo que con alguien infectado de pasadismo.
Es cierto que hay distintas clases de fieles en uno y otro partido, pero yo me refería a los teólogos. Y el caso es que veo también en los teólogos pasadistas, y no obstante su cultura tomista, esa obstinación en posiciones ideológicas. Por citar un ejemplo, aún suponiendo buena teología en algunos lefebvrianos, no veo que quieran renunciar a las viejas posiciones ideológicas de Lefebvre por ejemplo en cuanto se refiere al ecumenismo, a la libertad religiosa, a la colegialidad episcopal, y a la liturgia, por citar un puñado de temas. Los veo muy atados y aprisionados ideológicamente.
Concuerdo con usted en la sugerencia del diálogo entre las partes, a modo de encuentros o debates teológicos, que podrían ser sobre temas específicos del Concilio (como los antes citados), siempre con una comisión de cardenales romanos como jueces (el Papa por sobre todos ellos), como jueces super partes.
En tal sentido, así como me parece razonable este método del debate teológico, no me ha parecido razonable la persistencia del papa Benedicto XVI en llamar al diálogo "teológico" a la FSSPX. De hecho, los lefebvrianos lo entendieron como diálogo "a pari", y demostraron que para ellos significaba, en lugar de corregirse ellos de sus errores, el querer "convertir a Roma a la Fe".
Gracias nuevamente, padre.
Estimado Ross,
Eliminarestoy de acuerdo en su conjunto con sus consideraciones y sus propuestas.
Si debo contarle mi experiencia, he notado que, mientras los modernistas prácticamente me ignoran, porque no encuentran el modo de instrumentalizarme y quizás no me estiman lo suficiente, los pasadistas me contactan continuamente, porque notan que yo tengo estima por la doctrina. Sólo que, como dice usted, ellos son unos presuntuosos, que se consideran la verdadera Iglesia, por lo cual, si se ponen en contacto conmigo, su objetivo es hacerme su discípulo. Cuando se dan cuenta de que no tienen nada que cosechar, entonces me dejan.
Por cuanto respecta al papa Francisco, yo sigo pensando que le correspondería a él, como Padre común, tomar alguna iniciativa. De hecho, no le falta el contacto humano. Son muchas las iniciativas que emprende hacia los no-católicos. En estos últimos años hemos sido testigos de muchas de estas iniciativas, pensemos por ejemplo en los contactos con los Protestantes, con los Ortodoxos, con los Judíos, con los mismos Masones; pensemos en el acuerdo de Abu Dhabi; pensemos en el acuerdo con China.
Por supuesto, todo esto son cosas buenas. Sin embargo, lo que creo que muchos esperan es que el Papa preste mayor atención a los dolorosos y escandalosos conflictos que existen en el interior de la misma Iglesia. La impresión que tengo, y que manifiesto desde hace tiempo, es que el papa Francisco es demasiado severo con los pasadistas y demasiado indulgente con los modernistas.
Sin embargo, queda nuestra esperanza de que esta gravísima situación pueda ser asumida por el Papa, pueda ser tomada de una buena vez en sus manos, porque ningún otro, más que él, por mandato de Cristo y por la asistencia del Espíritu Santo, de la cual goza, tiene la competencia y la posibilidad de obrar eficazmente por la conciliación, la concordia y la paz.
En particular, el Papa debería reconocer los aspectos positivos presentes en entrambas partes, mientras que por otro lado debería corregir los respectivos defectos de cada una. Con más detalle, reitero mi convicción, también aceptada por usted, de que le conviene organizar encuentros entre teólogos, bajo la presidencia de obispos y de cardenales o exponentes de la Curia Romana, para abordar los puntos controvertidos de mayor importancia.