miércoles, 29 de diciembre de 2021

El "concepto del rostro de Dios" en la actual pandemia

Si continuara este silencio de lo más sano del mundo católico hacia gestos como el de tantos pastores buenistas que vienen presentando un falso rostro de Cristo durante la actual pandemia del Covid-19, lamentablemente es de temer que formaciones mucho más compactas y convencidas, como por ejemplo el mundo musulmán del terror o el resucitado comunismo actual, se aprovechen del escepticismo y de la vil cobardía de los católicos, para proseguir en su avance, encontrando frente a ellos solo fuerzas inconsistentes que en última instancia les son conniventes, cómplices, y les abren el camino.

El arte de Castellucci: expresión de rencor contra Cristo y los cristianos
   
----------Considero significativo el modo como Romeo Castellucci reflexiona acerca del "concepto del rostro de Dios" y su relación ante el sufrimiento humano porque, aunque en un primer momento mi afirmación parezca escandalosa, estoy convencido de que las ideas del director teatral italiano son parientes de las ideas con las que muchos pastores (obispos y sacerdotes) han presentado estos dos últimos años la relación del Dios cristiano ante el dolor humano y la muerte, sobre todo durante la presente pandemia del Covid-19. Por supuesto, la deficiente idea del carácter divino-humano de Nuestro Señor Jesucristo que muchos pastores católicos predican, es un problema que viene arrastrándose desde hace mucho tiempo atrás.
----------En relación a cuanto escribiré en la presente nota, tenga por favor en cuenta el lector lo que he escrito en dos artículos de días atrás: Castellucci, otra vez a las andadas, un artículo relativo a la macabra parada de esqueletos andantes, presentada por el director italiano en noviembre pasado, en las calles de Milán, y El rostro del Dios de la pandemia, artículo referido a la obra, también vanguardista, creada y dirigida por Castellucci, una década atrás, también en Milán. Seguiré aquí reflexionando sobre esta representación de hace diez años, porque es muy expresiva de la idea de Dios que debe ser rechazada.
----------El "vanguardismo" de Castellucci expresa una rebelión, una repugnancia, por no decir un odio y un rencor, contra Nuestro Señor Jesucristo, contra el "rostro del Hijo de Dios", según la literal expresión que utilizó como título de su espectáculo hace una década atrás, expresión en sí misma conforme al lenguaje de nuestra fe, la fe de los católicos. En efecto, Castellucci habla de un "concepto del rostro del Hijo de Dios", expresión aún más precisa, diría teológica, que muestra cómo la fe cristiana se expresa en conceptos: no se trata sólo de ver físicamente el rostro del Hijo de Dios, como en una representación pictórica (por ejemplo la de Antonello da Messina), sino de "concebir" con el intelecto la esencia de este rostro, preguntándonos: ¿cómo debe ser concebido ese rostro? ¿Qué actitud tomar frente a él? ¿Cómo este rostro se relaciona y está presente en la vida de los hombres? Es el trabajo que desarrolla, precisamente, la teología.
----------Castellucci ha querido desarrollar este tema en una obra teatral. En principio, la empresa no es fácil y puede ser útil, con el encanto y el poder de fascinación del arte, aunado con la teología, para hacer luz sobre la esencia y la majestad del rostro de Cristo, preguntándonos cómo debemos concebir ese rostro.
----------En este punto, sin embargo, surge una cuestión muy seria. Castellucci no puede negar que en su representación teatral el rostro de Nuestro Señor Jesucristo viene insultado, ensuciado y deshonrado. Y tampoco puede negar el significado de un gesto de ese tipo: incluso un niño entiende que ese gesto expresa odio, burla y desprecio, como sucedió en el curso de la Pasión de Cristo y como ha sucedido una infinidad de veces en la historia del cristianismo por parte de los enemigos de Cristo. O tal vez incluso por parte de algún amigo, en un momento de rabia o de desesperación, movido por impulso a la desobediencia y a la rebelión, solo para ser inmediatamente reprochado por parte de su conciencia.
----------¿Cómo negar, según aquellas palabras del difunto cardenal Carlo M. Martini, que también nosotros, los católicos, podamos escuchar en nuestro corazón la voz de un no-creyente, que nos dice en referencia a Cristo: no quiero servirte, tú no eres mi pastor, quiero hacer mi voluntad y no la tuya. ¿Acaso es que a veces nosotros no sentimos a Cristo, como nos sugiere Satanás, no como un benefactor o un salvador, sino por el contrario, como un enemigo y un opresor? ¿No querríamos quizás matarlo, apartarlo de nuestra vista, hacerlo desaparecer, como tan bien ha descripto Nietzsche? ¿No querríamos no ver ese rostro?
----------Pero, por otra parte, ¿acaso no es la misma Sagrada Escritura, no es acaso el Evangelio mismo, que describen con relatos y constataciones aquella que es nuestra rebelión como pecadores contra Cristo, contra la Palabra de Dios? ¿Y acaso no ha sido san Juan quien dijo: "vino a los suyos y los suyos no le recibieron"? ¿Y acaso no lo dicen los endemoniados: "¿Qué hay entre tú y yo, Hijo de Dios"?
----------Cuántas veces nosotros, los sacerdotes, en el confesionario escuchamos a fieles que declaran haber sentido rencor y rebelión contra Cristo, o estar exasperados por su comportamiento que ha permitido la continuación de una desgracia tras otra en su vida o en sus familias, o que les prohíbe hacer ciertas cosas que ellos quisieran hacer, y que tienen la convicción de que no ser amados sino odiados por Cristo.
----------Pero, en el caso de Castellucci, ¿qué ha querido hacer exactamente con su representación? No está en absoluto claro. ¿Ha querido expresar también ese odio o, como parece querer decir en sus declaraciones explicativas, ha pretendido mostrar la sublimidad y majestad del rostro de Cristo, que destaca y domina la escena no obstante y más allá de las ofensas que sufre y que mira con ojo divino el "martirio del hombre", como él dice? ¿Qué ha querido hacer: agarrársela con el rostro de Cristo, acaso también exasperado Castellucci por alguna desilusión o turbado por alguna crisis de conciencia o denunciar los pecados que los hombres cometen contra Cristo, cuyo rostro de todos modos se destaca y permanece en el destino de los hombres?
----------En todo caso, si Castellucci al momento de la creación de su arte, se sintiera pecador, al igual que cada uno de nosotros, lo que corresponde es arrepentirse sinceramente, con lo que ya no se encontrará en Cristo un rostro odioso, sino amable y adorable. Ya no se sentirá deseo de difamarlo, sino de contemplarlo como amigo y hermano, "el más bello entre los hijos de los hombres", según la espléndida, milenaria e incomparable tradición iconográfica. En tal caso, se tendrá piedad del rostro desfigurado por sus asesinos y viendo en él las consecuencias de los pecados de todos nosotros, que Él ha tomado sobre Sí mismo para redimirnos, se pedirá perdón y se obtendrá misericordia, para encontrar verdaderamente la paz.
----------Francamente hablando, mi parecer, pero no solo el mío, sino también el de tantas otras personas, no solo católicos, sino también no-católicos e incluso no-creyentes o simples amantes de la libertad religiosa o de la convivencia civil o de las buenas costumbres o del respeto por los niños, es que en sus obras, como la actual y la de hace diez años en Milán, Castellucci en realidad quiere expresar un fuerte rencor contra Cristo, por motivos que yo no conozco, pero que puedo comprender o imaginar, dada la experiencia en la guía de las almas que puede tener seguramente cualquier sacerdote con mis mismos años.
----------Mi opinión es, por lo tanto, que Castellucci ha enmascarado ese estado de ánimo rencoroso bajo la fachada de una no convincente denuncia del odio contra Cristo, como para encubrir una interna inquietud personal, burlándose de todos los católicos. ¿Acaso un resentimiento o rencor también contra todos los católicos? Si así fuera, no creo que una cosa de tal género le sea absolutamente conveniente. Ciertamente no le da la paz, una paz que ciertamente Castellucci busca, como es de sentido común suponer. De hecho, ¿qué construye Castellucci de esta manera? ¿Qué construye y en nombre de qué valores? ¿Quizás en nombre de una supuesta y nunca bien definida "libertad del arte"? ¿Pero realmente vale eso la pena? ¿Es verdadero arte el que expresa impiedad, odio y rencor? ¿No sería acaso un arte demoníaco?
----------En varias entrevistas de años atrás, bien lo recuerdo, Castellucci dijo haber sufrido violencia por parte de manifestantes católicos que se han mostrado contrarios a sus obras artísticas. Pero en realidad tendría que preguntarse si no ha sido Castellucci mismo quien primero hizo violencia. Y ¿cómo dice Cristo? "Quien hiere a espada, a espada muere". Por supuesto, no justifico a quien le haya hecho violencia. Sólo digo que Castelluci debía haberla esperado. Ahora bien, ¿acaso cree así Castellucci que se ha vuelto un mártir? ¿Mártir de Cristo o de quién? ¿Mártir de sí mismo? Entonces, ¿Castellucci vale más que Cristo?
----------En cualquier caso, los cristianos, siguiendo el modelo del mismo Cristo que se dejó crucificar, no son como los musulmanes, vengadores implacables de quienes insultan a Mahoma, sino que recuerdan que ofender a Dios no deja de tener consecuencias, ya en esta vida y sobre todo en la otra. Por otra parte, ofender a Dios no solo es ofender a una religión, sino que es ofender a la libertad religiosa, al derecho de los demás y a las mismas buenas costumbres jurídicamente protegidas por las leyes del Estado. Creo que todavía no es tarde para que Castellucci se lo piense mejor, pues Cristo está siempre pronto para recibirlo. En todo caso, hará bien en perdonar a sus supuestos "enemigos", los católicos, pero recordando bien que, ante todo, es el propio Castellucci quien necesita ser perdonado. No debiera juzgar a los católicos como "ignorantes": en todo caso, es Castellucci quien no se ha explicado y quizás no ha querido explicarse.
   
La supuesta "censura" de la Iglesia católica a la libertad del "arte" de Castellucci
   
----------En enero de 2012, siendo por entonces Romano Pontífice en ejercicio de su oficio el papa Benedicto XVI, la Secretaría de Estado se expresó en duros términos hacia el "arte" de Castelluci, señalando que "su obra teatral resulta ofensiva hacia Nuestro Señor Jesucristo y los cristianos", incluso haciendo un claro y firme llamamiento a los católicos: "Su Santidad espera que cualquier falta de respeto hacia Dios, los Santos y los símbolos religiosos encuentren la reacción firme y serena de la Comunidad cristiana, iluminada y guiada por sus Pastores". Pues bien, no faltaron quienes, en ese momento, impugnarron el valor de estas expresiones de la Secretaría de Estado, pero con argumentos que son fácilmente refutables.
----------Hubo quien, por ejemplo, afirmó que "toda censura determina una víctima y, por lo tanto, procura el efecto opuesto de transformar al de la Iglesia en un poder inquisitorial contra la libertad de expresión. Quien es 'investigado' o puesto bajo inquisición deviene víctima y obtiene un beneficio tanto del público como del consenso". Tal afirmación sobre la "censura" es emasiado absoluta. Cualquier crítico de arte sabe muy bien que existen obras censurables y obras no censurables, y justamente en muchas ocasiones todo crítico de arte ejercita, por su propio oficio, este derecho de evaluar ya sea de modo positivo o bien negativo.
----------Por otra parte, también debe reconocerse, en principio, que la Iglesia católica tiene derecho a censurar. Sin embargo, no faltan quienes actualmente afirman que: "la mejor 'censura' que la autoridad religiosa puede ejercitar es el silencio". ¿Pero esto por qué? También expresan el motivo, que parece ser comprensible: "porque lanzar condenas beneficia al teatro, transformando al director en víctima".
----------Ciertamente, hay que estar de acuerdo en que ciertas obras son tan malas, decadentes o inconvenientes, que ni siquiera vale la pena prestarles alguna atención, porque el solo hablar de ellas sería valorizarlas, con la consecuencia efectiva de atraer la atención del público. Pero me pregunto: ¿qué público? Evidentemente un público impreparado e incompetente que tiene simpatía por el autor y desconfianza en el crítico.
----------Ahora bien, me pregunto si las presentaciones de Castellucci pueden ser clasificadas en esta categoría de obras. Diría precisamente que no. Aquí, como ha notado acertadamente la Santa Sede, no se trata de una obra cutre e insulsa, de un palabrerío que ni siquiera merece la atención de un crítico o de un público serio, sino que se trata de otra cosa muy distinta. No se trata de una cuestión artística, sino de una cuestión moral: se trata de una "ofensa contra Cristo y los cristianos", evidentemente de todos los cristianos esparcidos por el mundo, que suman cientos y cientos de millones de personas, más de dos mil millones.
----------En sus manifestaciones, la Santa Sede no entra en la cuestión del valor artístico. Ciertamente se trata de arte, pero de arte perverso y objetivamente ofensivo, y cuando una obra ofende a Cristo, el lenguaje corriente utiliza espontáneamente y a conciencia un término muy conocido: blasfemia, como se escuchó hace diez años y se ha escuchado también ahora, en los labios de muchos católicos indignados y ofendidos. Los códigos civiles, las leyes de las modernas democracias, suelen hablar de "vilipendio o desprecio por la religión" o de delito contra la libertad religiosa. Y se podría también juzgar como "corrupción de menores", visto el oprobioso papel que en el espectáculo de hace diez años juegan los niños.
----------La pregunta es, entonces: si alguien nos ofende, ¿acaso no tenemos el derecho a defender nuestro honor? De lo contrario, ¿para qué está el sistema judicial? Y entonces, si este derecho lo tiene cualquier ciudadano, ¿por qué no deberían tenerlo también los católicos? ¿No son seres humanos como cualquiera? ¿No hablan acaso las modernas Constituciones democráticas de "igualdad de derechos"?
----------En cualquier caso, en aquella ocasión la Santa Sede, a conciencia, ha estado muy lejos de plantear la cuestión a este nivel judicial. Sin embargo, ella convocó a una "reacción firme y serena de la Comunidad cristiana". ¿Acaso todo esto no es perfectamente lógico y comprensible? ¿Dónde estaría la "intolerancia" ejercida por la Iglesia? ¿Dónde estaría la actitud inquisitorial? Y por otro parte, ¿la condena no es acaso más que justa y comprensible? Si amamos a una persona, ¿podemos soportar que ella sea impunemente ofendida? ¿Y a Quién aman más los cristianos que al divino Fundador de su propia religión?
----------Por tanto, ha sido más que justificada aquella Carta de la Secretaría de Estado que pedía con razón a los cristianos una "reacción firme y serena". ¿Y cuál puede ser esta reacción? Precisamente la que entonces se desarrolló: una crítica teológica a la obra de Castellucci, como la que varios teólogos responsables y fieles a la Iglesia le dirigieron en su momento, con varias cartas abiertas. Para casos similares, pueden haber manifestaciones públicas de disenso y protesta, indicaciones sobre sitios y blogs católicos, oraciones y Misas reparadoras, intervenciones firmes y claras de los Pastores, como los que hubo hace diez años contra el espectáculo de Castellucci, por ejemplo las expresiones de la Curia milanesa, o las de mons. Negri, obispo de San Marino, mons. Di Marco, obispo de Vigevano y mons. Sanna, obispo de Oristano, o bien las del diario Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana. En similares casos, se podría también ver la oportunidad de una intervención del Poder judicial de acuerdo con las leyes del Estado.
----------"Reacción firme", como llamó a tener la Secretaría de Estado, quiere decir en particular que los enemigos de Cristo deben tener cuidado de no tomarse a la ligera los insultos a Cristo y a los cristianos, con la excusa de la proverbial mansedumbre y tolerancia del cristiano. Indudablemente otras eventuales reacciones rencorosas, aunque provengan del lado católico, siempre tendrán que ser desaprobadas o excluidas, porque en tal modo automáticamente se pondrían del lado equivocado y obtendrían efectos contraproducentes.
----------La intervención de la Santa Sede, por otra parte, si es oportuna y prudente, no crea nunca ninguna "víctima" y no hace violencia a nadie, y mucho menos a la "libertad del arte". Con respecto a este segundo punto, los buenos crítocos, si son conocedores de la historia del arte, saben bien cómo la Iglesia ha sido siempre eminente mecenas y promotora de las bellas artes, sabiendo bien cómo ellas expresan y simbolizan el arte del Supremo Divino Artista, ese arte del cual, como dice Dante, el arte humano es "sobrino".
----------En cuanto al hecho de producir víctimas, diría ante todo que, en cualquier caso, son los creyentes los que son víctimas de la violencia de Castellucci, mientras que en realidad Castellucci no es víctima de nadie (quizás de sí mismo), sino que simplemente de una forma llorona e infantil se hace la víctima. Con esto no niego, repito, que cualquiera que reaccione violentamente contra él estaría equivocado. Sin embargo, como ya le he dicho, él no debería olvidar el muy conocido dicho "quien las da las recibe".
----------Un segundo argumento que se ha usado para expresar desaprobación acerca de la intervención de la Santa Sede (y aquí el tema se torna más serio) es el recuerdo de los sufrimientos redentores de Cristo: para sus defensores, Castellucci no habría hecho más que recordar tales sufrimientos. Es cierto que Castellucci, en las explicaciones que ha dado, ha querido negar el carácter blasfematorio de su obra, y de hecho ha declarado que su obra "deriva de la Sagrada Escritura". Incluso ha citado a Job y la kénosis de Cristo.
----------Pero todo esto no es en absoluto convincente, porque no se corresponde con lo que realmente sucedía en el escenario de "El concepto del rostro de Dios", donde es evidente la intención del Autor de conducir progresivamente al público a un estado de ánimo de rebelión contra Cristo, representado en la enorme imagen del Cristo Buen Pastor de Antonello da Messina, continuamente ubicada al fondo, imagen que asiste del todo indiferente al exasperante sucederse de la incontinencia del anciano, que es inútilmente asistido por su hijo, símbolo evidente de la cadena ininterrumpida de desgracias que nos afectan a tantos de nosotros cada día muchas veces sin remedio ni de abajo ni de otro, como sucede a muchos en la actual pandemia.
----------Ciertamente, podría venirnos a la mente la exasperación de Job que lanza invectivas contra Dios, pero aquí, sin embargo, en cierto punto, el camino de Job y el de Castellucci divergen por completo, porque como bien sabemos, Job, iluminado por Dios, se resigna serenamente a su suerte, cosa que luego le procura ser reintegrado, y de modo sobreabundante, en su anterior condición feliz, mientras que Castellucci, en su espectáculo, acaba en la rebelión o en el rencor o en el odio, con una perspectiva por tanto desesperante que podríamos definir nihilista: "Tú no eres mi pastor", y parece querer arrastrar al público mismo, partícipe del drama humano del padre y del hijo, en la misma rebelión.
----------Ya sea que en este punto del espectáculo blasfemo se arrojen, o no se arrojen, excrementos o alguna otra cosa o aguas servidas que manchan el rostro de Cristo, todo esto evidentemente no tiene nada que ver con un jactancioso respeto por los sufrimientos de Cristo en su pasión, sino que, por el contrario, repite las ofensas blasfemas que Cristo ha recibido desde su Pasión hasta la actualidad, y todavía recibe de parte de los que lo odian y de los perseguidores de la Iglesia y de la fe cristiana. Una cosa es recordar las ofensas que Él ha recibido y otra cosa es colaborar con sus ofensores. Esto lo comprende incluso un niño.
----------Pero también hay que decir en este punto, que aquella obra de Castellucci de hace diez años también es un desafío para nosotros los cristianos. De la lectura de las declaraciones de Castellucci se comprende bien, al menos para quienes hemos enseñado cristología, que Castellucci retoma y hace suyas algunas ideas heréticas sobre Nuestro Señor Jesucristo: herejías de carácter gnóstico, hegeliano y modernista. Castellucci no hace más que poner impudorosamente y digamos también descaradamente en la escena, pagado con dinero público, e impresionando así fuertemente la sensibilidad popular, una "cristología" herética que lamentablemente circula, bajo el disfraz de una falsa cientificidad y de un falso catolicismo, en muchos ambientes, y que se ha puesto de manifiesto claramente, diez años después de aquello, en las predicaciones de muchos obispos y sacerdotes durante estos dos años de pandemia del Covid-19.
----------Por otra parte, la idea de que la reacción de la Santa Sede, o la de la Curia de Milán, o de algunos buenos Obispos y de los buenos católicos, haya terminado por hacer publicidad a la obra de Castellucci, es una idea del todo irracional y sofística, ya que si esto sucediera, los que sintieron curiosidad por estas críticas y condenas y fueron a ver el espectáculo, no podía ser otro que ese público que ya en precedencia estaba a favor de Castellucci, por lo cual la protesta de los católicos ha servido, al contrario, para iluminar a los que estaban inciertos o dubitantes, del propio mundo católico y para dar una advertencia a las fuerzas anti-cristianas a no llevar su ataque a la libertad religiosa más allá de un cierto límite con el pretexto de la libertad de producción artística, mientras que por el contrario los excrementos arrojados sobre la espléndida obra de Antonello da Messina son el signo de la más vulgar barbarie, que se inserta en la historia de todos los enemigos de Cristo comenzando por los que lo condenaron a la infamante pena de la crucifixión.
----------Un razonamiento como el antes mencionado es en realidad tan estúpido y necio como el de quien dijera, por ejemplo, que el ministerio de la salud pública no debería denunciar ciertos alimentos sofisticados y nocivos, porque esto tendría por consecuencia una mayor afluencia del público a comprar esos alimentos.
----------El argumento más fuerte de los partidarios de Castellucci es que los críticos católicos en realidad no han visto el espectáculo. Esto no significa nada porque, aparte del hecho de que la trama es extremadamente simple y no hay necesidad de haberlo visto para darse cuenta de que el Rostro de Cristo se ofende en el espectáculo, el carácter blasfematorio de la obra se deduce con claridad de la simple lectura de las declaraciones a los medios de comunicación hechas por Castellucci para explicar el sentido de su obra.
----------Por lo demás, los intentos hechos por algunos católicos de encontrar en los personajes del drama de Castellucci una no sé cual "oración", aunque asociada a la lamentación o a la protesta, más que a una vergonzosa blasfemia, sorprenden por la ignorancia que demuestran ya sea por la verdadera naturaleza de la oración, ya sea por la verdadera esencia de la blasfemia. Quien niega el carácter blasfemo del espectáculo de Castellucci, frente a la evidencia del hecho, hace una burla pura y arrogante de los católicos y se siente casi dueño de la situación, pudiéndose permitir cualquier cosa, seguro de su impunidad y de atraer hacia sí a una multitud de enemigos del cristianismo bajo el pretexto de la libertad del arte.
----------No se puede negar que Castellucci, con su repetitivo arte blasfematorio, plantea una instancia gravísima, lanza un desafío que hay que recoger, pone el dedo en la llaga. En efecto, ¿qué es lo que está en juego? Nada menos que el Rostro de Cristo, como decía el título mismo de su drama de hace una década. Está en juego la perenne cuestión que divide los ánimos y que hace de Nuestro Señor Jesucristo, como Él mismo ha dicho, piedra de tropiezo y signo de contradicción. En juego está la cuestión que ya surgió y se planteó en su tiempo: ¿es un maestro o es un impostor? ¿Es Dios o es un miserable que terminó justamente en la cruz? ¿Deberíamos rezarle o deberíamos tirarle "mierda" en la cara? ¿Es o no es nuestro pastor?
----------En este preciso sentido que indico, Castellucci debe ser tomado en serio. Este es el elemento válido de su obra. Ciertamente, la respuesta no puede ser la que él da, pero la pregunta es seria y debe recibir la respuesta correcta. La reacción que algunos de nosotros tenemos frente a un Cristo que parece indiferente a nuestros sufrimientos y a nuestras oraciones es un hecho que, si en sí mismo no tiene por qué ser justificado, sin embargo puede y debe comprenderse, sobre todo si somos pastores y guía de las almas.
----------Este es el motivo que genera aún más estupor entre nosotros los católicos por la casi total indiferencia de teólogos y pastores con ocasión del evento de Castellucci, pero no sólo por lo de Castellucci, sino también (y es por eso que me he tomado el trabajo de recordar lo acontecido hace diez años) por lo que viene sucediendo con la predicación de tantos obispos y sacerdotes durante la actual pandemia. Se habla siempre y en todas partes de asumir desafíos, de mostrar al mundo quién es Cristo, de responder a las objeciones de la cultura moderna, si en este caso de "cultura" se quiere hablar, y luego perdemos una ocasión como esta o se interviene con iniciativas fuera de foco. O bien aparecen los habituales exasperados que se aprovechan de la ocasión para arremeter por enésima vez contra el Papa y contra el Concilio Vaticano II.
----------Diría entonces que si continuara este silencio del mundo católico hacia gestos como el de Castellucci con su falso "concepto del Hijo de Dios", o si continuara este silencio de lo más sano del mundo católico hacia gestos como el de tantos pastores buenistas que vienen presentando un falso rostro de Cristo durante la actual pandemia, es de temer que formaciones mucho más compactas y convencidas, como por ejemplo el mundo musulmán del terror o el resucitado comunismo actual, se aprovechen del escepticismo y de la vil cobardía de los católicos, para proseguir en su avance, encontrando frente a ellos solo fuerzas inconsistentes que en última instancia les son conniventes y les abren el camino.

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