¿Toda ambigüedad expresiva debe ser considerada de valor negativo y, por consiguiente, debe ser rechazada de nuestra forma de hablar? ¿Es definitivamente mala la ambigüedad en el lenguaje? ¿Acaso la ironía no es también una expresión ambigua y son alabados aquellos artistas del lenguaje que saben expresar las más grandes verdades con ática ironía? Entonces, ¿en qué quedamos?...
----------Repasando con un vistazo rápido y panorámico ciertos blogs católicos de la actualidad, es posible encontrar un ejército de laicos, siempre muy "católicos apostólicos y romanos" ellos, empeñados y militantes, puestos, en estos tiempos confundidos que vivimos, en el rol de teólogos y de canonistas, e incluso a veces de comentaristas nada menos que de la Summa Theologiae de santo Tomás de Aquino.
----------Naturalmente, esos sedicentes "católicos apostólicos y romanos" son uno de los tantos ejemplos que hoy ofrece el panorama de la Iglesia de la "confusión de las personas", como decía el incorregible padre Castellani. Pero lo que de estas personas más asombra, y en buena medida divierte, es su permanente afectada actitud de seriedad acompañada de catastrofismo, ambas actitudes completamente desprovistas de todo sentido de la sana ironía. Claro que esto los lleva personalmente a sentirse mal y a vivir mal, y en consecuencia, a inducir a sentirse mal y a vivir mal a todos aquellos que caen en las trampas de su emotividad.
----------La ironía (del latín ironīa, y este del griero εἰρωνεία eirōneía), es la "burla fina y disimulada", dice el diccionario de la Real Academia Española; aunque también el mismo diccionario indica que la ironía es más bien el matíz de aquella fina burla, el "tono burlón con que se expresa ironía", vale decir, el tono con que se expresa esa burla. Pero creo que el diccionario de los diccionarios da mucho más en el blanco de la semántica de esta palabra cuando nos dice que la ironía es la "expresión que da a entender algo contrario o diferente de lo que se dice, generalmente como burla disimulada". De modo que, por consiguiente, también la ironía es una expresión ambigua. Por lo tanto, ¡cuidado con menospreciar toda expresión ambigua! Pues si bien todos somos capaces de hablar ambiguamente (y a veces no tenemos más remedio), pocos son capaces de hablar con la fina y luminosa ambigüedad de la ironía: hacen reir, pero transmiten verdades.
----------Por lo tanto, la ironía es una expresión ambigüa, y eso quiere decir que tiene dos sentidos, uno es el sentido que se expresa en las literales palabras, y otro es el sentido que se piensa y subyace a lo expresado. El primero es el sentido subordinado, el segundo es el sentido subordinante. El sentido subordinado es el que se escucha al recibir una expresión irónica, el sentido subordinante es el que se entiende en lo escuchado. Y así como hemos dicho que todos somos capaces de hablar ambiguamente, y pocos son capaces de hablar con sana ironía, de modo similar hay que decir que no todos somos capaces de captar la ironía, sobre todo cuando es alta, sana, respetuosa, instrumento de la caridad, o sea, cuando la ironía no es burda befa. Es lo que a veces quiere expresarse cuando se dice que Fulano no tiene sentido del humor: no se ríe de los chistes, es incapaz de captar la ironía (si el chiste es sana ironía); sólo capta el sentido subordinado, no llega a captar el sentido subordinante, la seria verdad expresada en la jocosa superficialidad de la broma.
----------Sin embargo, no es tan sencillo hablar a tambor batiente acerca de las bondades de la ironía, y por eso conviene en tales casos hablar de "sana ironía", pues ha habido quienes en la historia de la literatura se han vuelto "especialistas de la ironía", vaciándola de sentido y convirtiéndola en mofa. Al respecto, véase por ejemplo lo que Leonardo Castellani dice acerca de la ironía de un Anatole France y de su "ironía sutilísima..., pero, o yo estoy mal de los sentidos, o no ha de ser tan sutil. No hay más que ironía en sus obras, del cabo al rabo. Para que fuese sutil entiendo que debería haber otras cosas...". Recomiendo leer todo aquel artículo del padre Castellani escrito en 1933 sobre France; es una nota breve, pero pinta bien lo que se quiere decir cuando se habla de la ironía vaciada de su sentido, y convertida en mofa, en befa.
----------Ciertamente, como dije, la ironía es expresión ambigua, pero son pocas las veces en que la ambigüedad es buena, y eso más bien depende de las intenciones y la conciencia del sujeto que se expresa ambiguamente. No es un tema fácil, y ya he tratado en forma algo extensa sobre el mismo (véase las cuatro notas que escribí a principios de octubre acerca de la ambigüedad en el pontificado de Francisco). Por eso no es tan fácil elogiar la ironía, tanto como no es fácil elogiar la ambigüedad in toto. Y por eso me contento con hacer aquí un "breve elogio de la ironía", y pongo cortapisas por todos lados, para que no se me malentienda.
----------De modo que sí, la ironía es humor a base de ambigüedad, pero ambigüedad sana, sutil, grávida de caridad, que es lo mismo que decir grávida de verdad, humor al que se recurre cuando se ve que el interlocutor es incapaz de recibir la caridad y la verdad si no es a base de un chiste que a la vez lo golpee y lo cure, que a la vez lo haga reír y luego lo ponga serio, en la medida que descubra lo significado a través del significante, la verdad a través del humor. Porque el sano humor "es un estímulo a la facultad de ver claro, administrado en forma de emético" (dijo también el padre Castellani) pues suele hacer vomitar.
----------Pero aquí tenemos que hablar de la verdad cristiana, de la Fe, y el caso es que, acerca de la doctrina cristiana y del Catecismo de la Iglesia Católica, no hay nada de qué reírse ¿no es cierto? Sin embargo, y para recurrir a lo fáctico, quien conoce la historia de la Iglesia y en particular la historia de sus concilios, sabe que en el transcurso de algunos de ellos, incluidos los grandes concilios que suelen llamarse "dogmáticos", hubo gran manifestación de ironías por parte de los Obispos reunidos en asamblea.
----------Tomemos por ejemplo tan solo los últimos concilios ecuménicos. Cuando en el desarrollo del Concilio Vaticano I el beato papa Pío IX [1846-1878] expuso su intención de proclamar el dogma de la infalibilidad pontificia en materia de doctrina y de fe, entre los padres conciliares comenzó a circular este rumor, nacido de la ironía de quién sabe quien: "¿Pero qué se le ha metido en la cabeza? Con su elección al sagrado solio se ha convertido en Santo Padre, pero ¿ahora tal vez quiera convertirse en Eterno Padre?".
----------Durante las labores del Concilio Vaticano II, el cardenal Alfredo Ottaviani [1890-1979], por entonces Secretario del Santo Oficio, le dijo al cardenal Antonio Bacci [1885-1971]: "¡Menos mal que nosotros ya tenemos una cierta edad, porque quizás de esta manera podremos morir siempre católicos!". Pues bien, el caso es que posteriormente no ha faltado quien ha intentado usar esta frase como una dura crítica al Concilio Vaticano II. Pero ese tal no ha comprendido la pura y simple ironía que aquella frase expresaba.
----------Mucho menos ese tal ha comprendido el hecho de que el cardenal Ottaviani era muy estimado por el papa san Paulo VI, quien en la redacción de su sufrida encíclica Humanae Vitae, de 1968, tuvo en primer lugar en alta consideración las opiniones y los consejos de este colaborador íntegro, leal y romanísimo purpurado, a quien dejó en su cargo en el Santo Oficio (que más tarde se convirtió en Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe) hasta la edad de 78 años, durante sus primeros cinco años de pontificado, es decir los años más delicados. Por otra parte, fueron memorables las palabras pronunciadas sobre Ottaviani por el papa san Juan Pablo II, quien quiso celebrar personalmente sus funerales el 6 de agosto de 1979, recordando que un año antes, el 6 de agosto de 1978, retornaba a la Casa del Padre el papa san Paulo VI.
----------Si vamos incluso más atrás en el tiempo, descubriremos que cuando el arma de la fina ironía terminaba por ser ineficaz, entonces los Padres de la Iglesia no dudaban en desatar verdaderas y propias batallas campales entre sí, como sucedió por ejemplo durante el Concilio de Nicea en el año 325 y en otros concilios posteriores, tanto es así que los emperadores romanos (que en aquella época eran quienes convocaban formalmente los concilios de la Iglesia) dispusieron y organizaron un servicio de guardia externa, sujeto a una orden dada a los soldados de entrar en el "aula del trullo", o aula trullana para sofocar las eventuales peleas, si acaso fueran a estallar. Por cierto, aclaro que se llamaba τροῦλλoς, aula del trullo, la sala del palacio imperial de Constantinopla donde se celebraron los concilios en los años 680 y 692.
----------Es evidente la gran carencia que manifiestan ciertos católicos (usualmente siempre muy "católicos, apostólicos y romanos", como he dicho) para comprender que no siempre las palabras, ni siquiera las de un Romano Pontífice, deben ser comprendidas como expresión de "ideas claras y distintas", según la conocida aspiración gnoseológica de Descartes. Las palabras no siempre son unívocas, muchas veces son ambiguas, ¡y no necesariamente quien las expresa tiene la intención de que sean ambiguas!, sino que resultan ambiguas porque quien las usa no ha encontrado otras mejores para la idea a expresar.
----------Por cierto, ya he mencionado repetidamente la tendencia que sienten los fieles de la galaxia del extremo tradicionalismo por interpretarlo todo en sentido cartesiano. Particularmente esta tendencia es evidente en los pocos teólogos que en el área lefebvriana han intentado hacer teología dogmática (en la medida que se pueda decir que pueden hacer teología, incapacitados como están para alcanzar la fuente directa de la teología: el magisterio de la Iglesia, mediador de la Escritura y la Tradición como fuentes de la Revelación): manifiestan un absoluto cartesianismo incapaz de interpretar los conceptos dogmáticos sino como ideas claras y distintas. Es comprensible que este tipo de personas suelen estar completamente desprovistas de todo sentido de la sana ironía. Y también se comprende lo que deben sufrir con un Papa como el actual.
----------¿A qué me refiero con ello? A los característicos modos expresivos del papa Francisco, de los cuales ya hemos reflexionado largo y tendido en los mencionados artículos acerca de la ambigüedad en el pontificado de Francisco. Me refiero a la tendencia de este Pontífice a expresarse recurriendo con mucha frecuencia a la ambigüedad, y me refiero a esa ambigüedad que es intencional (como ya he explicado), quizás a veces con la intención de ser sanamente irónico (aunque considero que la fina ironía no es precisamente una habilidad que destaque, por cierto, en Jorge Mario Bergoglio). Me refiero a su afán por la provocación, a su aparente deseo de suscitar algún escándalo, con la sana intención seguramente de despertar la dormida conciencia de muchos cristianos apoltronados en una fe cómoda, que no logran entender que el mundo de hoy está necesitado de fieles que dejen la sacristía para salir al encuentro del prójimo necesitado de Cristo.
----------¿Que no siempre el papa Francisco actúa correctamente con ese modo de expresarse? ¡Por supuesto! Ya lo hemos dicho: los modos expresivos entran en el campo de lo pastoral, en el ámbito de lo humano, donde un Papa puede equivocarse, e incluso pecar. Y estos defectos humanos que han aparecido durante el actual pontificado del papa Francisco, son una cruz, un obstáculo, que no todos los fieles logran superar. Si muchos fieles tienen enormes dificultades para comprender este pontificado porque no son capaces de distinguir en el Romano Pontífice (como lo decíamos en la nota de ayer): 1. su conducta personal o moral; 2. su actividad magisterial o doctrinal; y 3. su actividad pastoral o de gobierno de la Iglesia, ¡imaginemos cuánto mayor dificultad tendrá para comprenderlo aquel que carezca de todo sentido de la ironía!
----------Los ejemplos sobre este tema abundan en estos casi nueve años del actual pontificado. De modo que no haré aquí ninguna lista, sino simplemente mencionaré un par de casos típicos.
----------Si el Santo Padre ha decidido, por ejemplo, modificar y aprobar una nueva redacción del n.2267 del Catecismo de la Iglesia Católica, en ese número dedicado a la pena de muerte, es necesario partir ante todo de un obvio y fundamental dato fáctico: el hecho de que el Papa ha decidido ejercer sus propias, sacrosantas y legítimas potestades. Y estas potestades suyas (que, repito, son sacrosantas y legítimas) no son tales solo cuando complacen a esos laicos, siempre muy "católicos apostólicos y romanos", empeñados y militantes, sino que son tales siempre, pues de lo contrario terminaríamos cayendo primero en la psicología luterana, con el paradójico propósito de tutelar una no mejor precisada traditio catholica, y luego seríamos llevados a la fronteriza psicología de esas cultas, amables y respetables personalidades que dirigen ciertos blogs católicos o agencias católicas y romanas de noticias, y de todos sus seguidores...
----------Y lo mismo sucede si el Santo Padre decide modificar las condiciones para que sea celebrada hoy en la Iglesia la Santa Misa según el vetus ordo, siempre de modo excepcional y anormal, pues lo debido, lo normal, lo ordinario hoy en la Iglesia, la única "lex orandi" eclesial, es celebrar la misa del novus ordo; como ocurría también con el pontífice inmediatamente anterior; pues el papa Francisco es el Romano Pontífice y, repito, ha decidido ejercer sus propias, sacrosantas y legítimas potestades; que también puede ejercerlas si decide en todo su derecho emanar, a través de su Prefecto del Culto, una Instrucción para la aplicación del motu proprio Traditionis custodes y, en tal caso, su decisión no emanará de una supuesta "voluntad de legislador violenta e ilegítima", como han expresado estos días ciertos blogs filo-lefebvrianos, sino que emanará de sus propias y legítimas potestades (aún si se equivocara al usar esas potestades).
----------Veamos cómo funciona este particular género de psicología en ciertos sujetos. A la hora de discutir sobre la reforma litúrgica y sobre el Misal Romano promulgado por el papa san Paulo VI (tema sobre el cual están "especializados" y "profesionalizados" para discutir), estos círculos católicos están siempre prontos y dispuestos a desatarse en críticas y polémicas de todo de lo que les viene en gana y aún más.
----------Si en cambio se trata de discutir, por ejemplo, de la encíclica Humanae Vitae, donde los temas tratados conciernen al "tema de los temas", así como al "sumo pecado de los pecados", es decir, todo lo que esté ligado aunque sea indirectamente a la sexualidad humana, en tal caso se llega al punto de sostener, sin pena ni temor al ridículo, que la prohibición de los anticonceptivos tiene un fundamento dogmático. Entonces, si el papa san Paulo VI no ha venido a realizar tan solemne proclama (obviamente porque no podía hacerlo), en tal caso lo han pensado otros, y entonces es bueno corregir al Papa usando aún mayor rigor.
----------Por ejemplo, leyendo cierto blog, que contiene en sus propios archivos cientos de páginas en las que se burla del papa san Paulo VI y del Concilio Vaticano II, al que se refiere de modo despectivo como "conciliábulo", encontramos que se dice que el Misal promulgado por el Santo Pontífice del inmediato postconcilio, tras la reforma litúrgica, es un "misal herético" de una "misa protestantizada"; mientras que cuando se habla de su prohibición de los anticonceptivos en la Humanae vitae, se la considera ¡dogma de fe!
----------En resumen: para estos tales... ¡la reforma litúrgica y el Misal Romano promulgado por el papa san Paulo VI son "herejías protestantes", la Santa Misa resultante es una "Misa protestantizada", mientras que la prohibición del uso de anticonceptivos es, en cambio, un dogma de fe, aunque nunca haya sido proclamado por la Iglesia Católica, y sobre lo cual no se puede discutir en absoluto!...
----------Frente a tales extremismos ideológicos, actualmente campantes y rampantes en el mundillo del pertinaz y ciego tradicionalismo, de nada sirve recordar, aunque lo hagamos una y otra vez sin desmayo, que la primera persona en ser consciente de que la sabia y oportuna prohibición del recurso a los medios anti-conceptivos para los católicos, es una disciplina eclesiástica, que no podría ser expresada mediante un pronunciamiento del solemne magisterio infalible, ha sido precisamente el papa san Paulo VI.
----------Por consiguiente, no tenemos que dejarnos arrastrar por los humores y malhumores de cierta gente que en su ridícula incoherencia se toman en serio hasta las ironías, sin advertir que la sana e inteligente broma forma parte de la grandes medios de salvación en estos tiempos, que quizás sean los últimos, además de ser también una santa lección, y sobre todo un acto de perfectísima caridad cristiana. Y esto porque (y termino citando nuevamente a Castellani), "cuando las cosas están en su lugar, no hay lugar para el humorismo; pero cuando las cosas andan patas arriba, hacer reír a la gente constituye una necesidad".
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