jueves, 23 de diciembre de 2021

La actual pandemia, y la Navidad como terapia

En las enseñanzas de los Padres de la Iglesia no es difícil hallar el concepto de la Navidad como camino terapéutico: el Verbo de Dios encarnado es el Médico enviado por el Padre para nuestra salvación.

----------Contrariamente a nuestros deseos, la pandemia del Covid sigue estando todavía entre nosotros, pese a las diversas vacunas, más o menos efectivas, pese a los más altos porcentajes de vacunación en la población del planeta, y pese a los más elevados estándares de la estructura sanitaria pública y privada de los países más ricos del mundo. Quizás en mi nota de mañana tenga que decir lo contrario, pero hoy no: hoy la pandemia sigue entre nosotros, y es la segunda Navidad que viviremos en pandemia.
----------En España e Italia, por ejemplo, la situación parece ser crítica. El presidente del gobierno español acaba de pedir "celebrar la Navidad con responsabilidad", y este consejo cuenta con verdaderos y muy buenos argumentos: las autoridades sanitarias españolas han notificado ayer miércoles la cifra más alta de contagiados de toda la pandemia por segundo día consecutivo. Por su parte, la Sanidad italiana ha notificado hace ya varios días atrás que todo el país entró "en una fase aguda de la pandemia de coronavirus, caracterizada por una alta velocidad de transmisión del virus en la mayor parte del territorio", y el Gobierno italiano decide hoy si aplicar restricciones para las fiestas de fin de año, ante la propagación de la variante Ómicron. En las últimas horas, por lo demás, se ha difundido la nueva advertencia de la Organización Mundial de la Salud: "Un evento cancelado es mejor que una vida cancelada", en clara referencia a la transmisibilidad de la variante Ómicron y confirmando que la mutación es capaz de afectar a personas ya vacunadas o recuperadas de COVID-19. Frente a todo este panorama, da la impresión que en Argentina las autoridades miran para otro lado...
   
La actual pandemia y la Navidad como divino camino terapéutico
   
----------"El nacimiento de Jesús es el evento del cual no puede prescindir la historia... El mensaje del Evangelio es claro: el nacimiento de Jesús es un evento universal que afecta a todos los hombres", ha dicho el Santo Padre en la Catequesis de ayer miércoles. Efectivamente, el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo constituye el acontecimiento más grande de toda la historia de la humanidad: en esta venida, Dios asume la naturaleza del hombre haciéndose solidario con el hombre. Tal sublime inmersión del Altísimo en nuestra fragilidad, realiza el proyecto de redención esperado por todos los profetas.
----------Conforme con esta voluntad salvifica de Dios, los Santos Padres y toda la tradición eclesial han visto en el Verbo encarnado a un Médico divino-humano enviado por el Padre para curar a los hombres caídos y enfermos por las consecuencias del pecado original y para devolver a la naturaleza humana la salud originaria e incluso donarle aún más inefables y altos dones: "se nos han concedido las más grandes y valiosas promesas, a fin de que vosotros lleguéis a participar de la naturaleza divina" (2 Pe 1,4).
----------En esta actuación del divino proyecto salvífico, debemos distinguir claramente lo que constituye el eje central de nuestra dignidad, la cual no puede ser ofuscada por ninguna persona ni por ninguna cosa ni por ningún acontecimiento terreno, gozne central de la dignidad humana que es signo sumamente elocuente del valor intrínseco de toda persona humana, incluso si está enferma.
----------Ser convertidos en dignos, por medio de la gracia, como dice san Pedro, de participar de la naturaleza divina del Hijo de Dios, constituye en el hombre la verdadera identidad personal que el papa san León Magno [440-461] explica precisamente a partir del misterio de la Natividad: "Reconoce, cristiano, tu dignidad y, habiéndote vuelto partícipe de la naturaleza divina, no quieras retornar a la abyección del pasado con una conducta indigna" (Discursos, Homilía I de Navidad, 1-3; PL 54,190-193).
----------La encarnación del divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, determina así una profunda liberación de todo el hombre que deviene el paradigma de la sympátheia  divina, como dice san Pedro Crisólogo [406-450] en sus Sermones (n.50, PL 52,340), actitud que conjuga en sí la capacidad que tiene Dios, a través de la naturaleza humana del Verbo encarnado, de asumir el sufrimiento humano, castigo del pecado, junto con la capacidad de curar el sufrimiento y eliminar también su causa: el pecado.
----------Este concepto lo encontramos claramente expresado en las diversas curaciones realizadas por Nuestro Señor Jesucristo y testimoniadas por los evangelistas. Estamos así frente al paradigma del sanador herido, aquel que es capaz de curar precisamente porque se ha vuelto enfermo con los enfermos.
----------Se manifiesta claro, de este modo, como el misterio de la venida de Cristo a la tierra, presenta una nueva estrategia terapéutica que la divina Providencia pone a disposición de todo hombre. La encarnación conduce a una profunda afinidad entre el Médico salvador y el hombre enfermo.
----------La afinidad de Cristo hacia el hombre se constituye en el revestir una naturaleza frágil y marcada por el pecado, aunque sin asumir la culpa original, como dice el Concilio de Calcedonia: "Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre [compuesto] de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el Pecado..." (Concilio de Calcedonia, Symbolum: DS 301-302).
----------El principio de afinidad entre Cristo y el hombre, une la brecha entre lo divino y lo humano y esto permite a la naturaleza divina sanar a la naturaleza humana en profundidad a través de un compromiso radical y completamente nuevo. En efecto, un sano puede curar a quien no lo está sólo si está también él enfermo con el enfermo, según los términos de la antigua cura que, en la mitología griega, el centauro Quirón ofrecía a la gente herida que iba a visitarlo a él, sanador porque él mismo a su vez estaba herido.
----------Cristo realiza verdaderamente la esperanza de curación total que los antiguos han representado en el mito del centauro sanador Quirón. Por eso dice san Gregorio de Nazianzo [329-390]: "Toda cosa que Cristo había puesto en el cuerpo humano de naturaleza celestial, viendo que estaba consumida por una maldad corrosiva y que la sinuosa serpiente era señor de los mortales, ya que quería recuperar la que era su parte, no dejó la enfermedad a los otros médicos -de hecho es suficiente para las graves enfermedades un pequeño remedio-, sino que despojándose de su gloria, siendo celestial e inmutable imagen de lo divino, como hombre y contra las leyes mortales, en el seno sagrado de una mujer virgen se encarnó, ¡o milagro increíble para los hombres exhaustos!" (Pœmata moralia: 1, 2, 38 vv.140-148; PG 37,533). 
----------La condición del hombre, frente al Médico celestial, exige una cotidiana confianza, que es el sentimiento humano que, iluminado por la gracia, conduce a la virtud teologal de la fe.
----------Está claro como, según la enseñanza de los Santos Padres y de la tradición eclesial, de modo similar a como el enfermo sana solo si pone su confianza en quien lo cura, la confianza en Dios es necesaria para comprender cómo la entera vida cristiana es una divina terapia, un recorrido de curación en el cual nosotros somos conducidos entre los brazos del Señor, nuestro divino Médico, para recuperar nuestra salud. Sin esta confianza, nunca podremos estar completamente a salvo de alguna enfermedad.
----------Los Padres explican cómo la confianza en Dios es necesaria para no presumir de nosotros mismos y para no caer en el patológico descontento quejumbroso y quisquilloso, en esa forma de depresión que es hija de la vanidad y de la angustia mundana. Por eso san Agustín profundiza el tema del advenimiento de Cristo, en relación a la confianza y a la disponibilidad que el hombre demuestra hacia Dios, afirmando:
----------"Habiendo enfermado, pues, el género humano, aquel gran Médico recibe al enfermo en una especie de lecho gigante, es decir, en todo el mundo; mas, como Médico habilísimo, aguarda el momento justo para el enfermo; ve y examina lo que ha de acontecer, y en los momentos más benignos de la enfermedad envía delante a sus ayudantes. Así también, nuestro Médico envió primero a los profetas para que nos visitasen. Ellos hablaron y predicaron; por medio de ellos curó y sanó a algunos. Predijeron que iba a producirse un agravamiento extremo en la enfermedad y una gran recaída de este enfermo que requeriría la presencia del médico en persona. Así sucedió, puesto que dijo: 'Yo restableceré y sanaré al creyente; yo heriré y yo sanaré' (Deut 32,39). Vino, se hizo hombre y participó de nuestra mortalidad para que nosotros podamos hacernos partícipes de su inmortalidad. Todavía se agita el enfermo y, delirando por la fiebre y con la temperatura en aumento, se dice a sí mismo: 'Desde que llegó este médico sufro fiebres más recias, me agito más violentamente y soporto calenturas terribles. ¿Para qué vino a mi casa? Pienso que no fue un acierto el que viniera a ella'. Así dicen todos los que aún sufren la enfermedad de la vanidad. ¿Cómo es que enferman de vanidad? Porque no quieren recibir de él la receta de la sobriedad" (Sermón 346/A,8; edición BAC, Madrid, 1985, pp.124-125).
----------Cada año, la Navidad viene precedida de un adecuado tiempo de preparación, el tiempo de Adviento que está llegando a su fin; un tiempo para que nuestra vida cristiana se vuelva sobria de tantas distracciones e intoxicaciones que nos distraen de la confianza en Dios. La venida de Cristo al mundo es motivo de gran alegría (Lc 2,10), precisamente porque el Padre "en el curso del tiempo ha convencido a nuestra naturaleza de su propia impotencia para obtener la vida; ahora Él nos ha mostrado al Salvador que tiene el poder de salvar incluso lo que no podía serlo: a través de este doble medio, ha querido que nosotros tuviéramos fe en su bondad y que viéramos en Él […] a un Médico" (Carta a Diogneto, IX, 6).
----------Confortados y serenados por estas certezas que nos da nuestra Fe, recibamos la Natividad del Señor como la visita del Médico celestial, y dejemos a un lado el miedo y la vergüenza que acaso nos produce el dejarnos visitar, presentando también aquellas heridas más recónditas e infectadas que nos horrorizan. Así nuestros ojos, como los del santo anciano Simeón, contemplarán la salvación, y con el salmista estaremos felices de cantar "Señor, Dios mío, a ti clamé y me has curado" (Sal 30,3).

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