lunes, 27 de diciembre de 2021

El rostro del Dios de la pandemia

¿Dios tiene o no tiene que ver con la actual pandemia, con el sufrimiento y con la muerte? Por supuesto, tiene que ver, caso contrario ese Dios en quien creemos no sería Dios. Pero, si Dios tiene que ver con lo que vivimos: ¿cuál es el rostro del Dios de la pandemia, y cuál es el concepto que se esconde tras ese rostro?

----------Días atrás me referí en un artículo a la obra teatral que el director italiano Romeo Castellucci dirigió en Milán, en la noche del pasado 20-21 de noviembre. Afirmé que la puesta en escena de los esqueletos caminando macabramente por las calles no era otra cosa que el corolario de aquella obra que el mismo Castellucci dirigiera en el Teatro Franco Parenti, de Milán, en enero de 2012: "Sul concetto di volto nel figlio di Dio" (sobre el concepto del rostro en el hijo de Dios), obra que, como me informó un gentil lector, fue también presentada en versión fílmica en octubre de 2013, en el IX Festival Internacional de Buenos Aires. De modo que, lo que suponía y temía, era en realidad cierto: las autoridades civiles de nuestro país no suelen privarnos de las más obscuras y antinaturales creaciones del llamado "arte de vanguardia" internacional.
----------Pues bien, mi intención en esta nota es indagar en los presupuestos filosóficos y teológicos que subyacen a estas obras de Castellucci, y esto por el interés que tiene su "concepto del rostro de Dios", emparentado con toda lógica (si sacamos todas las consecuencias lógicas) con el concepto de Jesús y de Dios que no pocos pastores (obispos y sacerdotes) vienen presentando durante la actual pandemia.
----------En aquel drama de Castellucci de hace una década atrás, hay una escena en la cual se ve de espaldas a uno de los protagonistas de la obra, el hijo, cercano a la inmensa imagen del Cristo Buen Pastor de Antonello da Messina [1430-1479] que cubre todo el ancho de la escena: está con las manos alzadas hacia la imagen, en la típica actitud de imploración y plegaria. Parece que el hijo al mismo tiempo quiera abrazar la inmensa imagen en un gesto de amor y de confianza, pero evidentemente no puede hacerlo con los brazos: la imagen, como se dice en teología, lo trasciende. El hijo, indudablemente, nos hace sentir ternura.
----------Santo Tomás de Aquino y los Padres de la Iglesia dirían que esta imagen, Dios, es incomprensible en el sentido literal: no puede ser comprendido, encerrado en nuestro abrazo. Abrazo de nuestros brazos, abrazo de nuestros conceptos. Es el problema del concepto del rostro del Hijo de Dios.
----------¿Quién es este "hijo", de la obra de Castellucci, que abre sus brazos tratando de abrazar el "rostro de Dios"? Representa a la humanidad sufriente que implora y lucha en vano contra el sufrimiento. En 2012 faltaban aun ocho años para que explotara la pandemia del Covid-19 y, en Milán, en el norte de Italia sobre todo, con muchísimo sufrimiento y muerte. De modo que aquella obra ha sido, sin pretenderlo, muy profética. Ese "hijo" representa también esta humanidad, la presente, la que aún sufre la actual pandemia que sigue incontrolada, desafiante, que parece reirse de nuestras vacunas y profilaxis, que una y otra vez parece vencida y una y otra vez reaparece, deshaciendo nuestras ilusiones de felíz retorno a la "normalidad".
----------En aquella obra de Romeo Castelluci, de hace diez años atrás, el mensaje estaba claro casi desde el inicio de la representación: la liberación no llega; al contrario, las cosas empeoran: se va inexorablemente hacia la muerte. ¿Y qué hace Cristo? Su inmensa y maravillosa presencia silenciosa se destaca y perdura inmóvil y aparentemente indiferente al sufrimiento durante toda la duración del espectáculo. Es un Cristo mudo, que no habla, no dice nada. Sí, es cierto, como dijo Castellucci en una entrevista, "nos mira", pero no se entiende lo que dice. Ninguna indicación, ninguna palabra de consuelo, ninguna explicación del mal, ninguna promesa de liberación y, por lo tanto, ningún remedio al mal. A menos que sea una invitación a amar el sufrimiento por sí mismo. Pero esto sería cosa patológica, bien conocida por los psiquiatras.
----------La mirada de Cristo, en verdad, como también dijo Castellucci aquella vez, es dulcísima. Pero absolutamente inconcluyente, por lo cual parece casi irónico y que quiera burlarse de nosotros, desde lo alto de su impasible presencia inmaculada y de su divina felicidad. Sin embargo, me parece que este Cristo también está ligeramente triste y casi intimidado. En todo caso, se muestra extremadamente humano.
----------No es aquel Cristo austero, severo y casi lúgubre Pantokrator tan frecuente en los mosaicos bizantinos y en los iconos rusos. No es el Cristo con el rostro maltrecho y ensangrentado de la tradicional iconografía franciscana. Sin embargo, sigue siendo un Cristo majestuoso que, como dijo entonces Castellucci, nos mira durante todo el transcurso del espectáculo. Pero, ¿qué hace? Aparentemente nada. Castellucci ha dicho que es un Cristo "kenótico", es decir, sufriente de nuestros propios sufrimientos.
----------Es el "Dios que sufre", como hoy dicen algunos cristólogos (hablamos de Forte, semanas atrás) que no aceptan el atributo divino de la impasibilidad, que también entra en el dogma de la Iglesia católica, la cual en muchas ocasiones ha rechazado la idea de un Dios que sufre. En efecto, la Iglesia desde los primeros siglos condenó como herejes a los llamados "teopasquitas", del griego: "Dios sufriente".
----------Para la fe católca, en efecto, en Nuestro Señor Jesucristo, no sufre Dios, sino la humanidad de Jesús. La "kenosis", como bien ha explicado santo Tomás de Aquino, no es un absurdo "vaciamiento" de Dios (este es el significado del término paulino kènosis), sino que significa simplemente la humildad de Cristo-Dios hecho hombre, "siervo sufriente", según la conocida imagen del profeta Isaías.
----------Pero el caso es que Castellucci dijo explícitamente en las entrevistas de hace una década (y que yo sepa no se ha desdicho) no ser católico y no aceptar los dogmas católicos, aunque se sienta interesado por el misterio de Cristo, pero según Castellucci es él quien interpreta verdaderamente al Cristo de la Biblia y no la Iglesia Católica, ya que ha dicho que su drama "se deriva de las Escrituras".
----------Sin embargo, es necesario observar que, en buena teología, un Dios que fuera sufriente sería un Dios defectuoso, pues el sufrimiento es una carencia, no una perfección. Por lo tanto, se trataría de un Dios débil, inepto, frustrado, desgraciado e impotente como impotentes somos nosotros ante las fuerzas del mal, del dolor, de la corrupción, de la muerte, de la nada. Un Dios que no puede salvar.
----------A menos que aceptemos el alocado pensamiento de Hegel, según el cual lo "positivo" viene de modo dialéctico de lo "negativo" y, por lo tanto, el ser viene del no-ser, lo verdadero viene de lo falso, el bien viene de mal, la vida viene de la muerte, la salvación viene de la perdición, la alegría viene del dolor. Algunos ingenuos, incapaces de razonar correctamente, creen que en el fondo ésta, la dialéctica, sea la ley de la Redención: la salvación, dicen ellos, ¿no viene acaso de la cruz? ¿La vida no nos viene de la muerte de Cristo? ¿La liberación del sufrimiento no nos viene acaso del sufrimiento de Cristo?
----------Ciertamente: pero aquí hay un enorme equívoco, que el Concilio de Calcedonia ha condenado como herejía: la confusión y la mezcolanza entre las dos naturalezas de Cristo, humana y divina (aunque en la unidad de la única Persona divina), por lo cual, según esta herejía, así como Cristo sufre como hombre, entonces Cristo también sufre como Dios. Se supone una idea de la Encarnación según la cual las dos naturalezas no permanecen distintas, sino que la naturaleza divina deviene la naturaleza humana. Un Dios no inmutable, siempre idéntico a sí mismo, sino cambiante, un Dios que deviene, como el de Hegel.
----------Excepto que en Hegel, que en el fondo tenía la preocupación por la identidad divina (¡Hegel todavía creía en Dios!), lo negativo vuelve a ser positivo, de modo que al final el Dios de Hegel, después de dramáticas penurias (un Dios "trágico", como bien dice Urs Von Balthasar), al final vuelve a ser omnipotente. Se reapropia de su potencia precedentemente "alienada" (la Entfremdung hegeliana).
----------Pero la dialéctica de Castellucci carece de la síntesis final hegeliana: existe simplemente la oposición tesis-antítesis, el no-ser que contradice al ser, de modo que al final no hay ningún "retorno dialéctico" (rückkeher), sino simplemente el ateísmo, el nihilismo, la desesperación, el fatalismo, la nada.
----------El hombre está completamente solo. ¿Acaso entonces lo ayudará Marx? ¿Es cierto que, como dice Marx, "el hombre es Dios para el hombre"? ¿Es suficiente la lucha de clases? Castellucci dice ser "de izquierda", mientras que quien lo contradice es "fascista", según él, incluido el Papa. Habrá que esperar y ver qué nos dará Castellucci después del comunismo. ¿Pero acaso ya no se ha hecho la prueba?
----------El Dios infortunado presentado en el drama de Castellucci se disuelve sin retornar nunca, implosiona sobre sí mismo, es un fracaso. Y por eso según Castelluci: Antonello da Messina y con él Cimabue, Giotto, Carpaccio, Rubliov, Filippino Lippi, Raphael, Michelangelo, Caravaggio, Rembrandt, Giorgione, Rouault, Annigoni y mil otros, todos ilusos engañados, han representado a un Dios que no existe.
----------Debemos decir entonces, si somos verdaderos amantes del arte y de la civilización, así como amantes de la recta filosofía y de la religión, que el protestar contra este falso "dios" no es de fanáticos (como nos acusa Castellucci), sino de personas razonables. Lo harían también Voltaire o Robespierre, que creían en el "Ente Supremo". Lo haría incluso un masón, que cree en el "Arquitecto del universo". Por eso no es de fanáticos tampoco protestar contra el "dios sufriente" de Bruno Forte, o contra el falso "dios" del cual vienen predicando tantos pastores durante la actual pandemia, ese Dios que nos ama, "que nos acompaña en el dolor, que sufre con nosotros y que nos salva", pero que nunca nos dice nada, que no nos explica como nos salva o al menos todavía no lo ha explicado por boca de aquellos pastores que dicen ser sus apóstoles, obispos y sacerdotes que (salvo honrosas excepciones) ni siquiera hablan de la causa del mal en el mundo.
----------Incluso desde el mundo musulmán, que se ríe bajo los bigotes, nos viene una pregunta: cristianos, ¿qué están haciendo ustedes que no hacen nada frente a lo que les ha hecho Castellucci? ¿Quieren darle la razón a Mahoma? Haz con nuestro querido Mahoma algo similar a lo que hizo Castellucci con vuestro Cristo, y verás entonces lo que te sucede. ¡No habrá excusa para ninguna "libertad de arte" que venga! Otros islámicos moderados, en cambio, lamentan este gesto de intolerancia. Y algunos judíos rígidos (no todos) dirán: ¡tenían razón los sumos sacerdotes al condenarlo a muerte! ¡Es un falso Mesías!
----------Pero habría que preguntarse: ¿acaso es de verdad tan diferente el rostro del Dios "sufriente con nuestros sufrimientos" que tantos pastores católicos vienen presentando durante la actual pandemia, con aquel rostro de Dios presentado por Castellucci hace diez años en la ciudad de Milán?
----------En efecto, en el Dios de Castellucci desaparece la omnipotencia, atributo sin el cual Dios no es Dios. Esta verdad la conocían incluso los paganos, los cuales divinizaban a los poderosos, o a los reyes, o a los divos del espectáculo, o a los campeones en la guerra y en el deporte. Un Dios sufriente, extenuado, inválido y sin fuerzas es un dios que no puede terminar sino haciendo reír o dando lástima.
----------Pero dado que en realidad en la verdadera religión se necesita un Dios bueno y omnipotente, para que las inmensas y potentísimas fuerzas del mal sean vencidas, he aquí que en ausencia de este poder divino, Dios está superado, abrumado, y no alcanza a hacer nada mejor. Ahora bien, sin embargo, aquí interviene la lógica: pero ¿un Dios así qué clase de dios es? ¿Un Dios que no es Dios? Y, por tanto, se impone la conclusión final que se deriva lógicamente de tal razonamiento: Dios no existe.
----------Ciertamente Hegel con su descarada astucia, te lo diría en un tono oracular, de impostor verdaderamente fascinante: pero precisamente Dios tiene la contradicción en sí mismo -¿no es, como dice el Cusano, coincidentia oppositorum?-: se niega a sí mismo para retornar a sí mismo. Aquí, sin embargo, Castellucci no se deja llevar por la nariz, muestra al menos buen sentido común y no sigue a Hegel en esta estafa repugnante y blasfema, por lo cual saca la conclusión, también ella ciertamente errónea, pero que al menos tiene su propia lógica: si Dios es así, si Dios es impotente e indiferente, si Dios no es Dios, Dios no existe.
----------He aquí que, entonces, al final de aquel drama de hace diez años, colapsa la inmensa imagen que es en definitiva ilusoria y engañosa. Un Dios que se ha burlado de nosotros. No era más que un Dios de papel, que se desgarra y se deshace en la nada. Lo único que queda en escena es el vacío, la oscuridad, pues la imagen del Cristo de Antonello da Messina, injuriada y befada también por las heces arrojadas por un grupo de niños, termina siendo desgarrada por completo, desapareciendo de la escena.
----------Efectivamente: en escena no queda más que el vacío y la oscuridad. El hombre infortunado se queda solo consigo mismo, y un Dios de papel que colapsa miserablemente después de haber sido prolongadamente invocado y, ello no obstante, haber asistido continuamente a nuestras desgracias, aunque sin intervenir, y un Dios así no merece más que nuestro desprecio. De ahí la blasfemia que sustituye a la inútil plegaria del hijo. El hijo había rezado por nada y a la nada. Por ello, los niños arrojaron objetos contra la imagen. Y por lo demás, padre e hijo, quizás ya del todo conscientes del bluff, ya no rezan.
----------Pongamos, pues, las cosas en su lugar: en aquella obra de hace diez años, que acaba de tener su corolario en la marcha de los esqueletos por las calles de Milán, Castellucci pone ante la mirada de su público, con suma habilidad de verdadero artista (¿por qué no reconocerlo?) una cristología herética, de tipo gnóstico, hegeliano y dolorista (teopasquista: el sufrimiento como absoluto divino), que lamentablemente está presente en ciertos cristólogos bajo el manto de indumentarias científicas, muchas citas bíblicas eruditas y sutiles conceptos filosóficos, cristología que viene siendo popularizada por muchos pastores, obispos y sacerdotes. El caso es que, no solo la gente común, sino incluso ciertos teólogos expertos, no se dan cuenta de la insidia, de la serpiente que se esconde en la hierba o, como recita el refrán latino, latet anguis in herba.
----------Una clara indicación sobre cómo evaluar el espectáculo de Castellucci (el de hace diez años y el de hace un mes atrás) vino en aquel momento desde la Curia de Milán y sobre todo de la intervención de Benedicto XVI a través de su Secretaría de Estado, que fueron por cierto dos reconfortantes clarificaciones para tener sobre la obra de Castellucci una visión objetiva sin exagerar en la crítica, y a la vez sin ingenuidad. Similar reacción merecería hoy cierto tipo de predicación sobre "el rostro del Dios de la pandemia".
----------Pues bien, hay que saber que la herejía peligrosa es siempre una especie de bubón escondido bajo seductoras apariencias, que solo el médico sabe descubrir y curar. Sin embargo, para curarlo, es necesario dejar salir el pus. Sólo en este punto el profano también se da cuenta del mal y lo rechaza, si quiere rechazarlo, claro; a menos que le agrade el bubón (más allá de la metáfora: un falso Cristo).
----------En el 2012, en Milán, no faltaron fieles (muchos jóvenes) que reaccionaron de modo violento a la obra presentada por Castellucci. Pero, entonces, es bueno preguntarse: ¿por qué la reacción popular (a veces incluso excesiva, pero los jóvenes son jóvenes, sobre todo si son provocados) frente a las blasfemias de Castellucci y no frente a las blasfemias de los falsos cristólogos? La respuesta es evidente: porque Castellucci no hace más que hacer saltar el pus, pero el bubón no lo ha inventado él: ya existía.
----------Lo dijo en aquel momento el propio Castellucci, ciertamente con sutil complacencia, que nos muestra su complicidad con los herejes: "yo no digo nada nuevo, no hago más que poner sobre la escena las ideas que circulan". Por supuesto, esto no puede excusar lo obrado por Castellucci. Sin embargo, debemos darnos cuenta del trasfondo, del detrás de la escena, del backstage, para atacar el mal en la raíz.
----------Hay que entender que las ideas tienen entre sí conexiones lógicas: si un filósofo plantea ciertas premisas implícitamente venenosas, no es de extrañarse que las consecuencias sean aún más venenosas. Basarse sobre una cristología envenenada como la de Hegel, aunque aparentemente mística, sublime y conforme a la Escritura, puede parecer una operación "aggiornata", actualizada, digna de la teología postconciliar, más allá de la vieja y superada cristología tomista; pero uno se da cuenta (y esto lo han hecho notar historiadores de la teología como Fabro, Löwith y Cottier) que de Hegel deriva Marx y de Marx deriva Nietzsche.
----------Es cierto, no ha faltado quien ha querido encontrar una "cristología" incluso en este último, como si las blasfemias de Nietzsche fueran también plegaria. Pero entonces, tal cosa no sería más que confundir la blasfemia con la religión, la oración con la impiedad. En este punto se necesitará decir que también rezan los demonios y los condenados en el infierno. Sin embargo: ¿rezan o maldicen?
----------En realidad, si miramos bien, con ojo benévolo pero atento, en Castellucci no hay verdadera plegaria sino un simple inicial conato de oración a un Dios que no es el verdadero Dios, y de parte de una humanidad que niega el pecado original (el mismo Castellucci ha dicho apertis verbis que no cree) considerándose inocente ante Dios (y ello aparece en el hijo y el niño "inocente" en la obra de Castellucci).
----------E incluso frecuentemente nuestra forma misma de orar está muy equivocada, porque, como nos enseña Nuestro Señor Jesucristo, lo primero que debemos pedirle a Dios no es que se cumpla nuestra voluntad, aún cuando pidamos cosas buenas como la salud de nuestro propio padre, sino que lo primero que debemos pedirle a Dios es el perdón de nuestros pecados y que se cumpla su voluntad, y la primera voluntad de este Dios misericordioso es que sigamos fielmente a su Hijo crucificado y resucitado.
----------Y por otra parte, ¿cómo no ver en esa imagen del Cristo de da Messina, de la obra de Castellucci, imagen inmensa de Cristo, indiferente e invasiva (tan invasiva como invasivo es el "Dios sufriente" de tanta cháchara actual), la insinuación de un Dios que, aún apareciendo grande y majestuoso, no hace nada por ayudar al hombre? ¿Pero entonces este "Dios" es verdaderamente bueno? Y si no interviene, ¿es porque no puede hacerlo o porque no es bueno? Y en cualquiera de estos casos, ¿qué clase de Dios es?
----------Pero si el hombre es inocente, y si la pena es justa sanción del pecado, ¿Dios nos castiga por qué motivo, dado que somos inocentes (el axioma del buenismo: somos todos buenos)? ¿De dónde vienen entonces esos sufrimientos, esas desgracias y esa muerte que el hombre no se ha procurado a sí mismo? ¿No vendrán acaso de Dios, quien debería suponerse que es el creador y gobernador del mundo? Pero si yo estuviera en su lugar, ¿no lo gobernaría mejor? Sólo me falta el poder. Así que tenemos aquí una ulterior razón, no para orar, sino para blasfemar contra un "dios" no sabio sino necio, por no decir cruel.
----------La verdadera plegaria, como todos los católicos bien sabemos, es ciertamente una petición de ayuda y de intervención, pero para nosotros los cristianos es ante todo aceptación fuerte, razonada y confiada de la voluntad de Dios, aceptación de la cruz, siguiendo el ejemplo de Cristo, con el sostén de su gracia, y en unión con el sufrimiento expiatorio de Cristo, por el hecho de que Jesús, siendo Dios y Dios siendo omnipotente y bondad infinita, gracias a su poder, en Cristo transfigura el sufrimiento en principio de salvación y de liberación del mismo sufrimiento, algo que sólo un Dios verdadero puede hacer. Y nosotros, con nuestros sufrimientos en Cristo, colaboramos en nuestra propia salvación y la de los hermanos.
----------Al mismo tiempo, el cristiano sabe esperar, sabe aguardar confiadamente. Por supuesto que quisiéramos la liberación de inmediato. Pero nos fiamos de aquello que es el plan de la salvación ideado por el Padre. Nos fiamos de los tiempos de Dios. Tal plan prevé que aquí abajo ciertamente luchemos contra el sufrimiento, pero que sepamos aceptar a su debido tiempo que Él querrá esos sufrimientos, que son castigo por el pecado, sufrimientos a los cuales humanamente no podremos remediar, en la consciencia de que en unión con Cristo son principio de redención, de expiación y de salvación en nombre del amor.
----------Indudablemente viene la tentación de rebelarnos, de imprecar, de maldecir, de desesperar, de blasfemar. Miremos, entonces, a Jesús crucificado en la luz de María Santísima, como hacen todos los santos. Continuemos rezándole sin cesar y con confianza por intercesión de su Santísima Madre.
----------No existe otro camino para la salvación. "No existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación" (Hch 4,12).

2 comentarios:

  1. Estimado Fr. Filemón:

    dice ud.:
    "Aquí, sin embargo, Castellucci no se deja llevar por la nariz, muestra al menos buen sentido común y no sigue a Hegel en esta estafa repugnante y blasfema, por lo cual saca la conclusión, también ella ciertamente errónea, pero que al menos tiene su propia lógica: si Dios es así, si Dios es impotente e indiferente, si Dios no es Dios, Dios no existe."

    Creo conviene recordar que más que la inexistencia de Dios, si Castellucci es autor gnóstico su trasfondo cosmológico bien podría ser el de un "aciago demiurgo", una deidad defectuosa o aún maligna creadora de la materia. Para Borges las cosmogonías gnósticas serían hoy tan válidas como las del cristianismo, si éste no se hubiese impuesto por la fuerza en aquellos primeros siglos, aplastándolas y condenándolas al olvido. Véase el último párrafo de su ensayo "Una vindicación del falso Basílides":

    "Durante los primeros siglos de nuestra era, los gnósticos disputaron con los cristianos. Fueron aniquilados, pero nos podemos representar su victoria posible. De haber triunfado Alejandría y no Roma, las estrambóticas y turbias historias que he resumido aquí serían coherentes, majestuosas y cotidianas. Sentencias como la de Novalis: La vida es una enfermedad del espíritu,[6] o la desesperada de Rimbaud: La verdadera vida está ausente; no estamos en el mundo, fulminarían en los libros canónicos. Especulaciones como la desechada de Richter sobre el origen estelar de la vida y su casual diseminación en este planeta, conocerían el asenso incondicional de los laboratorios piadosos. En todo caso, ¿qué mejor don que ser insignificantes podemos esperar, qué mayor gloria para un Dios que la de ser absuelto del mundo?."

    No sé qué piensa ud., Fray Filemón, pero se me hace que estas cosmovisiones, con otros "ropajes", tenderán a volver a medida que el cristianismo en nuestra era retroceda como lo viene haciendo.


    Aurelio

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  2. Estimado Aurelio,
    lo que intenté decir es algo muy simple: mientras en Hegel su dialéctica termina en una ulterior síntesis, en Castellucci, más coherente (aún en su simple lógica), negándole a Dios los atributos de la omnipotencia y la suma bondad, termina concluyendo que Dios no existe.

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