jueves, 9 de diciembre de 2021

El pecado original (3): Enzo Bianchi y el problema del mal

Completamos hoy nuestra crítica a la errónea enseñanza que sobre el pecado original ofrece el ex prior de la comunidad de Bosè, hermano Enzo Bianchi, a los solos efectos de retornar luego a la exposición de la auténtica doctrina sobre la condición original de nuestros primeros progenitores en el paraíso del Edén, la falta original, la transmisión de la culpa a toda la humanidad y, en fin, el problema del mal.

Enzo Bianchi: ideas sobre el pecado original que disuelven el dogma
   
----------Decíamos en nuestra nota de ayer que, partiendo del falso presupuesto del que Enzo Bianchi parte (su equivocada idea de que el pecado original es el primer pecado que cometemos en nuestra historia personal, vale decir, que es un pecado nuestro personal), se entiende perfectamente cómo el ex prior de Bosè no logra explicar por qué todos nosotros, a pesar de haber nacido buenos, en cuanto creados por Dios y dotados con el poder de elegir entre el bien y el mal, inevitablemente nos volvemos malos; y no encontrando una solución, culpa a la Sagrada Escritura por un error que es solo suyo.
----------Por lo tanto, Bianchi confunde aquí evidentemente dos cosas. Una cosa es el pecado original, pecado personal de los progenitores, que afecta a nuestros orígenes y cuya culpa se difunde por toda la humanidad. Y otra cosa es nuestra innata inclinación a pecar (la concupiscencia), que es consecuencia del pecado original. Bianchi afirma así que la Iglesia habría abandonado como si fuera un "disparate" y una "imperdonable falta de inteligencia", el relato genesíaco de la creación de Adán en el paraíso terrenal, dotado de dones preternaturales, felices, inmortales e inocentes, en comunión con Dios. Y Bianchi nos dice:
----------"La Iglesia actualmente ya no lee el pecado original en la prehistoria de los hombres. Esto ahora debe ser considerado una tontería. Ya nadie se atreve a decir esto. Sino que el pecado original se lee como el pecado que está en las fibras de todo hombre que viene al mundo. Si quieres, es esa incapacidad de obrar siempre el bien. El mal, en cierto momento, entra en nosotros" (cf. aquí).
----------Pero basta consultar lo que enseña el Catecismo para comprobar la falsedad de las palabras de Bianchi. De hecho, el Catecismo dice refiriéndose al pecado de los progenitores: "El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad" (n.397).
----------Por otra parte, a causa de su negación de la historicidad del pecado original, Bianchi termina por concebir la tendencia humana al mal no como consecuencia de la caída originaria, sino como intrínseca a la propia naturaleza humana, con gravísimas consecuencias por cuanto respecta al mal del hombre y en el hombre, porque, si esto es natural, llegará a ser bueno, ya que lo bueno es lo que está de acuerdo con la naturaleza. Entonces se sigue una consecuencia horrible, a saber, que el pecado se convierte en buena acción y la buena acción deviene pecado. No se distingue ya lo que está de acuerdo con la naturaleza de lo que está en contra de la naturaleza. De ahí probablemente la excesiva indulgencia de Bianchi hacia la sodomía.
----------Dice Bianchi en otro momento de sus conferencias: "La narración que todos conocemos y que nos dice que el hombre y la mujer, la humanidad en su dualidad, al ponerse en relación con las cosas, al vivir en la existencia, muestra elegir el mal y no elegir el bien. Pues bien, no debes leer ese relato como si fuera el origen de nuestra historia. Realmente sería una imperdonable falta de inteligencia. La narración del Génesis nos quiere referir la realidad del hombre, de cada hombre que viene al mundo, de cada mujer que viene al mundo. Se encuentra en un mundo en el cual el mal ya existe. Ya existe la serpiente, que precede al hombre. Ya estaba ahí. Ya existía el mal. Y el hombre en su vida permite y elige el mal" (cf. aquí).
----------Para Bianchi, como ya hemos visto, la tendencia al pecado no es propia de la naturaleza humana caída de un estado primitivo de inocencia, sino que es inherente a la misma naturaleza humana, es una tendencia natural. Pero si el mal está naturalmente en el hombre, entonces el mal es natural y ya no es malo. Por lo tanto, pensar que Cristo nos libere del mal es una ilusión o una distorsión. Para Bianchi la presencia de la muerte y las hostilidades de la naturaleza no son consecuencia o castigo de un pecado que hemos cometido en los orígenes, porque el mal ya existía antes del pecado. Por eso dice:
----------"Con el conocimiento de las ciencias que tenemos, sabemos que antes del hombre reinaba el mal en la naturaleza, incluso antes: el lobo se comía al cordero. Ya antes, la cadena de la vida seguía adelante a través de la muerte de algunos para que otros vivieran. No ha habido una introducción del mal por parte nuestra. El mal ya existía. Y ciertamente el mal nos precedió: la serpiente, Satanás, el diablo y luego las denominaciones son muchas. Sino que el mal ya existía" (cf. aquí).
----------A ello respondemos diciendo que: es cierto que el mal ya estaba allí a causa del pecado del ángel, y es cierto que la muerte de los vivientes infra-humanos ha precedido históricamente a la aparición del hombre sobre la tierra. Este segundo dato resulta de la ciencia, mientras que el primero es un dato de la divina Revelación. En efecto, sabemos por las Escrituras que el mal ha tenido origen por la rebelión de algunos ángeles contra Dios (Ap 12,7-9). Pero por cuanto respecta a la muerte de los vivientes infra-humanos, esa muerte es una condición natural; en efecto, ya está presente en el Edén. No es consecuencia del pecado del hombre. Los vivientes infra-humanos sirven para alimento del hombre.
----------En cambio, por cuanto respecta a nuestra muerte, ocurre algo bien diferente, pues la divina Revelación enseña que la muerte es consecuencia del pecado original, aunque ella de por sí también sería natural (san Pío V en 1567 condenó a Miguel Bayo [1513-1589], quien sostenía que la inmortalidad era debida al estado de inocencia, Denz. 1921, 1926, 1978). Pero, como enseña el Concilio de Trento (Denz.1511), en el paraíso del Edén poseíamos una gracia de inmortalidad, que hemos perdido por el pecado. En efecto, los progenitores ​​en el Edén eran inmortales. Y por otra parte, según la Revelación, la muerte, por la cual Cristo nos salva, tiene su primer origen en el pecado del ángel (Sab 2,24) al inicio de la creación.
----------Por otra parte hay que considerar que el venerable papa Pío XII, en la encíclica Humani Generis de 1950 (Denz.3897), reitera que es necesario admitir la existencia histórica de una primera pareja, de la cual ha tenido origen toda la humanidad, pues de lo contrario habría sido imposible la transmisión de la culpa original a toda la humanidad, lo cual forma parte del dogma del pecado original.
----------Como dice, de hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica: "Adán nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados" (n.403). "Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo" (n.404). San Pablo hace entender claramente que si no hubiera sido Adán con su pecado, no habría sido Nuestro Señor Jesucristo, porque Cristo repara el pecado de Adán (Rom 5,12-20). "Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán en un estado caído (cf. Concilio de Trento: DS 1511-1512). Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original es llamado 'pecado' de manera análoga: es un pecado 'contraído', 'no cometido', un estado y no un acto" (n.404). No es remitido con un acto consciente del sujeto, como si el sujeto fuera responsable, sino simplemente recibiendo la gracia del Bautismo, que se puede conferir "incluso a los niños que no han cometido pecado personal" (n.403).
----------Es cierto que Bianchi reconoce que Dios no puede querer el pecado, o sea el mal de culpa; pero falta cuando se trata del mal de pena, es decir, las puniciones o los castigos divinos, en los cuales Dios inflige una justa pena. En nombre de una mal entendida misericordia (error común a todos los actuales buenistas), Bianchi no quiere admitir la justicia punitiva, que le parece una crueldad indigna del Dios Amor. Sin duda, el castigo del pecado es propiamente el mal que el pecador se carga sobre sí mismo con su pecado.
----------Sin embargo, bien sabemos cómo la Sagrada Escritura habla con absoluta franqueza y claridad del "castigo" divino, sin que esto deba juzgarse como signo de una teología arcaica o superada, porque la severidad también se encuentra en el Dios de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, esto no puede sino hacer referencia a la lógica y necesaria consecuencia del pecado, que perturba el orden puesto por Dios mismo en las cosas, aunque Dios, en su bondad, tiene en algunos casos la posibilidad de suspender o anular la pena.
   
El pecado original y el problema del mal
   
----------La cuestión del pecado original está ciertamente ligada al problema de la naturaleza y del origen del mal, ya que pecar es hacer el mal. Y el mal de pena es consecuencia del pecado. Bianchi plantea varias veces la segunda cuestión, declarando también falsamente, como hemos visto, que la Biblia no da una respuesta, cuando en cambio existe ya una respuesta, por imperfecta que sea, proporcionada por la filosofía, aunque obviamente no a la altura de la respuesta que viene de Sagrada Escritura.
----------Pero la grave laguna en estas exposiciones de Enzo Bianchi es la de no decirnos qué es el mal, sin que él alcance a distinguir el mal de pena y el mal de culpa. De hecho se nota cómo Bianchi tiene un concepto erróneo del mal, cuando afirma que la serpiente genesíaca es el "mal". Para nada, en absoluto. La serpiente, como él debería saber, es el símbolo de una creatura espiritual maligna, creada antes que el hombre, o sea el demonio, como ha enseñado claramente el Concilio Lateranense IV de 1215 (Denz.800).
----------Enzo Bianchi, por lo tanto, con este grave equívoco y malentendido, demuestra estar en realidad hipostatizando o substancializando el mal, cayendo exactamente en ese maniqueísmo, que él declara querer evitar. De tal manera y conjuntamente, niega que el pecado del hombre traiga su ocasión del pecado del ángel, rechazando, como lo hemos visto, como fábula insensata esta verdad de fe, que también es enseñada por el citado Concilio Lateranense IV (ibid.), verdad extremadamente esclarecedora y útil para nuestro camino de salvación, porque nos instruye sobre nuestro deber de vigilar y cuidarnos de las insidias, de las ilusiones, de los ataques, de los engaños y de las tentaciones del demonio, sin temer sus amenazas, ni dejarnos confundir por sus acusaciones y por sus reproches, que nos insinúan falsos sentidos de culpa, y sin ceder a sus halagos y seducciones, que nos endurecen en el pecado, nos ciegan en la soberbia y en el orgullo, y sin dejarnos perturbar por sus miedos, que quieren arrojarnos a la desesperación.
----------La gravísima cuestión del mal (su naturaleza y su origen), para poder ser afrontada seriamente, con esperanza de éxito, sin quedarse en la oscuridad, requiere, como ya nos enseña Aristóteles [384-322 a.C], el recurso a la metafísica, porque es esa parte más alta de la filosofía la que toca la cuestión del ser y del no serde la posición y de la negación-privación, temas específicos de la metafísica. Ahora bien, hay que decir que, desafortunadamente Bianchi demuestra estar, en términos de metafísica, completamente en ayunas. Y aquí radica la causa de sus graves errores acerca de la cuestión del mal.
----------Así, la torpe sustancialización o cosificación del mal operada por Bianchi, lo arroja a una gravísima dificultad, de la cual parece no darse cuenta, la misma dificultad por no decir absurdidad del maniqueísmo, a saber que, si el mal es una substancia, entonces para el mal no existe remedio. En efecto, es posible remediar el mal, precisamente porque el mal no es una substancia y no existe necesariamente, sino que es accidental y precisamente una privación (la esteresis, de la cual hablaba Aristóteles), una falta de bien o de entidad, a la cual se puede remediar añadiendo el bien faltante. Ciertamente, un sujeto o una substancia nociva puede ser destruida o impedir que cause daño. El asesino puede ser ajusticiado. Pero el mal, del cual entonces somos liberados, no es el sujeto como tal, en sentido ontológico, sino el daño causado por el sujeto.
----------El mal integra el no-ser, aunque sea concebido como si fuera ser, ad instar entis (ens rationis). Lo que obviamente no quiere decir que el mal no sea nada o que no exista o que sea solo aparente o un hecho subjetivo y no tenga influjo sobre lo real. Todo lo contrario. Debe reconocerse que es tremendo el poder mortífero y destructivo del mal. Pero ese poder lo es precisamente como negación, y más precisamente como privación del ser. Pero si el mal, como parece creer Bianchi, es una substancia, si existe o subsiste en sí y no en un sujeto, entonces ya no es malo, sino bueno. En efecto, debe recordarse que la substancia en sí, ontológicamente, es buena. No existen substancias malas por esencia. De malo no puede existir en esas substancias sino su acción, pero no su ser. Una sustancia puede ser nociva, pero en sí misma, en cuanto ente, es buena. Ens et bonum convertuntur, según el conocido principio trascendental.
----------Al respecto, permítame el lector mencionar, de paso, que Luigi Pareyson [1918-1991], aquel conocido filósofo italiano, al afirmar justamente que el mal existe, queda atrapado en una inadecuada concepción del existir, por lo cual acaba por sostener que el mal es una realidad, cayendo también él en el maniqueísmo o al menos en la dialéctica hegeliana del mal presente también en Dios, aunque luego Pareyson intenta remediarlo al decir que Dios ha "vencido el mal en Sí mismo". Sin embargo, Pareyson tiene al menos el mérito de haber comprendido que la cuestión del mal es ante todo una cuestión metafísica, mientras que el "católico maduro" bultmanniano de Enzo Bianchi vive todavía en el mundo de las fábulas.
----------Ya la filosofía, en el plano físico y moral, confirmada por la divina Revelación cristiana, aunque la filosofía mucho menos perfectamente que como lo hace la Revelación, nos dice qué es el mal, cuál es su causa y cuáles son sus efectos. También la filosofía nos dice cómo quitarlo. Nuestro Señor Jesucristo, en el plano sobrenatural de la fe y de la vida de la gracia, es el Médico divino que, mediante su Iglesia, nos dice qué enfermedad tenemos, cómo somos presa de ella y qué debemos hacer para curar.
----------Si Dios hubiera querido, podría haber creado un mundo libre del mal. Podía haber impedido que el ángel pecara. Podía haber impedido que Adán y Eva pecaran. Y si habían pecado, podía haberlos perdonado de inmediato, sin que el mal se extendiera a toda la humanidad. ¿Por qué no lo ha hecho así?
   
El misterio del mal
   
----------Este es el misterio impenetrable, escondido en la infinitud de la sabiduría, de la bondad y de la libertad divinas, misterio no "revelable" a nosotros por su trascendencia. Existe el motivo por el cual Dios ha querido permitir la existencia del mal, aunque Él sea inocente, porque Él no hace nada sin razón. Pero lo sabe sólo Él. Confiemos (como dice Maritain, en Dieu et la permission du mal, Paris 1963).
----------El gran e incomprensible misterio, por lo tanto, no es propiamente qué es el mal, o de dónde viene, o qué produce el mal y cómo se elimina (sobre todos estos puntos Bianchi muestra no sólo una reprobable ignorancia, sino también un grave desprecio por la divina Revelación) sino que es por qué Dios permite el mal, cuando, si hubiera querido, habría podido crear un mundo sin el mal. Sin embargo, el mal no existe necesariamente con lo creado, sino que existen solo las condiciones de posibilidad de la existencia del mal, que vienen dadas por la existencia del libre albedrío de la creatura angélica y de la creatura humana.
----------Ahora bien, el mal no podría existir en absoluto si solo Dios existiera, porque el mal está ligado a la existencia de lo creado. En efecto, Dios es absolutamente bueno y, por tanto, no puede realizar el mal ni sufrir el mal, que supone en cambio un agente o paciente finito, es decir, la creatura. La finitud, sin embargo, no es en sí misma un mal; es sólo propiedad de un bien finito. Sin embargo, la finitud es la condición de la posibilidad de que un sujeto espiritual haga o sufra el mal. En efecto, el mal es la carencia de un bien debido a un sujeto pasible, que, como tal, no puede sino ser finito, porque solo lo finito puede ser privado de su bien, o activamente, porque hace el mal, o pasivamente, porque sufre el mal.
----------En efecto, quien sufre el mal debe ser finito, porque sólo lo finito puede ser privado de su bien. Pero también el actor causante del mal debe ser finito, porque sólo el agente finito puede ser defectuoso en el actuar, es decir, privar al paciente de su bien. El mal puede ser o hecho (daño) o padecido (dolor).
----------Ahora bien, el acto dañoso, que procura en el sujeto paciente un mal de pena, puede ser voluntario, y entonces tenemos el pecado, mal de culpa; por ejemplo, un adulterio o un robo; o puede ser involuntario (ya sea en el plano humano o en el plano animal) y entonces tenemos el simple daño; por ejemplo, el león que mata a la gacela. Sin embargo, si el hombre que hace el mal, peca, es decir, desobedece la ley moral, en cambio, el león que mata a la gacela obedece a la ley de su naturaleza.
----------Mientras que para el hombre la muerte es consecuencia y castigo de su pecado, para el león la muerte es consecuencia de su naturaleza. El mal no puede más que tener origen en una creatura capaz de desobedecer a Dios sumo Bien, por lo tanto dotada de libre albedrío. Así, todas las creaturas infra-humanas no hacen más que obedecer a las leyes divinas, leyes que siempre son buenas.
----------Amigo lector: si te pica un mosquito, no te quejes, porque no hace más que su deber, aunque nadie te prohíba matarlo. En todo caso, se puede decir que en el Edén los mosquitos tenían respeto por el hombre. En efecto, la hostilidad de la naturaleza contra el hombre no es intrínseca a la naturaleza misma, como parece suponer Bianchi, sino que es consecuencia del pecado original (Gén 3,17-18). Dios no ha creado una naturaleza mala, sino que ella, de madre, ha devenido "madrastra" en punición por el pecado original (no estoy hablando de una madrastra buena, sino en el sentido de la "madrastra" de Cenicienta).
----------El mal, por lo tanto, no es una sustancia, no es un absoluto, mucho menos es una divinidad, sino que es una simple accidental falta de bien, a la cual se podría remediar con el aporte del bien faltante. El mal existe porque existe el bien, que se vuelve defectuoso por el mal. En cambio, el bien de por sí podría existir también sin el mal. El mal existe porque existe un sujeto en el cual se encuentra. Si el sujeto se corrompe, también el mal desaparece. Si una persona muere de cáncer, el cáncer desaparece, pero solo porque esa persona ha muerto. Por ende, ya la razón filosófica sabe que, en principio, el mal podría ser quitado y vencido. El mal es efecto de una causa, por lo cual, quitada la causa, se podría eliminar el mal.
----------Por otra parte, la razón (la filosofía) sabe que Dios, en su infinita bondad, no puede haber querido el mal y que, por lo tanto, debe haber sido causado por una culpa originaria de la creatura, quizás del hombre. Platón [427-347 a.C] ha pensado que nos encontramos ahora en las tinieblas y en la injusticia a causa de una caída sucedida en el pasado de un estado feliz, en el cual contemplábamos la verdad y el bien. De esta culpa ancestral tenemos indicio, según Platón, por el hecho de que ahora nacemos con una inclinación irresistible a pecar, a estar sujetos al sufrimiento. Una cosa de tal género no es normal: se debería nacer buenos y felices. Por tanto -hipotetiza Platón- debe haber ocurrido, en el origen de la humanidad, una tragedia, por lo cual ella se ha precipitado en el actual estado de ceguera, de miseria y de malicia.
----------La divina Revelación retoma, aclara y corrige la antigua visión pagana, mostrándonos mejor la naturaleza y la gravedad de esta caída primitiva, así como sus consecuencias. Pero sobre todo (y aquí radica el elemento mayormente revelador) la Escritura, en la interpretación de la Iglesia, da a la humanidad, en Cristo, los medios y los modos para liberarse de su ancestral miseria y de la tendencia al mal, para redescubrir el plan originario de la creación, elevado desde la perspectiva cristiana de la filiación divina.
----------El sufrimiento, como consecuencia del pecado original, es transfigurado por Cristo en instrumento de expiación y en vía de salvación. De repugnante se vuelve amable. No ciertamente amable por sí mismo, pero por amor de Cristo. De condena deviene respuesta de amor al amor de Aquel que se ha dado a Sí mismo para liberarnos del sufrimiento y del pecado. El sufrimiento sigue siendo siempre un mal que debe ser combatido. Y sin embargo, no debe ser rechazado de ninguna manera, sino que, en ocasiones, debe aceptarse por amor a Cristo como vía para hacernos santos. Solo el pecado debe ser rechazado de manera absoluta, ya que, como dice un himno litúrgico, "los clavos de la cruz, aunque duros, son dulces".
----------Hemos expuesto, con todo esto, lo que piensa y anuncia el Prior emérito de Bosè, Su Beatitud Enzo Bianchi, quien, en 2018 ni bien terminaba su predicación al clero mundial en Ars, se apresuraba a ir a Roma, para hablar a los jóvenes, y por lo tanto para participar en el primer "sínodo de la libertad", considerando con atención que, como él mismo afirma: "hay una gran libertad de intervención que no he experimentado en sínodos anteriores" (cf. aquí). Sin embargo, en este clima de "libertad" como nunca antes se había visto, él no nos narra qué fin han tenido aquellos que piensan diferente... "¡Oh Liberté, que de crimes on commet en ton nom!", como dijo Marie-Jeanne Roland de la Platière en la guillotina.
----------¡Este es el final que han tenido!... Roguemos al buen Dios para que hoy Bianchi no sufra la tentación de considerar que hoy, a tres años de aquella lamentable participación suya en el Sínodo de los Jóvenes, la sanción disciplinaria que el Romano Pontífice le ha impuesto, sea otro "crimen en nombre de la libertad", y que logre, con la poderosa asistencia de la gracia, convertirse de sus errores.

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