jueves, 16 de diciembre de 2021

Monseñor Bruno Forte y el modernismo teopasquista (3/3)

Una vez expuesto el dogma trinitario (muy resumidamente, por cierto, como lo hemos hecho en las dos primeras partes de nuestra reflexión), expongamos los puntos esenciales de la teología de mons. Bruno Forte acerca de la Trinidad (más que recta teología, triadología gnóstica), para concluir identificando sus consecuencias en el modo como el arzobispo de Chieti-Vasto expone la relación de Dios con el mundo, con la historia, con la vida humana, sobre todo con sus sufrimientos y, en concreto, con la actual pandemia del Covid-19.

La triadología de monseñor Bruno Forte
   
----------Tal como se desprende de una serena y desprejuiciada lectura de su libro Trinidad como historia, en la triadología de mons. Bruno Forte las divinas Personas están de tal modo involucradas en la historia que, bajo el pretexto de la encarnación del Verbo, el elemento de la eternidad deviene ya irreconocible, la narración sustituye a la deducción, la metáfora sustituye al concepto, la imaginación a la inteligibilidad, la emotividad a la voluntad, el mito al logos, la Vorstellung, diría Hegel, al denken, de modo que al final el lector de este libro tiene la firme impresión de que, según Forte, las divinas Personas no dominan el curso de la historia a la luz de la eternidad, sino que más bien es la eternidad la que se disuelve en la historia.
----------En la lectura de ese libro, uno parece asistir no a la grandeza y al poder de la acción divina, que otorga los dones de la gracia, convierte los corazones, enaltece a los humildes y derriba a los soberbios, sino a una historia de ficción, novelada, hecha de alegrías y de dolores, de encuentros y de desencuentros, de aventuras y desventuras, donde lo que salta al primer plano no es el poder y la sublimidad del espíritu y de la voluntad, sino la fuerza del sentimiento y el estremecimiento de la pasión.
----------En efecto, Forte reprocha a la triadología de santo Tomás de Aquino el ignorar la "corporeidad histórico-salvífica del actuar del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Trinidad como historia, p.75 en la edición española). Nos gustaría saber de qué "corporeidad" estamos hablando. Aclaro que, en realidad, el original italiano no dice "corporeidad", sino "corposità", que podría traducirse por "volumen" o por "densidad", como lo hace la edición en español. Pero estamos en lo mismo: si para traducir "corposità" usamos el término "densidad" (como hace la versión de editorial Sígueme), hay que tener presente que la densidad es propiedad de los cuerpos, y se define como la relación entre la masa y el volumen de una sustancia, o entre la masa de una sustancia y la masa de un volumen igual de otra sustancia tomada como patrón. Y es claro que no hay densidad ni hay volumen, si no hay cuerpo. Por ende, ¿de qué "densidad" está hablando Forte?
----------Forte se imagina así la sucesión y el orden anagógicos de los misterios trinitarios sobre el modelo de los personajes animados en el teatro, de los giros escénicos, de las ingeniosas argucias y de los trucos de la comedia napolitana, o de las pinturas lúgubres, corpulentas y traumáticas de la tragedia griega.
----------Según la triadología de Forte, en santo Tomás de Aquino "el dinamismo de la salvación cede su lugar a la seducción del Ser inmutable y eterno" (Trinidad como historia, p.76). Se confunde con la "seducción" la atracción ejercida por el Dios trinitario como fin último del camino y del trabajo de la salvación. Nos preguntamos ante todo, si no es más bien esta triadología la que se deja seducir por un historicismo negador del ser.
---------- Es bien conocido el principio hermenéutico fundamental del misterio trinitario enseñado dogmáticamente por el Concilio de Florencia de 1442: "in Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio" (Denz.1330), máxima trinitaria conocida ya desde los tiempos de los Padres de la Iglesia, de que "en Dios todo es uno y lo mismo, donde no obsta la oposición de relación", lo cual se refiere a la oposición relativa que hay entre el sujeto y el término de una misma relación, y que por lo tanto nos indica dogmáticamente que sólo esta relación puede introducir e introduce distinción real y pluralidad real en Dios.
----------Pues bien, Forte tiene entonces la audacia de acusar en los siguientes términos a esa máxima trinitaria: "el precio que ha habido que pagar por ello ha sido la pérdida de una incidencia efectiva del misterio trinitario en la teología y en la praxis, el destierro de la Trinidad de la teoría y de la existencia de los cristianos" (Trinidad como historia, p.76), como si en cambio la consideración del misterio trinitario, en el cual todo es Uno en la unidad de la naturaleza divina, salvo donde juega la oposición relacional entre las divinas Personas, oposición de origen, por la cual se distinguen entre ellas, no constituyera la cumbre de la contemplación cristiana, fuente primera de todo el actuar cristiano y meta última de toda la historia de la salvación.
----------Según Bruno Forte, es a Hegel a quien se debería atribuir el mérito de haber explicado, mejor incluso que santo Tomás de Aquino y el Concilio de Florencia, el misterio trinitario, valiéndose de la categoría del "Espíritu", tal como Hegel lo describe en la Fenomenología de el Espíritu. Dice Forte, citando el pensamiento de Hegel: "Es el concepto de Dios como Espíritu, como sujeto absoluto, que vive en el proceso dialéctico de autodiferenciación y de autoidentificación, el que da razón del origen interno de las diferencias en Dios" (Trinidad como historia, p.77). Por cierto, la tendencia gnóstica de Hegel ha sido bien demostrada por Maritain, en La Filosofia Moral. Examen histórico y crítico de los grandes sistemas.
----------Y continúa diciendo mons. Bruno Forte: "en cuanto que Dios es espíritu, Dios es proceso vital, es dinamismo, es historia, cuya verdad sólo se capta al final, en la total autoposesión de sí que resulta de la distinción de sí y del retorno a sí. De este modo Hegel vuelve a descubrir la dimensión escatológica de la Trinidad, el ser de Dios todo en todos, que viene sólo al final (cf. 1 Cor 15,28), pudiendo establecer la perfecta correspondencia entre el curriculum vitae Dei y la historia del mundo: la economía revela así su fundamento lógico, la historia eterna de Dios; la cruz y la resurrección dejan vislumbrar la dialéctica de infinita alteridad y comunión del Absoluto" (Trinidad como historia, p.77).
----------En sus apasionadas referencias a su maestro, Hegel, continúa diciendo Forte: "Hegel, que ha captado en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu la representación de lo que es conceptualmente el proceso de auto-diferenciación y de auto-identificación de la vida del espíritu, se ocupa expresamente del problema de su unidad, que es el problema de la unidad del Absoluto. Su solución, ligada al concepto de persona como encuentro de sí mismo en el otro, puede afirmar la perfecta conciliación de la trinidad con la unidad divina: si lo propio de la persona es el amor, el renunciar a su aislamiento para darse por completo al otro y existir en esta autodonación no supone una competitividad entre la alteridad y la comunión, sino que se afirma su unidad tanto más cuanto mayor es la realidad personal de los tres" (Trinidad como historia, p.78).
   
Algunas observaciones sobre la triadología hegeliana
   
----------Debemos observar, en primer lugar, que el concepto hegeliano de persona es erróneo. El amor no constituye la esencia de la persona, sino sólo la libre perfección de su actividad moral. Una persona es persona, también si no ama. Persona se define, en general, como: individua sustancia racionalis naturae.
----------Ahora bien, para concebir la Persona divina, el concepto de persona debe ser adaptado. En efecto, toda persona creada subsiste en una naturaleza, naturaleza que es individualmente diversa para cada persona. Pero en Dios es diferente: existe una única naturaleza en tres Personas. Y por tanto, en Dios la persona no podría ser concebida como sustancia o naturaleza individual, sino que es necesario entenderla como relación subsistente: por ejemplo, relación del Hijo al Padre o del Padre al Hijo. El Padre es Relación subsistente al Hijo; es pura Paternidad; y el Hijo es Relación subsistente al Padre. Es pura Filiación.
----------Por eso, la Persona divina, como se deriva del Concilio de Florencia, es un subsistens in relationis oppositione, es un Subsistente, por ejemplo el Padre o el Hijo, en oposición relativa, o sea entre el Padre y el Hijo, lo que no quiere decir contradicción, como piensa Hegel, sino correspondencia en la unidad. El Padre es Relación al Hijo y el Hijo es Relación al Padre, unidos en el Espíritu Santo.
----------El Concilio no se pregunta qué hace el Padre o el Hijo, sino simplemente nos dice cómo debemos entender la persona en el caso de la Trinidad. En la triadología hegeliana, en cambio, se está sólo preocupados por saber qué hacen las divinas Personas y, peor aún, se cree poderlas definir en base a lo que hacen en la historia, como si su ser se resolviera en su actuar en el mundo, olvidando el hecho de que nosotros, en cambio, podemos entender esto, sólo una vez que sabemos cómo concebir la esencia de su ser Personas, o sea, saber quiénes son y cómo concebir a estas personas. Pero en el modo antes citado, las Tres Personas caen desde lo alto de lo divino y devienen como los personajes de Pirandello en busca de autor.
----------Es necesario observar, y esto es lo más serio y grave, que la triadología de Hegel, tan alabada por mons. Bruno Forte, no está en continuidad con la auténtica tradición cristiana, sino que se basa, como es bien sabido, en la teología gnóstica de Proclo [412-485], filósofo pagano, gran representante del neoplatonismo, quien se basa en una metafísica monista jerarquizada, que, a través de Platón, se remonta a Parménides, y entiende la unidad como superior al ser, por lo cual lo uno no entra ya en el horizonte del ser, que por tanto no es más amplio que lo uno, sino al revés, es lo uno que es más amplio que el ser.
----------Pero esta sobrevaloración de lo uno, este monismo exagerado, que sabe más a panteísmo que a teísmo, es precisamente lo que conduce a Proclo al fin de cuentas a situar lo múltiple dialéctico por encima de lo uno. Y nos debemos preguntar: ¿cómo es que se produce esto? Simplemente porque a Proclo le falta la noción analógica del ser, que sin embargo él podría haber extraído de Aristóteles y de la Biblia.
----------Pero el caso es que resulta evidente en Proclo el desprecio por el pensamiento judeo-cristiano, que queda bien de manifiesto en este pagano politeísta, que ha querido hacer, indudablemente con genialidad y riqueza de cultura, pero con algo de orgullo y arrogancia, un supremo intento de salvar la religión pagana y de hecho demostrar su superioridad respecto a la cristiana, en particular, ha querido demostrar la superioridad del Uno parmenídeo y de la consecuente mística, con respecto a la visión cristiana.
----------Probablemente lo que le sucedió a Proclo es que se dió cuenta que la doctrina trinitaria estaba en el centro de la teología cristiana. Y por otra parte, no sabiendo cómo justificar lo múltiple a causa de su unilateral monismo univocista, enfocó su atención a la sugerencia que podría provenir del dogma cristiano de la salida del Hijo desde el Padre, de su permanencia en el mundo y de su retorno al Padre.
----------Ciertamente, Proclo podía encontrar algo similar en la doctrina judeo-cristiana de la creación: las cosas son creadas por Dios, permanecen en su identidad, y se mueven hacia Dios. Pero la doctrina trinitaria le venía cómoda a Proclo, porque aquí la salida (pròodos), la permanencia (monè) y el retorno (epistrofè) del Hijo y del Espíritu quedan en lo interno de lo Uno, uno con lo Uno, es decir, en el Padre, como precisamente deseaba Proclo, que era tendencialmente panteísta, como lo había sido Parménides.
----------En Parménides, en efecto, todo es Uno: y en ello se manifiesta su monismo; lo Uno es todo: y he aquí su panteísmo; todo está en el Uno: su panenteísmo; y en fin, todo está en todo: su inmanentismo. Pero nada es externo al Uno. Lo Uno no produce nada externo a Sí, distinto de Sí, inferior a Sí.
----------Para Proclo, la creación no existe. Existe solo lo Uno. Lo Uno tiene todo en su interior, pero es el mundo, no son personas divinas. Mientras que en Aristóteles, en cambio, el Motor Inmóvil, que es causa, que causa como sumo Bien, finaliza y mueve un mundo finito y contingente externo a él.
----------En conclusión entonces, la cuestión de la multiplicidad es resuelta por Proclo de manera de no perturbar el monismo; por lo cual todo sucede en lo interno de lo Uno. Tenemos así una forma de panenteísmo. En Proclo la creación no existe, porque la creación pondría algo fuera de lo Uno. Por lo tanto, no queda más que un sistema de emanaciones inmanentes al Uno. La Trinidad cristiana proporcionó a Proclo su concepción triádica de lo Uno, que le permitió explicar el devenir sin salir de lo Uno, así como las Personas de la Trinidad proceden la una de la otra sin salir de la divinidad.
   
Exaltavit humiles
   
----------Habiendo dicho que la triadología de Hegel está en continuidad con la emanación triádica de Proclo. ahora debemos decir que Bruno Forte, en su imprudente admiración por Hegel, no se da cuenta de que Hegel, al interpretar el misterio trinitario, sigue el mismo método racionalista de Proclo, para el cual los dioses griegos no existían como personas reales, sino que eran solo representaciones simbólicas imaginarias del proceso lógico de la autodiferenciación triádica de lo Uno. Cabe señalar que al menos Proclo se refería a entidades efectivamente inexistentes, mientras que en Hegel (maestro de Forte) se da el agravante de que se considera cristiano y tiene la pretensión explícita de interpretar al Dios cristiano.
----------En efecto, para Hegel las personas trinitarias no son realidades superiores a la razón y cognoscibles sólo por medio de la fe cristiana basada en la Revelación, sino que son representaciones imaginarias (Vorstellung) del proceso lógico, necesario y dialéctico de la razón o del concepto (Begriff).
----------Por consiguiente, Hegel pretende saber racionalmente por qué en Dios hay tres personas, y ve en la Encarnación no el efecto de un libre acto de amor y de misericordia de Dios hacia nosotros los pecadores, sino un momento necesario del devenir lógico y silogístico del Absoluto. Hegel presume saber que la Encarnación, por necesidad lógica de la dialéctica del Absoluto, no podía no ocurrir. Si no hubiera sucedido, Dios no sería Dios. De hecho, para Hegel, como es bien sabido, Dios no sería Dios sin el mundo.
----------Ciertamente, también el dogma trinitario está formulado por la fe, haciendo uso de conceptos. También teólogos como san Agustín de Hipona y santo Tomás de Aquino, y también los Concilios de la Iglesia nos hablan de la Trinidad haciendo uso simpre de conceptos metafísicos, precisamente los conceptos de procesión, relación, naturaleza, sustancia, persona, etc. Pero hay que decir que estos conceptos no suponen en absoluto que la Trinidad sea un contenido a la medida de nuestra razón y demostrable por ella, como si la razón pudiera captar su necesidad lógica. El logos humano es ciertamente una participación del Logos divino, pero, aun iluminado por este Logos, es incapaz de escudriñarlo en su infinita profundidad.
----------Pero, por lo demás y al fin de cuentas, tampoco el logos humano tiene necesidad de todo eso para ser felíz y estar satisfecho, sino que tan solo le basta recoger las migajas de la mesa del dueño de casa, como el perro de la cananea (Mt 15,21-28). Aún cuando estas migas o migajas sean la sublimidad de los conceptos dogmáticos de la Iglesia y del Credo, así como las cumbres y los picos especulativos de la teología de santo Tomás de Aquino, pues ciertamente no necesita de la bravuconería impía de Hegel.
----------Porque querer más sería impiedad, arrogancia, soberbia, presunción e impostura. Y porque querer menos sería mezquindad de una mente carnal, falsa humildad y amarga ingratitud hacia el Logos que murió en la cruz por nosotros, para hacernos partícipes de su sublime Misterio.
----------Nada ni nadie nos impide utilizar imágenes y símbolos para expresar, incluso poéticamente, el dogma trinitario. El error imperdonable, en cambio, es el de querer degradar o relativizar el concepto dogmático, que es expresión infalible e inmutable de la Palabra de Dios, desde el nivel ontológico al nivel de lo imaginario o del relato mitológico, para constituir, con el pretexto de la "historia", la "teología narrativa" a la Forte, o bien con la pretensión hegeliana de sustituir el concepto revelado por un concepto racional, a nuestra humana medida, como si la Trinidad fuera una simple verdad lógica o racional.
----------Finalmente, con respecto a la tríada de Proclo, me permitiré aquí expresar mi opinión, que está en contraste con la de muchos estudiosos del gran filósofo antiguo, quienes en general consideran que la tríada procliana es la que ha inspirado la de Dionisio el Areopagita, el gran teólogo místico del siglo V.
----------En cambio, personalmente soy de la opinión de que el gran maestro griego, que ha hecho escuela en toda la espiritualidad del medioevo y sigue todavía vigente en la actualidad, no tenía necesidad de mirar a Proclo, sino que le bastaba cuanto dice san Juan (obviamente con mucha mayor autoridad y sabiduría) sobre la venida y el retorno del Hijo, que hemos examinado ampliamente en estas reflexiones.
----------Incluso en el siglo pasado, el gran teólogo dominico fr Reginald Garrigou-Lagrange [1877-1964], profundo conocedor de las grandes corrientes de la mística del cristianismo, nos ha dejado un tratado clásico, que expone los tres grados de la ascesis mística (principiantes, avanzados, perfectos) correspondientes desde el lado del sujeto humano, a los momentos esenciales del descenso del cielo, de la permanencia y del ascenso al cielo de la Persona divina: Les trois age de la vie intérieure (Les Editions du Cerf, París 1939).
   
Derivaciones teopasquistas de la triadología de mons. Bruno Forte
   
----------Vengamos ahora, finalmente, a referirnos brevemente a las derivaciones teopasquistas de la triadología de mons. Bruno Forte, que se ponen también de manifiesto en el artículo La fede nel Dio di Gesù Cristo e la pandemia, que ha vuelto a publicarse recientemente, y que hace poco ha visto su publicación en español, extractada y resumida, en uno de los últimos números de la revista Criterio.
----------En su artículo, mons. Bruno Forte, tras hablar de los desafíos que está imponiendo a toda la humanidad la actual pandemia del Covid-19, y las preguntas que renueva la pandemia acerca de la naturaleza y el origen del sufrimiento y del mal en el mundo, los cuales son los dos primeros puntos de su reflexión, que no aparecen en el resumen ofrecido en español por la revista Criterio, se pregunta:
----------"¿Y el rostro de Dios? ¿Cómo se presenta frente a tanto dolor el Dios que Jesucristo reveló como amor personal, eterno diálogo de los Tres que en el amor son Uno? Algo es cierto: el Dios anunciado por el Hijo, que vino a estar entre nosotros, no es el espectador impasible ante el dolor del mundo, ni mucho menos el árbitro despótico del dolor y de la alegría de sus criaturas. En todo caso, es el Dios con nosotros, que sufre por nuestro dolor... La Cruz de Cristo es el lugar en el que Dios habla en el silencio: el misterio escondido en las tinieblas del Viernes Santo y es el misterio del dolor de Dios... En la muerte de cruz, el Hijo entró en la finitud del hombre, en el abismo de su pobreza, de su dolor, de su soledad, de su oscuridad. Y allí, bebiendo el cáliz amargo, realizó hasta el fondo la experiencia de nuestra condición humana: por el camino del dolor se convirtió en hombre hasta el límite extremo. Y así también el Padre conoció el dolor...".
----------Para Forte, como igualmente para Rahner o como para el cardenal Kasper, Dios es mutable y pasible, por lo cual la Encarnación se produce no porque (como dice el dogma de Calcedonia) la Persona del Verbo, permaneciendo inmutable, asume una naturaleza humana en la unidad de la Persona, sino en cuanto, como ocurre en la herejía de Eutiques [380-456], la naturaleza divina se transforma en la naturaleza humana. De ahí "el dolor de Dios", y por eso puede "el Padre conocer el dolor", como dice Forte. Los antecedentes antiguos de esta cristología desviada son las herejías del teopasquismo y del patripasianismo.
----------"En este sentido, el sufrimiento divino revelado en la Cruz es verdaderamente la buena noticia" escribe luego Forte, y se atreve a citar a Maritain en apoyo de su patripasianismo.
----------Forte es discípulo de Kasper, con quien también ha trabajado en el Consejo pontificio para la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio para el diálogo con los no creyentes. Por tanto, vale aquí recordar que para Kasper no es válida la metafísica, por lo cual él no comprende el valor de la inmutabilidad del dogma, sino que según él todo se resuelve en la historia, incluso Dios. Ya hemos citado algunos textos en los que Forte muestra su desprecio por el dogma trinitario, considerando que es Hegel quien ha explicado mejor que los conceptos dogmáticos la vida intratrinitaria. A partir de este relativismo historicista negador del dogma, se comprende mejor como puede Forte, lo mismo que Kasper, resolver a Dios en la historia.
----------Se comprende, entonces, también el enorme equívoco que existe en Forte para la comprensión del dogma trinitario, que lamentablemente viene a ser acentuado por la errónea concepción denominada "dolorista" de la Redención, desgraciadamente también generalizada entre los católicos, después de haber nacido en clima protestante, según la cual en Nuestro Señor Jesucristo sufre no solo el hombre sino también Dios mismo, de tal modo que el sufrimiento deviene un atributo divino. Con estas ideas, que son también las de Forte, si se siguiera su lógica interna, se debería concluir que se deberá sufrir también en el cielo.
----------Una vez más se advierte cómo el modernismo y el actual neo-modernismo, no hace más que refritar antiguas herejías, ya condenadas por el Magisterio. Esta idea dolorista, que lamentablemente hoy seduce a muchos con una falsa idea de la "compasión" que Dios Padre tiene por su Hijo y por nosotros, es, como bien sabemos, una idea nacida ya en los primeros siglos del cristianismo, y fue inmediatamente condenada por la Iglesia como herejía: la herejía del "teopasismo" o "teopasquismo" o "patripasianismo".
   
En conclusión
   
----------Bruno Forte hace bien en subrayar el fundamento trinitario de la ética cristiana, que surge de la sucesión de las intervenciones o de las obras de las divinas Personas en la historia de la salvación: el cristiano es hijo del Padre, iluminado y salvado por Cristo, regenerado en el bautismo a imagen del Hijo, heredero de la vida eterna, templo de la Santísima Trinidad, nutrido por el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, santificado y movido por el Espíritu Santo, miembro de la Iglesia, en la cual habita el Espíritu Santo. Por ello, todos los creyentes, actuales o potenciales, son hermanos en Cristo e hijos de Dios.
----------Sin embargo, si bien es cierto que el Verbo divino representa la misericordia del Padre, que quiere perdonar nuestros pecados, y donarnos su gracia, Él no ha venido al mundo para que nosotros vengamos a empequeñecer su divinidad a nuestras mezquinas proporciones y lo hagamos un ídolo, como si la obra de la salvación se redujera a una comedia rosa con final feliz, ni para que profanemos lo divino en teogonías atormentadas del teatro griego, hablando del "dolor de Dios", sino para que aprendamos a purificar y a levantar la mirada y ensanchar el corazón, para alcanzar la bendita visión de la vida eterna.

5 comentarios:

  1. ¡Gracias padre Filemón! Esta última parte me ayuda a entender mejor su respuesta a mi pregunta anterior.
    Por supuesto, cuando se lo pregunté, reconozco que me he explicado mal. Cuando le hablé de un dios "Uno" que concibe a otro distinto de sí, no estaba hablando de Dios, sino de una idea de Dios que rechaza la realidad trinitaria que, como decía usted, es propia del cristianismo. Así que lo que me he preguntado es si un dios que no sea tres personas y una sustancia sino que, al igual que en el judaísmo o en el Islam, simplemente una persona, pudiera ser pensado como creador.
    ¿Por qué digo esto?
    Porque me fascina mucho la explicación de Santo Tomás, y me ha parecido absurdo desde el principio y de inmediato, concebir un dios que no fuera (perdóneme si me explico mal) también el concepto de sí, y debiera, para tener este concepto, hacer uso de instrumentos externos a él, a la manera de nosotros las criaturas.
    Un dios así, eterno pero obligado dentro de este límite, me parecería un dios a-personal, más parecido al ser de los panteístas, como Severino, y por lo tanto no necesariamente creador, porque hasta una piedra también lo es, pero no lo sabe. Un dios que no pudiera admirar la imagen de sí en sí, no podría crear nada a su propia imagen, mucho menos darnos ese amor precisamente de Su naturaleza y hacernos partícipes de Su alegría. Esto es lo que quise decir. Si Usted puede decirme si me estoy equivocando, se lo agradecería...

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  2. Estimado padre Filemón, permítame, antes de que Ud. intervenga, tratar de resumir un poco más mi pregunta, diciendo lo siguiente:

    1) Las formas del inmanentismo, del panteísmo, de la completa absorción o licuación de Dios en la Historia, de lo Eterno en lo Temporal, del Ser en el Devenir, etc. etc. pueden ser infinitas. Incluso si luego estas corrientes se hacen la guerra entre sí, todos los que se involucran en este juego de ilusionismo y prestidigitación tienen un objetivo común: la negación, explícita o implícita, de la Trascendencia; y de todo lo que necesariamente va detrás de ella desde un punto de vista cristiano: desde la negación de la divinidad de Cristo, hasta la de su Resurrección (aunque digan lo contrario con sus palabras, y les añadan infinidad de signos de exclamación, como hace el inefable Enzo Bianchi, pero sin especifica nunca qué quiere decir exactamente con Resurrección, aunque luego se lo entiende perfectamente: un sospechoso "renacimiento espiritual" dentro de esta vida).

    2) Sobre la Trinidad. No estando todavía "revestidos de eternidad", no teniendo aún un "cuerpo espiritual", es decir, sin tener todavía un cuerpo divinizado, es decir, con sentidos capaces de la visión de Dios, nosotros no podemos captar, por así decirlo, con una sola mirada la riqueza de Dios, no podemos ver "cara a cara" la perfecta unidad de la Trinidad, es decir, no podemos participar de esa Vida Eterna. Siendo todavía esclavos del espacio y del tiempo, teniendo todavía sentidos humanos, solo podemos usar el intelecto para tratar de explorar discursivamente, con nuestra razón y nuestros silogismos, la riqueza de Dios. El razonamiento de Forte, en esencia, me parece, que intenta en cambio captar esta riqueza desplegando la Trinidad en la historia, ese mundo caracterizado por el pasado, por el presente, y por el futuro. Pero en tal caso la riqueza de Dios se volvería complejidad, mientras que Dios es perfectamente "simple". El discurso de Forte, en sí mismo, no me parece del todo erróneo, porque, como dice San Agustín en alguna parte, la Trinidad ha dejado su huella, su impronta, en las cosas. Pero mientras para nosotros esta impronta nos guía hacia la perfección de Dios y del Eterno, para Forte, en cambio, se reduce a la impronta de una Inmanencia Divina.

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    1. Estimado Silvio,
      respecto al primer punto, estoy totalmente de acuerdo.
      Respecto al segundo, quisiera señalar que es cierto que san Agustín trata de encontrar en el espíritu humano actos o imágenes que correspondan a las tres Divinas Personas, tales como el ser (esse), el conocer (nosse) y el querer (velle), o bien memoria, intelecto y amor, o bien, retomando las imágenes de san Hilario, Eternidad, el Padre; Forma, el Hijo; Gozo, el Espíritu Santo (De Trin., l.VI, c.10). Pero esto sin ninguna pretensión de demostrar la existencia de la Trinidad a partir de las criaturas, ya que en cambio se puede y se debe hacerlo para la existencia de Dios.
      Agustín está muy lejos de contaminar la eternidad divina con la corruptibilidad del mundo, la pureza divina con las miserias del mundo, la solidez del ser divino con la inestabilidad del mundo, la absoluta confiabilidad divina con la falta de confiabilidad del mundo, la inmutabilidad divina con la volubilidad del mundo. Sin embargo, al mismo tiempo sabe unir estrechamente el mundo a Dios, en la unidad de la Persona de Cristo.
      Tratando de la Santa Trinidad, basta notar la posibilidad y la conveniencia de la Encarnación. No es necesario tratar de la Encarnación, que es un tratado aparte. Para usar el lenguaje rahneriano, pero negando su tesis, la Trinidad "económica" supone la "inmanente", pero no al revés.
      Lo esencial y más importante es evidenciar la trascendencia e independencia de la Santísima Trinidad frente al mundo. El mundo depende de Dios, pero no al revés. No hay reciprocidad entre Dios y el mundo, como creía Hegel. El hombre no puede estar sin Dios, pero Dios también puede existir sin el hombre.
      Forte ha tenido una buena idea al poner la Santísima Trinidad en relación con la historia de la salvación, por lo tanto con la Encarnación, la Redención y la Iglesia. De aquí él toma el impulso para una interesante propuesta, por lo demás en línea con la Escritura y la Tradición, del fundamento trinitario de la ética cristiana en relación con la historia de la salvación.
      Sin embargo, es necesario prestar atención a que la obra de la salvación y por tanto la relación con el devenir y con la historia no entran en la esencia de la Trinidad, porque la obra de la salvación es un acto libérrimo de la Santísima Trinidad, así como la creación ha sido un acto libre, liberrimo consilio, dice el Concilio Vaticano I. Lo que es como decir que la Trinidad sería completa y perfecta, incluso sin su intervención en el mundo con la Encarnación del Verbo. De hecho, la Trinidad también podría existir sin el mundo.
      Lo inmutable y lo mutable no deben confundirse. Es absurdo imaginar un Dios que simultáneamente sea inmutable y mutable. Dios no puede tener un modo de ser histórico. Dios es eterno. El inmutable Dios se une ciertamente a la mutable criatura; pero las dos naturalezas son distintas. La historia concierne a la criatura, concierne al mundo, concierne al hombre.
      La Escritura no habla nunca de un "devenir" de Dios, si por devenir entendemos el cambiar, el mutar, la alteración, el aumento, la disminución, la corrupción. En efecto, la Escritura niega expresamente el cambio en Dios (Ml 3,6), y más bien afirma las imágenes de la estabilidad y de la solidez (la "roca"), de la permanencia ("desde siempre Tú eres"), de potencia activa (el "fuego "). En todo caso, son los ídolos los que cambian como cambia el hombre que los fabrica. (sigo...)

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    2. No se trata de la rigidez del cadáver, sino de la efervescencia de la vida. Solo quien está bien plantado, dispone de una gran fuerza motriz. De lo contrario, es él quien se deja llevar. Dios es inmóvil porque mueve a todo y por nada es movido. Es inmutable en el sentido de que, como reconoce el propio Forte, es fiel, mantiene sus promesas. Pero para ser fiel, es necesario no cambiar ontológicamente. De esto lo que se le escapa a Forte.
      ¿Cómo podría cambiar, en qué podría devenir Aquel que ya es Todo? ¿Cómo podría aumentar, qué podría agregarse a Quién es el Infinito y el Altísimo? ¿Qué podría perder o dejar Aquel que lo tiene todo y a todos dona? ¿De qué podría carecer Aquel que es la Perfecto y Bondad infinita? ¿Cómo podría corromperse Aquel que es la Vida y dona la vida?
      Por tanto, las cristologías que explican la Encarnación con un "devenir" de Dios, son heréticas. De nada les sirve el pretexto del famoso O Logos sarx eghèneto, de joannea memoria, cuando la Iglesia ha explicado infaliblemente de una vez y para siempre que allí el Apóstol pretende referirse a la asunción de la naturaleza humana por parte del Verbo.
      Dios, ciertamente, con la Encarnación, ha asumido la historia; pero ella permanece distinto de Dios; no se mezcla con la naturaleza divina. La historia no puede ser parte de la naturaleza divina, ni ésta tiene necesidad de la historia para ser ella misma, ni el mundo tiene necesidad de ser parte de Dios para ser mundo. Es la historia la que tiene necesidad de Dios y no al revés.
      La necesidad de unir al hombre con Dios es justa y encomiable. El cristianismo, en el fondo, responde a esta necesidad, y de hecho más allá de todas las expectativas y de toda imaginación; pero, tratándose de una operación delicadísima, es necesario adherirse fidelísimamente a las instrucciones que nos vienen ofrecidas por la divina revelación y por el dogma.
      Aquí los riesgos de fracasar o de crear ilusiones son múltiples. Está bien subrayar la semejanza entre el hombre y Dios, pero debemos mantener las distancias, porque el hombre es finito, mientras que Dios es infinito. Al acercar imprudentemente los dos términos, se corre el riesgo de exagerar la grandeza del hombre, como hace Rahner, o de empequeñecer las dimensiones del misterio trinitario, como hace Forte. O bien se cae en una falsa mística, como la de Meister Eckhart, en la cual el cristiano se confunde con Cristo o en una falsa filosofía, como la de Hegel, en la cual los dos términos se reclaman necesariamente el uno al otro, a la par, en modo dialéctico.
      Quien quiera tomarse demasiada confianza con Dios, como ha hecho Lutero, acaba por despreciarlo, pierde el saludable temor de Dios, minimiza los pecados, deviene demasiado seguro de su propia salvación y ya no se somete a su ley con el pretexto de la divina misericordia.
      Es cierto que entre las dos personas, humana y divina, pasa el flujo de la gracia, que las pone en una comunión y comunicación recíprocas. Pero es necesario que esta relación que conecta al hombre con Dios sea concebida de modo tal manera que, el flujo de la gracia, al pasar entre las dos personas, sea regulado, como Dios quiere, por las diferentes modalidades de las dos naturalezas, humana y divina, en caso contrario, como ocurre en los cortocircuitos, el conductor humano se quema y se obtiene lo opuesto de lo que se deseaba.
      En Cristo mismo las dos naturalezas permanecen distintas, y por lo tanto no podemos obtener más de cuanto sucede en Él. Si se me permite un chiste sobre un tema tan serio: "Troppa grazia, Sant’Antonio!", como dicen en Italia.

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    3. Permítame decirle, padre, que Ud. es muy generoso al responder a mis pobre preguntas de neofito en teología. ¡No me haga sentir culpable!
      Bromas aparte, creo que su diligencia se deriva de una íntima necesidad de aclarar todo lo que hay que aclarar ante afirmaciones que dejan margen a la ambigüedad.
      Pero Ud. seguramente se habrá dado cuenta de la premisa que yo puse en mis preguntas. Lo mío eran tan sólo sugerencias acrobáticas.
      De todos modos, gracias por su respuesta tan bien articulada, que no encuentra ninguna oposición de mi parte, ya que tengo bien claro que los planos y las competencias de un laico lego en teología y los de un teólogo, deben ser claramente diferenciados, y que precisamente ese fue el motivo que me impulsó a comentar y preguntarle.

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