¿Qué tiene de diferente a todos los demás éste concreto tiempo de Navidad que hoy vivimos los católicos? ¿Qué es lo que especifica este tiempo concreto que vive la Iglesia terrena, peregrina y militante en el mundo? ¿Qué concreta y específica meditación podríamos hacer para este tiempo de Navidad que hemos iniciado?
----------Un teólogo, alguien a quien en este blog muchas veces hemos criticado, por ser en gran medida el responsable de la falsificación modernista en la interpretación del Concilio Vaticano II, sin embargo, en una de sus homilías, predicada hace muchos años, describía con acierto la forma excesivamente humana y mundana con la cual a veces también los cristianos terminamos celebrando la Santa Navidad.
----------"Hoy celebramos la Navidad -comenzaba diciendo Karl Rahner en aquel sermón-. Es una costumbre tan piadosa...". Y continuaba su descripción de lo que quizás pudo haber ocurrido también en nuestras familias cristianas la Nochebuena: "un árbol de Navidad con lucesitas, algunos bonitos regalos, el júbilo de los niños y un poco de música navideña, son siempre hermosos y conmovedores. Y si se añade lo religioso para intensificar el ambiente -decía con ligera ironía- entonces es todavía más hermoso y conmovedor".
----------Y continuaba: "Todos tenemos siempre en secreto -¿quién lo tomará a mal?- un poco de compasión de nosotros mismos, y por eso buscamos cierto ambiente pacífico y consolador; algo así como si acariciásemos la cabeza de un niño que llora, y diciéndole: no es tan grave, todo se arreglará otra vez".
----------¿Pero, no es más que esto Navidad? ¿Es esto lo principal? O bien, su belleza y sentimentalidad, su tranquilidad e intimidad, ¿no son sino el eco débil del hecho que propiamente se celebra en este día y que acontece en un sitio completamente distinto, mucho más alto: en el cielo; mucho más profundo: en los abismos; y mucho más íntimo: en el alma? ¿La alegría y la paz de Navidad son sólo un estado de ánimo al que nos acogemos ilusoriamente, o bien son la exteriorización, la celebración sagrada de un suceso verdadero, al cual nos abrimos con toda la valentía del corazón para que también suceda en nosotros y por nosotros, porque cada vez dicho acontecimiento es verdad y realidad, aunque nosotros no lo queramos reconocer, aún cuando no veamos en él más que un poco de romanticismo pueril y de placidez burguesa?
----------Al repasar aquella homilia del joven Rahner, me esfuerzo por dejar a un lado lo que bien sabemos que implica el núcleo de su pensamiento: su fantasmática fe trascendental y apriórica (idea que él desvelará en los años del inmediato postconcilio) y simplemente reconozco que en aquel sermón el teólogo jesuita alemán describía en buen estilo el mundanismo con el que muchos cristianos (quizás también nosotros mismos en ocasiones) solemos celebrar la Navidad: "Navidad es algo más que un estado de ánimo consolador. En este día, en esta santa noche, se trata del Niño, del único Niño. Del Hijo de Dios que se hizo hombre, de su nacimiento. Todo lo demás o vive de ello, o bien muere y se convierte en ilusión...".
----------Pues bien, más allá del mundanismo nebulosa y vagamente navideño en el cual nos dejamos llevar y nos sumergimos a veces, quizás a impulsos de alguna copa de más de la rafaelina "Rama caída", preguntémonos: ¿qué nos dice concreta y precisamente nuestra fe acerca del presente Tiempo de Navidad? Nuestra fe y, naturalmente, los signos de los tiempos, de los cuales nos advierte nuestra fe.
----------Desde hace dos mil años los cristianos conmemoramos el Nacimiento en Belén de Jesús, el Nazareno, el Fundador de la Iglesia católica, la que es actualmente guiada por su Vicario, el papa Francisco, asistido por el papa emérito, Benedicto XVI. Este estado de emeritato, que nunca hasta ahora había sucedido en toda la historia de la Iglesia, no es casual, no carece de sentido específico, sino que está para significar que la Providencia siempre asiste a la Iglesia en las formas más impredecibles, sobre todo en los momentos más difíciles, como si aplicara aquel dicho popular que dice que "a males extremos, extremos remedios".
----------La Providencia de Dios hoy le ha donado a la Iglesia un Papa emérito para reforzar, para fortalecer, el poder del Papado contra los furiosos asaltos de Satanás, quien nunca antes había actuado con tanta violencia, astucia y poder de seducción, con ataques que actualmente están azotando y sacudiendo a la Iglesia, ataques que se la toman de modo especial contra el Papado, sirviéndose de muchos sedicentes católicos, los modernistas, a quienes el Papa llama "gnósticos", y los pseudo-tradicionalistas pelagianos. Los modernistas, con una falsa devoción al Papa, pues en realidad quisieran instrumentalizarlo por medio de la adulación. Los pasadistas, queriendo quitárselo del medio, con acusaciones injustas, delirantes, heréticas, ofensivas y malignas, dignas de las de Martín Lutero y de los peores herejes de la historia.
----------Por otra parte, es necesario considerar que, como bien sabemos, la Sagrada Liturgia y, muy especialmente, la Santa Misa, es la "fons et culmen totius vitae christianae" (como dice el Catecismo, n.1324, siguiendo a la Lumen Gentium, n.11), vale decir, la Santa Misa es la fuente origen y la cumbre última de toda la vida de la comunidad católica, el momento culminante de la realización de nuestra redención, la expresión máxima de la unidad y de la comunión fraterna y con Dios.
----------Pues bien, Nuestro Señor Jesucristo, para sostener y potenciar este alimento vital de la Iglesia y de las almas que es su Misa, ha previsto también aumentar el torrente de gracia (que es precisamente su salvífica Sangre), gracia que brota del Sacrificio eucarístico, acompañando en suborden a la Nueva Misa surgida de la reforma litúrgica promovida por el Concilio Vaticano II, la Antigua Misa del preconcilio.
----------Se trata, obviamente y como bien sabemos, de la única y misma Misa, con la diferencia accidental de ser dos modos rituales diversos de celebrarla, el novus ordo como única y normal lex orandi para todos los católicos de rito romano, y el vetus ordo para aquellos que a él todavía están apegados.
----------Ahora bien, lamentablemente debemos constatar, con inmenso dolor por cierto, que, más allá de la inmensa mayoría de católicos normales, que sencilla y humildemente siguen hoy a Nuestro Señor siguiendo con recta devoción y obediencia a su Vicario, son muchos los desventurados católicos que están divididos entre ellos por su soberbia, y también divididos por el Papa, explícitamente o implícitamente, abiertamente o secretamente, tanto gnósticos como pelagianos, que celebran la Santa Navidad de un modo inapropiado y rebelde, herético y deformado a causa de su falsa cristología: los gnósticos modernistas porque para ellos la divinidad de Cristo no es más que el vértice máximo del ser hombre, los pelagianos pasadistas, porque no reconocen la cristología del Vaticano II, reasumida por el magisterio del papa Francisco.
----------Entonces sucede que estos segundos, aunque fieles a la cristología preconciliar, rechazando la del Concilio, contradicen a la preconciliar, con la que la conciliar está en continuidad y constituye un nivel más avanzado. Es decir, hoy la Iglesia conoce a Nuestro Señor Jesucristo mejor que antes del Concilio.
----------Por lo tanto, lo que está sucediendo en realidad, es que aquellos que con ocasión de esta Santa Navidad intercambian tarjetas de augurios con la deliciosa y conmovedora imagen del Belén, suscitando sentimientos de ternura hacia el Niño Jesús, pero no están en franca y sincera comunión con la Iglesia y con el Romano Pontífice, por los dos motivos opuestos antes mencionados, revelan ser hipócritas y traidores, que vuelven a crucificar a Cristo y que, si no se arrepienten, no podrán escapar al castigo eterno.
----------La Navidad es una cosa realmente seria y no es una bufonada para disfrazar (como hacen los modernistas) de buenismo, conformismo y de falsa piedad pietista la propia sustancial e inconfesada adhesión a un Dios gnóstico e idealista, que no es el Dios verdadero, sino que es la divinidad panteísta de Hegel, quien a través de Feuerbach, termina por revelar su rostro sombrío en el ateísmo de Marx.
----------Arrodillémonos, pues, orantes y conmovidos frente al Pesebre, pero hagámoslo con ánimo sincero, humilde, simple, penitente y no doble, tórbido, astuto, tortuoso, pedante y presuntuoso. Dejemos a un lado el odio, el prejuicio, la facciosidad, las obstinadas polémicas, el despecho, las riñas, las hirientes réplicas. Soportemos las ofensas. No provoquemos a quien manifiesta ánimo irritado o mal dispuesto.
----------Basta de desprecio, de rencor, de mentira. Evitamos el juicio apresurado, la maledicencia, el insulto, el ultraje, la injuria, la sospecha rápida y fácil, el ver obstinadamente conspiración en todo, evitemos la insinuación maliciosa, la calumnia, la difamación, la denigración, la befa y la burla.
----------Seamos prudentes, cautelosos y constructivos en las críticas, si fuera necesario hacerlas. No ironicemos sobre las cosas serias y graves. No juguemos con las personas, no las tomemos a la chacota. El sarcasmo (como último recurso) debe ir dirigido solamente a los errores, no a los que yerran. Dejémonos corregir y no pretendamos tener razón por medio de la fuerza. Rindámonos humildemente a la evidencia. Evitemos cualquier razonamiento sofisticado y tortuoso. No pongamos excusas si no las tenemos.
----------Evitemos querer forzosamente tener siempre la última palabra. Es posible avergonzar a alguien de su error o de su pecado, pero para hacerlo es necesario tener pruebas ciertas y en materia grave. Tengamos cuidado al juzgar las intenciones; no está prohibido, de hecho, a veces puede ser un útil llamado, porque existe, claro que sí, la buena fe, pero también existe la hipocresía. Pero para juzgar de ese modo debemos hacerlo después de un ponderado juicio y con modestia, porque podemos equivocarnos. Ciertamente es necesario defenderse de los perversos: "con los perversos tú sé astuto" (Sal 18,26). Pero vayamos despacio antes de decir que alguien es un perverso. Sencillos como las palomas, prudentes como las serpientes.
----------La invectiva solo se puede lanzar en casos graves: tomemos ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo. Evitamos ser crédulos, no bebamos todo lo que el teólogo de éxito y de moda nos da de beber, sobre todo si satisface nuestros bajos instintos o nuestro deseo de resaltar y de parecer geniales.
----------Tengamos un ánimo abierto a la comprensión, a la mansedumbre, al control de la palabra, a la confianza, a la estima recíproca, a la obediencia, a la concordia y a la paz. No apaguemos la mecha aún humeante (linum fumigans), no rompamos la caña quebrada (Is 42,3; Mt 12,14). Es necesario saber alternar la justicia con la misericordia, según las necesidades y las circunstancias, siempre a fin de ayudar a los demás.
----------Sepamos mirar también las virtudes y cualidades del adversario, y no miremos sólo sus defectos (sean ellos verdaderos o presuntos), aunque se tratara del Papa. Alejémonos de todo celo amargo y usemos sólo la caridad, aunque es cierto que a veces la caridad requiere también la severidad. Midamos la indignación, que también puede ser justa, pero no nos dejemos dominar por la ira.
----------Apreciemos los valores presentes en los hermanos, valores que son complementarios a los nuestros. Escuchémonos, tengámonos mutua paciencia, perdonémonos, pidámonos perdón los unos a los otros y complementémonos recíprocamente, aprendamos los unos de los otros, todos juntos unidos en la misma fe y en la diversidad de los dones recibidos, para el servicio de los unos hacia los otros, corrigiéndonos fraternalmente los unos a los otros, todos bajo la dirección del papa Francisco, Vicario de Jesús Niño, junto con el papa Benedicto, ayudante de Francisco, a quien Francisco ha llamado el "abuelo sabio".
----------Esto significa celebrar la Navidad como católicos y como hombres y mujeres de buena voluntad.
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