lunes, 13 de diciembre de 2021

El pecado original (7): presupuesto tácito que da sentido y justifica toda la enseñanza, toda la conducta y toda la obra de Jesucristo

Completamos nuestro resumen sobre el dogma y la teología del pecado original, en el que nos guiamos por la pregunta ¿por qué motivos hoy algunos niegan este dogma?, y hemos tratado de responder a las objeciones planteadas por las doctrinas heterodoxas acerca del origen del hombre y de la actual condición humana.

El juicio de Kant acerca del pecado original
   
----------De Immanuel Kant [1724-1804] tiene origen la interpretación racionalista y atemporal del relato del pecado original, interpretación que llega hasta Karl Rahner [1904-1984] y el cardenal Gianfranco Ravasi [n.1942], según la cual el relato genesíaco es entendido como "mito etiológico", no por tanto en el sentido de que afirme que el pecado actual del hombre vaya relacionado a un pecado cometido en los orígenes de la humanidad (empresa que Rahner juzga desesperada) sino para explicar el pecar actual del hombre.
----------Hablando del pecado como efecto del libre albedrío, Kant razona así: "si el efecto es referido a una causa que está ligada con él según leyes de la libertad, como ocurre con el mal moral, entonces la determinación del albedrío a su producción es pensada como ligada con su fundamento de determinación no en el tiempo, sino sólo en la representación de la Razón, y no puede ser derivada de algún estado precedente".
----------Y concluye: "Comoquiera que pueda estar constituido el origen del mal moral en el hombre, entre todos los modos de representarse su difusión y prosecución a través de todos los miembros de nuestra especie y a todas las generaciones, el más inconveniente es representárselo como llegado a nosotros de los primeros padres por herencia" (La religión dentro de los límites de la mera razón, Alianza Ed., Madrid, 1981, pp.49-50).
----------Kant tenía las ideas claras sobre la componente espiritual, de racionalidad y de libre voluntad del acto humano, de por sí supra-temporal, pero en la tentativa de explicar el origen del mal moral, o sea, del pecado, se mantiene firme en su concepción de la independencia del tiempo del acto del libre albedrío como acto del espíritu, concepción en sí correcta a nivel de ética racional, pero que la fe nos obliga a adaptar a ese peculiar concepto del pecado, que está supuesto en el dogma del pecado original.
----------Por no saber elevarse desde el plano de la razón al plano de la fe, Kant no llega a comprender y a aceptar la referencia temporal, histórica, de la culpa contenida en el dogma del pecado original y, por lo tanto, no llega a comprender el vínculo de la culpa original con el tiempo histórico pasado, porque evidentemente o bien no conoce o bien no acepta la enseñanza del Concilio de Trento sobre la propagación de la culpa en el tiempo desde Adán hasta nosotros, propagación que no pone absolutamente en discusión que el pecado de los progenitores haya sido un acto personal de su libre albedrío.
----------Por otra parte, Kant se imagina que el dogma del pecado original implique que nosotros debemos sentirnos responsables de la culpa de Adán. Pero las cosas no han sido en absoluto así. No se trata de ninguna manera de tener que dar cuenta de la culpa de Adán. Nosotros debemos rendir cuenta de nuestros pecados personales, solo de los cuales somos responsables. Y según la noción natural de pecado, nosotros somos culpables solo de nuestros pecados personales, no de los pecados cometidos por otros.
----------Sobre este punto, Kant tiene razón. Su error es el de pretender refutar con la sola razón una verdad revelada sobrenatural, como es el concepto de pecado implicado en el dogma del pecado original, el cual pecado tiene esto de peculiar, que lo diferencia de la noción de pecado propia de la ética racional, es decir, que nosotros somos culpables, pero no responsables de este pecado. Lo hemos, sí, cometido nosotros, pero no como individuos, sino en cuanto miembros de la naturaleza humana común a todos los hombres.
----------Por lo tanto, la noción de pecado original nos obliga, en base a la fe y no a la sola razón, a distinguir en el pecado la culpa de la responsabilidad. Del pecado original nosotros somos culpables, aunque no seamos responsables. La culpa puede ser cancelada por Dios. La responsabilidad, en cambio, obliga a reparar el mal hecho. Son dos propiedades diferentes del pecado, que sin embargo, en la noción racional del pecado, están siempre juntas. En cambio, en el caso del pecado original, se separan de la manera que estamos viendo. Por lo tanto, no estamos obligados a reparar el pecado original, estaría más allá de nuestras fuerzas limitadas y heridas por el pecado, y ni siquiera nos compete; sin embargo, esto no quita que seamos culpables y, por tanto, castigados con las penas de la vida presente y tengamos necesidad de reconciliarnos con Dios, gracia que nos es concedida por la Redención de Cristo, el cual, con su fuerza divina, remedia por nosotros ese daño inmenso que hemos procurado sin poder repararlo nosotros solos.
----------Kant, por su parte, ha considerado imposible que nosotros podamos ser responsables de un pecado cometido por otros; y en esto tiene razón. Esto vale también para el pecado original, aunque, según la fe, en Adán y Eva (Rom 5,12) lo hemos cometido también nosotros y, por tanto, cargamos con la culpa. Pero, siempre según la fe, no lo hemos cometido nosotros en el sentido de que no cometimos ese acto personal singular que han cometido Adán y Eva, porque ese acto es solo de ellos; en efecto, sería cosa imposible, porque un acto moral individual es sólo del individuo, y aquí Kant tiene todavía razón, salvo que, sin embargo, la fe nos dice que la culpa del pecado se ha propagado por generación desde ellos a nosotros. Y es aquí donde lamentablemente Kant no llega, porque él carece de fe en el dogma y cree erróneamente que sea absurdo. Este, en cambio, es el aspecto misterioso, que va más allá de lo que la sola razón puede entender del pecado y de la culpa del pecado, y que puede aceptarse solo por fe.
----------Por consiguiente, la noción de pecado original entra en la común noción general de pecado como desobediencia voluntaria, y por lo tanto culpable, a la ley divina, y por consiguiente permanece este aspecto o propiedad común del pecado original con respecto al concepto general de pecado: que el pecado original debe ser pagado y reparado, porque, como todo pecado sigue siendo siempre una ofensa a Dios. Ese pecado viene reparado con el Bautismo, gracias a la Redención de Nuestro Señor Jesucristo.
----------Considerando la especial esencia del pecado original, se deduce que no solo la naturaleza individual, sino la naturaleza específica puede ser un sujeto agente. Por lo tanto, no es sólo aquello por lo cual o en lo cual el sujeto subsiste, sino que puede ser ella misma sujeto subsistente. Es decir, la persona no es solo el individuo, sino que puede ser la misma naturaleza humana específica.
----------Pero Kant, siempre por no conocer rectamente, o por no haber aceptado, el dogma del pecado original, ni siquiera se da cuenta de la gravedad de la malicia del pecado y de la incapacidad del hombre pecador para salir de esta condición de miseria contando solo con sus fuerzas. Kant lo hace fácil, como si, en suma, para eliminar las malas acciones, bastara que el libre albedrío corrigiera su inclinación al mal a inclinación al bien. Según él, no se necesita nada más; no se necesita una especial revelación divina para indicarnos el camino para salir fuera o una ayuda sobrenatural para darnos la fuerza suficiente.
----------Por el contrario, la fe nos dice que las cosas son muy diferentes. La fe nos dice que, claro que sí, como toda culpa, también la culpa que contraemos como hijos de Adán consiste en un acto de libre albedrío, con el cual rompemos nuestra relación con Dios. Pero para reconstruir y restablecer esta relación o, como se expresa Kant, para la "victoria del buen principio", no basta que nos empeñemos en cambiar de dirección con nuestras simples fuerzas, convirtiendo al bien la voluntad hecha mala, sino que es necesario recuperar la gracia divina, que hemos perdido, gracia de la cual Kant no sabe nada.
----------El problema humanamente irreparable que viene de la acción de pecar, y de lo cual Kant no se da cuenta, es que asumimos una actitud de hostilidad hacia Dios, de modo que Dios está airado con nosotros y, aún queriéndolo, no alcanzamos por nosotros solos a hacer las paces con Él, si no es Él quien viene a nuestro encuentro proponiéndonos hacer la paz ofreciéndonos en Nuestro Señor Jesucristo la gracia necesaria para que esto suceda. Esta gracia, por cuanto respecta al pecado original, es el Bautismo con todas las gracias que a él le siguen y que están en el Bautismo virtualmente contenidas.
----------Entonces, como sabemos por la Revelación, y constatamos por la misma experiencia, heredamos también las consecuencias penales del pecado original: la inclinación al pecado, la cual, sin embargo, como enseña el Concilio de Trento, puede ser gradualmente vencida con el ejercicio constante de la vida ascética: "en los bautizados queda la concupiscencia o fomes, que, permaneciendo para el combate, no puede dañar a los que no la consienten y virilmente la resisten por la gracia de Jesucristo" (Denz.1515).
   
Otras referencias de la Sagrada Escritura al pecado original
   
----------Si bien es cierto que el Antiguo Testamento habla mucho de pecados y de castigos divinos, es curioso que, en el mismo Antiguo Testamento, ya no encontramos referencias explícitas al pecado original después de las del Génesis. Aunque el pecado original está claramente presupuesto o sobreentendido como origen primero y explicación última de las innumerables desventuras, calamidades y sufrimientos, de los cuales están afectados los personajes, las naciones y los pueblos de la Escritura vetero y neotestamentaria.
----------También en el libro de Job, que además bien podría haber sido una excelente ocasión para revelar al menos las consecuencias del pecado original, curiosamente Job no parece saber que, a pesar de toda su inocencia, él también es un hijo de Adán pecador, por lo cual, si bien no es consciente de pecados personales, al menos debería saber que debe pagar las consecuencias del pecado original.
----------Y es extraño que incluso en la respuesta a sus quejas y protestas, Dios no le recuerde que las penas de esta vida son una consecuencia del pecado original, sino que se limita a reprochar a Job que quiera juzgar su obra y lo exhorta a tener confianza en sus decisiones, aunque aparentemente injustas.
----------Ante el acto de sumisión y de confianza de Job y de arrepentimiento por su impertinencia, Dios lo alaba y le restituye en mayor abundancia todo aquello que había perdido. Al inicio de su desventura, Job pronuncia las famosas sabias palabras: "el Señor ha dado, el Señor ha quitado. ¡Sea bendito el nombre del Señor!" (Job 1,21) y: "si de Dios aceptamos el bien, ¿por qué no deberíamos aceptar el mal?".
----------Job se expresa de ese modo como para decir: si Dios manda una desventura, también debemos ver en ella su bondad, aunque no sepamos el cómo una desventura puede ser buena. Pero no aparece claro en el Libro de Job que la desventura sea el castigo del pecado. Job no se siente pecador, sino inocente. Sin embargo, acepta de buen grado que Dios haga sufrir a un inocente, aun cuando no sepa por qué. No existe aquí el tema isaiano del siervo sufriente (cc. 53-54). Sin embargo, Job ha sido visto como una figura de Cristo, quien ha sufrido inocente soportando y permaneciendo en la paz y en la confianza en Dios. De todos modos, ni una palabra sobre el castigo del pecado original, ni en Job, ni en Dios.
----------En cuanto al Libro de la Sabiduría, ya lo dice todo en una frase lapidaria: "la muerte ha entrado en el mundo por envidia del diablo" (Sab 2,24). No se puede evitar conectar esta sentencia con el recuerdo de la serpiente genesíaca. Una clara referencia a la sentencia del Libro de la Sabiduría sobre el diablo como origen primero del mal se encuentra en el apelativo dado por Cristo al diablo como "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y "padre de la mentira" (Jn 8,45).
----------Ahora bien, son muchos los pasajes del Antiguo Testamento que afirman claramente la universalidad de la tendencia de todos los hombres a pecar e incluso mismo de su maldad. ¿Por qué esa inclinación? ¿De dónde viene? Lo sabemos: el iniciador es el demonio. Pero, ¿cómo han sido exactamente las cosas? No se necesitaba mucho para recordar el relato del Génesis. Y sin embargo nada. Leamos esos textos:
----------"En el pecado me ha concebido mi madre" (Sal 51,7): el hombre nace en el pecado, nace pecador. Varias veces la Escritura insiste en el hecho de que todos somos pecadores: "¿quién puede decir: estoy limpio de mi pecado?" (Pr 20,9); "todos se han extraviado, todos son corruptos; ya nadie hace bien, ni siquiera uno" (Sal 14,3; 53,4); "no hay quien no peque" (1 Re 8,46); "todo hombre es engaño" (Sal 116,11); "ningún viviente delante de ti es justo" (Sal 143,2); "todos nos hemos vuelto como una cosa impura" (Is 64,5); "si decimos que estamos sin pecado, nos engañamos a nosotros mismos" (1 Jn 1,8).
----------Esta presencia y difusión universalísima del pecado en todos los hombres no puede más que ser signo de la propagación por generación de una única culpa, que es precisamente la del pecado original. De lo contrario, no se explicaría esta difusión universal, ya que todo hombre posee el libre albedrío, con el que efectivamente puede hacer también el bien. Por consiguiente, debe existir una culpa que se transmite independientemente del libre albedrío. Y esta culpa es la culpa del pecado original.
----------Sin embargo, la propagación universal de la culpa original no tiene nada que ver con una infección que afecta a la naturaleza humana como tal, sino que es una simple universalidad fáctica, de hecho, y universalidad accidental, que en principio puede encontrarse con individuos humanos sobre los cuales no llega a hacer presa, casi como teniendo esos individuos, por así decirlo, defensas inmunitarias.
----------Para decirlo con santo Tomás de Aquino, es un peccatum naturae, un pecado de la naturaleza, en el sentido que ya hemos visto, de que es como si fuera la especie y no el individuo quien actuara; pero no es necesariamente una infectio naturae, como si necesariamente todos los individuos debieran estar contaminados. Y de hecho existe la excepción de Jesucristo y de la Virgen: Jesús, en virtud de la unión hipostática de su naturaleza humana con la Persona del Verbo, mientras que María Santísima, como es sabido, fue preservada de la culpa original en previsión de los méritos del Hijo de Dios encarnado.
----------Y de este modo, por lo tanto, el Evangelio no habla nunca explícitamente del pecado original, incluso en aquellos pasajes en los que Nuestro Señor Jesucristo podría muy bien inspirarse para hacer una referencia al castigo del pecado original, como en el episodio del ciego de nacimiento (Jn 9) y en el de la torre de Siloé (Lc 13,1-5), dado que el tema era el castigo del pecado. Sin embargo, la referencia a personas que sufren como inocentes (el ciego de nacimiento) o sin graves pecados (los dieciocho que mueren por el derrumbe de la torre), ¿qué otra cosa puede significar si no que no existen personas perfectamente inocentes, precisamente porque sufren y el sufrimiento es consecuencia del pecado original?
----------Por consiguiente y en conclusión, si bien la doctrina del pecado original, según el relato del Génesis, aparece al menos como dejada de lado y como casi olvidada, está claro sin embargo que se trata de un presupuesto tácito, que da sentido y justifica toda la enseñanza, la conducta y la obra de Cristo, fundamentalmente dirigida a la denuncia y a la condena del pecado y de la humana inclinación al mal, a la lucha y victoria contra el pecado, contra los vicios y contra Satanás, su primer ideador y autor, a la liberación del hombre del pecado, al sacrificio de Sí por la remisión de los pecados.
----------Y como casi toda la Escritura, tras la noticia genesíaca del pecado original parece dejarlo siempre en la sombra o en sordina, despertando en nosotros un cierto estupor ante tal tratamiento reservado a un tema tan importante, tema que es el por qué mismo de la Biblia, tema sobre el cual sólo la Biblia da una respuesta decisiva para toda la humanidad, igualmente nos sorprende la explosión de esta doctrina similar a una bomba, en el pensamiento de san Pablo, de modo que tenemos la clara impresión de que en la Biblia sobre este tema hay un salto de siglos y milenios desde el Génesis hasta san Pablo.
----------De todos modos, y como debemos recordarlo siempre, quienes somos hijos fieles de la Iglesia católica debemos no solamente saber leer la Sagrada Escritura en su conjunto, en sus intrínsecas y totales relaciones entre Antiguo y Nuevo Testamento, sino sobre todo, saber leer e interpretar la Escritura (al igual que la Tradición) del único modo que nos es posible: mediados por esa lectura e interpretación infalible que de esas dos fuentes de la divina Revelación hace el Magisterio bimilenario de la Iglesia, en contínua y viva tradición magisterial, desde Pentecostés hasta los últimos Romanos Pontífices.

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