sábado, 4 de diciembre de 2021

Las relaciones entre la herejía y la excomunión: una cuestión acerca de enfermedades espirituales y de sus remedios (2/3)

Hemos visto en la nota de ayer, que la actual institución jurídico-disciplinar de la excomunión es un equivalente al conocido "anatema sit" o al "sea expulsado" o al "sea maldito" de las Sagradas Escrituras, de Nuestro Señor Jesucristo, de san Pablo y de los Concilios. En esta segunda nota reflexionaremos acerca de la relación de la excomunión con la situación de separación de la Iglesia o exclusión de la comunión eclesial, y también recordaremos algunos ejemplos de excomunión que son famosos en la historia de la Iglesia. 

La excomunión excluye de la comunión eclesial
   
----------La excomunión es un decreto de la autoridad jerárquica, ora del Papa ora del Obispo, con el cual el prelado, a fin de corregir al infractor (penas medicinales o censuras, título IV, capítulo I del Código de Derecho Canónico) o a fin de proteger a la comunidad (penas expiatorias, capítulo II), impone penas que vienen a aislar de diversos modos al excomulgado respecto de la comunidad y le limitan al excomulgado la posibilidad de tener relaciones con la comunidad o de influir en ella, porque tal actividad es considerada peligrosa o, en todo caso, reprobable, a juicio de la autoridad competente. Tales penas pueden ser, por ejemplo: o bien el traslado a otra residencia, o el exilio, o la destitución de un oficio o la prohibición de dejar el domicilio o la prohibición de la actividad publicista o de la administración o de la recepción de los sacramentos, o hasta la reducción al estado laical para los clérigos o la expulsión del instituto para los religiosos.
----------El cisma y la herejía de por sí son pecados mortales. Ellos son castigados a norma de ley canónica. Existe la posibilidad de que estos criminales escapen a la justicia de la Iglesia, pero no escapan al juicio de Dios. Todo fiel debe saber reconocer al cismático y al hereje, sin esperar la sentencia de la Iglesia, porque debe defenderse de estas tentaciones diabólicas. Por eso la Sagrada Escritura da diversas advertencias y consejos. Por consiguiente, si bien es cierto que sólo la autoridad jerárquica puede declarar oficialmente una determinada sentencia como herética e irrogar la pena de excomunión, sin embargo todo simple fiel creyente tiene la posibilidad y la necesidad de saber individuar al hereje y al cismático, sin la previa declaración oficial de la autoridad jerárquica. Lo indica la misma Sagrada Escritura. Con mucha más razón será el competente teólogo, tras atenta y prolongada indagación, quien esté en las mejores condiciones para discernir claramente las razones que apoyan la calificación de herética a una sentencia de otro teólogo, razones y argumentos que luego tendrá o no en cuenta la autoridad competente para declarar o no la herejía.
----------En la condena por herejía la Iglesia es infalible y no se desmiente o contradice nunca. En cambio, en el excomulgar la Iglesia puede equivocarse al imponer o quitar la excomunión, y por ende, puede eventualmente levantarla. Esto se debe a que en la cuestión de la herejía está en juego la verdad de fe, la cual no cambia, y en este campo el Romano Pontífice ha recibido expresa promesa de Nuestro Señor Jesucristo de no errar. En cambio, la excomunión puede estar ligada a la conducta del excomulgado, quien puede corregirse, por lo cual ella puede ser levantada. Permanece, de todos modos, que el efecto de la excomunión (la cual puede ser también injusta, ilícita o inválida), no afecta para nada el estado del alma del excomulgado delante de Dios, estado que podría ser de pecado mortal (y de por sí el cisma y la herejía son pecado mortal), pero también podría ser estado de gracia, en cuanto el excomulgado esté inculpado injustamente. Por eso, la potestad eclesiástica, como dijo justamente orgulloso Girolamo Savonarola [1452-1498] a su verdugo subiendo al patíbulo, puede excluir de la Iglesia terrena, pero no de la celestial.
----------También hay que decir que la pertenencia a la Iglesia y, en consecuencia, la comunión eclesial y la exclusión de la pertenencia a la Iglesia (es decir, la excomunión) no es un simple acto de la voluntad, con el cual el excomulgado puede aceptar o rechazar in toto una propuesta o una orden perentoria que le haya sido hecha, como sería la de permanecer en una habitación, o la de dejarla.
----------El pertenecer o no pertenecer a la Iglesia, el permanecer en la Iglesia o dejar la Iglesia, no son cosas tan simples, ni son cosas que puedan ser expresadas en ideas claras y distintas, al modo cartesiano. Ciertamente, pueden existir formas de separación neta y total, como la pérdida de la fe con la apostasía. Pero frecuentemente existen diversos grados de separación y por lo tanto de excomunión. Es necesario también ver qué idea uno se hace de la Iglesia y de la pertenencia a la Iglesia o de la comunión eclesial. Uno puede estar convencido de pertenecer plenamente a la Iglesia y, en cambio, pertenece a ella sólo parcialmente, como por ejemplo los protestantes o los ortodoxos orientales o los modernistas o los lefebvrianos.
----------Por ello, suelen existir grados de pertenencia a la Iglesia y grados de exclusión o de separación. Por esto, las excomuniones no son todas del mismo peso o nivel. El sarmiento o rama de la vid (de la parábola de Nuestro Señor) puede ser periclitante en varios niveles. Se puede estar separados por ciertos valores, pero no por otros. Por el contrario, la comunión eclesial es el vértice de una pertenencia que inicia desde un grado mínimo para ascender al máximo. Por eso aquí nos ayuda la imagen evangélica de la vid y de los sarmientos. Un sarmiento puede desprenderse parcialmente de la vid, pero aún recibe su savia. Así, los hermanos separados gozan de una cierta comunión con la Iglesia católica, aunque esta comunión no sea plena.
----------Es cierto que Nuestro Señor Jesucristo nos ha prohibido separar el trigo de la cizaña ("dejen que crezcan juntos hasta la cosecha", Mt 13,30), pues será Él quien lo haga el día de su segunda venida. Pero ese mandado del Señor no quita que todo fiel debe saber distinguir el trigo de la mala hierba, debe saber juzgar por sí mismo si otro hermano, fuera teólogo, obispo o cardenal, está o no en comunión con la Iglesia y, por lo tanto, frecuentarlo, si  está en comunión, o mantenerse alejado, si no está en comunión.
----------Al respecto, las directivas del Nuevo Testamento son absolutamente claras en lo referente a alejarse del errante. Por ejemplo, dice san Pablo: "Manténgase alejados de cualquier hermano que se comporte de manera indisciplinada" (2 Tes 3,6). "Si alguno no obedece a las indicaciones de esta carta, señálenlo, y que nadie trate con él para que se avergüence" (v.14). "Manténte alejado del hereje (airetikòn)" (Tit 3,10). "Si alguien se presenta ante ustedes y no trae esta misma doctrina, no lo reciban en su casa ni lo saluden. Porque el que lo saluda se hace cómplice de sus malas obras" (2 Jn 10-11). Evidentemente se trata de casos en los cuales el diálogo es imposible o inconveniente o peligroso o inútil por los siguientes motivos: bien porque el hereje no acepta la corrección o porque intenta él mismo seducirnos o porque nos trata con desprecio.
----------Por consiguiente, a fin de custodiar y promover los valores teóricos y morales sobre los que se rige la estructura de la Iglesia una, santa, católica y apostólica, se debe prestar el máximo cuidado a todos los fieles, pero sobre todo a los pastores y teólogos bajo la supervisión y dirección del Papa. Se debe cuidar de que la sana doctrina del Evangelio sea correctamente interpretada por todos, aceptada, compartida, difundida y defendida contra las herejías, que son precisamente el rechazo o la deformación de las verdades de fe. Por lo tanto, el prelado en la Iglesia, la autoridad jerárquica, y ante todo el Sumo Pontífice, supremo custodio de la unidad de la Iglesia y fautor de la comunión eclesial, tiene la facultad de expulsar de la Iglesia, es decir, de excomulgar, a aquellos fieles que, o por su actitud cismática o por sus ideas heréticas o escandalosas, falsifican la doctrina, desobedecen al Romano Pontífice o crean divisiones en la Iglesia.
----------Ahora bien, se da el caso (tanto en el pasado como en la actualidad) que existen fieles que de hecho, ya sea por sus ideas o por su conducta, están fuera de la Iglesia y en contra de la Iglesia, pero quieren permanecer en ella para cambiarla con sus errores. Ocurre en estos casos que el prelado ingenuo o connivente no los excomulga, sino que los deja hacer o incluso los sostiene, o bien, los invita a predicar a los fieles dentro de las iglesias. Por el contrario, también existen obispos, sacerdotes y fieles en plena comunión con la Iglesia, de la cual pueden denunciar males y escándalos, que, sin embargo, por el hecho de oponerse a pastores o teólogos cismáticos o heréticos, vienen a ser tratados por ellos como si estuvieran excomulgados. Por lo tanto, existe una diferencia entre la excomunión oficial y el estar de hecho fuera del aparato eclesiástico.
----------Otra observación. Cualquier cristiano puede ser hereje, cismático o excomulgado, excepto el Papa, que por asistencia divina es el supremo custodio de la verdad evangélica y de la comunión eclesial. En efecto, el ser excomulgado conlleva la ruptura con un superior eclesiástico o con el Papa. Pero el Papa evidentemente no tiene ningún superior terreno al cual él pueda rebelarse, si no Jesucristo. Y por otra parte debe tenerse en cuenta que un Papa puede ser un mal pastor de la Iglesia, pero no puede enseñar la herejía. Por ello, el Código de Derecho Canónico pone entre los "delitos contra la religión y la unidad de la Iglesia" (parte II, título I), "la apostasía, la herejía y el cisma" (can.1364), así como la publicación y difusión de "la blasfemia, de la ofensa a las buenas costumbres, de las injurias, la excitación al odio o al desprecio contra la religión o la Iglesia" (can.1369) y "las enseñanzas de doctrinas condenadas por el Romano Pontífice o por el Concilio Ecuménico" (can.1371), lo que equivale al rechazo o a la falsa interpretación o falsificación de las enseñanzas del Papa o del Concilio. Por eso el delito de herejía merece la excomunión (cánones 1364, 1331).
----------La excomunión puede ser latae sententiae o ferendae sententiae. La primera se activa automáticamente al completar el acto criminoso, por ejemplo, golpear a la persona del Papa o abrazar una herejía para la cual ya está prevista excomunión. Latae sententiae quiere decir que la sentencia está ya pronunciada. Ferendae sententiae, en cambio, quiere decir que es necesario un proceso, al término del cual el juez pronuncia la sentencia, por ejemplo para establecer si una persona es o no es hereje.
   
Algunos ejemplos notables de excomunión
   
----------Un ejemplo reciente en la historia de la Iglesia, es el de los cuatro obispos lefebvrianos, los cuales, en un primer momento excomulgados, han sido luego subsecuentemente liberados por Benedicto XVI. En cambio, quien apoya la Misa vetus ordo (que, por lo demás, es legítima en sí misma) pero rechaza, como hizo Lefebvre, la Misa novus ordo con la acusación de filo-luteranismo, está excomulgado. La Misa novus ordo representa, en efecto, el momento máximo de la comunión eclesial. Rechazar tal Misa quiere decir, por consiguiente, separarse de la comunión eclesial y por eso se es penalizado con la excomunión. Esta verdad evidente está en la base de los fundados motivos del reciente motu proprio Traditionis custodes del papa Francisco, acerca de cuyas virtudes y defectos ya hemos tratado extensa y detalladamente en este blog.
----------Famosa sigue siendo la revocación recíproca de la excomunión entre el papa san Paulo VI y el patriarca Atenágoras. Sin embargo, cabe preguntarse qué sentido haya tenido la excomunión del Papa por parte del patriarca Miguel I Cerulario [1000-1059] en 1054. El Papa puede excomulgar, pero no puede ser excomulgado, porque no tiene en la tierra ningún superior del cual pueda separarse. De hecho, el Papa es el principio de la comunión eclesial, mientras que el fiel es quien se deriva de ese principio. Ahora bien, el principiado puede separarse del principio, pero el principio no puede separarse de sí mismo.
----------Por consiguiente, el patriarca de Constantinopla, excomulgando al Papa, no ha hecho otra cosa más que separarse de la Iglesia. El papa san Paulo VI hizo un gesto magnánimo revocando la excomunión a Atenágoras, pero el Patriarca, más allá de su amistad con Paulo VI, hizo un gesto objetivamente y jurídicamente nulo, como nula habia sido su excomunión hacia el Romano Pontífice.
----------Es importante señalar, por otra parte, que la Iglesia puede levantar la excomunión a herejes que sigan siendo herejes, como lo son nuestros hermanos cristianos ortodoxos, dado que con ellos aún no se ha resuelto la disputa acerca del Filioque, o como lo son los lefebvrianos, quienes siguen rechazando heréticamente la Misa novus ordo, el Concilio Vaticano II y el magisterio de los Papas del postconcilio. Es evidente entonces que esta reintegración por leventamiento de excomunión, tanto de ortodoxos como de lefebvrianos, implica una comunión sumamente imperfecta, dada la permanencia de graves carencias doctrinales. 
----------En la historia ha habido excomuniones que no sólo no tuvieron el efecto esperado de inducir o estimular al excomulgado al arrepentimiento, sino que han tenido el efecto de provocarlo aún más al odio contra el Papa y la Iglesia, como ha sucedido con la excomunión a Martín Lutero [1483-1546] por el papa León X [1513-1521], y la excomunión a la reina Isabel I de Inglaterra [1533-1603] por san Pío V [1566-1572]. Si el excomulgado ya tiene muchos seguidores, entonces suele suceder que se enorgullece de ello, se vuelve aún más arrogante, y se hace fuerte, por lo cual la excomunión lo trastorna y lo exacerba aún más.
----------Son solamente los Santos, por ejemplo un san Pio da Pietrelcina [1887-1968], los que se someten incluso a censuras injustas. Pero los herejes, poderosos y alborotadores que son excomulgados, fácilmente se vuelven peores y pueden causar daños aún mayores a la Iglesia. Por eso, sobre todo hoy que los modernistas son muy poderosos, los Papas renuncian a excomulgarlos. En cambio, frente a herejes o cismáticos de menor poder o cuantía, la medida disciplinar (siempre prudencial y falible) de la excomunión, tiene más posibilidades de lograr su pretendido efecto correctivo para el infractor y defensivo para la comunidad eclesial.
----------En cambio, en cuanto a la bien conocida excomunión a quien profesa la doctrina del comunismo ateo marxista, impuesta por el venerable papa Pío XII [1939-1958], se trata de una medida disciplinar que nunca ha sido abolida, aunque la Iglesia no haya vuelto a mencionarla desde entonces. Sin embargo, tal excomunión mantiene de hecho su validez jurídica y también su evidente valor dogmático fundante, ya que es a todas luces obviamente imposible que un ateo participe de la comunión eclesial.
----------En cuanto a la pertenencia o membresía en la masonería, un decreto de 1984 de la Congregación para la Doctrina de la Fe advierte que cualquier afiliado a la masonería está en situación de pecado mortal y no puede recibir la Sagrada Comunión. También en este caso el motivo fundante de la excomunión es evidente, pues es bien sabido que la masonería no reconoce el dogma de la comunión de los santos.

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