martes, 14 de diciembre de 2021

Monseñor Bruno Forte y el modernismo teopasquista (1/3)

Un artículo de monseñor Bruno Forte ha aparecido recientemente en la revista argentina "Criterio", en el que el teólogo napolitano, formado en Tubinga y París, sigue desarrollando obstinadamente sus infelices ideas sobre Dios, las cuales, en el presente caso, aplica a la actual pandemia del Covid-19.

Monseñor Bruno Forte: hasta ahora no arrepentido de sus viejas ideas  
   
----------La revista Criterio, en el número 2475 de este año, ha publicado la traducción de un artículo de mons. Bruno Forte, titulado La fe y la teología ante el COVID-19, que es sólo una parte del texto original en italiano, La fede nel Dio di Gesù Cristo e la pandemia, publicado por la Editrice Vaticana en julio de 2020 integrando el libro en coautoría titulado Comunione e speranza. Testimoniare la fede al tempo del coronavirus, que cuenta con prefacio del papa Francisco, cuya compilación ha estado a cargo del cardenal Walter Kasper y el padre George Augustin. La publicación del extracto en Argentina, me mueve a decir algo.
----------Monseñor Bruno Forte [n.1949] es arzobispo de Chieti-Vasto desde el año 2004. Filósofo y teólogo formado en Tubinga y París, conozco bien sus escritos desde los años '80 y también su ascendente carrera eclesiástica, a la que he seguido, no sin temor ni temblor, con su llegada al orden episcopal y los rumores que en su tiempo circularon como posible sucesor del cardenal Ratzinger como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. De hecho, Forte es un claro testimonio de lo que significan los actuales enclaves del poder neo-modernista en la estructura eclesial. Como sabrá el lector, no me agrada calificar a nadie de hereje y, si llega el caso, prefiero simplemente decir que tal o cual teólogo ofrece tales y cuales signos de estar enseñando doctrinas heréticas. Pues bien, es el caso de Bruno Forte, que viene enseñando desde hace al menos cuarenta años la vieja herejía teopasquista y otras, y que yo sepa, y por lo que se advierte en este artículo publicado recientemente en Criterio, no se ha arrepentido de ellas, y las sigue enseñando.
----------Los lectores que me siguen habitualmente en este blog han podido encontrar el nombre de mons. Bruno Forte en mis artículos en varias ocasiones: por ejemplo, he dicho que el Dios de Forte es un Dios sufriente, no impasible; he mencionado a Forte como un claro exponente del renacido modernismo; he indicado que Forte interpreta la Encarnación en sentido hegeliano; sin embargo nunca todavía había sentido la necesidad de referirme a sus enseñanzas más en detalle. Es lo que intentaré hacer estos días en un puñado de notas, divulgando sus ideas de la manera más sencilla que me sea posible, adelantando que no es tarea fácil entender su pensamiento. De todos modos, lo que me mueve a cumplir este trabajo es, como siempre, que frente a la individuación e identificación del error, pueda surgir más clara la verdad, y que frente a las tinieblas de la herejía aparezca siempre más luminoso el esplendor de la divina Revelación.
----------Pues bien, en el presente caso, indagar en los errores de mons. Bruno Forte nos permitirá a la vez, en cierto modo y en algunos aspectos, hacer un repaso de algunos temas de Metafísica y del tratado De Deo Uno et Trino. De hecho, no es fácil advertir la desviación de las ideas de Forte en el mencionado artículo publicado en la revista Criterio, si no se tienen presentes sus ideas sobre la Trinidad.
   
La Santísima Trinidad según las ideas de Bruno Forte
   
----------A fines de los años '80, siendo yo joven sacerdote y profesor de teología dogmática, llegó a mis manos un pequeño libro de unas doscientas páginas que todavía hoy, a casi cuarenta años, sigue siendo considerado el escrito más importante de Bruno Forte. Fue en 1986 que apareció en las Ediciones Paulinas en Italia aquel libro de título sumamente infelíz, "Trinità come Storia", que dos años después se publicaba en español en Ediciones Sígueme, de Salamanca, en la colección Verdad e Imagen (1988). Por supuesto, se trataba de un libro que, sin embargo, como siempre ocurre con las cosas humanas, no estaba privado de alguna instancia correcta, verdadera, la cual lamentablemente estaba por su autor mal conceptualizada.
----------¿Dónde está el error en ese libro de Forte? El error salta a los ojos de quien sabe que la divina Tríada es el Dios eterno e inmutable, suma perfección, Acto puro de ser, puro Actuar, completamente por encima del devenir, del cambio, del tiempo y de la historia. La historicidad concierne solo a las creaturas, que son cambiantes, móviles, generables y corruptibles, compuestas de potencia y acto, por lo cual, actuando, cumplen una sucesión de actos, que son cada uno la actuación o de una potencia o de una posibilidad.
----------Por otra parte, el acto cumplido es limitado, acotado, por lo cual, una vez terminado y pasado, existe la posibilidad de que el agente, que de por sí, al ser distinto de su acto, permanece, realice otro acto y así sucesiva e indefinidamente, sin detenerse nunca. Por lo demás, el agente, al actuar, se perfecciona a sí mismo, por lo cual, si realiza el bien, deviene mejor, en modo tal que, al tiempo que conservando y de hecho confirmando su identidad, ella cambia accidentalmente o en su forma de ser.
----------Ahora bien, es impensable que estas cualidades, que son propias y exclusivas de la creatura, puedan encontrarse también en Dios y, por lo tanto, en las divinas Personas. En efecto, en Dios no hay distinción entre potencia y acto, sino que Él es puro Acto de ser; por lo que su actuar no actúa una potencia suya, sino que su actuar coincide con su mismo Ser: Dios es pura Acción.
----------Por eso Dios, en el actuar, no deviene otro distinto de Sí, Dios no cambia, no mejora, sino que permanece Sí mismo, que por esencia es ya suma perfección. Por otra parte, su acción coincide con su infinita Esencia, no es acción finita como en nosotros, sino que es única, infinita, perfectísima y eterna. Por lo tanto, Dios no realiza un acto seguido de otro. No hay en Él sucesión de actos.
----------Ahora bien, la historia es la colección de una serie de sucesos o hechos, es decir, de actos, o de acciones sucesivas en el tiempo, de actos cumplidos por un agente, agente que cambia en el tiempo. Ahora bien, Dios no actúa cumpliendo una sucesión de actos. Dios no realiza un acto creador para cada creatura que crea en el curso de la historia, como haría un artista humano, que realiza un acto distinto para cada obra que produce, una pintura o una escultura o una poesía. Dios no realiza un determinado y especial acto cada vez que otorga una gracia. Sino que con un único acto eterno, que coincide con su Ser, Dios crea todos los entes de la naturaleza y los dones de la gracia en el tiempo y en el espacio.
----------Por lo tanto, Dios no es una realidad histórica. Dios no se resuelve en la historia. Dios no tiene una historia. Dios no tiene un modo de ser histórico ni una dimensión histórica. Dios no es parte de la historia, no está inmerso en la historia, sino que la trasciende en la eternidad. La Santísima Trinidad, por lo tanto, no es y no tiene una historia, no puede ser vista como historia, sino que es sólo pura eternidad.
   
Lo que podemos rescatar y recuperar en este libro
   
----------Dicho esto, preguntémonos cuál es la instancia correcta que existe en el libro Trinidad como historia, de mons. Bruno Forte. Pues bien, se trata de la cuestión de cómo Nuestro Señor Jesucristo, en el Evangelio de san Juan, expresa su relación con el Padre y de la misión del Espíritu Santo, de parte del Padre y del Hijo (Qui ex Patre Filioque procedit), con las consecuencias que derivan para la vida cristiana.
----------Ahora bien, es necesario reconocer con franqueza, y aquí ciertamente tenemos que darle la razón a mons. Bruno Forte, ya que está en juego la misma fe cristiana, que efectivamente las Personas divinas han tenido, tienen y tendrán en el futuro, una relación salvífica y divinizante con el tiempo, con el devenir y con la historia, sobre todo en algunos momentos-clave decisivos de la historia humana, como son por ejemplo la multiplicación de las Alianzas en el Antiguo Testamento, la Encarnación del Hijo de Dios, el envío del Espíritu Santo en Pentecostés y la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo al final de la historia.
----------Sin embargo, si hay un teólogo que insiste a tal punto en la Encarnación del Verbo, a tal punto como para denunciar poderosamente y claramente la presencia, ya en su tiempo, de graves herejías gnósticas de tipo cristológico, ese teólogo es precisamente el apóstol san Juan. Sin embargo, san Juan es también muy riguroso al subrayar al mismo tiempo la divina trascendencia de las Personas trinitarias.
----------El Padre celestial, en efecto, en la plenitud de los tiempos, ha enviado al Hijo al mundo y al término de la misión terrena del Hijo, junto con el Hijo, ha enviado al Espíritu Santo al mundo. Por lo tanto, el Hijo ha venido al mundo, después de haber asumido una naturaleza humana en el seno de la Santísima Virgen María. Habiendo cumplido su misión terrena, el Hijo ha retornado al Padre revestido de esta naturaleza. En cambio, el Espíritu Santo permanece en la Iglesia y la guía al Padre en nombre del Hijo.
----------"Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo" (Jn 5,17). En el curso de la historia, a las acciones del Padre siguen las del Hijo y, a éstas, las obras del Espíritu Santo. Las Personas divinas no cumplen las mismas obras, aunque estas obras se complementan entre sí en el perseguir nuestra salvación.
----------Sin embargo, en la historia, lo que los hombres recibimos de Dios Padre no es lo que recibimos de Dios Hijo y no es lo que recibimos de Dios Espíritu Santo. Por eso es importante saber distinguir las Personas, cuando recurrimos a ellas, para saber qué pedir a cada una.
----------Mediante la Encarnación del Hijo, la Trinidad indudablemente ha entrado en la historia, ha asumido la historia como contexto e instrumento temporal y espacial de la acción de la humanidad de Cristo, pero no se ha convertido en historia, no se ha mezclado y confundido con la historia: lo eterno ha permanecido eterno y lo temporal ha permanecido temporal, lo inmutable ha permanecido inmutable y lo mutable ha permanecido mutable, unidos en la distinción de las naturalezas y en la unidad de la Persona de Cristo.
----------El Hijo, salido del Padre, ha descendido del cielo, de junto al Padre, se ha encarnado y ha habitado entre nosotros para revelarnos el misterio trinitario. Como dice san Juan, "el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero Dios" (1 Jn 5,20).
----------Por lo tanto, estamos llamados por Cristo a recibir dócil y humildemente una verdad divina que trasciende nuestra razón, pero que es también luz de nuestra razón. Nuestro Señor Jesucristo nos llama a trascender el plano de los sentidos y de la imaginación, a no ser obtusos (asynètoi, Mt 15,16). Es necesario abstraer, con el intelecto, de lo concreto material y contingente, para elevar y ampliar nuestra mente a la consideración de las cosas celestiales, porque el Padre habita en los cielos.
----------Es cierto que Cristo muchas veces nos ha hablado en parábolas, pero lo ha hecho de ese modo para conducirnos a entender (synìein) y a conocer (ghighnòskein) con el intelecto los misterios del Reino (Mt 13,10-17). Detenerse en las parábolas quiere decir reducir la teología a mitología o idolatría. San Pablo nos advierte que no es el hombre carnal, sino el hombre espiritual quien comprende el misterio de Cristo.
----------Y por hoy pongo punto y aparte: el lector interesado en este dogma esencial de nuestra fe, como es el dogma trinitario, sabrá reflexionar sobre los presupuestos básicos aquí indicados, que nos permitirán seguir avanzando en las próximas notas, por ejemplo para darnos cuenta de cómo podemos distinguir a las divinas Personas entre sí, y de ese modo confirmar la sublime originalidad de la fe cristiana en el Dios Trino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.