lunes, 17 de agosto de 2020

Revelaciones privadas, santidad, fenómenos místicos

Son muchas las dificultades del tema introducido en mi nota de ayer, básicamente porque es tan difícil aceptar la verdad testimoniada por una revelación privada, como fácil es rechazarla. Decimos a veces con soltura y suficiencia que la Revelación ha quedado concluida con la muerte del último de los Apóstoles, y manipulamos ese principio, verdadero en sí mismo, para rechazar las revelaciones privadas, sin darnos cuenta que al hacerlo así, socavamos los presupuestos racionales de la propia Divina Revelación.

----------Es cierto que la Divina Revelación ha quedado concluida con la muerte del último Apóstol; y también es cierto que las revelaciones privadas no realizan ninguna contribución cuantitativa o cualitativa a lo que debe creer un cristiano. Sin embargo, afirmar eso no es todo lo que se puede decir sobre las revelaciones privadas, ni con ello se anula su influencia y relevancia para la vida de la Iglesia en particulares momentos.
 
La cuestión de las revelaciones privadas
 
----------Por un lado hay que tener en cuenta que, mientras la revelación universal y pública, transmitida a través de la Sagrada Escritura y de la Tradición, y explicitada a través del Magisterio, es norma de Fe para toda la Iglesia, las revelaciones privadas en cambio, se dirigen a personas particulares y son sólo norma de Fe para esas personas particulares. Por lo tanto, las revelaciones privadas no pertenecen al depositum fidei. Por supuesto, la Iglesia, como guardiana de la Divina Revelación, a través de su Magisterio y su poder de gobierno, tiene derecho y deber de examinar las revelaciones privadas. Las acepta como posibilidad y examina su realidad de tales, afrontándolas con gran cautela y reserva.
----------Es extraordinariamente difícil distinguir si una supuesta revelación privada ha nacido sólo de las profundas posibilidades que moran en la psiquis humana, o si en realidad ha venido de Dios. Incluso cuando la Iglesia, después de un examen cuidadoso y prudente, reconoce como auténtica una revelación privada (por caso, las apariciones de la Virgen en Lourdes, Fátima, o en la Rue du Bac), nunca se la propone como objeto de obligación universal de fe. Lo que la aprobación eclesiástica dice, es más bien que la revelación privada no está en contradicción con la revelación universal y pública, y que puede servir de edificación espiritual. Si bien es cierto que algunos movimientos religiosos han salido de revelaciones privadas y han llevado a declaraciones doctrinales de la Iglesia, sólo han constituido el motivo para la proposición de lo que ya estaba contenido en el depositum fidei. ¿Esto implica que nosotros, cristianos en un lugar y tiempo concretos de la vida de la Iglesia peregrina y militante, podemos restar importancia y hasta llegar a ser indiferentes a las auténticas revelaciones privadas? No es así, al menos no de modo absoluto.
----------El carácter privado de una revelación no significa ni mucho menos que ésta no tenga importancia alguna para la Iglesia. Muchos ejemplos de la historia de la Iglesia lo atestiguan; por citar algunos, recuérdense los casos de Juana de Arco, Catalina de Siena, Margarita-María Alacoque, Bernadeta, etc. Pero siempre que las revelaciones privadas aparecen con contenido profético dentro de la Iglesia, deben regirse también por el Magisterio, que por institución divina es el único órgano capaz de obligar a la Fe del creyente. El magisterio eclesiástico es por lo menos norma negativa para las revelaciones privadas; y frecuentemente no es nada más que eso; vale decir: las revelaciones privadas pueden ser criticadas en cuanto a su poder de condicionamiento a la libertad del creyente, aun cuando fundamentalmente se tomen en serio, y pueden estar limitadas a determinados espacios, tiempos y grupos de la Iglesia.
----------Por supuesto, una seria y fundamentada reflexión teológica sobre las características y el valor de las revelaciones privadas y de sus contenidos proféticos, supone un esclarecimiento de las posibilidades de la vida mística en la Iglesia, o de lo que suelen llamarse los carismas.
 
La cuestión de la santidad y de los fenómenos místicos
 
----------Una cuestión difícil, delicada y compleja, que surge cada tanto, relacionada con la santidad cristiana, es la de los fenómenos místicos. ¿A qué llamo "fenómenos místicos"? Con esta expresión entiendo ciertos comportamientos, o ciertos eventos, o ciertos fenómenos sensibles relativos a lo que lo que la psicología o sociología de las religiones llama "lo Santo" (en el sentido indicado ya por Rudolf Otto [1869-1937], en religiones comparadas), y que tienen un significado simbólico religioso, o que están orientados a beneficiar al prójimo, o a manifestar la omnipotencia de Dios según una modalidad y en virtud de causas que superan los límites de las leyes naturales o de la vida humana ordinaria, aún animada por la gracia cristiana.
----------Los ejemplos de estos fenómenos que exceden los límites de las leyes naturales, son numerosísimos y variadísimos, bien conocidos en la bimilenaria historia de la santidad cristiana hasta nuestros días. Se trata de hechos verificables y verificados por expertos y por la autoridad eclesiástica, y hechos constatables por cualquier persona que no tenga prejuicios y que esté abierta al reconocimiento de la verdad objetiva. Son hechos milagrosos o "divinos", como dice el Concilio Vaticano I, los cuales, "si bien muestran claramente la omnipotencia y la infinita ciencia de Dios, son signos certísimos de la divina revelación proporcionados a la inteligencia de todos" (de la Constitución dogmática "Dei Filius", en su capítulo 3).
----------Indudablemente existen también falsos milagros, vale decir, milagros que parecen tales pero que en realidad no lo son. De ahí la prudencia que se necesita para saber examinar y evaluar en base a válidos criterios, que son precisamente los que proporciona la ciencia apologética de la teología católica. De hecho, la evidencia del milagro, de la cual habla el Concilio Vaticano I, no es siempre evidencia inmediata, sino que a veces aparece solo después de atentas y prolongadas verificaciones.
----------Los fenómenos místicos cristianos, sobre todo aquellos fenómenos extraordinarios o milagrosos, también llamados "dones carismáticos", no están necesariamente vinculados a la santidad y, sobre todo, a la santidad ordinaria propia de todo cristiano en gracia de Dios. Tales dones son, de hecho, muy raros, muy excepcionales. Por el contrario, como es bien sabido, todo ser humano está llamado por Nuestro Señor Jesucristo a la santidad y, por tanto, tiene la posibilidad de hacerse santo (aún cuando de buena fe ni siquiera conozca la existencia de Cristo). En otras palabras: todos están llamados a la santidad, pero no todos están llamados a una vida mística de extraordinarios fenómenos psíquicos.
----------Otra cuestión a tener en cuenta es que para los órganos magisteriales y de gobierno de la Iglesia (y con más razón para el pueblo fiel) no siempre es fácil discernir los verdaderos místicos de los falsos, también porque hoy, lamentablemente circulan, incluso en el campo católico, falsas concepciones de la mística (por ejemplo de tipo panteísta), concepciones que, ofreciendo un criterio de juicio equivocado, no pueden sino producir valoraciones incorrectas. O bien (y siempre hablando en el ámbito católico) existen hoy concepciones pseudocientíficas o secularistas, hostiles por principio a la mística y despreciativas de los milagros, por lo que es evidente que en base a tales concepciones el místico no aparece como un santo o una persona normal, sino que es confundido con un alucinado, un exaltado o un demente.
----------Vale tener presente que los místicos canonizados por la Iglesia, sobre todo aquellos de la edad moderna, han sido sometidos antes o incluso después de su muerte, a un riguroso examen, para que nosotros, como católicos, podamos estar seguros de que se trata de auténtica mística cristiana. De tal modo, sus propias figuras pueden servirnos como criterio de juicio para discernir y evaluar los casos dudosos, aún cuando se debe reconocer que cada místico es diferente al otro. De ahí la necesidad de utilizar principios de juicio ciertos, universales y objetivos, que por lo demás, nos son proporcionados por la ciencia de las Religiones Comparadas y por la misma Teología Mística de la Iglesia católica.
 
Auténtica mística cristiana: ordinaria y extraordinaria
   
----------Sin embargo, si queremos aclarar el significado de la mística cristiana, o hablando con más precisión, de la mística católica, sería bueno hacer una distinción entre: 1) una mística esencialmente ligada a la santidad y 2) una mística no necesariamente presente en toda forma de santidad.
----------1) La mística del primer tipo, o sea la mística que está esencialmente ligada a toda forma de santidad, constituye esa plenitud de la vida cristiana que es caracterizada, además de por las virtudes cristianas, por el ejercicio de los siete dones del Espíritu Santo (sabiduría, inteligencia, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios), que la tradición católica se basa en el pasaje de Isaías 11,2, donde el Profeta habla de los dones con los cuales será revestido el Mesías. Por lo cual, el cristiano, en cuanto viviendo en Cristo, viene a participar de la acción de estos dones, los cuales, como dice santo Tomás de Aquino, le hacen fácilmente dócil y sometido a la guía y al impulso del Espíritu Santo. Claro que en este modo de vivir el cristianismo no existe nada de milagroso. Se trata simplemente del ideal de vida cristiana que todos podemos y debemos buscar realizar, aunque la implementación de los siete dones no sea frecuente.
----------2) Por el contrario, en algunos casos raros, Dios se complace en conceder al fiel cristiano que vive fervorosamente la virtud de la caridad un suplemento de dones, cuyo poder sobrepasa no solo las fuerzas de la naturaleza, como ocurre en la común vida de la gracia sobrenatural, sino que también sobrepasa las mismas leyes de la naturaleza. Son estos los que he llamado "fenómenos místicos" y que en términos teológicamente más precisos se denominan "dones carismáticos extraordinarios".
----------Para comprender lo que estoy diciendo, noten los lectores que acabo de distinguir fuerzas de la naturaleza y leyes de la naturaleza. No son lo mismo. Por fuerzas de la naturaleza entiendo lo que podemos hacer, en nuestra condición de naturaleza caída, en nuestra condición terrena de pecadores, obedeciendo las leyes de la naturaleza humana. La gracia santificante es sobrenatural en este sentido: la gracia santificante es sobrenatural en el sentido de sanar nuestra naturaleza caída, haciendo posible que cumplamos las leyes de la naturaleza humana. En cambio, el milagro es sobrenatural en un sentido distinto. El milagro (y por tanto los dones extraordinarios) supera las mismas leyes naturales, ya que hace cumplir a la naturaleza humana acciones que van más allá de la propia ley de la naturaleza, es decir, más allá de su normal funcionamiento.
----------Expliquémoslo con ejemplos. 1) Poseer las tres virtudes teologales de fe, esperanza y caridad, es un hecho sobrenatural en el primer sentido, por lo cual nosotros no superamos las leyes esenciales de nuestra naturaleza, pero superamos nuestra condición de naturaleza caída y nos volvemos capaces de cumplir esas leyes esenciales de nuestra naturaleza. 2) En cambio, recibir un mensaje de un difunto, asistir a la aparición de la Virgen o del ángel custodio, leer en los corazones, curar a un enfermo terminal, resucitar a un muerto, poseer el don de la bilocación, tener los estigmas y otras cosas por el estilo, son algo sobrenatural en el segundo sentido: son hechos o favores divinos concedidos a poquísimos, que van más allá de las mismas leyes físicas y psíquicas de la naturaleza humana y constituyen una forma de sobrenatural que tradicionalmente se llama "milagro" o don carismático extraordinario.
 
Sólo por mencionar un ejemplo: el caso de Natuzza Evolo
 
----------Entre los numerosísimos casos del mencionado segundo género de sobrenatural, entre los muchos casos que se podrían citar de verdaderos y auténticos místicos en el segundo sentido de la palabra, me detengo -muy brevemente, por cierto- en uno solo: el de Fortunata Evolo [1924-2009], popularmente conocida como Natuzza Evolo, una humilde e iletrada mujer de pueblo, calabresa, madre de familia, fallecida a sus 85 años, que residía en Paravati, en la provincia de Vibo Valentia, diócesis de Mileto. Sería demasiado largo narrar aquí en su totalidad todos los dones extraordinarios con los que Dios la había dotado. Murió con fama de santidad y su Causa de Beatificación se halla actualmente en curso.
----------Como arriba indiqué, los raros casos de estos auténticos místicos en el segundo sentido de la palabra, aún cuando tienen cada uno particulares características, nos sirven para discernir los criterios de la verdadera mística católica. Y en referencia al caso de Natuzza Evolo, aquí solo me gustaría detenerme y evidenciar algunos criterios de discernimiento. En primer lugar, es necesario distinguir los dones o fenómenos místicos cristianos de la mística de otras religiones y de otros fenómenos que pueden parecer semejantes a ellos, pero que en realidad son muy diferentes y pueden expresar en el sujeto una conducta que sólo tiene la apariencia de santidad, pero que en ciertos casos puede incluso ser maldad o inmoralidad.
----------Me refiero a los fenómenos paranormales y a la magia. La discusión sería aquí muy compleja; de modo que sólo me detengo en algunos puntos esenciales con particular referencia a Natuzza.
 
Fenómenos paranormales, magia, y mística cristiana
 
----------En primer lugar, demos una breve definición de los poderes paranormales y de la magia. Los poderes paranormales (por ejemplo, la telepatía, la radiestesia, la telequinesis, o la endoscopia, o la precognición o la pranoterapia) pertenecen a las fuerzas y a las leyes de la naturaleza humana, aunque sean de carácter prodigioso y extraordinario. Se pueden usar para bien pero también para mal, dependiendo de las intenciones del paragnosta. Son el objeto de la Parapsicología, una rama de la Psicología.
----------Por cierto, Natuzza Evolo también tenía dotes paranormales, pero ella siempre evitaba las solicitudes que se le hacían de ser examinada en este campo, probablemente por temor a que el elemento parapsicológico saliera demasiado a la luz, eclipsando el mucho más importante elemento sobrenatural carismático. Sin embargo, hay algo que debemos decir claramente frente a ciertos prejuicios en contra de lo paranormal: lo paranormal en sí mismo no tiene nada que ver con lo demoníaco, sino que es un simple poder natural, aunque sea cierto que el mago paragnosta puede instrumentalizar o simplemente fingir estos extraordinarios dones que en sí mismos sirven al bien del hombre.
----------La magia, en cambio, en el sentido moral tradicional, es un grave pecado de superstición, fundado en la pretensión del mago de obligar a las entidades sobrehumanas, o incluso a Dios, a hacer su voluntad, en cuanto el mago se considera a sí mismo en posesión natural de poderes divinos, eventualmente obtenidos de la escuela de otro mago. Por esto no tiene sentido distinguir una magia "blanca" (benéfica) de una magia "negra" (maléfica): la magia es siempre maléfica. Ciertamente, la magia negra es peor, porque está dirigida directamente a causar daño, como por ejemplo el maleficio (popularmente: el "trabajo" o "mal de ojo"). Entre las muchas formas de magia existe también la que es conocida con el nombre de nigromancia, que es un así llamado arte de evocar las almas de los difuntos para interrogarlos sobre cosas, hechos o personas más allá de cuanto es dado saber a la humana normal cognición.
----------Una forma de nigromancia puede ser el mediumnismo y el espiritismo. Mediumnismo es un término genérico que significa "mediación". El medium se propone como intérprete mediador entre el mundo de los vivos y el de los difuntos. Esta acción mediadora puede estar en armonía con el plan salvífico de la divina Providencia, tal como se revela en el cristianismo; o, por el contrario, puede tratarse de un engaño o de un acto de magia y por lo tanto ser ilícito y peligroso.
----------El mediumnismo está de acuerdo con la fe católica si la persona mediadora establece el contacto con las almas de los difuntos porque le es concedido por Dios en virtud de la oración, en el ámbito de la comunión existente entre la Iglesia de la tierra y la del cielo ("comunión de los santos"); mientras que es un acto de magia si el médium intenta evocar por medio de arte e ingenio al difunto por su propia iniciativa y en virtud de un poder que él cree poseer por sí mismo y no por gracia divina. De hecho, según el plan ordinario de la Providencia, los vivos pueden comunicarse con los muertos, pero solo para pedir su intercesión en el caso que se trate de las almas santas -piénsese en las Misas en honor de los Santos o en las oraciones que a ellos les dirigimos. En cuanto a los santos del cielo, ciertamente pueden enviar mensajes o mostrarse visiblemente en este mundo, pero solo por especial concesión o iniciativa divina.
----------Intentar otras vías para comunicarse con los difuntos, en la visión cristiana, está prohibido porque presupone la falsa creencia de que el médium posea un poder divino que en realidad no posee, además del riesgo de pedir a los difuntos cosas ajenas al Plan de la salvación y que por lo tanto no estamos obligados a saber. En estos casos quien responde no es el difunto, sino probablemente el demonio, bajo la apariencia del difunto. Y no importa que al principio emerjan verdades, porque ellas servirán para hacer que los incautos oyentes sean atrapados para luego engañarlos con abominables falsedades y herejías.
----------Se trata, pues, en la magia, de un pecado de presunción y de indiscreción que como tal fácilmente hace intervenir, lo sepa el médium o no lo sepa, la acción engañosa y tentadora del demonio, cuyo propósito esencial es precisamente engañar al hombre o hacerle pecar de soberbia instigándolo a creerse dotado por sí mismo de poderes divinos que no son los suyos. En este caso, el mediumnismo degenera en espiritismo, ya condenado varias veces por la Iglesia, también porque el espiritismo, en sus excesos extremos, basándose eventualmente en una concepción fantástica del más allá ("cuerpos astrales", "extraterrestres", semidivinidades y cosas por el estilo), incluso llega a invocar al mismo demonio y a recibir órdenes de él. Luego tenemos las verdaderas y propias sectas satánicas.
----------Por consiguiente, se necesita una especial prudencia para saberse sustraer a la fascinación que puede emanar de las actividades espiritistas, aunque envueltas en una aparente y noble espiritualidad, porque la intervención del demonio puede servirse del médium para propalar falsas doctrinas (por ejemplo, quizás, las así llamadas "interpretaciones de la Biblia") no fácilmente distinguibles de las verdaderas y para obrar falsos milagros, que no siempre son fáciles de distinguir de los verdaderos. También es sabido que las prácticas espiritistas prolongadas pueden provocar graves disturbios mentales.
----------Frecuentemente las crónicas han hablado de mediumnismo refiriéndose al caso de Natuzza: pero ella indudablemente lo practicaba de manera conforme a la religión cristiana y por lo tanto supo dar luz y consolación a muchas personas obteniendo para ellos mensajes y respuestas que les ayudaron en el camino de la salvación y en la práctica de la virtud. Sin ninguna duda hay que decir que Natuzza Evolo ciertamente no producía enfermos mentales, sino que los curaba.
----------Vemos entonces cuan importante es estar preparados en estos temas y asuntos, que ponen en juego nuestra salvación. Por lo tanto, y para concluir ya esta nota, rechazando todo juicio apresurado, sea aprobatorio o despreciativo, debemos estar ejercitados en el discernimiento para poder formular un juicio definitivo o absoluto, porque es fácil que nos encontremos en problemas de este tipo, y entonces será esencial disponer de un válido criterio de juicio valiéndonos de la ayuda de expertos y del Magisterio de la Iglesia, así como del ejemplo y de la intercesión de los Santos, todo bajo la guía infalible de la divina gracia.

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