lunes, 24 de agosto de 2020

Apuntes sobre el fundamentalismo

Ayer domingo, por la tarde, me detuve un buen rato reflexionando sobre el fundamentalismo. A decir verdad, no sé cuál fue la razón para hacerlo. Supongo que a mis lectores también les pasa lo mismo que a mí: una idea o imagen se nos viene súbitamente a la mente, sin motivo evidente, y nuestros pensamientos se demoran con gusto en ella. Cuando eso le sucede a alguien que posea al menos elementales tendencias filosóficas, conviene sacar buen provecho de esos momentos, porque en tales ocasiones el pensamiento fluye libremente y con soltura, la memoria parece más despierta que de costumbre, otras ideas vienen a la mente, las conexiones entre los conceptos se descubren sin esfuerzo, y suelen surgir sorprendentes inferencias.

----------Desde hace más de una década en el mundo católico, e incluso en el mismo lenguaje oficial de la Iglesia, se ha extendido el uso en sentido despectivo de un término, que tiene su origen en una secta del mundo protestante, pero que en las intenciones de los adherentes a tal secta, debería tener un significado positivo. "Fundamentalismo" en realidad viene de "fundamental". Y, de hecho, el propósito de la secta protestante a la que aludo es el de establecer lo que en el cristianismo es "fundamental", lo cual se derivaría del fundamento bíblico. Hasta aquí no veo nada de lo que haya que quejarse. Salvo por el hecho de que después, tal fundamentalidad, para esta secta, sería dada por un texto bíblico interpretado ingenuamente, de modo obsoleto, sin valerse de la moderna exégesis histórica-crítica.
----------Entonces, por ejemplo, cuando Nuestro Señor Jesucristo dice que: "si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna" (Mt 5,29), o si el libro del Génesis dice que el mundo fue creado en seis días: "Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardecío y amaneció: día sexto" (Gn 1,31), o que existen las aguas sobre los cielos: "Dijo Dios: Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras. E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento, de las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó Dios al firmamento cielos. Y atardeció y amaneció: día segundo" (Gn 1,6-8), todas estas palabras deben ser entendidas a la letra, literalmente.
----------Si el lector recurre a cualquier diccionario general, probablemente encontrará acerca de la palabra "Fundamentalismo" diversas definiciones o acepciones, pero en el ámbito de la Sagrada Escritura, al que me he referido en el párrafo anterior, reduciendo su alcance significativo, la palabra fundamentalismo se ha convertido en sinónimo de exégesis grosera, obsoleta, anticuada e ingenua, la cual termina por absolutizar o volver rígidos los dichos, las formas o las figuras de la Biblia, que en cambio deben ser puestos en relación con los tiempos o la particular cultura del hagiógrafo o interpretados según las exigencias de los géneros literarios o de los modernos descubrimientos filológicos o arqueológicos. Está claro entonces que, en tal sentido, el fundamentalismo es un defecto en la interpretación de la Biblia y del cristianismo. Con ese mismo significado habla de fundamentalismo también el documento de la Pontificia Comisión Bíblica, del 15 de abril de 1993, dedicado a actualizar los métodos de la exégesis católica.
----------En tal sentido se habla también de "fundamentalismo islámico". De esta manera, no han sido pocas las ocasiones en que el Magisterio de la Iglesia condena el fundamentalismo concibiéndolo como la mentalidad creadora de falsas seguridades, como para generar en la conducta de quienes las reciben, comportamientos agresivos e intransigentes hacia aquellos que no comparten su enfoque.
----------Sin embargo, y siempre manteniéndonos en los ambientes católicos, los términos fundamentalismo y fundamentalista también se han convertido en un arma en las manos de los modernistas y de los relativistas, quienes, refractarios y contrarios como son a la intangibilidad e inmutabilidad del dogma católico, consideran "fundamentalismo" la certeza y la firmeza con la cual el católico fiel al Magisterio se adhiere a la doctrina de la fe y la defiende sin dudar, sin compromisos y sin cortapisas. Al respecto, por ejemplo, en diálogo con un modernista o relativista que nos acusara de "fundamentalistas" por el simple hecho de cumplir lo que todo católico fiel debería cumplir, es decir sujetarnos con obediencia al dato de fe enseñado por el Magisterio de la Iglesia, nosotros bien podríamos responder: "Efectivamente, somos fundamentalistas -en ese preciso sentido- y por la gracia de Dios!". De tal modo, el término fundamentalismo se ha vuelto ambiguo y para conocer su significado, es necesario verificar quién lo utiliza.
----------En las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia, sin duda, se debe tomar en consideración un preciso significado, porque allí se denuncia una forma de conservadurismo retrógrado o de tradicionalismo superado o de injustificada rigidez o un irracional fanatismo en el sostener opiniones discutibles o incluso concepciones erradas. Pensemos, por ejemplo, en la vieja concepción de la sujeción de la mujer al hombre o del pueblo judío como pueblo maldito o de las otras religiones como manifestaciones satánicas o de la religión católica como religión de Estado o de la democracia como sistema anárquico, etc.
----------Por el contrario, en boca de los modernistas, como ya lo sugerí, la acusación de fundamentalismo va solamente al honor de quienes son objeto de tal acusación, porque no son sino los católicos fieles a la Iglesia, no solo en su aspecto tradicional, sino también en la forma que se ha asumido en el postconcilio. El católico acusado de fundamentalismo por los modernistas, que no dudan en hacer tal acusación incluso al Papa y al propio Magisterio de la Iglesia, no tiene más que complacerse con esa "alegría perfecta", de la que habla san Francisco de Asís, cuando se es insultado por el nombre de Cristo.
----------Para los modernistas y los relativistas, la preocupación por determinar con exactitud y precisión los contenidos de la fe y la esencial identidad católica, oficio este, que es propio de todo buen cristiano y sobre todo del Magisterio de la Iglesia, es "fundamentalismo", término por ellos utilizado con evidente sentido despectivo, sosteniendo esa grave falsedad del relativismo quizás con el pretexto del "primado de la caridad". Pero este es un modo deshonesto de escapar de las rigurosas exigencias de la verdad, a fin de poder jugar con el equívoco, o bien es signo de una mentalidad relativista, que olvida que la caridad no es sino la puesta en práctica de la verdad. Porque, ciertamente, separada de la verdad, la caridad derivará siempre sujeta a todos los equívocos posibles e imaginables.
----------Esta posición relativista es por ejemplo la postura del padre Gerardo Luigi Cardaropoli, quien, en su libro "Vaticano II: el evento, los documentos, las interpretaciones", EDB, Bolonia 2002, se expresa de esta sorprendente manera: "Cuando a partir de la fe se abre camino la pretensión de saber lo que Dios quiere, se termina por desencadenar procesos de fundamentalismo" (p.118). Por lo tanto, el fundamentalismo, para Cardaropoli, es la "pretensión" de saber lo que Dios quiere en base a la fe. Entonces, habría que preguntarle al ilustre teólogo franciscano, ¿en base a qué el cristiano sabe cuál es la voluntad de Dios? El autor no lo dice y está claro el por qué, porque si lo dijera, se equivocaría. De hecho, es precisamente la fe la que nos dice lo que Dios quiere. A renglón seguido, el teólogo franciscano concluye este tonto discurso con otra tontería; de hecho, el error no puede sino nacer del error, y dice: "lo que caracteriza a los cristianos no es la fe, sino la caridad". Pero entonces habría que preguntarle a Cardaropoli: ¿qué es una caridad sin la fe? Que la caridad y no la fe sea la perfección de la vida cristiana, lo concedo; pero no debemos olvidar que la caridad cristiana está caracterizada por la fe cristiana. Hablar simplemente de caridad y prescindir de la virtud de la fe no es cristianismo, sino impostura. Por esta razón, la preocupación de fundar la caridad sobre la verdad de fe claramente definida no es fundamentalismo, sino auténtico cristianismo.
----------Por lo tanto, y a modo de conclusión de estos pensamientos: 1°) es necesario cuidarse del fundamentalismo denunciado por la Iglesia; pero 2°) sin dar ningún peso al fundamentalismo del que hablan los modernistas, por el cual viene a ser "fundamentalista" el mismo Magisterio de la Iglesia con su preocupación por determinar de modo claro y unívoco la identidad católica, es decir, los fundamentos indiscutibles de la doctrina de la fe, sin por esto ignorar la evolución doctrinal y su relatividad con los diversos contextos históricos, así como el pluralismo teológico, la existencia de interpretaciones opinables de la Sagrada Escritura y de tradiciones que pueden haberse tomado del propio tiempo.
----------El remedio para el fundamentalismo denunciado por la Iglesia es la leal apertura a la sana modernización del catolicismo promovida por el Concilio Vaticano II y el Magisterio postconciliar, que conlleva inseparablemente el respeto al verdadero sentido de la Tradición, de la cual el Concilio mismo es eximio testigo, desde el momento en que, con sus novedades doctrinales, hace explícitas sus inagotables riquezas.
----------Por el contrario, es necesario denunciar con firmeza la turbidez de la operación modernista que quisiera seguir engañándonos, haciendo pasar por fundamentalista la posición del católico verdaderamente fiel a la Iglesia de siempre, la cual -como dijo el papa san Pablo VI- conoce y se muestra mejor a sí misma en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio postconciliar.
----------Por lo tanto, es necesario prestar mucha atención al término "fundamentalismo" y distinguir bien el significado que le da la Iglesia de aquel significado que le dan los modernistas. En el primer sentido el fundamentalismo es absolutizar un relativo, es el aferrarse a un pasado que ya ha pasado y una injustificada resistencia a lo nuevo, aún cuando sea enseñado por la Iglesia y por el propio Magisterio Pontificio y Conciliar; en el segundo caso es la diligencia y el cuidado con el cual el católico bajo la guía de la Iglesia precisa con claridad y certeza la verdad de fe. Ver en esto una actitud detestable, como lo hacen los modernistas, es solo un signo de su confusión mental y de su deslealtad.

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