Creo que es útil publicar una serie de notitas breves acerca del conflicto histórico que la Iglesia ha mantenido con la Masonería. Un tema sobre el cual este blog se ha hecho eco anteriormente, tratando sobre los Carbonarios o acerca de las hipótesis conspiracionistas que se han venido tejiendo en los últimos meses, en el contexto de la actual pandemia. Sin embargo, esta vez trataré de alejarme de esas hipótesis y de referencias tan concretas a la actualidad, para considerar la Masonería de un modo más básico y general.
----------Para cualquiera que conozca aunque más no sea superficialmente la historia de la Iglesia, es bien conocido el amargo conflicto que, a partir del siglo XVIII, surgió entre la Iglesia y la Masonería. Existe una serie de importantes documentos del magisterio pontificio que condenan la Masonería en términos durísimos, a partir de aquel de 1738, la bula In eminenti apostolatus specula, del papa Clemente XII [1652-1730-1740], o el impresionante de 1884, la encíclica Humanum Genus, del papa León XIII [1810-1878-1903].
----------Sin embargo, a partir de la época de aquellos grandes documentos anti-masónicos, las intervenciones de los Papas sobre esta cuestión disminuyeron. Aún así, en el Código de Derecho Canónico promulgado, tras doce años de trabajos, en 1917 por el papa Benedicto XV [1854-1914-1922] se impuso la excomunión a aquellos católicos que dieran su nombre a la Masonería. El canon 2335 establece: "Los que dan su nombre a la secta masónica o a otras asociaciones del mismo género que maquinan contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, incurren ipso facto en excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica".
----------Por su parte, el actual Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983 por el papa san Juan Pablo II [1920-1978-2005], establece en su canon 1374: "Quien da su nombre a una asociación que maquina contra la Iglesia, debe ser castigado con una pena justa; quien en cambio promueve o dirige una asociación de este tipo, debe ser castigado con entredicho". De modo que la actual ley canónica, por un lado, ya no menciona la Masonería, sino que se limita a hablar de "asociación que maquina contra la Iglesia", y tampoco habla de "excomunión", sino de "pena justa"; pero, por otro lado, define un castigo específico para aquellos que promueven o dirigen las asociaciones conspirativas contra la Iglesia.
----------Por su parte, el actual Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983 por el papa san Juan Pablo II [1920-1978-2005], establece en su canon 1374: "Quien da su nombre a una asociación que maquina contra la Iglesia, debe ser castigado con una pena justa; quien en cambio promueve o dirige una asociación de este tipo, debe ser castigado con entredicho". De modo que la actual ley canónica, por un lado, ya no menciona la Masonería, sino que se limita a hablar de "asociación que maquina contra la Iglesia", y tampoco habla de "excomunión", sino de "pena justa"; pero, por otro lado, define un castigo específico para aquellos que promueven o dirigen las asociaciones conspirativas contra la Iglesia.
----------Con la entrada en vigencia del nuevo Derecho Canónico, hubo quienes interpretaron que la indeterminación y la aparente mitigación de la severidad del nuevo Código daba ocasión para pensar que la Iglesia había suprimido la condena de la Masonería o que la Masonería ya no formaba parte de las asociaciones que "maquinan contra la Iglesia". Por ese motivo, el 26 de septiembre de 1983, la Congregación para la Doctrina de la Fe, con la firma de su Prefecto, el cardenal Joseph Ratzinger, y la aprobación explícita del papa Juan Pablo II, hizo pública una Declaración sobre la Masonería, en la cual se dice que "no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la Santa Comunión".
----------Dicho sea de paso, esta intervención del papa Juan Pablo II a través de sus representantes en la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada por el cardenal Ratzinger, posteriormente papa Benedicto XVI, es un claro ejemplo de la preocupación del Magisterio pontificio postconciliar para ofrecer a toda la Iglesia la correcta interpretación del Concilio Vaticano II y de sus frutos más importantes. De hecho, el Código de Derecho Canónico de 1983 es uno de los frutos más destacados del Concilio; y respecto al problema puntual de las relaciones entre la Iglesia y la Masonería, el Papa a través de la CDF salía al cruce de las dos falsas interpretaciones postconciliares: la de los modernistas rahnerianos que afirmaban que la Iglesia postconciliar había terminado con la condena de la Masonería, y la de los ultra-tradicionalistas lefebvrianos que, habiendo ingenuamente comprado la muy difundida falsa interpretación modernista, encontraban un nuevo motivo para atacar al Concilio como si hubiera sido el propio Concilio el que había modificado la disciplina eclesial, que al fin de cuentas no se había modificado en lo esencial.
----------Dicho sea de paso, esta intervención del papa Juan Pablo II a través de sus representantes en la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada por el cardenal Ratzinger, posteriormente papa Benedicto XVI, es un claro ejemplo de la preocupación del Magisterio pontificio postconciliar para ofrecer a toda la Iglesia la correcta interpretación del Concilio Vaticano II y de sus frutos más importantes. De hecho, el Código de Derecho Canónico de 1983 es uno de los frutos más destacados del Concilio; y respecto al problema puntual de las relaciones entre la Iglesia y la Masonería, el Papa a través de la CDF salía al cruce de las dos falsas interpretaciones postconciliares: la de los modernistas rahnerianos que afirmaban que la Iglesia postconciliar había terminado con la condena de la Masonería, y la de los ultra-tradicionalistas lefebvrianos que, habiendo ingenuamente comprado la muy difundida falsa interpretación modernista, encontraban un nuevo motivo para atacar al Concilio como si hubiera sido el propio Concilio el que había modificado la disciplina eclesial, que al fin de cuentas no se había modificado en lo esencial.
----------Ahora bien, hechas esas precisiones, fundamentalmente acerca del mantenimiento de la condena a la Masonería, de cualquier modo, no se puede dudar que a la llegada del Concilio Vaticano II se han modificado también las relaciones de la Iglesia con la Masonería. Intentemos descubrir entonces, queridos lectores, qué cosas han cambiado y qué cosas se han mantenido.
----------En primer lugar, podemos decir que, como resulta por lo establecido en el mencionado documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1983, se mantiene el contraste de fondo: la Masonería es enemiga de la Iglesia. Por el contrario, en el clima de diálogo entre creyentes y no creyentes iniciado por el Concilio Vaticano II sobre la base de la razón natural y de la ética natural, que son ambas comunes a todos los hombres, en estas últimas décadas, a nivel de la vida común y simple de las ciudades y vecindades, ha disminuido la conflictividad y la tensión entre las personas individuales (católicos y masones) y, por consiguiente, las singulares realidades asociativas (asociaciones católicas y asociaciones masónicas) han ido incrementando las posibilidades y oportunidades de diálogo y colaboración a nivel de objetivos prácticos en los campos jurídico, social, económico, político y cultural.
----------Seguramente los lectores podrían incluir en esta reflexión una enorme cantidad de ejemplos personales, concretos, puntuales, y prácticos de su vida cotidiana, donde cada uno de ellos ha participado de tareas sociales y comunitarias junto a otras personas, sin importar que sean cristianos no católicos, o musulmanes, o no creyentes, o ateos, o masones. Pero también a nivel de asociaciones, pues nada impide que grupos de católicos, o asociaciones propiamente católicas participen en actividades comunes con asociaciones masónicas, por dar un ejemplo, que un centro de Acción Católica participe en una misma Convocatoria Pro Vida junto a una asociación masónica, mancomunando su acción por un objetivo de Bien Común: la defensa del orden natural, por ejemplo contra un proyecto de ley de legalización del aborto. Para dar un ejemplo entre muchos, yo podría mencionar haber sido testigo de cómo quien hace años fuera rector de la Universidad de Bologna, en Italia, Fabio Roversi Monaco, conocido masón, mantuvo en su tiempo relaciones de colaboración con el Centro Santo Domingo, un centro cultural dirigido por los Dominicos de Bologna.
----------Pero debemos hacer una distinción: 1) una cosa es una colaboración ocasional con una asociación masónica en el campo de objetivos honestos para el bien privado o para el bien común; y 2) otra cosa distinta es una verdadera y propia afiliación a la Masonería. Lo primero es deseable, cuando al católico le es posible esa colaboración ocasional sin contaminar su consciencia de católico; por el contrario es sólo lo segundo lo que sigue prohibido por la Iglesia. Está claro que, efectivamente, la Iglesia ya no habla de "excomunión". Sin embargo, el estado de "pecado grave" y la exclusión de la Sagrada Comunión ciertamente equivalen a una excomunión, aún cuando esto no ocurra en un plano formal y explícito.
----------Finalizando por el momento esta breve referencia al tema que nos hemos propuesto, podríamos preguntarnos: ¿En qué puede consistir ese "pecado grave" que equivale a "mortal"? Por mi parte, les sugiero a los lectores un principio de respuesta, para que reflexionen antes de continuar otro día con la próxima nota sobre el tema. Podemos pensar que se trata de un pecado contra la Iglesia. Hablar de pecado contra la Iglesia, equivale a: pecado de cisma, recordando la nota constante hecha por la Iglesia hacia la Masonería de "conspirar" o "maquinar" contra la Iglesia o de ser enemiga de la Iglesia. Pero, si los lectores sacan las inferencias de esto que sugiero, seguramente se plantearán otra pregunta: ¿por qué la Masonería es enemiga de la Iglesia? Lo veremos en nuestras próximas notas.
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