En el corazón del problema de la ruptura del tradicionalismo extremo o abusivo nacido de la postura de mons. Marcel Lefebvre en los años 1960s y mantenida desde entonces, está la cuestión de la libertad religiosa, en el contexto del problema de la relación Iglesia-Estado. De esto ya hemos tratado en este blog con anterioridad. El problema "político" de la libertad religiosa reviste, en la polémica de mons. Marcel Lefebvre [1905-1991] en su enfrentamiento al Concilio Vaticano II, un papel no menos importante que el de la reforma litúrgica post-conciliar. La concepción general que el arzobispo francés tenía de la política, y particularmente su concepción de las relaciones entre el Estado y la Iglesia, ha pasado inalterable a sus herederos de la FSSPX y a otros grupos que surgieron de ella antes o después de la muerte de su fundador.
----------Dentro de pocos días se cumplirán 20 años de la beatificación conjunta de los papas Pío IX y Juan XXIII, realizada por el papa Juan Pablo II el 3 de septiembre del 2000. Fue una valiente decisión poner juntos estos dos santos, y no ocurrió en vano: significó una gran lección que la Iglesia nos quiso dar a todos los católicos, tanto conservadores como progresistas, alejados de todo abusivo extremismo, es decir los amantes de la tradición y los abiertos al futuro, pero ambas corrientes participando de la unidad católica, bajo la guía del Magisterio y cimentados en la roca sobre la que Nuestro Señor Jesucristo quiso fundar su Iglesia: Pedro y sus sucesores.
----------¿Por qué aquella valiente decisión del papa Karol Wojtyla veinte años atrás? ¿Por qué aquella beatificación conjunta que se sabía de antemano iba a generar tantas polémicas entre los extremistas conservadores, que criticaban la beatificación del progresista Juan XXIII, y los extremistas progresistas, que criticaban la beatificación del conservador Pío IX? Lo dicho: porque la Iglesia quiso darnos hace veinte años una lección muy clara; nos ha querido recordar que si bien entre estos dos santos se han producido acontecimientos y cambios históricos de importancia epocal, trascendental, que nos los hacen sentir muy distantes y casi en contraste entre ellos, sin embargo, como católicos sabemos a priori que dos santos no pueden dejar de coincidir al menos en los valores esenciales del Catolicismo.
----------Sin embargo, la moderna hagiografía no teme señalar, aunque siempre con respeto y mesura, la existencia de algún aspecto cuestionable, por no hablar de algún defecto, incluso en los santos, lo cual, sin empañar su santidad, hace que los veamos más humanos, más cercanos a nosotros, más imitables por nosotros, habitantes como somos de este pobre mundo, como ellos también lo fueron.
----------Los lectores comprenderán muy bien que no voy a referirme aquí a todos los aspectos de la vida de Pío IX y Juan XXIII; sería imposible; y tampoco pretendo referirme exhaustivamente al tema en cuestión: la concepción política y de la relación Iglesia-Estado en cada uno de esos dos pontífices, pues se podrían decir muchísimas cosas sobre este tema enorme y extremadamente complejo, donde también es difícil juzgar. Por eso me limitaré aquí a exponer, aunque sea modestamente, sólo algunas ideas, particularmente referidas a la cuestión de un posible cambio en el concepto de Iglesia y en particular en sus relaciones con el Estado, tanto por parte de Pío IX como de Juan XXIII.
----------Entre Pío IX [1792, 1846-1878], el papa del Concilio Vaticano I, del Syllabus y del fin de los Estados Pontificios por un lado, y Juan XXIII [1881, 1958-1963], el papa de la encíclica Pacem in terris y del Concilio Vaticano II, los acontecimientos que sobre todo respecto al tema propuesto (el cambio en el concepto de Iglesia, y de su relación con el Estado) tienen que interesarnos son precisamente el acontecimiento de la Unificación de Italia (hace 160 años), y también del Concilio Vaticano I, el drama del modernismo bajo san Pío X (cuya memoria hoy celebra la liturgia) y los Pactos Lateranenses de 1929, con los cuales, como sabemos, el Estado Italiano y la Iglesia acordaron reconocer el Estado de la Ciudad de Vaticano, como sede del Sumo Pontífice y al propio Pontífice como Jefe del Estado Vaticano.
----------A primera vista, entre el Syllabus de Pío IX y la declaración Dignitatis humanae del Vaticano II, dedicada a la libertad religiosa, parece haber un abismo. Igualmente, también parece haber enorme diferencia entre el concepto de Iglesia vigente en los tiempos del papa Pío IX y el concepto de Iglesia que emerge de los documentos del Concilio Vaticano II. Lo mismo ocurre para cuanto respecta a la relación Iglesia-Estado en los dos Papas. Sin embargo, necesitamos aclarar algunos detalles en estas cuestiones.
----------Ante todo, es necesario hacer una distinción en relación a la autoridad del Magisterio pontificio y conciliar. Se deben distinguir dos tipos de magisterio: 1) un Magisterio doctrinal-dogmático, y 2) un Magisterio disciplinario-pastoral.
----------1) El Magisterio doctrinal-dogmático, para el católico, nunca entra en contradicción consigo mismo y con los datos de la Tradición, sino que continuamente los reafirma, quizás con otro lenguaje, y en el curso de la historia los explicita y nos los hace conocer y profundizar siempre mejor: tenemos aquí lo que se llama "progreso dogmático", o como suele decirse en teología, la evolución homogénea del dogma. En esto la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, es infalible y nos enseña verdades divinas inmutables y eternas, que dominan la historia y la evolución de las civilizaciones. Desde este punto de vista y dentro de estos límites, se puede decir que el Vaticano II nos enseña un concepto nuevo de Iglesia, que, sin embargo, no debe entenderse en contradicción con cuanto la Iglesia había enseñado sobre sí misma y continúa enseñando.
----------1) El Magisterio doctrinal-dogmático, para el católico, nunca entra en contradicción consigo mismo y con los datos de la Tradición, sino que continuamente los reafirma, quizás con otro lenguaje, y en el curso de la historia los explicita y nos los hace conocer y profundizar siempre mejor: tenemos aquí lo que se llama "progreso dogmático", o como suele decirse en teología, la evolución homogénea del dogma. En esto la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, es infalible y nos enseña verdades divinas inmutables y eternas, que dominan la historia y la evolución de las civilizaciones. Desde este punto de vista y dentro de estos límites, se puede decir que el Vaticano II nos enseña un concepto nuevo de Iglesia, que, sin embargo, no debe entenderse en contradicción con cuanto la Iglesia había enseñado sobre sí misma y continúa enseñando.
----------2) El Magisterio disciplinario-pastoral, en cambio, se extiende en el campo de las directivas práctico-pastorales-disciplinarias, y en esas directivas la Iglesia, aunque es siempre digna para el católico de gran consideración y respeto, y por cierto merecedora en principio de fiel obediencia, puede sin embargo en ciertos casos errar, puede equivocarse, porque en este campo la Iglesia no está asistida infaliblemente por el Espíritu Santo. Desde este punto de vista, se nos permite con respeto y prudencia señalar: a) por una parte, en la conducta del papa Pío IX un error político, es decir, una cierta falta de previsión histórica, por la cual el papa Giovanni Mastai Ferretti no se dio cuenta de que ya habían madurado los tiempos para la Unidad de Italia. Y a la vez, paralelamente, b) no nos está prohibido señalar con todo respeto, junto con otros historiadores católicos, también un error político en la conducta del papa Juan XXIII y en la pastoral del mismo Concilio Vaticano II, error consistente en un cierto ingenuo optimismo y una excesiva indulgencia frente a los errores del pensamiento moderno, que habían sido justamente condenados por los Papas precedentes desde Pío IX hasta Pío XII, como por ejemplo el liberalismo, el panteísmo, el modernismo.
----------Lo que estoy tratando de explicar es que si bien los Papas y los Concilios Ecuménicos son infalibles en cuestiones doctrinales-dogmáticas, no lo son en cuestiones disciplinares-pastorales. Pueden en este segundo caso verse fuertemente afectados por las limitaciones humanas, por lo que pueden ser involuntariamente incapaces de elevarse por encima de los prejuicios históricos o en todo caso de los límites de particulares épocas históricas, por los cuales actuando en consecuencia, emiten directivas pastorales, las cuales, para una posterior y más madura reflexión a la luz del Evangelio mejor conocido, pueden resultar superadas, inoportunas o decididamente erróneas, por lo que deben ser abandonadas y sustituidas por otras, más esclarecidas, y mejor adaptadas a los tiempos.
----------Por consiguiente, y a propósito de la cuestión del concepto católico de Iglesia y en particular de la relación Iglesia-Estado, debemos distinguir dos niveles: 1) aquello que es la doctrina de fe, que ha sido sostenida por igual tanto por parte de Pío IX como por parte de Juan XXIII en cuanto se trata de doctrina inmutable, y 2) aquello que es el modo histórico con el cual los dos Santos Pontífices han vivido estas verdades y valores inmutables, de acuerdo con las exigencias de su tiempo.
----------a) El papa Pío IX era heredero de aquella particular concepción de la relación Iglesia-Estado que había sido solemnemente codificada por el papa Bonifacio VIII [1235-1303]. El papa Benedetto Gaetani, encontrándose viviendo en una Europa católica, gobernada por soberanos católicos, pudo presentar sin dificultad y en todos los aspectos a la Iglesia como superior al Estado, y también pudo presentar al poder pontificio no solo como poder espiritual, sino también como poder o soberanía política sobre los demás Estados, como un Estado grande y poderoso: los Estado Pontificios, a la par de las demás potencias europeas, capaz de aliarse con ellas también en función de beligerancia, dado que disponía de adecuadas fuerzas armadas. En virtud de esto, la religión era la religión del Estado y el código civil era en gran medida reflejo del código de derecho canónico y de las leyes de la Iglesia. Esta concepción de Iglesia de Bonifacio VIII y de su relación con el Estado, es la heredada por el papa Pío IX (y la que el abusivo tradicionalismo hoy quiere seguir defendiendo).
----------b) Por el contrario, el papa Juan XXIII se encontró viviendo en una Europa descristianizada y religiosamente dividida durante siglos, entre potencias europeas fuertemente secularizadas, una Europa no ya unificada por el cristianismo, sino solo por principios humanistas y naturales (los "derechos del hombre"), con una realidad eclesial desprovista de poder estatal político y militar (ciertamente el Vaticano sigue siendo un Estado, pero su ejército es evidentemente sólo simbólico). En estas condiciones, el Concilio Vaticano II, de acuerdo con la pastoral del papa Juan, habría configurado de un modo nuevo, adaptado al profundo cambio histórico que se había producido, la conducta de la Iglesia frente al Estado. No ya el Papa como soberano de los soberanos, señor de un gran Estado y de un gran ejército, ya no el catolicismo como religión del Estado, ya no la ley civil como reflejo de las leyes eclesiásticas, sino un Papa que emerge solamente por su prestigio espiritual y su autoridad moral, una Iglesia que se presenta a los ojos del Estado y del mundo como promotora del bien común, de la justicia y de la paz, sin pretender privilegios frente a las otras Confesiones religiosas, pero que se hace fuerte en el derecho a la libertad religiosa, hoy reconocida por todas las Naciones civiles y democráticas (que no, por cierto, por los estados donde rige la teocracia islámica).
----------Al mismo tiempo, y es importante no perderlo de vista para no caer en los errores del modernismo, más allá de estos profundos cambios históricos producidos entre dos épocas tan distintas como las vividas por ambos concilios, el Vaticano I y el Vaticano II, debemos reconocer que el concepto de Iglesia que nos ha enseñado el papa Pío IX es el mismo que nos ha enseñado el papa Juan XXIII. Desde el punto de vista de la fe, la Iglesia se mantiene siempre superior al Estado, en cuanto que, mientras el Estado guía al hombre hacia el bien común simplemente humano, la Iglesia conduce al hombre a la vida sobrenatural del reino de Dios.
----------Por consiguiente, y me disculparán los lectores que en esta nota sea demasiado escolástico, pero es necesario que lo sea para poder explicarme claramente, y por eso debo hacer una nueva distinción. Debemos distinguir: 1) la relación Iglesia-Estado desde el punto de vista de la fe y 2) la misma relación Iglesia-Estado desde el punto de vista de la convivencia civil. No se trata en absoluto, como algunos creen, de una especie de doble juego, de una actitud de astucia humana o de una falta de coherencia con la fe. Se trata más bien de reconocer una situación en la que el testimonio cristiano que se ha de dar no puede dejar de ser un testimonio al servicio de la dignidad humana en la vida personal y social.
----------Para expresar lo que intento decir podemos referirnos al episodio evangélico narrado en Mateo 17, 24-27: "Cuando llegaron a Cafarnaúm, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas, y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas? El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos. Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti". Es evidente que aquí Nuestro Señor Jesucristo, si bien por una parte se reconoce como Hijo de Dios y por tanto por encima de todos los reinos y reyes de la tierra, por otra parte propone a Pedro el pagar el impuesto del Templo, como cualquier otro fiel del antiguo Israel.
----------Aquí comprendemos el sentido de la conducta que el Concilio Vaticano II sugiere a la Iglesia en su relación con el Estado. Ella sigue sabiendo muy bien que Cristo es el Señor de los Señores, sin embargo es Cristo mismo quien, a través de la voz del Concilio Vaticano II, pide hoy a la Iglesia este testimonio a favor del hombre, en la seguridad de que tal testimonio es la mejor vía para reconducir a Cristo al hombre descristianizado y a la sociedad civil que ha perdido el sentido de los valores trascendentes.
Querido padre Filemón,
ResponderEliminarNo deje de escribir sobre estos temas tan instructivos. Y no tenga miedo de ser "escolástico" como Ud. dice. ¡Haga todas las distinciones que sean necesarias con tal que podamos comprender mejor estas cuestiones que dividen a tantos católicos fanáticamente, precisamente por ser fanáticos, por no tomarse el trabajo de pensar racionalmente y con sentido común los puntos esenciales de nuestra Fe.
Muy agradecida, y cuénteme como una de sus diarias lectoras.