El jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta no ha vetado la decisión de la Legislatura de que Buenos Aires se adhiera al "Protocolo nacional de Interrupción Legal del Embarazo (ILE)", aunque indicó que personalmente considera que hay que cuidar la vida siempre y desde el momento mismo de la gestación.
----------La actitud de doblez del cacique porteño es típica de muchos nominales "católicos" argentinos. Rodríguez Larreta se dice católico; sin embargo, sus supuestas convicciones creyentes no trascienden en absoluto hacia su función de gobernante, su Fe parece no tener nada que decir a su comportamiento cívico y político. Pero este gobernante cumple la media católica argentina: su actitud no es en absoluto diferente a la de millones de votantes católicos (al menos bautizados en la Iglesia Católica, practicantes o no) en quienes no han influido las convicciones abortistas de los candidatos a los distintos niveles del gobierno argentino. De lamentar es que, en cierto modo, sea esta también la actitud de muchos Pastores, obispos y sacerdotes argentinos, quienes una vez que se sancionan estas leyes (que antes de ser anti-cristianas, son inhumanas, por ser contrarias al orden natural) pasan a guardar el más absoluto silencio, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia, con ocasión de la sanción, por ejemplo, de las leyes de enseñanza laica, o de divorcio vincular, o de unión de parejas del mismo sexo, o de leyes homofóbicas, o de leyes educativas a favor de la perversión de género, o como sucederá ahora también con la ley del aborto seguramente. La inevitable impresión es que el tácito sometimiento a los nuevos paradigmas de la sociedad secular convoca a obispos y sacerdotes al silencio de sus supuestas convicciones de Fe, salvo honrosas excepciones.
----------Mi intención con esta nota es simplemente brindar algunos aportes filosóficos a la campaña pro-vida que se moviliza en nuestra sociedad, en parte impulsada por los buenos católicos militantes que no han perdido la conciencia de las consecuencias y responsabilidades cívicas y políticas de su Fe Católica. Por supuesto, no pretendo decir nada nuevo, sino sencillamente divulgar de modo más o menos claro y accesible a lectores sin particular formación filosófica, los datos de certeza racional que la filosofía ha venido develando con el paso del tiempo, y que la Doctrina Católica, a través del Magisterio de la Iglesia, siguiendo la viva Tradición Católica ha venido enseñando a través de los últimos Pontífices. En particular quiero centrarme en esta nota en una certeza fundamental: el embrión humano es persona humana. Esta verdad, de firme certeza, segura para todo ser humano en pleno ejercicio de su razón, ha quedado de tal modo obnubilada en nuestra sociedad que, incluso las mayorías católicas se han hecho inconscientemente cómplices del mayor genocidio y matanza de inocentes en toda la historia de la humanidad: el provocado por el aborto.
Por qué razón el embrión humano es persona
----------Es bien conocido el debate entre académicos, científicos, antropólogos y teólogos sobre la cuestión de si el embrión humano es persona o no. Al respecto, es importante señalar que en 2008, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento, la Instrucción Dignitas Personae, "Sobre algunas cuestiones de Bioética", en la que por primera vez el Magisterio de la Iglesia adopta claramente posición acerca de la cuestión, pronunciándose a favor de la tesis según la cual el embrión humano es persona.
----------La actitud de doblez del cacique porteño es típica de muchos nominales "católicos" argentinos. Rodríguez Larreta se dice católico; sin embargo, sus supuestas convicciones creyentes no trascienden en absoluto hacia su función de gobernante, su Fe parece no tener nada que decir a su comportamiento cívico y político. Pero este gobernante cumple la media católica argentina: su actitud no es en absoluto diferente a la de millones de votantes católicos (al menos bautizados en la Iglesia Católica, practicantes o no) en quienes no han influido las convicciones abortistas de los candidatos a los distintos niveles del gobierno argentino. De lamentar es que, en cierto modo, sea esta también la actitud de muchos Pastores, obispos y sacerdotes argentinos, quienes una vez que se sancionan estas leyes (que antes de ser anti-cristianas, son inhumanas, por ser contrarias al orden natural) pasan a guardar el más absoluto silencio, como ha ocurrido tantas veces en nuestra historia, con ocasión de la sanción, por ejemplo, de las leyes de enseñanza laica, o de divorcio vincular, o de unión de parejas del mismo sexo, o de leyes homofóbicas, o de leyes educativas a favor de la perversión de género, o como sucederá ahora también con la ley del aborto seguramente. La inevitable impresión es que el tácito sometimiento a los nuevos paradigmas de la sociedad secular convoca a obispos y sacerdotes al silencio de sus supuestas convicciones de Fe, salvo honrosas excepciones.
----------Mi intención con esta nota es simplemente brindar algunos aportes filosóficos a la campaña pro-vida que se moviliza en nuestra sociedad, en parte impulsada por los buenos católicos militantes que no han perdido la conciencia de las consecuencias y responsabilidades cívicas y políticas de su Fe Católica. Por supuesto, no pretendo decir nada nuevo, sino sencillamente divulgar de modo más o menos claro y accesible a lectores sin particular formación filosófica, los datos de certeza racional que la filosofía ha venido develando con el paso del tiempo, y que la Doctrina Católica, a través del Magisterio de la Iglesia, siguiendo la viva Tradición Católica ha venido enseñando a través de los últimos Pontífices. En particular quiero centrarme en esta nota en una certeza fundamental: el embrión humano es persona humana. Esta verdad, de firme certeza, segura para todo ser humano en pleno ejercicio de su razón, ha quedado de tal modo obnubilada en nuestra sociedad que, incluso las mayorías católicas se han hecho inconscientemente cómplices del mayor genocidio y matanza de inocentes en toda la historia de la humanidad: el provocado por el aborto.
Por qué razón el embrión humano es persona
----------Es bien conocido el debate entre académicos, científicos, antropólogos y teólogos sobre la cuestión de si el embrión humano es persona o no. Al respecto, es importante señalar que en 2008, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicó un documento, la Instrucción Dignitas Personae, "Sobre algunas cuestiones de Bioética", en la que por primera vez el Magisterio de la Iglesia adopta claramente posición acerca de la cuestión, pronunciándose a favor de la tesis según la cual el embrión humano es persona.
----------Tal Instrucción había tenido antecedentes doctrinales. Ya en 1996, la encíclica de san Juan Pablo II Evangelium Vitae había implícitamente respondido a la cuestión con la pregunta retórica: "¿cómo el embrión, siendo un individuo humano, no sería persona?", sobreentendiendo evidentemente la respuesta afirmativa. Esta afirmación de la Iglesia, que empeña su Magisterio infalible (siendo para el católico, por lo tanto, la definición del hombre materia de fe), es ciertamente de gran relieve desde el punto de vista antropológico, y grávida de consecuencias morales, tanto en el plano de la bioética, como en el plano jurídico en cuanto respecta a los derechos del hombre, sobre todo el derecho a la vida.
----------Pero podemos preguntarnos: ¿Qué intenta aquí decir el Magisterio con el término "persona"? ¿Qué concepto de persona está presupuesto o implicado? No se trata sino del tradicional concepto de persona siempre utilizado por el Magisterio de la Iglesia también en otras circunstancias importantes ligadas a la divina Revelación, para designar la subsistencia de una naturaleza espiritual, ya se trate de la naturaleza divina o de la naturaleza angélica o de la naturaleza humana. Tal concepto está ilustrado de modo particularmente convincente por la escuela de santo Tomás de Aquino.
----------El Magisterio pontificio del siglo pasado habla del verdadero Dios como Dios "personal", mientras que el Concilio Vaticano I define la naturaleza divina como "una singularis substantia spiritualis". El papa san Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris de 1963, atribuye a la persona humana una "naturaleza dotada de inteligencia y libre voluntad", mientras que el Concilio Vaticano II establece la dignidad de la persona humana en el hecho de ser "creada a imagen de Dios" (Gaudium et Spes 12).
----------A partir de estos pronunciamientos dispersos, de suma autoridad, se puede derivar lo que sin duda se puede llamar el concepto católico de persona humana o angélica o divina, un concepto indudablemente metafísico, pero también y sobre todo, para el católico, un dato de fe: la persona como ente o substancia espiritual, es decir, dotada de inteligencia y voluntad. O sea: se trata de una noción filosóficamente cierta, pero para el católico, al ser dato conexo (necesario) a su Fe, es también un dato de Fe.
----------Cabe señalar, de hecho, que cuando los Pontífices antes mencionados hablan del Dios "personal", no intentan referirse al misterio de las tres Personas divinas, sino, como he dicho, a la naturaleza o esencia divina, es decir, al Dios uno, cognoscible ya en sí mismo por la sola razón humana, aquello que podríamos llamar el Dios del monoteísmo o de la religión natural.
----------De hecho, según la doctrina de la fe, la Persona divina trinitaria realiza el concepto de persona en un sentido solamente analógico, en cuanto que, como ha enseñado el Concilio de Florencia en 1442, la persona trinitaria no es "substancia", sino "relación subsistente", como también tuvo ocasión de recordar el papa Benedicto XVI en la Audiencia General del 23 de mayo de 2012.
----------Dios, sin embargo, sigue siendo "persona" en cuanto ente espiritual subsistente, de modo que al final, se trate de persona (naturaleza humana o divina) en el sentido racional o en el sentido de la fe (Persona trinitaria), la definición genérica de persona podría reducirse a esto: ente o sujeto subsistente espiritual. Podríamos hacer una conexión con la tradicional definición jurídica: sujeto capaz de entender y de querer.
----------Por cuanto llevamos dicho, nos damos cuenta de lo laborioso que es el pronunciamiento antes mencionado del Magisterio cuando define el embrión humano como persona. Esta afirmación en principio puede presentar insuperables dificultades, dado que salta a la vista por la más evidente experiencia que, de hecho, el embrión no ejerce los actos propios de la persona. ¿Cómo podemos responder a esa objeción? ¿Cómo se puede afirmar que el embrión humano es persona si no ejerce actos propios de la persona?
----------Sin embargo, y respondiendo a esa objeción, nadie puede negar que, desde la etapa inicial de la mono-célula, el cigoto, el embrión es un todo, un individuo, aunque compuesto de partes, una substancia viviente en sí completa y ontológicamente autónoma respecto al cuerpo de la madre, aunque obviamente de él sea dependiente por cuanto respecta a las funciones vitales. Pues bien, la Iglesia dice que esta primera célula, y con mayor todas las demás, tomadas colectivamente, que de ella surgirán por multiplicación celular, hasta los miles de millones de células del individuo adulto, constituyen ya una "persona".
Persona en sentido ontológico y persona en sentido dinámico
Persona en sentido ontológico y persona en sentido dinámico
----------En este punto, sin embargo, para no hacer una afirmación inaceptable dada la precedente definición de persona, es necesario hacer una distinción fundamental de la máxima importancia, entre persona en sentido ontológico y persona en sentido dinámico o, en otras palabras, entre persona como substancia y persona como agente. La explicación de esta distinción es sencilla.
----------Está claro que la persona como agente (al respecto se podría pensar, aunque con algunas reservas, en la res cogitans de Descartes) es una substancia o sujeto agente. Pero la persona como substancia, aunque radicalmente dotada de la capacidad de entender y querer, no necesariamente dispone de la facultad inmediata en tal sentido ni tanto menos necesariamente ejerce en acto esa facultad, para que esta pueda o deba entrar necesariamente en la definición de persona, porque, si así fuera (como resulta de la misma definición cartesiana de persona y, consecuentemente, de la definición idealista de persona), el embrión no podría ser considerado persona, porque evidentemente no posee esa facultad de modo inmediato, para así poderla usar a voluntad como es propio de la persona adulta, y sin embargo la posee solo radicalmente, en cuanto emanante de la naturaleza humana (rationalis natura, como dice Boecio), subsistente como persona (individua substantia, siempre para usar la famosa definición boeciana).
----------De estas consideraciones emerge con claridad, debido a su universalidad, la importancia del concepto analógico y metafísico de persona. Tal concepto reconoce a todo individuo humano, comprendido el embrión, la dignidad de persona, sin condiciones o discriminaciones, que podrían excluir a alguien, en este caso al embrión, de ser persona con el sagrado respeto que en consecuencia le es debido.
----------El concepto ontológico de persona es la verdadera garantía del valor de la humana igualdad. Tal concepto dice que más allá de cualquier diferencia que pueda existir, diferencia de edad, de raza, de capacidad, de salud, de inteligencia, de cultura, de clase social, de patrimonio o riqueza, de religión, etc., todo individuo humano es igualmente persona.
----------Para salvar el concepto de persona, entonces, es esencial no poner demasiado el acento sobre ese aspecto dinámico de la persona, la "relación", como se dice hoy, que aunque sea muy importante para muchos hoy (y en algunos aspectos con razón), tanto en el campo católico como en el campo secular, sobre todo si se trata de formación espiritualista o idealista, sostenedores de lo que suele llamarse el "personalismo relacionista" y otros llaman personalismo existencialista o fenomenológico.
----------De hecho, si vinculamos a la definición misma de persona demasiado estrictamente la facultad de relacionarse o la apertura social mediante el intelecto y la voluntad, entonces inmediatamente nos damos cuenta de que el pobre embrión, que carece de esa facultad, pues es absolutamente incapaz de relacionarse con nadie, pierde su propio estatuto de persona con eventuales consecuencias para él letales: si el embrión, al no poder relacionarse o abrirse socialmente por su intelecto y voluntad aún no desarrollados, no es persona, dotada de inalienable derecho a la vida, entonces ya no habría más dificultades o dudas para suprimirle su existencia, incluso para los más nobles fines, como podrían ser la obtención de las famosas células madre o para fines menos nobles, de hecho -en línea de principio- decididamente "abominables", si queremos expresarnos con el Concilio Vaticano II, como la práctica del aborto.
----------El personalismo relacionista es movido por nobles ideales, pero aspira a esos ideales de modo imprudente y desprevenido, sin imaginar cuáles pueden ser las consecuencias lógicas de su concepto de persona, consecuencias que, estoy seguro, si sus sostenedores se dieran cuenta, ciertamente renunciarían a su concepto de persona para asumir con todo su corazón el concepto ontológico de persona, precisamente el propuesto por el Magisterio de la Iglesia o cuanto menos implicado en él, un concepto que no quita nada a la perspectiva relacional de la persona, sino que de hecho le da la base auténtica, pero hace comprender el concepto verdaderamente universal de persona.
----------No estoy negando aquí la parte de verdad del personalismo relacionista y de su apasionada pero demasiado emotiva perorata de la importancia de la relación, a menudo acompañada por la exaltación del "amor", de lo "concreto" o de la "historia", valores a los que todos son evidentemente sensibles. Por otra parte, los relacionistas experimentan un vivo sentido de repugnancia cuando se les recuerda que el actuar (la relación, el amor), en la persona humana, al fin de cuentas no es substancial o subsistente, sino accidental o agregado a la substancia de la persona, aunque las facultades de la persona sean propiedades esenciales de la misma persona. Sin embargo, debería ser para los personalistas muy simple el notar que incluso la persona adulta, dueña de sí, sea que actúe, sea que no actúe, sin embargo, siempre sigue siendo persona. Incluso una persona que duerme evidentemente sigue siendo persona, es decir, en ella no viene a menos la definición de persona por el hecho de que duerme. No deja de ser persona porque duerme.
----------Los relacionistas, al fin de cuentas, muestran una evidente miopía metafísica y una mediocre formación filosófica, cuando al ver que otros (o incluso, como se ha dicho, el Magisterio de la Iglesia) define la persona en términos de substancia, se imaginan que de tal modo se ve la persona como una especie de bloque o roca, fija, opaca, rígida o estática o, como dicen ellos, una definición "cosalista" de persona, que ignora la dimensión esencial de la vida y de la acción. No llegan a comprender que el concepto escolástico de persona, concepto ontológico, de ningún modo niega el sentido dinámico.
----------Ellos se imaginan la distinción entre substancia y accidentes como la distinción, en un cuerpo humano, entre el esqueleto y los músculos, o bien la distinción entre un automóvil estacionado y un automóvil en marcha, cuando en cambio se trata no de distinción entre cosas o hechos, sino entre dimensiones del único ente, sobre todo considerando que se trata de un ente espiritual: ente subsistente, la substancia; ente inherente, el accidente; pero el ente es siempre él, único ente compuesto de substancia y accidentes.
----------En realidad, los relacionistas, tan preocupados como se muestran por no reducir el actuar a lo accidental, al definir a la persona como relación (concepto de relación que, metafísica y lógicamente, pertenece a la categoría del accidente), no se dan cuenta de que ellos mismos reducen la persona a la categoría del accidente, haciéndole perder su carácter absoluto y relativizándola a una totalidad externa, con la consecuencia de que pierde su propia consistencia substancial y, por lo tanto, su verdadera dignidad frente a los términos de la relación, aunque también se trate de Dios mismo, sin mencionar otros valores aunque elevados, como el social o la otra persona o el partido o el Estado o el Jefe, etc. La persona ciertamente está llamada al servicio del bien, pero no puede ser esclava de nadie, ni siquiera de Dios.
----------Por otra parte, la parte de verdad del relacionismo radica en el hecho de que indudablemente la persona alcanza su perfección moral en el ejercicio de la acción y de la relación, si se trata obviamente de una relación honesta y virtuosa. Sin embargo, los relacionalistas deberían recordar que la acción siempre presupone la esencia de la persona y no la constituye en su esencia.
----------Solamente en Dios la acción es subsistente, porque en Dios el ser se identifica con la acción. Dios no solo ama sino que es Amor. No es así para nosotros: seguimos siendo una persona incluso si odiamos en lugar de amar e incluso si no ejercemos los actos del espíritu. No se debe confundir el plano de la moral (perfección de la persona) con el plano metafísico (existencia de la persona).
----------Esta y solo esta es la condición para entender por qué el embrión es persona. En la medida en que está dotado de alma espiritual creada inmediatamente por Dios, alma que es forma sustancial de la materia de su cuerpo (sin importar cuántas son las células), tiene ya en sí radicalmente las facultades de entender y de querer, que pasarán al acto cuando en su cuerpo se haya formado la necesaria base (neuronal, biológica y psicológica), que ulteriormente se espera que actúe en busca de los valores realmente humanos, conforme a su naturaleza: la verdad, el bien y la belleza, que es precisamente lo que se espera lograr de una buena educación y de un constante ejercicio virtuoso de las facultades espirituales bajo la guía de la gracia divina.
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