domingo, 9 de agosto de 2020

Notas sueltas en la Novena de la Asunción (4/9)

La noción simplista de que la definición de Pío XII en la constitución apostólica Munificentissimus Deus respecto de la Asunción de María Santísima constituía de alguna manera la "imposición" de un "nuevo" dogma, es todo lo contrario a la verdad, todo lo contrario a lo que de hecho sucedió en 1950.
   
----------Si se me permite expresarlo de la manera más cruda y clara que me es posible (pero que no tiene la intención de ser provocativa ni escandalosa, ¡Dios no me lo permita!), podría decir que la definición de 1950, en lugar de constituir un incremento doctrinal, en lugar de manifestar un aumento esclarecedor doctrinal en la Fe, esa definición constituye un reduccionismo doctrinal.
----------Hay que notar que los textos del primer milenio de la Iglesia en Occidente expresaron una idea común también a Oriente: 1) que María "sufrió la muerte temporal", 2) que sin embargo ella "no podía ser retenida por los lazos de la muerte", y 3) que la precisa razón por la cual "Dios la trasladó desde esta era" consistía en que "ella podría interceder fielmente por nuestros pecados". Esta es la antigua Tradición común de Oriente y Occidente. Y está, de hecho, expresada claramente en gran parte de las pruebas litúrgicas y patrísticas citadas por el venerable papa Pío XII como evidencia para la definición del dogma en la constitución Munificentissimus Deus (quienes tienen dificultades con el latín, pueden comprobar lo que digo leyendo esa constitución en esta versión en español hasta el numero 40); y uno sospecha que esto es así, que cita todas esas fuentes, porque el Papa habría quedado mucho más carente de evidencias, de pruebas, si hubiera omitido ese material. Pero de hecho, esa antigua Tradición común a Oriente y Occidente queda fuera de la escueta definición dogmática: "Immaculatam Deiparam semper Virginem Mariam, expleto terrestris vitae cursu, fuisse corpore et anima ad caelestem gloriam assumptam" (la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste). Y al quedar fuera de la definición, eso implicó, de facto, que ha desaparecido oficialmente de la cristiandad latina.
----------Y, de facto, en los subsiguientes cambios litúrgicos, la muerte y resurrección de María Santísima, muerte y resurrección verdaderas, a las que antes se aludía claramente, pasaron a ser alusiones censuradas fuera del Oficio Divino. Sin embargo, las viejas creencias todavía seguían siendo lo suficientemente buenas para las páginas de los Misales de Altar de muchas tradiciones litúrgicas anteriores a la reforma del Concilio Vaticano II. También fueron lo suficientemente buenas para las lecturas del Breviario durante la Octava. Por ejemplo, también el justamente famoso sermón del santo cardenal John Henry Newman en la Fiesta de la Asunción se apoya asimismo en aquella antigua tradición: María murió y resucitó.
----------Sin embargo, esto no es lo que el venerable papa Pío XII definió. Su definición de 1950, como por ejemplo, y para abundar en más datos, nos recuerda con precisión el documento de la ARCIC sobre María (recuérdese que la ARCIC es la Comisión Internacional Anglicana-Católica, creada en 1969 para el progreso ecuménico entre la Iglesia Católica Romana y la Comunión Anglicana), "no utiliza sobre ella el lenguaje de muerte y resurrección, sino que celebra la acción de Dios en ella" (¡un "sino", un "pero", muy extraño, muy sugestivo!). En otras palabras, y otra vez voy a expresarme de manera muy cruda: Pío XII tomó un machete y tronchó sin piedad la antigua Tradición común a Oriente y Occidente sobre María Santísima, no simplemente ignorando los relatos apócrifos por ejemplo sobre como se reunieron los Apóstoles y lo que encontraron en la tumba, y cómo más tarde llegó santo Tomás, y todo lo demás (que algunos críticos demasiado escrupulosos podrían considerar meras "tradiciones" y no "la" Tradición), sino también podando incluso el esqueleto estructural de lo que los cristianos de Oriente y Occidente armoniosamente creían saber del final de la vida de María Santísima: que ella, la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, como Él, y no podía ser de otro modo, verdaderamente murió y resucitó (lo cual es verdaderamente Tradición).
----------Quizás habría que afirmar claramente que, si reducimos el valor dogmático  de la constitución apostólica Munificentissimus Deus a la definición de una frase solemne como parece que hay que reducir (en el n.44 de algunas versiones, o en el n.19 de mi ejemplar de la colección de documentos pontificios hasta 1950 de ediciones Guadalupe), entonces la constitución de 1950 no fue la imposición de un nuevo dogma, sino la eliminación del 99% de lo que la antigua Tradición común de Oriente y Occidente había compartido sin polémica alguna durante siglos. Y, de hecho, aquellos (agnósticos marianos, podríamos llamarlos) cuya actitud instintiva parece ser evitar hablar de los privilegios dados por Dios a María Santísima, y evitar mencionar en concreto el modo como ella finalizó su vida en este mundo, deberían más bien aplaudir al papa Pío XII y su radical austeridad en la definición de 1950 y su innovador -si me lo permiten, con todo respeto- aparente agnosticismo mariano, al menos oficial, es decir, en documentos oficiales del Magisterio. En definitiva, habría que decir que el venerable papa Pío XII parece haber recorrido en su definición de 1950 todo el camino tradicional (citando fuentes y más fuentes, como se habrá podido comprobar en la lectura de la constitución de 1950) para terminar, sorprendentemente, concordando con ese mismo agnosticismo.
----------Sin embargo, suplico a los lectores que no me tomen esto último que digo al pie de la letra y en un sentido irrespetuoso del Magisterio de la Iglesia. En mi nota de mañana, para evitar equívocos y confusiones, les prometo un contrapeso, con las debidas y necesarias aclaraciones

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