martes, 4 de agosto de 2020

Satanás y el Nuevo Orden Mundial (2/2)

Tras veinte siglos de cristianismo, dos mil años de surgimiento, desarrollo, esplendor y decadencia de la civilización cristiana, y a la vista del panorama actual que nos ofrece hoy este mundo en gran medida anti-cristiano, no son pocos los que se convencen que en el actual imperio del Nuevo Orden Mundial se hallan malignas fuerzas colectivas preternaturales, con un soberano responsable: Satanás. ¿Qué hay de cierto en ello? Es esto lo que nos preguntamos desde la nota anterior. Ahora bien, ¿cuáles son los modos que Satanás utiliza para seducir a individuos y naciones y conquistar a las masas?

----------Los aspectos de la acción demoníaca que señalamos al final de la nota de ayer, por lo tanto, no son los elementos más peligrosos e insidiosos de la acción de Satanás. Afectan más a la fantasía popular, que ve en el demonio más a quien atemoriza o daña físicamente que a quien más frecuentemente es: un sutil y fascinante tentador a la incredulidad, al odio y a la herejía.
----------En contraposición a la fantasía popular, como advierte frecuentemente la Sagrada Escritura, el demonio, a menudo y de buena gana, para inducirnos al pecado, sobre todo al pecado de impiedad y de soberbia, sabe también habilísimamente cómo "disfrazarse de ángel de la luz" y sugerir, por lo tanto, ideas y conductas aparentemente moderadas, de supuesto buen comportamiento, de buena educación, gentiles, controladas, politically correct, como se dice hoy, pero que esconden el odio, la traición, la desconfianza, la desobediencia, la envidia y la maldad: "veneno de áspid bajo los labios", como dice el Salmo 140,3.
----------Precisamente por esa razón, Nuestro Señor Jesucristo llama a quienes se vuelven siervos del demonio con el nombre de "serpientes" y "raza de víboras", porque actúan mediante insinuaciones hipócritamente escondidas, sutilmente ocultas, retorcidas, dulces y aparentemente inocuas, pero que en realidad siempre están preparados para agredir imprevistamente y para golpear traidoramente y sin piedad.
----------Ya el Antiguo Testamento afirma que los dioses de los pueblos paganos son demonios, y san Agustín de Hipona [354-430] retoma insistentemente esta idea. Probablemente tal idea no sería muy del agrado de ciertos cristianos dialogantes de la actualidad, y sobre todo de los buenistas o misericordistas, los neo-marcionitas de nuestros tiempos. Sin embargo, esa idea vétero-testamentaria mantiene su verdad, aún cuando naturalmente hoy, después del Concilio Vaticano II, la Iglesia nos reclama atención a los valores de las otras religiones y de las culturas no católicas, que antes no se veían. Pero con esto, el Concilio no nos autoriza absolutamente a bajar la guardia, a dejar de estar alertas, sino que nos obliga a tener ese sabio discernimiento que puede distinguir los espíritus, aprovechar lo bueno y rechazar lo malo, pues en las religiones no cristianas la verdad, cuando existe, siempre está mezclada con el error.
----------El Antiguo Testamento ve en las guerras libradas por los pueblos paganos contra Israel una figura profética de la recurrente guerra de los "hijos de este mundo" contra los "hijos de la luz", es decir, contra la Iglesia, de la cual guerra hablará el Evangelio, y un lenguaje similar también se encuentra en la literatura de Qumrán, y en otras corrientes apocalípticas. De hecho, en el mismo Apocalipsis bíblico, como es sabido, es anunciado el choque final entre las fuerzas de Cristo cabeza de la Iglesia de los santos y las fuerzas del mal dirigidas por Satanás y sus acólitos.
----------Sin embargo, el enemigo también puede estar dentro de la Iglesia, así como la Iglesia visible puede tener amigos, ayudantes y colaboradores en los "buenos samaritanos", o sea no católicos, aparentemente incrédulos, laicistas o ateos, que se encuentran fuera de sus confines visibles, pero que, debido a su buena fe, ignorancia invencible, buena voluntad y honestidad natural pueden muy bien pertenecer inconscientemente a la Iglesia y ser más santos que muchos de los que pertenecen visiblemente a ella, pero como pesos muertos, es decir, no con el corazón, sino solo con el cuerpo.
----------De hecho, hoy más que nunca asistimos a este fenómeno a causa de un mala comprensión de la pastoral misionera del Concilio Vaticano II, por el cual, por primera vez en la historia de los Concilios, la Iglesia ya no se dirige solo a los católicos o, a lo sumo, a los cristianos no católicos, sino a todos los hombres de buena voluntad, es decir, a los hombres en cuanto tales, por lo cual, para proponer de renovada y más actual manera la verdad del Evangelio, no fundamenta lo que dice solo sobre la base de la doctrina católica, sino también de las comunes convicciones de la razón y de la conciencia natural.
----------Con esta actitud, la Iglesia ha querido remediar un cierto defecto del período pre-conciliar, en el cual efectivamente existía la justa preocupación de tener bien claros los límites de la ortodoxia y se tuvo cuidado de preservarlos con celo, precisión y coraje, pero después se careció de la atención y de la comprensión de los aspectos válidos de las otras religiones y de las culturas diversas de aquella de la tradición greco-romana. La Iglesia, atacada radicalmente por estos enemigos externos y abiertos, se defendió vigorosa y válidamente, golpe por golpe, con sabias advertencias, centradas condenas y sutiles refutaciones. Pero, en el fervor de la polémica, tendía a no ver o a minimizar los valores comunes de carácter humano, que podrían constituir una base de diálogo con el que modernizar, ampliar y enriquecer el edificio de la cultura católica, para tener más contactos con los hombres del propio tiempo, ayudándoles a resolver sus problemas y proponer a todos, en sus lenguas y culturas, el mensaje de Cristo.
----------El Concilio Vaticano II ha puesto remedio a estos defectos, pero lamentablemente su apertura al mundo moderno y a los hombres en cuanto seres racionales ha sido mal entendida por muchos, tanto modernistas como tradicionalistas, como si la nueva Iglesia a construir ya no tuviera esos límites doctrinales que habían sido fijados por la Tradición y por el Dogma, sino que se hubiese convertido en una especie de gelatina light, rejunte sincrético e incoherente de todas las posibles opiniones del mundo moderno, aceptadas simplemente por el hecho de ser modernas y compartidas por personajes prominentes o famosos, herejes rehabilitados, o en cualquier caso apreciados por la gran masa de la gente.
----------Se ha olvidado que la Iglesia es un organismo viviente, el cual, como tal, para vivir decentemente y en buena salud, debe hacer dos cosas: conservar su propia identidad y mantener relaciones con el ambiente asumiendo lo bueno y rechazando lo nocivo. El criterio de la distinción proviene en el viviente de su propia vitalidad interior, esencial y estructural, supuestamente sana, la cual evidentemente debe ser conservada, pues en caso contrario no hay renovación sino corrupción.
----------Algo así debería haberse hecho para aplicar verdaderamente las directivas del Concilio Vaticano II: conservar la esencia o identidad inmutable de la Iglesia, y en base a esta autoconciencia, hacer una labor de discernimiento frente a la modernidad proponiendo lo positivo y refutando lo negativo.
----------Ha sido y es un acto de gran insensatez el de los modernistas de escarnecer y despreciar la actitud conservadora o tradicionalista, casi como si en sí mismo eso estuviera equivocado. Por otro lado, existen en la Iglesia, como en todas las circunstancias de la vida, incluso las más banales, cosas para conservar y cosas para tirar o para cambiar, y es lo que a veces no comprenden los tradicionalistas.
----------También aquí es importante el discernimiento que debe hacerse, en nuestro caso, sobre la base de los elementos esenciales de la Iglesia, que la misma Iglesia siempre se ha ocupado de definir, incluido el Concilio Vaticano II. La verdadera renovación o el verdadero progreso no es una revolución que cancela todo para rehacer todo como lo haría un cocinero que ha quemado una comida. Razonar de esta manera significa dar prueba de una enorme estupidez, una culpable superficialidad o una inmadurez intelectual. La verdadera renovación y el verdadero progreso, en cambio, son renovar y hacer avanzar lo que debe ser conservado siempre. Progreso y Tradición, reforma y fidelidad, son valores inescindibles en la vida de la Iglesia como en cualquier otra forma de vida humana.
----------En cambio, hoy la Iglesia se presenta, hay que reconocerlo, como una especie de caótico y confuso mercado de pulgas, donde encontramos todo y a la vez lo contrario de todo, por lo que no es para sorprenderse si el mundo no se convierte porque presentamos un rostro de Iglesia que, como dijo dramáticamente el papa Pablo VI, se auto-demuele a sí misma, con un doble magisterio, el de los obispos y el de los teólogos en contraste y en competencia unos con otros, cuando deberían ser los obispos quienes guíen y corrijan a los teólogos, para que el común honesto hombre de la calle o una persona que tiene la cabeza sobre el cuello o tiene un poco de buen sentido común se vea obligado a decirnos: pónganse de acuerdo acerca de lo que es y consideraremos la propuesta cristiana. O bien por el contrario, tiende a difundirse una imagen modernista de la Iglesia que no se corresponde a aquella verdaderamente querida por Cristo.
----------Por consiguiente, y en conclusión, es necesario encontrar o mejor alcanzar el equilibrio. Sin negar las conquistas del Vaticano II y precisamente para darles un fundamento y una credibilidad, es necesario encontrar los criterios inmutables, dogmáticos del rostro de la Iglesia, ya bien conocidos en la Tradición y sobre su base alcanzar los desarrollos y las explicitaciones del Vaticano II, superando la apariencia de "ruptura" que estos pueden dar frente al pasado. Solo así la Iglesia mostrará que ella es un verdadero organismo viviente, el Cuerpo de Cristo tal como Cristo lo ha querido para la salvación del mundo.
----------De modo que, naturalmente, la respuesta a la pregunta con la que he iniciado estas dos notas, la de ayer y la de hoy, no puede ser sino afirmativa: sin duda es Satanás quien está detrás del denominado Nuevo Orden Mundial (fuera y dentro de la Iglesia) y de esas fuerzas malignas colectivas que hoy nos agobian, porque es Satanás quien divide, seduce con la mentira y el error, oponiéndose a lo esencialmente cristiano, engañándonos con los extremos progresismos y tradicionalismos y apartándonos de la columna de verdad del Magisterio de la Iglesia, único intérprete de la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, fuentes de la Revelación.

4 comentarios:

  1. En diversas ocasiones vimos a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II -un poco en solitario- decir lo que el post afirma. La apertura al mundo no es casarse con el mundo.
    Seguramente el problema es estos Papas que tuvieron poco apoyo del episcopado (el que cuenta como Alemania, Francia, Estados Unidos), aunque ellos mismos nombraban a los obispos. Ambos Papas cuidaron que los episcopados mantuvieran una cierta unidad. Un ejemplo fue la comunión de los divorciados. Los Cardenales Lehmann y Kasper autorizaban a que con un juramento de parte de los divorciados que su matrimonio era nulo aunque no llegaban a probarlo pudieran acceder a la comunión sacramental. En 1994 la Congregación para la Dcotrina de la Fe sacó una intrucción que desautorizaba esta práctica. Sin embargo -seguramente pensando evitar un mal mayor- la Santa Sede no removió a estos Cardenales.
    Eso trajo una idea en muchos fieles y sacerdotes una gran confusión.
    Entonces quedaban los grupos del estilo Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo, el Opus Dei o sacerdotes aislados defender la posición de la recta doctrina. Pero la confusión estaba lanzada.
    A eso hay que sumar lo que se enseñaba en la universidades romanas y en los seminarios, espcialmente en materia bíblica. Por ejemplo era muy común escuchar que la frase de 1 Cor. 11, 27 "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere este cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" es la opinión de San Pablo y tiene solamente ese valor (no como doctrina revelada). Sumado a que en la reforma litúrgica ese versículo fue suprimido de las lecturas de Corpus Christi en el ciclo "C", en el A y B se leen otras lecturas.
    Hoy en estas circunstancias nos encontramos.

    ResponderEliminar
  2. Todos esos que Ud. menciona (anónimo de las 9:05) son datos que truenan. Confío en lo que Ud. dice, y los dos por ciertos.
    Ahora bien, me pregunto por algo que surge implícito en su reflexión: 1) el magisterio de los papas Pablo VI y Juan Pablo II, que Ud. menciona, han sido sumamente ortodoxos, modélicos (ni hablar el de Benedicto XVI por supuesto!)- Pero hay otro campo: 2) el campo del gobierno universal de la Iglesia, que lleva implícito el armonizar la potestad universal del Papa y la potestad del ordinario diocesano. En este campo se trata de medidas prudenciales, que incluso pueden afectar a la aplicación de las enseñanzas dogmáticas.

    ¡No quiero estar en el pellejo de un Papa!

    ResponderEliminar
  3. Papagayo del Olmo:
    Los precedentes que pongo son pueden fácilmente conocerse. Bastan 5 minutos de google.
    El magisterio de los Papas está fuera de discusión.
    Según el Código de Derecho Canónico en el canon 331 dice que "el Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente".
    Por lo tanto lo que usted dice de "el armonizar la potestad universal del Papa y la potestad del ordinario diocesano" es una cuestión de prudencia. Generalmente -es un análisis mío- los Papas buscaron la unidad del episcopado y nombrar Obispos equilibrando diversas tendencias. Cuando Juan Pablo II intentó (o así se dio de hecho) romper esa "unidad" terminó todo para el lado de los tomates, como en Coira (Suiza), a cuyo Obispo se le terminó creando la Aquidiócesis de Vaduz y se le dio una salida elegante.
    En el post anterior se mostró como Pablo VI buscó el apoyo de los jesuitas y no lo obtuvo. Juan Pablo II apostó más bien a los nuevos movimientos como los Neocatecumenales, Comunión y Liberación y las nuevas fundaciones comoe l Opus Dei y a los Legionarios de Cristo.
    También está claro que quedaba al alcance de cualquiera conocer la recta doctrina enseñada por los Papas. Pero es cierto que no todos profundizan estos temas. Y en los años '70 no existía internet. No creo que muchos hubieran ido a leer las Actae Apostolicae Sedis.

    El Anónimo de las 9:05

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias. Generosa e iluminadora su respuesta!
    Le aseguro que la meditaré.
    Repito: muchas gracias!

    ResponderEliminar

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.