En nuestro repaso de las Verdades de Fe (con todos los dogmas y doctrinas de la Iglesia católica) presentamos hoy la enseñanza magisterial sobre la Santísima Trinidad, en la que encontramos ya dogmas de primer grado. Temas incluidos: la razón nos dice que el verdadero Dios es un Dios personal, el Espíritu Santo es una Persona divina, la acción del Espíritu Santo, el Espíritu Santo recuerda y esclarece a la Iglesia la enseñanza de Cristo, el Espíritu Santo conduce a perfección la vida cristiana, la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del justo, el Filioque, la persona divina es una relación subsistente, el Padre es distinto del Hijo. [En la imagen: fragmento de "Familia Gonzaga adorando a la Santísima Trinidad", óleo sobre lienzo de Pedro Pablo Rubens, del 1604 y 1605, en el colección del Palacio Ducal de Mantua, de los Gonzaga].
Notas: 1) Las proposiciones en letra negrita y entre comillas " " son las palabras textuales de los dogmas (1° y 2° grado) o de las proposiciones próximas a la fe (3° grado). El resto es mi comentario o explicación; 2) las frases en negrita grande evidencian los dogmas de primer grado, las que están en negrita normal los dogmas de segundo grado; 3) en la medida que me ha sido posible, he convertido en positivo las sentencias en negativo, para así mostrar al lector qué es lo que la Iglesia enseña. De lo cual se comprende fácilmente qué es lo que la Iglesia condena.
La razón nos dice que el verdadero Dios es un Dios personal
----------La razón nos dice que el verdadero Dios es un Dios personal. Pero que en Dios existan tres Personas nos lo dice sólo la fe.
----------"Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo" (Concilio de Nicea, del 325, Denz. 125).
El Espíritu Santo es una Persona divina
----------"Creo en el Espíritu Santo, Señor y vivificante, que procede del Padre, que juntamente con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas. En una sola Santa Iglesia Católica y Apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de la carne y la vida del siglo futuro. Amén" (I Concilio de Constantinopla, del 381, Denz. 150).
La acción del Espíritu Santo
----------"El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (cf. 1 Co 3,16; 6,19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (cf. Ga 4,6; Rm 8,15-16 y 26). Guía la Iglesia a toda la verdad (cf. Jn 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (cf. Ef 4,11-12; 1 Co 12,4; Ga 5,22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su Esposo. En efecto, el Espíritu y la Esposa dicen al Señor Jesús: ¡Ven! (cf. Ap 22,17)" (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen gentium, cit., n.4).
----------Los dones de la jerarquía, y aquellos asegurados al pueblo y a los laicos, están en perfecto acuerdo entre sí. Puede suceder que el Espíritu de profecía sugiera al laico o al religioso ideas de reforma o impulsos de enmendamiento o de conversión que deben ser propuestos o transmitir a la jerarquía.
----------Pero en ningún caso al simple fiel le está permitido hacer apelación directamente al Espíritu Santo, con el pretexto de considerarse directamente inspirado, pasando por alto la mediación de la jerarquía, para sustraerse a la obediencia a los legítimos pastores, sobre todo al Papa, como si ellos estuvieran desprovistos de la asistencia del Espíritu Santo, o de considerarse exentos de la sujeción a su mediación.
El Espíritu Santo recuerda y esclarece a la Iglesia la enseñanza de Cristo
----------El Espíritu Santo enviado por Cristo a la Iglesia en Pentecostés, recuerda y esclarece a la Iglesia la enseñanza de Cristo. Antes de dejar el mundo para retornar al Padre "Jesús anuncia a los Apóstoles: 'el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo he dicho' (Jn 14,26). El Espíritu Santo será el Consolador de los apóstoles y de la Iglesia, siempre presente en medio de ellos -aunque invisible- como maestro de la misma Buena Nueva que Cristo anunció. Las palabras 'enseñará' y 'recordará' significan no sólo que el Espíritu, a su manera, seguirá inspirando la predicación del Evangelio de salvación, sino que también ayudará a comprender el justo significado del contenido del mensaje de Cristo, asegurando su continuidad e identidad de comprensión en medio de las condiciones y circunstancias mudables. El Espíritu Santo, pues, hará que en la Iglesia perdure siempre la misma verdad que los apóstoles oyeron de su Maestro" (San Juan Pablo II, Encíclica Dominum et vivificantem, del 18 de mayo de 1986, n.4).
----------"El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu. En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los 'últimos tiempos', el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado" (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 731-732).
El Espíritu Santo conduce a perfección la vida cristiana
----------El Espíritu Santo conduce a perfección la vida cristiana con la donación de Sus siete dones.
----------"Por otra parte, el hombre justo, que ya vive la vida de la divina gracia y opera por congruentes virtudes, como el alma por sus potencias, tiene necesidad de aquellos siete dones que se llaman propios del Espíritu Santo. Gracias a éstos el alma se dispone y se fortalece para seguir más fácil y prontamente las divinas inspiraciones: es tanta la eficacia de estos dones, que la conducen a la cumbre de la santidad; y tanta su excelencia, que perseveran intactos, aunque más perfectos, en el reino celestial. Merced a esos dones, el Espíritu Santo nos mueve y realza a desear y conseguir las evangélicas bienaventuranzas, que son como flores abiertas en la primavera, cual indicio y presagio de la eterna bienaventuranza" (León XIII, Encíclica Divinum illud munus, del 9 de mayo de 1897, n.12).
La inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del justo
----------"Dios está en el hombre no sólo como está en las cosas, sino ya de otra manera; esto es, en cuanto es conocido y amado, ya que según naturaleza es amar el bien, desearlo y buscarlo. Finalmente, Dios, por medio de su gracia, está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y está en él más de lo que pueda suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más regalada dulzura. Y esta admirable unión, que propiamente se llama 'inhabitación', sólo en la condición o estado, mas no en la esencia, se diferencia de la que constituye la felicidad en el cielo" (León XIII, Encíclica Divinum illud munus, del 9 de mayo de 1897, nn.10-11, Denz. 3330).
El Filioque
----------"En el nombre de la Santa Trinidad, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, con aprobación de este Concilio universal de Florencia, definimos que por todos los cristianos sea creída y recibida esta verdad de fe y así todos profesen que el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo, y del Padre juntamente y el Hijo tiene su esencia y su ser subsistente, y de uno y otro procede eternamente como de un solo principio, y por única espiración; a la par que declaramos que lo que los santos Doctores y Padres dicen que el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, tiende a esta inteligencia, para significar por ello que también el Hijo es, según los griegos, causa y, según los latinos; principio de la subsistencia del Espíritu Santo, como también el Padre. Y puesto que todo lo que es del Padre, el Padre mismo se lo dió a su Hijo unigénito al engendrarle, fuera de ser Padre, el mismo preceder el Hijo al Espíritu Santo, lo tiene el mismo Hijo eternamente también del mismo Padre, de quien es también eternamente engendrado. Definimos además que la adición de las palabras Filioque (=y del Hijo), fué lícita y razonablemente puesta en el Símbolo, en gracia de declarar la verdad y por necesidad entonces urgente" (Concilio de Florencia, de 1439, Denz. 1300-1302).
La persona divina es una relación subsistente
----------"Las tres personas son un solo Dios, y no tres dioses; porque las tres tienen una sola sustancia, una sola esencia, una sola naturaleza, una sola divinidad, una sola inmensidad, una eternidad, y todo es uno, donde no obsta la oposición de relación" (Concilio de Florencia, de 1439, Denz. 1330).
El Padre es distinto del Hijo
----------"Son impíos aquellos que entienden la Trinidad divina en el sentido que Padre, Hijo y Espíritu Santo son una sola e idéntica persona, o sea el mismo Dios, que es llamado a veces Padre, a veces Hijo, y a veces Espíritu Santo. Afirman que no distinto es Aquel que genera, ni distinto es quien es generado, ni distinto es Aquel que de entrambos procede; sino que la unidad singular se debe entender según tres nombres, no según tres personas. Este tipo de blasfemia deriva de la opinión de Sabelio, cuyos discípulos justamente son llamados patripasianos, dado que si el Hijo es el mismo que el Padre, entonces la cruz del Hijo es pasión del Padre; y todo lo que el Hijo en forma de siervo ha padecido obedeciendo al Padre, también el Padre en Sí lo ha soportado. Lo cual sin duda es contrario a la fe católica, la cual confiesa la consustancialidad, en el sentido de que Padre, Hijo y Espíritu Santo son indivisos sin confusión, eternos sin tiempo, iguales sin diferencia, porque la unidad en la Trinidad no es la de una misma persona, sino de una sola esencia" (San León Magno, Carta del 447 al Obispo Toribio, Denz. 284).
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