miércoles, 17 de abril de 2024

La infinita dignidad de todo hombre (1/3)

Como viene ocurriendo sobre todo en las últimas seis décadas, ante la publicación de un nuevo documento pontificio, no sólo existe la unánime masa de católicos que, dóciles al Espíritu Santo, reciben la nueva Acta del Magisterio con filial respeto, obediencia, y agradecimiento hacia la Sede Apostólica, por su renovado esfuerzo de guiar doctrinalmente y pastoralmente al Pueblo de Dios hacia el Reino, sino que están también las minorías modernistas y pasadistas, obstinadamente perturbadoras de la paz en la Iglesia, planteando sus objeciones al Papa y manifestando pertinazmente con arrogancia su pretensión de comprender mejor la Palabra de Cristo que su Vicario en la tierra. [En la imagen: fragmento de un retrato de Giovanni Pico della Mirandola, pintura del siglo XV, atribuida a Cristofano dell'Altissimo, conservada y expuesta en la Galería Uffizi, Florencia, Italia].

La dignidad del hombre
   
----------El término dignidad indica de por sí la "cualidad de digno" y viene del latín dignĭtas, que se traduce por excelencia, o grandeza. El adjetivo digno, en su original sentido, no puede aplicarse más que al hombre, y hace referencia al valor inherente a cada ser humano concreto por el simple hecho de serlo, en cuanto ser dotado de libre albedrío.​ Por consiguiente, la dignidad no es una cualidad que pueda ser otorgada por alguien, sino que es consustancial a todos y cada uno de los seres humanos; pues no depende de ningún tipo de condicionamiento ni de diferencias étnicas, de sexo, de condición social o de cualquier otro tipo.​
----------La temática sobre la dignidad humana, reflexionada desde la antigüedad griega y romana y a través del medioevo, alcanza un enfoque particular y destacado en el célebre Discurso sobre la dignidad del hombre de Giovanni Pico della Mirandola [1463-1494], que precede a las 900 tesis o Conclusiones, en las que Pico propone una nueva síntesis filosófico-teológica que diera lugar a la concordia entre la diversidad de pueblos y religiones. Su Oratio de hominis dignitate ha sido considerado el manifiesto mismo del Renacimiento y en esa condición se lo ha venido estudiando durante más de cinco siglos, hasta la actualidad. Pues bien, el breve discurso de Pico della Mirándola, con sus luces y con sus sombras, con sus verdades y con sus errores, es un texto decisivo en la historia del pensamiento humano acerca de la dignidad de todo hombre, varón o mujer.
----------La dignidad del hombre se funda para Pico en la libertad, que le otorga el privilegio de forjar su propio ser. La excelencia de esa condición, a su vez, permite esperar que los seres humanos aspiren a tejer entre todos la paz, más allá de sus inevitables y bienvenidas diferencias. Para Pico, la pieza maestra en la laboriosa edificación de esta meta es la filosofía, que tiene por tarea hallar el núcleo de principios comunes que subyacen en las diferencias culturales y religiosas. La problemática del mundo contemporáneo vuelve imperioso recordar hoy este sueño de Pico della Mirandola, príncipe de la Concordia, para hacerlo viable.
   
Dos antropologías contrapuestas
   
----------La declaración Dignitas infinita, publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, responde a esa misma necesidad que trasuntan los escritos de Pico della Mirándola, que es una necesidad hoy advertida por muchos que, transitando ya el tercer milenio despues del advenimiento de Cristo, tienen sed de justicia y de redescubrir el sentido de la dignidad humana, la cual con demasiada frecuencia es ignorada, incomprendida o pisoteada por graves actos pecaminosos o criminosos, que derivan de dos concepciones del hombre que en dos formas opuestas ofenden la mencionada dignidad, una, por exceso, la otra por defecto.
----------La primera surge de esa soberbia, por la cual el yo humano, con desenfrenado egoísmo y metódico egocentrismo, creyéndose en posesión de un saber superior -lo que el Papa ha denunciado como gnosticismo (véase la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate del 19 de marzo de 2018, nn.36-46)-, por el cual el hombre cree descubrirse a sí mismo como aparición del Absoluto, centra individualistamente toda lo real en sí mismo y en sus propios intereses, tratando al prójimo con prepotencia y arrogancia.
----------Esta ensoberbecida concepción tiene sus profundas raíces en el concepto del hombre según René Descartes [1596-1650], como espíritu autoconsciente que funda su ser con el acto del pensar (o más bien en el acto de dudar, que todavía no es pensar), sin que haya necesidad, por tanto, como aclarará el posterior idealismo panteísta alemán con Johann Fichte [1762-1814] y Georg Hegel [1770-1831], de admitir un Dios creador del hombre, de modo que de esta visión idealista surgirá como consecuencia lógica el ateísmo de Karl Marx [1818-1883], para el cual "el hombre es Dios para el hombre".
----------En oposición a tal antropología idealista-panteísta o gnóstica, la recinte declaración Dignitas infinita del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, reitera repetidamente, y con toda la claridad deseable, la doctrina bíblica del hombre que enseña que no es el hombre quien se crea a sí mismo, sino que el hombre, tanto el varón como la mujer, son creados por Dios a su imagen y semejanza, y que por lo tanto el ser humano es un ente personal hecho para entrar en diálogo con ese Dios que el Concilio Vaticano I define como "una única singular del todo simple e inmutable sustancia espiritual" (Denz. 3001).
----------Por el contrario, el gnóstico como aparición del Absoluto se siente dispensado del respeto a una dignidad humana que no depende de su voluntad, sino de un Dios trascendente, creador de la naturaleza humana y por tanto de la ley moral, así como de derechos y deberes universales e inderogables que de ella se derivan.
----------La otra concepción deletérea contrasta con la dignidad de la persona no porque la exalte demasiado sino porque la degrada y la embrutece. Es la visión del hombre y del sexo humano que proviene de las doctrinas de Sigmund Freud [1856-1939]. Aquí la naturaleza humana no es divinizada y llevada a las estrellas -el vuelo de Ícaro, que prepara la vergonzosa caída-, sino que es degradada a la sensualidad materialista.
   
Una Declaración cuyo título necesita ser explicado
   
----------Ahora bien, la cuestión de la "dignidad infinita" de la persona humana, como quedará demostrado en este artículo, no es en absoluto una invención del cardenal Víctor Manuel Fernández, sino que es un concepto que tiene orígenes antiquísimos, que incluso se podrían remontar al filósofo presocrático Heráclito de Éfeso [c.540-c.480], quien habla de la riqueza inagotable del alma humana.
----------Hablar de "dignidad infinita" podría hacer pensar en una visión indudablemente abierta al panteísmo, pero no necesariamente, porque el mismo concepto bíblico "semejanza de Dios" insinúa que en nuestra alma exista alguna infinitud. Ciertamente no se trata de esa infinitud absoluta divina, sino, como he dicho, de una infinitud intencional, en el sentido de que nuestro intelecto, al pensar en Dios, de algún modo se infinitiza, naturalmente en sentido intencional y no ontológico, de lo contrario terminaríamos verdaderamente en el panteísmo, como le ha sucedido a Hegel y en general sucede en el gnosticismo.
----------La visión propuesta por la reciente declaración Dignitas infinita, por tanto, no es en absoluto de carácter secularista, porque presenta un valor como la infinitud, que de por sí es trascendente y concierne al ámbito de lo divino. En todo caso, puede hacer pensar en el panteísmo, que sin embargo está claramente desmentido por el contexto, donde se recuerda repetidamente que el espíritu humano es creado por Dios.
----------Respecto a esta cuestión de la infinitud de la dignidad humana, se podría citar la famosa posición de Giovanni Pico della Mirandola, que he mencionado al inicio de esta nota. Pico concebía la dignidad humana, ciertamente, como creada por Dios, pero en el sentido de que Dios hubiera dado al hombre el poder de infinitizar su naturaleza, idea que se encuentra en la Cabala y que favorece la práctica de la magia. Se podría agregar que el presupuesto antropológico, que se encuentra detrás de ciertas perspectivas de una inteligencia artificial, capaz de guiar el destino humano, se halla en línea con esta tradición cabalística.
   
¿Qué quiere decir dignidad infinita de la persona humana?
   
----------Este adjetivo lo encontramos ya en la enseñanza del papa san Juan Pablo II: "Dios nos ha mostrado de un modo insuperable en Jesucristo cuánto ama a cada hombre y le confiere con ello una dignidad infinita" (Juan Pablo II, Angelus, Osnabrück, domingo, 16 de noviembre de 1980).
----------Pero antes de responder a la pregunta del subtítulo, debemos responder a otra pregunta, preliminar: ¿qué es lo que entiende aquí la Declaración a propósito de infinitud? Infinito quiere decir sin fin, que no tiene fin, sin límite, sin término, indeterminado, ilimitado.
----------No se trata aquí evidentemente del infinito matemático, cuantitativo, extensivo, sucesivo, numérico, que, aunque hace abstracción de lo concreto sensible, siempre está haciendo referencia a cosas materiales. Estamos hablando, como dice claramente la Declaración, de un infinito ontológico y, podríamos añadir, intencional, es decir, perteneciente al orden del pensar y del querer. He aquí la libertad.
----------Gustavo Bontadini [1903-1990] dice que el pensamiento es intrascendible. Es como decir que es infinito. El error del filósofo italiano, sin embargo, es el de identificar el pensamiento como tal con el pensamiento divino. En efecto, sólo éste inmanentiza en Sí mismo todo el ser, siendo su creador. Así, similarmente, Hegel niega que exista una razón humana y una razón divina. Hegel dice que la razón es de por sí divina. Por tanto el hombre que razona es divino o, si se prefiere, es Dios quien razona en el hombre.
----------Ahora bien, es necesario decir que en realidad, como todos constatamos, el pensar humano tiene un poder limitado y por su naturaleza es trascendido por el ser externo a nuestra mente, es decir, las cosas que nos circundan, comprendidos nuestro prójimo y Dios, que es regla de la verdad de su pensamiento. Nuestro mismo ser, nuestro yo, no es puesto por mi tener conciencia de él, como creía Fichte, sino que lo encuentro antes de pensarlo como algo dado a mí y presupuesto por mi pensarlo.
----------¿Quién, entonces, me lo ha dado? De hecho, si es cierto que si tengo consciencia de pensar, esto significa que existo, también es cierto que para poder pensar debo existir. No soy un pensamiento subsistente, como parece querer significar la res cogitans cartesiana, como algo que piensa por esencia. Pero no es así. Esto sólo sucede en Dios. Mi pensar no coincide con el acto de mi ser, sino que es el acto del poder pensar distinto de mi ser, de mi persona. Cuando duermo, yo sigo existiendo, aunque no pienso.
----------Sin embargo, Bontadini tiene razón al hablar de una infinitud del pensamiento. El hombre que piensa es de algún modo divino, alcanza lo infinito, se vuelve hacia el infinito y lo piensa. El acto mismo del pensar tiene algo de divino. De alguna manera es infinito al pensar en lo infinito. Por eso la Sagrada Biblia habla del hombre (tanto el varón como la mujer) como creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre se asemeja a Dios. ¡He aquí la dignidad del hombre! Pero... ¿dignidad infinita?
   
Dignidad ontológica y dignidad intencional
   
----------Debemos distinguir claramente entre la dignidad ontológica, consubstancial, y la dignidad intencional, adquirida. La primera se refiere al ser o la sustancia; la segunda, a los actos del espíritu, intelecto, ciencia, razón, conciencia, voluntad, virtud, bondad y malicia. Parece que ha sido el filósofo español Antonio Millán-Puelles [1921-2005], uno de los primeros, sino acaso el primero, en introducir esta distinción entre la dignidad ontológica en cuanto diferente a la dignidad adquirida, y este último concepto similar al concepto del honor. Indudablemente la persona humana desde el primer punto de vista tiene una dignidad finita en virtud de su mismo ser creada. Dios no puede crear a otro Dios. Dios es uno solo.
----------En cambio, el espíritu humano está por su naturaleza inclinado a conocer a Dios y a amarlo. Aquí el espíritu posee una dignidad estructural inamisible, mientras que puede perder la dignidad moral con el pecado al no corresponder a la gracia divina y, por tanto, sufrir también la pena eterna del infierno.
----------Infinito quiere decir también que no puede ser trascendido, sobrepasado, superado, ir más allá. El infinito es el máximo de un valor que se encuentra analógicamente y participado en niveles inferiores. La vida divina es infinita porque es la plenitud de lo que es expresado en la idea de la vida.
   
Los grados del ser
   
----------Así, mientras lo infinito es uno solo, lo finito es múltiple, diversificado y jerarquizado en un orden. Lo creado presenta, por tanto, una escala de entes ordenados, unos superiores a otros que son inferiores, cuya dignidad ontológica aumenta a partir de lo inferior, de las partículas elementales y de las sustancias químicas y luego, ascendiendo, a las plantas, los animales, el hombre y el ángel. La dignidad de la creatura es infinita sólo cuando se llega al nivel del hombre y del ángel, debido a la presencia del espíritu.
----------Por debajo de la plenitud y completitud total del infinito divino está el ente creado, finito, que participa de su ser y de su vida en grados diferentes, ya sea en más o ya sea en menos. Y por eso al ente creado lo llamamos finito. Aquí su dignidad es finita. Sin embargo, el espíritu humano, aunque finito en este sentido, es infinito en su capacidad de entrar en comunión con el Espíritu divino.
----------La infinitud también tiene que ver con la totalidad y con la perfección del ser. A lo finito se le puede agregar algo que le falta; a lo infinito no hay nada que añadir. En este sentido lo infinito coincide con lo perfecto. Sin embargo, es necesario mantener la distinción entre un infinito ontológico y un infinito moral. La perfección ontológica significa simplemente el hecho de que Dios constituye un ente en esa dada naturaleza, que es espiritual e incorruptible. Pero, dado el libre albedrío de la persona, no necesariamente todas las personas humanas vivientes poseen necesariamente su dignidad o perfección moral.
----------La infinitud de la cual habla la declaración Dignitas infinita, es evidentemente la infinitud del espíritu, de sus objetos, de sus fines y de sus potencias. Ahora bien, aquí podemos decir que el espíritu como tal, tanto el espíritu finito humano como el espíritu infinito divino, implica de por sí una infinitud, una absolutidad. El espíritu es de por sí algo divino y, por tanto, en cierto modo infinito. Sin embargo, mientras el espíritu divino es infinito bajo todos los aspectos, pues es el espíritu absoluto, en cambio el espíritu humano es infinito en su intencionalidad, en cuanto que el hombre puede pensar en aquello que es infinito, o sea en Dios, y puede disponerse a obedecerle, abierto a su gracia, pero es claro que en su ser es finito, es decir causado o creado por Dios, según una determinada esencia genérica, específica e individual, ideada por Dios, esta esencia y no otra, por lo tanto es esencia finita porque es superada por la esencia diferente o distinta a ella.
----------Para comprender la noción de lo infinito ontológico es necesario tener presente que una cosa es ir más allá, superar, trascender el límite humano, trascender lo finito; y otra cosa es no respetar el límite, cruzar la frontera permitida por la ley, transgredir (trans-gradior = ir-más allá). El primer acto es lícito, según naturaleza, noble y meritorio, realizable, querido por Dios y agradable a Dios. El segundo está prohibido.
----------La vida cristiana, la vida en la gracia de Dios, es una vida sobrenatural, por la cual el hombre supera los límites propios de nuestra naturaleza humana. Ello es evidente, pues si la naturaleza humana fuera infinita, desaparecería la trascendencia de la gracia con respecto a la naturaleza.
----------Para darnos la correcta medida del alcance de la dignidad humana, creo que a la declaración Dignitas infinita no le habría venido nada mal, en mi opinión, mostrar brevemente la ubicación del hombre en el orden jerárquico de los entes creados, entre el lugar del animal, por abajo, y el lugar del ángel, por arriba, deteniéndose de modo más extenso acerca de la relación, en el hombre, entre alma y cuerpo (respecto a este tema, tengo en elaboración un artículo que espero publicar próximamante).
----------De hecho, las dos mencionadas posiciones extremas dependen de no saber exactamente qué es el alma y qué es el cuerpo y, en consecuencia, el modo de su unión, con la tendencia a elevar demasiado la dignidad humana -el hombre visto como espíritu- o a degradarla a nivel de la animalidad.
----------Después de la exposición de los principios antropológicos y morales, la declaración Dignitas infinita pasa a abordar algunos de los pecados más graves que hoy son cometidos contra la dignidad humana. La propuesta sobre cómo remediar estos males está ciertamente bien hecha, pero del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, deputado principalmente para tratar los problemas doctrinales, se habría esperado también un discurso acerca de la situación aún más grave de la Iglesia de hoy, perseguida en tantas partes del mundo, presa de impulsos heréticos, perturbada por cismas, escandalizada por apostasías y deserciones, ofreciéndonos una palabra iluminadora de consuelo y de aliento. Ante estas que, en mi opinión, son carencias de este documento, trataré de cubrir esos vacíos en la segunda y en la tercera partes de este artículo.
   
Las objeciones modernistas y pasadistas a la declaración Dignitas infinita
   
----------Como viene ocurriendo, sobre todo durante las últimas seis décadas, ante la publicación de un nuevo documento pontificio, no sólo existe la casi unánime masa de católicos que, dóciles al Espíritu Santo, reciben la nueva Acta del Magisterio con filial respeto, obediencia, y agradecimiento hacia la Sede Apostólica, por su renovado esfuerzo de guiar doctrinal y pastoralmente al Pueblo de Dios hacia el Reino, sino que están también las minorías modernistas y pasadistas, obstinadamente perturbadoras de la paz y armonía en la Iglesia, no en plena comunión, planteando sus objeciones al Papa y manifestando pertinazmente con arrogancia su pretensión de comprender mejor la Palabra de Cristo que su Vicario en la tierra.
----------No me extenderé aquí sobre las objeciones modernistas a la declaración Dignitas infinita; pero sí dedicaré en cambio la mayor parte de la continuación de este artículo a las objeciones indietristas. Abordo en este blog permanentemente las desviaciones neo-modernistas a la doctrina católica. Mis habituales lectores están bien al tanto de ello, y por eso no es ninguna sorpresa que los modernistas, historicistas como son, sin creer en los dogmas de la Iglesia, y relativizándolo todo a los contingentes criterios del mundo, hayan recibido con desagrado este documento pontificio que confirma la doctrina tradicional sobre graves violaciones de la dignidad humana como son la pobreza, la guerra, los inmigrantes, la trata de personas, el abuso sexual, la violencia contra las mujeres, el aborto, la gestación subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, la eliminación de las personas con discapacidad, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital.
----------Para citar, entre los modernistas, sólo un caso conocido, basta con revisar las varias notas publicadas en los últimos días por el teólogo italiano Andrea Grillo, contra Dignitas infinita. Como es habitual, Grillo no sólo malinterpreta las novedades magisteriales en sentido modernista, extralimitando su alcance, sino que también, como en el presente caso de la declaración Dignitas Infinita, ataca acerbamente cualquier Acta de la Sede Apostólica cuando sus enseñanzas corresponden a la tradición cristiana más lineal de respeto a los dogmas, la Sagrada Tradición enseñada por el perenne Magisterio, y la ley natural y divina.
----------Sigo a Grillo desde hace varios años y conozco muy bien su orientación modernista. Naturalmente cada uno de nosotros algún lado bueno tiene, pero no hay duda de que causa daño a la Iglesia y a las almas, como desgraciadamente también lo hacen otros teólogos.
----------El problema es que los modernistas también han logrado infiltrarse en los institutos educativos de la Iglesia, de modo tal que la autoridad ya no tiende, como lo hacía hace tiempo, a expulsarlos.
----------Probablemente las autoridades creen que pueden utilizarlos en sus lados positivos. Sin embargo, en mi opinión, existe en el episcopado un clima de excesiva indulgencia frente a los modernistas y, por tanto, de insuficiente atención y cuidado por la formación intelectual de los fieles.
----------¿De qué depende este fenómeno? ¿Respeto humano? ¿Prudencia? ¿Incompetencia? Difícil emitir un juicio y se necesitaría evaluar caso por caso. Por otra parte, las referencias doctrinales seguras están al alcance de la mano, sobre todo el Catecismo de la Iglesia Católica.
----------Contemplando nuevamente la unánime masa de auténticos católicos, en plenísima comunión con la Sede Apostólica, y en referencia al doloroso hecho de sentirnos actualmente muchas veces aislados en un ambiente influenciado por el modernismo y el pasadismo, no debemos sentirnos perdidos o desorientados, y debemos recordar las fuertes palabras de Nuestro Señor: "Seréis odiados por todos a causa de mi nombre" (Mt 10,22). Naturalmente, esto no significa rebelarse contra las autoridades, sobre todo si se trata de la autoridad del Papa, el cual, a pesar de sus defectos humanos, sigue siendo siempre el Maestro de la Fe.

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