lunes, 29 de abril de 2024

Verdades de Fe (15/24) El mérito

En nuestro catálogo de las verdades de fe (es decir, de todos los dogmas y doctrinas de la Iglesia católica), consideraremos hoy la doctrina del mérito sobrenatural; pero antes de señalar las Actas del Magisterio sobre este tema, haremos una reflexión introductoria, con justificado detenimiento. [En la imagen: detalle de "Parábola de los talentos", óleo sobre lienzo de Andrey Nikolaevich Mironov, obra producida en Riazán, Rusia, 2013].

Notas: 1) Las proposiciones en letra negrita y entre comillas " " son las palabras textuales de los dogmas (1° y 2° grado) o de las proposiciones próximas a la fe (3° grado). El resto es mi comentario o explicación: 2) las frases en negrita grande evidencian los dogmas de primer grado, las que están en negrita normal los dogmas de segundo grado; 3) en la medida que me ha sido posible, he convertido en positivo las sentencias en negativo, para así mostrar al lector qué es lo que la Iglesia enseña. De lo cual se comprende fácilmente qué es lo que la Iglesia condena.
   
La doctrina del mérito sobrenatural
   
----------La doctrina católica del mérito sobrenatural ha recibido un decisivo esclarecimiento en la refutación, hecha por el Concilio de Trento, de la negación luterana del mérito. Acerca del mérito este Concilio del siglo XVI no da una precisa definición dogmática, sino que presupone la noción natural del mérito, de la cual la noción de mérito cristiano es una analógica aplicación.
----------Tal noción está lógicamente conectada con otras que son esenciales contenidos de la ética cristiana, como las del libre albedrío, de la justicia, de las obras, de la justificación, de la gracia, de la misericordia, de la Redención, de la salvación. Por ello, una mala comprensión acerca de la noción del mérito, viene a causar daño también a las demás nociones. Antes de exponer las enseñanzas del Magisterio, veamos por tanto qué cosa es en general el mérito y en modo específico el mérito sobrenatural.
----------El mérito, en su acepción general, es un estado de la voluntad del sujeto agente inmediatamente consecuente a un acto moral del libre albedrío tanto en el bien como en el mal, estado que obliga al retribuyente a sancionar con un premio la acción buena y a punir con un castigo la acción mala en medida proporcional a la imputabilidad del acto cumplido por el que merece.
----------Esta conexión moral del merecer y del retribuir se basa sobre un precedente pacto entre quien se dispone a merecer y quien se dispone a retribuir, pacto en el cual son puestas las condiciones de la relación entre la obra meritoria y la sanción retributiva. Los términos del pacto o contrato son puestos en el modo condicional: si el sujeto tal hace esto, entonces tal sujeto merece aquello.
----------La cuestión delicada planteada por la divina Revelación cristiana no es tanto la del merecer delante del hombre, como la del merecer delante de Dios, porque el mérito implica una cierta proporción o paridad entre la obra cumplida y la retribución recibida. El plomero o el técnico que repara una lavadora o una cañería de agua merece del retribuyente una compensación limitada, determinada por las limitadas posibilidades retributivas del retribuyente y por la limitación del trabajo hecho por el plomero o técnico.
----------Ahora bien, Dios, infinitamente bueno y omnipotente, es capaz de retribuir un trabajo humano de por sí finito, y lo que es más, del hombre pecador, trabajo cuyo valor está infinitamente por debajo de ese Bien que es Dios mismo, Bien con el cual Dios quiere retribuir la obra del justo. Por tanto, ¿cómo es que la Sagrada Escritura puede hablar de un hombre que merece ante Dios? ¿Qué es lo que puede hacer el hombre para compensar dignamente a Dios por el bien que Dios quiere para él? ¿Pero entonces tiene sentido compensar a Dios? ¿Qué es lo que puede el hombre dar a Dios, que Dios ya no le haya dado?
----------Y sin embargo, como sabemos, la Escritura tiene el concepto de la Alianza o del Pacto entre Dios y el hombre: como si fuera un dador de trabajo, Dios propone al hombre un cierto trabajo, y si el hombre lo cumple bien, Dios lo recompensará. Y el hombre ciertamente viene enriquecido por tal recompensa. ¿Pero Dios cómo puede sentirse obligado hacia una criatura sino en relación a un compromiso que Él libremente ha asumido frente a Sí mismo, compromiso que luego se resuelve en el dar gratuitamente?
----------Si bien el merecer ante Dios a primera vista parece una cosa imposible, debemos de todos modos asumir este concepto explícitamente enseñado por la Escritura, por lo cual nuestro esfuerzo deberá ser el de partir del concepto de mérito que conocemos nosotros los hombres, y sin embargo se necesitará concebir ese mérito de modo de adaptarlo en alguna medida a nuestra relación con Dios. Indudablemente no nos es difícil en cambio imaginar cómo el Hijo de Dios haya merecido ante el Padre, siendo Él mismo Dios.
----------Pero la Iglesia nos dice que también nosotros en cierto modo podemos merecer ante el Padre, aunque ciertamente no con aquella dignidad o proporción que es propia exclusivamente de Cristo. Para merecer también nosotros, debemos por tanto valernos de los méritos mismos de Cristo, pero no en el sentido de no hacernos méritos nuestros, sino en el sentido de unir los nuestros a los suyos.
----------Jesús parangona a quien quiere entrar en el Reino de Dios a un operario laborioso que al final del trabajo recibe la paga pactada con el dador de trabajo. Por otra parte, Jesús parangona la vida cristiana a la de un administrador de los bienes de un señor, que debe rendir cuentas de lo que ha obrado según los bienes que ha recibido en consignación a fin de que den fruto. Y cuanto más alguien se esfuerza por aumentar esos bienes, tanto más vendrá a ser premiado (Mt 25,14-30).
----------Esto quiere decir que el paraíso del cielo es, ciertamente, y en primer lugar, la visión beatífica de Dios en el cielo cara a cara, en una íntima y eterna unión de amor; pero es también el recibir del Señor el premio por nuestros trabajos y nuestras fatigas, porque es verdad que el ser salvados es un don de la gracia y de la misericordia de Dios, pero es también fruto de las obras buenas que, sostenidos por la gracia, hemos podido cumplir para alcanzar la salvación. Es efecto de la observancia de los divinos mandamientos y de la obediencia a las santas leyes de Dios. El Reino de Dios no es sólo don de la gracia, sino que debemos al mismo tiempo conquistarlo a precio de fatigas, sacrificios y sufrimientos.
----------Por lo tanto, el ingreso de cada hombre en el Reino de Dios es ciertamente efecto de la divina misericordia, pero esta misericordia no es incondicionada ni está garantizada de modo absoluto, sino que está condicionada y por nosotros obtenida por los méritos de nuestro Señor Jesucristo aplicados a nuestra conducta moral y por el hecho de haber usado a nuestra vez misericordia hacia el prójimo.
----------Por consiguiente, entonces, el ingreso de cada hombre en el Reino de Dios es gratuito no en el sentido de que no debemos hacer nada más que nutrir la esperanza o la confianza de que ingresaremos, sino en el sentido de que es don de Dios, que no excluye en absoluto nuestra personal colaboración, y por tanto la adquisición de los méritos congruentes, si no suficientes, para que ingresemos.
----------Ciertamente Cristo nos promete la vida eterna, pero precisa también que la podemos obtener sólo si hemos observado los mandamientos. Lo que supone que está en nosotros observarlos o no observarlos. En otras palabras, esto implica en nosotros la posesión y el ejercicio del libre albedrío. De aquí la posibilidad de merecer el premio si obedecemos y ponemos en práctica, y el castigo si somos "siervos inútiles" (Mt 25,30).
----------Pero antes de pasar a las Actas del Magisterio, debemos considerar otra cosa. Si conocemos bien las exigencias y la elevación de las leyes divinas -cosa ya de por sí muy difícil- y la fragilidad y debilidad de nuestra actual condición humana -cosa ésta, sumamente experimentable-, si somos conscientes de cuánto el pecado nos atrae y nos seduce y cuán poco frecuentemente nos atrae la virtud, no es tan difícil temer que no estemos haciendo lo suficiente para trabajar por el Reino de Dios, y nos puede parecer que nuestro así llamado libre albedrío en realidad no sea libre sino siervo del pecado, por lo que nos pueda parecer imposible alardear de méritos ante Dios. De hecho, constatando la falibilidad de nuestra razón, nos viene frecuentemente también la duda de poder saber con certeza cuáles sean las leyes y los mandamientos del Señor.
----------Pero hay otro problema respecto al mérito: no es difícil concebir cómo podemos merecer delante de los hombres, donde, en última instancia, se trata de desarrollar tareas proporcionadas a nuestras fuerzas; ¿pero cómo podemos pensar merecer ante Dios, considerando que la merced que deberemos obtener supera infinitamente nuestras fuerzas limitadas por naturaleza, más allá de estar debilitadas por el pecado?
----------En efecto, ¿qué significa merecer? Cumplir meritoriamente una obra buena para obtener un cierto bien, tal por lo cual, terminada la obra, tenemos derecho a recibir una compensación o ese bien por el cual en precedencia hemos fijado un pacto o contrato de trabajo, que preveía una cierta paga por un cierto trabajo.
----------Luego, cumplido el trabajo según los acuerdos precedentemente establecidos y compromisos asumidos, el trabajador tiene derecho por justicia a ser pagado, y el dador de trabajo está obligado por justicia a pagar al trabajador en proporción a la bondad del trabajo cumplido. O bien, si se trata de un demérito, la autoridad judicial está obligada a punir al delincuente preadvertido, que responsablemente en desprecio de la ley ha cometido un delito, si se trata de una competencia deportiva, el director de la competencia está obligado por justicia a premiar al vencedor, merecedor del premio por su bravura.
----------El mérito tiene que ver con las relaciones interpersonales. Está claro que no se puede premiar o castigar a una máquina que ha funcionado bien o mal. Ella no debe responder por aquello que hace y no busca ninguna compensación. Simplemente ejecuta lo que la naturaleza la determina a hacer. Aquellos que niegan el mérito conciben la conducta humana como si fuera la de una máquina, donde Dios es simplemente el agente que la pone en movimiento, así como yo pongo en movimiento el computer cuando lo enciendo.
----------Aquellos que niegan el mérito, conciben la obra divina de la gracia y de la misericordia como si se tratara de las fuerzas físicas que mueven al hombre como si fuera la arcilla moldeada por el alfarero. Es verdad que la Sagrada Escritura presenta comparaciones de este tipo (Sir 33,13; Jer 18,6; Rm 9,21). Pero la Biblia quiere simplemente significar el poder creador y legislador que Dios tiene sobre nosotros sus creaturas, de manera tal que no tengamos la presunción de ponernos a la par de Él, así como el valor de la arcilla no iguala al del alfarero (Is 29,16), y no tengamos el atrevimiento de poner en discusión las obras de Dios o la razonabilidad de Sus decretos y de Sus decisiones (Is 45,9).
----------Pero no significa en absoluto parangonar la acción divina sobre el hombre con el acto de un agente físico o con una forma física que da forma a la materia. Si así lo hiciéramos, eso significaría no haber comprendido en absoluto nada de estas comparaciones bíblicas, poniéndolas absurdamente en contradicción con los otros muchísimos y clarísimos pasajes de la Escritura, donde ella o presupone o admite explícitamente el libre albedrío y por tanto la capacidad de merecer, como condición necesaria del actuar moral del hombre y por tanto de su salvación, aunque sea siempre bajo el influjo de la gracia.
----------Para que exista mérito, es necesario que exista una persona responsable de las propias acciones. En sentido metafórico, el dueño de un perro puede tal vez premiar o castigar a su perro, pero en ese caso no se trata propiamente de premios o castigos, sino simplemente de utilizar las reacciones instintivas del perro.
----------Puede parecernos increíble, pero Dios se empeña precisamente con nosotros de una manera similar a la de un buen dador de trabajo, el cual, terminado el trabajo del operario, según lo que se había acordado, se siente en el deber o se siente obligado a darle la merecida paga.
----------Ahora bien, para comprender mejor cómo podemos merecer ante Dios, es bueno vincular entre sí dos parábolas presentes en el Evangelio, que pueden resultarnos a primera vista aparentemente opuestas, pero que en realidad se integran recíprocamente: la de la única moneda para los operarios contratados en diferentes horas del día (Mt 20,1) y la de los talentos que deben ser negociados (Mt 25,15).
----------En uno y otro caso tenemos que tratar con el tema del mérito. La primera parábola nos enseña que la paga -la única moneda para todos, que representa el premio celestial- es un bien preciosísimo, el mismo para todos, que trasciende los diferentes méritos. La segunda parábola nos enseña, en cambio, que debemos negociar los talentos recibidos, lo que quiere decir que debemos tratar de acumular cuantos más méritos podamos, de modo de no presentarnos ante Dios con las manos vacías (Ex 34,20), como el operario que sepulta el talento, sino, por el contrario, recordar que Dios es un buen dador de trabajo, por lo cual, cuanto más trabajemos, tanto más abundante es la paga. Si bien somos pecadores, Él cuenta con nosotros.
----------La humildad no consiste en el declararse sin méritos, porque depende de nosotros adquirirlos. Como el Bautista, y más que él, debemos ciertamente sentirnos indignos de desatar las sandalias a Jesús, y por eso debemos pedirle a Él que tenga piedad de nosotros. Como el centurión (Lc 7,7) no debemos sentirnos dignos de acercarnos al Señor; sin embargo, nada ni nadie nos impide suplicarLe que nos de Su Palabra.
----------Si el mismo nuestro Señor Jesucristo nos ha dicho claramente que tiene en cuenta nuestras pobres obras, debemos cumplirlas no porque las consideremos suficientes, sino porque confiamos en Su misericordia. La adquisición del mérito debe ser por tanto acompañada por la confianza en Su misericordia, recordando que "tan grande es la bondad de Dios para con todos los hombres, que quiere que sean merecidos aquellos que son Sus dones" (Concilio de Trento, Denz. 1548). La misma posibilidad de reparar en Cristo por nuestros pecados, dice santo Tomás de Aquino, es don de la misericordia del Padre.
----------Dios se complace en recompensar a quien tiene méritos, Dios se complace en dar en abundancia más allá de los méritos, de dar a quien no tiene méritos, de dar a quien no puede merecer y a quien sin culpa está sin méritos, pero no a quien demerita o a quien no quiere merecer, o es un vago.
   
Textos del Magisterio
   
----------"Aun cuando Cristo murió por todos (2 Co 5,15), no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión" (Concilio de Trento, Denz. 1523).
----------"Los justos deben aguardar y esperar la eterna retribución de parte de Dios por su misericordia y por el mérito de Jesucristo como recompensa de las buenas obras que fueron hechas en Dios, si perseveraron hasta el fin obrando bien y guardando los divinos mandamientos" (Concilio de Trento, Denz. 1576).
----------"Las buenas obras del hombre justificado de tal manera son dones de Dios, que son también buenos merecimientos del mismo justificado, y éste, por las buenas obras que se hacen en Dios y el mérito de Jesucristo, de quien es miembro vivo, merece verdaderamente el aumento de la gracia, la vida eterna y la consecución de la misma vida eterna (a condición, sin embargo, de que muriere en gracia), y también el aumento de la gloria" (Concilio de Trento, Denz. 1582).
----------"El estado habitual de amor a Dios que es caridad pura no es extraño a la mezcla de motivo de propio interés, por lo cual tienen parte en tal caridad el temor de las penas y el deseo de las recompensas" (Inocencio XII, Breve Cum alias ad apostolatus, del 12 de marzo de 1699, Denz. 2351).
----------"Cualquiera que sirve a Dios con miras a la eterna recompensa, no peca ni falta a la caridad" (Decreto del Santo Oficio de 7 de diciembre de 1690, Denz. 2313).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En ciertas horas del días se permitirán comentarios sin moderación. Los comentarios no cónsonos con el blog serán removidos. Igualmente los que falten a las normas del respeto personal.