Continuando con nuestras publicaciones referidas a la reciente declaración Dignitas infinita, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, consideraremos hoy las objeciones que desde algunos sectores eclesiales y seculares se han planteado acerca de lo que la Declaración afirma respecto a la guerra y su relación con la dignidad humana. [En la imagen: fragmento de "Batalla de Chacabuco", representando a las tropas argentinas y chilenas rumbo a la batalla, comandadas por el general José de San Martín, óleo sobre lienzo de 1908, obra de Pedro Subercaseaux, conservada y expuesta en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, Argentina].
Los dos principios-guía para enfocar correctamente la cuestión
----------Entre las objeciones que injustificadamente ha recibido la declaración Dignitas infinita, por parte de algunos sectores, tanto ambientes católicos indietristas, como comunidades cismáticas lefebvrianas, figuran aquellas que volvieron a cuestionar las enseñanzas que viene repitiendo estos últimos años el papa Francisco acerca de la tragedia de la guerra. Sobre todo, estos sectores pasadistas han criticado esta Declaración del Dicasterio de la Fe en el pasaje en que repite que "hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa" (n.39), como si estas palabras estuvieran contradiciendo la tradicional doctrina católica acerca del derecho a la legítima defensa.
----------En sendas notas de la pasada semana ya he respondido brevemente a estas objeciones referentes a la cuestión de la guerra justa y de la legítima defensa, y había prometido tratar el tema de un modo más detenido y articulado, que es precisamente lo que intentaré hacer en la serie de tres notas que hoy inicio.
----------Pero antes de desarrollar en detalle la reflexión, en primer lugar volveré a recordar los dos principios que nos deben guiar en esta temática.
----------En primer lugar, es necesario tener presente que el Santo Padre no excluye en absoluto el derecho a la legítima defensa, cosa que evidentemente implica el uso de armas.
----------En segundo lugar, el Santo Padre usa el término "guerra" en un sentido negativo, como lo hace también la Sagrada Escritura, es decir, en el sentido de desgracia, que esperamos que en un futuro tenga que cesar. De hecho, los Profetas predicen que en la era mesiánica no habrá más guerras.
----------Estos dos principios son las claves orientativas para aclarar las posibles confusiones a las que puede inducir el modo justificadamente negativo con el cual el Santo Padre habla de las guerras que están en dramático desarrollo en la actualidad y que, lamentablemente, hacen previsible una escalada que esperemos no llegue a derivar en un tercer conflicto mundial.
----------Teniendo bien presentes estos dos principios como horizonte de nuestra reflexión, comencemos pues a desarrollar con más detalle esta temática de un modo más articulado.
¿En qué sentido la guerra es la negación de la dignidad humana?
----------Como sabemos, en los primerísimos siglos antes de Constantino muchos cristianos fueron martirizados porque, al convertirse al cristianismo, abandonaban el servicio militar. Consideraban incompatible con el amor al prójimo y el honor de Dios estar al servicio de un Emperador considerado un dios, que perseguía a los cristianos.
----------Hoy en Argentina, al igual que en muchos Estados democráticos del mundo, contamos con la figura del capellán militar para la asistencia religiosa de las tropas, las cuales no ven ninguna contradicción entre la profesión del militar y la práctica de la vida cristiana. ¿Está justificada esta convicción?
----------La declaración Dignitas infinita afronta la cuestión de la licitud de la guerra y si ella implique una ofensa a la dignidad humana. ¿Hacer la guerra es violación del mandamiento de No matarás?
----------El documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe reconoce el "derecho inalienable a la legítima defensa, así como la responsabilidad de proteger a aquellos cuya existencia se ve amenazada". Sin embargo, la Declaración es todo una requisitoria sin ninguna excepción contra la práctica de la guerra, que no sería nunca justa y no podría estar motivada por la religión, es decir, por el deber de cumplir la voluntad de Dios, que quiere precisamente la defensa y la liberación de los oprimidos.
----------La guerra, toda guerra, viene definida por el DDF en los términos más negativos, como un crimen colectivo, un desfogue de odio recíproco, un acto de crueldad, de insensata violencia y de rabiosa destrucción airada, un enorme desastre, una fábrica de muerte, la negación de la dignidad humana, lo peor que se puede imaginar contra el amor al prójimo y el honor de Dios. Así define la Declaración la guerra:
----------"Tragedia que niega la dignidad humana [...] Con su estela de destrucción y dolor, la guerra atenta contra la dignidad humana a corto y largo plazo [...] la guerra siempre es una derrota de la humanidad. Ninguna guerra vale las lágrimas de una madre que ha visto a su hijo mutilado o muerto; ninguna guerra vale la pérdida de la vida, aunque sea de una sola persona humana, ser sagrado, creado a imagen y semejanza del Creador; ninguna guerra vale el envenenamiento de nuestra Casa Común; y ninguna guerra vale la desesperación de los que están obligados a dejar su patria y son privados, de un momento a otro, de su casa y de todos los vínculos familiares, de amistad, sociales y culturales que se han construido, a veces a través de generaciones. Todas las guerras, por el mero hecho de contradecir la dignidad humana, son conflictos que no resolverán los problemas, sino que los aumentarán" (n.38).
----------"En consecuencia, aún hoy la Iglesia no puede dejar de hacer suyas las palabras de los Pontífices, repitiendo con san Pablo VI: '¡Nunca jamás guerra! ¡Nunca jamás guerra!', y pidiendo, junto a san Juan Pablo II, 'a todos en nombre de Dios y en nombre del hombre: ¡no matéis! ¡No preparéis a los hombres destrucciones y exterminio! ¡Pensad en vuestros hermanos que sufren hambre y miseria! ¡Respetad la dignidad y la libertad de cada uno!'. Precisamente en nuestro tiempo, éste es el grito de la Iglesia y de toda la humanidad. Por último, el Papa Francisco subraya que 'no podemos pensar en la guerra como solución [...] Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible guerra justa. ¡Nunca más la guerra!'. Como la humanidad vuelve a caer a menudo en los mismos errores del pasado, 'para construir la paz es necesario salir de la lógica de la legitimidad de la guerra'. La íntima relación que existe entre fe y dignidad humana hace contradictorio que se fundamente la guerra sobre convicciones religiosas: quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no sigue el camino de Dios: la guerra en nombre de la religión es una guerra contra la religión misma" (n.39).
¿Qué es lo que se quiere decir con el término "guerra"?
----------Ahora bien, aquí se plantea ante todo un problema de significado de las palabras. Luego veremos de aclarar el concepto de guerra y su eventual licitud moral. Por tanto, es necesario recordar, como puede hacerlo un diccionario, qué es lo que se entiende corrientemente hoy por el término "guerra". De hecho, existe una definición nominal hoy corriente que efectivamente no es capaz de presentar la guerra de un modo atrayente: "conflicto armado entre dos Estados".
----------¿Acaso podría parecer correcto el hecho de que dos agrupaciones humanas, dos comunidades nacionales o regionales, dos países, se mataran recíprocamente? De ahí la concepción de la guerra como hecho odioso e insensato, o una especie de crueldad o de locura, excepto para aquellos que tienen un gusto cruel por el conflicto y por el litigar o por contender hasta consigo mismos.
----------Otra definición de "guerra", más esclarecedora, es la definición conceptual, que muestra la guerra como acto humano, sujeto por tanto a ser acto justo o acto injusto, acto virtuoso o acto pecaminoso: guerra es la acción militar de un Estado frente a otro Estado para defenderse de la agresión de éste o para obtener con la fuerza militar la reparación por los propios derechos dañados.
----------¿Cómo no llamar guerra al uso de la fuerza militar por parte de un Estado contra otro? Por lo tanto, si esto no puede ser nunca correcto, sino que siempre expresa odio, violencia, opresión, destrucción, homicidio (como hace el DDF), ¿cómo se podrá hablar de "derecho inalienable de los Estados a la legítima defensa, así como de la responsabilidad de proteger a aquellos cuya existencia está amenazada"?
----------Por tanto, debe hacerse la observación de que el ver la guerra sólo como tragedia, un mal donde no hay nada bueno, puro fruto de la maldad humana o un enorme desastre que se abate sobre los hombres como si fuera un cataclismo o una calamidad natural, es una visual que ciertamente tiene algo de verdad, pero es insuficiente para hacer cesar las guerras y sofocar los conflictos que surgen.
----------Una visión de la guerra como fenómeno de irracionalidad colectiva desalienta de la tarea de examinar y analizar críticamente sus aspectos, sus orígenes, sus causas, sus ideas, sus motivos, sus líneas de tendencia, las instancias que la animan, sus prospectivas, los valores que pone en juego, sus principales actores, que son todas cosas o elementos o aspectos que es necesario conocer si se quiere llevar a cabo seriamente una obra de pacificación y conciliación con equidad e imparcialidad.
----------La declaración Dignitas infinita afirma: "para construir la paz es necesario salir de la lógica de la legitimidad de la guerra". Esta afirmación no excluye la posibilidad de una guerra justa, sino que ataca al hegelianismo, el cual considera la guerra o la conflictualidad como tal como proceso lógico-dialéctico, por el cual se realiza el devenir de la historia como devenir de lo Absoluto.
----------Debemos tener en cuenta que el fenómeno de la guerra moderna, la guerra actual, es de extrema complejidad. Debemos estar atentos a no reducir la relación de la nación invadida por el Estado invasor al incidente del transeúnte al que un ladrón le roba la cartera, de modo que todo se resuelva en el hecho de que un policía que ha presenciado la escena constriña al ladrón a restituir la billetera.
----------Tal modo simplista de plantear la cuestión, hace imposible el discernimiento de las razones y los errores de ambas partes y, en consecuencia, resulta imposible rastrear los valores comunes a los dos enemigos, valores que constituyen la razón para poner fin al conflicto según criterios de justicia. Si vence quien tiene razón, el vencedor conducirá las tratativas o negociará la paz conforme a clemencia y sin exigir del vencido condiciones humillantes. Si tuviera que vencer quien está equivocado, el perdedor será paciente con la esperanza y la expectativa de poder hacer valer sus propios derechos.
----------Por otra parte, está claro que si un Estado es agredido por otro o si los ciudadanos de un Estado ven a sus connacionales en el territorio de otro Estado, el cual los oprime y los maltrata, ¿qué es lo que se puede y se debe hacer? ¿Persuadir al Estado invasor para que retire sus tropas o al Estado ocupante para que conceda libertad a los propios compatriotas o a restituir los territorios ocupados? Pero la historia siempre ha constatado que esto sólo se puede obtener con el uso, obviamente moderado, de las fuerzas armadas. ¿Y cómo no llamar guerra a este uso del ejército? ¿Y cómo es que aquí no se podría hablar de una guerra justa?
----------Una última consideración acerca de la cuestión de la guerra justa es el valor del presupuesto teórico-práctico más general referente a la licitud por parte de la autoridad judicial de administrar la justicia haciendo uso de la fuerza o de la coerción. ¿Con ello no se viene a faltar el respeto a la dignidad del reo o del adversario? ¿No se viene con ello a violentar a una persona? ¿No se viene a creer que alguien pueda actuar mecánicamente como si fuera una máquina o solicitado emotivamente como si fuera un animal? ¿No se presupone con ello la negación de la naturaleza del libre albedrío? ¿Puede ser constreñida la voluntad?
El error de Hegel al juzgar el valor moral de los hechos históricos
----------Por todo lo arriba dicho, para dar un recto juicio moral sobre una guerra en curso y encontrar e indicar a los adversarios el camino hacia la conciliación, hacia el acuerdo y hacia la paz, es necesario examinar en los dos adversarios cuáles son las razones o motivos que tienen para combatir y cuál de los dos tiene razón y quién no la tiene, prestando atención a evitar el concepto hegeliano de la victoria militar, según el cual la razón corresponde al más fuerte que triunfa militarmente.
----------Aquí, en Hegel, el hecho mismo constituye derecho. Lo que sucede en los actos humanos no debe estar regulado por una razón trascendente a ellos, sino que para Hegel la racionalidad de esos actos o hechos coincide con el hecho mismo de que han sido ejecutados o han ocurrido. Si no se hubieran verificado, eso quiere decir aquel que quería actuarlos estaba equivocado. Para Hegel todo lo que sucede es correcto y racional. Si en esa determinada guerra ha vencido ese determinado país, no hay que preguntarse si ha hecho bien o si tenía razón. El simple hecho de haber vencido demuestra que él tenía razón.
----------De tal modo, para Hegel los vencedores tienen siempre razón por el simple hecho de que vencen. Es cierto que Hegel se refiere al valor de lo racional y de lo ideal como regla del actuar, pero así como identifica el pensamiento con el ser, el ser con el actuar, el entender con el querer, la metafísica con la moral y la antropología con la teología, sucede que lo ideal y lo racional se identifican con lo real, por lo cual se pierde el criterio de juicio moral sobre una determinada acción humana y, por tanto, sobre una determinada guerra.
----------Para Hegel no tiene sentido preguntarse si el vencedor tenía razón o estaba equivocado. Para él, el vencedor tenía razón por el simple hecho de haber vencido. Razonando como razona Hegel, deberíamos decir que los Estadounidenses, al derrotar a Hitler, han demostrado tener razón para sostener la democracia. Pero si la guerra la hubiera ganado Hitler, habría sido él quien demostraba que el nazismo es correcto y justo. El vencedor demuestra tener razón no con un silogismo, sino con el hecho mismo de vencer a su adversario en la batalla. La causa del vencedor era ciertamente la correcta por el simple hecho de ser vencedor. Es evidente que aquí no estamos ante el criterio de la guerra justa, sino ante la apología de la violencia y de la barbarie.
----------Aquí evidentemente no estamos ante la fuerza espiritual de la razón, que basándose en la justicia produce justicia, sino ante la razón de la fuerza, ante la fuerza bruta de lo irracional, ante la barbarie disfrazada de razón, que es violencia, odio y opresión.
Y entonces, ¿la objeción de conciencia que ha practiado, por ejemplo, la Acción Católica, en diversos países, años atrás?
ResponderEliminarEstimado Dino,
Eliminarla objeción de conciencia es posible precisamente cuando existe un ejército que tutela la paz, y además existe un régimen democrático.
Perdone, Padre, pero no comprendo: me consta que la Iglesia enseña que es un derecho y deber el defenderse de un injusto agresor; y solo al sacerdote no se le obliga derramar sangre. Ahora bien, la objeción se tiene justamente por parte de soldados del injusto agresor o de un dictador que realiza guerras injustas. Pero si todos en Estados Unidos o en el Reino Unido hubieran sido objetores de conciencia como los de la acción católica, entonces Hitler habría vencido. Después quizás se podía sostener como motivo no el no querer llevar armas sino el hecho que, al menos después de la ley que ha dado via libre al aborto, el gobierno y el estado argentino habrían perdido la legitimidad de ejercicio, si los ciudadanos hubieran sido objetores, y así sucesivamente...
EliminarEstimado Padre: ¿Usted habla de régimen democrático en el sentido de que hay votaciones? ¿O bien uno de los tres sistemas aristotélicos? Pero como dijo San Juan Pablo II, la democracia sin valores conduce al totalitarismo disfrazado de democracia, de hecho, la mayoría "democrática" ha votado la ley del aborto y los presidentes argentinos han confirmado lo resuelto en las Cámaras, demostrando ser perfectos "demócratas" o liberales en moral política.
EliminarEstimado Dino,
Eliminarla objeción de conciencia en un régimen democrático significa el hecho de que los ciudadanos se encuentran en una condición de madurez política, por lo cual si la Nación debe afrontar una guerra, los ciudadanos están en grado de dar una evaluación de esta eventualidad. De ahí la libertad que tienen los objetores de conciencia para actuar su decisión.
Dicho esto, también hay que decir que no se puede negar el grave deber de socorrer a la Patria en peligro. Quien se sustrajera a este deber sería, ciertamente, un cobarde y un ingrato hacia la Patria. En este caso, en mi opinión, un gobierno tiene el derecho de prohibir la objeción de conciencia.
Por cuanto respecta a los gobiernos dictatoriales, es fácil que ellos se embarquen en empresas militares desconsideradas o descriteriadas o imprudentes. En este caso, la objeción de conciencia puede convertirse en un deber, pero es arriesgada, porque el gobierno reacciona con severos castigos. Por este motivo, parece inevitable que quienes quieran oponerse tendrán que recurrir a subterfugios.
Estimado Dino,
Eliminarcuando hablo de gobierno democrático está claro que entiendo una democracia sana, es decir, respetuosa de los valores morales. Todos sabemos que la ley del aborto es un desastre, en cualquier Estado que se haya instaurado. Sin embargo, también sabemos que el pueblo argentino, lamentablemente en su mayoría, ya no es católico, y que hoy a menudo se han perdido de vista valores fundamentales, como el de la vida por nacer.
No hay ninguna duda de que los católicos argentinos tuvieron que resignarse a regañadientes a esa ley infame, que sin embargo no ha sido un golpe tan grave contra el Estado como para convertirlo en ilegítimo, porque, gracias a Dios, nuestro pueblo mantiene en su conjunto una dignidad que garantiza al Estado su legitimidad.
Entonces, si Argentina en los años 70 y 80 hubiera sido atacada injustamente, el hecho es que los diferentes objetores de conciencia (no sólo estoy pensando en la AC Argentina, sino también en la AC Italiana, y en la FUCI, etc.) estaban equivocados si no combatían. Por lo tanto, usted me está dando la razón.
EliminarEstimado Dino,
Eliminarsu hipótesis me parece demasiado abstracta, porque usted debe saber bien que el uso del condicional cuando se aborda el pasado histórico es una práctica muy arriesgada, porque casi no proporciona ningún apoyo o base para datos seguros y fiables.
El discurso que usted hace toca cuestiones tan amplias y complejas, que son más grandes que nosotros mismos, y a las que no me siento inclinado a dar una respuesta.
Lo que sí puedo decir con seguridad, sobre el tema de la objeción de conciencia, es lo que ya he dicho.
Disculpe, Padre, pero ¿en qué basa usted la legitimidad, en el consenso popular o en el respeto a la ley de Dios? Gracias
EliminarEstimado Dino,
Eliminarla legitimidad de un Estado se basa en el consenso popular, fundado en el respeto a la ley natural, la cual, como usted sabe, es una ordenación de la divina Razón.
Disculpe padre, pero, si hay un régimen democrático en el sentido aristotélico, es decir, votan, esto no significa que el pueblo sea maduro, de hecho hay países donde el referéndum sobre el divorcio o sobre el aborto han validado las leyes sobre el divorcio o sobre el aborto, que no son leyes.
EliminarLo que quiero decir es que si el estado está bajo el derecho, y sin embargo legisla contra el derecho natural, pierde la legitimidad que pudo haber tenido.
EliminarEstimado Dino,
Eliminarpara que un Estado sea legítimo, es necesario que su Constitución sea votada por el pueblo y sea respetada por el gobierno.
Ahora bien, me parece que nuestros gobiernos, que se han sucedido desde la posguerra hasta el presente, han cumplido estas condiciones no obstante la promulgación de algunas leyes que, al violar el derecho natural, están privadas del valor de ley desde un punto de vista moral, pero no civil.
Para que un Estado sea o llegue a ser ilegítimo, es necesario que los fundamentos mismos que legitiman al Estado estén ausentes o fracasen o vengan a menos. Por ejemplo, un Estado que se basara en el ateísmo o el racismo o en la ausencia de valores morales o en el desprecio de la democracia, sería un Estado ilegítimo, aunque los católicos tendríamos el deber de soportarlo y hacer todo cuanto sea posible para normalizar su institución.