miércoles, 10 de abril de 2024

Verdades de Fe (10/24) Jesucristo

Nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios Encarnado y Redentor es el misterio central de nuestra fe. En este artículo resumimos las Actas del Magisterio que expresan este sagrado Misterio. Los puntos que brevemente indicaremos son los siguientes: la divinidad de Cristo; la persona de Cristo; una sola divina Persona con dos voluntades; la obra de la Redención; Jesús sacerdote; su descenso a los infiernos; su Resurrección; su Ascensión al Cielo a la diestra del Padre; la doctrina de Cristo; Cristo como Legislador de la Nueva Alianza; Cristo Rey del universo; y las sagradas imágenes de Jesucristo y de la Santísima Virgen María. [En la imagen: fragmento de una pintura mural del busto de Cristo en la catacumba de Commodilla, Roma, de finales del siglo IV].

Notas: 1) Las proposiciones en letra negrita y entre comillas " " son las palabras textuales de los dogmas (1° y 2° grado) o de las proposiciones próximas a la fe (3° grado). El resto es mi comentario o explicación: 2) las frases en negrita grande evidencian los dogmas de primer grado, las que están en negrita normal los dogmas de segundo grado; 3) en la medida que me ha sido posible, he convertido en positivo las sentencias en negativo, para así mostrar al lector qué es lo que la Iglesia enseña. De lo cual se comprende fácilmente qué es lo que la Iglesia condena.
   
La divinidad de Cristo
   
----------"La divinidad de Jesucristo se demuestra en base a los Evangelios" (San Pío X, Santo Oficio, Decreto Lamentabili, cit., Denz. 3427).
----------"Creemos en un solo Dios, Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles; y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo" (Concilio de Nicea, del 325, cit., Denz. 125).
   
La persona de Cristo
   
----------"Siguiendo a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el pecado; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de El nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres" (Concilio de Calcedonia, del 451, Denz. 301-302).
----------Jesucristo es impasible, inmortal y eterno por la naturaleza de la divinidad, pasible, temporal y mortal por la condición de la naturaleza humana asumida. La naturaleza divina no se cambia en la naturaleza humana, ni la humana en la divina.
   
Jesucristo es una sola divina Persona con dos voluntades
   
----------"El presente santo y universal Concilio define que en Jesucristo hay dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los Santos Padres; y dos voluntades naturales no contrarias, y afirmamos que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella. Era, en efecto, menester que la voluntad de la carne se moviera, pero tenía que estar sujeta a la voluntad divina del mismo, según el sapientísimo Atanasio. Porque a la manera que su carne se dice y es carne de Dios Verbo, así la voluntad natural de su carne se dice y es propia de Dios Verbo, como El mismo dice: Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me ha enviado, llamando suya la voluntad de la carne, puesto que la carne fué también suya" (Concilio Constantinopolitano III, del 681, Denz. 556).
   
La obra de la Redención
   
----------Cristo, con el sacrificio de la cruz satisface según justicia al Padre por la ofensa del pecado y nos merece la misericordia del Padre, el Cual nos remite el débito del pecado, mientras que Cristo nos propicia al Padre y nos obtiene de Él el perdón y la justificación.
----------"El dilectísimo Unigénito Hijo del Padre, nuestro Señor Jesucristo, el cual, 'cuando éramos enemigos' (cf. Rm 5,10), 'por la excesiva caridad con que nos amó' (Ef 2,4), nos mereció la justificación por su pasión santísima en el leño de la cruz y satisfizo por nosotros a Dios Padre.
----------La única causa formal de la justificación es la justicia de Dios, no aquella con que El es justo, sino aquella con que nos hace a nosotros justos, es decir, aquella por la que, dotados por El, somos renovados en el espíritu de nuestra mente y no sólo somos reputados justos, sino que verdaderamente nos llamamos y somos justos, al recibir en nosotros cada uno su propia justicia, según la medida en que el Espíritu Santo la reparte a cada uno como quiere (1 Co 12,11) y según la propia disposición y cooperación de cada uno" (Concilio de Trento, Denz. 1529).
----------"Y así, cuando llegó la plenitud de los tiempos en la Divina Providencia de Dios, el Hijo unigénito de Dios se hizo hombre, y en favor de la humanidad satisfizo con su Sangre la majestad ultrajada de su Padre y por este precio infinito redimió al hombre para sí. 'No fuisteis redimidos con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la preciosa Sangre de Cristo, como de un cordero, sin mancha e inocente" (1 Pe 1,18-19). Y así, redimiendo verdadera y propiamente a todos los hombres ya sujetos a su imperio y potestad, puesto que Él mismo es su creador y conservador, los hizo de nuevo suyos" (León XIII, Encíclica Tametsi futura, del 1° de febrero de 1900).
----------Por lo tanto, redención, re-d-emptio, significa que Cristo con su sacrificio redentor, ha adquirido de nuevo, a precio de su sangre, esa humanidad que ya era suya, habiéndola creado. En efecto, el Apóstol afirma "habéis sido comprados, ¡y a qué precio!" (1 Co 6,20). Además, Cristo compensa al precio de su sangre al Padre, ofendido por el pecado de la humanidad. En otras palabras, Cristo restituye al Padre aquella humanidad, que a Él se le había sustraído por el pecado original y que el diablo mismo había sustraído al Padre. Vale decir, que la humanidad es propiedad, tanto del Hijo como del Padre.
----------El Padre, por su parte, ofendido por el pecado, y sustraído por Satanás de la humanidad que Le pertenecía a Él de por sí, ha querido como reparación del pecado el sacrificio del Hijo y conjuntamente ha querido que el Hijo, rico como era de Su divinidad, pagase con Su Sangre el débito del pecado al Padre. En este punto entra en juego la imagen del "rescate" usada por Jesús mismo (Mt 20,28).
----------No se trata de pagar un rescate como es usual entre nosotros, cuando viene raptada una persona, pagando a los raptores. La imagen del rescate no debe ser tomada tal como es en nuestro mundo y transportada a Dios, sino que debe ser adaptada a aquello que entiende decir Cristo con esta imagen. Como es evidente por el contexto, Él la asocia al "dar Su vida", que, si nos atenemos a sus mismas palabras, es gesto de supremo amor: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos" (Jn 15,13).
----------Por tanto, efectivamente el Padre ha pretendido el pago del débito o del rescate y ha querido el sacrificio expiatorio del Hijo. ¿Pero por qué lo ha hecho? No lo ha hecho, como creen algunos, por una especie de exceso, dado que Dios no tiene necesidad de nada, sino sólo por amor nuestro, o sea para darnos en Cristo por misericordia la posibilidad de rescatarnos del pecado, de liberarnos de la esclavitud de Satanás y de retornar a la comunión con el Padre. En esto el Padre ha querido la gloria del Hijo, la gloria del hombre y la gloria del Padre.
   
Jesús sacerdote
   
----------"El Dios y Señor nuestro, aunque había de ofrecerse una sola vez a sí mismo a Dios Padre en el altar de la cruz, con la interposición de la muerte, a fin de obrar una eterna redención; como, sin embargo, no había de extinguirse su sacerdocio por la muerte (Heb 7,24.27), en la última Cena, 'la noche que era entregado' (1 Co 11,13), para dejar a su esposa amada, la Iglesia, un sacrificio visible, como exige la naturaleza de los hombres, por el que se representara aquel suyo sangriento que había una sola vez de consumarse en la cruz, y su memoria permaneciera hasta el fin de los siglos, y su eficacia saludable se aplicara para la remisión de los pecados que diariamente cometemos, declarándose a sí mismo constituido 'para siempre sacerdote según el orden de Melquisedec' (Sal 109,4), ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas, lo transmitió a sus Apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, y a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó que lo ofrecieran con estas palabras: 'Haced esto en memoria mía' (Lc 22,19; 1 Co 11,24), como siempre lo entendió y lo enseñó la Iglesia católica" (Concilio de Trento, Denz. 1740).
   
El descenso a los infiernos
   
----------"Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí prisioneros" (Catecismo de la Iglesia católica, n.632).
   
La resurrección de Cristo
   
----------"La Resurrección del Salvador, además de ser un hecho de orden sobrenatural, es propiamente un hecho de orden histórico, demostrado y demostrable" (Santo Oficio, Decreto Lamentabili, cit., Denz. 3436).
   
La Ascensión al Cielo a la diestra del Padre
   
----------"'El Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios' (Mc 16,19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (Lc 24,31; Jn 20,19.26). Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (Hch 10,41) y les instruye sobre el Reino (Hch 1,3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (Mc 16,12; Lc 24,15; Jn 20,14-15; 21,4). La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (Hch 1,9; Lc 9,34-35; Ex 13,22) y por el cielo (Lc 24,51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.659).
----------En los cuarenta días después de la Resurrección, Jesús posee solamente la gloria del Resucitado, pero no todavía la celestial de estar sentado a la diestra del Padre. En el encuentro con la Magdalena, inmediatamente después de la resurrección, le dice, ciertamente, "Yo subo al Padre" (Jn 20,17), pero es necesario admitir que al mismo tiempo Jesús está todavía de algún modo en esta tierra, o acaso en una misteriosa dimensión intermedia sobrenatural entre tierra y Cielo, oculto en Su gloria a los ojos humanos y apareciendo desde ese ocultamiento varias veces a sus discípulos, se entretiene con ellos para dar prueba de Su Resurrección y para terminar de instruirlos sobre la fundación y organización de la Iglesia y acerca de su misión en el mundo.
   
La doctrina de Cristo
   
----------"Cristo ha enseñado un cuerpo determinado de doctrina aplicable a todos los tiempos y a todos los hombres, y no ha iniciado un movimiento religioso, adaptado o adaptable a los diversos tiempos y lugares" (Santo Oficio, Decreto Lamentabili, cit., Denz. 3459).
   
Cristo Legislador de la Nueva Alianza
   
----------Cristo ha confirmado la Ley de Moisés, es decir, los Diez Mandamientos, pero les ha agregado una Ley nueva, la Ley evangélica, que ordena una mayor perfección y guía a una mayor comunión con Dios, basada en la revelación del Misterio Trinitario. La Ley de Cristo nos ha sido comunicada por Él en virtud de la Nueva y definitiva Alianza estipulada con Dios Padre en Su Sangre. Cristo nos dona la gracia suficiente para cumplir tanto los diez mandamientos como la Nueva Ley del Amor en el Espíritu Santo. El pueblo de la Antigua Alianza, el pueblo de Israel, se amplía a ser la entera humanidad, llamada a la obediencia a la Nueva Ley y a constituir una nueva comunidad de salvación, la Iglesia, dotada de nuevos medios de salvación, los sacramentos
----------Sacerdote de la Nueva Alianza, Cristo estableció un nuevo culto y por tanto un nuevo sacerdocio, tal como para rendir al Padre plena satisfacción por los pecados.
----------"El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo. En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino escrita en el fondo del 'corazón' (Jr 31,33) del Siervo, quien, por 'proclamar fielmente el derecho' (Is 42,3), se ha convertido en 'la Alianza del pueblo' (Is 42,6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo 'la maldición de la Ley' (Ga 3,13) en la que habían incurrido los que no 'practican todos los preceptos de la Ley' (Ga 3,10); en efecto, la muerte de Cristo ha intervenido 'para la remisión de las culpas cometidas bajo la Primera Alianza' (Hb 9,15)" (Catecismo de la Iglesia Católica, n.580).
   
Cristo Rey del universo
   
----------"Tú consagraste Sacerdote eterno y Rey del universo a tu único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con óleo de alegría, para que ofreciéndose a si mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumara el misterio de la redención humana, y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal: el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz" (Del Prefacio de la Solemnidad de Cristo Rey).
   
Las sagradas imágenes de Jesucristo y de la Santísima Virgen María
   
----------Se deben exponer las imágenes de Jesucristo y de la Santísima Virgen María, a las cuales el Concilio implícitamente alude con las palabras "las venerables y santas imágenes":
----------"Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros Santos Padres, y la tradición de la Iglesia Católica (pues reconocemos que ella pertenece al Espíritu Santo, que en ella habita), definimos con toda exactitud y cuidado que de modo semejante a la imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las venerables y santas imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en las santas iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las paredes y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la santa Madre de Dios, de los honorables ángeles y de todos los santos y hombres ilustres" (II Concilio de Nicea, del 787, Denz. 600).

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