jueves, 4 de abril de 2024

Fascismo y nazismo: orígenes, doctrina y actualidad (9/9)

Discernir el concepto heideggeriano de Dios es de fundamental importancia para entender al nazismo. Se trata de un Dios reducido a las dimensiones del hombre y un hombre elevado a las dimensiones de Dios. Es el hombre que se vuelve infinito como Dios, y Dios que se vuelve finito en el hombre. Este es el Dios de Martin Heidegger, que fue encontrado y adoptado por Karl Rahner. Los mismos ejércitos nazis tenían por lema Gott mit uns (Dios con nosotros). Pero en última instancia, ¿quién es este Dios? ¿Es el verdadero Dios, Ser subsistente, bondad infinita, justo y misericordioso, providente, creador del cielo y de la tierra, que se ha encarnado en Jesucristo Nuestro Señor, nuestro Redentor y Salvador y Cabeza de la Iglesia? [En la imagen: fragmento de "Hércules dándose a la muerte en la hoguera en el monte Eta en presencia de Júpiter y los doce grandes dioses del Olimpo", óleo sobre lienzo, aprox. 1671, obra de Jean Baptiste de Champaigne].

Fascismo y Nazismo
   
----------Fascismo y nazismo son dos fenómenos sociales y espirituales similares. La raíz es común: la afirmación en las primeras décadas del siglo XX de los nacionalismos, de una concepción de la vida que se resume en la auto-creación y en la voluntad de poder de evidente matriz nietzscheana, en síntesis con la concepción hegeliana del Estado como una totalidad divina que es sustancia de los individuos que lo componen.
----------Mientras que el nazismo se basaba en Hölderlinen y en las raíces paganas precristianas del pueblo germánico, el fascismo se basaba en la antigua religión romana y en los recuerdos y valores del Antiguo Imperio Romano. Estas dos grandes fuerzas históricas y políticas, si por un lado partían de una raíz común, es decir, el cogito cartesiano desarrollado en el idealismo alemán, por otro lado, sin embargo, existía entre ellas un sutil antagonismo, ya que está claro que los Germanos no podían no tener el recuerdo del odiado imperio Romano.
----------Por eso la alianza entre Mussolini y Hitler, por más enfatizada que haya sido al inicio, no podía dejar de tener en sí el principio de su propia disolución, que estalló precisamente en el momento menos indicado: precisamente en el curso de la guerra, cuando las dos fuerzas habrían debido estar más que nunca unidas en la lucha contra el enemigo común. En cambio, reaparecieron la antigua desconfianza y el antiguo desprecio recíproco entre Latinos y Alemanes, aunque Italia en esa época estuviera en gran medida imbuida de ideas panteístas difundidas por el entonces filósofo oficial del fascismo Giovanni Gentile.
   
La fascinación de Hitler
   
----------En cuanto a Adolf Hitler, no rehuía hacer referencias a Dios. Estaba convencido de estar cumpliendo una misión que Dios le había confiado. Para consultar a Dios y conocer sus designios se apoyaba en respuestas obtenidas de videntes o de sesiones espiritistas o de oráculos mágicos y teosóficos tibetanos, indios y japoneses, o en sentencias de la antigua mitología germánica, recopiladas de múltiples fuentes de información, en particular de la Thule Gesellschaft, que tenía como símbolo la esvástica, o de una comisión especial de las SS, los respetados estudiosos SS-Vorgerucktenstudien, o de la Tempelhofgesellschaft, fundada en Viena a finales del siglo XIX por Norbert Jurigen-Tatthofer y Ralft Ettl con el propósito de promover y enseñar una forma de religión gnóstica ligada al Marcionismo, la cual identificaba al "malvado creador de este mundo", es decir, el Demiurgo, con Yahvé, el Dios de los Judíos.
----------Hasta donde he podido informarme y comprender, la Thule Gesellschaft ha tenido gran influjo sobre el nazismo. Todo hace suponer que el legado ideológico de la Sociedad Thule fue retomado por el Partido Nacional-socialista de los Trabajadores Alemanes, y así, Adolf Hitler y su movimiento moldearon su pensamiento.
----------Nosotros hoy ya no tenemos la percepción del poder de la palabra sobre las multitudes. A menudo los discursos de nuestros políticos o de nuestros intelectuales son cursis, prolijos, enredados y llenos de clichés, frases hechas, lugares comunes, que nos dejan aburridos o decepcionados.
----------El Medioevo, en cambio, especialmente con los grandes predicadores frailes dominicos, como el beato Reginaldo de Orleans, san Jacinto en el siglo XIII, san Vicente Ferrer a principios del siglo XV o Girolamo Savonarola a finales del XV, conoció algunos formidables predicadores inflamados por Dios y arrolladores, que supieron estremecer y entusiasmar a las multitudes por la causa de Dios. Algo así se repitió con san Juan Pablo II, que atrajo a dos millones de personas en su viaje a Manila.
----------En cambio, lo que se constata en el siglo XX es la aparición de grandes atractores de masas, pero, por desgracia, no las arrastran hacia la virtud, sino hacia la sedición o el fanatismo, no para construir la paz, sino para estimular al libertinaje o a la violencia, como lo fue Lenin, por ejemplo. Pero el caso más llamativo de todos fue el de Hitler, seguido de cerca por Mussolini. El predicador atrae a la multitud cuando está animado por un espíritu superior: o el Espíritu Santo o el demonio.
----------Ciertamente Hitler, aunque se declarara católico, no estaba animado por el Espíritu Santo. Por lo tanto estaba animado por el demonio. Es impresionante cuanto relata René Alleau en su libro Le origini occulte del Nazismo (Edizioni Mediterranee, Roma 1989), en el c.4 de la parte II, "La mediumnidad de Adolf Hitler", acerca del increíble poder que tenía Hitler para someter a todo el pueblo alemán, como también lo documentan algunas fotografías de multitudes fanatizadas por su palabra.
----------La Thule Gesellschaft, por su parte, había preparado a los alemanes para la evocación de los dioses de la mitología germánica, y para un mago adecuado para ello. Este mago era Hitler. En Mein Kampf, Hitler se muestra desdeñoso frente a la antigua mitología germánica para asumir el rol del moderno racionalista, que se burla de las supersticiones, pero en realidad, como lo demostró más tarde su conducta y su liderazgo político, él dio amplio espacio a los visionarios, a los exaltados y a las y sociedades ocultistas y esotéricas.
----------Así habla el especialista Otto Öffler (en Kultische Geheimbunde der Germanen, Frankfurt 1934, pp.340-341) de estos poderes infernales: "La divinidad más adorada por los Germánicos era el Señor de las posesión demoníaca (der Herr des Demonischen Ergriffenheit). […] Wotan es el salvaje dios de la posesión, el Maestro divino de los extáticos Männerbund, el esquivo dios de la Guerra, de las Runas de los Muertos, de la Cólera y de la Brujería, de las Máscaras y de los Sacrificios humanos. [...] El origen de la palabra Wotan es el alto alemán Wuof que contiene el significado de "posesión salvaje" a través de la divinidad Wuf, de arrobamiento extático".
   
El concepto heideggeriano de Dios
   
----------Es desde 1967 que frecuento el pensamiento de Heidegger y confieso que nunca he podido entender si Heidegger creía o no creía en Dios. Hay quienes lo hacen un místico, hay quienes lo hacen un agnóstico, hay quienes lo hacen un escéptico, hay quienes lo hacen un nihilista, y hay quienes lo hacen un ateo.
----------¿Cuál es la relación de Heidegger con Dios? ¿Qué idea tenía de Dios? ¿Existe en él el problema de la existencia de Dios? Ese "sein" sobre el cual tanto insiste, ¿qué es? ¿Se acerca a Dios? ¿O tal vez sea el hombre? ¿O es entrambos? ¿O no es ni el uno ni el otro? ¿O es el pasaje del uno al otro?
----------Cuando era joven, Heidegger pensó en hacerse sacerdote en los Jesuitas, pero desistió de su intención al primer contacto con la Compañía de Jesús. ¿Qué fue lo que en aquel entonces le sucedió? Difícil decirlo, pero podemos hipotetizar razonablemente. Es posible que fuera una vocación perdida y que él siempre se haya arrepentido de no haber insistido en pedir el ingreso a la Compañía. Probablemente fue humillado y desde entonces se nota el diente venenoso de Heidegger contra el cristianismo.
----------Pero a lo largo de toda su vida Heidegger se debatió con el problema del ser, detrás del cual es evidente que está el problema de Dios, aun cuando él no quisiera reconocerlo, casi como si hubiera encontrado un Dios más sublime que el Dios "óntico" del cristianismo. Sin embargo, conservó el tono del maestro espiritual, que revela al discípulo el fondo o profundidad de las cosas. Pero su pensar es un exasperante ir y venir de pensamientos y de repensamientos, o sea de dudas sobre lo que se ha pensado, donde esta alma atormentada nunca encuentra un punto fijo, aunque no faltan ideas profundas y sugestivas.
----------A semejanza de Marción, que había sido retomado por Lutero y por Hegel, Heidegger sentía repugnancia por la espiritualidad exteriorista del Antiguo Testamento, que veía con desprecio como "onto-teología", asumida más tarde por la Iglesia católica, es decir, como una concepción de Dios como "Ente", y no como "Nada", por lo cual abrazaba el interiorismo, el luterano Gott mit uns.
----------La pretendida recuperación heideggeriana del ser parmenídeo, después de lo que él llamó la "historia del error", la alardeada afirmación de la "diferencia ontológica" entre el ente y el ser, inicialmente pareció a muchos una recuperación del esse tomista. Nada de eso. El sein heideggeriano es el Dasein, el ser-ahí del hombre que se interroga sobre el ser sin ser capaz de responder. Es el ser que roza la nada, es el estar en el tiempo. Habiendo encontrado luego a Nietzsche, el ser será la misma voluntad de poder.
----------Y he aquí finalmente encontrado el sentido del ser, la última palabra sobre el ser: la metafísica del nazismo. De ahí que el volumen de 950 páginas escrito a finales de los años '30 en pleno éxito del régimen hitleriano y se sabe hasta qué punto Hitler -no hace falta decirlo- era admirador de Nietzsche.
----------Es cierto que en los últimos años de su vida Heidegger auspiciará el advenimiento de un "Dios divino, ante el cual sea posible danzar y rezar", y que declarará en 1966 en una entrevista a Der Spiegel que "sólo un Dios nos puede salvar". Pero se mantiene el hecho de que Heidegger no nos ha aclarado nunca cuál era su concepción de Dios, salvo dando a entender que se trataba de aquel "Sacro" de Hölderlin, que, como bien se sabe, no era otra cosa que la sacralidad de la tierra alemana habitada por las divinidades de la mitología germánica, tan querida a los nazis e incluso al propio Nietzsche.
----------Lo que se puede deducir, eventualmente, es que para Heidegger, Dios es, en definitiva, el hombre mismo, en cuanto en el hombre el ser viene a coincidir con el ser hombre y el hombre mismo es el ser como Ser-ahí (Dasein). Heidegger niega que Dios sea el ser y tiene razón, porque Dios no es simplemente el ser del metafísico, sino que es el ipsum Esse, es el Ser subsistente.
----------Ahora bien, todas las innumerables veces que Heidegger habla del esse simpliciter, ciertamente se puede pensar en el esse metafísico; pero entonces ¿cómo no pensar también en el ipsum esse, en el esse divinum? Si el ser, como dice Heidegger, es "finito", ¿qué pasa con el ser infinito? Si el ser es tiempo, ¿qué pasa con el ser eterno? ¿O queremos hacer de Heidegger un ateo? Hay quienes lo piensan de ese modo. Pero el caso es que Heidegger no niega lo infinito, no niega lo eterno. ¿Y entonces?
----------El sein heideggeriano es el Dasein, el ser-ahí del hombre que se interroga sobre el ser sin llegar a ser nunca capaz de responder. Es el ser que roza o confina con la nada, es el estar en el tiempo. Habiéndose encontrado luego con Nietzsche, como he dicho, el ser será la misma voluntad de poder.
----------Repito: Heidegger niega que Dios sea el ser y tiene razón, porque Dios no es simplemente el ser del metafísico, sino que es el ipsum Esse, es el Ser subsistente. Ahora bien, sin embargo, en todas las innumerables veces que Heidegger habla del esse simpliciter, ciertamente se puede pensar en el esse metafísico; pero entonces, repito: ¿cómo no pensar también en el ipsum esse, en el esse divinum?
----------Por otro lado, si el ser, como dice Heidegger, es "finito", ¿qué pasa con el ser infinito? Si el ser es tiempo, ¿qué pasa con el ser eterno? ¿O queremos hacer de Heidegger en ateo? Hay quienes lo piensan. Si el ser es nada, ¿entonces Heidegger es un nihilista? Hay quienes lo piensan.
----------Sin embargo, para Heidegger la verdad, vale decir, el saber, no es adaequatio (adaequatio rei et intellectus), sino "revelación a mi conciencia", como para Husserl. ¿Pero estoy seguro de que lo que me aparece sea lo que es? Heidegger no se plantea el problema porque carece, como todos los idealistas, de ese interés, el reconocimiento y la atención al ser extramental. Todo se resuelve en mi conciencia o, como él dice, en mi experiencia "preconceptual" (Vorvertändnis) y de esto no se sale.
----------¿Es Heidegger sincero en su búsqueda de la verdad? ¿Depende su continuo destruir lo que construye del hecho de que nunca logra encontrar un punto fijo o del hecho que parece experimentar gusto o disfrutar al confundirnos las ideas o mareándonos? ¿Por qué en el momento en que nos parece haberlo entendido o creemos haberlo cazado en su error, se escapa y desaparece?
----------El suyo es un continuo y enervante ir y venir de un hombre que no tiene nunca paz y parece incapaz de encontrar un ubi consistam. Pero no se trata del agustiniano cor inquietum, porque Agustín al menos sabe que Dios existe. ¿Pero qué podemos decir de Heidegger? ¿No parece también un escéptico o un agnóstico?
----------Da la apariencia de ser un buscador o un indagador como debería serlo el verdadero filósofo; pero, como enseña el mismo san Agustín de Hipona, no se puede buscar sino lo que ya se ha encontrado. Si ni siquiera sabes lo que estás buscando, ¿qué estás buscando?
----------Heidegger permanentemente lanza un input, a veces a los teólogos, a veces a los ateos, y tan pronto como uno de ellos cree entender, Heidegger se burla de ellos diciendo que ha sido malentendido, de modo que en cierto momento se nos caen los brazos, y uno se pregunta: ¿a qué juego está jugando?
----------Francamente hablando, la impresión que se desprende de este jugar a las escondidas, es que a Heidegger sustancialmente le interesa atraer la atención de todos sin optar jamás por nadie. Y de hecho lo ha conseguido, dada la oceánica bibliografía que existe sobre él.
----------Pero en mi opinión lo más sabio que se puede hacer es separar con paciencia y amor en su pensamiento el trigo de la cizaña. A decir verdad, el trigo no falta, como en toda filosofía, incluso en la más aberrante. Y esto atrae con razón el interés de los teólogos católicos. El grano de trigo en Heidegger es haber vuelto a proponer con fuerza la cuestión del ser y de haber subrayado la trascendencia del ser sobre el ente. Es necesario pensar el ser antes y más allá del ente. Correctísimo. ¿Pero entonces qué sucede? Que para Heidegger el ser no es el actus essendi, el esse ut actus, no es el acto existencial del ente y el acto perfectivo de la esencia, sino que es negación del ente y de la esencia. Y de nuevo estamos en alta mar.
----------Abro un pequeño paréntesis para explicar mi calificación de "correctísima" a la afirmación heideggeriana de la trascendencia del ser sobre el ente. Al respecto de esto mismo, es el padre Cornelio Fabro quien hace una interesantísima y doctísima confrontación entre el sein heideggeriano y el esse tomista. Fabro constata un punto en común en la exigencia de pensar el ser más allá del ente, pero luego debe constatar que esta exigencia se ve frustrada en Heidegger porque ignora el hecho de que no captamos el ser como ser, sino ad modum essentiae, porque el objeto de nuestro intelecto es la esencia de lo real. Esto no quiere decir reducir el ser a esencia, como han hecho Suárez y Wolff, sino que significa que nosotros captamos la distinción real entre ser y esencia en el acto del juicio de la existencia. Véase al respecto: Cornelio Fabro, Tomismo e pensiero moderno, Libreria Editrice della Pontificia Università Lateranense, Roma 1969; Jacques Maritain, Court traité de l’existence et de l’existant, Paul Hartmann Editeur, Paris 1964. Y cierro el paréntesis.
----------En efecto, para Heidegger, el ente, al que él llama despectivamente "óntico", es el objeto empírico y material de las mentes estrechas, dice Heidegger, que no saben extenderse en la ilimitación del ser, mientras que la esencia no es una realidad, sino una abstracción, una fictio mentis separada de lo real, que se engaña a sí misma de captar y, por el contrario, sólo se capta a sí misma. Entonces entendemos que Heidegger malinterprete tanto el ser, como el ente, como la esencia, y esa esperanza que habíamos concebido al inicio se desvanece. En consecuencia, estamos de nuevo en la oscuridad.
----------Eso sea dicho para el trigo en Heidegger. La cizaña en él, por su parte, es la confusión que hace entre el hombre y el ser, que se resuelve en la confusión entre el hombre y Dios, queriendo ver a Dios en el ser. Y he aquí que quedan satisfechos el humanismo y el teísmo nazis.
----------Famosas siguen siendo sus palabras sobre el hombre "pastor del ser" y "casa del ser", palabras bellas y sugestivas, pero que sin embargo parecen reducirse a simples frases de efecto, porque, si vamos a indagar qué es lo que entiende Heidegger con la palabra "ser", estamos en la incerteza o la incertidumbre de opuestas interpretaciones y en una oscilación continua entre lo humano y lo divino.
----------El Dios de Heidegger parece, por tanto, ser el hombre mismo en cuanto abierto al ser, un Dios muy cónsono con el Dios de los nazis, quienes se jactaban de tener a Dios en ellos y al mismo tiempo han sido los mayores impíos que hayan jamás existido en toda la historia de la humanidad.
----------Cabe entonces preguntarse qué es lo que encontró Rahner en Heidegger que le hizo considerarlo su "único maestro". Encontró un Dios reducido a las dimensiones del hombre y un hombre elevado a las dimensiones de Dios. En efecto, mientras el hombre es apertura al ser, el ser es finitud, temporalidad y existencia del hombre. El hombre que se vuelve infinito como Dios, y Dios que se vuelve finito en el hombre. Este es el Dios de Heidegger. Y éste es, por consecuencia, el Dios de Rahner.
----------Preguntémonos entonces: ¿qué contribución ha hecho Heidegger al progreso filosófico? Quizás recordemos sus palabras en la famosa entrevista de Der Spiegel de 1966: "La filosofía no podrá producir ninguna modificación al estado actual del mundo. Sólo un Dios puede ayudarnos a encontrar una vía de escape".
----------Pero, ¿es suficiente con mencionar a un "dios" de modo tan vago e impreciso para quedarnos del todo tranquilos acerca del valor del concepto heideggeriano de Dios?
----------No olvidemos que los mismos ejércitos nazis tenían por lema Gott mit uns (Dios con nosotros). Pero en última instancia, ¿quién viene a ser este Dios? ¿Es el verdadero Dios, Ser subsistente, bondad infinita, justo y misericordioso, providente, creador del cielo y de la tierra, que se ha encarnado en Jesucristo Nuestro Señor, nuestro Redentor y Salvador y Cabeza de la Iglesia?
----------Ahora bien, un Dios que no ilumina sino que oscurece el intelecto, que no es misterioso sino tenebroso, que crea la duda y no la certeza, que crea inquietud y no da la paz, que suscita conflictos y no los resuelve, que bloquea la razón en lugar de afirmarla, que se revela no como ser sino como nada, no como creador del mundo y del hombre, sino como vértice del mundo y del hombre, un Dios que no enseña humildad sino la soberbia, no la certeza sino el miope exceso de seguridad, que ama no la verdad sino la mentira, no la claridad sino la tortuosidad, no la prudencia sino la astucia, no la simplicidad sino la doblez, no el servicio sino la prepotencia, no la piedad sino la crueldad, no la solidaridad sino el sadismo, no el amor al prójimo sino el homicidio, que no nos eleva al cielo sino que nos cierra en el mundo, y sofoca el espíritu en la carne, ¿qué Dios es? Nos lo enseña Jesucristo: no es el verdadero Dios, sino que es el demonio.

9 comentarios:

  1. Querido Filemón,
    al felicitarte por las muchas ideas originales que nos brindan estos artículos sobre el fascismo y el nazismo, discrepo sobre el hecho de que Hitler "se declara católico". Es posible que ocasionalmente, por razones oportunistas de táctica política, el Führer se declarara católico, pero de esto a sostener que verdadera y continuamente se consideraba católico, me parece que te pasas... (consideremos también las oscilaciones del pensamiento de una personalidad ciertamente no equilibrada). En cambio, creo que podemos decir que Hitler, de alguna manera, se sentía cristiano, pero que este sentimiento pronto degeneró en ese "cristianismo positivo", al que se refiere explícitamente en Mein Kampf, que está lejos del catolicismo.
    Reporto algunos extractos de Wikipedia:
    "A la luz de pruebas consistentes sobre su rechazo de los principios del cristianismo cuando todavía era un adolescente [en apoyo de esta tesis, en la nota se citan escritos de los historiadores Alan Bullock, Ian Kershaw, Richard J. Evans, Richard Overy, A. N. Wilson, Laurence Rees, Derek Hastings, etc.] y los denodados esfuerzos realizados para reducir la influencia y la independencia del cristianismo en Alemania tras su ascenso al poder, los principales biógrafos académicos de Hitler concluyen que era un feroz adversario de la religión cristiana. […]
    Los comentarios hechos por Hitler a sus confidentes, tal como se describen en los Diarios de Joseph Goebbels (jefe del Ministerio de Instrucción Pública y Propaganda del Reich), en las Memorias del arquitecto del Führer Albert Speer sobre el Tercer Reich y en transcripciones de conversaciones privadas de Hitler grabadas por Martin Bormann en el escritorio de Hitler, son una prueba más de su cristiano-fobia; estas fuentes registran una serie de observaciones privadas en las que Hitler ridiculiza la doctrina cristiana como absurda y socialmente destructiva [siguen citas específicas en notas para respaldar lo que se afirma aquí]. […] Hitler nació y fue criado por una madre católica practicante, Klara Pölzl, fue bautizado siendo un bebé y recibió la confirmación a los quince años según los preceptos y la doctrina de la Iglesia católica, pero dejó de participar en la misa y los sacramentos a partir de la temprana juventud [Rissmann, Michael Hitlers, Gott: Vorsehungsglaube und Sendungsbewußtsein des deutschen Diktators (2001); Smith, Bradley, Adolf Hitler: su familia, infancia y juventud (1967)].
    En su libro Mein Kampf y en discursos públicos declaró su creencia en el cristianismo. Hitler y el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes promovieron el llamado cristianismo positivo, un movimiento que rechazaba las doctrinas cristianas tradicionales como la divinidad de Jesús, así como los elementos judíos del Antiguo Testamento [...]".

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    1. Estimado Berengario,
      te agradezco por esta interesante información sobre el así llamado catolicismo de Hitler.
      La parábola de la vida de Hitler, conservadas las proporciones, por supuesto, lamentablemente tiene un valor paradigmático para muchos de nuestros jóvenes que, después de haber tenido una educación católica en la familia, abandonan la fe y la práctica religiosa y se dejan seducir por ideas erróneas, que pueden llevar incluso al odio contra Dios y al cristianismo, o bien a crearse un Dios panteísta, que sólo satisface la propia soberbia y el propio egoísmo.
      El problema de la perseverancia de los jóvenes católicos es un problema que se arrastra desde hace décadas, o siglos, si quieres, porque ya desde muchísimo antes del Concilio Vaticano II, a nivel del clero existía un modo de decir que hablaba de la Confirmación como de la "Fiesta de la despedida de los jóvenes" de las parroquias y de la Iglesia misma. Esto yo ya lo he venido escuchando desde mi juventud.
      Por otra parte, hay que considerar que la tendencia a la doblez y a la hipocresía, lamentablemente existe en muchos de nosotros, quien más o quien menos, y el papa Francisco la ha condenado repetidamente al referirse a la hipocresía de los Fariseos. Esta doblez se manifiesta fácilmente en el desempeño de roles contradictorios entre sí, si esto asegura el éxito en el mundo.

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  2. Estimado padre Filemón: quiero agradecerle por su serie de artículos sobre fascismo y nazismo. Aunque, si tengo que serle completamente sincero, me quedé con ganas de que sacara más consecuencias referidas a la actualidad, particularmente al ámbito argentino.
    Al fin de cuentas, en el título de sus artículos, usted prometía una referencia a la actualidad que, en lo que a mí me parece, no ha cumplido usted del todo sus promesas...
    Al respecto, si usted me lo permite, quisiera aportar algunos pensamientos, compartibles o no, pero indudablemente fundamentados en la historia argentina, particularmente en la historia reciente.

    Creo que en Argentina ha habido un fascismo autóctono, tomando elementos del fascismo europeo (italiano, español y alemán), pero con características propias, que ha influído en diferentes ideologías, y en distintos momentos de la historia de nuestro país, sobre todo en lo que se refiere al peronismo y al antiperonismo, sin olvidar tampoco al nacionalismo católico y a la concepción represiva de la última dictadura 1976-1983, aunque no sólo ella, porque ya existían sus preámbulos en las dictaduras militares de los años '60 y principios del '70.
    Personalmente creo que mi generación se cuenta entre las víctimas de los fascistas argentinos. Claro que sobre el término "fascista" no es fácil ponerse de acuerdo en Argentina.
    Se suele calificar como "fascista" la actitud intolerante y reaccionaria, la descalificación del adversario y el trato sin miramientos a quienes se define como enemigos. ¿Es ésta la característica principal que identifica al fascismo en Argentina y al fascismo en general? Es un importante tema para la discusión.

    Federico Finchelstein dice que "el fascismo es una de las tres ideologías más importantes del siglo pasado, junto con el marxismo y el liberalismo, y tiene una historia trágica que va más allá de los adjetivos, y que sustantiviza, tanto histórica como políticamente, mucho más que la práctica autoritaria que representó. En primer lugar, lo que los fascistas entienden como fascismo es un movimiento más revolucionario que reaccionario, porque a diferencia de otras formas de extrema derecha y conservadurismo, no plantea una vuelta al pasado, a la tradición, sino una superación autoritaria o totalitaria de esa realidad y la creación de un orden nuevo que precisa una dictadura, un orden corporativo y una nueva definición -extrema- del enemigo".

    El propio Finchelstein se plantea una serie de interesantes preguntas: ¿Cómo se relaciona esta definición del enemigo con su concepción de la violencia? ¿La violencia para el fascismo no sólo es inevitable sino que sería un fin en sí misma? ¿En tal caso, también la guerra y el exterminio pueden ser vistos como acontecimientos positivos? ¿El fascismo es un fenómeno italiano que se quiso copiar en otros países o un fenómeno global que adquiere en cada lugar sus características propias? ¿Cuál es la particularidad de los fascistas argentinos? ¿Qué influencia han tenido realmente las ideas grupos fascistas en nuestro país? ¿La dictadura del Proceso puede definirse como fascista aun habiendo llevado una política económica liberal? ¿De qué modo atraviesa el componente fascista las distintas ideologías políticas en la Argentina? ¿Es un fenómeno todavía vigente?
    Por supuesto, no le estoy pidiendo que usted responda a todos estos interrogantes, pero le hago presente mi deseo inicial al comenzar a leer su serie de artículos, y las preguntas que, en lo que a mi respecta, han quedado sin responder.
    Sea como sea, repito mi agradecimiento por la luz que usted a aportado acerca de los fundamentos filosóficos del fascismo y del nazismo.

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    1. Estimado Gabriel,
      comprendo que mis artículos lo hayan dejado a usted insatisfecho en lo referido a deducir consecuencias respecto a la actualidad, particularmente respecto al ámbito argentino. En mi justificación, le diré que no soy proclive a publicar mis opiniones personales en tanto juicios históricos y sociológicos demasiado concretos, sobre todo en temas referidos a la realidad argentina. Y esto, por una parte debido a la cuestionabilidad de todo parecer personal, y por otra parte debido a la particular idiosincracia de los argentinos, que a menudo son personas que lo discuten todo, y cuando lo hacen, no siempre aportan argumentos razonables, sino que sus opiniones son frecuentemente fruto de meros prejuicios e ideologías. Trato de evitar las interminables discusiones sobre cuestiones opinables. Distinto es el caso, en cambio, si nos referimos a certezas filosóficas o teológicas, o incluso científicas.
      Por cuanto respecta al fascismo o nazismo argentino, estoy substancialmente de acuerdo con usted. No tengo dudas que dichas tendencias totalitarias han permeado y siguen permeando (en diverso grado, por supuesto) distintas corrientes del pensamiento político argentino; tal como usted dice: el peronismo y el antiperonismo, el nacionalismo católico, por supuesto, las corrientes hoy llamadas del catolicismo contrarrevolucionario, y sin duda la ideología sustentadora de las dictaduras argentinas.
      Por cuanto respecta a Federico Finchelstein, conozco someramente su pensamiento, a través de algunas de sus obras. Tiene sugerencia interesantes, y con algunas de ellas podría concordar.

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    2. Por cuanto respecta a las 9 preguntas que usted plantea, tomadas según usted de Finchelstein, no quisiera aquí explayarme en respuestas, y sólo le indico breves enunciados, en el mismo orden de las preguntas señaladas:
      1. Mis artículos han dado suficiente fundamento filosófico para comprender lo que para el fascismo y el nazismo es el "enemigo", y la necesidad que tienen los fascistas de eliminarlo para crear poder político.
      2. Indudablemente. La violencia (no-ser) es parte de la concepción fascista de la política y del ser. El no-ser es un momento del ser (Hegel).
      3. La respuesta es la misma a la pregunta anterior. La guerra y el exterminio son, a nivel de las naciones, lo que la violencia individual es a nivel del ciudadano.
      4. En todo país donde surgió la ideología fascista, el objetivo ha sido llegar al gobierno. Un solo ejemplo: hay línea de continuidad entre Mussolini, Hitler y, entre nosotros, Leopoldo Lugones.
      5. El fascismo en su versión argentina tiene indudables vínculos con el llamado nacionalismo católico y fue concebido como un instrumento sagrado para "salvar a la Nación" de lo que define como la calamidad de la democracia (a secas).
      6. Quienes en Argentina se definían "nacionalistas" (y "nacionalistas católicos") entendían que el fascismo debía ser el brazo armado del catolicismo, estos sectores tuvieron una gran influencia en distintos estamentos e instituciones, como la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
      7. El fascismo del denominado "proceso" no tuvo problemas en instrumentalizar una política económica liberal, y en el actual gobierno argentino, tenemos un nuevo ejemplo.
      8. El fascismo ha tenido influencia en los orígenes del peronismo, y sus ecos y vestigios llegaron a los años 70.
      9. Hasta hace un par de años atrás, no existían actores concretamente fascistas en Argentina. Pero hoy deberíamos hablar de otro modo.

      Aún siendo muy breve, en estas respuestas me hago un esfuerzo (nada agradable para mí) por dar opiniones personales, sabiendo que son discutibles, y que merecerían una fundamentación histórica y sociológica, la cual, naturalmente, la tengo, aunque no es el momento ahora ni hay espacio aquí para ofrecer tal fundamentación argumental. Y tampoco es el propósito de mi blog tratar de cuestiones históricas y sociológicas. Como he dicho, me siento satisfecho al haber dado en mis artículos el fundamento filosófico tanto del fascismo a la italiana como del fascismo a la alemana (con elementos que son comunes al fascismo español, argentino, y otros).

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  3. Estimado P. Filemón: Noto, que compara el fascismo italiano con el nacionalsocialismo alemán, sosteniendo que el antagonismo entre ambos se debía a que uno se remontaba a la romanidad precristiana (corríjanme si he entendido mal), mientras que el otro al germanismo antiguo, que sentía fastidio por la romanidad.
    Sin embargo, permítanme observar que había diferencias más profundas entre los dos fenómenos. El fascismo reconocía que el Estado tenía cierta primacía sobre la nación y sobre lo meramente étnico, mientras que el nacionalsocialismo veía la nación, concebida en términos de pureza racial, como la única razón de ser del Estado. Además, aunque el fascismo fue socavado por corrientes estatistas, hay que decir que en varias ocasiones, tanto en los hechos como en sus declaraciones programáticas, reconoció a la Iglesia católica, a las familias y a los individuos una libertad que el nazismo no estaba dispuesto a reconocer ni en la práctica ni en la teoría.
    De modo elocuente, el P. Mario Barbera en "La Civiltà Cattolica" de septiembre de 1937 subrayó estas diferencias:

    "Ahora bien, hay que reconocer que, en el fondo y en las directrices generales (...) el régimen fascista pretende y, en la práctica hace, precisamente esto, es decir, ordenar todas las disposiciones educativas y sociales al bien común mayor, material y espiritual, de la nación, en armonía con la tradición y el sentimiento católico de las familias italianas; al margen de ciertas expresiones teóricas, que recuerdan a esa concepción idólatra del Estado, y a pesar de alguna exageración o desviación particular. (...)
    El hecho evidente e indiscutible hoy en Italia es que la orientación sustancial y las directivas generales, prácticas y efectivas del régimen fascista apuntan al verdadero bien común, material y espiritual, de la nación, en armonía con la tradición católica italiana, produciendo una gran armonía. Por lo tanto, quienes (fuera de Italia) la estiman y la equiparan con el régimen nazi de Hitler y Rosenberg tergiversan las condiciones actuales de Italia y manifiestan una injusticia hacia el régimen fascista.
    La principal diferencia radica en que el hitlerismo, teóricamente, y mucho más prácticamente, con una tenacidad digna de una mejor causa, pretende implementar una idea loca y absurda: unificar a todo el pueblo alemán en una nueva religión (Weltanschauung): la pretendida 'divinidad de sangre y tierra', en abierta contradicción con la fe y la civilización de la nación alemana, no sólo contra el catolicismo, sino también contra el propio cristianismo protestante.
    Para implementar esta loca idea, ha emprendido una persecución más loca y sin sentido (que desune y perturba a la propia nación), con medidas de asfixia gradual de cada aliento, manifestación y actividad de las dos confesiones, la católica y la protestante, según el propósito: 'no queremos hacer mártires, sino apóstatas'. Por el contrario, el régimen fascista, dejando a las pequeñas minorías no católicas la libertad religiosa y civil adecuada, promueve la unidad moral y religiosa de la nación en su fe y sus tradiciones, con fidelidad al Concordato, con libertad para con la Iglesia. en su ministerio, y con la instrucción religiosa católica en todas las escuelas, declarada 'fundamento y corona de toda educación', a pesar -repetimos para evitar dudas- algunas desviaciones y deficiencias teóricas y prácticas de la perfección ideal, inevitables en los asuntos humanos".

    Si el fascismo hubiera estado fuertemente imbuido de una especie de "neopaganismo" romano, no sé si lo que describió entonces el P. Barbera hubiera sido posible.
    Creo que en el caso del fascismo el panorama es más complejo y matizado, aunque me doy cuenta de que su artículo, centrado en el nacionalsocialismo, no podría entrar en demasiados detalles sobre un tema que requeriría un estudio en sí mismo.
    Cordiales saludos,
    Felipe R.B.

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    1. Estimado Felipe,
      en primer lugar, le agradezco su intervención, argumentada y persuasiva. En su sustancia, acepto las precisiones que usted hace.
      Mi intención no era tanto hacer una confrontación entre el régimen nazi y el régimen fascista, tema acerca del cual reconozco los límites de mis conocimientos, sino que, como teólogo y filósofo, me interesaba poner en luz las raíces idealistas-panteístas tanto de la doctrina fascista (en los primeros artículos de esta serie) como de la doctrina nazi (en los últimos artículos).
      En este sentido, creo que la dictadura fascista se vio más favorecida al utilizar la condición religiosa del pueblo italiano que la dictadura hitleriana al utilizar el elemento religioso. Esto significó que, si bien el fascismo pudo aprovechar la tradicional unidad católica del pueblo italiano, el elemento extraído de la romanidad pagana pudo pasar a un segundo plano.
      Este no fue el caso de los nazis, que no pudieron jugar esta carta de la unidad religiosa, ya que el pueblo alemán estaba notoriamente dividido entre católicos y protestantes. Esto no impidió que el régimen utilizara el cristianismo luterano en su interpretación estatista y totalitaria de Hegel.
      Por cuanto respecta a Rosenberg, como he dicho en mi artículo, su odio y su grave distorsión del cristianismo no fueron aceptados ni siquiera por todos los nazis.
      Otro elemento importante en la construcción del nazismo, como sabemos, fue el uso de la mitología religiosa germánica, mucho más cruel que la antigua religión romana. Ciertamente hay que añadir la horrible mitología de la sangre y de la raza.
      La pregunta que podemos hacernos al respecto es cuál ha sido en definitiva el alma profunda del nazismo. La comparación con el fascismo ciertamente se impone y la respuesta que doy es esencialmente la que usted también da.
      Sin embargo, quisiera reiterar la convicción que expreso en mi artículo y es que, si bien calificaría de diabólica el alma del nazismo, la del fascismo me parece más bien al nivel del tradicional imperialismo, que periódicamente es encontrado en la historia de la humanidad.

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    2. Le agradezco por su respuesta, padre.
      En cuanto a las diferentes corrientes filosóficas que contribuyeron a formar el nacionalsocialismo alemán, creo que la imagen que usted esbozó es sustancialmente correcta. Aunque en su seno había diferentes corrientes y tendencias, el nacionalsocialismo fue el resultado final, desde el punto de vista ideológico, de la convergencia del idealismo, el panteísmo, el racismo biológico (positivista y no sólo), el neopaganismo y el luteranismo. ¡Una mezcla explosiva!
      Hay que decir que este movimiento, sobre todo al principio, presentaba algunos aspectos positivos: por ejemplo, un anticomunismo fuerte y radical, una firme oposición al liberalismo, la voluntad de defender el amor a la patria frente a cualquier internacionalismo cosmopolita, la reparación de los agravios sufridos por Alemania tras el diktat de Versalles, la lucha contra el ateísmo y la masonería, la colaboración entre las clases sociales y la síntesis entre el amor a la nación y la aspiración a una justicia social completa.
      Desafortunadamente, estos aspectos positivos se incluyeron en una síntesis globalmente errónea y fuertemente socavada por aquellas corrientes filosóficas no cristianas o incluso anticristianas que, con el tiempo, arrastraron al nacionalsocialismo hacia una pendiente cada vez más peligrosa y perniciosa.
      Esto explica por qué, con razón, Pío XII en su discurso del 2 de junio de 1945 habló del "espectro satánico exhibido por el nacionalsocialismo".
      El fascismo evitó estos extremos probablemente porque Mussolini era mucho menos fanático e ideológico que Hitler, y porque los aspectos negativos del fascismo eran más accidentales que esenciales -o al menos más contenidos tanto por la prudencia de los exponentes del fascismo como por las características mismas del pueblo italiano.

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    3. Estimado Felipe,
      le agradezco por su consenso y matización de mis opiniones, que amplía mi mirada hacia cosas que no sabía y que me parecen compartibles.
      Quizás también podría destacarse en el nazismo el elemento mágico-esotérico, subrayado por muchos autores, los cuales elementos, que yo sepa, estaban ausentes en la mentalidad fascista italiana.
      Este elemento significa que la nocividad del nazismo era mucho mayor que la del fascismo, y una pista de ello la tenemos en el juicio del propio Pío XII, juicio que yo no conocía, que insinúa el elemento satánico del nazismo.

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