En las dificultades manifestadas por los Obispos reaccionarios a la declaración Fiducia supplicans, no puede sino advertirse un cierto analfabetismo eclesial, una falta de actualización doctrinal y pastoral respecto a la evolución que en los últimos decenios se ha producido en el conocimiento siempre en progreso que la Iglesia desarrolla acerca del sentido de la Palabra de Cristo y del modo de vivir la gracia de la vida cristiana. Se trata de un cierto analfabetismo que afecta a la cultura y a la práctica de los Obispos, quizás viciados por la ilusión de poder perpetuar todavía hoy un modelo de Iglesia, de moral y de matrimonio que el Concilio Vaticano II y el Magisterio postconciliar han comenzado a repensar profundamente.
----------Luego de la publicación por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con las firmas de su prefecto, el cardenal Víctor Manuel Fernández y del secretario para la sección doctrinal, mons. Armando Matteo, y el visto bueno del papa Francisco, de la declaración Fiducia supplicans, sobre el sentido pastoral de las bendiciones, del pasado 18 de diciembre de 2023, comenzaron a hacerse públicas algunas reacciones adversas por parte de individuales Obispos, Episcopados nacionales e incluso un par de Cardenales.
----------Esto motivó que el pasado 4 de enero, el mismo Dicasterio emitiera un Comunicado de prensa para ayudar a aclarar la recepción del documento anterior, sobre todo revinculándose al precedente Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 22 de febrero de 2021, donde, tres años atrás, la Sede Apostólica no había permitido bendecir las uniones irregulares, mientras que ahora sí lo permite, salvadas determinadas condiciones. En días recientes, se ha conocido un comunicado del pleno de Conferencias Episcopales de Africa y Madagascar, manifestando que, con la aprobación de la Santa Sede, han decidido no aplicar las directivas pastorales establecidas por Fiducia supplicans, aunque expresando la buena voluntad de seguir reflexionando sobre el sentido y ayuda que puedan proporcionar las bendiciones pastorales.
----------Respecto a la declaración Fiducia supplicans ya he publicado mis primeros comentarios en este blog en un artículo dividido en dos partes (cf. aquí y aquí), artículo al que remito -como presupuesto- al lector interesado en este tema, y que aún no lo haya leído. Además, en el foro de este blog se ha originado un intenso diálogo con los lectores, con centenares de intervenciones, que pueden hallarse en los anteriores enlaces y en otros dos artículos relativos al mismo tema (aquí y aquí). El diálogo con los lectores seguramente continuará.
----------Estoy elaborando otro texto algo más extenso y articulado, reflexionando también sobre el Comunicado de prensa del pasado 4 de enero, que iré publicando dividido en varias partes en los próximos días. Sin embargo, antes de publicar ese artículo, donde mostraré los presupuestos filosóficos y teológicos que fundamentan la decisión pastoral de bendecir a las parejas irregulares, quisiera en la breve nota de hoy ofrecer mi opinión acerca de las reacciones adversas manifestadas contra Fiducia supplicans.
----------Uno no puede menos que sentirse impulsado a intentar comprender los motivos que han podido llevar a algunos Obispos y Conferencias Episcopales a rechazar (aunque no ciertamente con los mismos argumentos, ni con la misma fuerza, ni con las mismas implicancias, ni con el mismo grado de oposición a la decisión pontificia) el texto de la declaración Fiducia supplicans, pero esta comprensión no es fácil, pues las razones y motivos que los han conducido a esta actitud parecen ser muy complejos, nada sencillos de individuar.
----------Un amigo teólogo, anciano y sabio, ha cualificado la reacción que han tenido los episcopados africanos, diciendo que se trata de Obispos "tradicionalistas". En línea de principio, yo estoy de acuerdo con esta adjetivación, e incluso la he usado en algunos de los diálogos del foro de este blog días atrás, y hago la salvedad de que tanto mi sabio amigo como yo, entendemos en este caso el término "tradicionalistas" en el recto sentido católico de "sano tradicionalismo", que se autopercibe en comunión con la Sede Apostólica y en coherencia con el Magisterio precedente, sin embargo, sin advertir, en buena fe, que su actitud de rechazo a una Declaración, que puede ser, sí, poco clara y carente de precisiones, pero que en absoluto va en contra del dogma y la doctrina de siempre, de hecho, es una actitud ciega ante el progreso que la Iglesia viene haciendo en años recientes para profundizar en su deber de misericordia hacia todos los hombres, por enormes que sean sus pecados y, por ende, es una actitud retrógrada, o sea, no sanamente "tradicionalista", sino de hecho, "indietrista", como dice el Papa, o sea filo-lefebvriana, aunque no siempre con la misma gravedad.
----------Pese a ser muy compleja la tarea de vislumbrar los motivos de la reacción adversa de esta porción del Colegio Episcopal universal, es razonable que intentemos comprender las razones fundamentales que han llevado a contestar el texto de Fiducia supplicans o a intentar vaciarlo de todo significado efectivo y operativo. En otros términos, la pregunta que debemos hacernos es: ¿cuáles son las dificultades que experimentan estos Obispos para comprender el recto significado de la Declaración?
----------En mi opinión, y sin pretender abarcar el problema en toda su complejidad, me parece que se puedan identificar esas dificultades en cuatro puntos-clave de la tradición eclesial, en los cuales estos Obispos (por razones no uniformes y no lineales) parecen no ser conscientes de sus errores o su miopía. Propongo entonces cuatro dificultades que parecen decisivas para haber llegado a su adversa reacción contra Fiducia supplicans: 1. una autocomprensión episcopal no sacramental, 2. una interpretación del sexo con la categoría predominante de acto impuro, 3. una lectura solamente tridentina del matrimonio, y 4. una todavía no clara distinción entre pecado y estado de pecado. Intentaré explicar del modo más breve y claro cada uno de estos problemas. Pero advierto de inmediato que personalmente percibo en esas reacciones episcopales adversas otras dificultades de comprensión, a las cuales me referiré en el artículo más extenso que estoy preparando, pero que son dificultades que aquí omito para que mi exposición resulte más clara (o al menos así lo espero).
----------1. En primer lugar, es posible que los Obispos que han protestado contra Fiducia supplicans, estén vinculados a un modelo de obispo, que no asume en plenitud el modelo presentado por el Concilio Vaticano II. Al respecto, debemos recordar y tener presente, que con el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha recuperado una visión sacramental del episcopado, la cual, al parecer, durante casi un milenio se había esfumado de la conciencia del conjunto del Pueblo de Dios y de la reflexión teológica católica.
----------No es descabellado pensar (por ejemplo, al ver la reacción del par de Obispos de Kazajistán o de los Obispos africanos) que existan hoy Obispos, que todavía a seis décadas de haberse celebrando el Concilio Vaticano II, permanezcan sin embargo apegados a una concepción pre-conciliar del episcopado. Por cierto, si la investigación histórica ya ha demostrado que, tras el Concilio de Trento, debieron pasar unos dos siglos para una implementación que pudiera ser llamada verdaderamente universal de sus nuevas doctrinas y sus nuevas disposiciones pastorales, no puede sorprendernos el hecho de que, a solamente sesenta años de celebrado, el Concilio Vaticano II todavía esté en buena parte a la espera de ser implementado.
----------Afirmar que con el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha recuperado una visión sacramental del episcopado, quiere decir que el Obispo ya no es ante todo el titular de un poder de jurisdicción (que concierne al gobierno y a la palabra), sino que es el testigo de los tres dones (tria munera) que en Cristo recibe todo bautizado, y que encuentran una forma específica de realización en el ministerio ordenado, pensado ahora precisamente en relación con el munus profético, con el munus sacerdotal y con el munus real.
----------Lo que intento decir es que, si actualmente en la Iglesia, a sesenta años del Vaticano II, un Obispo no es plenamente consciente de la dimensión profética y de la dimensión sacerdotal de su propio officium (que es don), entonces puede eventualmente sentirse casi como ofendido y en todo caso sentirse desplazado por una iniciativa pastoral con la que "el obispo de Roma" (obispo también como él), determina como un cambio sobre la disciplina eclesial, y que el Obispo de Roma determina porque conoce mejor que nadie (en razón de su exclusivo carisma petrino) la evolución decisiva que con el Concilio Vaticano II y con el Magisterio pontificio subsecuente se ha producido en el conocimiento de la verdad y en la vivencia de la caridad.
----------No estoy diciendo que los Obispos de Kazajistán ni que los Obispos africanos sean pasadistas de tipo filo-lefebvriano (ya me tocará en su momento explicar los grados del "indietrismo"). Lo que intento explicar es que si hoy un Obispo que, no obstante pregonar las bondades y valores del Concilio Vaticano II, y celebrar la Misa en lengua vernácula, coram populo, se siente, sin embargo, un Obispo "preconciliar" (en su corazón y en su mente) tiende a interpretarse a sí mismo como mero custodio o guardián de una doctrina y disciplina ya cristalizada y que él administra, con un control directo (de hecho fundamentalista, integrista) sobre todas las palabras que se usan. Y de este modo, ¡fácilmente terminaría condenando la propia declaración Fiducia supplicans como un error!, tal como ha acontecido estos días en más de un caso.
----------Por el contrario, el perfil de Obispo que ha vuelto a reproponer el Concilio Vaticano II, y que es un modelo que bebe de una experiencia más antigua, se sabe llamado también a ser profeta y a bendecir las diversas formas con las cuales el bien se presenta en medio del Pueblo de Dios; y esto precisamente porque el Concilio Vaticano II le ha enseñado que existen diversas formas (forma plena y formas parciales) de comunión en la unica Iglesia, y que la gracia y la salvación de Dios no está atada a los sacramentos.
----------Por eso, el Obispo del hoy de la Iglesia, delineado por el Concilio Vaticano II, debe saber ser cumbre o vértice de ese sacramento del orden, que no es sólo administración de gobierno, sino posibilidad de profecía y lugar de celebración sacerdotal, tanto en el centro como en la periferia, vale decir, tanto en el ámbito de la plena comunión eclesial, como en el de las diferentes comuniones parciales. Este Obispo no tiene como principio decisivo "no escandalizar", sino dar palabra a la Palabra de Dios que no se identifica con las tradiciones humanas, y es consciente de que el deshonor debe ser releído como demanda de dignidad.
----------2. En segundo lugar, es posible que estos Obispos que han protestado contra la Fiducia supplicans, partan de una visión de la ética sexual, que no tome en cuenta los desarrollos doctrinales obrados por el papa san Juan Pablo II. Parece claro este segundo motivo, que permite comprender las reacciones de estos Obispos, que se sienten desconcertados ante el esclarecimiento doctrinal y el cambio en la disciplina pastoral, puestos de manifiesto en la declaración Fiducia supplicans. En otras palabras: parece advertirse en estos Obispos la primacía que el pecado sexual ha asumido en la auto-comprensión eclesial a partir del siglo XVII en adelante, y que ha quedado superada a la luz de los esclarecimientos doctrinales del papa san Juan Pablo II.
----------¿Qué es lo que sucede entonces con esta clase de Obispos que, en diverso grado y medida, siguen siendo "pre-conciliares" a su manera? Pues bien, puede ocurrir que si el hermano mayor "obispo de Roma" habla, por ejemplo, de superar como cosa del pasado la pena de muerte en cuanto sanción para cualquier crimen, o si habla de abolir toda guerra como remedio diplomático (aún cuando fuera necesario explicitar de modo claro los estrictos límites doctrinales de estas expresiones del papa Francisco), es poco probable que estos Obispos todavía en buena medida pre-conciliares se rasguen las vestiduras, porque en tales declaraciones pontificias se ponen de manifiesto evidencias presentes en la inmediata tradición precedente al Papa actual, tanto en san Paulo VI, san Juan Pablo II y también en Benedicto XVI.
----------Ahora bien, si llega el caso sin embargo que el "obispo de Roma" se refiera, ya sea con sus nuevas explicitaciones doctrinales como con sus directivas pastorales, al ámbito de la ética sexual (de aquello que en el pasado solían ser llamados "los actos impuros"), y con tales intervenciones resulta que el Papa viene a alejarse, por ejemplo, de la tendencia (muy reciente) de interpretar la masturbación y el genocidio, por ejemplo, en la misma (a grandes rasgos) categoría de "actos intrínsecamente malos", la reacción a una sabia declinación de los niveles de relación con el bien se vuelve ciega y casi furiosa, rechazando todo tipo de nueva disciplina pastoral, como parece advertirse en las reacciones de ciertos Obispos estos días recientes.
----------Luego, este rechazo a las nuevas directivas pastorales en consonancia con la ética sexual, puede ser expresado de modo más directo o más velado, pero en cualquier caso revela la incapacidad de escapar de una lectura o interpretación burguesa (o diríamos tribal) del pecado sexual. La soberbia o la ira o la gula o la avaricia, parecen no tener el mismo peso para estos Obispos, ¡pero la lujuria siempre parece poner en juego a Dios y a la naturaleza humana! Lo cierto es que de esta manera, queriendo custodiar la tradición, se la destruye. "Hay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer sin dejar de hacer aquello. ¡Guías de ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello!" (Mt 23,23-24).
----------3. En tercer lugar, por cuanto respecta a la cuestión del matrimonio, es posible que estos Obispos reaccionarios contra la declaración Fiducia supplicans, no hayan todavía recibido y acogido suficientemente la nueva doctrina sobre la finalidad unitiva del matrimonio y el elemento de reciprocidad entre varón y mujer. Además, sabemos cómo la concepción tridentina del matrimonio presupone una visión de la primacía del hombre sobre la mujer. He aquí entonces, lo que en mi opinión acaso podría ser el tercer motivo o dificultad o nivel de insuficiencia e inadecuación de estas posturas episcopales pre-conciliares, que han salido ahora muy a la luz después del 18 de diciembre de 2023. En otros términos: se trata de una comprensión meramente tridentina del matrimonio y del rol que la Iglesia católica ejerce en relación con este sacramento.
----------Lo que trato de decir es que, si se continúa pensando que el matrimonio entre dos bautizados sea ipso facto sacramento, entonces la inmediatez de la competencia tiende a ser totalizante, tiende a abarcarlo todo, y tiende a hacer casi imposibles todas las distinciones necesarias que la Iglesia católica había venido utilizando hasta 1563 y que luego hemos en gran medida perdido tras el decreto Tametsi de 1563.
----------Al respecto, habría que decir también que la propia declaración Fiducia supplicans, al inicio de su texto, intenta tranquilizar al episcopado y a los fieles, y lo hace con lenguaje tridentino. En ese lenguaje, reforzado por los códigos de 1917 y 1983, queda un espacio muy exiguo para la profecía eclesial. Sin embargo, en ese espacio se ha ubicado con decisión la Declaración, que reconoce tanto la nueva comprensión del Episcopado como la diferente interpretación de la dimensión sexual del pecado y de la gracia.
----------4. La cuarta dificultad que quiero aquí señalar, y que parece advertirse en los Obispos que han optado por reaccionar en contra de la declaración Fiducia supplicans, se refiere a la cuestión de la distinción entre estado de pecado y pecado, ante la cual se advierte ceguera. Por cierto, como he dicho, ésta no es la única distinción doctrinal que debe ser teológicamente esclarecida y tenida en cuenta, pero no he querido aquí tratar de las demás distinciones doctrinales que entran en juego en la temática que estamos aquí considerando. Lo haré, como ya he dicho, en el prometido próximo artículo que seguirá al presente.
----------Ahora bien, se denomina estado de pecado a una situación permanente o habitual, en la cual el sujeto vive privado de la gracia de Dios, es decir, vive en pecado mortal, y no pretende arrepentirse; y en el caso de que él muera, sin arrepentimiento final, irá al infierno. Lamentablemente no son pocos todavía los creen que las parejas irregulares, vale decir, los divorciados vueltos a casar, las parejas de hecho o concubinos, las parejas de homosexuales, etc., están en estado de pecado. Sin embargo, el papa Francisco, en Amoris laetitia, desaprueba esta opinión, diciendo que estas parejas, o uno de sus miembros, pueden estar en gracia. Naturalmente, a tal fin es necesario que se arrepientan y hagan penitencia.
----------Por cuanto respecta al pecado, se trata de un acto voluntario y no de una situación permanente o habitual, porque, una vez cumplido el acto, el pecador puede muy bien arrepentirse inmediatamente, con un nuevo acto de la voluntad, por supuesto siempre movida por Dios, y por lo tanto, si ha perdido la gracia, puede recuperarla inmediatamente, incluso antes de acercarse al sacramento de la Penitencia.
----------Por otra parte, es necesario considerar que, cuando nosotros pecamos y perdemos la gracia, Dios inmediatamente toma cuidado de nosotros, por lo que nuevamente nos ofrece la gracia santificante. Por eso, las parejas irregulares antes mencionadas siempre tienen la posibilidad de recuperarse y levantarse de su pecado, aunque frecuentemente debieran cometer pecados graves, porque Dios siempre les ofrece su gracia.
----------Tengamos presente por otra parte que toda pareja irregular está compuesta por dos personas, cada una de las cuales tiene su propia responsabilidad ante Dios y ante el prójimo. No hace falta decir que con lo que estoy exponiendo, no estoy diciendo nada nuevo, y quien quisiera constatarlo o profundizar más en el tema del pecado y de la gracia, no tiene más que consultar el Catecismo de la Iglesia Católica en los nn. 1987-2029.
----------Resumiendo, entonces, lo que he tratado de exponer a grandes trazos en este artículo: es posible que los Obispos que han reaccionado desfavorablemente ante Fiducia supplicans, 1. estén vinculados a un perfil de Obispo, que no asume en plenitud el modelo presentado por el Concilio Vaticano II; 2. es posible que estos Obispos partan de una visión de la ética sexual que no tome en cuenta los desarrollos doctrinales obrados por san Juan Pablo II; 3. es posible que estos Obispos no hayan todavía recibido suficientemente la doctrina de la finalidad unitiva del matrimonio y el elemento de reciprocidad entre varón y mujer, en un plano de igual dignidad, superadora de la ya corregida concepción tridentina de la primacía del varón sobre la mujer; y 4. es posible que estos Obispos no hayan recibido la doctrina sobre el eventual estado de gracia en el que pueden vivir las parejas irregulares, fundado en la distinción entre pecado y estado de pecado.
----------Si se combinan estos cuatro (puede haber otros) posibles motivos o niveles de inadecuación en las mismas personas (se trate de obispos, o de presbíteros o de fieles laicos), se comprende la crudeza de las reacciones y la falta de relación entre las palabras y las cosas. Las diferencias culturales ciertamente deben ser consideradas (como las ha considerado el Papa para atender de inmediato a los reclamos de los episcopados africanos), y de hecho las particulares culturas son parte de lo que los obispos deben evaluar sacramentalmente: pero una teología atrasada, aplanada a las formas de la sociedad del honor, causa daño tanto en África como en Europa, tanto en París como en Nueva York, en Montevideo o en Buenos Aires, haciendo que las pequeñas cosas se vuelvan grandes y que se vuelvan pequeñas las verdaderamente grandes.
----------En definitiva, en las dificultades señaladas, no puede sino advertirse un cierto analfabetismo eclesial, una falta de actualización respecto a la evolución que en los últimos decenios ha manifestado el conocimiento siempre en progreso que la Iglesia desarrolla acerca del sentido de la Palabra de Cristo y del modo de vivir la gracia de la vida cristiana. Un cierto analfabetismo que afecta a la cultura y a la práctica de los Obispos, quizás viciados por la ilusión de poder perpetuar todavía hoy un modelo de Iglesia, de moral y de matrimonio que el Concilio Vaticano II y el Magisterio postconciliar han comenzado a repensar profundamente.
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Fr Filemón: si ahora logra que el libro "La pasión mística. Espiritualidad y sensualidad" del prefecto Fernandez entre en la ortodoxia y el buen gusto, tendrá bien ganado un puesto en el Dicasterio.
ResponderEliminarUn indietrista full.
Estimado anónimo,
Eliminara decir verdad, debo decirle que no conozco el libro que Ud. menciona, ni he leído ninguno del cardenal Fernández, ni he sentido ni siento necesidad tampoco de conocer sus libros.
Gracias por sus buenos deseos, o al menos los que Ud. considera ser buenos deseos. No es mi caso. Ya no me queda tanto hilo en el carretel para muchas tareas en la Iglesia, y si lo tuviera, no sería la Curia Romana el destino personalmente aspirado.
Por último, lamento su auto-percepción de indietrista. Si Ud. se considera católico, entonces debería tratar de comprender cuáles son los fundados motivos por los que el Santo Padre llama a los indietristas a la conversión.
Estimado padre Filemón. Yendo al grano, lo que aquí deseo expresar es que en estas reacciones adversas hacia FS, si se trata de Obispos o Presbíteros, entonces no veo más que homofobia. Y me explico.
ResponderEliminarLa decisión del Papa y del cardenal Fernández se entiende perfectamente en un contexto argentino, en la Iglesia en Argentina, donde está muy desarrollada la pastoral popular, el contacto directo con la gente, allí donde esté, en su propio ambiente, porque el sacerdote va hacia la gente, allí donde esté, y no espera que la gente venga al templo. Es lo que el Papa quiere decir cuando habla de "obispos con olor a oveja" o "sacerdotes con olor a oveja".
En ese contexto es absolutamente natural encontrar DE TODA CLASE DE PERSONAS, EN TODA CLASE DE SITUACIONES: concubinos, divorciados vueltos a casar, adúlteros de todo tipo, homosexuales, lesbianas, etc. Y cuando el sacerdote está en esos ambientes, surge de modo espontáneo una charla más íntima, o una confidencia, o una reflexión que mueve los corazones, y se pida o no se pida, no falta nunca que el sacerdote haga la señal de la cruz en la frente de esta gente, con una oración surgida en el momento. Es decir: una bendición.
¿Y cuál es la dificultad para esto?
¿Es que acaso puede haber alguna dificultad?
Es simplemente un gesto de misericordia, y de pedido de asistencia divina para estas personas, sea cual sea la situación de sus conciencias.
Quien califica a esto de convalidación del adulterio o de la sodomía, o sólo es un sacerdote del culto, reducido al ámbito del templo (como es el caso de las comunidades de lefebvrianos que conozco en Argentina), o bien es un sacerdote que no va a la gente, sino que está encerrado en su torre de marfil, a la espera que vengan a él. Los dos casos se entrelazan, y tienen las mismas características. Y en estos casos es probable que se vivan esas situaciones de concubinato, divorciados vueltos a casar, parejas de homosexuales, como algo de lo que se ha oido hablar, pero con lo que nunca se ha entrado en contacto. Supongo que en este contexto psico y sociológico, es fácil que surja una actitud de homofobia (si es que, peor aún, no ha sido la homofobia la raíz de esa actitud pastoral discriminatoria y selectiva).
Jorge, de Argentina.
Estimado Jorge,
Eliminarle agradezco su intervención acerca de la pastoral popular en Argentina. Pues sus observaciones ayudan a comprender mejor la pastoral del Santo Padre.
Efectivamente, creo que quienes se oponen a esta pastoral son sacerdotes, como los llama el Papa, "indietristas". Yo los llamo "pasadistas", porque todavía están atrapados en una pastoral preconciliar, que parece ver en el pecador sólo el pecado, como si el pecador se resolviera en su pecado y no fuera más bien y ante todo una persona creada a imagen de Dios, con sus propios dones y talentos, no sólo en el plano personal, sino también a nivel relacional.
El valor de las bendiciones para las parejas irregulares sólo puede entenderse desde esta perspectiva, porque es obvio que el pecado no puede ser bendecido, pero la persona debe ser bendecida, para que crezca en el bien y sea sanada del pecado.