domingo, 21 de enero de 2024

Tomás de Aquino y la sexualidad humana en la resurrección (1/3)

La escatología tiene también el propósito de proporcionar los objetivos finales de un auténtico programa cristiano del hombre y de la sociedad, y los contenidos de una verdadera esperanza de salvación. La ética tomista no ignora todo esto, y es por eso que encontramos en ella así desarrollado el interés escatológico, aún cuando algunas de sus perspectivas particulares puedan hoy parecernos insatisfactorias. Pero los principios y las prospectivas de fondo son todavía válidos. [En la imagen: fragmento de "La noche de bodas de Tobías y Sara", o "Tobías y Sara en oración con el ángel Rafael y el demonio", óleo sobre lienzo de Jan Steen, c. 1668, conservado y expuesto en el Museo Bredius, La Haya, Países Bajos].

Planteo de la problemática a tratar
   
----------¿La sexualidad es susceptible de una dimensión escatológica? O en otras palabras, según el lenguaje tradicional ¿la resurrección del cuerpo conlleva también la resurrección de su sexualidad? ¿Existirán en el cielo nuestras diferencias sexuales? La idea paulina según la cual en el Reino de Dios no habrá "ni varón ni mujer" (Gál 3,28) ¿debe ser entendida en el sentido de que el cuerpo resucitado sea asexuado?
----------La sexualidad, dado su fin procreativo, ¿acaso no está esencialmente ligada a esa situación terrena destinada a ser superada por el "hombre celestial"? (1 Cor 15,49).
----------E incluso, aun cuando fuera posible responder a todas estas preguntas, ¿acaso la respuesta podría tener importancia para nuestra vida presente?
----------Pero entonces, y más en raíz: la misteriosidad del cuerpo resucitado ¿nos permite acaso a nosotros, hombres mortales, formular aunque más no sea sólo algunas hipótesis sobre sus condiciones? ¿O no deberíamos más bien renunciar a ellas por la falta de criterios de juicio?
----------Estas son las preguntas, creemos, que espontáneamente pueden surgir en la mente de muchos, también creyentes, al toparse con un asunto como éste que proponemos.
----------Comencemos respondiendo a las últimas preguntas que hemos formulado, que implican, llevadas al límite, la posibilidad misma de una teología de las realidades últimas, porque es solamente de su fundamentada respuesta que depende evidentemente la legitimidad del tratamiento que nos hemos prefijado en este artículo, y la respuesta a las precedentes preguntas.
   
El método tomista de la antropología escatológica
   
----------Lo que para santo Tomás de Aquino es objeto de fe, a propósito de la resurrección no es tanto su término ad quem (vale decir, el cuerpo glorioso) cuanto ante todo el modo como se producirá la resurrección del cuerpo. En efecto, para él, el concepto de "cuerpo glorioso" (el "cuerpo espiritual" de 1 Cor 15,44) es al mismo tiempo (bajo aspectos diferentes) realidad empírica y misterio de fe: realidad empírica, en cuanto es verdadero cuerpo, y por consiguiente realidad material natural; misterio de fe, en cuanto es glorioso, es decir, perteneciente a una existencia "celestial", superior a la "terrenal", libre de la mortalidad (que es esencial a la condición terrena), y por tanto perteneciente a una condición de algún modo sobrenatural.
----------Ciertamente nosotros sabemos por fe también que el cuerpo glorioso de Cristo es verdadero cuerpo. Pero aquí entiendo referirme a la experiencia de aquellos que han reconocido a Cristo resucitado en sus apariciones: dado que el suyo era un verdadero cuerpo, evidentemente lo han visto no con los ojos de la fe, sino con los del cuerpo. No hay necesidad de la fe para ver un cuerpo, sino que bastan los sentidos.
----------Para santo Tomás de Aquino, por tanto, la diferencia entre el cuerpo mortal y el resucitado, no es una diferencia de naturaleza, ya sea universal como individual (cf. Suppl., 79, 1), sino una diferencia (por lo demás profundísima y misteriosa) respecto a las condiciones de existencia de un cuerpo que sigue siendo sustancialmente y numéricamente idéntico antes y después de la resurrección. Por eso santo Tomás sostiene que el cuerpo de Cristo resucitado puede volverse sensiblemente perceptible a los discípulos y a los testigos de sus apariciones, porque es un "verum corpus" (III, 54, 1), si bien "glorioso".
----------Esto quiere decir entonces que la antropología escatológica puede valerse, además de los datos de fe (vale decir, datos de la divina revelación aceptados por la fe), también de datos filosóficos, dado que en el fondo ese hombre que debe resucitar es el mismo hombre, esa misma "naturaleza humana", que es cognoscible por la filosofía desde esta vida. Esto no quita que los datos filosóficos, para ser utilizables a nivel escatológico, no deban ser sobrepuestos a una valoración, ya sea dictada por la razón ya sea dictada por la fe, que excluya del modelo del hombre escatológico todo aquello que aparece ligado a la caducidad y provisoriedad de la condición terrena, por más honorable y santo que pueda ser aquí abajo.
----------Ciertamente, esta empeñosa labor de discernimiento y de separación no es fácil: es necesario, para que la podamos llevar a cabo, que logremos afinar de modo especial nuestros instrumentos de conocimiento, tanto de conocimiento natural (filosofía) como de conocimiento sobrenatural (teología).
----------La concepción tomista del hombre (antropología filosófica y, sobre todo, antropología teológica) no ignora ciertamente el hecho de que el pecado ha corrompido la naturaleza humana, pero esta corrupción no es total, ni podría serlo, porque llevada al límite faltaría entonces el mismo sujeto del cual debería ser corrupción, sujeto que, como tal, no puede sino ser bueno. Por lo tanto, la corrupción consecuente al pecado, no afecta a los "principia naturae" ni a la misma natural "inclinatio ad virtutem" (I-II, 85, 1): ellos hoy están debilitados, pero no destruidos; la racionalidad y el libre albedrío de algún modo permanecen, de otra manera el hombre no sería ni siquiera capaz de pecado, dado que el pecado es un acto responsable (I-II, 85, 2).
----------Si las cosas están así, entonces la razón filosófica es capaz de captar, también en la naturaleza caída (claro que en cuanto naturaleza, no en cuanto caída), los elementos positivos, que vienen luego recuperados, enriquecidos y completados, es decir "salvados" (he aquí la "salvación del hombre") por la divina Revelación, allí donde ella habla del estado de inocencia antes del pecado, cuando la naturaleza se encontraba en un estado de perfecta salud e integridad: el así llamado estado de "naturaleza íntegra". Pero el modelo supremo de perfección del hombre debe hacer referencia, más que a cuanto nos enseña la Revelación sobre la naturaleza íntegra (es necesario también esto), a lo que ella nos enseña sobre la condición escatológica, porque, mientras la condición del paraíso terrenal conllevaba por entonces todavía elementos "terrenales" (por ejemplo el ejercicio de la sexualidad), y el hombre, para decirlo con san Pablo, era todavía "animal", la condición de la resurrección los habrá superado totalmente con el hombre "espíritu vivificante" (1 Cor 15,45).
----------La bendita Redención obrada por nuestro Señor Jesucristo, aunque dejando la naturaleza en su estado de debilidad y mortalidad, inicia sin embargo ya desde esta vida a reparar los daños causados por el pecado, y por tanto a hacer retornar al hombre no sólo y no tanto al primitivo estado de inocencia, sino también y aún más a hacerle pregustar, incoativamente, la misma condición escatológica, en su plenitud infinitamente trascendente, también las más beatíficas condiciones de la vida terrena.
----------Por eso santo Tomás afirma que "quidquid pertinet ad integritatem humanae naturae, in resurrectione hoc totum resurget" (Suppl., 80, 3: "todo lo que pertenece a la integridad de la naturaleza humana, todo esto resucitará en el que resucita"), mientras que "omnis imperfectio tolletur in resurrectione" (Suppl., 80, 4, sed contra 2: "toda imperfección del hombre será quitada en la resurrección").
----------Así tenemos la posibilidad de prever, en cierto modo, lo que vendrá a ser conservado y salvado en la resurrección, según cuanto enseña el propio Concilio Vaticano II: "todos los buenos frutos de la naturaleza... volveremos a encontrarlos limpios de toda mancha, iluminados y trasfigurados" (Gaudium et spes, n.39).
   
La importancia práctica de las prospectivas escatológicas
   
----------La profundización en el conocimiento de las realidades escatológicas es rica de consecuencias para la teología moral, porque la escatología presenta el modelo cristiano final del hombre y de la sociedad, esos "nuevos cielos y nueva tierra en los cuales habite la justicia" (2 Pe 3,13), que deben constituir el objetivo final ultraterreno del crecimiento y perfeccionamiento de la humanidad en la historia, como colectividad y como individuos: todo programa o proyecto de nueva civilización, para el cristiano, no puede no constituirse como un paso adelante hacia la realización del "hombre perfecto" escatológico.
----------Las prospectivas terrenas de la historia, en cuanto cristianamente concebida, deben ser iluminadas y guiadas siempre por las prospectivas ultraterrenas, porque es precisamente en las segundas que al final debe desembocar, como en un movimiento de ascenso, el mismo entero camino de la historia. Esto no podrá suceder, evidentemente, sin el socorro de la gracia; pero ello debe de todos modos suceder.
----------El Concilio Vaticano II ha dado un notable impulso al interés por la escatología, recuperando una instancia bastante difundida desde el tiempo del utopismo del siglo XIX (piénsese en los diversos movimientos socialistas). Se diría que tal utopismo haya buscado, aunque haya sido entre graves errores, el colmar un vacío que los cristianos deberían haber sido los primeros en colmar valiéndose de los datos de la Revelación. A la inversa, el cristianismo del siglo XIX, sobre todo el cristianismo protestante, debido a un cierto enfoque fideista y escéptico sobre la orientación soteriológica de los valores terrenos, y agnóstico o indiferente a los contenidos humanos de la condición escatológica, no pensó en recoger y purificar la instancia que venía de los no-creyentes, y se ha debido esperar al Concilio para la recuperación, en sentido cristiano, de tal instancia.
----------Por eso, providencialmente, el Concilio Vaticano II ha subrayado el hecho de que el Reino de Dios comienza y debe comenzar ya desde esta vida, y que este inicio incoativo es lo que nos permite delinear una imagen inicial de la futura humanidad de los resucitados.
----------"La renovación del mundo", en efecto, "de un cierto modo realmente está anticipada en este mundo" (Constitución dogmática Lumen gentium, n.48). Ella es efecto de la presencia activa del Reino de Dios, que es la Iglesia misma que "crece visiblemente en el mundo" (Lumen gentium, n.3); de tal Reino en efecto la Iglesia "constituye en la tierra el germen y el inicio" (ibid., n.5), formando así "para toda la humanidad un germen validísimo de unidad, de esperanza y de salvación" (ibid., n.9).
----------De tal modo, por la fuerza activante del Reino que se manifiesta visiblemente aquí abajo en la Iglesia, la historia humana es conducida a la perfección (Gaudium et spes, n.45), y "crece ese cuerpo de la humanidad nueva que ya llega a ofrecer una cierta prefiguración que adumbra el mundo nuevo" (ibid., n.39), es decir, el mundo de la resurrección y de la creación renovada y liberada del pecado y de sus consecuencias.
----------Por eso, dice la constitución pastoral Gaudium et spes: "aunque se deba distinguir cuidadosamente el progreso terreno del desarrollo del Reino de Cristo, sin embargo, en la medida en la cual pueda contribuir a ordenar mejor la humana sociedad, tal progreso es de gran importancia para el Reino de Dios" (ibid.). Tal importancia está dada por el hecho que ello representa, en el orden de lo visible y de lo humano, un signo de cuanto, por la fuerza del Reino, sucede en el orden de lo invisible y de lo sobrenatural.
----------La visibilidad de estos efectos es lo que nos permite prever ya desde el presente, aunque sea muy imperfectamente (pero verazmente) aquellos que serán los datos y características de la condición escatológica, es decir, del cumplimiento final del Reino y de la salvación del mundo, que es uno de los fines del advenimiento del Reino de Dios, junto con el fin principal, de orden substancialmente sobrenatural, que es el de permitir al hombre llegar a la visión beatífica de Dios.
----------De esta manera, se es comprendido mejor que el "más allá" implica una dimensión de cumplimiento de las buenas aspiraciones del mundo actual, y no sólo de ruptura con el mundo presente: cumplimiento de cuanto en el mundo presente existe de naturalmente bueno y por tanto susceptible de ser salvado. Se hablaba demasiado de "fin del mundo" y demasiado poco de "salvación del mundo".
----------La misteriosidad de la condición escatológica no significa oscuridad absoluta para nuestra razón y para la filosofía; por eso no se justifica la renuncia a cualquier tipo de indagación y diseño racional.
----------Por cuanto respecta a las consecuencias en teología moral, acaso nos hemos limitado demasiado a la visual relativa a las condiciones de la naturaleza caída, casi como si ella, por más relevante que sea en la vida presente, no deba en sí misma constituir en el fondo un estado provisorio, destinado a ser perfeccionado o sustituido por el estado escatológico, fruto final de la Redención y de la gracia.
----------A decir verdad, el modelo último de referencia de la legislación moral no puede ser la condición de naturaleza caída, sino el de la perfección escatológica: es aquí donde el cristiano debe encontrar las leyes últimas y definitivas de su modo de vivir como resucitado con Cristo. Lo que evidentemente no debe hacernos cerrar los ojos, de modo utopista, sobre el persistir de la fragilidad de la naturaleza, y los comportamientos que ella vuelve necesarios. Pero es necesario también tener el sentido de su provisoriedad, sabiendo que la verdadera prudencia exige abandonar esos comportamientos a medida que avanza el proceso de redención de la naturaleza, y por tanto hace posible hacerlo.
----------¿Qué sentido tendría todo el actuar moral si permaneciera indefinidamente cerrado en lo interno del estado de miseria de la naturaleza, sin pensar nunca en su superación? Por el contrario, el verdadero sentido del esfuerzo moral implica un movimiento de liberación, el cual, si por una parte, consciente realistamente de la debilidad de la naturaleza, no olvida la importancia de la ascesis y de la mortificación, sin embargo, por la otra parte, confiado en el poder de la gracia y de la virtud, mira confiadamente a la superación de las debilidades y del contraste entre el "espíritu" y la "carne", y ya experimenta de ello sus realizaciones iniciales en vista de su pleno cumplimiento en la resurrección.
----------La escatología tiene así el propósito de proporcionar los objetivos finales de un auténtico programa cristiano del hombre y de la sociedad, y los contenidos de una verdadera esperanza de salvación. La ética tomista no ignora todo esto, y es por eso que encontramos en ella así desarrollado el interés escatológico, aún cuando algunas de sus perspectivas particulares puedan hoy parecernos insatisfactorias. Pero los principios y las prospectivas de fondo son todavía válidos. Es el caso del problema de la distinción de sexo en la resurrección, a propósito del cual, en un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 15 de octubre de 1976 (la carta "Inter insigniores") existe una indicación, fugaz, pero significativa, que confirma la concepción tomista aquí tratada. Veremos más adelante tal indicación.

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